Todo era azul.
El cielo en esa mañana primaveral, el estanque, la casita junto a este, el cabello de la chica, su ropa, su esmalte, e incluso la libreta que sostenía entre sus manos. Ella era inocente y no había nadie que pudiera decir lo contrario, pero tampoco quedaba nadie que corroborase su inocencia. Estaba sola, no había salida y todo era azul, absolutamente todo.
Todo era gris.
La primavera dio paso a un verano, otoño e invierno grisáceos.
El cielo era gris, el estanque, la casita junto a este, el cabello de la chica, su ropa, su esmalte, sus lágrimas, sus cicatrices e incluso la libreta que sostenía entre sus manos temblorosas.
Ella era inocente y no había nadie que pudiera decir lo contrario, pero tampoco quedaba nadie que corroborase su inocencia. Estaba sola, no había salida y todo era gris, absolutamente todo.
El invierno se tornó en primavera y todo volvió a ser azul. El cielo en esa mañana primaveral, el estanque, la casita junto a este, el cabello de la chica, su ropa, su esmalte, la libreta que descansaba a la orilla del estanque, sus labios e incluso su piel.
Ella era inocente y no había nadie que pudiera decir lo contrario, pero tampoco quedaba nadie que corroborase su inocencia. Estaba sola, no había salida y todo era azul, absolutamente todo.
Flotaba en el estanque, lágrimas azules fosilizadas sobre un rostro azul.
El campo lleno de flores, flores azules.
El mundo se volvió azul ese día, todos lloraban, la echarían de menos, dijeron algunos, era muy buena chica dijeron otros, no cabía duda de que era inocente murmuraban otros tantos.
Ya no importa, pasado lo pasado pasado queda. Ella era inocente ¿Quien se atrevería a dudarlo?
Todo era azul, absolutamente todo. Incluso la libreta extraviada entre la alta hierba, ella era azul, el azul del mundo, el azul de la vida, pero ya no importa, ya no hay remedio, ya no hay salida...Pero oye, al menos ahora nadie duda de su inocencia.