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18: Parte 1

El principio del caos 

Parte 1

La Fábrica 

Las alarmas resonaban en todas partes, mientras guardias, fuerzas especiales y robots se movilizaban en busca de los fugitivos: Frank y Zayn. 

El fuego se propagaba sin control, transformando el entorno en un caos infernal. Cuerpos sin vida yacían esparcidos por el suelo, junto a robots destrozados que eran sombras de lo que alguna vez fueron. Las luces parpadeaban intermitentemente, luchando por mantenerse encendidas en medio de la devastación. Diversos sectores de la fábrica estaban en ruinas, y aunque reinaba un silencio inquietante, una emergencia inminente impregnaba cada rincón del lugar.

—Así te quería atrapar, hija de puta —exclamó Frank, su voz vibrante de rabia mientras apuntaba con firmeza su arma. A su lado, Zayn también estaba listo para la confrontación, empuñando su propia pistola. 

Pero eso no era todo. Un vasto grupo de clones se alineaba detrás de ellos, una legión de versiones de Lewis, de otros aliados, e incluso de la mismísima Ágata, todos bajo el mando de Frank, que mantenía su mirada fija en ella.

¿Qué fue lo que realmente ocurrió?. La tensión en el aire era palpable, y las respuestas a las preguntas que todos temían estaban a punto de desvelarse.

3 horas antes:

—¿Y esa llave, qué abre?—preguntó Zayn, frunciendo el ceño mientras miraba a Frank con desconfianza.

—Solo sígueme y lo verás por ti mismo —respondió Frank, su voz grave y decidida. —No tenemos mucho tiempo; lo que tengo en mente no puede fallar. 

La urgencia en sus palabras dejaba claro que el destino de ambos dependía de esa enigmática llave, y Zayn sintió una mezcla de curiosidad y ansiedad mientras se preparaba para seguir a Frank en esta peligrosa misión.

Los dos se arrastraron con rapidez y sigilo por el ducto, conscientes de que cada segundo contaba antes de que los médicos entraran y descubrieran su ausencia.

Se adentraron en el ducto, que se ramificaba en múltiples direcciones, como un laberinto en la penumbra, cada giro y recoveco presentando oportunidades en su desesperada fuga.

—¿Cómo lograste sacar esa llave de tu piel? ¿Acaso eres un…? —susurró Zayn, la curiosidad brillando en sus ojos.

—Shh, eso no importa ahora. Te lo explicaré después; nos pueden escuchar, el aire puede llevar un susurro tan lejos. ¡Cálmate! —respondió él, su voz apenas un murmullo.

Zayn asintió y continuó gateando. Pasaron varios minutos, buscando entre la vasta red de ductos que se extendían a su alrededor. Frank lideraba el camino, y se detuvo un instante al mirar una rejilla. Ambos se agacharon junto a ella; la luz iluminó su rostro mientras miraban por debajo, revelando un pasillo sombrío. De vez en cuando, robots pasaban con un zumbido monótono y algunas personas se cruzaban por el camino, pero en otros momentos, un silencio inquietante invadía el lugar.

—Haremos lo siguiente —susurró Frank, su voz baja pero firme—. Yo bajaré primero. A mi señal, tú descenderás rápidamente. En este pasillo está el cuarto de resguardo. Solo necesitamos escabullirnos y evitar ser detectados. Si nos ven, estaremos perdidos.

—¿Pero cómo haremos eso si dices que está lleno de cámaras? Nos verán. Tendríamos que convertirnos en fantasmas… —Zayn frunció el ceño, la preocupación en su voz. 

Frank rápidamente le tapó la boca a Zayn al escuchar pasos. Ambos inclinaron sus rostros hacia atrás, intentando ocultarse de la vista a través de la rejilla. En ese momento, un hombre de negro pasó, deteniéndose en seco para mirar hacia arriba, su grotesca máscara de la Mona Lisa llenando el aire de un inquietante suspenso. Tras un minuto de tensión, ignoró la rejilla y continuó su camino.

Frank observó con atención mientras el hombre se alejaba, y en ese instante, una nueva idea surgió en su mente.

¡Hombres de negro!  

¡Fantasmas!  

¡No ser detectados!  

Las palabras resonaban en la mente de Frank, quien, más que nadie, conocía el mecanismo que regía en aquel lugar.

—Cambio de planes. Al parecer, piensas mejor que yo, y eso es evidente para alguien que logró escapar de una prisión convencional—dijo Frank después de pensar. 

—¿Entonces, qué piensas hacer? El tiempo corre y no quiero que nos atrapen en esta maldita situación.

—¿Cómo lograste escapar de la cárcel sin que nadie se diera cuenta?

—¿Es realmente necesario que lo diga? No quiero revivir esa experiencia que me dejó un mal sabor en el laberinto de mi mente.

—Si queremos salir de aquí, necesito que me lo cuentes. Quizás se me ocurran más ideas.

—Está bien, pero prepárate. No fui detectado porque asesiné a un par de guardias. Me vestí con sus uniformes y me escabullí entre ellos sin que lo notaran. Cuando finalmente se dieron cuenta de lo que había pasado, ya había eliminado a los policías que estaban asignados a la “misión” que teníamos. Los dejé tirados en medio de la nada y me fui en una de sus patrullas, como el verdadero hijo de puta que soy.

—Vaya, eso es información reveladora. No se hable más; tenemos que ir tras los hombres de negro.

—¿Qué tienen que ver esos tipos con nosotros?

—Escucha bien:  

1. Nos vestiremos como ellos.  

2. Nos escabulliremos como ellos.  

3. Sus trajes son como sombras, se mezclan con la oscuridad.  

4. Para lograrlo, necesitamos causar un apagón.

—¿Y cómo planeas hacer eso? 

—llegando a su sistema de seguridad. Necesitamos acceder a la sala de control y desactivar todo. Un apagón en el momento adecuado nos dará la cobertura que necesitamos para escapar sin ser vistos. 

—Suena arriesgado, pero es nuestra única opción. ¡Vamos a hacerlo!.

Zayn mostró una expresión de asombro, casi fascinado, aunque por dentro luchaba contra el miedo que le provocaba lo desconocido.

Se pusieron a gatear nuevamente a través del ducto, abandonando la idea de salir por la rejilla, saltar y abrir la puerta. Esa era una estrategia mediocre; en cualquier momento podrían ser descubiertos por las cámaras.

¡Dos cabezas pensaban mejor que una!

Un par de minutos después, su mirada se posó en otro pasillo. En una de las paredes había un aviso en negro, con la figura de un triángulo. Eso significaba: "hombres de negro". Sin duda alguna, Frank lo descifró al instante.

—Estas son unas de las zonas prohibidas. Solo puede entrar personal autorizado; son los resguardos de los hombres de negro. Aquí no hay cámaras, según tengo entendido, y es donde ellos descansan —susurró Frank.

Zayn asintió, sintiendo cómo su pecho subía y bajaba rápidamente debido a los nervios.

—Espero que no haya cámaras y que todo salga bien —murmuró, haciendo una expresión de preocupación.

Frank retiró la rejilla de un tirón; era fácil de quitar. Asomó lentamente la cabeza, mirando a ambos lados del pasillo. Solo había silencio y luces tenues parpadeando.

—No hay nada. Yo salto primero y tú me sigues rápidamente.

—Está bien —respondió Zayn, asintiendo en un susurro.

Frank saltó con cuidado, el golpe de su ligera caída apenas audible. Mirando nuevamente a ambos lados, le hizo una señal a Zayn, quien también saltó.

No eran tan imprudentes como para dejar la rejilla abierta. Zayn, que era un poco más robusto y alto, hizo la conocida “pata de gallina” a Frank, levantándose sobre sus manos para colocar la rejilla de nuevo en su lugar.

Avanzaron sigilosamente, dando pasos lentos. Al girar en un nuevo pasillo, se dieron cuenta de que se extendía hasta el fondo; a ambos lados había puertas con pequeñas ventanitas, alineadas a lo largo del corredor.

Se acercaron con cautela a la primera puerta a la izquierda. Dentro, no había nada visible. Aunque las luces estaban encendidas, el lugar parecía un vestíbulo turbio, sucio y descuidado, con un aire de abandono. Siguieron asomándose con cuidado por cada puerta. En algunas, solo había camas perfectamente tendidas con sábanas en un tono negro; en otras, reinaba la oscuridad, con las luces apagadas. En algunas habitaciones, varios hombres de negro jugaban a las cartas, disfrutando entre ellos, aunque siempre con sus rostros cubiertos por máscaras.

Frank, mejor que nadie, conocía el sistema y el funcionamiento de aquel lugar, aunque no lo comprendía al cien por ciento. Sabía que una de las principales reglas era no mostrar su rostro ni revelar su identidad; ellos no tenían nombres.

—vaya, vaya, quien iba a pensár,. ¿Ágata sabrá que juegan a las apuestas a escondidas?—exclamó Frank en un susurro. 

En ese instante, el sonido de pasos resonó en el pasillo, llenando el ambiente de una tensión palpable. Frank y Zayn se miraron, sus rostros reflejaban el miedo que sentían, y no tuvieron más opción que ocultarse. Abrieron una puerta que estaba sumida en la oscuridad y se adentraron en su interior, sin saber lo que les esperaba. A través de la ventanilla de la puerta, el tenue reflejo de la luz exterior iluminó brevemente la escena: tres hombres vestidos de negro pasaron hablando entre ellos, sus murmullos apenas perceptibles. Luego, un portazo resonó en la distancia.

La oscuridad del cuarto dificultaba la visión. Frank comenzó a explorar el espacio, palpando las paredes en busca de un encendedor o un interruptor. Finalmente, su mano encontró una cuerda que colgaba del techo; supuso que podría ser el tirador de una lámpara. Al jalarla, la luz se encendió, bañando el lugar en un resplandor tenue y opaco.

Frank y Zayn intercambiaron miradas de asombro al contemplar lo que había ante ellos.

El cuarto era pequeño, pero estaba abarrotado de armas: pistolas, tubos de silenciador, municiones, bombas, granadas, extintores, hachas, cuchillos y todo tipo de herramientas. Era como una ferretería fusionada con una tienda de armas, además de contar con botiquines de primeros auxilios. La atmósfera era inquietante, y ambos sabían que se habían topado con algo mucho más grande de lo que jamás habían imaginado.

—No podemos tener mejor suerte—dijo Frank, su voz cargada de fascinación. 

—Esto es solo un indicio; aún nos falta enfrentarnos a la boca del lobo—respondió Zayn, con un tono grave.

—Toma todo lo que puedas —ordenó Frank, decidido.

Ambos comenzaron a recoger lo que encontraban, llenando sus bolsillos y ajustándose cinturones que colgaban de las paredes para ocultar las armas bajo su ropa. Se equiparon de pies a cabeza, preparados para lo que pudiera venir. Frank se detuvo ante unas cajas de madera marcadas con un símbolo de peligro y envueltas en cinta de advertencia, como si albergaran algo letal. Una curiosidad inquietante lo impulsó a abrir una de ellas. Al hacerlo, descubrió que contenía pequeños dispositivos organizados meticulosamente, como si fueran bombones en una caja: los “Aracnes”.

—¿Qué son esas cosas? —preguntó Zayn, frunciendo el ceño.

—Aracnes, son mini bots mortales y... —Frank hizo una pausa, pensativo—. Con esto traicioné a un amigo, además de... ¿Por qué demonios tienen esto aquí si solo eran fabricados por Cars-Neworls?

Zayn lo miró con asombro.

—¿Esa empresa fabricaba esto? ¿Pero cómo? ¿Qué función tenían?

—Eran fabricados clandestinamente y vendidos al mercado negro, para gobiernos y grupos terroristas —explicó Frank, con un dejo de amargura—. Ágata, mi antigua socia, usó Cars-Neworls como fachada para expandir su propio imperio criminal. Yo fui parte de todo eso, sin saber realmente la magnitud de sus planes.

Zayn lo escuchaba con atención, sorprendido por la revelación.

—No sabía que esa empresa sería tan dañina, o que fabricarían cosas así —comentó, sacudiendo la cabeza.

—Cars-Neworls solo fue un velo para Ágata, una fachada para su sed de venganza —Frank tragó saliva, evocando los recuerdos—. Incluyéndome a mí.

Un breve silencio se instaló entre ellos, cargado de tensión.

—Bueno, dejemos de lado los asuntos personales —dijo Frank, retomando el control de la situación—. Sigamos con nuestro plan y enfoquémonos en salir de aquí. Toma un par de esos bots, nos serán de gran utilidad.

Zayn asintió, consciente de que había más detrás de todo esto de lo que parecía. Pero por ahora, su prioridad era escapar de aquel lugar.

Zayn siguió la orden de Frank y tomó varios mini bots, metiéndolos en su bolsillo. Eran diminutos y livianos, así que no le costó mucho. Frank también se equipó con algunos y, juntos, salieron del cuarto con cautela, evitando hacer ruido. Al acercarse a otra puerta, escucharon el sonido del agua de una regadera. Frank asomó la cabeza y vio que parecía un baño. 

Al notar unas bragas de los hombres de negro colgando en un extremo de la pared, una idea se encendió en su mente. Entró con cuidado, la puerta se cerró apenas haciendo ruido, confundido con el murmullo del agua. Se deslizaron silenciosamente hacia adentro y descubrieron a dos hombres desnudos en las duchas, pero aún con las máscaras puestas, cumpliendo con las reglas.

Frank se detuvo a leer un aviso que colgaba en una de las cerámicas. Era una serie de reglas absurdas que parecían sacadas de un niño que estaba aprendiendo a escribir. El letrero decía:

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1. Solo dos personas pueden entrar a ducharse.  

2. Mínimo de tiempo: 1 minuto.  

3. No quitarse la máscara por ningún motivo, a menos que estén en solitario.  

4. Mantener las duchas limpias.
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Frank miró a Zayn con una mezcla de asombro y burla ante las ridículas reglas, que seguramente habían sido impuestas por la directora, Ágata.

Sin perder tiempo, Frank comenzó a desvestirse rápidamente, listo para ponerse las bragas negras. En ese instante, el sonido del agua cesó. Zayn lo miró con preocupación y temor, pero luego el silencio fue interrumpido por risitas.

Lewis asomó la cabeza; los dos hombres estaban secándose el agua de sus cuerpos desnudos, intercambiando comentarios como: "El agua estaba fría" y "Nos pasamos de los minutos. La mayoría está en la tierra, en sus manos".

Al escuchar esas últimas palabras, Frank frunció el ceño. Un aire de esperanza lo recorrió al darse cuenta de que, tal vez, había una oportunidad de escapar. Hasta el momento, ninguna alarma había sonado, lo que indicaba que aún no se habían dado cuenta de que ellos habían abandonado la zona médica.

Los hombres comenzaron a moverse, sus pasos descalzos resonando a medida que se acercaban a Frank y Zayn. Al cruzar el pasillo, ambos se sobresaltaron por su presencia.

—¡Manos arriba y no den ni un paso más! —amenazó Frank, apuntando con su arma equipada con un silenciador. Zayn lo siguió, mostrando su propia pistola con la misma determinación.

Los hombres, sorprendidos, levantaron las manos en señal de obediencia. La tensión en el aire era palpable mientras el silencio se apoderaba del espacio, cada segundo estirándose como un chicle.

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