Prólogo
Jeon Jungkook:
Estaba cansado, adolorido y cabreado... muy cabreado.
Hacía una semana que habíamos perdido a uno de los nuestros y los superiores aún no hacían nada al respecto. Quería golpear a mi jefe, nunca le había tenido tanto rencor al sargento Kim Namjoon desde que comencé a trabajar en su equipo.
Era cierto que Park estaba en una misión y que no sabíamos de qué se trataba, solo que se hacía llamar Asahi. Pero una cosa era trabajar, otra muy diferente era ser atrapado. En la mayoría de los casos podíamos terminar muertos.
- Le voy a partir la cara - gruñí dándole un puñetazo al saco de boxear con el que desquitaba toda mi furia desde hacía una hora.
- Jeon, cálmate... - suspiró Hoseok por enésima vez mirándome desde su lugar, sentado.
- No, opino lo mismo - le cortó Jin con un resoplido - ¡Hazlo ya! - me incitó.
El corto silencio que se había instalado en la sala de entrenamientos se vió interrumpido por el sonido de nuestros móviles. Mi cuerpo se tensó, sabía lo que eso significaba. Una jodida operación especial, sin importar que nuestro compañero y amigo estuviera desaparecido. ¡Qué malnacido!
Sargento Kim:
CÓDIGO ROJO. OPERACIÓN YŪGEN.
A LAS 18:00 HORAS EN MI OFICINA.
Esta vez fue mi turno de suspirar, - cabreado, otra vez - le eché una ojeada a mis compañeros que me la devolvieron frunciendo el ceño.
No me importaba si me rebajaban el cargo, pero hoy se iba a hacer justicia por Jimin, fuera con mi puño o mi pistola.
- Cálmate, vale - me susurró Jin una vez estuvimos en el despacho del sargento.
Ni siquiera estaba aquí y ya quería matarlo.
- Kim no tuvo la culpa de lo que pasó con Park...
- ¿De qué lado estás? - le encaré, apreté tanto la mandíbula que sentí un músculo palpitar en ella.
- Del de la razón, por supuesto - rió viendo mi cara.
- Agentes - escuché la voz de Kim y luego cómo cerraba la puerta para sentarse detrás de su buró - ¿Qué pasa Jeon? Parece como si quisieras matar a alguien.
Oh, no tienes ni idea, idiota.
Hoseok y Jin soltaron unas risitas por lo bajo pero se recompusieron cuando el sargento carraspeó llamándoles la atención.
- Iremos a rescatar al agente Park - soltó sin más.
Oh, ahora le quería besar los pies.
- Bueno, todos no podremos, pondríamos en riesgo la operación.
Claro, su maldita operación era lo que importaba, mucho más que la vida de uno de los nuestros.
- Un agente infiltrado ha dado la ubicación. Park Jimin se encuentra en Japón.
- ¿En Japón? - preguntó extrañado Hoseok.
- Con los Yakuza.
¿La mafia japonesa?
- Y he pensado que Jeon sería el indicado para ésta misión. Así que vaya practicando su acento, lo quiero listo en setenta y dos horas.
¿Qué?
Kenichi Hitomi:
— ¿Lista? - me preguntó mi mejor amigo, Hoshi, a mí lado.
- Oh, no sabes cuánto tiempo llevo esperando éste momento - sonreí sacando mi katana y cubriéndome el rostro con una máscara.
Era el momento exacto para acabar con todo la farsa que me rodeaba y reclamar el puesto que me pertenecía por herencia. Mi padre hubiese estado orgulloso de mí.
- Son todo tuyos, linda - me guiñó Ara a mi otro lado.
No dudé un segundo en irrumpir en el salón dónde se encontraban tres jefes de diferentes regiones de la mafia Yakuza.
Masashi, Takuhiro y Kenta.
Tres bastardos que mataría sin pensármelo dos veces.
- ¿Y tú quién eres? - Kenta fue el primero en darse cuenta de mi presencia - ¡Seguridad!
Mi sonrisa ladeada debía dar miedo, porque retrocedió cuando avancé un paso hacia él.
- Soy tu pesadilla.
- ¿Cómo va a ser mi pesadilla una niñita de mier...
La niñita, como él había dicho le cortó la garganta antes de que pudiera terminar su frase despectiva.
Masashi se fue contra mí intentando quitarme la katana, le pateé el estómago separándolo de mí abofeteándole el rostro en el proceso, dejándolo de rodillas frente a mí.
- Quietesito - le apunté con el arma filosa - No quieras terminar como tu amigo.
Takuhiro se mantenía en su lugar observándome con cautela, sonreí con ironía, no iba a escaparse y mucho menos negociaría conmigo.
- ¿Quién eres? - repitió Masashi.
- Hitomi. Kenichi Hitomi.
Su rostro pareció perder el color mientras me miraba de arriba abajo.
- Imposible - susurró con cautela.
- ¿Qué? ¿Pensaste que mi padre no tenía descendencia? - me burlé.
- Esa escoria.
Mi rostro cambió de burla a uno de molestia al oírle referirse a mi padre de tal forma. Lo tomé del pelo haciendo que me mirara con odio.
- La única escoria aquí eres tú y la próxima vez que oses referirte a mi padre de esa manera te cortaré la lengua y se la daré de comer a tu hijo. Bastardo.
- Nuestra organización nunca tendrá a una mujer en sus filas, es la ley - gruñó con una mueca de dolor, cada vez le apretaba el cabello más fuerte.
- Las leyes se hicieron para romperlas. ¿Y qué crees? Por derecho me toca asumir el cargo de mi padre.
- Eso nunca pasará - bramó.
- ¡Impídemlo! - le escupí en el rostro - ¡Hoshi, Ara!
Mis dos amigos salieron de sus escondites con armas en las manos.
- Encárguense de éstos dos.
- Como usted diga, jefa - Ara rodó los ojos al escuchar a mi mejor amigo, tan amargada como siempre.
- Tan baboso - susurró.
- Ara, hora de divertirse - le dijo él con una sonrisa diabólica, ella se la devolvió empuñando mejor su katana.
Estos solo se entendían cuando de asesinar se hablaba. Menudo par.
Me volteé y caminé hacia la salida limpiando mi katana con un pañuelo. Sangre sucia. Me había salpicado las uñas, asco.
Levanté la mirada al escuchar a Ara detrás de mí.
- Hitomi, creo que te gustaría ver lo que encontramos.
Cuando entré nuevamente al salón de antes, había un chico de tez clara y cabello oscuro sedoso cayendo por su frente. Ojos rasgados y labios gruesos que me miraba expectante.
- Entonces es cierto - murmuró, levanté una ceja, ese acento no era japonés y podía jurarlo.
- ¿Qué cosa es cierto... extranjero? - inquirí con curiosidad, algo de él me llamaba la atención.
- La Yakuza por fin tendrá a su líder.
- ¿Me estás adulando? - reí.
Hoshi se mantenía detrás del chico aguantándole los brazos con fuerzas, dentro de poco se los rompería si seguía así.
- Era lo que tu padre siempre decía.
Eso me hizo tener más curiosidad, si era alguien cercano a mi padre me serviría de mucho su presencia en mi clan.
- Decía que cuando muriera alguien mejor que él tendría el mando y sería recordado toda la historia - continuó.
- ¿Qué te hace pensar que soy yo?
- Tu determinación.
- ¿Cómo te llamas?
El dudó un momento pero al final respondió.
- Asahi.
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