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Una aventura inolvidable

Era la mañana perfecta: cielo azul, un horizonte despejado, brisas suaves y el sol dejándose ver a través de las montañas. Juan conducía satisfecho de que el viaje iniciase de tan buena manera. Sus manos grandes sostenían firmemente el volante del miniván mientras sus ojos cafés se concentraban en el frente.

A medida que se alejaban de la ciudad, los carros y edificios eran reemplazados por amplios pastizales. Por fin habían logrado organizar este viaje para recordar viejos tiempos y disfrutar de lugares que les traían las memorias más felices de sus casi 35 años de vida.

Junto a él estaba su esposa, María, una mujer llenita de labios carnosos, ojos oscuros y cabello castaño. En la parte de atrás un niño de cabello castaño, una mujer de cabello ensortijado u ojos saltones y una mini copia de ella jugaban a contar casas de tejado rojo. Con el tiempo las casas empezaron a volverse escasas, a sus alrededores a medida que ascendían el camino de montaña.

"Veinte y ocho" contó la niña

"Veinte y nueve" dijo el niño

"¿Mami que sigue después de veinte y nueve?" preguntó la niña

"Treinta, cariño" respondió la mujer de cabello ensortijado

"Oye Lili, eso es trampa" reclamó el niño

"no realmente Pedro, y tú eres mayor que ella por dos años así que trátala bien" dijo María mirando por el retrovisor. El niño hizo pucheros, pero continuó jugando. A medida que el bosque se ponía más denso, los niños empezaron a ponerse inquietos la mujer de atrás decidió ponerse a cantar con los niños

"Ya la noche se fue,

La aurora, amaneció,

Y bajo el cielo azul,

Ya brilla el sol."

Miguel sonreía y dijo "¿en verdad te acuerdas de esas canciones Cari"

"Es que necesitas comer más sardina" dijo su esposa riendo.

"Fue divertido ser scout de niños, acampar, nadar, correr" dijo Cari.

"Éramos un gran grupo, espero que los otros puedan venir" dijo Juan.

"Desafortunadamente solo Miguel confirmó. El dijo que nos esperaría en la cabaña de tus abuelos. Probablemente ya llegó porque vamos tarde"

A medidas que avanzaban por las montañas Juan se perdía en las memorias de su juventud, su grupo de scouts donde conoció a María, Miguel y Cari, cuando nadó en un lago tan largo como el océano por primera vez, las tardes con los abuelos tomando leche con chocolate, el gato blanco que parecía jamás envejecer, la radio antigua que repetía noticias de países lejanos en lenguajes que él no entendía, etc. La vida pasa rápido y se acaba pronto, pensó.

No tardaron en llegar a una casa de madera allí los esperaba un hombre de piel morena, ojos oscuros, alto y de hombros anchos que sonreía.

"Cada día estás más bella María" exclamó el hombre

"cuidado ahí Miguel. Recuerda con quien se casó." advirtió Juan

"Jaja, te ganaste su amor, pero eso no significa que el resto no tengamos ojos" dijo Miguel mientras abrazaba a Cari "Te extrañaba mucho. Tu hija ha crecido tanto"

La niña ya se había colgado de sus piernas preguntando "¿Tío Miguel, vas a quedarte con nosotros varios días?"

Miguel acariciaba la cabeza de la pequeña "Por supuesto Lili, estoy feliz de estar con ustedes"

Horas más tarde cocinaban y reían en la casa, los niños habían desaparecido en el ático con Cari y María mientras Miguel y Juan intentaban encender una parrilla para asar carnes que habían traído. Mientras trataban de que el carbón tomara el color deseado Juan decía "Gracias por venir"

"No me lo perdería, es importante que disfruten el tiempo juntos." respondió Miguel

"Todo parece un sueño" negó Juan. La conversación fue interrumpida por una voz pequeñita "Papá ven a ver lo que encontramos en el ático. No lo vas a creer"

Cuando ellos entraron la tropa se encontraba tratando de conectar una radio vieja y pesada, con cajón de madera de forma semicircular. Juan la recordaba, en ella su abuelo se ponía a escuchar música de países lejanos. El no entendía que decían, pero le encantaba pensar cómo se vestían o que estarían haciendo esas otras personas.

Cari conectó el equipo y todos sonrieron al darse cuenta de que la caja aún funcionaba y pronto escuchaban la estación local que anunciaba tormentas al día siguiente lo que dejó al grupo un poco infeliz. Mientras los muchachos corrían por la casa María trataba de sintonizar una estación de música y cuando encontró una que sonaba "di-di-di-da-da, da-da-di-di-di, di-da-da-da-da" se detuvo y llamó a su esposo "¿oye esto es música experimental electrónica?"

Juan se acercó y dijo "No tiene sentido solo es un tono".

"No lo sé, parece código morse" dijo Cari

"¿Tú crees?" dijo Juan, "¿esos son.... números?"

"Parece" dijo Miguel rascándose la cabeza "déjame tratar" mientras buscaba un papel de cocina y un lápiz y decía con pausa "tres, siete, uno, eso parece un cinco"

"No, es un tres, fue igual que el anterior" sentenció María

Juan respondió "sí. es tres"

"¿Esta repitiendo los mismos números una y otra vez verdad?" dijo Pedro

"Si. Once números" exclamó Miguel "3,7,1,3,2, 7,1,1,4, 4,4"

"¿Mami qué puede ser eso?" inquirió Lili

La mujer no habló por un momento, frunció el ceño, mirando a Miguel contestó "no lo sé parecen ¿coordenadas?, pero es realmente preocupante" dijo Cari

"¿Por qué?" indagó la niña

"La radio dijo que habrá tormenta y si es alguien en problemas no hay tiempo para llamar a servicio de búsqueda y rescate" señaló su madre.

Los adultos se quedaron mirando entre ellos. Si llamaban a servicio de rescate tardarían al menos tres horas en alcanzar el sitio y probablemente no envíen muchos elementos. Para cuando organicen un equipo probablemente la noche y la tormenta ya llegaran.

María indicó "Hará frio"

"Llevaremos ropa térmica" respondió Juan

"traeré las botas de agua de los niños" señaló Cari

"Guardemos unos emparedados y agua" dijo Miguel

Media hora después el mini grupo de cinco exploradores subía por la montaña acompañados de un viejo mapa, tratando de identificar la locación que parecía no estar lejos del lago donde solía jugar de niños. Mientras bajaban al lugar que el mapa señalaba Juan le explicaba a su hijo "Cuando éramos jóvenes tus tíos, Miguel y Cari y su mamá y yo veníamos a jugar todo el tiempo en esta área, pero el lago era más grande, ahora que las ciudades necesitan agua, parte de los ríos que alimentan al lago se han drenado para servir a la ciudad. Ves esa línea de árboles que es más alta que el resto, el lago era hasta esa altura, pero ahora todo está diferente".

"Es allí" indicó María señalando la entrada de una cueva a unos metros de la orilla del lago.

El grupo se aproximó con precaución. Para asegurarse que nada malo pasara Miguel tomó a la niña en brazos y Juan hizo lo suyo con su hijo. La entrada de la gruta era pequeña y la cantidad de rocas, conchas y arena fina en los alrededores indicaba que algún tiempo atrás el lugar había estado sumergido. Uno a uno, el grupo entró a la caverna iluminada ahora por la lámpara que Juan había llevado.

"Hola, ¿hay alguien aquí?" Gritó Juan

"¿Pueden hablar o hacer ruido?" dijo Pedro

Nada

Poco a poco descendieron hasta que la luz del sol se hacía más y más distante y entonces escucharon un sonido similar a un zumbido. Mientras se acercaban e internaban en la gruta, los tonos tomaron forma similar a una melodía de una ocarina y continuaron. Al girar una vez más se toparon con una pared de roca. Alzaron las linternas para ver.

Era una esfera de más de dos metros. Si bien la luz de la linterna distorsionaba el color azul eléctrico, el material era claramente metálico. Sin embargo, cuando María se acercó para tocarlo su esposo la detuvo. Ella entró en razón y en lugar de usar sus manos tomó una piedra del suelo y la aproximó a la superficie de la esfera. Antes de que pudieran hacer mucho más, esta empezó a brillar. Lo último que Cari vio antes de que la luz los cegara fue los ojos asombrados de su hija.

Cuando recobraron su vista estaban en un lugar diferente, era la playa de un lago turquesa gigantesco. Apenas si se veía el borde de la otra orilla, a los lados había frondosos bosques de árboles anaranjados y en lo profundo del horizonte la luz intensa de dos estrellas iluminaba el cielo.

La mirada de todos sin embargo se enfocaba en realidad en la nueva apariencia de Miguel, cuya piel ahora estaba cubierta de un fino pelaje azul y sus ojos eran ligeramente dorados. Sonriendo dijo "Bienvenidos a mi hogar. Estoy ansioso de que mis padres los saluden. Ellos han preguntado mucho por ustedes"

Juan confundido preguntó "Miguel, ¿qué pasó? ¿Tú, qué hiciste?"

Él sonrió y dijo "Respira hondo y cuenta hasta diez y todo volverá a ti en un instante".

Efectivamente Juan recordó que cuando era niño el había nadado en un lago tan largo como el mar, que había jugado con un niño azul y que juntos había corrido tras ciervos y montado en águilas persiguiendo un infinito atardecer.

"Nosotros vinimos aquí de niños" declaró Cari.

"¿Mi gato Mimí se quedó aquí verdad?" preguntó María.

"Así es, te complacerá saber que mis padres lo han cuidado muy bien y llegando a casa puedes jugar con él de nuevo" respondió Miguel riendo.

"¡Imposible, ese gato debe tener más de treinta años ahora!"

"Vamos y lo verás" dijo Miguel mientras aplastaba unos botoncitos en su reloj de mano y un vehículo volador vino a ellos.

Los cinco se subieron en el vehículo y miraron los bosques frondosos, los animales, y muy a lo lejos una pequeña ciudadela en las montañas.

No tardaron en llegar a la casa de Miguel. A medida que pasaban las horas, más y más recuerdos de su infancia venían a ellos. Comieron, bailaron, jugaron.

Los niños estaban felices y pidieron a Miguel que les dejara subir en un águila y él sacó un silbato y lo hizo sonar alto y fuerte. Minutos después una enorme ave se acercó y Miguel subió al niño en el animal y su madre se sentó detrás de él. El animal se remontó por los cielos y se escuchaba los grititos de alegría de ambos.

Alejados de Cari y Lili, Juan miró a Miguel y aseveró "Todavía no estoy preparado"

Miguel asintió "Nadie lo está en realidad. Pero la medicina de aquí ayudará. Todo estará bien. Lo prometo" Siguieron mirando al cielo.

Durante seis días los juegos y paseos en aquel mundo continuaron. Pero ya llegaba la hora de despedirse. Era el último desayuno juntos en el grupo así que Juan y María prepararon wafles. Mientras los niños masticaban Juan dijo "Hijo hay algo que queríamos decirte"

"¿Recuerdas que a veces vamos al hospital?" preguntó María.

"Hijo, lo que sucede es que hay algo en tu sangre que hace que las células se confundan y les sea difícil protegerte. Es una condición que en nuestro planeta no se puede curar, pero aquí sí pueden" continuó Juan.

"Nosotros no podemos quedarnos mucho tiempo porque nuestro cuerpo no resiste la radiación de dos soles, pero el tío Miguel puede hacer que te den un pelaje azul y curen tu sangre. Sin embargo, no podrás venir con nosotros por un tiempo" dijo María.

"Hijo nosotros te amamos, pero preferimos no verte diez años a no verte el resto de nuestras vidas" dijo Juan y todos empezaron a llorar.

Una vida pasa en un abrir y cerrar de ojos.

Una mujer se sienta en el jardín que ha cultivado por nueve años. La luz del atardecer reflejada en los árboles de maple le hacen recordar que una vez tuvo un gato blanco que jamás parecía envejecer y cierra los ojos. De repente, siente unos pasos ligeros detrás de ella y una voz conocida y diferente a la vez dice "Hola, ya regresé."

Ella sonríe y dice "Bienvenido a casa."

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