Capitulo 25: hablame de tus miedos
No sabía cuánto tiempo pasó desde que entré en mi cuarto, sabía que ya habían pasado unas horas, la lluvia volvió junto a los truenos sin dar tregua pero yo solo podía pensar en que por fin me besó, y no fui yo, él me besó.
Llevaba deseando eso tanto tiempo sin darme cuenta, tantas veces que miré sus labios y él los míos, imaginaba su textura, su sabor... y mierda sabían al jodido cielo, claro que nunca había probado el cielo para saberlo, ¿Pero qué mejor que lo que sentí? Era el cielo, aún sentía el hormigueo en los labios y la taquicardia volvía tan solo al recordarlo.
Toqué mi labio inferior, ya no dolía tanto como al comienzo, reí al recordar que el tonto me cortó por asustarse. Sabía que ahora empezaría un juego donde me ignoraría de la vergüenza. Un trueno sonó justo en el momento en el que alguien tocó la puerta, me sobresalté y remojé mis labios antes de hablar.
—Pase —en segundos la puerta estaba abierta y Christopher estaba ahí, tenía el rostro completamente rojo y sus ojos parecían evitarme.
—hola... yo... —titubeó y yo sonreí, me enderecé un poco dejando mi peso en mis codos para mirarlo.
—Si vienes a decir el cliché de "olvídalo no eres, tu soy yo" no funcionará conmigo, porque luego de lo que paso quiero besarte cada vez que te veo —sonreí al verlo aun mas rojo si eso era posible.
—No, solo ... yo —bajó la vista —no iba a decirte eso —hizo una pausa —investigué sobre los miedos.
—Vaya —me enderecé por completo en la cama y él extendió su mano hacia mi, la miré sin saber bien que hacer con ella, ¿quería que tome su mano?
—Si prometes no mencionar el beso te mostraré algo —Sonreí cuando sus ojos volvieron a hacer contacto conmigo.
—No sé, puedo prometerte no hacerlo la primera hora —tomé su mano y el asintió mirando el piso nuevamente.
—Me basta una hora de paz —se burló, miró a ambos lados del pasillo antes de cruzarlo y caminar un poco para llegar a su cuarto, no escondí mi sorpresa.
Okey... tenía una idea completamente distinta a lo que iba a pasar después del beso, había pensado tantas posibilidades y en ninguna lo imaginé sosteniendo mi mano dulcemente mientras íbamos a su cuarto. Un trueno sonó, apreté un poco su mano y él se apuró en abrir su puerta, entramos y la cerró con llave tras nuestro.
Sonreí como tonta al ver algo raro en la mitad de su cuarto, ni siquiera sabía cómo describirlo, creo haberlo visto en algunas películas. El había traído las sillas de la mesa, al parecer eran cuatro, había puesto por encima unas colchas creando una pequeña carpita hecha de sabanas, por debajo también había un edredón y muchas almohadas, la luz estaba apagada pero había claridad gracias a una lámpara de mesita que al parecer, proyectaba estrellas, y estas eran las que daban luz. Simplemente era hermoso.
—¿Que es esto? —reí y el giró a mirarme.
—Cuando Hannah era más pequeña, le tenía miedo a la oscuridad, le compré esta lámpara de estrellas, claro que cuando creció ella perdió el miedo —el presionó los labios en una línea mostrándome esos lindos hoyuelos —pensé que si te mostraba algo lindo quizás tu miedo seria un poco menos.
No mentiría, odiaba las cursilerías y antes repudiaba esas parejas empalagosas y tiernas de la calle pero ahora, diablos, lloraría en cualquier momento por él, era tan tierno y nunca nadie había hecho algo tan lindo por mi.
Giré hasta tenerlo de frente, solté su mano y coloqué las mías en los lados de su mejilla, una parte de mi me desconocía por oír mis pensamientos empalagosos hacia su persona pero no podía evitarlo.
—¿Qué?
—Te estoy viendo —él me miró avergonzado y yo sonreí, el era tan sencillo.
El era lo lindo que me hacía perder el miedo a todo, el era la calma en la tormenta, en todas las tormentas, con su voz, con sus ojos, con sus palabras, sus acciones, él me causaba emociones que, joder, nunca antes había sentido y me dejaban flotando o nadando o lo que sea, solo sabía que quería sentir esto todo el tiempo.
—Basta, deja de mirarme con esos ojos —dijo con timidez y yo carcajeé, tomó mis manos y me estiró hasta meternos en el pequeño fuerte que había hecho, era cómodo y olía a él.
Colocó su computadora en su regazo y al instante se proyecto en su pared el fondo de la computadora, era una foto de los chicos cuando eran más pequeños, reí viéndolos, se veían tan niños , incluyéndolo.
—Veremos un dibujito —asentí recostándome en la almohada, él reprodujo la película y me ofreció un pote de pororó que no había govisto antes.
—¿En qué momento preparaste todo esto? —llevé un puño de pororó a mi boca, moría de hambre, ni siquiera recuerdo si almorcé, mi estomago gruñó casi al instante.
—Fui veloz —el se encogió de hombros.
No podía dejar de emocionarme por el detalle, el había hecho una tiendita, solo para mi, para hacerme sentir bien. Me repetía mentalmente que nunca nadie habia hecho algo tan tierno por mi, sin esperar algo, no esperaba dinero ni trataba de persuadirme para tener sexo, no quería pedirme nada a cambio o complacer a alguien más, solo a mi, y porque si.
La película era entretenida, casi no prestaba atención a los truenos que se oían de fondo hasta que todo se apagó.
—Un apagón —murmuró y yo asentí como si él pudiera verme, sentí como se movió, no sabía muy bien lo que hacía hasta que entendí, se estaba colocando en la misma posición que la primera vez, recosté mi cuerpo en su pecho como si estuviera acostumbrada a ello y suspiré oyendo los truenos, sus brazos me envolvieron. Este clima empezaba a gustarme mucho.
—Así desearía que truene siempre —suspiré con dramatismo y el balanceó nuestros cuerpos.
—¿Estas bien?
—No te preocupes, escríbele a Hyunjin y dile que estoy bien, antes que Changbin me busque y nos interrumpa —cerré los ojos ignorando mis latidos apresurados, sentí el brillo de su celular en mis parpados unos minutos.
—Listo —la oscuridad volvió a rodearnos, solo oía su respiración entrecortada y los truenos.
—¿Le dijiste que estoy bien en tus brazos? —bromeé.
—¿Segura que estas bien? —su voz vibró en mi espalda, conocía su tono, no quería bromear, parecía preocupado y eso volvía a derretirme.
—Antes era peor —seguía con los ojos cerrados, su olor y sus movimientos me relajaban —entraba en crisis como con las cucarachas, con el tiempo empecé a calmarme, ya no era terror, solo molestia y una pizca de miedo, hasta ahora, solo no es mi clima favorito.
—Hyunjin parecía muy preocupado —susurró.
—Porque él solo estaba en mi etapa de crisis, fue Su-ji quien me ayudó a superarlo de a poco cuando Hyunjin debutó y me dejó sola —confesé, sentí como se tensó —Por eso se pasa llamando a Changbin, tiene miedo de no estar en una de mis posibles crisis —bromeé.
Los recuerdos volvieron a mí, Hyunjin no sabia que hacer conmigo cada vez que entraba en crisis, el problema con las cucarachas era sencillo, una vez muertas ya estaba tranquila, ¿Pero como calmarme de los truenos? Porque ese era el problema, no el agua, sino el sonido...
Cuando Hyunjin debutó mi crisis con la tormenta empeoró, el ya no estaba conmigo, y una pequeña parte de mi enojo se resumía en eso. El había prometido estar siempre conmigo sin embargo luego de su debut, no solo ya no estaba conmigo en la tormentas, tampoco en mi cumpleaños, ni en los dias malos, ni al volver del colegio, solo desapareció, y cuando volvió solo hablaba de sus amigos, de lo bien que lo estaba pasando mientras yo quede en su casa, y a esa edad mi mente solo pensaba en las injusticias y una pequeña parte de mi quedo ahí, pero él no tenía la culpa de lo que a mí me pasaba, de haberlo hecho mi lugar seguro, el verdadero problema empezó cuando empecé a buscar mi libertad y el empeoraba la situación ayudándome a estar encerrada por una supuesta "etapa de rebeldía"
—¿Porque te daban tanto miedo? ¿Temías que un rayo te caiga? —preguntó sacándome de mis pensamientos y yo Casi río, ojalá fuera tan fácil.
—No tuve una infancia muy... agradable, supongo que estas al tanto que la mamá de Hyunjin no es la mia —el tardó pero sentí como asintió.
—¿Quieres hablar sobre eso?
—No tienes porque cargar con esto —hice una pausa —¿Me cantas?
—Quiero hablar contigo —yo sentí el estomago apretarme.
—¿Es el momento de "no eres tú, soy yo"? —el soltó una risita, sentí uno de sus brazos soltarme, su mano fue a mi mentón y giró mi rostro, lo siguiente me dejó helada, sus labios dejaron un corto y húmedo beso en mis labios, estaban calientes y salados por el pororo.
—Cállate.
—Ay Dios, me derrito —volví a recostarme en su hombro, podía imaginarlo sonreír con sus pequeños y tiernos hoyuelos y su rostros sonrojado.
—Háblame —Pidió y yo cerré los ojos.
—¿No se lo dirás a Hyunjin?
—Claro que no —bufó y yo suspiré .
—Mas te vale porque deberá de ser con contexto completo —lo molesté, reí cuando sentí sus dedos pinchar mis mejillas.
—Cuéntame.
Lo pensé, Su-ji era el único que sabia la historia, nadie más, no quería que Christopher me vea con pena, amaba la ternura que ponía en estos detalles, podía fingir dormir y ya, aunque tampoco quería darle tantas vueltas.
—Confía en mi. —habló como si supiera que dudaba.
—Te gustan los dibujitos ¿no? —sentí que asentía —¿conoces Tod y Tobby?
—El zorro y el Sabueso —susurré un si —woah, esa película es muy vieja. —su respiración en mi cuello me distraía.
—Hace muchos años, vivíamos en otra casa, había un bosque a unos kilómetros de ahí, como en la película, Hyunjin había salido, yo veía esa misma película, tenia quizás 6 años, había una tormenta horrible —hice una pausa —fue algo cómico que esa persona justo se me acercará en esa escena, me susurró que debía cuidarme de las tormentas, que con ellas no se oían los gritos —sentí a Christopher tensarse.
—Kei —se removió.
—No es lo que piensas —me apresuré a decir —Me había dicho que sería fácil llevarme al bosque y dejarme ahí, nadie me podría oír, Cuando los truenos sonaba podia gritarme, y claro, en cual caso, si yo pedia ayuda o "dramatizaba" nadie iba a escucharme.
—¿quien fue?
—Eso quedó grabado en mi —lo ignoré — tuve tanto miedo que me escondí bajo la cama hasta que Hyunjin llegó, en las próximas tormentas, solo bastaba una mirada de esa persona para saber que podría abandonarme a mi suerte y eso me aterraba, supongo que el miedo al abandono se asoció a las tormentas o a los truenos.
Esa era la parte bonita de la historia, La segunda parte era peor, y los truenos si lograban silenciar mis gritos, recordé la única vez que agradecí a los truenos, me tiraron a ese sucio y oscuro lugar, caí sobre un clavo y sangré, los truenos se encargaron de silenciar mi llanto, de lo contrario el castigo se hubiera alargado.
—¿Como lo superaste? —preguntó luego de un silencio, ya no balanceaba nuestros cuerpos.
—Crecí, Su-ji me mostró que si trataban de abandonarme sería mejor para mí, yo ya era lo suficientemente grande como para defenderme, mantenerme con mis ahorros y lo fui superando.
—No debiste.
—¿Superarlo? —me reí y él me abrazó mas fuerte.
—pasar por eso, Dios... tenias seis —me encogí de hombros.
—No, no necesito tu pena y no fue para tanto, digo estoy bien —bufé y me removí, sentía mi pecho latir más fuerte, no quería que me vea distinto, me moví un poco más hasta oírlo gruñir, me apretó más a él y yo sentí que me derretía.
Dios... quería que vuelva a hacer el mismo sonido.
—¿Las cucarachas también tienen una historia? —preguntó y yo me tensé, esa historia no la contaría —Así que si.
—No importa.
—Si importa —resopló, yo giré el rostro hasta alcanzar su mandíbula para besarlo.
—Puedo asociar las tormentas a tus besos —susurré, el acercó sus labios, cerré los ojos esperando el impacto pero jamás llegó, al contrario, mordió de manera juguetona mi mandíbula.
—¡Hey! —llevé la mano a donde me mordió y él soltó una carcajada, otro trueno sonó y él se volvió a cercar, mordió mi oreja —no, basta —reí mientras él buscaba morderme, el simple hecho de su rostro cerca de mi cuello me daba cosquillas.
—Kei.
—Me gustas —confesé y el soltó el aire que parecía contener —no hagas nada al respecto, solo ya lo sabes. No voy a jugar a querer ser solo tu amiga.
—¿Dormimos? —su voz volvió a salir temblorosa.
—¿Juntos?
—No.. digo sí, pero si quieres, no juntos —lo interrumpí.
—Si.
—Vamos —trató de salir pero lo abracé deteniéndolo.
—Aquí, no quiero separarme —Susurré y el volvió a balancear nuestros cuerpos. Supongo que luego de unos minutos pensó que ya me había dormido por lo que me recostó y se acostó a mi lado, dejando una distancia considerable entre nosotros. Sonreí mentalmente imaginando su cara.
Me enderecé y me subí sobre él a horcajadas, podía ver el brillo de sus ojos. Apostaría que estaba rojo y me encantaba.
—Kei —su voz salió ronca, un escalofrío me recorrió.
—¿Beso de buenas noches? —bromeé, aunque no era del todo broma, la mano que me sostenía estaba alado de su cabeza y la otra reposaba en su pecho, con mi pulgar lo acaricié buscando relajarlo.
—No... yo —titubeó y yo reí.
—No necesitas la remera —susurré cerca de sus labios, sentía su corazón latir en mi mano y nuevamente me fascinaba, amaba causar cosas en él.
—Kei.
—¿Sabes cómo disfruto ponerte nervioso? —reí y el se tensó —y como amo escuchar mi nombre con tu voz ronca.
—¿Porque te gusto? —preguntó de la nada.
—¿Quieres que cite todo lo que me gusta de ti? —lo vi negar y nuestras narices se rozaron.
—No soy tu tipo de chico.
—Ni yo tu chica ideal, ¿Y qué? Me gustas y ya —le di un casto beso en los labios y me volví a acostar, esta vez con mi cabeza en su pecho, el me envolvió con sus brazos.
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