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Capítulo 1 Fragmentos de un sueño roto

Año 2016

La crisis económica y la polarización política han transformado radicalmente la vida cotidiana de los venezolanos. La familia, como núcleo fundamental de la sociedad, ha sido una de las más afectadas. La resiliencia de los venezolanos ha sido puesta a prueba, y su capacidad para adaptarse a condiciones adversas ha sido admirable. Sin embargo, la crisis aún persiste y sus consecuencias se sentirán por muchas generaciones.

Una noche cualquiera, María se encuentra en su sala, envuelta en una manta, con una taza de café en la mano. El televisor emite un zumbido constante mientras ella busca entre los canales. De repente, la pantalla se llena con la imagen de un joven Hugo Chávez, lleno de energía y carisma. María se queda inmóvil, recordando aquellos días en los que el país entero estaba dividido entre quienes lo amaban y quienes lo odiaban.

Otra vez él. Siempre que enciendo la televisión, parece que su imagen me persigue. Recuerdo cuando ganó las elecciones. La gente salió a las calles como si el mundo se hubiera acabado y hubiera vuelto a empezar. Mi abuela, siempre tan optimista, creía que por fin habíamos encontrado al líder que necesitábamos. Yo, con mis 18 años, no estaba tan segura. Veía a mis amigos divididos, a mi familia discutiendo. Nunca había vivido algo así.

Al cumplir los 18 años, observó en las noticias a un joven militante que había salido tal vez de las catacumbas con un grito esperanzador para un pueblo cansado de las elites capitalistas y autoritario mandando cada año con un montón de promesas incumplidas y manejados por el gobierno y potencia mundial para aquella época. Los Estados Unidos. Había cierto descontento por la cantidad de petróleo producido y comercializado y poca inversión en las instituciones públicas del país, en esos años estaba en busca de un título universitario, pero no tenía acceso a estudiar en una universidad pública, ya que debía tener una palanca dentro para poder ingresar, era palpable que los de clase baja no tenían derecho a una educación digna, incumpliendo el artículo de la constitución relacionado a la igualdad de condiciones y la no discriminación.

En eso al ver la tele observé ese joven con carácter fuerte quien levanta un gran liderazgo entre una multitud de personas, estaba prometiendo la educación gratuita para los jóvenes y... La universidad pública, ese sueño que todos teníamos, parecía inalcanzable. Las puertas se abrían solo para aquellos con conexiones, con dinero. Me sentía como si estuviera en una lotería donde los premios estaban reservados para unos pocos. Y entonces, apareció él. Un joven con un discurso que resonaba en mi interior. María, joven e idealista, ve en el líder una figura casi mesiánica que resolverá todos los problemas del país. Su discurso de igualdad y oportunidades resuena profundamente en ella, especialmente después de las dificultades que ha enfrentado con su familia.

María se involucra en las actividades del movimiento, asiste a mítines, realiza trabajo voluntario. Esta participación refuerza su admiración y la hace sentir parte de algo más grande que ella.

Hablaba de igualdad, de oportunidades, de un país donde todos tuviéramos las mismas posibilidades. Me uní a sus marchas, convencida de que por fin habíamos encontrado al líder que nos sacaría de esta crisis. Sin embargo, con el paso del tiempo, la euforia inicial se fue desvaneciendo y comencé a cuestionar muchas cosas. ¿Era realmente el cambio que necesitábamos? ¿O simplemente estábamos intercambiando un problema por otro?

Con el tiempo, María comienza a notar incoherencias en el discurso del líder y en las acciones de su gobierno. Las promesas de cambio no se cumplen, la situación económica empeora y la polarización política se intensifica. Recordé la enfermedad de mi madre. Había caído en cama por una dificultad en los pulmones y no hubo manera de salvarle la vida. Para poder recibir atención, debía pagar en una clínica una cantidad de dinero que no teníamos, y papá nos había abandonado al irse con otra mujer. Nos tocó luchar solas. Mamá solo quería que estudiara y me graduara para no pasar lo que ella pasó, por tanta necesidad. Para ese entonces, trabajaba en una tienda donde vendían de todo y con lo que ganaba logré comprar la medicina que necesitaba, pero ella se complicó y murió en uno de los pasillos de un hospital porque no había habitaciones, solo para quienes tenían algún conocido. Recordé sus últimas palabras mientras tomaba mis manos. Sus manos frías y su voz entrecortada.

María, promete que harás las cosas bien, hija. Recuerda lo que siempre te he dicho: 'La vida es como un camino, lleno de piedras y flores'. Tú tienes que seguir adelante, ¿me entiendes?"

Los ojos de la madre, grandes y oscuros como dos pozos profundos, se clavaron en los de María. En ellos, la hija pudo ver reflejado todo el amor que había compartido durante una vida entera, pero también una profunda tristeza, como la que se siente al despedirse de un atardecer.

"Mamá, no digas eso, tú vivirás mucho más de lo que imaginas".

Una leve sonrisa curvó los labios de la mujer, pero sus ojos permanecieron húmedos. "No, mi niña, no es así. Ya estoy cansada. Pero quiero que sepas que te quiero más que a nada en el mundo. Recuerda siempre nuestras tardes tejiendo en el patio, escuchando las historias de tu abuela. Nunca olvides nuestros secretos, ni las recetas de abuela Pancha".

Su voz era suave como una brisa marina, pero cada palabra pesaba como una losa en el corazón de María. La joven sintió un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaron con brotar.

"Mamá, sabes que te necesito, ¿qué haré sin ti?".

La madre acarició suavemente el rostro de María, sus dedos fríos como el hielo. "Harás todo lo que te enseñé, hija. Sé fuerte, lucha por tus sueños y nunca te rindas. Y recuerda, siempre tendrás una parte de mí contigo".

Sus ojos, antes llenos de vida, ahora parecían apagados, como las brasas de un fuego que se extingue lentamente. María sintió un dolor agudo en el pecho, como si le arrancaran un pedazo de su alma. En ese instante, comprendió que la vida nunca volvería a ser la misma. Apretó mis manos y sentí cómo salía de su alma su último aliento. Lloré sobre su pecho durante largos minutos. Odiaba al gobierno, al hospital, a sus directores y a cada persona que vivía en buena situación mientras yo debía enterrar a mi madre. Sentía una rabia que me consumía por dentro. ¿Cómo era posible que, en un país tan rico, la vida de mi madre no valiera nada? En ese momento, toda la esperanza que había depositado en el futuro se desvaneció. ¿Cómo podía creer en un sistema que había fallado de manera tan cruel?

Al ver a ese joven, sentí un rayo de esperanza y decidí seguirlo y averiguar todo sobre él. Escucharlo era como sentir que mi corazón iba a estallar de una mezcla de esperanza, fuerza, lucha y un futuro prometedor. Cada discurso suyo, que duraba horas, era como un bálsamo para mi alma. Aún éramos ignorantes en muchos temas sobre política internacional, pero aquí y ahora solo importaba salir adelante con un líder que parecía dispuesto a mover cielo y tierra para mejorar la calidad de vida de su pueblo."

María volvió a la realidad, se acurrucó en el sofá, envuelta en una vieja manta de lana que le recordaba a su abuela. El olor a café recién hecho llenaba la pequeña sala, pero no lograba disipar la tristeza que la embargaba. Encendió la televisión y comenzó a buscando cualquier distracción. De pronto, la imagen del nuevo presidente que sucedió a chaves apareció en la pantalla, su sonrisa radiante y sus palabras llenas de promesas. Un escalofrío recorrió su espalda. Recordó las largas colas para comprar comida, las protestas en las calles, las noches en vela escuchando los disparos. Y, sobre todo, recordó a su madre, consumida por una enfermedad que pudo haber sido curada si hubieran tenido los recursos.

La lluvia golpeaba insistentemente contra la ventana, empañando el vidrio y reflejando la luz parpadeante de la calle. María llevó la taza de café a sus labios, el calor de la bebida le reconfortó momentáneamente. Cerró los ojos y trató de imaginar un futuro diferente, uno donde la enfermedad de su madre no fuera una sentencia de muerte, donde la escasez no fuera una constante en sus vidas. Pero los recuerdos la arrastraban de vuelta a la realidad.

El sonido de la ambulancia que la llevó al hospital resonaba aún en sus oídos. La desesperación en la voz de su madre, la frialdad de las sábanas blancas, la sensación de impotencia al no poder hacer nada. Y luego, el silencio. Un silencio ensordecedor que había llenado el vacío dejado por su ausencia. Una lagrima recorre su mejilla. Estaba en un mar de sentimientos encontrados, había hecho bien al seguir y apoyar a la persona equivocada o solo fue una jugada del destino y de las potencias mundiales para apagar el jubilo y las promesas del joven que conoció por la televisión.

María abrió los ojos y miró fijamente a la pantalla. La imagen de Chávez se había desvanecido, reemplazada por un anuncio de un producto que no podía comprar. Se levantó y caminó hacia la ventana, observando cómo la lluvia caía sin cesar. La ciudad, que alguna vez había sido un lugar lleno de vida y esperanza, ahora parecía sumida en una profunda tristeza.

En ese momento, comprendió que la crisis no solo había afectado su vida, sino la de todo un país. Y aunque la esperanza aún ardía en su interior, sabía que la lucha sería larga y difícil. María se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. La ciudad estaba sumida en una oscuridad profunda, solo interrumpida por las luces parpadeantes de los edificios. El viento soplaba con fuerza, sacudiendo las ramas de los árboles desnudos. Era como si la naturaleza misma sintiera el dolor y la angustia de sus habitantes. Su esposo aun no llega salió de madrugada hacer una cola kilométrica para comprar 1 solo paquete de harían por persona. Abrió la venera que solo tiene agua fría y algunos restos de yuca y hortalizas. Estaba tan vacía como su corazón y una tristeza la encargaba. Aun no entendía que habría salido mal, y el porque de todo lo que Vivian, jamás había pasado por su pensamiento tantos escases, y tantos problemas todos juntos a la vez.

Se acercó a la cómoda y abrió el cajón donde guardaba sus pertenencias más preciadas. Allí, entre fotografías y cartas amarillentas, encontró un pequeño cuadro que su madre había pintado. Representaba un paisaje bucólico, con un sol radiante y un cielo azul. Era un cuadro que había colgado en su habitación desde niña y que la transportaba a un lugar de paz y tranquilidad.

Al mirarlo, recordó las palabras de su madre: "La vida es como un camino, lleno de piedras y flores". En ese momento, comprendió que su madre siempre había sabido que la vida no sería fácil, pero también le había enseñado a encontrar la belleza en medio de la adversidad. En la madrugada solo el teléfono y del otro lado la voz de su prima, avisando que su abuelo había enfermado, razón por la que se levantó temprano y salió a visitarlo.

Reseña

La vida de María nos muestra que la historia de un país es, en última instancia, la historia de sus ciudadanos. Cada uno de nosotros lleva consigo las marcas de las decisiones políticas y las crisis económicas que han moldeado nuestro mundo. Pero también somos capaces de superar la adversidad y construir un futuro mejor. La esperanza, aunque frágil, es un tesoro que debemos cuidar y transmitir a las generaciones futuras.

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