8._Nada
-Estoy despierto- exclamó Dai después de que Mary le pícara una mejilla con el dedo- ¿Qué sucede?- le preguntó al abrir los ojos y mirarla a su costado.
La mujer estaba tendida en la cama boca abajo. Su enagua de color marfil brillaba con la luz de lámpara y sus ojos parecían dos pozos de agua, pero en los que él no se pudo reflejar.
-Nada- contestó y apoyó la cabeza en la almohada para ver a otro lado.
-Todavia puedes llegar a la casa de las monjas. Solo diles que tuviste que quedarte con la familia con la que trabajas por la tarde-le dijo Dai sentandose en la cama y en esa posición pudo ver el reloj en la pared. Pasaban de las diez de la noche. Todavía estaba lloviendo.
Mary se levantó, tomó su ropa y salió del cuarto sin responder una palabra. Él la llamó, pero ella siguió hasta el corredor donde se vistió. La mujer se ponía los zapatos cuando Dai la alcanzó. El pijama que él usaba le daba un aspecto un poco infantil.
-Quedate. Es muy tarde para que salgas sola a la calle- le pidió de forma serena.
-No hace falta. Las calles están vacías a esta hora y más con este clima- contestó Mary yendo hacia la puerta.
-Mary, por favor, no seas testaruda- le advirtió Dai desde su posición y su voz sonó más dura, más oscura.
Mary abrió la puerta sin ignorar ese sutil cambio en la voz de Dai. Afuera había un diluvio. No era una buena idea salir, pero sintió que él no quería ella estuviera ahí y que solo estaba siendo gentil al dejarla quedarse. Lo pensó un poco y acabó cerrando la puerta con una expresión resignada. Al voltear hacia su esporádico amante, descubrió Dai la miraba de una forma enigmática.
-¿Quieres que lea para tí?- le preguntó con un tono más amable y entrecerrando un poco los ojos.
No importaba cuánto lo intentará. Lo que había más allá de esos ojos claros, Mary no podía desentrañarlo. Dai era un sujeto demasiado misterioso. No le permitía saber nada. Ni quién fue, ni quién era o porqué le propuso esa relación. Cierto era que le habló de su monótona vida, pero la verdad es que él podría haber escogido a una mujer mucho mejor que ella para combatir el hastio. No era alto, pero tenía porte, un lindo rostro, los modales de un caballero. Dai podría haber conseguido a la mujer que quisiese, sin embargo, la escogió a ella. No. Lo correcto era decir que la aceptó a ella.
Entre los dos nunca habían preguntas o charlas que no fueran relacionadas a la radio o a los escritos. Ni siquiera hablaban de lo que pasaba entre ellos. Nada surgía entre los dos que no fuera motivo de deleite y complacencia. Era un dar y recibir tan bien sincronizado que parecía natural, pero no lo era. Ambos estaban pendientes del otro para responder a sus demandas como para compensar los agravios que por falta de tacto o bien de importancia pudieran cometer. Era Dai quien más tenía que compensar.
-Me gustaría- le respondió Mary finalmente y volvió hacia él.
-¿Las Noches Blancas está bien para ti?- le consultó cuando ella llegó a su lado.
-Es de Dostoievski ¿verdad?
-Asi es- afirmó Dai abriendo la puerta de su habitación para que ella pudiera entrar- ¿Lo conoces?
-¿Quién no conoce Los Hermanos Karamazou?
-Muchos- respondió él- Yo aún no le he leído...
Mary se sonrió, Dai cerró la puerta tras él. No había tiempo, futuro o pasado, historias, verdades o mentiras entre los dos. Solo ese espacio, solo los dos y eso era tan pacífico como intoxicante.
Mary era una principiante en la radio difusión. Una cosa era leer unos diálogos escuetos una vez, otra hacerlo todos los días y además interpretar lo que se decía. Mary tenía un papel importante en la nueva historia. No era la protagonista, pero tampoco un personaje de esporádica aparición por lo que el director le pidió a Dai que le enseñará un poco para mejorar su desempeño. Fue un poco raro para ella, esa tarde, pasar treinta minutos con Dai en una oficina aprendiendo a controlar su respiración, como también vocalización y a hacer unos ejercicios de cuerdas vocales. Para Mary aquello era un poco gracioso, para Dai trabajo y se lo tomó con mucha seriedad.
Hasta ese día el señor Jones se había asegurado de que el elenco tuviera el siguiente guión apenas acabará el programa, pero desde esa jornada en adelante eso no sería posible. Mary no tenía el trabajo tan adelantado como él siempre lo tuvo, así que los textos serían entregados apenas una hora antes del inicio del programa. Desde luego eso no era culpa de Mary, ocurría que el señor Jones tenía decenas de obras de teatro apiladas en su casa. Todas listas para su estreno.
Cinco para las cuatro todos estaban en sus ubicaciones. A Mary le tocó estar muy cerca de Bills y él aprovechó para hacerle un comentario respecto a su voz. No fue algo osado, pero si con una interpretación ambivalente. Mary paso de eso y se concentró en lo que tenía que hacer. Estaba bastante nerviosa. Es que no solo era su debut como actriz de voz, también era la primera vez que una obra suya se daba a conocer al mundo. Su emoción por ello la traicionó dos veces, pues se equivocó en la pronunciación de un par de palabras además de cometer otro error que saco sonrisas cómicas a sus compañeros. Aún así fue una buena jornada.
Nadie le dijo algo acerca de sus errores, pero ella era muy conciente de que los cometió por lo que la alegría de su debut se vio un poco opacada. Sin embargo, la historia era buena, dinámica, misteriosa e interesante y a todos les pareció gustar. Dai no pudo dedicarle ninguna palabra. Tenía que reemplazar a uno de los locutores por lo que apenas terminó el radioteatro paso a ocupar su otro puesto. Mary tomó su abrigo para retirarse también. Debía volver temprano para tener más tiempo de escribir.
Bills la vio salir, pero no pensó en alcanzarla. Encontrarla de pie en el pórtico de la estación de radio le agradó. Era un día bastante frío. Eran casi las cinco de la tarde y estaba oscuro. La gente andaba envuelta en ropa pesada, de colores sombríos. El abrigo verde de Mary destacaba un poco contra el paisaje de hollín. Que estaba haciendo la mujer parada ahí, Bills lo descubrió cuando se acercó. Encendía un cigarrillo, pero no para fumarlo. Lo usaba para calentarse las manos. No llevaba guantes.
-Ten cuidado- le dijo él cuando Mary sacudió el cigarrillo hacia a su costado y la ceniza por poco le cae a él en los zapatos.
La mujer se giró a Bills apartando la mano de su camino. Rápido volvió la vista al frente y se puso el cigarrillo en la boca.
-Ese es un hábito muy desagradable. En especial en las mujeres.
-Ajá- murmuró Mary que se quedó viendo la calle, como buscando algo, antes de poner las manos alrededor del cigarrillo.
-¿Por qué no usas guantes?- le preguntó Bills con curiosidad.
Él pudo preguntar si los había olvidado o si no había comprado unos, pero Bills preguntó por qué no usaba lo que hizo que ella lo mirara con un poco de sorpresa en los ojos. La piel sufre cambios debido al clima y una piel expuesta al frío muestra claros síntomas. Las manos de Mary tenían pequeñas marcas cutáneas.
-Es que...con guantes siento que mis manos se hacen torpes- le respondió bajando la escalera.
-¿Si? Deberías cuidar mejor tu piel. Se ve que es muy delicada...
Mary escuchó muy bien el cambio de entonación en la voz de Bills, pero decidió ignorarle para seguir su camino acelerando el paso.
-Oye ¿Por qué caminas tan rápido? Todavía faltan treinta minutos para que pase el tranvía- le dijo Bills que tuvo que aumentar la distancia entre sus pasos para alcanzarla.
-Yo no tomo el tranvía- le contestó Mary metiendo las manos en sus bolsillos
La respuesta no era esperada, pero no cambió los planes de Bills que volvió a preguntarle si tenía prisa agregando si era posible que alguien la estuviera esperando a lo que ella contestó que no a ambas cosas, mas sin detenerse por lo que Bills se le cruzó en el vereda para obligarla a parar. No iba a andar corriendo detrás de ella.
-¿Qué quiere?- le preguntó Mary con voz tranquila.
-Decirte que no lo hiciste mal en el programa- le dijo sonríendo con cierta arrogancia- Tu voz es muy bonita Mary. Perfecta para mujeres dulces y un poco sensuales,... pero hablas con la garganta y lees demasiado rápido.
Mary arqueó una ceja y arrojó el cigarrillo al suelo para aplastarlo con su zapato. Se quedó pensando y no pudo negar que él tuviera razón por lo que le dio las gracias por la crítica constructiva e intentó pasar por su lado, mas él dio un paso en su misma dirección.
-Hay formas de mejorar esos aspectos. Puedo ayudarte...si quieres.
-Se lo agradezco, pero hay alguien que me está enseñando ese tipo de cosas.
-¿Te refieres a ese sujeto pequeño que vive pendiente de tí?-le cuestinó Bills inclinandose un poco hacia el frente, mientras ella echó la cabeza hacia atrás para que él no tocara su nariz con la suya- El narrador es un locutor. Todo lo que tiene que hacer es leer y hablar. Yo Soy actor y en el radioteatro tienes que actuar mediante la voz. Ese tipo no puede enseñarte nada de eso, Mary.
Otra vez tenía razón. Dai solo leía y si bien sabía darle a su voz la gravedad o ligereza según la escena que estaba describiendo, no interpretaba emociones o intenciones como los demás si lo hacían y Bills era muy bueno en eso.
-Sí quieres aprender... sígueme- le dijo de manera juguetona y apuntando a un café del otro lado.
Bills cruzó la calle y se detuvo a la mitad a ver si ella iba tras él. Mary dudo un momento, pero le siguió y Bills, muy contento, llegó a la otra vereda para esperarla y entrar juntos al café. Después de examinar el lugar con la mirada, buscó la mesa más apartada para tener un poco de privacidad. Poniendo su mano en la espalda de la mujer la llevó hasta allá donde fueron alcanzados por una camarera. Él le dijo que pidiera lo que quisiera, Mary ordenó una taza grande de café y un trozo de tarta de limón. Cuando su pedido llegó puso las manos alrededor de la taza y la nariz al alcance del vapor.
-Tengo frío-le dijo a Bills que se le quedó viendo con un poco de extrañeza.
Él volvió su atención a las galletas y Mary observó que llevaba puesto unos mitones de lana de color negro. Bills tenía unas largas garras, obviamente no podía usar guantes. Tal vez tampoco calcetines. Quizá por eso usaba un abrigo tan grueso y una bufanda tan larga enrollada en el cuello.
-Bueno, lo escuchó señor Bills- exclamó la mujer para entrar en materia.
-No te apresures y disfruta de la comida- le contestó él haciendo que ella lo viera un poco fastidiada.
Ni Mary ni Bills notaron que media hora después de ellos llegar ahí, Dai pasó por la acera de enfrente. Para ese momento ellos tenían una conversación en la que él radioteatro ni se asomó. Bills de un modo un poco brusco, aunque también muy hábil, le sonsacó algunos datos. Que vivía sola, que llegó ahí siguiendo el sueño de ser escritora y algunas pequeñeces. Lo más importante es que aunque Mary no lo dijo directamente (después de un rato se puso reacia a dar más información), ella estaba soltera. En ningún momento se refirió a Dai o hizo alusión a que tenía algo con él. Esto no se debía a que lo estaba escondiendo, simplemente se apagó a lo que Dai le había confirmado días atrás. Ellos tenían nada.
-Creo que será mejor que me vaya- manifestó Mary después de una hora y habiendo solo tomado su café por el que estaba dispuesta a pagar. Tomó su cartera y buscó el poco dinero que tenía.
Antes de que Mary terminará de contar las monedas, Bills pidió la cuenta adelantándose a sus intenciones y terminando con ellas. No pudo terminar de comer todo lo que le había ordenado, pero Bills pidió se lo pusieran para llevar. Así ambos dejaron el café, solo que después de esa perdida de tiempo Mary no estaba de buen humor.
-Gracias por el café- le dijo mientras veía a Bills tomar un panecillo de la bolsa de papel que apretaba contra su cuerpo.
-Sí, no fue nada- le contestó viendo como ella pensaba cruzar la calle- ¿A dónde vas? Todavía no te he dado ningún consejo, Mary.
-No creo que quiera dármelo. Al menos no gratis.
-¿Acaso crees que soy un interesado?
-Nada es gratis realmente, señor Bills- le contestó con ese aire ingenuo que tenía a veces y que acentuaba las notas dulces de su voz.
Esa frase le dio un pequeño escalofrío a Bills. Fue delicioso como ella pronunció su nombre y no pudo evitar bajar un poco la cabeza para pedirle que lo dijese de nuevo.
-¿Para qué?- le preguntó Mary con desconfianza.
-Para enseñarte el error que cometes al respirar- le respondió sonríendo y sosteniendo otro panecillo- El tono de la voz está sometido por completo a la respiración y la modulación...así que has lo que te digo y verás el cambio.
Por curiosidad, Mary siguió las instrucciones de Bills logrando recalcar los tonos suaves propios de su voz. Se escuchó más clara, más audible, pero también dócil, ingenua y el tercer punto la hizo sonrojar, pues al escucharse comprendió que pretendía ese sujeto en verdad y no le gustó ni un poco que la hubiera embaucado.
-Ahora dímelo al oído- le pidió Bills en voz baja y casi sobre el rostro de la mujer que furiosa le tiró la bolsa de las manos y se fue.
A Bills no le gustó que tirarán su comida, pero se lo dejo pasar. Se quedó viendola mientras se escarbaba los dientes con una de sus garras. Tenía los dedos desnudos en ese momento. Poco antes de llegar a su hospedaje, Mary notó llevaba los mitones de Bills en el bolsillo de su abrigo.
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