FASE 6: NOE/CATALINA
Moría de la ansiedad, estaba emocionada al saber que Verónica venía a vivir con su hermano Miguel, mi novio. Hacia 5 años el decidió quedarse cerca del mar, su profesión de biólogo marino se lo exigió, fue muy dolorosa tanto para el como para mí, la separación con sus padres y con su hermana, él siempre fue el soporte de ella, su confidente, un hermano sobre protector, ese paño de lágrimas, y es que él es de esas personas que dan consejos y viven haciendo todo con el corazón, eso fue lo que me enamoró; sin embargo la ansiedad venia porque hacía 5 años yo no era Catalina, si no Noé, su familia me alcanzó a conocer como ese mejor amigo, aquel camarada que con el tiempo y debido a rigurosos tratamientos e intervenciones se había convertido en esa mujer que siempre estuvo silenciada bajo un sexo con el que nunca se identificó. Miguel jamás me juzgo, al principio fue extraño ya que no entendía todo lo que implicaba el cambio de sexo, él siempre estuvo ahí para mí, aceptó mis sentimientos cuando yo aún era Noé, él no titubeo a la hora de decir "También me gustas, y que quede claro que lo que me gusta es lo que haces, expresas, trasmites, poco me importa lo que veo físicamente, si ya estas decidido a seguir, para mi será un placer acompañarte en cada paso".
***
Ese día verónica volvió a ser esa adolescente que conocí, saltaba al no sentirse atrapada en la ciudad, a lo último sus padres también tenían planeado irse a vivir a un sitio más tranquilo, sin alejarse tanto ya que tenían que seguir trabajando en la veterinaria, por mi lado les propuse la idea de abrir una sucursal acá en la bahía de Cartagena, además que sería de gran ayuda ya que esa era la carrera que había decidido estudiar Vero.
—Hola Catalina, mucho gusto, soy Verónica, me puedes decir Vero, hacía rato quería conocerte, no sé cómo hiciste para aguantarte a mi hermanito, ¿qué le viste?,
—El gusto es mío Vero, puedes decirme Cata, tu hermano habla mucho de ti, tanto, que podría decir que te conozco de años.
—Ay dios, tanto así, de una vez te digo que sí es algo malo, fue por culpa de él.
—Jajaja, no nada malo, bueno solo la vez que te escapaste de casa para ir a una fiesta, vaya susto que nos diste... perdón que les diste cuando no llegaste.
—En mi defensa, en esa fiesta estaba el chico que me gustaba, lo feo fue que nos quedamos dormidos en el bus, terminamos en el otro extremo de la ciudad y sin plata. Bueno ahora sí cuéntenme cómo se conocieron, que fue lo que le viste, él es tan aburrido.
—Deja el interrogatorio, y ayúdame con tu maleta —masculló Miguel apareciendo por la entrada—. Hay mucho tiempo para hablar y acuérdate que llegas a la casa de un aburrido.
—Si es cierto, que voy hacer, menos mal que cuento con Cata.
—Así es, ya verás que haremos muchos planes, pero antes es necesario que te enteres de una noticia.
— ¡Dios mío!, se van a casar, si es eso yo quiero hacer la despedida de soltera.
—No, eso lo haremos más adelante —aclaró él.
—Cata, ¿estás embarazada?
—No, tampoco, además no puedo embarazarme —confesé
—Perdón, eso no debe importar, está la opción de adoptar, hay muchos niños que carecen de amor y necesitan de un hogar.
—No te preocupes, ya hablamos de eso y pensamos en hacerlo, solo estamos esperando que se finalice un trámite para continuar.
—Bien, entonces cual es la gran Noticia —solicitó Vero con algo de sospecha.
—Primero lleguemos a casa, te instalas y en la cena hablamos de eso —expresó aquel hermano mayor.
Entre tanto movimiento de muebles una caja de ropa cayó, Verónica reconoció las prendas que habían en esta.
—Esta es la ropa de Noé, que no me dijiste que se había llevado todo cuando se marchó.
—Se le olvidó, por eso se la guarde —comentó Miguel al recogerla y sacarla de una vez.
—Oye, deja eso, me gustan algunas prendas, no vez que el tenia buen gusto para vestirse, como lo extraño, todavía no entiendo porque se fue sin despedirse.
—Él se marchó por una urgencia—comuniqué
—Me habría gustado estar ahí para él, ayudarlo a que dijera lo que sentía, sé que tenía algo que lo asfixiaba.
—A que te refieres—cuestionó Miguel
—Ay hermanito, no te diste cuenta que él se enamoró de ti, nunca olvidaría esa mirada llena de alegría cuando te veía, él se trasformaba, se sentía cómodo a tu lado.
—Claro que me di cuenta, por eso decidí estar a su lado —confirmó el.
Verónica quedo en silencio, observó esa ropa, luego nos miró fijamente y salto abrazándome
—¡Ya decía yo que esa mirada me parecía conocida, eres tú, nunca te fuiste!
La fuerza con la que sus brazos me rodearon trasmitían todo ese cariño que siempre hubo y a un permanece entre nosotros, yo la llegue amar como una hermana más, al sentir como lloraba, me quebró, me arrepentí de haberle ocultado la decisión que yo había tomado.
—Vero, es que no quería que me siguieran viendo como Noé, tome esa decisión siendo egoísta, había mucho riesgo y no quería hacerlos pasar por esto.
—Fuiste y eres un idiota, ni que me la hubiese pasado viendo tu cuerpo, siempre vi a esa persona que estuvo cuidándonos a mí y a mi hermano cuando nos enfermábamos o él se emborrachaba, esa persona que me daba ánimos cuando yo sacaba una mala calificación, la misma que brindaba esa calidez, esa ternura al traerme un helado los días en los que tenía educación física, la que me ayudaba en mis tareas, la que me explicaba cuando mi hermano terminaba por enredarme más.
—Eso mismo me reprochó Miguel, ustedes siempre han sido mi familia, no debí actuar así, me perdonas.
—No necesitas pedir perdón, es que te extrañe un montón, quiero que sepas que así como te adoro, también te respeto, al fin y al cabo eran decisiones relacionadas con tu cuerpo, necesitabas privacidad, y afrontar todo eso. Solo que ahora ya no tienes que pasar por todo esto sola, no sabes cómo me alegra tenerte de vuelta.
—También estoy feliz, que te parece si vamos de shopping para celebrar la gran noticia.
—Sí, de maravilla, hermano termina tú de acomodar todo, ya regresamos.
—A qué bien, ahora si me tienen en cuenta, si sabían que las estaba escuchando, me alcancé a sentir invisible —reclamó
Con Vero lo rodeamos y lo abrazamos.
—Nunca serás invisible para mí—dije, mientras juntábamos nuestros labios.
—Ok, esto ya se puso caliente, los dejo un rato, eso si no vayan a ser muy ruidosos—advirtió ella haciendo un guiño y levantando los pulgares.
FIN
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