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Opiniones desafortunadas

Perenelle Flamel reprimió el impulso de tomar su varita de Tilo plateado para iniciar un duelo a muerte con Dumbledore. De algún modo, ese falsario la había encontrado mientras hacía una visita casual a Londres.

—Soy una mujer ocupada, así que ve al grano. —Le interrumpió cuando el mago intentó hablar, probablemente saludarla con alguna frase estúpida como "Que sorpresa verte por aquí".

—Eh...bien... —Murmuró torpemente. —Lady Flamel, necesito que me responda un par de preguntas.

—De acuerdo. Solo te responderé a 2 preguntas como has dicho, así que date prisa o perderé el tren.

Dumbledore se quedó perplejo un instante, no esperaba que Perenelle aceptara pero lo que más le sorprendió es la muy mínima cantidad de preguntas que deseaba hacerle.

— ¿Cómo se llamaban los padres de Tom Ryddle?

Perenelle no se sorprendió de que Dumbledore mencionada a Tom.

—El padre del niño se llamaba como él e incluso tenían el mismo apellido, su segundo nombre procede de su abuelo materno y la madre de Tom, se llamaba Merope, no supe su apellido de soltera porque no me lo quiso decir. —Su respuesta fue frívola y cortante pero sincera. —Haz tu segunda y última pregunta. Y si intentas usar legeremancia conmigo de nuevo, tendremos un duelo a muerte, Dumbledore. —Alzó la varita a la altura del corazón del mago, sus ojos relampaguearon con una luz arcana. —Un duelo que yo voy a ganar, acabo de verlo.

Dumbledore maldijo por lo bajo con su desliz.

Si había alguien que podría ser aún más peligrosa que Grimdelwald en duelos, esa era la mujer que acababa de hacer enfurecer. Y en realidad dudaba de poder derrotarla.

—Perdóname lady Flamel, es mi costumbre... —Dejó de hablar para esquivar un hechizo cortante.

— ¡Deja tus patéticas excusas y haz tu última pregunta!

— ¿Has visto en el futuro del niño, si se convertirá en un mago oscuro?

Perenelle bajo la varita.

—Nunca he tenido una visión del futuro de Tom Ryddle. —Dichas estas palabras le dio la espalda y desapareció en un destello blanco azulado. Dumbledore casi cometió el error de tratar de ir tras ella, pero se contuvo o en verdad acabarían ambos en un duelo a muerte.

Miró a su alrededor antes de desaparecer él también. Esa noche sería el gran banquete de inicio del año escolar y debía estar presente.



Tom bajó del taxi y oportunamente encontró un carrito para que el taxista amablemente le ayudará a bajar el arcón. Avanzó por Charing Cross, mirando a su alrededor con algo de curiosidad.

Cuando el profesor Dumbledore le visitó en el orfanato, le dio diversas instrucciones que Tom cumplió a rajatabla. Una de esas instrucciones es que al llegar a Charing Cross debía esperar en la columna 7, porque un empleado de Hogwarts les guiaría a él y a otros niños que apenas descubrirían el mundo mágico.

Cuando se acercó, vio a una niña de cabello castaño de pie junto a un arcón parecido al suyo, y sobre este en una jaula había una lechuza parda rojiza, a su lado estaba una mujer bajita y menuda con el mismo cabello castaño que su hija.

Al lado de ambas, había un hombretón que atraía diversas miradas entre las personas de la estación. Incluso Tom le miró un tanto sorprendido e intimidado.

Era un hombre alto, de piel morena clara cabello negro con una barba de perilla en un rostro de facciones muy bien modeladas; tenía el torso de un Hércules. Con hombros anchos, pectorales torneados y brazos tan gruesos como leños. Usaba una sencilla camisa roja de cuello de V que permitía ver parte de su torso, pantalón negro informal y botas manchadas de barro.

Los hombres le echaban ojeadas de soslayo, celosos de su juventud y fortaleza. Las mujeres lo contemplaban de reojo y admiraban los brazos musculosos y el torso amplio y los atractivos rasgos muy varoniles.

— ¿Ryddle? —Dijo el hombretón notando al huérfano. — ¿Tom Ryddle?

—Sí, señor.

—Acércate, falta un niño y... Ah ya viene.

Tom giró sobre sus pies para ver a un niño rubio de ojos azules acercarse al lado de los que de seguro eran sus padres. Igual que Tom y la niña al lado del tipo enorme, traía consigo un arcón de Hogwarts.

— ¿Salvatierra cierto?

—Sí. ¿Quién es usted?

—Soy el guardabosque y guardián de las llaves de Hogwarts, mi nombre es Eoghan Calhoun. Pero mis amigos malhablados me llaman "Ogg". Para ustedes, niños y jovencita, soy el señor Calhoun.

— ¿No es un profesor? —Preguntó la mujer de cabello castaño.

—No, señora. Pero tengo la autoridad para restar puntos y dar castigos si los niños incumplen las reglas o hacen algo malo en el colegio. Aunque solo entro al colegio para las horas de comida, la mayor parte del tiempo cuido del bosque que rodea el colegio y que es zona prohibida, dado que hay criaturas peligrosas ahí. Por favor, síganme, les llevare a la estación del tren.

El gigante avanzó entre las personas sin esperar respuesta. Tom no miró a los otros niños y se detuvieron ante la columna 9.

—Para entrar al andén 9 y ¾ deben de atravesar la columna. No hay peligro, a menos que corran, porque podría perder el control del carro y provocar un accidente. Mírenme y después síganme en silencio por favor, no hay que llamar demasiado la atención.

«Que comentario tan irónico.» Pensó Tom, pues ese fortachón definitivamente llamaba la atención.

El guardabosques camino tranquilamente a la columna y para sorpresa de todos, la atravesó. La niña de cabello castaño grito asustada lo mismo que su madre, pero Tom las ignoro y dirigiendo su carro con cuidado avanzó hacia la columna y para su sorpresa apareció ante un andén donde un tren de color rojo escarlata esperaba.

Había diversas personas, niños, adolescentes, adultos y diversos tipos de animales, lechuzas, gatos.

—Por acá. —Indicó el hombretón.

Tom obedeció y cuando se acercó a la locomotora vio que los otros niños y sus padres ya les habían alcanzado.

—Hasta aquí es a donde pueden llegar ustedes. —Dijo hacia los padres de los niños. —Les ayudare con su equipaje, y no se preocupen que otros empleados se encargarán de bajar el equipaje cuando lleguemos al colegio. Les dejare para que se despidan.

El huérfano no tenía que despedirse de nadie por lo que subió al tren, el hombretón noto esto pero no dijo nada y le guío a un compartimento vacío. Aunque se esperaba una demostración de fuerza, aun se sorprendió cuando Calhoun levantó con facilidad el arcón de Tom y lo guardo en el portaequipaje.

—Señor Calhoun ¿Cuánto tardaremos en llegar al colegio?

—Llegaremos esta noche, es un viaje largo.

No hubo palabras de más. Tom se sentó junto a la ventana ignorando las conversaciones, risas despedidas de los demás.


Unos minutos después, un par de chicos unos años mayores que Tom, entraron al compartimento. Ninguno hablo, y de hecho le dio la impresión de que habían entrado al azar sin darle importancia a quien le hacían compañía, ambos tenían libros en manos y el viaje en tren fue en un respetuoso silencio.

Tom también tenía un grueso libro en manos y disfruto de leer sin que le interrumpieran. Solo levanto la mirada cuando una mujer de aspecto maternal toco la puerta para intentar venderles algo del carrito. Negó con la mano en silencio y después de que la mujer se marchó siguió su lectura.

La segunda vez que les interrumpieron fue cuando el señor Calhoun, toco y abrió para informales que llegarían al colegio en 20 minutos y que debían ponerse los uniformes.

—Los de primer año, por aquí. —Dijo en voz alta el fornido guardabosques guiando por un camino separado a los niños. —Dejen los baúles en el tren. Por acá.

Les guío a un pequeño muelle donde había muchos botes pequeños con linternas.

—Suban 4 por bote, es tradición que lleguemos al castillo por el muelle.

Tom sonrió, acordándose de aquella expedición en la playa, y subió a un bote junto a una niña con gafas, un niño que para sorpresa de Tom, usaba guante de seda blancos, y finalmente un niño rubio.

Cuando todos subieron, los botes comenzaron a avanzar por el lago, que dada las horas nocturnas parecía ser un espejo de obsidiana. El huérfano no pudo evitar una exclamación de sorpresa cuando los botes rodearon una pequeña cala y ante ellos alzándose orgulloso había un gigantesco castillo con muchas torres, y un gran torreón que parecía ser el corazón del edificio.

—Ese es Hogwarts. —Dijo el guardabosques. —Si miran a la derecha podrán ver el bosque prohibido, es peligroso así que no se acerquen ahí.

—Señor Calhoun —Dijo una niña que se ruborizo cuando el fornido se giró hacia a ella. — ¿Es verdad que hay Huldras ahí?

El guardabosques suspiro.

—Sí. Una pequeña cantidad; viven en lo profundo del bosque más allá de la colonia de centauros por suerte no hay arañas. Odio las arañas...

El niño rubio en el bote miro a los demás desconcertado.

— ¿Qué es una Huldra?

Tom no respondió pese a que había leído el libro de «Animales fantásticos y donde encontrarlos» el motivo, fue que las Huldras no aparecían en dicho libro. Fue el niño con guantes quien respondió.

—Una Huldra, es un espíritu de los bosques, siempre son femeninos y su belleza es tan sorprendente que algunos pintores muggles las confundían con diosas de los bosques. Pero ellas tienen cuernos y cola de vaca, pese a su belleza son peligrosas pues tientan a los hombres para perderse para siempre en los bosques y morir de hambre.

—Bien dicho. —Dijo el señor Calhoun mirando al niño de guantes. —Cuando te asignen a una casa te daré 10 puntos.


2 minutos después los botes se detuvieron en orden un muelle. Tuvieron que subir unas escaleras al aire libre permitiéndose mirar el hermoso paisaje y el cielo estrellado antes de llegar a la entrada. Para disgusto de Tom, Albus Dumbledore les esperaba con un rollo de pergamino bajo el brazo.

— ¿Algún problema Ogg?

« ¿Así que el profesor Dumbledore es uno de sus "Amigos malhablados"?» Pensó el huérfano conteniendo la risa.

—Ninguno, profesor Dumbledore. Todos se han portado bien hasta ahora.

—Bien, gracias Ogg, te veré dentro en unos momentos.

El fortachón se despidió con una reverencia de cabeza y se internó en los pasillos. El profesor Dumbledore sonrió amablemente hacia los niños.

—Soy el Profesor Albus Dumbledore, Jefe de la casa de Gryffindor y profesor de transformaciones. —Se presentó. —En el colegio, existen 4 casas con su respectiva sala común y reglas. Son Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cuando cumplen sus deberes escolares, ganan puntos para la casa, Un profesor como máximo puede darles desde 5 a 20 puntos en su clase pero por algún favor hacia a otros o al colegio estos puntos pueden llegar como máximo a 50.

»Del mismo modo, si se portan mal, no cumplen con sus tareas, pelean o hacen travesuras, se les descontaran puntos y pueden ser castigados. Creo que de momento eso es todo, ya casi es la hora de la cena y es de mala educación hacer esperar. Así que por favor formen una fila por estaturas y síganme.

Tom se sintió furioso por la indicación de estaturas, quería ser el primero de todos, pero quedo casi en el medio de la fila. El profesor Dumbledore espero pacientemente hasta que comenzó a guiarlos por un largo pasillo. Algunos se sobresaltaron cuando vieron a los retratos en las paredes saludarles y hablarles.

Llegaron ante unas grandes puertas que se abrieron en silencio para llegar ante un gran comedor con 4 largas mesas en donde diversos alumnos por edades les esperaban en silencio, frente a las mesas había otras 3 mesas más estrechas en forma de una C cuadrada donde estaban sentados los profesores y empleados del colegio.

Ente la mesa de los profesores, había un taburete y lo que Tom en un principio creyó que era un trapo viejo, hasta que se percató de que en realidad era un viejo sombrero marrón de ala ancha.

El Profesor Dumbledore alzó el rollo de pergamino y se pasó al lado del taburete con el sombrero.

Para sorpresa de todos, el sombrero se movió, una rasgadura se abrió como una boca e inesperadamente el sombrero comenzó a cantar moviéndose un poco a juego con la canción como si estuviera bailando.


Bienvenidos queridos niños.

A la ceremonia de selección.

Permitan que me presente, soy el Sombrero seleccionador.

Creado por 4 antiguos magos.

Que nombrare a continuación:

Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff.

Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin.

Ellos fundaron con esfuerzo esta escuela.

Y eruditos estrictos pero justos fueron.

Seleccionaron a sus estudiantes en las casas que erigieron.


En un principio todo fue bien.

Pero con la vejez un problema surgió.

Sus vidas algún día terminarían.

Y se preguntaron quien guiaría a los niños a sus casas.

Gryffindor tuvo una idea, y así fue como yo nací.

Ellos me asignaron, ver sus capacidades para sus casas.

Y por mucho tiempo, lo he hecho así.

¿No sabes cuáles son tus rasgos? ¿O tus capacidades?

No te preocupes, ponme sobre tu cabeza.

Y yo te diré a donde ir.


Gryffindor: Valentía, Osadía y Caballerosidad.

Los Gryffindor son conocidos por defender sus creencias.

Mostrar su coraje y nunca darse por vencido.


Hufflepuff: Lealtad, Trabajo duro y Esfuerzo.

Los humildes Hufflepuff no temen trabajar arduamente.

Es leal a sus principios y a sus amigos, además de no ser prejuiciosos.


Slytherin: Astucia, Determinación y Aspiración.

Un buen Slytherin conserva la calma y sabe ingeniárselas en cualquier situación.

Y su estrategia siempre es acertada, y se compromete en lograr sus metas.


Ravenclaw: Creatividad, Inteligencia y Curiosidad

Los dignos Ravenclaw son ordenados y muy estudiosos.

Que aman leer y valorar la teoría y práctica.

Son eficientes buscadores de conocimiento, y pensadores profundos.


Bien niños acérquense. Ya les he hablado de las 4 casas.

Ponme sobre tu cabeza... Y...

Que inicie la selección.


Cuando el sombrero terminó su desafinada y horrible canción, todos excepto Tom aplaudieron, algo que Dumbledore advirtió. Éste alzó un rollo de pergamino y sonrió ante la fila de niños antes de abrirlo.

—Los nombraré por su apellido, en orden alfabético. Cuando lo escuchen, pasen al frente y les pondré el sombrero. Por favor no se lo quiten y quédense quietos, a veces, nuestro buen sombrero se toma unos minutos para elegir sabiamente.

Tom se mantuvo callado pero oyó frente y a sus espaldas algunos murmullos de los niños.

El profesor Dumbledore se puso unas gafas de media luna antes de leer en voz alta.

—Abbot, Matheus. —Un chico bajo, robusto de cabello castaño ondulado avanzó nervioso hacia el taburete. El profesor Dumbledore le sonrió amablemente mientras le ponía el sombrero.

Casi un minuto después, el sombrero gritó:

—Gryffindor. —La mesa del centro a la izquierda rompió el silencio con una explosión de aplausos. Matheus se quitó el sombrero y fue el primer alumno nuevo en sentarse en dicha mesa donde los otros leones le recibieron como a un nuevo integrante de la familia.

—Adell, Patricia. —Leyó el Profesor Dumbledore. Una chica de color con cabello negro en una trenza fue la siguiente en ponerse el sombrero.

—Gryffindor. —De nuevo la mesa de los leones volvió a aplaudir tal vez con demasiado entusiasmo.

—Ammar, Sabrina. —Una chica pelirroja de gafas fue la tercera en ser nombrada para irritación de Tom. El sombrero permaneció en silencio casi 4 minutos hasta que grito.

—Ravenclaw. —La mesa de las Águilas dio un aplauso mucho más educado y moderado que los que dieron los Gryffindor.

—Avery, Dylan.

—Slytherin. —La mesa de Slytherin también aplaudió moderadamente, de hecho nadie se levantó ni sonrió, porque casi todos los alumnos demostraron una expresión de solemnidad que caía en elitista. Eso recibió la aprobación de Tom, no dejarse llevar por sus emociones.

—Badía, Homero.

—Hufflepuff.


Tom suspiró suavemente.
Estaba irritado, no porque tuvieran que esperar mucho tiempo, sino que su orgullo no le permitía aceptar que él, no fuera el primero en la lista para ser seleccionado. Pero mantuvo una expresión tranquila, al notar que los ojos azules del Profesor Dumbledore estaban pendientes en él.

—Balmory, Graciela.

A la derecha de Tom, una niña muy bonita, de rizado cabello negro y ojos verdes avanzó hacia el taburete, atrayendo la mirada de varios en el comedor. Incluso Tom la miró unos instantes, esa niña le hacía honor a su nombre.

—Slytherin. —Grito el sombrero después de 2 minutos de silencio. La niña se quitó el sombrero y con una sonrisa de "Me salí con la mía" se sentó al lado de un chico rubio de 2do año que le dio la bienvenida.

—Castafiore, Bianca. —Una niña bajita robusta de cabello rubio en tirabuzones muy elaborados avanzó como una diva hacia el profesor Dumbledore. Apenas el sombrero toco su cabeza gritó a todo pulmón:

—Ravenclaw.

—Brightblade, Iron.

— Hufflepuff.

—Higgs, Dalila.

—Slytherin.

Tom bufo. La ceremonia estaba tardando y no le gustaba tener que esperar.

—Ibarra, Jorge.

Un niño moreno de piel y cabello, alto de porte atlético, se sentó en el taburete; y para irritación de Tom el sombrero tardo un 5 minutos en decidirse.

«Tiene pinta del tipo de chico que es bueno en deportes; de seguro va a ser un Gryffindor.» Pensó el huérfano con envidia. Pero se equivocó.

—Ravenclaw. —Grito el sombrero, Tom no fue el único que se quedó sorprendido por esto, ese niño de ojos castaños y rizado cabello negro rompía con el estereotipo de "cerebrito" que tenían los estudiantes de la mesa de las águilas.
El chico ni se enteró de que muchos le estudiaban con ojo crítico cuando se sentó en la mesa correspondiente al lado de Bianca.


—Lestrange, Néstor.

—Slytherin.

Se leyó en voz alta 4 nombres más, la paciencia del huérfano comenzaba a decaer, entre ellos la niña de pelo castaño, que al igual que Tom tuvo que ser guiada al andén 9 y ¾. Si hubiera tenido al alcance de la mano un objeto, hubiera tamborileado los dedos.

—Pyrites, Oscar. —El niño con guantes de seda.

—Slytherin.

Finalmente el profesor Dumbledore leyó en voz alta su apellido.

—Ryddle, Tom. —Leyó el Profesor Dumbledore.

Tom salió de la fila, su andar no fue temeroso ni apresurado, tampoco tranquilo. Con la mirada en lo alto, orgulloso y a paso de rey, camino al taburete donde estaba ese horroroso sombrero. Le daba asco el solo verlo.

«Espero que ese remedo de sombrero no me contagie piojos.» Pensó.

Intercambio una mirada gentilmente glaciar con el Profesor Dumbledore mientras se sentaba y miraba a los estudiantes con una expresión solemne. El sombrero le cubrió hasta la altura de la nariz.

« ¿Piojos?» Dijo una voz ofendida en sus oídos, tomando por sorpresa al huérfano. «Muchacho no debes de preocuparte por eso. Yo jamás he tenido piojos y mucho menos se los he transmitido a los estudiantes.»

« ¿Espera que me disculpe?» Pensó en respuesta irritado.

«Olvídalo... Tú... Te perdonare por esta vez por la antigüedad de tu linaje...» Respondió la voz.

« ¿Mi linaje?» Pregunto tomado de nuevo por sorpresa. « ¿Qué quieres decir con mi linaje?»

«Aunque está diluido por el pasar del tiempo, niño. Tú, eres descendiente lejano de uno de los fundadores de este colegio.»

« ¿De quién hablas?»

«De Salazar Slytherin, obviamente.» Respondió la voz «A pesar de tu sangre mestiza, es innegable que eres su descendiente.»

« ¿Hablas de mi padre? Lo conociste, ¿cierto? Su nombre era el mismo que el mío Tom Ryddle y...»

«Niño. Mi deber es colocarte en una casa del colegio, no hablar de tu familia.» Respondió el sombrero notablemente irritado.

«Tengo preguntas y...»

«Para eso están los libros de la biblioteca, así que investígalo tú.» Respondió de malos modos.

En el comedor, casi todos notaron que Tom se había quedado inmóvil sin mover siquiera un dedo desde que el Profesor Dumbledore le puso el sombrero. Paso 1 minuto antes de que gritara.

—Slytherin.

Tom Ryddle se quitó el sombrero y pese a su expresión tranquila mientras se dirigía a la mesa de las serpientes, su mente era un hervidero de preguntas.
Acepto ser felicitado por los otros pero no devolvió ninguna sonrisa ni le estrechó la mano a alguien, simplemente se sentó al lado de ese niño llamado Dylan y miró distraídamente a la ceremonia, que avanzó a ritmo lento, casi después de 20 minutos llegaron los últimos 2 estudiantes.

—Salvatierra, Edmundo.

—Hufflepuff.

—Umbridge, Orford. —Quien en un futuro, sería el padre de una mujer muy amada y recordada con mucho cariño, fue el último en ponerse el sombrero y lo puso en la casa que merecía.

—Gryffindor.

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