Intereses repentinos
Septiembre y Octubre pasaron muy rápidamente para Tom Ryddle; y aunque no lo admitiría; le gustaba ser un estudiante de Hogwarts. Aún no había explorado a profundidad todo el castillo; pero las diversas personas que lo habitaban, sus fantasmas, profesores, estudiantes y alguna que otra criatura mágica se habían vuelto lo común. Y le gustaba eso, aunque era otra cosa que jamás admitiría.
Esa habilidad de poder estudiar hechizos y poder llevarlos a cabo con éxito después de unos intentos le llevo a tener fama y renombre entre los profesores y otros estudiantes. No era ningún secreto de que Slughorn presumía a su serpiente más inteligente.
Con la excepción de muy pocos profesores Tom era el estudiante favorito y el primero en su clase de ese año escolar.
En esos mismos momentos, Tom tomo nota de un par de nombres y fechas de su clase más detestada y en su opinión la más inútil y poco educativa: Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Muy bien, señor Pyrites; 20 puntos para Slytherin.
Tom ignoro el bufido de los Gryffindor que estaban a su izquierda.
Él, Pyrites, Higgs y algunas veces Balmory y Lestrange eran los Slytherins que habían logrado obtener 20 puntos para su casa ante la estricta y exigente profesora Galatea Merrythought.
Por lo menos ellos tenían ventaja ante los leones; quienes como máximo apenas y habían logrado obtener 10 puntos y rara vez pasaba esto.
De hecho, según los relojes de arena, Slytherin iba a la cabeza con 397 puntos, Ravenclaw 334 no se quedaba muy atrás, Hufflepuff inesperadamente había escalado al tercer lugar con 305 puntos y Gryffindor, con 253 puntos estaba en el último lugar, debido a cierta pelea en la que 2 chicos de 6to año, acabaron teniendo un duelo por un ataque de celos por una chica bonita también de Gryffindor, quien jugo con los sentimientos de ambos.
Los 3 tenían el resto del año; castigados y perdieron 50 puntos para la casa de los leones por cada uno.
Eso había puesto a muchos nerviosos, pero los ánimos podía decirse que estaban elevándose por un motivo: con el inicio de Noviembre, daba paso a la temporada de uno de los deportes más estúpidos que existían en el mundo mágico.
Tan estúpido como quienes lo jugaban o eran fanáticos: el Quidditch.
Hasta el nombre de ese juego era estúpido.
Y el primer sábado de noviembre iniciaría el partido entre 2 de las casas de Hogwarts: Gryffindor, contra Slytherin.
Tom no tenía intenciones de asistir, en un principio pero tuvo que desistir cuando Abraxas Malfoy le dijo que su madre: Adela Malfoy asistiría al partido como integrante de la mesa directiva.
Gracias a su "amistad" con Malfoy y con Mulciber y a una carta de recomendación del pomposo ególatra de Slughorn, Tom había podido recibir una beca estudiantil que le proporcionaba una generosa porción de oro que podría necesitar en un futuro; siempre y cuando sus calificaciones escolares no decayeran podía disponer de 500 galeones para sus gastos académicos y otros menesteres ajenos al colegio.
Adela Malfoy le había escrito a Tom en 2 ocasiones, y por sus breves cartas Tom supuso que era una mujer que iba directo al grano, severa y estricta, así mismo una posible fuente de información y de conexiones beneficiosas; ella, quería entregarle el dinero en persona; y Tom Ryddle no le fallaría. No era un estúpido león.
La campana de fin de la clase se escuchó en el aula. La profesora Merrythought, tenía por costumbre dejar la tarea al inicio de la clase, por lo que todos comenzaron a guardar cuadernos y el resto de útiles escolares.
No tenían clase sino que ya era la hora de la comida. Por lo que Tom decidió que podría llevar su mochila al comedor en vez de ir hacia la sala común para dejar sus cosas en su habitación.
Saludo en respuesta a algunos alumnos de grados superiores, y después de servirse un poco de sopa en un tazón, y en otro plato unos trozos de carne asados con especias y salsa; tomo un par de bollos para acompañar su comida; apenas había tomado los cubiertos cuando escucho el trino de un ave de presa y fue que tuvo que levantar la vista.
Un ave que reconoció enseguida descendió elegantemente ante él. Un Nuco o Buho campestre que pertenecía a aquella mujer con quien debía encontrarse. El Nuco alzo su pata para que el huérfano tomara la carta de un tubo de plata en ella.
—Gracias.
Tom no abrió la carta, simplemente la guardo en su bolsillo de su camisa y tomando un trozo de carne se lo ofreció al búho quien lo acepto con un suave ulular antes de extender sus alas y elevarse para salir por los ventanales del comedor.
Aunque no era raro que llegaran algunas cartas a la hora de la comida, Tom no le gusto que algunos hubieran notado la llegada de esa carta. Sintiendo una firme mirada sobre si, se giró disimuladamente moviendo su mochila a su lado para "acomodarla", no miro hacia a las otras mesas de los estudiantes, sino a la mesa de los profesores y alcanzo a ver como el profesor Dumbledore le miraba pero desvió la mirada cuando el profesor Dippet le dirigió la palabra.
« ¿Me está vigilando?» Pensó el huérfano.
Tenía razón pero no lo supo ese momento.
2 días después.
Tom aun no quería asistir al partido de Quidditch.
Por desgracia Adela Malfoy acepto estar en las gradas de invitados; en cada partido, los integrantes del consejo estudiantil y de la mesa directiva eran invitados a ser espectadores en los partidos y la mayoría siempre aceptaban, como algunos de ellos eran padres o familiares de los estudiantes podían re-encontrarse con sus hijos, sobrinos o nietos y ponerse al tanto de sus desempeños académicos o simplemente poder verlos y pasar unos minutos con ellos después de meses de ausencia.
Se sentía orgulloso de su casa, pues con diferencia de los leones, los Slytherin iban elegantemente vestidos y con pocas pancartas de apoyo, a fin de cuentas, las serpientes eran más reservadas en demostrar públicamente euforia descontrolada como los leones; quienes técnicamente estaban haciendo el ridículo.
No. Gryffindor SIEMPRE quedaba en ridículo. Punto.
Aunque fue testigo del apoyo por parte de los tejones desde días atrás, se sorprendió un poco al ver que las águilas también apoyaban a la casa de dorado y escarlata. Algunas pancartas, banderas y gritos desde las tarimas demostraban quien parecía ser el favorito a ganar.
Ryddle simplemente quería sentarse lo más apartado posible del resto; había un asiento libre en una esquina; pero antes de que pudiera dar un paso; una mano gorda se posó sobre su hombro para que se detuviera.
Tom gruño, pese a que su rostro no mostro ninguna emoción. Odiaba que lo tocaran, y no necesitaba volverse para saber quién era el dueño de esa mano.
—Tom, muchacho. ¿No tienes un asiento aun? —Pregunto Slughorn. —Ven conmigo 2 de mis ex-estudiantes tienen interés en conocerte.
Tom asintió aunque al hacerlo también suspiro. ¿Qué tenía que hacer para que ese obeso pomposo le dejara tranquilo? ¿Quería presumirlo como a un trofeo ante medio país?
—Profesor, tengo un compromiso con Lady Malfoy y...
—Ah, no te preocupes Tom. —Dijo el hombre dándole un par de palmadas amistosas en el hombro para irritación del huérfano. —Lady Malfoy también está invitada a mi palco privado.
¿Palco privado?
Tom no se sintió derrotado; sonrió. Horace Slughorn era un tipo en su opinión pedante e insoportable; pero el obeso tenia amistades influyentes e importantes. Así que sonrió porque esta era una oportunidad que podía aprovechar.
—Estaré encantado de acompañar a mi profesor favorito. —Mintió.
Como se esperaba, el obeso se sintió halagado y le guio por las gradas y escaleras a una tarima privada donde reconoció a otros integrantes del club, aunque faltaban varios de los estudiantes, había 2 hombres adultos.
Uno era un hombre de edad cercana a los 30 y algo probablemente, era bajo y tan obeso como el propio Slughorn, y al igual que él, usaba una túnica elegante y pulcra que demostraban que era un hombre con dinero.
El otro era mucho más joven, apenas y debía pasar de los 17 o 18; un hombre modestamente vestido, era de tez morena oscura, de cabello rizado de ojos negros.
—Tom, ellos son Algie Longbottom. —Señalo al hombre obeso. —Su hijo Baxter está en nuestra casa, Slytherin aunque él va en 4to año. —Explico. —Además, el joven Baxter es uno de los cazadores de nuestro equipo de Quidditch.
Tom saludo con una reverencia forzada, no le ofreció la mano porque el mencionado hombre tampoco hizo lo mismo, de hecho solo lo miro brevemente antes de dirigir su mirada al campo de Quidditch. Bastaba decir que ese simple gesto de desinterés ofendió al huérfano, pese a no demostrarlo.
—Y él es, Gary Thomas, se graduó de aquí en Hogwarts el año pasado.
El hombre moreno le sonrió y le ofreció la mano, con un suspiro interno Tom se la estrecho.
—Un placer conocerte, muchacho.
—El placer es mío, señor. —Mintió.
—Gary era el joven prodigio de Gryffindor, y hace poco el ministerio le contacto porque creo 5 hechizos que están registrándose y legalizándose. —Presumió Slughrorn.
—No es la gran cosa, profesor. —Dijo con modestia.
—Oh vamos Gary, tu creatividad es digna de mención, si yo, pudiera hablar con las personas correctas, ten por seguro que te darían la Orden de Merlín.
Tom decidió ignorarlos y se sentó en un asiento libre cercano a la entrada del palco. Estaba apenas recargándose para ponerse cómodo cuando tuvo que levantarse.
Abraxas Malfoy acababa de llegar, acompañado de una mujer.
Tom odiaba muchas cosas, aunque jamás las reconocía. Pero; una de las cosas que más odiaba en la vida, era el equivocarse con una persona; en especial si ya se había hecho una idea de dicha persona.
Había pensado que Adela Malfoy sería una mujer rubia, elegante y hermosa, dado que su hijo Abraxas, era indiscutiblemente un chico muy atractivo que tenía precisamente esos rasgos.
Y ahora, el huérfano estaba enojado consigo mismo puesto que ante él había una mujer baja, gorda de cabello negro y rostro redondo, pero lo que más destacaba en la mujer, era un parche con joyas color verde esmeralda que cubría su ojo izquierdo. Vestida en negro, la matriarca de la familia Malfoy sonrió amablemente.
—Adela, querida ¡Tanto tiempo! —Dijo Slughorm poniéndose de pie, sus invitados, el señor Longbottom y el joven-señor Thomas también se pusieron de pie.
Esto sorprendió un poco a Ryddle puesto que el señor Longbottom le había mirado con desinterés, pero ahora, sonrió y saludo a la mujer, con una reverencia sorpresivamente elegante para un hombre tan gordo.
—Horace tanto tiempo. ¿Y mira a quien tenemos aquí? ¡¡Algie Longbottom!! ¿Horace, como lo sacaste de su invernadero?
— ¿Olvidas que fui su profesor de pociones? Sé cómo tratar con mis exalumnos, en especial con aquellos que se dedican a la magiherbolaria. —Respondió el profesor mientras el mencionado Algie soltaba una carcajada.
—Bueno, es cierto que necesitaba algo de sol y de estirar las piernas. —Se justificó, y Tom noto que el señor Longbottom comenzaba a ruborizarse.
—A decir verdad... Nuestro querido Algie no quería venir, pero apenas le dije que estarías presente, técnicamente fue él, quien casi me trajo a rastras. —Slughorn sonrió. —Me dijo que no te lo dijera o me mataría.
— ¡Y ahora tendré que matarte!
Los 3 volvieron a reír. Tom no se esperaba ese intercambio de saludos y bromas tan ridículo.
—Hola Abraxas. —Dijo mirando a su "amigo".
—Hola Ryddle. Madre él es Tom Ryddle el chico del que te hable. —Presento el chico rubio. El profesor Slughorn le dirigió a Abraxas una mirada de reproche, era obvio que quería ser él quien quería presentar a Tom con Adela Malfoy.
—Un placer conocerte, muchacho. —Fue la primera vez que la mujer con el parche en el ojo le dirigió la palabra. Tom sonrió y le estrecho la mano.
—A sus pies, señora. —Respondió con una sonrisa que muchos en el colegio, en especial las profesoras consideraban "adorable".
Albus el Toxico Dumbledore salió de su despacho y no se sorprendió de que no se encontrara con nadie en el pasillo. Las únicas "personas" que se encontró y quienes le saludaron al pasar frente a ellos, no eran si quiera fantasmas, sino los retratos.
Los retratos vivientes de magos y brujas que se ganaron el reconocimiento y admiración del mundo mágico, y por lo tanto, decoraban los muros del castillo, así como algunas estatuas, bustos efigies y armaduras esparcidas en cada rincón del colegio.
Dumbledore dio un argumento para no asistir al partido, y eso le irrito un poco, quería una oportunidad para regalarle puntos a su casa y que tuvieran ventaja, pero esta vez no hizo tal cosa, porque esta era una oportunidad que no estaba dispuesto a desaprovechar.
Avanzo sin dudar ni cuestionarse hacia las mazmorras y una vez llego a la pared que ocultaba la entrada a la sala común de Slytherin dio la contraseña: George Ripley, el nombre de un Squid que pese a su carencia de magia, llego a mucho en el mundo Muggle y sus conocimientos en la alquimia fueron bastante sorprendentes, aun hoy usados en la comunidad mágica.
—Uno de los pocos Squids reconocidos por Slytherin... —Murmuro Dumbledore para sí mientras las puertas a la sala común de se abrían para él.
Nuevamente no dudo y entro, vio a un par de elfos domésticos limpiando la sala común pero estos solo le miraron brevemente antes de continuar con su trabajos, y Dumbledore tampoco les dio importancia, pues subiendo un par de escaleras y dirigiéndose a los dormitorios de primer año solo observo una puerta en específico antes de entrar a la habitación de Tom Ryddle.
Levanto su varita y toda la habitación se ilumino de un halo azul claro, no había ninguna defensa mágica y eso le sorprendió un poco, aunque Tom era muy cuidadoso la magia defensiva para una habitación o localidad era muy avanzada y estaba aún sobre el nivel del joven de primer año.
—O tal vez aún no encontraste como hacerla correctamente ¿no? —Volvió a hablarse solo.
Con un suspiro Dumbledore señalo al arcón con su varita y unos instantes después se abrió para que todas las cosas en su interior se elevaran en el aire; Dumbledore descarto las pocas ropas raídas y remendadas y después de revisar los libros y útiles escolares encontró lo que buscaba. Una pequeña caja de cartón donde estaban varias cartas ordenadas por fechas.
Sonrió, y toco el fajo de cartas, las cuales todas ellas se elevaron flotando en el aire a la altura de su rostro, rodeándolo.
Las miro brevemente y reconoció la letra de Slughorn y al tocar la carta con la varita, las letras se iluminaron, Dumbledore no necesito leerla pues unas palabras que sonaban a la voz del propio Horace Slughorn salieron de la carta para que el profesor falsario pudiera escucharla.
Para la mesa directiva.
Yo Horace Eugene Flaccus Slughorn, profesor de pociones y jefe de la casa de Slytherin, quiero recomendar a uno de mis alumnos de primer año: Tom Sorvolo Ryddle a una beca estudiantil en el colegio, dada la carencia de presupuesto en metálico de dicho estudiante.
El joven Ryddle es huérfano y su residencia fuera del colegio es un orfanato muggle en Londres, sin embargo su destreza e intelecto son incuestionables, junto con esta solicitud pongo a su juicio las firmas de 4 de mis colegas que al igual que yo, están dispuestos a poner las manos al fuego por este notable estudiante modelo, inteligente y capaz de mucho en un tiempo futuro.
Dumbledore miro la carta y no se sorprendió de ver las firmas de sus compañeros tutores, pero si le sorprendió ver la firma del Profesor Dippet el actual director.
— ¿Por qué no me consulto esto, director Dippet? —Se preguntó el falsario mirando la firma como si esperara que esta le respondiera. —No, no importa se lo cuestionare después...
Toco una carta que llamo su atención pues estaba escrita con una esmerada caligrafía, y era a ojos vista, letra de mujer.
Para Tom S. Ryddle.
Saludos cordiales, estoy segura de que se preguntara de quien soy, bien soy Adela Asta Malfoy; mi hijo Abraxas me ha hablado de ti en varias de las cartas que hemos intercambiado desde que inicio el curso, y debo confesar que me ha dado curiosidad el poder conocer a el estudiante de primer año al que mi hijo ha alabado muchas veces como el "Segundo Merlín" Abraxas, fue educado bajo estándares muy estrictos y si ha visto iniciativa en usted estoy segura de que su potencial se dará a relucir pronto. Como integrante de la mesa directiva y de la asociación de padres de familia muy posiblemente podamos encontrarnos en un futuro próximo.
Adela Asta Malfoy.
Dumbledore suspiro de nuevo. Adela Malfoy que recientemente había quedado viuda era una mujer de armas tomar, era influyente, con amistades poderosas (y peligrosas) y era inteligente, tanto como ella misma creía ser.
¿Qué debía hacer si se interesaba en el joven Riddle?
— ¿Y si quiere adoptarlo? —Se cuestionó, y se sintió frustrado por su propia pregunta.
Tom era un estudiante muy notable y con talento, si Adela Malfoy se enteraba de su potencial.
¿Le adoptaría?
¿Le abriría las puertas de su casa?
Era muy probable que Tom despertara un interés repentino, además de que la riqueza de los Malfoy podía ser tentadora para ese huérfano que literalmente no tenía nada en el mundo.
—No. —Se dijo a si mismo con una mirada dura mirando la carta. —No, de ningún modo, no permitiré que Tom sea adoptado por alguna familia mágica...
Un ruido en el pasillo hizo que se quedara en silencio, comprendiendo que estaba hablando en voz alta, levanto su varita y con 2 movimientos todas las cartas se guardaron en la caja, y esta a su vez se acomodó junto con el resto de objetos en el baúl.
Con otro movimiento de su varita, todo estaba de nuevo en su lugar, así mismo Dumbledore invoco sobre sí mismo un poderoso hechizo que cualquiera hubiera jurado que se trataba de un hechizo de invisibilidad, pese a que en realidad era un hechizo desilusionador.
Abrió la puerta para alcanzar a ver como uno de los elfos domésticos abría una de las puertas del pasillo y chasqueaba los dedos para usar su propia magia para limpiar dicha habitación. Dumbledore volvió a suspirar, miro el arcón que estaba nuevamente cerrado y tras debatir consigo mismo por unos instantes, decidió sacar de nuevo la caja con las cartas.
Era un mago talentoso, así que copiar el contenido de esas cartas en otras hojas de papel que invoco con magia no le tomo más que unos momentos antes de volver a guardar la caja con las cartas en el arcón y salir de la habitación de Riddle.
Miro a los elfos domésticos y tras dudar unos instantes les hechizo a ambos modificando sus memorias para que olvidaran que le vieron entrar a la sala común de Slytherin. No quería correr riesgos innecesarios y menos de que Riddle sospechara de él, de ese modo podría leer la correspondencia personal y privada de ese chico después.
Pero.
Mientras se dirigía a la privacidad de su despacho, unas palabras en ambas cartas que había escuchado resonaban en la mente del profesor. La primera de Slughorn.
"4 de mis colegas que al igual que yo, están dispuestos a poner las manos al fuego por este notable estudiante modelo, inteligente y capaz de mucho en un tiempo futuro."
"Posiblemente podamos encontrarnos en un futuro próximo."
—Futuro... —Murmuro entre dientes entrando a su oficina y sentándose en su sillón. —El futuro es tan... evasivo... —Giro la mirada hacia la ventana, guardo silencio. El estadio de Quidditch estaba a casi 800 metros del castillo, y esa distancia era mucho más grande dado que su oficina se encontraba en el ala norte del colegio, pero aun así desde esa distancia escucho muy claramente unos gritos, en su mayoría bufidos y abucheos, los cuales acallaron con el pasar de unos segundos.
Dumbledore se puso de pie y abrió la ventana distinguiendo desde lejos el estadio. Y como unas serpientes de luz color verde esmeralda se alzaban en el aire para indicar que Slytherin había obtenido la victoria de ese partido. Explicando así esos gritos de derrota y decepción.
Dumbledore suspiro de nuevo.
— ¿Cuántas veces he suspirado hasta ahora?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro