Aprendizaje Necesario
Tom siguió a la pareja de prefectos junto con los demás por un pasillo hacia unas escaleras para su gusto demasiado empinadas hasta llegar a una intersección de pasillos que daba inicio a las mazmorras.
El chico era bajo y gordo, se presentó como Louis Goyle. La chica era alta, flacucha y pelirroja, no era precisamente bonita pero tenía un aire intimidante, ella se presentó como Agatha Weasley.
—De este lado. —Dijo la Prefecta, quien señalo al suelo. — ¿Ven el patrón? La loza de la izquierda tiene dibujada una serpiente. Es una señal de que la entrada a nuestra sala común esta frente a nosotros. —Explico. —Se acercan a este muro y deben decir la contraseña.
—La contraseña de esta semana es: "Sabatier". —Explico el chico prefecto. —Normalmente las contraseñas cambian cada semana, y tienen cierta relación al status sanguíneo, alquimia o pociones; aunque algunas veces son apellidos de familias sangre pura que fueron honrados en aparecer en el libro: los Sagrados 28. En este caso hace referencia a la reacción sabatier.
Tras ambos prefectos, desde el suelo, lo que parecía ser el cuerpo de una serpiente gigante de piedra se elevó y al hacerlo dejo ver, unas hermosas puertas de madera oscura; donde antes no había nada.
—Algunos imbéciles creen que la sala común de Slytherin está construida bajo el lago. Pero eso es una completa estupidez, aunque es cierto que parte de la cámara, da hacia el lago. Pero no "de bajo del lago" De seguro, la próxima estupidez que dirán es que hay cráneos sobre la chimenea... que idiotas... —El prefecto señalo los ventanales que no daban a un cielo abierto sino a agua. Pues la sala común de las serpientes, estaba parcialmente sumergida en el Lago Negro.
Tom no lo admitiría, pero se llevó un sobresalto cuando vio a una silueta humanoide en las ventanas que parecía estar mirando a un par de alumnos de 2do y estos a ella o él.
— ¿Esa es una sirena? —Dijo una chica a su lado.
—Sí. —Respondió la prefecta. —Hay sirenas en el lago, bueno hay muchas criaturas acuáticas, a veces se puede ver al calamar gigante, pero no teman son inofensivos.
El prefecto señalo a las altas escaleras donde un hombre bajo, gordo les esperaba sonriendo. Tom lo miro con desaprobación, no le agradaba ese aspecto de gordo pomposo que sin duda, solo pensaba en beneficiarse a sí mismo.
—Profesor Slughorn. —Saludo con una reverencia que a Tom le pareció forzada. Como si el prefecto estuviera un tanto reacio a mostrar respeto a ese hombre.
—Profesor. —Imito la prefecta Weasley en reverencia de cabeza.
—Bienvenidos, nuevos Slytherin. —Soy el profesor Horace Eugene Flaccus Slughorn. Mi materia es pociones y espero que puedan acostumbrarse pronto al ritmo de nuestra casa. —Abrió los brazos elegantemente señalando con ambas manos pinturas, lienzos, tapices de diversas personas en las paredes. —Slytherin es una casa de Hogwarts que ha resaltado por demostrar nuestra valía e inteligencia.
»El mismísimo Merlín fue uno de los primeros Slytherin, y muchas casas nombres de Gran Bretaña han pertenecido a esta casa. Somos la casa de la honra. Desde el gran fundador, Salazar Slytherin lengua de serpiente hasta estos días. Y lo seremos, por muchos, muchos años más.
Los otros niños aplaudieron, Tom vio que el niño con guantes: Oscar y la niña bonita de cabello negro: Graciela no aplaudieron como él y de hecho le pareció ver que ambos intercambiaban una mirada y miraban con desdén al profesor Slughorn.
« ¿Acaso se conocen?» Pensó Tom mirando al profesor, quien señalo a una niña que había alzado tímidamente la mano.
—Disculpe profesor.
—Si querida...
—Ofelia Reverte, señor. —Se presentó. — ¿Por qué llamo al Profesor Slytherin lengua de serpiente?
—Ah eso... —El profesor sonrió, era obvio que quería escuchar esa pregunta. —Al fundador de la casa de Slytherin, le llamaban así porque tenía un don raro y poco común. —Explico en voz dulce. —Salazar Slytherin tenía la capacidad de hablar con las serpientes. Un talento que según algunos, solo lo tienen los que están destinados a la gloria eterna, y a siempre ser recordados.
Tom no se dio cuenta, pero sonrió.
1 hora después. El salón de maestros estaba entre el pasillo del primer piso que daba con la Enfermería y las aulas de Encantamientos y Transformaciones; Armando Dippet, director de Hogwarts, tomo el rollo de pergamino, no se sorprendió de ver como los nombres de los 40 nuevos estudiantes comenzaron a moverse y cambiar de lugar.
Pues, en el pergamino, estaban los escudos de armas de las 4 casas de Hogwarts, y los nombres por orden alfabético se reacomodaron bajo cada uno de los escudos.
Slytherin:
1. Avery, Dylan
2. Balmory, Graciela
3. Bulstrode, Vanessa
4. Évora, Samuel
5. Higgs, Dalila
6. Lestrange, Néstor
7. Pince, Abigail
8. Pyrites, Oscar
9. Reverte, Ofelia
10. Ryddle, Tom
Hufflepuff:
1. Argento, Petros
2. Badía, Homer
3. Brightblade, Iron
4. Brown, Natalie
5. Lupin, Phillippos
6. Max, Judith
7. Petit, Sofía
8. Ross, Margo
9. Salvatierra, Edmundo
10. Thicknesse, Susanne
Ravenclaw:
1. Ammar, Sabrina
2. Barvon, Paolo
3. Blishwick, Úrsula
4. Castafiore, Bianca
5. Cunningham, Edward
6. Fortuna, Esmeralda
7. Ibarra, Jorge
8. Meliflua, Caterina
9. Sayre, Donovan
10. Sayre, Douglas
Gryffindor:
1. Abbot, Matheus
2. Adell, Patricia
3. Carrow, Circe
4. D'Este, Rosario
5. Gasca, Rebeca
6. Lafrano, Eloísa
7. Lanús, David
8. McCoy, Rolando
9. Pantoja, Valentino
10. Umbridge, Orford
«Que interesante, un Abbot, y una Carrow en la casa de los leones...» —Pensó mientras alzaba la vista a los jefes de casa.
Horace Slughorm jefe de la casa de Slytherin y profesor de Pociones. Era bajo, gordo de cabello rubio oscuro que parecía castaño, de rostro redondo y sonrosado con unos ojos azules que le daban pese a su edad un aire aun juvenil.
Anaís Dippet, nieta del director era la jefa de la casa de Hufflepuff y profesora de Astrología, era la más joven de todos los ahí presentes con 23 años, una joven alta de cabello negro y ojos castaños.
Evaristo Wood, era el jefe de la casa de Ravenclaw y profesor de Encantamientos. Era un hombre bajo pero agraciado con un rostro de facciones regias, cabello negro y ojos azules.
Entre las profesoras de Hogwarts, solían bromear diciendo que si se hiciera una lista de los profesores de los que las estudiantes podían enamorarse, el Profesor Wood sería el primero en esa lista.
Finalmente el Subdirector y jefe de la casa de Gryffindor: Albus Dumbledore. Aunque ahora Dumbledore ahora enseñaba Transformaciones, anteriormente enseño Defensa contra las Artes Oscuras, pero tuvo cierto conflicto con un importante empleado del Ministerio de magia y lo degrado ante su clase, desde ahí el Profesor Dumbledore tuvo que enseñar su materia actual.
La Profesora Galatea Merrythought era ahora quien enseñaba Defensa contra las artes oscuras, aunque ella había instruido por casi 30 años esa materia, cuando otro profesor que enseñaba Runas Antiguas, se jubiló, la Profesora Merrythought decidió dejar su puesto para enseñar Runas cediéndole su lugar al Profesor Dumbledore pero, ahora había tenido que ocupar su antiguo puesto.
Además del director y los 4 jefes de casas, el resto de los profesores y empleados del colegio también estaban presentes.
El Profesor Slughorm hablaba cordialmente con Franco Budesheim bibliotecario de Hogwarts y con Cynthia Tabani enfermera; pues ambos estaban siendo invitados a la próxima reunión del Club de las Eminencias por el pomposo profesor de pociones.
La Profesora Merrythought estaba sentada al lado de Minerva McGonagall y del profesor Silvanus Kettleburn profesor de Cuidado de criaturas mágicas; a su derecha estaba Herbert Beery profesor de Herbología.
Frente al Profesor Dumbledore, Apollyon Pringle conserje recién contratado, un hombre con la furia a flor de piel; Ogg estaba a la derecha hablando con Jessica Connelly profesora de Adivinación. A la izquierda del Director y su nieta, Jeffrey Melancon Profesor de Vuelo.
El único fantasma en la habitación era Cuthbert Binns el único profesor fantasma que instruía Historia de la Magia. De pie a su lado los profesores Howard McCullough de la clase de Alquimia y Kitalpha Black profesor de Aritmancia.
El director miro a la puerta, que acababa de abrirse.
Musa Salari Profesora de Artes Mágicas y Muggles venia acompañada de los profesores de Estudios Muggles: Jake Jalali. Y Lune Lunsford profesor de Runas Antiguas.
—Bien, podemos iniciar la reunión de maestros y empleados. —Dijo el director mientras los profesores de pie, se sentaban en una mesa ovalada mirando al anciano profesor Dippet. —Aquí están las listas de alumnos.
Con un movimiento de varita, una pila de papeles se elevaron en el aire y se dirigieron a los ahí presentes.
—Aquí hay algunos apellidos antiguos... —Dijo Kitalpha Black —Pero algunos en otras casas...
—Espero que no se arme otra escena como hace unos años. —Agrego la Profesora Salari.
Inesperadamente todos los ahí presentes asintieron y suspiraron casi al mismo tiempo. Años atrás, una jovencita llamada Agatha Weasley fue enviada a Slytherin por el sombrero seleccionador.
Al día siguiente, Brutus Malfoy II Jefe de la mesa directiva y de la Asociación de padres de familia y Malcolm Weasley padre de Agatha; se presentaron en el colegio ambos gritando a voz cuello y armando un escandalo; ninguno quería que la niña se quedara en Slytherin.
Fue la primera y única vez que un Malfoy estuvo de acuerdo y hasta apoyo el argumento de un Weasley. Sin embargo, las reglas de Hogwarts eran claras y la decisión del sombrero era inalterable, por lo que la joven se quedó en la casa de las serpientes.
—Se debe a ese prejuicio y favoritismo de las casas. —El profesor Dumbledore fue el primero en romper el silencio. —Muchos aun hoy son de la misma opinión que una familia por completo pertenece a la Casa de Hogwarts donde han estado sus parientes y antepasados.
—Estoy de acuerdo. —Agrego el Profesor Wood. —"Los Bones, Abbot y Smith siempre son de Hufflepuff. Los Malfoy, Black y Lestrange solo son de Slytherin y ninguno de ellos JAMAS deben estar en otra casa" Fueron esas las exactas palabras de Brutus Malfoy. Y nomas uno de sus hijos, sobrinos o nietos queda en una casa distinta, arman un escándalo...
—Y casualmente, hay un Abbot en Gryffindor. —Señalo la Profesora McGonagall.
—Los tiempos cambian. —Dijo el profesor Binns. —Y a veces el cambio no es bien recibido pese a que a la larga, es beneficioso.
—Palabras muy sabias, profeso Binns. —Dijo el director mirando al fantasma. —No tengo ninguna opinión aun de los nuevos estudiantes, pero debo aclarar que este año, hay varios estudiantes que desconocían nuestro mundo y capacidades de la magia.
— ¿Hijos de muggles?
—Podemos saber quiénes, Profesor Dippet.
—Claro, profesor Slughorn. Si miran la lista son: Tom Ryddle de Slytherin, Margo Ross y Edmundo Salvatierra de Hufflepuff, Sabrina Ammar y Caterina Meliflua ambas de Ravenclaw y Eloísa Lafrano de Gryffindor. —El director guardo silencio mientras los ahí presentes asimilaban esa información. —Es muy probable que su desempeño pueda ser un tanto inaceptable en un principio, por lo que espero que tengan ojo avizor con ellos y les ayuden a adaptarse al mundo mágico.
—De hecho, profesor Dippet... —Dijo el profesor Slughorn pomposamente. —Uno de ellos, ya ha comenzado a interesarse en el mundo mágico.
—Se refiere al señor Ryddle. —Pregunto Dumbledore mirando a su colega, interesado en su pregunta.
—Exactamente, Albus. —Respondió el otro profesor. —Apenas me presente ante los nuevos Slytherins el señor Ryddle se me acerco y muy educadamente me hizo varias preguntas. Y debo decir, que me ha dado una muy buena impresión. Hace años que no veo a un estudiante con unos modales tan refinados como él.
Dumbledore no fue el único que miro al profesor Slughorn con interés, era sabido que Horace Slughorn buscaba beneficio a sí mismo, pero las personas que desde un inicio le habían despertado interés y una buena impresión eran muy escasas. Y no se diga de un niño de 11 años.
—Bien. —Dijo el director mirando su reloj. Eran las 8:30 de la noche. —Repasando los horarios de clases...
Dumbledore participo con el resto del personal, se retiraron una hora después.
Mientras miraba la ventana de su habitación personal miro a las estrellas.
—Lo vigilare por un par de años nada más... —Juro para sí mismo el hipócrita. Pero por algo se decía que no debías jurar en vano.
Tom agradeció en silencio a ese piojoso sombrero que lo enviara a Slytherin, puesto que esa casa y Ravenclaw eran las únicas casas del colegio que daban habitaciones privadas a los estudiantes. Había elegido una que curiosamente tenía una ventana hacia el lago, pero corrió las cortinas puesto que en un par de ocasiones noto la silueta humanoide de un ser anfibio en la ventana y aunque nunca lo admitiría casi se orino cuando vio un gigantesco tentáculo en el otro lado del vidrio.
Hasta ahora, no había hablado gran cosa con sus compañeros de clase aunque si noto que algunos se conocían entre ellos, lo máximo que había logrado decirles fue el responder a los vagos saludos o cuando un profesor le hacia una pregunta.
Las clases de ese día miércoles era junto con los Gryffindor y para su mala suerte era la clase de Transformaciones con Dumbledore.
Esa, era la primera clase que tenían juntos y esperaba que Dumbledore no tuviera favoritismos por su casa, aunque lo dudaba.
Tomo su mochila y dejo la sala común en solitario para ir a desayunar y como se esperaba solo le respondió a 2 personas que lo saludaron sin mirarlo.
Dumbledore paso lista apenas llegaron los últimos, quienes casualmente fueron los de Gryffindor. Tom espero a que por ser la primera clase se mostrara más severo, pero aparentemente eso no le importo al profesor.
El, saco de un cajón de su escritorio una tortuga estrellada, que puso ante la vista de todos y con un movimiento de su varita, la pequeña tortuga se transformó en un hermoso caballo negro. Hubo muchas exclamaciones, en especial cuando el Caballo se transformó en una silla que el Profesor Dumbledore volvió a transformar de nuevo en tortuga.
—La transformación, aunque puede parecer como algo simple, es una de las habilidades de la magia más complejas, complicadas y difíciles que hay, si se hace mal, puede ser peligroso, desde transformar a un pequeño gatito a un fiero león, así como una liebre a una silla. Pero; en mi clase. En mi aula y mi presencia no tienen que tener miedo a equivocarse, pues les ayudare y aconsejare en lo que pueda.
Dudo unos instantes como si quisiera contradecirse así mismo antes de sonreír amablemente. Bien Dumbledore ya había envejecido aún era un hombre elegante y atrayente.
—No. Debo corregirme no solo en mi aula. Siempre que alguno de ustedes, tenga un problema, preocupación o necesite un consejo, puede contar conmigo. ¿Hay alguna pregunta?
Casi todos los Gryffindor y 3 Slytherins levantaron la mano Tom entre ellos. Dumbledore volvió a sonreír.
—Alguna pregunta que no tenga que ver con la guerra ni Grindelwald.
Todos bajaron la mano. Solo Tom mantuvo su mano en lo alto.
— ¿Sí, Señor Ryddle?
— ¿Es posible que un mago, pueda transformarse en un animal?
—Así es, Señor Ryddle, 5 puntos para Slytherin. A aquellos que pueden hacerlo se les llama Animagos, pero esa es una enseñanza que verán en años venideros, en 5to o 6to probablemente. Aun así es una rama de la transformación muy difícil de lograr. ¿Otra pregunta?
Nadie volvió a hablar por lo que el profesor dio una larga explicación sobre tres movimientos de varita y después de hacerles tomar algunas notas y un breve resumen, les dio una Nuez que tenían que transformar en un Botón.
Tom lo logro después de 6to intento ganando 10 puntos por ello y otros 2 Slytherin, Oscar Pyrites y Dalila Higgs también lo lograron. El único de los Gryffindor que lo logro a medias, fue Valentino Pantoja y a Tom le pareció injusto que Dumbledroe le diera 5 puntos a Gryffindor por ello, pero se guardó su queja a final de todo.
Como era doble hora, tuvieron que tomar nota y leer casi 20 páginas de la teoría de transformación sobre la transmutación de un ser vivo, por ejemplo un cangrejo a un ser inerte y cristalino, lo cual fue interesante, no podía negarlo pero Tom noto que no muchos leían con interés el libro.
Terminada la clase tenían tarea que Tom acepto de buena gana. Quería aprender y pese a que su tono frío con Dumbledore era moderado tenía que admitir que necesitaba aprender de él.
Su aprendizaje, era necesario. Por mucho que lo incomodase.
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