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Final

Se que ha pasado mucho tiempo, pero después de leer el capítulo, espero me entiendan

Julieta

—Esa última estuvo bien, pero aún creo que podrías mejorarlo.

Asiento a la indicación del productor, que lanza a través del altoparlante del estudio, presionando un botón en la consola de sonido. Me recoloco los auriculares e intento hacer algo mucho mejor que dejar mi alma en cada estrofa.

Cierro los ojos, mientras repito las mismas palabras que se han grabado al menos cincuenta veces, al compás de la melodía suave que poco a poco se va convirtiendo en una balada mucho más tropical. Intento desenfocar mi corazón partido y mis alas usurpadas para narrar una historia de amor repleta de pasión, entrega y devoción.

Me entrego a las letras como nunca, así me quede afónica de tanto esforzar mis cuerdas vocales, así me arda la garganta, quiero, necesito demostrar mi potencial. Necesito demostrar quién soy. Necesito perderme y entregarme a algo que nunca me va a fallar: a mí pasión por la música.

—¡Fantástico, Juleta! ¡Eso ha quedado impecable! —Alaba el hombre de anteojos oscuros, mientras se los quita y se coloca de pie, escéptico de mi interpretación. Retengo la respiración sin siquiera enforcarme en la extraña forma en que ha pronunciado mi nombre—. Desde que tu nombre llegó a nuestras manos supimos que eras la indicada para contar esta historia de amor en tres minutos.

Sonrío orgullosa. No necesito de su aprobación para saber que soy buena en lo que hago, pero escucharlo consigue que quiera elevar mucho más el mentón.

Brandon y Aisha me esperan en el pasillo cuando abandono el estudio llena de elogios por ambos productores del soundtrack de la película. Indican cuando saldrá la canción al aire y también la fecha en que el filme llegará a la pantalla grande.

—Para ese entonces serás la estrella del momento. Con el concurso ganado, no habrá nadie capaz de detenerte.

Quiero asentir y sonreír entusiasmada, pero el sabor agridulce en mis labios me lo impide. La sola idea de tener que volver a ver a Anderson Engman me revuelve el estómago, aunque he intentado fingir que no sucedió nada.

Imaginar que, si gano el concurso su poder sobre mí y nuestras interacciones aumentarían, me hacen sentir intimidada.

Niego, necesito apartar los recuerdos de la noche de hace dos días de mi cabeza. No puedo darme el lujo de bajar la guardia, así me haya sentido usurpada.

Ni siquiera puedo detenerme a pensar en la herida sangrando en mi pecho, por un rubio del que no he sabido nada desde hace una semana. Llevo mi mano inconscientemente a mi muñeca y la punzada consigue que sienta una opresión que consigue cortar mi respiración por dos segundos.

La necesidad por ir a buscarlo no ha hecho más que aumentar. Su ausencia cala hondo en mi interior, porque no hay otros brazos en los que no quiera refugiarme más que los suyos. No hay otra voz que me haga sentir viva, más que la suya.

No hay nadie más en quien quiera buscar consuelo por el acoso de las redes sociales, que él, pero entonces es mi pecho quien arde al recordar que parte del problema ha sido él. Que fue él quien me entregó.

—¿No se supone que debería estar en Boston? —recita Brandon entre dientes, con un tono bastante enfadado. Mi estómago revolotea en una incrédula esperanza guardada al fondo de él, pero al elevar la vista el ácido vuelve a invadir mi sistema—. Voy a deshacerme de él.

—No es necesario, yo lo hago.

—Julieta...

Pero pese a sus intentos por detenerme, acelero mi marcha hasta encararlo. Se aleja de la pared en la que había estado recostado, con las manos entre los bolsillos de su chaqueta de cuero café para aminorar más rápido la distancia entre ambos.

—Antes de que inicies con tus reclamos, hay algo que necesito decirte.

—¿Qué te hace creer que voy a escucharte después de todo lo que hiciste?

—¿Y tú no hiciste nada? Si no mal recuerdo, fue una morena la que despotricó a los cuatro vientos que yo era un farsante.

—No dije ninguna mentira.

—Entonces quizás ambos cometimos un error.

—No nos vas a colocar en la misma balanza, Dasher Prescott —Contraataco de inmediato irguiendo el mentón para verlo a los ojos, como si no nos separaran más de veinte centímetros—. Porque no somos iguales, ni de cerca.

—Ya quisieras tú estar a mi nivel.

—¡Ja! No se me pasa por la cabeza rebajarme —Atisba su mirada sobre mí y fuera de sentirme satisfecha de chincharlo, me percato que esto no va a ningún lugar—. Es suficiente. Es evidente que no podemos mantener una conversación. Lo que sea que debas decir, hazlo ahora o lárgate.

Suspira. Y con su cabeza señala el auto estacionado a unos pasos. Entiendo el punto y pese a que no me agrada la idea de interactuar con él, lo sigo. No quiero que lo que sea que digamos sea mal interpretado por la prensa.

—Carter no me entregó tú canción —lo dice tan fácilmente que por un segundo creo en su palabra—. Y antes de que digas algo, yo tampoco la robé.

Hace una pausa que consigue erizarme la piel ante la incertidumbre y la espina clavada en mi interior.

—¿Y cómo llegó a tus manos? ¿Por arte de magia?

—Algo parecido —musita en voz baja—. Carter estuvo trabajando durante semanas en un proyecto nuevo, justo al mismo tiempo que Adolfo se percató que mis cifras estaban bajando, pese a mi lugar en la tabla de posiciones, así que creyó que sacar una nueva canción repararía el problema.

—¿Y él no sabía que no compones? —Niega y yo lanzo una carcajada sin humor. Esto me parece una novela barata—. ¿Y por qué no buscaste un compositor? ¿No era más fácil eso que pedirle a Adolfo que le robara una canción a Carter?

—¡No le robamos nada, Jules! Él nos entregó una canción, pero no fue Afrodita.

—¿Y por arte de magia terminaste interpretando Afrodita en televisión nacional y te llevaste todos los créditos? Qué gran truco, Dash.

Intento abandonar el auto, girando mi cuerpo rumbo a la puerta, pero su mano sobre mi muñeca me lo impide. Me zafo de su agarre con rapidez, mientras trato de volver a avanzar.

—A última hora McClay le dio la canción a Adolfo, diciéndole que habíamos hecho un cambio. Cuando la letra llegó a mis manos, creí que Carter había cambiado de opinión.

—Perdóname, pero no te creo. ¿Cómo llegó la canción? ¿Y quién es McClay?

—El asistente personal de Anderson Engman.

Pese a que no necesito sumar más que dos más dos para tener el resultado de la ecuación, parpadeo para digerir su confesión.

—¿Así que te tendieron una trampa? —señalo incrédula. No importa cuánto sentido pueda llegar a tener su historia, no puede hacerme cambiar de opinión—. Sé cómo es tu relación con Carter, Dash. Sé que te encanta sentirte alabado y que no serías capaz de subirte a un escenario sin antes ser elogiado por tu hermano mayor. Sé que, aunque no lo demuestres, te interesa su opinión más que la de nadie, y por esa misma razón no puedo confiar en tu palabra. Porque puedo estar segura de que tuviste que haberle interpretado la canción antes de presentarla a los medios, antes de atreverte a grabarla en un estudio.

—Carter me escuchó ensayando la otra canción. Además, yo estaba más enfocado en que diera su visto bueno acerca de nuestra interpretación, que de la canción que iba sacar. Poco me importó su opinión de los ajustes en su obra —confiesa y consigo interpretar un atisbo de arrepentimiento en sus palabras; aun así, mi corazón es incapaz de caer en su juego—. Después del programa, toda nuestra atención fue puesta en las descargas que tuvo nuestra interpretación, en la popularidad que generó en ambos y las reproducciones en internet. Estuve a punto de no lanzar la canción, porque mi nombre una vez más explotaba en tendencia, pero Adolfo insistió y Carter lo apoyó.

—¿Y quieres que crea que él no vio ni siquiera el nombre de la canción que ibas a lanzar? ¿Acaso me crees tan estúpida?

—Lo que yo crea de ti es lo de menos, Jules —suelta con desdén—. Lo único que quiero es que recapacites la manera en que juzgaste a mi hermano.

—¿Y crees que abandonarlo no me rompió también a mí? —increpo con brusquedad. Ni siquiera estoy segura de por qué me estoy desahogando con él—. Pero fue él quien decidió meter sus manos al fuego por ti. Te colocó sobre mí y no dio su brazo a torcer en ningún momento. Han pasado ocho días y no he recibido ni siquiera un mensaje suyo. No importa que tan cierta sea tu historia, él tampoco ha mostrado interés en quererme de vuelta.

—¿Y cómo más querías que fuera a buscarte? ¿Con postales porque lo bloqueaste y le negaban verte? No te comportes como si él no tuviera derecho a enfadarse contigo —Frunzo los labios dispuesta a disputar, pero me lo impide—. Y si, tienes razón, en parte es culpa mía, por eso estoy aquí.

—¿Para que sea yo quien vaya tras él?

—Para que me ayudes a asumir mis errores, Julieta.

Parpadeo sin ser capaz de creerme sus palabras. Analizo sus facciones. Su mandíbula apretada, sus narinas abriéndose cada vez que respira con pesades, las ojeras bajo sus ojos, la línea recta que forman sus cejas y las arrugas horizontales en su frente, ligeramente cubiertas por algunos mechones negros de su cabello.

Una risa se atora en mi garganta, al imaginar que se trata de una broma, pero su mirada se afianza aún más sobre mí, y ya no con desprecio, sino con un gesto un tanto más suave.

—¿Por qué el mundo no me odia lo suficiente por arruinar la carrera de Dasher Prescott? ¡Claro! ¡Qué idea tan fantástica!

—¡Joder! El mundo no gira a tu alrededor.

—Tampoco al tuyo —contrataco sintiendo la vena de mi frente resaltar por la furia con que las palabras abandonan mis labios—. Lamento arruinar tus fantasías, pero no voy a ayudarte con nada.

—Carter tenía la oportunidad de dirigir el soundtrack para una película. Entre miles de escritores de renombre, escogieron sus canciones —suelta antes de que pueda si quiera moverme. Me quedo quieta digiriendo tal declaración. Aquello es algo que él nunca me dijo. Ni siquiera lo insinúo—. No se lo dijo a nadie, yo lo descubrí gracias a Maika —aclara, por lo que imagino que mi rostro lleno de dudas ha inundado al auto—. Cuando sucedió todo esto, los productores se comunicaron con él, y antes de escuchar las propuestas o lo que sea que fueran a decirle ante toda la controversia, rechazó el trabajo.

—¿Dijo que no? ¿Por qué? —Siento su mirada llena de desespero sobre mí, pero no importa verme como una idiota que sabe perfectamente porque se dieron las cosas, solo necesito expresarlo en voz alta—. ¡Dios, Carter!

Entierro mis manos entre mi cabello, importándome muy poco el aspecto que voy a dar. Necesito aclarar mis ideas.

—He hablado con Maika. Él dice que los productores están dispuestos a trabajar con él, sin importar el malentendido, pero Carter no va a hacer nada si yo estoy de por medio —apunta—. Necesito que me ayudes a hablar con Anderson para que mueva sus cartas y se exonere a Carter de culpas.

No me lo está pidiendo. Lo está demandando, pero no puedo ni siquiera declararle que es un idiota, porque la controversia de sentimientos en mi interior es mayor.

Por una parte, tengo la necesidad de que Carter encuentre su propósito, pero por otro está mi temor hacía lo sucedido con Anderson Engman. Quiero ayudarlo. Quiero que brille, pese al dolor que alberga mi cuerpo al recordarlo, pero los escalofríos en mi columna vertebral también están ahí.

—¿Por qué crees que yo podría conseguirte una cita con él?

—Porque estás involucrada en el problema, ¿por qué otra razón habría de venir a ti? —El aire que había estado contenido en mi sistema es liberado con un tanto de disimulo ante la paranoia de que él sepa lo que pasó hace dos días—. ¿Acaso tienes otra razón?

—Voy a hablar con Brandon.

—No —la agresividad con que lo menciona consigue que mi cejo se frunza—. Ambos sabemos que a Brandon le importa muy poco lo que pase con nosotros dos.

Ni siquiera es necesario que termine con la frase. Sabe bien que no lo pensaría dos veces tratándose de Carter.

—¿Estás dispuesto a cargar con todas las consecuencias que esto implique? ¿Vas a sacrificarte por Carter?

La incredulidad tiñe mi voz, mientras él deja escapar el aire a través de sus labios de manera ruidosa y se arregla el cabello con una de sus manos. Intenta verse desinteresado, pero la culpa le tiñe el rostro.

—Es mi hermano. No voy a dejar que la explosión lo dañe solo a él si fui yo quien detonó el misil —lanza un suspiro—. Toda su vida Carter me ha puesto como su prioridad, ya va siendo hora de que se coloque a él primero.

Algo en mi pecho se descongela ante su declaración. Lo observo perpleja en espera de que se retracte, busco sus ojos con desesperación y la sinceridad que encuentro en ellos una vez puedo dar con él, me sorprende.

Es quizás ese motivo, el que me lleva a aceptar su propuesta y replantearme los acontecimientos de la última semana.

(...)

—¿Puedes por favor dejar de dar vueltas como León enjaulado?

No me detengo pese a la acusación de Brandon, quien mueve la pierna con desesperación.

—¿Qué te tiene tan ansiosa? ¿Hay algo que me estés escondiendo? —Hago caso omiso a su pregunta una vez más, hasta que lo veo levantarse y plantarse frente a mí—. Ya dime que es lo que pasa.

—Solo estoy nerviosa por todo el alboroto en redes sociales.

No es del todo una mentira. Se me forma un agujero en el estómago en cuanto recuerdo el número de comentarios hirientes y despectivos en mi última publicación de Instagram. No quise dar mi brazo a torcer, pero la ansiedad que me generaba cada que llegaba una notificación me obligó a bloquear los comentarios.

Me dio paz por unos cuantos minutos, pero aquella decisión solo desencadenó que se metieran con otras fotos, con mensajes de odio.

Niego, mientras cierro los ojos y abro y cierro las manos. Respiro profundo, pero las palpitaciones aceleradas en mi pecho golpean tan fuerte que temo que el sonido se perciba incluso fuera de las cuatro paredes. No soy capaz de tranquilizarme o retener el oxígeno por más de dos segundos, la ansiedad me está consumiendo.

—Todos esos haters solo elevan tu popularidad, mi super estrella. En lugar de enfadarte por su inmadurez, debemos agradecerles que inmortalicen tu nombre.

De inmediato su índice toma mi quijada y me hace llevarla hacia arriba. La simple sensación de poder que genera su gesto, llena mi cuerpo de una adrenalina distinta, que muere en el instante en que escucho la perilla de la puerta girar.

Volteo sin recato para encontrarme con el hombre de traje capaz de hundir mi éxito o llevarme a la cima, sonreírme con confianza.

—Lamento haberlos hecho esperar tanto tiempo —inicia, haciéndose paso hasta la puerta que da a su oficina, donde nos indica a ambos pasar—. Debo decir que me alegró saber que querías hablar conmigo.

Intento que el susurro y la cercanía no me amedrente, pero el tacto de su mano fría sobre la piel de mi espalda consigue que una vez me quede en blanco, solo siendo consumida por el temor.

—No era solo yo quien quería hacerlo —musito de inmediato en cuanto los ojos de ambos se encuentran con los grises del irritante joven ya sentado en uno de los sofás frente a su escritorio, con toda la comodidad posible.

—¿Qué diablos hace aquí? ¿No ha tenido suficiente? —Brandon suena mucho más exasperado que él día que me reclamó haber hablado con Dasher—. ¿Vas a creer en las mentiras de ese niño, Julieta?

—No, pero ambos tenemos un asunto que arreglar. Uno que no te incumbe —acepto con autoridad, antes de observarlo para que entienda que quiero que espere afuera. No me gusta ser tan dura, pero esta situación lo amerita. Mi mirada da con la de Anderson quien luce igual de consternado, pero mucho más enfadado que lo primero—. ¿Entramos, señor Engman?

Sin embargo, el hombre no parece intimidado, todo lo contrario, actúa con una tranquilidad que cualquiera envidiaría. Y pese a que es una señal de que no vamos a llegar a ningún lado, confío en que podría estar equivocada.

—¿Y bien?

—Hundiste la carrera de mi hermano —expresa Dasher sin miedo.

—Tú y yo tuvimos una conversación hace tiempo, Dash. Y creo que fui claro, fuiste tú quien se hundió solo —me giro hacía el mencionado, con la intriga palpitando en mi interior. Él no mencionó una conversación anterior—. Tú hermano y tú conspiraron para arruinar tu carrera, solo era cuestión de tiempo para que la verdad saliera a la luz.

Dash se levanta tan rápido de su asiento que ni siquiera soy capaz de digerirlo. El sonido de sus manos contra la madera resuena con fuerza y el rubor en su rostro son indicaciones del enojo que le genera escuchar esto.

—Una verdad que manipulaste. No solo me hundiste a mí, también a Carter y de paso a Julieta.

Me sienta extraño que parezca defenderme, pero sé que en el fondo lo único que intenta es poner en claro lo que está sucediendo.

—No hay nada que pueda hacer ahora —Anderson eleva las palmas como si no fuera la persona que controla la industria musical—. Tú cuenta de la VoireApp sigue en pie, si lo que quieres es que llame a alguna disquera para que te represente, la respuesta es no.

—No me interesa que hagas nada por mí —escupe Dash con desprecio—. Quiero que saques a mi hermano de todo esto. Él no tiene la culpa de nada, solo fui yo.

—Si hago eso, tu cuenta de la VoireApp se cierra. Por mí no hay problema, ya no eres un producto al cual sacarle provecho, pero si tienes potencial.

Un escalofrío me recorre la espalda, aunque no sea yo a quien se dirige. El silencio es tan sepulcral, que por un momento siento que no debería estar aquí, que esto es algo que no me acontece. Pienso en levantarme, pero entonces, Dash se gira hacía mí.

—Este concurso y la industria son una mierda —suelta—. Y yo ya no quiero ser parte de ella, no si las personas que me rodean salen lastimadas.

La sorpresa se tiñe en mis ojos abriéndose a más no poder y mi respiración cortándose por dos segundos.

—McClay quiero que organices una reunión con los ejecutivos de la VoireApp a las seis y una sesión de prensa a las siete —indica a través del intercomunicador de su teléfono, sin apartar la mirada de Dash, de una manera escalofriante, que incluso me atrevería a pensar que está disfrutando de esto—. ¿El asunto? La verdad detrás de Dasher Prescott —lanza un suspiro—. Está hecho, te espero a las seis.

Dasher asiente con una mirada confusa, por un lado, luce irritado y por el otro, melancólico. La indecisión está allí, y me merma querer ayudarlo y no tener idea de cómo hacerlo.

Ni siquiera responde, me lanza una mirada antes de decidir abandonar la oficina a pasos acelerados. Me coloco de pie cuando salgo del shock, dispuesta a seguirlo, pero ni siquiera soy capaz de alejarme del asiento.

—¿Por qué viniste con él? —Ni siquiera yo lo tengo en claro—. El mundo te odia por su culpa.

Niego.

—El mundo me odia porque tú lo ayudaste a conspirar con todo esto —acuso en un susurro.

—No, Julieta —Rodea su escritorio para acercarse a mí. Contengo la respiración presa del pánico—. Conspiré para dejarte el camino libre, para que pudieras brillar encima de todos —El dorso de su mano acaricia el contorno de mi mejilla en un toque que me revuelve el estómago—. ¿No te diste cuenta? Quiero que todos vean lo que yo veo en ti.

Giro el rostro hacia un lado y de un manotazo aparto su mano.

—Yo no necesitaba ayuda para conseguirlo. El mundo ya me había visto brillar y disfrutaba de mi espectáculo, yo no necesitaba sacar a nadie del camino para hacerlo.

—Pero ahora necesitas ayuda para que vuelvan a verte y yo estoy dispuesto a poner el mundo de cabeza para que sea posible —declara como si fuera el super héroe que necesito—. Solo mírate. Tan cerca de la victoria y la gloria. Voy a inmortalizarte por décadas, Julieta. ¿No lo has notado? Aun cuando dices que todos te odian, no dejan de habar de ti. El mundo no es de quien más amen, sino de quien más se conoce. Y en la música, el mundo es de quien tenga la vida más jugosa, de quien se pueda opinar y decir más.

Sus palabras resuenan tan fuerte como mi corazón. No sé cómo digerir esto.

—Lo tenía todo listo desde el principio. Desde que te vi cantar en vivo en Dulce Melodía y tu voz me enloqueció. Le llamé a los medios para que hablaran de ti tanto como pudieran, para que cada persona en el mundo se interesara por volver a verte, como yo quería hacerlo. Para que la intriga provocara que desearan más de ti, en el concurso más esperado del año. Tuve que hacer todo eso para que no fuera obvio que te quería ahí y que saqué a Peggy con un video falso para darte su lugar.

Las manos me tiemblan mientras más lo escucho, mientras más sentido tienen sus palabras. Todo es tan confuso y claro al mismo tiempo.

—Te di un representante que la industria ya conocía y que había causado controversia por lo que pasó con Thomas, eso haría que se preocuparan por ti y pusieran su atención en lo que hacías, en tu persona y el interés aumentara con cada semana que pasara, no solo por volver a escucharte, también por quien eras. No quería que fueras una más del montón —Me sostengo del escritorio cuando mis piernas fallan, presas de todas estas declaraciones—. Te di lo mejor desde el principio, incluso causé un poco de controversia con tu primera presentación. Fue espectacular, pero hice que August se enfocara en tu cuerpo para que el mundo tuviera algo que opinar durante la semana, más que solo de tu presentación, porque eso es lo que harían con el resto. Tú tenías que destacar incluso encima de los chismes y los estereotipos. Y lo hiciste, Julieta. Los dejaste plasmados con cada presentación, te plantaste orgullosa de quién eres y los hiciste callarse cada vez que se metían contigo. Yo sabía que no permitirías que eso te arruinara.

Quiero reírme por ser tan ingenua, por creer que todo lo que tenía había sido mi mérito, pero la realidad me pega tan fuerte que incluso deja noqueada mis emociones.

—Cuando vi que el terreno era difícil, te buscaba una solución para que siguieras de pie. Te estudié tan bien para conocer cada una de tus reacciones, para saber que ibas a mostrar tu apoyo ante la situación de Charlize y eso te haría ver como una gran persona, mira que incluso sacrificar tu privacidad para desviar la atención de los medios fue de gran ayuda —Su mirada persuasiva y la mía asustada dan la una sobre la otra y me aterra sentirme tan vulnerable—. Fuiste mucho más inteligente que yo en ese momento, yo solo quería que la atención de esa presentación fuera para ti, pero tú te robaste las miradas al darles un nuevo tema del cual hablar. Conseguiste que los espectadores murieran por ver tu presentación, por la relación que tenías con uno de los Prescott y eso me mermó por completo.

La realidad me pega con fuerza. Yo jamás quise que mis actos se desviaran de esa forma, cuando decidí sacar a la luz mi relación con Carter, lo único que buscaba era que dejaran en paz a Charlize, que tuvieran de algo más que cuchichear. Ahora que lo veo en perspectiva, quizás fue demasiado estúpido.

—Tuve que soportar verte con él y aunque te daba la atención que yo quería que tuvieras, me enfadaba que tuvieras que compartirla, así que hice lo mejor para ambos. Te llevé a separarte de él. Saber el secreto de esos dos hermanos fue fácil, yo siempre investigo a mis concursantes para saber sus puntos débiles, de lo contrario no estaría en la posición que estoy —puntualiza, dando un paso más cerca de mí—. Cuando Adolfo me contó que ayudaste a Carter a escribir una canción, supe que tenía la respuesta a mis problemas allí. Solo tuve que armar el plan y estipular el momento en que quería que iniciara el show.

La sangre me hierve mucho más al saberlo. La rabia anidada en mi estómago crece y se expande al resto de mi cuerpo. Quiero golpearlo. Quiero matarlo por hacerme esto.

—Eres un hijo de puta.

—Uno que te tiene en la palma de su mano, Julieta, uno que puede hacer contigo lo que quiera —expresa mientras termina por acortar la distancia entre ambos, encerrándome entre su cuerpo y el escritorio, reposando sus manos a un lado de las mías sobre la madera. Siento su respiración sobre mi rostro, pero pese a la incomodidad, la furia y mi ego me permiten elevar el mentón y dejarle en claro que no voy a dejar que se salga con la suya—. Lo hice desde el principio y puedo seguirlo haciendo. Puedo llevarte a lo más alto de la industria, pero también puedo enterrarte en donde nadie vuelva a saber de ti.

—La única dueña de mi vida soy yo, Anderson Engman. Y así acabes con mi carrera no voy a permitir que me trates como tu marioneta —ladro con seguridad, aunque por dentro me esté muriendo de miedo—. Cambia el asunto de la reunión de las seis, y escribe la verdad detrás del pervertido Anderson Engman. Sácame del concurso, cancela también mi cuenta de la VoireApp, ya no me importa siempre y cuando no tenga que volver a toparme con un malnacido como tú.

Sonríe como si hubiera contado el mejor chiste del mundo, que por un segundo creo que es verdad, que soy una estúpida hormiga queriendo luchar contra un elefante.

—No lo has entendido, Julieta. No solo tu nombre y tu carrera me pertenecen, también tú —sentencia y su mirada se llena de frivolidad—. Yo te traje a esta industria, yo te hice quién eres y solo yo tengo el poder para sacarte. Así trates de hacer toda una revolución ten por seguro que solo vas a nadar contra la corriente, porque las decisiones las tomo yo y yo tengo decidido que no te vas a ir tan rápido como crees.

Su mano detiene la mía antes de cumplir con su cometido para apartar su rostro del mío. En mi vida creí que el lobo tendría aliento mentolado y dientes blancos en lugar de colmillos afilados, pero ahí está frente a mí, amenazando con acabar conmigo.

Quiero seguir teniendo mi voluntad intacta, pero no importa cuánto diga o quiera hacer, estoy luchando contra el mismo dios de la música. Contra una persona intocable.

Y no sé qué me hiere más, si saber que a pesar de todo él va a seguir teniendo poder sobre mí o que no importa cuánto me esfuerce y grite nadie me va a salvar de sus garras cuando me besa por la fuerza.

La rabia hierve en mi estómago por ser tan benevolente, por permitir que me tome tan fácilmente, pero aun no entiendo si es el miedo o el pánico los que me hacen reaccionar en cámara lenta para apartarlo, o intentar hacerlo, porque él no se rinde fácilmente.

—Entonces quédate con el nombre y la carrera, pero déjame en paz a mí, porque jamás seré tuya ni de nadie.

La voz me sale sofocada, pero segura, él sin embargo se mofa de mí intento de voluntad una vez más.

—Mi hermosa Julieta, aun no te queda claro que hice todo esto para tenerte, ¿por qué dejaría que corrieras de vuelta a los brazos de Carter Prescott? —Su mano se introduce entre mi cabello para jalar mi cabeza hacia arriba, cuando una vez más trato de apartar el rostro de él—. Todo lo contrario, si me entero de que vas tras él, su nombre va a ser parte del club de Thomas Adler, otro chico que creyó que corría con mucha suerte y terminó golpeándose con la realidad.

Entonces el misterio detrás del suicidio de aquel concursante toma sentido, porque nunca se trató de un acto que él hubiera deseado, sino que alguien más plantó para quitarlo del camino, porque ya no era de provecho.

El escalofrío que recorre mi cuerpo es acompañado de una respiración acelerada, que a penas y me creo capaz de estar soportando el oxígeno como es debido.

Niego, con el corazón acelerado y el miedo recorriendo mis venas. Solo de pensarlo, de saber que él está en lo correcto, y aquella realidad podría ser una posibilidad, consigue que quiera vomitar y echarme a llorar.

Me mata ser tan débil. Me aniquila estar acorralada por la vida y por él.

—No te atrevas a tocarlo.

—No voy a hacerlo, Julieta, no a menos que se inmiscuya en tu vida de nuevo.

—Eso no va a suceder.

Y decirlo en voz alta me duele más que permitir que sus labios sobre los míos sellen ese trato.

Pero no pienso permitir que esto acabe así.

Una vez fui un ave enjaulada y logré escapar, está vez caí en una trampa, pero eso no implica que deje que corten mis alas. 

🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹

Hola.

Esto suena agridulce

¿Cómo están? ¿Cómo los ha tratado la vida?

¿Que opiniones tienen de este último capítulo?

¿Se esperaban esto de Anderson?

¿Se esperaban este cambio en Dash?

¿Alguna teoría de lo que vaya a pasar con Jules?

Yo solo puedo decir que si este final los ha impactado, el epílogo puede que lo haga un poco más 👀

Pregunta random: Si pudieran ir al concierto de un cantante que ya falleció, ¿De quién sería?

No me queda más que agradecerles por toda la espera, cerrar el ciclo no ha Sido facil, mucho menos cuando sé que va a pasar un tiempo hasta que decida retomar la escritura. Si me siguen en Instagram entonces saben bien el contexto, pero si no lo hacen, les doy un pequeño contexto:

Hacer prácticas hospitalarias me ha consumido por completo, y de cierta forma, yo también he querido que sea así, pero esto en definitiva solo es una pequeña pausa, no un punto y final.

Mañana subo el epílogo.

Los amo

Mz

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