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Julieta

—Y el pronóstico para esta semana son posibles tormentas, pero no meteorológicas, sino de problemas. Porque seamos sinceros, ¿a quién le importa el clima cuando el enfrentamiento de los Prescott contra Julieta Esparza es mucho más interesante? —La conductora da un respiro, mientras se acomoda en su sillón color mostaza con sus tarjetas de cartón en las manos para abaniquearse el rostro—. ¿O deberíamos decir el enfrentamiento de la Señorita Esparza contra esos dos enigmáticos hermanos?

—Para quienes no estén enterados de lo que sucedió, el pasado lunes, luego del concierto benéfico en ayuda de niños y jóvenes con cáncer. La chica latina del momento dio un show mucho más entretenido que su presentación, al acusar públicamente a Dasher Prescott de haberle robado la canción que este presentó —Imágenes de lo acontecido aparecen en pantalla, mientras el otro conductor continúa la narrativa—. Y no siendo aquello suficiente, declaró que todas las obras presentadas por el roba corazones del momento, fueron escritas por su hermano mayor, Carter Prescott.

—Acusaciones que le costaron caro a todos los involucrados —recapacita la tercera conductora. Los tres parecen bastante dichosos al hablar de vidas ajenas—. Mientras Dasher fue eliminado de One in a Million y su cuenta en la VoireApp fue suspendida temporalmente, Carter y Julieta parecen haber acabado con su relación. Según fuentes cercanas, tuvieron un fuerte altercado el mismo día y no se les ha visto juntos. Aunque sería muy pronto para decir que todo está terminado.

—No sé porque me suena a gato encerrado, ¿sabes? —Indica nuevamente la primera presentadora. Sus rizos se mueven al compás de su cuerpo cuando se inclina hacia adelante—. Julieta no hizo pública su relación hasta que le tocó hacer dúo con Dasher en el concurso, lo que provocó que la emoción de parte de sus fanáticos por verlos en pantalla fuera aún más esperada. De hecho, aquella noche se rompió con el récord de audiencia y como lo dije en aquel momento, vuelvo a recalcarlo, esa relación no era más que publicidad bien vendida.

—Publicidad que a todos nos encantó por corto que haya sido —recalca la presentadora a la izquierda—. Es una desgracia que Julieta se haya llevado la peor parte. A los fanáticos no les gustó para nada que por su culpa Dasher fuera eliminado del concurso. Después de todo, ¿no fue demasiado alboroto por una canción?

Claro, porque defender mi trabajo es poca cosa. ¿No?

Solo soy una dramática por intentar ser justa. ¡Por supuesto!

El día que a ellos les roben algo, y por una persona en la que confíen absolutamente, me gustaría ver si se lo toman tan bien para seguir sonriendo.

Presiono el borde del sofá con fuerza. Quiero apagar el televisor, pero al mismo tiempo la curiosidad por saber con qué otra estupidez van a salir me gana. Ser masoquista se ha convertido en mi pan de cada día.

—No solo a los fanáticos. No es por nada, pero fuera de lo que haya hecho o no, tenía todo el potencial para ganar. Es una desgracia que su talento se encuentre atascado por un error.

—Yo apoyo a Denisse, esto fue parte de una estrategia publicitaria, pero no para que ambos crecieran, sino para darle la visibilidad que le faltaba a Julieta, con Dasher fuera del concurso, es evidente que ella podría escalar a más, de no ser por el odio que se ha generado a causa de su rabieta.

—Quizás si no hubiera actuado de esa forma tan impulsiva el mundo estaría de su lado. Después de todo, hay errores que cobran más caros que otros.

—Como el error de toda esa palabrería llena de misoginia —El televisor se apaga luego de la declaración dicha detrás de mí—. ¿Por qué te martirizas escuchando a esa bola de estúpidos? Si tanto querías escuchar a idiotas me hubieras dicho para llamar a Maika.

—Mi semana ya ha sido lo suficientemente pesada como para tener que soportar a Maika —bromeo con sequedad. Ginger rueda los ojos, antes de rodear el sofá para quedar frente a mí— Lamento haberte puesto en esta situación.

—Por doceava vez en el día, deja de disculparte —expresa, colocando sus manos a ambos lados de su cadera—. Los Prescott pueden ser mis amigos, pero a veces también son unos idiotas.

—No tendrías que buscar un bando. No es como si yo estuviera limpia de pecado.

—No lo he hecho. Estoy siendo justa. Solidaria contigo. Enfadada con ellos. No puedo creer que Carter haya sido capaz de hacer semejante idiotez y declarar que es el único involucrado, como si Dasher no fuera un manipulador de primera. Tampoco creas que no he ido a verlos para reñirlos y entenderlos un poco, pero eso es algo de lo que no voy a darte detalles.

—Gracias, pero...

—Shh —coloca su índice sobre su boca para dejar aquel gesto más en claro, con esa mirada fría sobre mí—. Ya te dije que no estoy aquí por Violeta, ni tampoco porque seamos amigas. Lo hago porque no voy a dejar que te hundas sola, ¿entendido?

—Y porque las ganas de golpearlos no te faltan —repito las palabras que expresó en cuanto le abrí la puerta de mi departamento ayer por la tarde—. ¿Cómo tienes el valor para hacer algo así y no asustarte de lo que ellos puedan pensar?

—Son mis amigos, me conocen los suficientemente bien para saber que me importa un carajo que se enfaden cuando saben que llevo la razón y en este momento, ambos saben que la llevo. No puedo estar de su lado y aplaudir sus actos, mientras tú que eres la víctima estas siendo señalada como si no lo fueras. Y ninguno ha hecho nada para frenarlo.

Y no se si aplaudir su gesto o abrazarla, porque en verdad su presencia aquí ha evitado que me hunda. Aunque al principio creí que solo estaba aquí para intervenir por Carter, me dejó en claro que su enfado era real.

—Y créeme que Ginger da más miedo cuando no le das la razón que la misma Annabelle.

Me giro en busca de la voz de aquel moreno, entrando en mi departamento como si se tratara de su casa.

—¿Quién te dejó entrar?

—Hola a ti también, primor. ¿Me extrañaste?

—No. Eres como los cólicos, inesperados y desesperantes —respondo con el cejo fruncido, aunque el calor en mi pecho por tenerlos a ambos aquí provoca que un nudo se forme en mi garganta.

Pero no quiero llorar más, mis ojos se sienten secos por haberlo hecho casi a diario.

—Pero yo te he traído hamburguesas. ¿Los cólicos acaso traen cosas así de buenas?

—Traen la noticia de que no estás embarazada, que es mucho mejor —juega Ginger en ese divertido tono neutral, mientras avanza para quitarle la bolsa de papel de entre sus manos—. ¿Por qué tardaste?

—Fui a otro lugar primero —Descubrir donde estaba no me es difícil por su bastante sospechoso tono—. Y todo está en orden, al menos en lo que cabe.

—Julieta no tiene cinco años, sabe que hablamos de Carter —expresa Ginger desde la mesa, mientras saca un paquete de papas fritas y se lleva una a la boca—. Y por supuesto que Carter va a decir que está bien, ¿acaso crees que va a dar su brazo a torcer sabiendo que Dash está de por medio?

Quizás debería retirar lo dicho, si hay un poco de psicología invertida en sus palabras. Aunque no trate de convencerme, en el fondo espera que yo me percate que Carter solo está protegiendo a Dash.

Y lo admiro por el amor que le tiene a su hermano, por todo lo que es capaz de dar por él, pero no por no saber poner límites. Por no saber darse su lugar.

Hasta que no lo haga, yo no puedo confiar en su palabra. Para mí ambos siguen siendo culpables. Por mucho que una parte de mí siga aferrada a que haya otra explicación detrás de todo.

(...)

—¡July! —pego un brinco ante el llamado de mamá frente a la pantalla—. ¿Has escuchado algo de lo que dijimos? —Asiento y luego niego, antes de disculparme—. ¿Estás mejor?

—Hago lo que puedo —admito con un nudo en la garganta, pero me lo trago mientras enderezo la espalda y hago el intento por parpadear sin que una sola lágrima resbale por mi rostro, no quiero que Isadora tenga que volver a retocar mi maquillaje, que lo haya hecho dos veces es suficiente—. Pero mi presentación es más importante. Te llamo luego, ¿sí? Deséame suerte.

—No necesitas, suerte, mi amor. Tú ya eres una ganadora.

Sonrío antes de colgar la llamada, para enfocarme en mi reflejo. Esta semana ha sido un asco. A penas he conseguido dormir. Los ensayos han sido más largos, y no es algo que me hayan impuesto, sino algo que yo misma he escogido. Perderme en la música me ha ayudado a olvidar los últimos acontecimientos. Mientras canto puedo anestesiar el poder de aquellos dos ojos verdes y los recuerdos que generan en mi sistema.

Si no pienso, entonces puedo respirar tranquila.

—Hay unos reporteros allá afuera —anuncia Aisha, observando en la rendija de la puerta a penas abierta.

—Diles que Julieta no va a dar ninguna entrevista hasta después de su presentación —interviene Brandon, con las piernas cruzadas, mientras lee una revista en el sofá al otro lado del camerino. Levanta su vista como si sintiera que lo observo a través del espejo del tocador y me guiña un ojo—. Todo estará bien, super estrella.

—Lo estaría si se enfocaran en mí y no en el altercado del lunes —recuerdo, porque no hay nada más en internet que videos míos con mensajes donde me llaman loca y desenfrenada, por decir la verdad. No sé cómo ha sido posible, pero al final del día en lugar de defender mi integridad, terminé siendo acusada por arruinar la carrera de Dasher.

—Con tu presentación los dejarás impactados, ya lo verás.

Quiero creerle, pero sé que el mundo no se mueve de esa manera. Que la única forma de que aquello suceda es que haga un pacto con el mismo diablo. Para la prensa es más fácil atacarme a mí que investigar un poco.

Para cuando llega la hora, me levanto con confianza de mi asiento y visualizo mi imagen en el espejo de cuerpo completo pegado a la puerta. Estoy enfundada en seguridad pese a todas las conmociones que aun habitan en mi interior. Pese a todo lo que fue y no quiero pensar más.

Pero hay una parte suya que no me deja tranquila. Una parte suya que me hace extrañarlo más que odiarlo. Y es que nunca podría odiarlo, ni siquiera porque me lo propusiera. Quizás si pudiera hacerlo, olvidarlo sería más fácil. Arrancar este dolor de mi pecho que me hace sentir destrozada, que me hace sentir humillada.

Pero no puedo. No puedo olvidar en cinco días, toda nuestra historia, por corta que haya sido. Es ahí donde el tiempo se burla en mi cara, porque no necesitamos de años para sentir lo que es el amor verdadero, para anhelarlo de vuelta.

Y es que mi lado ingenuo me hace creer que él también está sufriendo. Sé que lo hace, pero no por mí, sino por lo que hice. No por nosotros. No por lo que teníamos.

Por suerte no lo he visto, lo único que sé de él es gracias a la prensa y por Ginger, quien hablando con Maika expresó que va a volver a Boston junto a sus padres hoy por la noche.

Presiono la manga de mi vestido mientras pienso en su partida, porque entonces es real y duele más. Ya no quiero que duela. Ya no quiero sentir más por Carter. Ya no debo sentir nada más por él.

Pero mi mente no deja de martirizarme con la idea tonta de que vendrá a buscarme y pedirá perdón. No debería esperar que lo hiciera, no tendría que albergar la esperanza en nosotros, pero lo hago, y eso me hace sentir tan estúpida, porque no puedo hacerlo. No cuando me humilló de esta forma.

—Treinta segundos —grita el chico del Staff en cuanto atravieso el pasillo que da a la parte trasera del escenario.

Lanzo un suspiro y me trago las lágrimas y las penas, lo último que quiero es dar más de qué hablar.

Cuando subo al escenario, esta vez se siente distinto, no solo por el hecho de que la mitad de la audiencia me odia, sino también porque esta vez mi corazón solo tiene ánimos de quebrarse como lo ha hecho durante los ensayos.

Y no debería demostrar cuan destrozada me encuentro, pero la música es mi liberación, la forma en que mejor puedo ser yo. Así que pese a los miedos y todos los prejuicios que hacen juego en mi interior, avanzo con seguridad hasta llegar a la mitad del escenario, donde el micrófono me espera. Escucho la cuenta regresiva a través del auricular, y cuando llega a cero, todas las luces se apagan, solamente queda un reflector apuntando en mi dirección.

La luz por intensa que sea no me quema las pupilas. Aunque las manos me sudan, tomo el pedestal con fuerza, como si necesitara de su sostén para no derrumbarme en cuanto la melodía da inicio y el momento de liberar mi voz llega.

Digiero las letras con amargura. Las oraciones con rabia y las estrofas con dolor. El sufrimiento está anclado en mis cuerdas vocales e invade mi cuerpo entero. Me dejo llevar con los ojos cerrados y me transporto a mi lugar seguro.

Me veo a través del reflejo de sus ojos cuando me miraba y decía te amos tan sinceros que el alma se me desgarra y el corazón abandona mi cuerpo para correr tras él, pero se rompe en el trayecto, tropezando con el muro de su indiferencia y su descaro. Se destroza y sangra, y, aun así, los fragmentos se aferran a su recuerdo y piden a gritos su ayuda.

Exclaman otra oportunidad, como si el error fuera suyo. Se quedan sin voz, aun cuando saben que no hay nada que rescatar. Se pulverizan en la espera de su redención.

Para cuando la canción llega a su final, entiendo que la marea no va a remover la arena de esta playa y que las estrellas se han apagado.

La reacción del público llega diez segundos después de que termino de evidenciar mi humanidad, dos segundos después de que termina la melodía y tres minutos con treinta y dos segundos en que murió mi esperanza.

La primera vez que estuve sobre un escenario las emociones dentro de mi pecho fueron tantas que sentía que vomitaría, esta vez siento que podría desmayarme. No esperaba que me recibieran con vítores, para ser sincera, pero se siente bien. Mentiría si no dijera que mi pecho no se llena de calor cuando su reacción invade mi piel hasta el punto de erizarla. La sensación de aceptación y alabanza son adictivas.

Y aunque no reparan mi dolor, aunque no cambian el pasado o eliminan los sucesos de los últimos días, me hacen sentir satisfecha, me hacen sentirme capaz de conseguir lo que sea, aunque haya personas afuera dudando de mi potencial y poniendo en tela de juicio el lugar que me he ganado, no solo en el concurso, también en la industria musical.

Levanto el mentón con orgullo, como si el dolor no estuviera recorriendo mis venas y las palabrerías no me afectaran. Si van a hablar de mí, que lo hagan por mi capacidad de expresar el choque de emociones de todos estos días en esta presentación. Que lo hagan para decir quién es en verdad Julieta Esparza.

(...)

—¡Nueve punto dos, Julieta! —anima Aisha después de pasarme una botella de agua.

—Y pudo haber sido un nueve punto cinco —mascullo con la garganta ardiendo y lloriqueando por unas gotas más de líquido—. Pero está bien. Al menos por ahora.

—Un paso a la vez, super estrella —recuerda Brandon, limpiando la gota de sudor que baja por mi cuello con una toalla, mientras los tres caminamos rumbo al estacionamiento. La hora de irnos ha llegado, y después de ver mi nombre en el tercer puesto de la tabla de la noche, puedo dormir un poco más tranquila, Con dos somníferos, espero que esta vez pueda hacerlo. La cantidad de corrector en mis ojeras es cada vez más alarmante—. Además, te tengo otra buena noticia.

Sonrío por inercia. El mundo sigue girando y yo tengo que avanzar y enfocarme en mi carrera.

—¿De qué se trata?

—Solo te advierto que esto va a significar más trabajo durante las próximas semanas.

—¡Ya dime de qué va!

—Quieren que interpretes la canción principal de la nueva película de Emma Stone.

Detengo mi andar en abrupto.

—¿Qué? Es una broma.

Brandon me observa con la ceja alzada.

—¿Cuándo he jugado yo con algo así?

Me llevo la mano al pecho mientras intento respirar como es debido. La sensación es tan abrumadora que a penas consigo mantenerme en pie.

—¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! —Río mientras las lágrimas invaden mi rostro y mi voz se quiebra. Ojalá no estuviera tan sensible—. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién te ha llamado? ¿Cómo sucedió?

—Digamos que tuve algo de ayuda, pero la propuesta está ahí, solo esperando para que aceptes.

Ni siquiera lo pienso, me lanzo a sus brazos con la euforia anidando en mis venas. Brandon me da pequeñas palmadas en los hombros, el contacto físico no es lo suyo, pero siento la emoción que él también experimenta con esta noticia.

—Tienes que contarme los detalles y a quien más debo agradecer, además de a mí talento —juego con vanidad, mientras acomodo mi cabello detrás de mis hombros. Él rueda los ojos, en tanto atiende una llamada y me hace una señal para que entre en el auto—. Estoy ansiosa por cambiarme toda esta ropa e irme a la cama.

—Que interesante noticia —Mi sonrisa tiembla al sonido de aquella voz ronca detrás de mí—. Vine a invitarlos a cenar para celebrar tus triunfos, Julieta.

Me giro por inercia hacía Brandon, quien, pese a que está entretenido en su llamada, asiente, como si supiera lo que quiero preguntarle. No estaba en busca de su aprobación para comer con Anderson, sino de una excusa para librarme de él, pero es evidente que él jamás la buscaría para que escapara del dueño de la disquera.

—Gracias —intento ser razonable, pero él sigue sin darme confianza. La forma en que me observa no me gusta para nada—. Solo, yo...

—¿Puedo hablar contigo, Jules?

La controversia en mi cabeza aumenta en cuanto su voz se une a la conversación. No quiero girarme, pero termino por hacerlo, mientras un agujero se forma en mi estómago. Presiono mis puños y me muerdo el labio inferior. De pronto el aire se siente más denso.

—Se nota que no tienes ni siquiera un poco de decencia para presentarte aquí —sisea Brandon en cuanto se percata de su presencia.

—Lo siento, no sabía que tenía que agendar cita para hablar con ella —interviene Dasher de inmediato—. ¿Y bien?

—¿Todavía tienes el descaro de comportarte como un patán? —las palabras salen llenas de ácido—. No tengo nada de qué hablar contigo. Puedes irte por donde viniste.

—Solo quiero que me escuches, me debes una, por si no lo recuerdas.

Niego en tanto una carcajada sin humor abandona mis labios. Por mucha curiosidad que tenga, no puedo ceder. Cada vez que lo veo, solo puedo pensar en todo lo que se destruyó por su culpa.

—Tengo otros planes.

No lo analizo con la cabeza fría, me dejo llevar de la rabia en mi sistema para caminar en dirección al auto negro de Anderson Engman, donde el susodicho me espera con la puerta abierta. Tiende su mano para ayudarme a entrar, pero la rechazo mientras me escabullo dentro.

No paso desapercibida la manera en que me observa al pasar, ni mucho menos la desconfianza que me genera tenerlo cerca. Un nudo se forma en mi garganta en cuanto el cierra la puerta del auto y de ahí en adelante, trato de mantenerme alerta, como si necesitara hacerlo. Me pego lo más que puedo a la puerta e intento no verlo, mientras acomodo varias veces mi falda, aunque esta no sea corta.

Lo único que puede mantenerme levemente tranquila, es el hecho de que Brandon también haya sido invitado, aunque este se subiese en el asiento del copiloto.

Mi mente no para de recriminarme que no debí aceptar esta propuesta, que esto es un error, pero es tarde para arrepentirse, por mucho que las piernas me tiemblen y las palmas me suden.

Todo saldrá bien.

(...)

—¿El vino está bien? —asiento—. Debo decir, Julieta que tu presentación de esta noche ha sido magnífica.

—Gracias.

Le doy un sorbo a mi copa, mientras él se lleva un trozo de carne a la boca.

—Tienes merecido todo el éxito que estás recibiendo. Tu interpretación en este filme promete mucho —La copa se queda a la mitad del camino, mientras observo a mi representante quien sonríe satisfecho. Quiero disimular el desconcierto que me genera saber que la ayuda de la que Brandon habló venga de él, de la última persona que lo hubiera deseado—. Una vez más demuestras que mereces un lugar en One E Records.

Aquella oración en otro contexto me haría sonreír con genuina alegría, pero en este momento solo consigue que la piel se me erice. La angustia dentro de mi pecho aumenta, aunque sé que no debería temer. Estamos en un lugar público y no estamos solos en la mesa.

Solo tres personas cenando. Me repito aquello hasta que me termino el último sorbo de vino y mi plato queda vacío, al igual que el suyo. Es entonces cuando un nuevo sentimiento de incertidumbre anida en mi pecho, pero lo mando a callar porque presiento que no son más que imaginaciones de mi cabeza.

Todo estará bien.

Una invitación a cenar no debería ser sinónimo de peligro, pero quizás estaba olvidando que soy mujer.

Mi alerta se enciende en cuanto una llamada interrumpe la cena. Brandon se disculpa para contestar y solo dos minutos después se disculpa con ambos para retirarse sin dejarme ir con él. Sonrío nerviosa mientras él indica que me llevara a casa.

No quiero hacerme ideas erróneas. Tengo el presentimiento de que todo saldrá bien.

—Fue una velada estupenda —opina cuando el auto da una vuelta sobre la calle que da a mi departamento. El aire que había retenido durante todo el trayecto comienza a eliminarse poco a poco y la tranquilidad comienza a llenarme—. Aunque la noche aún es muy hermosa como para desperdiciarla.

Trago saliva y sonrío presa de los nervios.

—Ha sido un día muy largo —enfatizo, escuchando las palpitaciones de mis oídos aumentar su ritmo en cuanto lo veo deslizarse sobre el asiento hasta que su mano encuentra mi hombro y finge apartar un mechón de cabello—. Tengo ensayo mañana temprano, Brandon es bastante firme con mis horarios. Para esta hora debería estar durmiendo, pero gracias por la cena.

La sonrisa en mis labios tiembla, al igual que mi cuerpo cuando lo veo acercarse mucho más pese a mis palabras. Sé que debería alejarme, pero no puedo hacerlo, no tengo a donde escapar, y tampoco sé muy bien cómo responder, mis nervios no me dejan actuar con certeza.

Finjo que su toque sobre mi brazo no me afecta, que su respiración casi sobre mi cuello no me sobresalta y que sus intenciones no me intimidan, pero estoy muriendo de miedo. Busco con rapidez una forma de escape.

El seguro está bajado. El auto en movimiento. Y el chófer del auto ni siquiera se percata de mis ojos gritando su ayuda a través del retrovisor.

—Brandon entenderá, te mereces un descanso después de todo lo que has conseguido.

Observo al frente una vez más y un nudo se atasca en mi garganta al percatarme de como una ventana negra comienza a subir para separar los asientos delanteros de los traseros.

Asiento y luego niego, cuando su aliento golpea en mi hombro. Pego mi cuerpo por inercia lo más que puedo a la puerta del auto, pero aquello solo lo ayuda a terminar de encarcelarme entre sus brazos.

Mi respiración se vuelve pesada mientras intento recomponerme y alejarlo, pero mis brazos fallan cuando sus labios se pegan a mi piel y su brazo baja por el contorno de mi pecho, hasta tocarme por encima del escote del vestido con la yema de sus dedos. Un escalofrío me recorre la piel, pero no es suficiente para despertarme del trance en el que me encuentro. No sirve para responder a las alarmas rojas de alerta que se activan en mi cerebro en cuanto sus labios bajan en el mismo recorrido que sus dedos ya marcaron con anterioridad.

—Eres tan hermosa —musita, mientras sus dedos bajan por la tela, hasta llegar a mi vientre.

Trago saliva y cierro los ojos, porque no soy capaz de hacer nada más.

"Va a acabar pronto"

"Va a acabar pronto"

Pero no importa cuantas veces me lo diga, mientras los gimoteos se queden atrapados en mi garganta, el tiempo se detiene hasta hacerse eterno, mientras él continúa profanando mi cuerpo.

En algún momento el auto se detuvo, pero él no lo hizo.

En algún momento dije que no, pero él no respondió a mi petición.

En algún momento intenté alejarme, pero él me retuvo con sus brazos hasta que estuvo satisfecho.

En algún momento las lágrimas comenzaron a bajar, y él las limpió con sus manos cuando se percató de ellas y terminó con su cometido. Cuando estuvo saciado de tocarme a su antojo.

En algún lugar de mi cabeza una voz me decía que no fue para tanto, que solo me tocó sin tratar de llegar a más, pero sé que solo era un escudo para no sentirme culpable de revivir este infierno.

Cuando llegamos al departamento, me abre la puerta con una sonrisa en los labios. Rechazo la mano que me tiende y trato de no echarme a llorar, cuando me percato que el tirante en mi vestido se resbala como un recordatorio de como tiró de él cuando traté de alejarme.

Camino en modo automático hasta llegar al elevador. No sé muy bien como presiono el botón que da a mi departamento. Cierro los ojos y cuando los abro, las puertas de metal se deslizan para permitirme bajar. Lo hago a trompicones, tanteando mi andar al sostenerme de las paredes del pasillo, como si hubiera bebido de más.

Si alguien pregunta, esa es la excusa que voy a dar, después de todo, ¿quién creería que dije que no?

¿Quién me defendería después de verme bajar de su auto?

¿Quién pondría las manos al fuego para mantener mi honor intacto?

Escucho una voz llamarme a lo lejos, pero es tan lejana que por un segundo creo que solo se trata del eco en mi cabeza, mientras me escabullo dentro del departamento hasta mi habitación, apenas andando, respirando por mera suerte o desfortunio.

Ni siquiera soy capaz de cerrar la puerta, dejo caer la espalda contra la madera mientras las lágrimas se despabilan como torrenciales contra mis mejillas, y las manos me tiemblan. No siento las piernas, pero las abrazo contra mi pecho como puedo, para sanar el vacío y la repugnancia que siento en la boca del estómago.

Ahogo un grito entre mis brazos, cuando la yema de mis dedos roza el inicio de mi escote y me recrimino por no haber hecho nada. Pude haber luchado. Pude defenderme, pero permití que él me tocara a su antojo.

Yo dejé que esto sucediera. Si no hubiera aceptado su cena. Si no me hubiera subido a su auto. Si no hubiera llevado este vestido...

No debería sentirme culpable, pero lo hago.

No debería recriminarme, pero hay tanto que pude haber hecho y omití.

"No es tu culpa. No es tu culpa. No es tu culpa"

Pero de tantas veces que he visto como las víctimas son señaladas y los abusadores olvidados, comienzo a replantearme mis palabras de aliento.

No es justo.

Jamás lo será.

Yo no debería recriminar mis actos, sino los suyos. Yo no hice nada malo, pero el mundo no está listo para escucharlo.

***********

Holaaaa! 

¿Cómo están? 

Este capítulo es uno de los que más me ha costado escribir, y el siguiente ni se diga. ¿Qué piensan de él?

¿Creen que Jules y Carter puedan remediar su relación?

¿Por qué llegó Dasher a buscar a Jules?

Si fueran Ginger y Maika, ¿qué harían? 

Y para finalizar, solo voy a decir. Los Anderson Engman de este mundo deberían morir. 

Pregunta random: ¿Les gusta viajar?

Gracias por leer. Estamos a un capítulo de acabar  y aunque he estado retrasada con las actualizaciones, les tengo la noticia de que esté fin de semana, se publicará el último capítulo de La Voz de Julieta, luego de esto, me daré un descanso para comenzar con las actualizaciones del segundo libro. 

Los amo. 

Mz

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