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Julieta

Una semana antes

—Acabo de ver las estadísticas de esta semana —exclama Brandon con una voz neutral que me hace pensar lo peor. La sensación de vacío en mi estómago provoca que juegue con mis dedos, mientras me remuevo sobre el sofá de cuero, el movimiento provoca un sonido agonizante, en espera de que hable—. Tu popularidad está siendo opacada por la película recién estrenada en la que Briana hace un cameo y la colaboración de Arleen con Victoria Secret.

Trago saliva. Estoy feliz por la película de Briana y tengo que admitir que Arleen, otra de las concursantes, se lució con su sesión de fotos. Sin embargo, ese sentimiento de culpa por no poder ser lo suficiente, me llena, aunque no debería. Estoy haciendo lo mejor que puedo.

"Pero podrías hacerlo mejor"

—Tenemos que hacer algo al respecto.

—Estoy ensayando más horas de las que debería para que mi presentación de esta semana sea memorable —acepto con orgullo, pero su mirada me hace creer que estoy equivocándome—. ¿Qué más quieres que haga? Porque si no estás conforme, consígueme un papel con un estudio o una colaboración, pero no esperes que venda mi cuerpo como si no tuviera más que ofrecer.

—Se me ocurre algo mejor —enarco una ceja—. Lo he estado estudiando durante varias semanas y hacer pública tu relación con Carter le vendría bien a tu imagen.

Lanzo una carcajada sin gracia, porque no creo que esté hablando en serio.

—¿Por qué Dash es más popular que yo? —indago con sarcasmo—. ¿De verdad crees que voy a dejar que los reflectores me apunten por ir de la mano de un hombre y dejar que me señalen como una roba fama?

—¿Por qué los medios habrían de atacarte por eso? Podemos vender esto como una controversia. Para los medio no es una novedad que Dash y tú no se llevan bien, que sepan que sales con su hermano mayor daría de qué hablar. Un amor prohibido.

—Carter y yo no somos una reencarnación de Romeo y Julieta —Me levanto del sofá para rehuir de su mirada y buscar algo de agua, quiero que le quede claro que no necesito de alguien más para brillar—. Descarta esa idea de tu cabeza. No quiero que mi nombre sea causa de controversia, y mucho menos quiero exponer a Carter a estar bajo el ojo público.

—Piénsalo. Yo sé bien como colocar todo a nuestro favor, Julieta. Esto no se trataría de ellos, sino de ti —Camina hasta quedar a mi espalda, lo observo a través del reflejo del espejo y el brillo en su mirada causa controversia en mi cabeza—. ¿Por qué ser solo una super estrella cuando puedes convertirte en toda una constelación?

Carter

—¿Pasa algo, Dash?

Mi hermano se rasca la ceja una vez más, en tanto continua tratando de afinar su guitarra, Luce más ansioso que de costumbre y aunque ya me ha dicho varias veces que se debe a la presentación de hoy por la noche, no puedo creerle. Mi hermano nunca ha sabido lo que son los nervios por subirse a un escenario. Jamás.

—La presentación va a ser una mierda.

—Han ensayado toda la semana, apenas si ambos duermen o hacen algo que no sea vivírsela en la azotea preparando su actuación...

—Julieta... —Se calla, como si tuviera que replantearse lo que está por decirme.

—¿Qué pasa con Jules?

—Es una fastidiosa, insiste en usar ropa a juego como si fuéramos los amigos de la vida —expresa, negando, mientras trata una vez más de afinar la cuerda de su guitarra. Dejo escapar un suspiro antes de reírme por su exasperación exagerada—. ¿Cómo eres capaz de soportarla?

—Cedo a sus caprichos como a los tuyos.

—Pero yo soy tu hermano. Esa es nuestra relación. No deberías dejarte mangonear por nadie más que por mí.

Una vez más vuelvo a reírme por sus ocurrencias. Me giro en el banquillo del piano, dejando caer mis codos sobre mis piernas.

—¿Qué voy a hacer con ustedes dos?

—Da igual —Deja de lado su guitarra para levantarse y caminar hacía el piano. Toma las partituras y las escanea con velocidad—. Luce genial. ¿Es la que enviarás como propuesta para la película?

Niego y asiento al mismo tiempo. Aun no estoy del todo convencido de que deba hacerlo. Maika encontró esta oportunidad para mí gracias a una de las chicas con las que salió el mes pasado. Su padre es productor de cine y buscan propuestas para el tema principal de su nueva película. De alguna forma mi mejor amigo la convenció para que me dieran un espacio.

No quería contárselo a nadie, por temor a fallar y decepcionarlos y a mí en el proceso, sin embargo, Dasher escuchó cuando Maika llamó hace una semana para preguntar cómo iba y ambos se han encargado de alentarme. Están convencidos en que podré conseguirlo.

—¿Quién crees que cante tu canción cuando la escojan?

—Algún cantante que acepte el cobro que den por prestar su voz —bromeo—. Eso si la escogen.

—¿De dónde saliste tan pesimista, Carter? —investiga con fastidio—. Van a escogerla y cuando lo hagan no olvides mencionar mi nombre para interpretarla.

—Ya decía yo que tu apoyo no era gratis.

—Priorizo oportunidades —acepta—. Pero tú tienes talento y los productores van a reconocerlo.

—Gracias, Dashi.

—Púdrete.

Me deja solo en el estudio y yo vuelvo a tomar las partituras para evaluarlas por enésima vez. Mientras más las leo, más me convenzo de que es un error. No dejo de encontrarle fallos y más me creo que solo estoy perdiendo el tiempo.

¿Cuál es la probabilidad que un productor de cine escoja mi canción por encima de una escrita por un compositor con gran trayectoria?

Y, aun así, una parte de mí vuelve a tomar el lápiz y cambiar unas palabras para pulir el resultado, mientras la melodía rebota de un lado a otro en mi cabeza, hasta que de nuevo tengo los dedos sobre las teclas del piano y me permito experimentar con otros cuantos sonidos y ajustes.

Ni siquiera siento el tiempo pasar, es hasta que mi celular suena por mi alarma, que me percato que es hora de partir hacia el estudio para la grabación del programa. Adolfo y Dash me apresuran para salir cuanto antes del departamento y la ansiedad por presenciar la presentación de dos de las personas más importantes en mi vida, evita que le preste atención a que no he comido nada desde hoy por la mañana.

Un refresco de naranja y una barra de cereal sostienen mi estómago hasta que el programa de por terminado.

Veo a Jules subirse a su auto en compañía de Violeta cuando salimos del ascensor. A penas y nos hemos visto en los últimos días, los ensayos la han tenido de un lado para otro, y a mí el componer me ha mantenido distraído.

Tomo mi celular cuando me subo al auto. Dash y su representante mantienen una conversación acerca de cómo enfrentarse a la prensa y yo busco el chat de Jules. No hace falta más que abra la aplicación para que su nombre resplandezca en mi bandeja de entrada.

Yo: ¿Estás lista?

Afrodita: Quiero matar a tu hermano, pero lo estoy.

Yo: ¿Por qué quieres matarlo esta vez?

Afrodita: Por ser un fastidioso. Engreído. Chantajista. Manipulador. Arrogante e idiota.

No quiso usar la ropa a juego que sugerí.

Me río porque en el fondo suponía que se debía eso. A Jules no le agrada no llevar la razón, y a mi hermano le es difícil ceder a los caprichos que no sean suyos. Al menos cuando se trató de escoger que iban a interpretar ambos se mantuvieron a raya, ya que sus couches vocales fueron quienes buscaron una canción que se acoplaba al estilo de ambos y estoy convencido que van a hacerlo genial.

Cuando llegamos al estudio, mi hermano baja del auto tan rápido que a penas y puedo procesarlo. La tensión dentro es incluso palpable. Las personas se mueven con velocidad de un lado a otro y gritan miles de órdenes de acá para allá. Camino hacía el camerino de Dash, pero a medio camino decido cambiar de rumbo, solo por cinco minutos.

La afluencia fuera del camerino de Jules es una locura, que temo estar cometiendo una equivocación, en especial cuando veo a algunos reporteros fisgoneando al otro lado del pasillo, sin embargo, la presencia de Violeta lo impide.

—Estaba por ir a buscarte, July quiere hablar contigo.

No lo pienso dos veces antes de hacerme paso dentro del tumulto de personas para llegar a ella. Me asusta la idea de que algo le esté pasando, aunque estoy convencido de que no se trata de nada de ello, espero.

—Aquí estás —Se levanta de su asiento, dejando a Isadora con la brocha al aire para tomarme de las manos—. ¿Toda saldrá bien? ¿Cierto? ¿Dasher no va a matarme si no es así?

—No va a ser así, y yo no dejaría que te hiciera nada.

—Yo tampoco, primero cae él —replica—. Solo dime que ya está aquí y que todo estará bien.

—Lo estará, mi super estrella. Ambos lo harán genial —asiente, pero aun veo algo de indecisión en su mirada, como si hubiera algo más que estuviera escondiendo—. ¿Qué pasa?

—Solo estoy asustada, las personas están ansiosas por ver nuestra presentación, ya sabes, porque tú y yo estamos saliendo, y eso me hace sentir que debo hacerlo a la perfección.

—Y así será. El escenario es tuyo, ¿recuerdas?

—Lo sé. Gracias —presiono el dorso de sus manos con mis pulgares, y aunque me gustaría alargar mucho más este momento, abrazarla hasta que esté convencida, la mirada de Brandon consigue evitar que lo haga. Se hace tarde—. Te amo, Carter.

Deposita un beso en mis labios y sin dejarme responder, se aleja para volver a que terminen de arreglarla, me regala una sonrisa a través del reflejo del espejo, antes de que decida marcharme.

El camerino de mi hermano está igual de solicitado, el ambiente es incluso igual de tenso, salvo que él prefiere mantenerse entretenido jugando mientras lo alistan.

Intento leer algo en el tiempo que falta para que ambos se presenten, sin embargo, con todo el ajetreo a nuestro alrededor a penas y puedo concentrarme. Dejo de lado aquello, para leer los comentarios de mi última reseña, al menos en aquello puedo entretenerme.

Me gusta reírme y la sensación de aceptación hacía los comentarios contando sus experiencias para con el libro, o expresando que van a agregarlo a sus bibliotecas, consigue que me sienta mejor conmigo mismo, me recuerda la razón por la que comencé con las reseñas y por la que continúo.

A mis amigos nunca les gustó mucho leer, y a veces tenía la noción de aburrirlos cuando hablaba de ellos, aunque sé que no lo hacía. Y que te escuchen es lindo, pero encontrar a alguien con quien compartir experiencias de cómo te sentiste a lo largo de una novela, es algo mucho más fascinante, especialmente cuando son desconocidos con los que puedes no tener nada en común, más que la pasión por la literatura.

Los libros son un regalo perfecto para las personas solitarias, no solo por sacarnos de la realidad con sus historias, también por su capacidad para ayudarnos a conectar con desconocidos.

—Salimos en diez, es hora de caminar al escenario —exclama Adolfo, desde el umbral de la puerta, haciendo señas para que mi hermano se apresure a levantarse del sofá al otro lado del camerino—. ¿Sucede algo?

—Nada, solo buscaba mi púa.

—No vas a tocar, no la necesitas —Y aunque mi hermano asiente en dirección a Adolfo, en sus gestos se nota la indecisión. A mi hermano no le aterran las presentaciones, siempre ha sido muy seguro de sí mismo, pero vaya que es supersticioso.

—Yo la busco por ti, adelántate —digo de manera refleja cuando me percato que su representante está impaciente y eso altera a Dash. Mi hermano rebusca en sus bolsillos disimuladamente mientras camina fuera del espacioso camerino.

Me lanza una mirada angustiada cuando llega a la puerta y yo asiento, rebuscando en el sofá y la mesa de madera a un lado. Por suerte la encuentro al lado de una de las patas laterales, debió de habérsele caído cuando se levantó.

Corro por el pasillo hasta llegar tras bambalinas, donde ya ambos están colocándose en posición, mientras el equipo del Staff les da indicaciones.

—No puede pasar, lo siento —Un guardia de seguridad me detiene a pocos metros de llegar a ellos, colocándose delante de mí.

—Solo debo darle esto a mi hermano —indico, mostrándole la púa. Me observa con los ojos entrecerrados, antes de girar para observar al resto de personas allí alistándose. Presiono mi mano libre con fuerza en la espera de su respuesta, mientras veo como la plataforma en la que ambos van a colocarse, comienza a moverse—. Por favor.

—Qué sea rápido.

Avanzo, tratando de no golpear a nadie en mi camino. A penas y llego a mi hermano, quien abre y cierra las manos con rapidez, mientras lleva su cabeza hacía atrás para respirar con más profundidad.

Jules da conmigo antes, en cuanto se sienta en el banquillo del piano. Le hago una señal y pese a los reclamos de los organizadores, se levanta para tomar el pequeño artefacto de madera.

—Quince segundos —expresa uno de los tipos con auriculares al lado del de las cámaras. Jules llama a mi hermano con un apodo bastante descortés, y en cuanto este responde, le lanza la púa, que Dash recibe en sus manos por encima de la cabeza y por un segundo creo ver algo brillar en su mirada, como agradecimiento o alivio, quizás una mezcla de ambos.

Camino por el contorno del escenario, detrás de las cámaras para ubicarme al lado del equipo de trabajo de ambos. Por alguna razón todos lucen más nerviosos que de costumbre. Están asustados por la poca química entre mi hermano y mi novia, porque esto sea un fracaso televisado, pero yo tengo fe en ellos.

Lanzo un suspiro en cuanto las primeras tonadas en piano de "Lovely", interpretadas por Jules, retumban en todo el estudio. Un sobrecarga de energía se anida en mi estómago y provoca un agujero en él, mientras observo como las cortinas blancas son iluminadas por luces de colores sobre el escenario y los cubren a ambos, solo dejando ver sus sombras a contraluz.

Cuando Jules inicia con la primera estrofa siento mi piel estremecerse. Su voz se esparce por el lugar de una manera que es difícil de describir, y aquel sentimiento solo se multiplica en cuanto la voz de mi hermano se mezcla con la suya, se entrelazan y forman una sola.

Retengo el oxígeno ante el impacto, y no creo ser el único. Nunca había escuchado tanto silencio durante una presentación como en este momento en que las cortinas que envuelven el escenario comienzan a correrse y ambos caminan por el lado contrario, cada uno baja de una tarima hacía una clase de escaleras en forma de caracol que tiene un mismo punto de llegada, mientras continúan interpretando esa preciosa canción.

Jules luce como un ángel, enfundada en ese vestido blanco de vuelos y mi hermano deja su marca con ese traje en color celeste, camina con soltura, como si no le hubieran quitado la escayola hace solo una semana.

No son solo sus voces los que se roban el acto, también la manera en que ambos se desenvuelven sobre el escenario y sienten la canción. La manera en que Jules cierra los ojos y deja caer la cabeza hacía atrás, mientras presiona el micrófono con una mano y la otra la eleva al hacer sus notas altas y transmitir el dolor de esa canción. O en que Dash se mueve sobre el escenario, y gira la cabeza de un lado a otro, sin marearse o desafinar.

Ambos se dejan llevar, llegando al final de la escalera, donde un vidrio los separa del otro, con un espejo en cada lado para que puedan ver su reflejo al interpretar la canción, aunque la verdad es que los dos cierran los ojos al fundirse en la melodía y completar al otro de una manera que solo podría describirse como magnífica.

El acto termina con ambos colocándose de espaldas al cristal, mientras se eleva en el aire, para que cuando se den la vuelta y suben sus manos, estas se toquen.

El público estalla en gritos y aplausos repletos de emoción, como no había presenciado en todo lo que lleva en emisión el concurso, incluso el jurado se ha colocado de pie para felicitarlos por su presentación.

Y yo no hago más que sentir la emoción explotar en mi pecho, al verlos sonreírse el uno al otro y presionarse las manos. Sonrío como si hubiera sido yo quien hubiera estado junto a ellos en el escenario y las ganas por abrazarlos a ambos no hacen más que agrandarse cuando la mirada de los dos da conmigo. Los pechos de ambos se mueven con celeridad, y por primera vez desde que se conocen, no lucen molestos con el otro.

Dejo escapar el oxígeno que había guardado cuando las calificaciones comienzan a ser dichas y el orgullo me revienta el pecho, cuando el promedio se refleja en las pantallas. Ambos se sonríen y eso ya es mucho viniendo de los dos.

Ni bien el director grita corte, veo a Jules soltar a mi hermano para bajar la escalerilla lateral del escenario y saltar a mis brazos, en uno de sus mimos explosivos que me hacen trastrabillar y desequilibrarme de mi sitio. Presiono mis manos a ambos lados de su cintura con fuerza.

—¡Dios! Creí que sería horrible —expresa con la voz fatigada contra mi oreja. Su aliento, al igual que su piel, se siente tibia—. Fue genial, pero no quiero volver a hacerlo.

—Lo mismo digo —expresa mi hermano, con una botella de agua entre las manos a punto de llevarse a los labios—. Claro que el 9.8 de calificación es por mí.

—El jurado sabe que fuiste un gran corista —bromea Jules, soltándome solo lo suficiente para poder encararlo de frente. Cómo es costumbre, mi hermano deja escapar una risa burlona.

—Te vio potencial a ti de eso. Cuando de conciertos voy a tomarlo en cuenta, aunque como eres tan cotilla quizás y me lo replantee.

—Nunca creí decir esto, pero estoy tan feliz que hoy tus juegos me importan un carajo —Jules vuelve a presionar sus brazos contra mi cuello mientras da brinquitos de emoción y yo río contra su cabello.

—Fue estupendo. Lo hicieron genial. Ambos se lucieron.

—Estaba yo, era de esperarse —responden al unísono y aunque a mí me causa gracia, a ellos no, porque de inmediato fruncen el cejo y fingen que no se parecen en absoluto.

(...)

La fiesta de celebración por el triunfo de ambos se alarga hasta casi el amanecer, creo poder ver la luz del sol en el horizonte, a través del polarizado de la limosina, mientras Jules farfulla palabras intangibles acurrucada contra mi pecho.

El olor a almizcle se mezcla con la lavanda de su cabello y la fragancia intensa de su loción. Mi hermano y ella decidieron que tener una competencia acerca de quién podía tomar más era buena idea. De no ser porque Maika me llamó en ese momento, quizás pude haber impedido esta gran catástrofe, para cuando llegué, era demasiado tarde, ninguno de los dos quiso dar su brazo a torcer.

Observo al otro lado de la limosina y veo a mi hermano, con el saco medio puesto, desparramado a penas sobre el asiento. La imagen de ambos me causa tanta gracia como desesperación.

—Encárgate de tu hermano y nosotros de Jules —acota Brandon sin siquiera levantar su vista del celular, en un tono bastante irritante—. Actúa como si no tuviésemos una agenda llena para toda la semana.

Pese a que a susurrado lo último, no parece querer ser discreto con su enfado. Y no lo entiendo en absoluto, si bien Jules no es fácil de controlar, él siempre se las ingenia para que ella siga sus órdenes, pero esta noche ni siquiera intervino, casi puedo jurar que no estuvo en el club hasta que se hizo demasiado tarde.

—Si no querías que llegara a esto, pudiste haberla detenido —mascullo con la irritación palpitando las venas de mi cuello—. Y Jules tiene derecho a divertirse al menos un día a la semana, no es una muñeca con pilas interminables con la que puedas jugar a todas horas.

Bloquea el celular y lo deja descansar sobre su muslo izquierdo, cruzado sobre el derecho, antes de girarse a mí.

—Jules sabe muy bien que todo este esfuerzo tiene una recompensa y si quien no sabe entenderlo eres tú, es mejor que la dejes ser. No querrás ser la cadena que le impida volar hasta un cielo más alto.

Para cuando el auto frena, el silencio aún se siente tenso. No he refutado su comentario y no porque no tenga nada que decir, sino porque no le encuentro sentido a pelear con él, con una pared fría y bien vestida.

—Yo llevo a Jules —expreso y antes de que él se adelante, le llamo a uno de los hombres de seguridad en los autos estacionados detrás nuestro para que me ayude con mi hermano. En el concurso se encargan demasiado de la seguridad de los participantes. En el mundo hay mucho desquiciado suelto como para dejarlos a su suerte.

—Eres guapo... demasiado —dice Jules con trompicones en su voz. Le sonrío sin dejar de ver el camino, no quiero que terminemos cayendo a mitad del pasillo—. Pero no le digas a mi novio que te he dicho eso.

—Será nuestro secreto —susurro, antes de darle un beso en la sien con la sonrisa tatuada en mis labios.

—Te lo agradezco, tampoco hay que dejar que sepa que me has traído hasta mi casa, es demasiado celoso —Por un segundo creo que sigue bromeando, que quizás hay un poco de lucidez entre su borrachera, pero su tono consigue alarmarme—. Él es guapo, pero a veces me asusta.

—¿Por qué te asusta?

Temo que hable de mí, pero en cuanto traga saliva y se queda observando un punto fijo en la pared, comienzo a dudarlo.

—No puedo decirte —Niega y sus ojos comienzan a cristalizarse—. No le digas nada, por favor.

—Si te asusta quizás deberías alejarte de él —Le sigo la corriente, aunque no estoy muy seguro de si lo hago para entenderla o solo por mera curiosidad—. ¿Por qué no lo haces?

—Porque... —Traga saliva—. Porque Román no sabe recibir un no por respuesta.

Mis pies dejan de avanzar a mitad del pasillo que da a su departamento. Ella cierra los ojos y por un segundo creo haber imaginado todo lo que ha dicho.

—Si está ahí dentro, no dejes que me haga nada, por favor —Se hace un ovillo contra mi pecho y por un segundo creo que la chica que llevo en mis brazos no es mi novia, sino la de alguien más—. Yo siempre le digo que no, pero él no se detiene.

—Jules —La llamo con la voz rota, pero ya no hay una respuesta de su parte. Se acomoda contra mi pecho y su respiración se ralentiza hasta que creo que se ha quedado dormida.

Cierro los ojos, antes de depositar otro beso en su sien y tomarla con más fuerza entre mis brazos, hasta que llegamos a su cama y trato de acostarla sobre ella sin despertarla, pero su agarre contra mi camisa es fuerte, o mi cuerpo débil después de su declaración, porque caigo a su lado, solo amortiguando mi peso con mi antebrazo para no aplastarla.

—Debo irme —susurro, mientras intento apartarme, pero sus manos solo se enredan con mayor esmero en mi cuello—. Es tarde y debes dormir, ambos debemos hacerlo.

—Quédate conmigo.

—No creo que eso le guste a tu novio —Sin abrir los ojos, sonríe.

—Tú eres mi novio, tonto.

Entonces comprendo que una vez más es la Jules que conozco, que su lucidez se hace paso entre su alter ego, pero, aun así, deposito un beso en su sien y trato de soltar sus manos de mi cuello. Necesita descansar y yo procesar lo que sucedió hace solo cinco minutos.

Es evidente que hay mucho que no conozco de Jules, pero esto es algo que no sé cómo digerir. Siempre he sido alguien que les huye a las peleas, mucho más a los golpes, pero en este momento, solo puedo sentir que me hierve la sangre, quiero buscar a ese tipo y enviarlo directo al infierno.

Personas como él no deberían caminar como si nada sobre la tierra, no deberían quedar impunes o actuar como si nada hubiera sucedido cuando las víctimas aun sufren las consecuencias de sus actos.

—Jules —insisto, pero como es costumbre, aun en su estado, consigue su objetivo al no separarse de mí—. ¿Qué voy a hacer contigo?

—Quererme, y mucho —sentencia, antes de acurrucarse una vez más contra mi pecho.

Poco a poco su respiración se tranquiliza, hasta el punto en que sus pestañas caen con libertad contra sus pómulos, dejando de vibrar cada que hace el intento por parpadear. Todo su rostro grita serenidad, incluso su boca entreabierta en un gesto que expresa ternura en todo su esplendor.

Los ojos me pesan preso del cansancio, pero, aun así, prefiero verla dormir hasta que el sol se cuela entre las cortinas, tan fuerte, como anunciando que ya no es hora de seguir acurrucados, sino de salir a presenciar su esplendor.

Me burlo de él en silencio, porque tengo un astro mucho más brillante entre los brazos.

—Me estás aplastando —Pego un brinco en cuanto su voz consigue despabilarme. No me percaté del momento en que me quedé dormido, hasta que ahora ella me empuja con suavidad lejos de su cuerpo—. ¿Te quedaste acá?

Asiento, refregándome los dedos contra los ojos en un intento por despertarme del todo.

—Tú me lo pediste.

—No lo recuerdo —recapacita, quitándose las cobijas de encima para sentarse sobre la cama. La borrachera le cobra factura al final del movimiento, se lleva ambas manos al cabello y yo me apresuro a tomar agua del jarrón que hay sobre su mesilla para tendérselo—. ¿Te pedí algo más?

Toma el vaso de agua, y veo sus dedos temblar al hacerlo. De inmediato sus palabras vuelven a mi cabeza, la debilidad con que lo confesó y el temor teñido en su voz. Trago saliva y lucho conmigo mismo en sí debería decirle algo o callármelo.

—¿Pasó algo entre ambos?

—Solo dormimos —digo de inmediato y ella asiente mientras se toma el vaso de agua como si en su vida hubiera pasado una sola gota por su boca—. Jules... —intento tocar su hombro, pero huye de mi toque al inclinarse hacia adelante, me vuelvo a mi lugar, pero la incertidumbre me pica en la punta de los dedos—. Pero, dijiste algo ayer.

Niega, como si supiera lo que quiere decir, antes de que mis labios lo expresen.

—Estaba borracha, seguramente fue una tontería como la del cumpleaños de tu hermano.

Asiento, y quiero dejar las cosas así, pero no puedo.

No me incumbe, lo sé muy bien. Él es parte de su pasado y yo no tengo ningún derecho para escarbar en él, aun así, quiero saber la verdad.

—Debo darme una ducha. Te llamo luego.

Sin siquiera dejarme contestar, se esconde en el baño, y yo me quedo solo en la cama con mil y un preguntas rondándome en la cabeza.

Para cuando me dispongo a salir del departamento, la presencia de Violeta irrumpe en mi paso. La forma en que me observa es distinta a la que estoy acostumbrado a presenciar. Está pensativa.

—No puedo creer que me perdiera el final de la fiesta —expresa con pesadez, y yo dejo salir el aire por mi nariz con lentitud. Es obvio que las palabras de Jules están afectando mi realidad—. ¿Quién ganó la competencia? Jules no tiene un buen estómago para beber. Espero que no haya vuelto a vomitar durante la noche. Casi no llegamos al baño.

Sonrío, me perdí todo eso por hablar con Maika y Jacob, el productor interesado en mi canción.

—No volvió a hacerlo, pero si se cayó rendida. Fue la única forma de subirla a la limosina.

—Amira es de lo más terca, pero cuando toma se convierte en alguien diferente —recalca con gracia—. ¿Te quedas a desayunar?

Niego.

—Debo verificar que Dash esté bien. Nos vemos para el almuerzo, ¿te parece?

—Me parece. Mi vuelo sale por la noche.

—Creí que te irías el viernes.

—Si, pero Ginger me ha invitado a Boston —Sus mejillas adquieren un tono carmesí cuando lo pronuncia y yo trato de fingir que no sabía nada. Mi mejor amiga, por extraño que sea, mostró emoción al decírmelo—. Es probable que vuelva en unos meses si lo del intercambio funciona.

—Jules va a estar encantada con esa noticia. Está feliz de tenerte aquí.

—Y yo también, pero aun nada es seguro —Lanza un suspiro, mientras se acomoda la coleta de cabello—. ¿Pasa algo?

—No lo sé —Paso el peso de mi cuerpo de una pierna a otra—. Dile a Jules que paso por ambas a las dos.

Violeta asiente y por un segundo creo ver su disposición en decir algo más, pero tan solo termina por hacerse a un lado para dejarme salir. 

************

Hola! ¿Cómo ha ido su fin de semana?

Para este punto, ¿Qué piensan de lo que hizo Jules con la prensa? 

¿Le preguntará Carter acerca de lo que pasó con Román?

¿Violeta y Ginger? 

¿Escogerán la canción de Carter para la película?

Pregunta random: ¿Qué prefieren? ¿Cambiar algo del pasado o saber como será su vida en el futuro?

Gracias por la espera y por leer. Los quiero muchísimo, no tienen idea de cuanto.

Mz

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