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Carter

Corro tan rápido como puedo, pero siento que mis piernas no colaboran lo suficiente. Me disculpo con la persona a quien golpeo, en mi intento por salir más rápido, pero no estoy seguro de que mi voz se halla escuchado.

No estoy muy consciente de lo que está sucediendo, pero sigo corriendo hasta que doy con la salida.

—¡Carter! ¡Dios! ¡Espera! —La voz de Jules rompe con mi desconcierto—. ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Quién está en el hospital?!

Me toma de las manos, y solo así el temblor en ellas disminuye, pero no se evapora, así como tampoco mi preocupación. Ni la opresión en mi pecho. Estoy a nada de derrumbarme.

—Carter, dime que sucede.

—Es Dash, Jules, ha tenido un accidente —Ginger responde por mí y eso es suficiente para que los temblores se intensifiquen. Necesito llegar con él.

Ambas intercambian palabras. Jules me quita las llaves del auto y me ayuda a subirme al lado del copiloto. Yo preferiría manejar, pero sé que en este estado no puedo hacerlo.

—Estará bien, ¿Sí? —Sé que trata de tranquilizarme, pero no sirve de mucho—. Sé que no soy Dios para asegurarlo, pero lo estará, Carter y te apuesto que cuando lo veas lanzará uno de sus chistes para nada divertidos, ya lo verás.

—Cuando tenía diez, mi tío Randy nos llevó a pescar —Necesito distraerme para no pensar en lo peor y esta es la peor forma de hacerlo, pero no quiero hundirme solo—. Era un tipo divertido, solía bromear con cualquier cosa que alguien dijera y quizás por eso le caía bien a todo el mundo —Me detengo en cuanto la bocina de un auto provoca que Jules se cambie de carril. Cierro los ojos, mientras intento concentrarme—. Le gustaba cantar cuando manejaba y nos incentivaba a seguirle la corriente, observándonos a través del retrovisor. Siempre fue un buen conductor, al menos eso decía él, pero ese día... —Trago saliva, sopesando el recuerdo de aquella tarde con un sabor amargo en la boca. Me llevo las manos al rostro, mientras trato de calmarme, pero no puedo hacerlo—. Cuando el camión se atravesó. Todo sucedió demasiado rápido. Perdió el control y el auto rodó hasta el otro carril. Caímos algunos metros y lo último que recuerdo es a mí sacando a Dash de ahí, antes de que comenzara a arder.

Cuando abro los ojos, el auto ya no está en marcha. Nos encontramos en el estacionamiento del hospital, pero no soy capaz de moverme. El miedo se apodera de mí como nunca. Temo llegar a la recepción y escuchar las peores noticias de mi hermano. No sé si voy a ser capaz de soportarlo. No quiero siquiera imaginarlo.

—Dash estará bien, Carter, ya lo verás. Entiendo tu miedo, y lamento no poder hacer más, que darte mi mano para que la tomes al entrar allí —Con delicadeza, la mano suave de Jules envuelve la mía, y su tibieza merma un tanto de la preocupación—. Te juro que, si pudiera controlar, aunque fuera algo de esto lo haría, o si pudiera tomar un poco de tu desesperación y cambiarlo por tranquilidad. Haría cualquier cosa con tal de recuperarle el brillo a tu mirada.

Sus dedos trazan líneas sobre mi mejilla, en tanto su otra mano le brinda un masaje al dorso de mi mano. Elevo la vista para encontrar calidez en la suya, mientras trata de transmitirme serenidad. No lo dudo tanto antes de hundir mi cabeza en su cuello y permitirme lanzar un sollozo.

La presiono entre mis brazos, como si quien necesitara de aquel apoyo fuera ella y no yo, mientras ella acaricia mi espalda y reparte masajes entre mi cabello. No me importa mostrarme frágil ante ella, porque a su lado me siento seguro.

Jules me permite desahogarme, susurrando pequeños "todo estará bien", junto a mimos y caricias. Deposita varios besos sobre mi cabeza, en mi frente y en mis sien, durante varios minutos.

Y entonces mi corazón se siente más tranquilo, mientras se enfoca en ella y recuerda la confesión en el estadio.

Las palabras brotaron con tal sinceridad y franqueza, como si lo hubiera sabido desde hace mucho y tuviese que hacérselo saber.

Para ese momento creí que al fin había llegado el momento de hablar con toda la verdad, que era hora de desnudar mi alma y mis secretos, pero sólo unos minutos más tarde, una llamada de la policía lo cambió todo.

Yo soy el contacto de emergencia de Dasher, encima de mis padres, siempre ha confiado en mi más que nadie.

Claro que, el que fuera él el herido, provocó que la noticia se moviera demasiado rápido. Eso explicaba porque Ginger ya lo sabía al salir del estadio.

—Estoy listo —susurro, después de sorberme la nariz. Jules sostiene mi cabeza entre sus manos para evaluar mi estado.

—Ojalá pudiera hacer más que ofrecerte mi mano y mis brazos, Carter —Sopesa—. Nunca tengo palabras en estos casos.

—¿Tu sin nada que decir? Eso si es una tragedia —Juego, para tratar de alivianar un poco más el ambiente. Quizás sólo quiero evadir el presentimiento dentro de mi pecho—. Tú eres más que suficiente para mí, Jules. Gracias.

El camino desde el estacionamiento hasta el hospital se siente eterno, mis piernas a penas y reaccionan y cada pisada me cuesta más que la anterior. Aunque me convencí de estar listo mientras me encontraba en los brazos de Jules, al atravesar las puertas corredizas y observar a las enfermeras moverse, las manos vuelven a temblarme y la agonía se asienta dentro de mí como un golpe en el costado.

—¡Carter! —El llamado de mamá me descoloca por completo. Luce preocupada, con los ojos hinchados y las mejillas coloradas, como cada vez que llora. Solo verla hace que quiera dar vuelta atrás, sin embargo, la mano de Jules sobre la mía me ayuda a quedarme en mi sitio y afrontar la situación—. Gracias por traerlo, Julieta.

—¿Cómo está Dash? —Es ella quien lo pregunta al percatarse que no soy capaz de formular una sola sílaba. Me pesa la lengua y siento eterno los segundos que mi madre tarda en responder.

—Por el momento sigue en observación —Se sorbe la nariz al responder—. Aun no despierta, y eso es lo que más preocupa a los médicos. Entró consciente, con una fractura en la pierna y varios rasguños, pero se desvaneció de pronto, cosa de una contusión.

Mamá es neurocirujana, sabe mejor que nadie que los golpes en la cabeza son emergencias de primera línea, no importando si el paciente está en todas sus facultades. Que mi hermano haya perdido el conocimiento, no es un buen indicio.

Pero no quiero causarle más problemas con mi preocupación. Ella necesita apoyo, aunque quiera mostrarse serena.

Tomo su mano con mi mano libre, y no tarda nada en abrazarme. Jules suelta mi mano, mientras yo me quedo al lado de mi madre, tratando de decirle con gestos que todo estará bien, porque no quiero seguir atrayendo malos pensamientos.

Pero fallo en mi intento, al ser yo quien termina por desmoronarse luego de algunos segundos.

—Estará bien. Es demasiado testarudo para permitir que algo se interponga en sus planes. El concurso es en menos de un mes, no va a dejar que le quiten su trofeo —susurra mamá como broma y a pesar del acongojo, tengo que darle la razón.

—¿Cómo sucedió? —investigo luego de algunos minutos.

—Un tipo ebrio salió de la nada y chocó su auto contra el de Dash —expresa papá con furia, al llegar a nuestro encuentro con dos cafés en las manos—. Lo siento, Julieta, no sabía que estabas aquí. ¿Deseas algo?

—Estoy bien, gracias, doctor Prescott —Papá me entrega el café, pero no tengo apetito—. ¿Van a presentar cargos?

—Por supuesto que sí. Dejar libre a ese tipo de personas es un peligro. Podría haber provocado algo peor, pero primero veremos si sobrevive la noche.

—¿Tan mal está?

Es lo primero que digo desde que llegué. Mi voz sale rasposa, pero angustiosa al mismo tiempo. Sé que ese hombre casi mata a mi hermano, pero aun así no puedo desearle lo peor, más que pague justamente sus actos.

—No llevaba el cinturón de seguridad. Al recibir el impacto, salió disparado fuera del auto. Tiene múltiples fracturas, en este momento se encuentra en cirugía, pero mis colegas dicen que no tiene muchas esperanzas.

Jules deja escapar un quejido, y yo un suspiro mientras me hundo en mi asiento. Aunque me alegra que mi hermano no esté tan grave, no puedo no sentirme preocupado por ese desconocido.

—Lo siento. Debo responder —Jules se disculpa antes de salir del hospital. La veo a través del cristal, luce enfadada mientras habla, y al colgar deja escapar un pequeño gritito repleto de frustración. Intenta disimularlo en cuanto vuelve a entrar, pero la rabia palpita en sus manos.

—No es necesario que te quedes, Jules. Debes ir al aeropuerto —recuerdo con esa chispa de orgullo pintada en mi pecho—. Tienes que conquistar Los Ángeles, como conquistaste Boston.

Observa al frente mientras se sienta a mi lado, cohibida por la presencia de mis padres a solo unos pasos, pero ellos están más enfrascados en su propia conversación que en prestarnos atención a nosotros.

—Aún tengo tiempo. No voy a irme hasta que sepa que Dash está bien.

Sujeta mi mano derecha entre las suyas, y me sonríe elevando su mirada entre sus espesas pestañas. Le devuelvo el gesto apretando su mano.

—¿Aunque no te agrade?

—Jesús dijo que había que querer al prójimo, aunque sea un odioso, sin ofender —juega—. No voy a dejarte solo en esto. Es tu hermano.

—Gracias, Jules. Por todo —Acaricio su mejilla con el dorso de mi índice, trazando una línea de arriba abajo, sin poder quitar mis ojos de los suyos. Que esté aquí significa demasiado para mí—. Tienes un corazón precioso.

—Soy preciosa por dentro y por fuera.

Sonrío sin poder evitarlo.

—No voy a negar verdades.

—Tú nunca lo harías —Toma mi mano para depositar un beso en ella y siento que el corazón se me sale del pecho ante su gesto.

—Jules...

—Parece que hay noticias —Me giro para cerciorarme de ello y en efecto, una doctora habla con mis padres—. Ve.

Me levanto para escuchar con más claridad que ha pasado y siento como si hubiera soltado el peso sobre mis hombros al suelo, en cuanto veo a mis padres abrazarse.

—Ya está estable, pero aun debemos vigilarlo. Pueden pasar a verlo, luce algo ansioso.

Mamá se gira a observarme con una media sonrisa, como para recordarme sus palabras. De verdad ha tenido razón, Dasher no permite que nadie arruine sus planes, ni siquiera él mismo.

Papá me pregunta si quiero ir a verlo, pero permito que pasen ambos primero, mientras yo me vuelvo hacía Jules, quien nuevamente tiene el celular entre sus manos. Parece que está respondiendo un mensaje, por la forma rápida en que mueve los dedos sobre la pantalla y no luce nada contenta. La arruga en medio de su frente, sus cejas fruncidas y el puchero en sus labios lo gritan a la perfección.

—¿Qué pasa? ¿Está bien? —investiga en cuanto levanta la vista del aparato para dar conmigo, por la media sonrisa en mis labios, intuye mi respuesta y deja escapar el aire por la boca, como si ella también lo hubiera estado reteniendo—. ¿Lo ves? Ahora solo queda comprobar si sigue conservando su pésimo sentido del humor o Dios obró un verdadero milagro.

—No debería reírme de esto —declaro con pesar, al contagiarme de su diversión—. Pero no creo que eso haya pasado.

—Lo sé. Hasta Dios tiene sus límites.

Dudo un segundo en acercarme, porque aun cuando ahora mi atención se centra en la conversación que dejamos pendiente, una parte aún tiene presente a mi hermano. Necesito verlo para quitarme este peso de encima por completo.

Y a pesar de eso, cuando Jules se carcajea de sus propias palabras y me observa durante un breve segundo, me doy cuenta de que no puedo permitir que se vaya sin dejar nada claro.

Mi lista de prioridades es un caos.

—Maldición —expresa en cuanto su celular comienza a vibrar dentro de su mano—. Lo siento, espera —Lanza un suspiro antes de contestar—. ¿Si? Lo sé, solo dame cinco minutos. Si, sí. Cinco minutos y prometo no refunfuñar durante toda la semana. Lo digo en serio, ni siquiera voy a hablar tanto —Me río y presiento que la persona al otro lado también lo ha hecho, por la manera en que arruga la nariz y entrecierra los ojos en mi dirección—. Bien. Te veo en cinco minutos en el estacionamiento.

Por impulso veo la hora en mi celular. Jules mencionó que su vuelo salía a las ocho. Son casi las siete de la tarde. Está retrasada.

—Gracias por quedarte, Jules. Lamento haberte causado problemas. Llámame en cuanto llegues y...

—Tú y yo tenemos una conversación pendiente —puntualiza, dando pasos largos hasta eliminar por completo nuestra distancia y señalarme con su índice al colocarlo sobre mi pecho—. Y puede esperar hasta que tu llegues a Los Ángeles, pero hay algo que no.

Ni siquiera me deja terminar de procesar sus palabras, o la mirada que me lanza, cuando elimina hasta el último centímetro entre ambos, con su palma sobre mi pecho y su mano alrededor de mi cuello. Sus dedos rozan las hebras de mi cabello y envían un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.

Mi corazón que marchaba como loco, se paraliza. El oxígeno que se intercambiaba rápidamente dentro de mis pulmones detiene su trabajo. La sangre deja de fluir con naturalidad, quizás se ha congelado al igual que el tiempo y el resto de mi cuerpo.

En este momento, cuando sus labios impactan contra los míos, mi cerebro olvida donde me encuentro parado, quien soy o que hago en este mundo.

No soy capaz de responder. Por un segundo creo que es una alucinación, pero entonces los dedos de Jules se deslizan por mi piel y caigo en cuenta que está besándome.

Se separa con suavidad, rozando mi nariz y dejando salir una pequeña risa como si nada hubiera ocurrido. Como si no se diera cuenta del poder que tiene sobre mí.

—Nos vemos en unos días, Carter Prescott.

Me suelta dando pasos hacia atrás, mientras agita las pestañas y sonríe como una niña que acaba de cometer una travesura y está orgullosa de ello, antes de darse la vuelta para salir del hospital.

Paso mis dedos sobre mis labios, mientras parpadeo y me percato que no puede irse, así como así.

Obligo a mis piernas a moverse y siento que lo hago sobre arena movediza.

—Jules —Detiene su andar a mitad del estacionamiento.

—Es cierto, tus llaves.

Aprovecho su distracción, al verla rebuscar en su bolsillo, para tomarla del brazo con una mano y atraerla hacía mí, hasta que su pecho rebota contra el mío y consigo sostenerla de la cintura.

Deja escapar un pequeño gritito en sorpresa.

—También tengo algo pendiente —musito con la voz ronca contra sus labios, mientras deslizo mi mano desde su brazo hasta la raíz de su cuello.

Mi falta de experiencia, sumado a mis nervios no son de ayuda, pero la sensación de los labios de Julieta contra los míos elimina cualquier prejuicio y temor, para darle paso a un sentimiento mucho más fuerte.

Cada uno de mis sentidos se afianza, al igual que mis manos para sostenerla, enterrando mis dedos en la curva de su cintura y el inicio de su cuero cabelludo, mientras ella pasa ambas manos alrededor de mi cuello, como si buscara mucha más cercanía, como si no estuviéramos lo suficientemente pegados el uno al otro; como si mi corazón no rebotara al mismo ritmo que el de ella y el impacto lo recibiéramos a través de nuestra piel. Como si mi respiración no se impregnara en sus poros y las esporas de su cuerpo, no envolvieran las células que tapizan mi mejilla.

Puedo sentir el calor de su cuerpo a través de la tela y siento el deseo de prolongar este momento por la eternidad. Sueño con no soltar a Jules nunca y que ella jamás deje de acariciarme como lo hace ahora.

Pero en la vida real, como en un cliché de los libros, los buenos momentos no son eternos.

La vibración contra mi abdomen irrumpe en nuestro beso y nos trae de vuelta a la realidad. Temo que al soltarla se disipe toda clase de ilusión, pero en cuanto sus ojos y los míos se encuentran, me percato de lo fidedigno que es todo.

No tenemos todo el tiempo del mundo, al menos no ahora, pero ambos nos permitimos acariciarnos el rostro con devoción, sin decirnos una sola palabra. Permitimos que el resto de nuestros sentidos lo haga, tanto como podamos prolongarlo.

—Te veo en unos días. No beses a nadie que no sea yo —Da un paso atrás para liberarse de mi agarre, señalándome con su índice y su dedo medio, formando con ambos dedos una V que va de ella hacía mí—. Esos encantos tuyos están más alocados que de costumbre.

Admiro su capacidad para actuar con naturalidad. Yo aun me estoy haciendo a la idea de lo que acaba de suceder.

Intento sonreír. Aflojo mi agarre en cuanto siento su bolsillo volver a vibrar.

—Prométeme que no usarás el baño de ningún extraño en Los Ángeles. Esa técnica es capaz de flechar corazones.

Me da un pequeño empujón, que termina por alejarnos, mientras sonríe y no puedo sentirme menos enamorado de ella.

—Tú no dejes entrar a ninguna niñera a tu casa y mucho menos se te ocurra llevarle donas. Eres pésimo para no enamorarte de tus amigas.

—No, Jules. Eso solo te pertenece a ti, igual que yo.

—¡Basta! Tengo que irme y no lo estás haciendo fácil —A pesar de la poca luz, consigo ver como el rubor comienza a extenderse por sus mejillas—. Deja tus encantos para cuando tengamos más tiempo.

—Es bueno saber que al fin aceptas mi super poder.

Me sorprende cuando detiene su andar para caminar decidida de regreso hacía mí.

—Y más te vale que solo lo uses conmigo de ahora en adelante, Carter Prescott —Se coloca de puntillas mientras sostiene el cuello de mi camisa, hasta que su nariz y la mía se tocan y nuestros ojos quedan casi en la misma dirección—. ¿Entendido?

—A la perfección, super estrella.

No es normal que me guste tanto cuando luce así de amenazante.

Sonríe con satisfacción, antes de robarme un último beso que solo me deja ansiando más, para soltarme de un solo tiro y caminar con rapidez hasta el auto que la espera a un costado del estacionamiento.

No sé cuánto tiempo me quedo fuera, observando el camino que ha tomado, en tanto recapacito lo que acaba de suceder y caigo en cuenta de cómo mi vida ha cambiado en solo cinco minutos.

Salgo del trance en cuanto siento una mano posarse en mi hombro. Doy un brinco, mientras giro para encontrarme a mi padre con una pequeña sonrisa en los labios.

Lo último que me falta es que nos haya visto a mí y a Jules. No quiero decirle nada, espero porque sea él quien me avergüence.

—Tú hermano pregunta por ti.

—Claro. Ahora voy. ¿Cómo está?

—Enfadado porque no van a poder irse el viernes.

No puedo evitar borrar mi sonrisa y sentir un pequeño nudo en la garganta.

—¿Qué? ¿Por qué? —Mi padre luce sorprendido y lo comprendo. De ambos, yo siempre soy el comprensivo. Salvo que esta vez sí me interesaba llegar cuanto antes a Los Ángeles.

—Se fracturó una pierna y una costilla. A penas puede moverse, hijo —puntualiza con una pequeña sonrisa en los labios que me deja sorprendido—. Tu madre dijo que seguramente tú convencerías a Dash, pero por primera vez se ha equivocado.

No me gusta decepcionarlos y he de suponer que mi rostro me ha delatado, porque papá presiona mi hombro antes de lanzar una risilla.

—Tranquilo. No es tu trabajo, por desgracia si el nuestro —Frunce la nariz y dejo escapar el oxígeno guardado en mis pulmones al reírme de su mal chiste.

Ambos volvemos dentro. Él se queda junto a mi madre en la recepción charlando con algunos médicos y yo sigo a una enfermera hasta la habitación donde se encuentra mi hermano.

—¿Los convencerás de que nos vayamos el viernes? —Es lo primero que expresa al verme.

—Así que si estás bien —Mis palabras no son de su agrado—. No puedes ni bajar la pierna, Dasher.

—Pero tú también quieres irte. Jules estará allá.

—Ese no es el punto —aclaro, intentando mostrarme serio, pero la sonrisa en mis labios al rememorar los besos que nos hemos dado me delata—. ¿Cómo te sientes?

—Estaría mejor si pudiéramos irnos cuanto antes —Lanza un bufido. De verdad está molesto—. Ese idiota infeliz. Te juro que en cuanto se recupere, voy a colocar todas las demandas que pueda en contra suya.

Por primera vez no tomo sus amenazas como una exageración.

—Por suerte pude maniobrar para esquivarlo. Estaría igual que Randy de no ser así —Dash y yo tenemos formas distintas de sacar a relucir nuestros traumas. El solo escuchar el nombre de mi tío me provoca palpitaciones y que las manos me tiemblen, él en cambio parece enfadado mientras intenta bromear—. Salió de la nada, en contra vía, a mil por hora. Pero cuando se recupere, te juro que va a pagar ser un malnacido ebrio inconsciente. Al menos no llevaba a nadie consigo y no había peatones cerca, pero arruinó mi auto y mis planes y eso es grave.

Abre y cierra sus manos, mientras se remueve contra la camilla enfadado. La enfermera que entra a revisar su estado luce intimidada al acercarse.

—Me asustaba que tus implantes se hubieran afectado —comento en cuanto ella vuelve a dejarnos solos. Mi hermano deja escapar un suspiro.

—Si eso hubiera ocurrido, yo mismo lo hubiera matado —Se deja caer contra la almohada y se levanta con pesar de inmediato, despotricando en voz baja—. ¿Me ayudas? —Tomo el control para cambiar la posición de la camilla, hasta que él está satisfecho—. ¿Y bien? ¿Por qué tu luces tan relajado? Mamá mencionó que Jules te trajo. No hicieron nada indebido en mi lecho de muerte, ¿o sí?

Niego, y mis labios me traicionan al elevarse sin que pueda si quiera procesarlo antes, mientras siento el calor atravesarme todo el cuerpo.

—Solo nos besamos.

—¿Con lengua al menos?

—Eres un cerdo, Dasher.

Deja escapar una carcajada y yo siento mi celular vibrar dentro de mi bolsillo. Aprovecho que entra otra enfermera para revisar de que se trata.

Jules: Olvidé entregarte tus llaves.

Adjunta la foto de la evidencia, seguida por una foto suya dentro del aeropuerto.

Yo: No importa, tengo una copia en casa. Guárdalas bien por mí.

Jules: ¿Cuál de estas es la de tu corazón?

Me es inevitable no sonreír. Debo parecer un lunático en la esquina de la habitación.

Yo: ¿Ya la perdiste?

Te la entregué el día que entraste a mi casa sin permiso.

Jules: Perdí la vergüenza ese día, no me pidas mucho.

¡Espera! ¡Ya la encontré!

Lanzo una carcajada que provoca que la enfermera que va pasando, voltee a verme con curiosidad, deteniéndose un segundo a estudiarme, antes de continuar su camino, en lo que yo observo la foto que Jules ha enviado.

Es una selfie suya, con una flecha que señala su sonrisa.

Ha dado en el clavo.


🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤

Holaaa!!!! Ya huele a navidad!

Del uno al diez, ¿Cuánto se han emocionado con este capítulo?

¿Se asustaron? ¿Creen que este accidente sea importante? ¿O el sujeto? 

El beso Ahhhhh! Les juro que mientras escribía este capítulo lloré de la emoción, espero les haya gustado el resultado. 

Pregunta random: ¿Qué acostumbran a hacer para navidad? ¿Lo celebran?

Gracias infinitas por leer y amar tanto la historia, yo sé que es un romance leeeeento, pero espero que al igual  que yo estén disfrutando de cada una de las facetas de estos dos, al igual que del resto de la historia. No saben cuanto aprecio que sigan aquí, voten y comenten. Si pudieran recomendarla, se los agradecería infinitamente. Los amoooo

Nos  leemos pronto.

MZ


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