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Carter

—No es tan difícil, solo dile lo que sientes y luego cuéntale tu situación.

Prefiero que la sepa antes de que se entere de lo que despierta en mí.

Julieta no va a escapar de ti, Carter. Deja de creer que eres portador de la peste, o algo así.

No he parado de repetir las palabras de Ginger en mi cabeza durante todo el tiempo que llevo esperando a Jules. Me envió un mensaje a las siete y media, y aunque me pidió que me fuera a casa, he decidido quedarme. No quiero retrasar más esta conversación, temo que, si lo hago, el valor del que me he armado se vaya al diablo.

He tratado de leer para amortiguar los nervios. Nunca he hecho algo como esto, ni siquiera estaba seguro de si debía estar con las manos vacías, así que cuando venía de la universidad le compré unas donas, cosa que me pareció de lo más sosa cuando llegué a aquí. Mi experiencia se basa en los libros y allí siempre todo se coordina para convertirse en un momento perfecto. Y dado que no estoy en uno, decidí expresar mis sentimientos con uno.

He subrayado una frase con la que puedo identificarme y englobar como ella me hace sentir. Pienso darle el libro para que ella lo lea y luego me dé una respuesta. Sé que es una tontería.

Mi celular vibra anunciando una llamada dentro de mi bolsillo. Lo saco esperando ver su nombre en él, pero solo se trata de Dasher.

—Mamá dice que entres ya a la casa, que vas a coger un resfriado y no vas a poder acompañarme a Los Ángeles.

—Estoy en la entrada, ¿por qué no viniste a decírmelo personalmente?

—Porque estoy jugando, no puedo dejar mi partida de lado. ¿Qué le digo a mamá?

—Dile que voy en unos quince minutos —respondo en cuanto llevo mi mirada al frente y veo a Jules parada a medio camino con el celular contra su oreja. Cuelgo la llamada, con la esperanza de que me esté marcando, pero su vista está fijada en el cielo, luce enfadada.

No está tan lejos, puedo escucharla desde aquí, pero no entiendo que es lo que dice. Está hablando en español, lo que si logro identificar es que está a nada de explotar.

¡Pues vete al puto infierno, hijo de puta!

Finjo ver al otro lado de la calle cuando cuelga la llamada y su vista da con la mía. No sé si sonreír o preguntarle si está bien cuando es evidente que no es así.

—Lo siento. ¿Llevas mucho esperándome? —Aunque quiere sonar relajada y sonreírme, su tono demuestra lo hastiada que se encuentra.

—No tanto, como unos quince minutos —U hora y media, pero no quiero que se sienta mal por mí—. ¿Así que si te han dado un cambio de look?

Su cabello cae con mucha más libertad bajo sus hombros y se ve más alta.

Jules eleva la vista, como si pudiera comprobarlo de esa forma, mientras lanza una pequeña risilla en la que deja escapar un suspiro. Se está conteniendo, pero tiene la desventaja que sus acciones la delaten.

—Si, fue todo un sueño, como esos programas de televisión en los que hacen cambios completos de imagen —inicia su relato y esta vez su mirada brilla.

—¿En serio? ¿Cómo fue todo?

Basta que termine con la oración para que Jules sonría dispuesta a contarme todo con lujo de detalle. Le gusta hablar y a mí escucharla.

—Ahora te lo cuento, solo deja que me quite estas cosas del demonio —Se sienta sobre el césped y prosigue a despojarse de los botines. Me río en cuanto se queda descalza—. No digas nada.

Pero ella también ríe.

—Eres como una niña en el cuerpo de una adulta —señalo mientras observo sus pies enfundados en unos calcetines de Bob Esponja—. De verdad no hay dos como tú, Julieta.

—Lo sé. No vas a encontrar en el mundo a alguien tan increíble como yo —De pronto su ánimo parece mejorar. Eso me alegra, pero no ahuyenta mis nervios.

—Es evidente que no, Jules.

Tomo asiento a su lado. Estamos cerca, lo suficiente para que note que trae un maquillaje distinto al que tenía cuando se tomó la selfie que me envió y que su cabello huele a rosas. Tengo que cambiar de tema para no ser demasiado evidente, aunque siento la necesidad de querer acercarme mucho más a ella, pero no quiero incomodarla, ni posar mis ojos de más en el color salmón que trae en los labios.

—Entonces, ¿cómo fue todo?

—Me sentí como una celebridad, aunque Brandon dice que debo creerme que soy una a partir de ahora —Julieta tiene una forma muy peculiar de contar historias. No toma un camino directo, sino que se va por atajos, y luego vuelve a la calle principal. Le gusta detallar hasta lo más insignificante, como si temiera que no puede dejárselo guardado. Me gusta eso de ella. Me gusta mucho de ella. El cómo brillan sus ojos, como hace muecas al hablar y mímicas con las manos, incluso el cómo mueve sus pies en un gesto distraído cuando está demasiado concentrada recordando algo.

Me gusta escucharla, creo que podría hacerlo por horas sin importar que hablara de caricaturas, o de la guerra mundial. Ella podría explicarme la teoría de Darwin de la evolución y yo estaría fascinado, aunque ese tema no sea de mi interés.

¿Cómo pude creer que esto era solo una amistad cuando no puedo dejar de observarla? ¿Cuándo mi corazón está a nada de tener un ataque cardiaco?

—Todos hicieron un gran trabajo. Te ves muy bonita —Su sonrisa flaquea y por un momento baja la mirada, pero luego vuelve a observarme fijamente.

—Gracias, aunque sé que es lo que tratas de hacer.

¿He sido tan obvio?

Trago saliva, preparándome para confesarle mis sentimientos, pero ella vuelve a hablar.

—Intentas distraerme para que no piense en la llamada que recibí. Es muy dulce de tu parte —De cierta forma también quería hacer eso—. Ha sido mi exnovio.

—¿Y qué quería? —No sé si esté bien preguntarle tal cosa, pero solo recordar todo lo que ella dicho provoca que mi humor cambie. Ahora entiendo porque estaba tan enfadada.

Jules lanza un bufido antes de dejar caer su espalda sobre el césped.

—Lo mismo de siempre. Tratarme como una reina para que vuelva a caer a sus pies —Su voz adquiere un tono mucho más oscuro. Ahora parece irritada—. Es un manipulador de lo peor. Siempre era lo mismo. Elogios, palabras bonitas, detalles y luego, rechazo, maltratos e insultos. El ciclo se repetía una y otra vez hasta que toqué fondo —Su voz se quiebra en el último minuto. Veo su pecho subir con intensidad y descender con un poco más de tranquilidad—. No ha cambiado en absoluto, pero yo sí. Supongo que por eso no le colgué, quería comprobar que ya no era la misma idiota que se dejaba mangonear a su antojo. Que era capaz de mandarlo al diablo sin sentir miedo, culpa o sufrimiento. Por un segundo creí que mi corazón tendría algún cambio, como un aceleramiento, o un paro en abrupto, pero no se removió ni un poco. Nada en mí lo hizo.

No sé qué decirle. Ni siquiera estoy seguro de si debo decirle algo. Ella observa el cielo y yo me pregunto cómo alguien pudo ser capaz de herirla de tal forma. Cómo alguien pudo perder la oportunidad de estar con un ser tan maravilloso.

—¿Cómo te ha ido en tus exámenes? A veces me enfoco demasiado en mí que olvido por completo que el mundo no gira a mi alrededor, lo siento.

—Es más interesante escucharte hablar a ti, Jules —bromeo—. No me quejo, creo que sacaré un nueve.

—¡Eso es genial! —Se gira para tocarme la muñeca, y el simple roce provoca una descarga en todo mi sistema—. ¿No extrañarás la universidad?

—Extrañaré mucho más a Ginger y a mis padres —admito y eso me provoca un tanto de vergüenza. No saber que rumbo lleva mi vida muchas veces me hace sentirme patético, por eso no me gusta pensar tanto en el futuro.

—Pero es tu futuro. ¿No quieres dedicarte al periodismo? ¿Es eso?

—No estoy seguro, Jules, a veces me siento como un pez fuera del agua y otras que el océano es demasiado grande y yo soy incapaz de nadar.

Admitirlo en voz alta es vergonzoso, especialmente cuando me percato que todos tienen un sueño que seguir o que ya siguen, y yo no sé ni que quiero hacer con mi vida.

—Yo me sentía como un pez que se ahogaba en su océano. Me sentía patética al percatarme de la felicidad en todos por aprobar, mientras que yo lo hacía por compromiso, por complacer a mis padres. Tuve mucho miedo de perseguir mi sueño, especialmente porque estaba a nada de acabar la carrera, pero entonces me dijeron la mejor frase que pude escuchar:  Es mejor decir que desperdiciaste cuatro años en una carrera que no era para ti, que toda una vida en el sueño de alguien más.

Le sonrío, porque siendo sincero no sé qué más agregar. Este no era mi sueño, tampoco lo que mis padres querían para mí. Ellos creyeron que estudiaría música, yo también lo creí por un tiempo, pero no fue así.

Y quisiera saber con exactitud qué hacer con mi vida, pero no tengo respuestas.

Y no me gusta no tener las respuestas.

—¿Qué hacías cuando sentías que te ahogabas en el océano? —hago la pregunta mientras me recuesto a su lado, observando el manto azul sobre nosotros.

—Me gustaba recostarme en el techo y observar el cielo. Mi procrastinación favorita era contar las estrellas, me ayudaba a despejarme. Es una desgracia que no se observe ninguna aquí.

—No es verdad, yo estoy viendo una justo ahora.

—¿Dónde? —Frunce el entrecejo, atusando la mirada en varios puntos al mismo tiempo.

Tomo su mano, sin quitarle los ojos de encima.

—Aquí —Disimula una sonrisa sin apartar su vista del cielo—. Es la más resplandeciente del universo. Las otras están celosas del brillo que desprende cuando sonríe.

—Las estrellas no sonríen.

—¿No? Porque yo la estoy viendo hacerlo —De inmediato trata de fruncir los labios, pero falla en el intento, curvando las comisuras hacía arriba—. Y luce preciosa.

—Basta —Se cubre el rostro con una de sus manos. Observarla en esta faceta es algo que no me esperaba—. Si el ego se me sube demasiado, tú vas a tener la culpa. Voy a estar insoportable.

—Pero si ya lo eres —juego y se quita la mano del rostro solo para darme un pequeño golpe que intercepto con mi mano libre.

—¿Por qué me ves así? —investiga elevando una ceja.

—¿Así cómo?

Trato de recomponerme, pero ella aprovecha la posición para mantenerme sujeto a donde me encuentro, elevando su cabeza un poco para que nuestros ojos queden a la misma altura.

—Cómo si de pronto te encantara la astrología.

—Puede que me guste más de lo que planeaba.

Bajo la luz de la luna su mirada luce mucho más hipnotizante. El maquillaje que trae puesto provoca que sus ojos se vean mucho más cautivadores, sumado a lo espesas y rizadas que se encuentran sus pestañas.

—¿Y te gusta tener nuevos planes?

—Solo si estás tú.

No se mueve, yo tampoco lo hago, pero por dentro siento mi corazón bombear sangre a alta velocidad. Mi intención es mostrarme tranquilo, lo que menos quiero es asustarla, pero creo que el único aterrado soy yo.

Entreabro los labios para agregar algo más, pero no sale ni una sola palabra, ni siquiera una monosílaba. Estoy perdido en la magia que desprende su mirada sobre mí y quiero, espero, que ella se dé cuenta de lo que me hace sentir, aunque también estoy consciente que debería decírselo en voz alta, pero temo hacerlo mal. Temo que esto salga mal.

—Sobre la pregunta de la otra noche... —Trata de lanzar un suspiro, pero este se queda atestado a mitad de su recorrido. Sonrío porque entiendo perfectamente de que está hablando, y aunque me espeluzna responderle, no quiero dejar esto a la deriva.

—Si quiero salir contigo, Jules.

Ella sonríe y juro que en mi vida había sentido tantas ganas de abrazar a alguien, que mi corazón nunca había ido tan rápido, como si fuera a reventarme el pecho en cualquier momento. Espero que no lo haga.

O quizás si espero que suceda, porque no sé qué hacer con exactitud en el momento en que veo que comienza a reclinarse sobre mí. En que su rostro está cada vez más cerca, y puedo sentir su respiración sobre mi piel. Está tibia y fresca. Su piel se ve aterciopelada, sus labios tienen una pequeña capa de brillo y tengo que volver a tragar saliva mientras intercambio mi vista entre ellos y sus ojos sobre mí.

—¿Recuerdas la apuesta? —La pregunta sale de mi boca sin pensarlo antes. Jules arruga el entrecejo, deteniendo sus movimientos—. Tengo las entradas para el partido.

—Ah. Tengo tanto en la cabeza que lo había olvidado —Vuelve a lanzar su cabeza sobre el césped y una vez más mantiene su vista fija en el cielo—. Es una lástima que no vayas a hacer el baile.

Dejo escapar una risa llena de vergüenza, mientras llevo mi brazo libre debajo de mi cabeza, con la otra mano aun sostengo la mano de Jules. Siento la pulsera que le di rozar con mi muñeca y un pequeño calor invade mi cuerpo.

—Hubiera sido una completa desgracia, porque no sé bailar —confieso y a mi mente llegan unas fatídicas imágenes de los bailes en que Ginger y Maika me hacían unirme a ellos.

—Voy a tomarlo en cuenta —analiza, pero no parece que lo haga como un recordatorio para no obligarme a hacerlo, sino todo lo contrario. Lo sé por la sonrisa de lado que tiene tatuada en el rostro—. ¿Cuándo es el partido?

—El domingo. Ya hasta te compré una gorra y un dedo de espuma de los Rebeldes de Boston.

—Eres un tonto —me da un golpe en el costado y yo dejo escapar una carcajada—. ¿En Los Ángeles se ven las estrellas?

—Vas a comprobarlo en menos de un mes, Jules.

Lanza un suspiro antes de presionar mi mano y enredar sus dedos entre los míos. Trago saliva, y la observo de reojo, tiene los ojos cerrados. Se ve tan bonita con toda esa emoción reflejada en sus facciones.

—Prométeme que me acompañarás a la playa para ver el atardecer y quedarnos hasta que salgan las estrellas.

—Solo porque me gustan los atardeceres.

—¿Solo por ellos? —Se levanta hasta quedar sentada sobre el césped. Asiento con el rostro serio y la mirada fija en el cielo, aguantando las ganas de reírme y decirle lo que en verdad siento.

—¡Julieta! —Intento esquivar sus movimientos, pero es tarde. Está usando la misma táctica que yo, aprovechándose de su ventaja al encontrarme completamente recostado sobre el césped. El estómago me duele cuando sus dedos serpentean por mi costado, pero, aun así, solo unos segundos de martirio después, la tomo de las muñecas y nos hago girar sobre el césped, aun con espasmos de risas atorados en la garganta, mientras ella se carcajea con ganas, hasta que se percata de su posición.

—Ya no me parece divertido —señala, en lo que trata de mostrarse seria, pero sus comisuras elevadas la delatan.

—¿Paz? —asiente y no sé porque le creo. Ni bien aflojo el agarre, ella vuelve a tomar ventaja y me obliga a caer una vez más contra el suelo, quedando sobre mí. Su cabello impacta en mi rostro, y en lo que cierro los ojos, ella trata de volver a hacerme cosquillas, pero se lo impido imponiendo un poco de fuerza en sus muñecas para defenderme.

Somos un tira y afloja, rodando en el jardín delantero de la casa de los Moore, hasta que llegamos al borde de la acera y la tomo de la cintura para que su espalda no impacte contra el asfalto. Sus piernas están enredadas entre las mías, nuestros pechos se tocan, una de sus manos está atrapada en la mía y la otra se posa en mi brazo.

Tiene la mitad del rostro cubierto por una cortina de cabello, pero aun así veo las chispas explotar en su mirada sobre mí y la diversión en sus labios curvados hacía el norte.

Respiro por la boca, dado el frenesí del momento y siento su pecho ir igual de rápido que el mío.

Estamos demasiado cerca, en todo sentido, y aun así siento una necesidad creciente de eliminar los pocos centímetros entre ambos. Poso mi vista en sus labios y vuelvo a subir a sus ojos, una, dos, tres veces y la siento a ella hacer lo mismo, mientras su mano sube hasta llegar a mi hombro. La sensación de su toque me hace tragar saliva, y cerrar los ojos un segundo, mientras me muerdo el interior de mis labios. La electricidad se disipa desde la punta de mis dedos en la curva de su cintura, hasta el resto de mi cuerpo y se ancla en la parte baja de mi abdomen.

Suelto su muñeca para apartar el cabello de su rostro y ella solo me observa con la boca entreabierta. El rastro de su lengua sobre ellos ha dejado un pequeño brillo en el centro y no puedo no prestarle atención. No puedo no apreciar lo hermosa que se ve.

Escucho el frenesí de mi corazón, y caigo en cuenta de mis acciones. Soy consciente de mis deseos.

La idea de sus labios contra los míos ha rondado en mis sueños remotos, aunque quise creer que solo eran pequeños martirios de mi mente.

Ahora sé que no lo son. Porque lo que siento por Julieta es algo que rebasa mis límites, algo para lo que no se encuentran palabras de buenas a primeras.

Julieta me tiene a sus pies.

—¿Por qué tardan tanto en entrar?

—No lo sé, mamá. Llevo como cinco minutos aquí parado para comprobar la valentía de mi hermano.

No sé cómo somos capaces de separarnos tan rápido, pero sí que siento las consecuencias de ser descubierto por mi madre y Dasher, cuando la rodilla de Jules impacta con mi entrepierna en su intento por levantarse.

Me llevo ambas manos al lugar de inmediato para mitigar el dolor, mientras dejo escapar un aullido y me encojo en mi sitio.

—¡Maldición! ¡¿Carter estás bien?! —Niego, o creo que eso hago. No soy muy consciente de mis actos en este momento—. ¡Lo siento, traté de levantarme y tu pierna se enredó con la mía! De verdad, lo siento.

—Estará bien, linda. Tranquila.

—Siempre y cuando no lo hayas dejado estéril.

—Dasher...

—¿Qué? Papá lo mencionó una vez.

—No eres de ayuda —mascullo con la voz rasposa, cuando el dolor comienza a decrecer. Mamá me secunda y aunque mi hermano vuelve a reírse, la sensación en mi entrepierna evita que pueda prestarle atención.

—Vamos, hay que ponerte hielo —mamá me anima después de largos segundos de martirio, colocando su mano en mi hombro. Cuando elevo la cabeza me encuentro con el rostro divertido de mi hermano, la serenidad en mi madre y la culpa en Jules.

—Estoy bien —miento para tranquilizarla—. Te llamo después.

—De verdad lo siento —vuelve a pronunciar antes de acercarse a mí y depositar un beso en mi mejilla. Quisiera decir que eso aliviana el dolor, pero no es así—. Nos vemos después.

—Y yo que no dije nada para dejarlos tener su momento —susurra Dasher, antes de posar su brazo en mi espalda para caminar junto a mí hasta la cocina de la casa. Mamá le pide que me tienda hielo cuando su celular comienza a sonar.

Mi hermano toma una bolsa de vegetales del congelador y me lo pasa.

—¿Así que te volviste considerado?

—No, quería comprobar si tienen algo o solo te estás acostando con ella—Sonríe con mofa—. ¡Puta madre, Carter!

Se lleva la mano al estómago justo después de que la bolsa de vegetales impacte con él.

—¿Por qué sigues insinuando tal cosa?

—Porque es divertido avergonzarte —eleva los hombros—. Pero ya sé que no lo estás haciendo, aunque si quieres.

Estoy por darle otro golpe, pero se mueve hasta el otro lado de la cocina con pasos largos sin dejar de burlarse.

—¿No tenías una partida que jugar, Dash? —cambio el tema para dejar esto por la paz, sin embargo, no es como si mi hermano se rindiera fácilmente.

—Si, pero antes dime algo. ¿Ya le dijiste?

Niego, dejando caer la cabeza hacía atrás. Se supone que debería haberlo hecho ya, pero solo pensar en las distintas reacciones que podría tener, me asusta.

—Acabo de aceptar que me gusta, aun no sé cómo lidiar con esto —me sincero y veo a mi hermano recostarse en el umbral de la puerta.

—Tampoco es para tanto.

—Es parte de mí, Dasher, claro que lo es.

—Pero no te vas a morir. Ya no estamos en los noventa.

—Pero eso no elimina los prejuicios —Niego. De verdad quiero dejar este tema por la paz—. Me voy a dormir.

Me bajo de la encimera, pero mi hermano me impide el paso.

—En todo caso, primero atrévete a besarla y luego le dices.

—¿Ahora por qué me incentivas a estar con ella? ¿No que la detestas? —Mi hermano rueda los ojos.

—Es una pesada, pero tú eres mi hermano —aclara con voz neutral—. Al final quien va a salir con ella eres tú, no yo.

—Si sale conmigo va a venir más seguido —recuerdo, como si estar con Jules fuera ya un hecho.

—Va a estar en One in a Million conmigo, y es nuestra vecina. Su presencia no cambiaría, al final terminaría por ignorarla.

—Ajá —expreso, recordando todas las veces que la ha molestado—. Con que seas amable me conformo.

Al menos al principio, no puedo exigirle mucho a Dasher cuando siempre hace lo que se le da la gana.

—Si no se mete en mi camino voy a serlo —Eleva sus manos para recalcar el punto y yo entrecierro mis ojos en su dirección—. Si voy a ser amable, Carter. Lo prometo —Me enseña su meñique—. Pero eso sí, si te vas a acostar con ella que no sea aquí, y tampoco en el departamento de Los Ángeles. No me veas así, no es como si no se te hubiera pasado por la cabeza.

Pelear con mi hermano la mayoría del tiempo se siente como estar en una guerra donde él lleva cañones y tú un cuchillo de mesa. Y en parte es mi culpa, nunca le he puesto un freno.

—Eres un fastidio, Dasher —reclamo por su insistencia en un tema personal. No quiero entrar en detalles acerca de todo lo que Julieta despierta en mí con él—. Ni siquiera sé besar —digo para mis adentros, recordando el asco de beso que le di a Aisha. Caigo en mi error cuando Dasher no disimula su risa.

—Eso tiene solución, practica con cubos de hielo en tu boca —Coloca su mano sobre mi mejilla y me da dos palmaditas suaves—. Y para lo otro, no te hagas el inocente que ya tienes la teoría.

🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤

Pero... ¡Cárter! 🌚🤣

Hola, preciosuras ¿cómo los ha tratado la semana?

¿Qué piensan del capítulo? Parte favorita:

Del 1 al 10, ¿qué tan buenos son para arruinar momentos? Espero que no tanto como Jules 🤣

¿Ustedes también tienen la teoría de Carter, pecadoras? 👀👀👀

Para más consejos de besos, no olviden seguir a Dasher 🤣

Pregunta random: si pudieran viajar en el tiempo, ¿a qué época irían?

Gracias por su apoyo. Leer, votar y comentar. Los quiero muchísimo. Prometo hacer un maratón pronto 👀

Por el momento les mando un beso virtual 😘

Nos leemos pronto.

Mz

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