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Julieta
—¿Por qué no les dijiste que sí de inmediato? —investiga Aisha al otro lado del taxi, mientras yo presiono con fuerza la carpeta contra mi pecho, como si necesitara de ello para convencerme de que esto está sucediendo.
—Hay mucho que debo asimilar y resolver. Tengo un contrato con los Moore y ni siquiera estoy segura de... tener la capacidad de estar en ese concurso.
Dejo caer la cabeza hacía atrás, hasta dar con el respaldo e inhalo con fuerza la fragancia de pinos en el auto.
Además, mi papá me dijo que nunca firmara un contrato sin leerlo con lujos de detalles. No todo lo que salía de su boca era veneno. Aunque estoy segura de que de saber lo que tengo entre las manos, no tardaría en decir que no doy la talla, o algo por el estilo.
—¿Hablas en serio, Jules? ¿Acaso no abres tu Instagram todos los días? Haz conseguido más de cien mil seguidores en una semana, y tú último video tiene casi medio millón de reproducciones —Coloca su celular frente a mí para señalar aquel punto—. Tu nombre es lo primero que aparece al entrar en la VoireApp, las personas no han dejado de hablar de ti en un mes, y eso que la red se renueva a diario. Tu popularidad es reflejo de tu talento, pero si no eres capaz de ver el potencial que los demás ven en ti, lo único que vas a conseguir es estrellarte en lugar de convertirte en una estrella.
La observo con la boca entreabierta, sintiendo una extraña calidez en el pecho.
—¡Qué palabras tan lindas! ¡Gracias, Aisha!
—De nada, pero era lo que decía en esta galleta de la fortuna —Sonríe con inocencia mientras me pasa el papel en evidencia: "si no eres capaz de ver el potencial que ven los otros en ti, vas a estrellarte en lugar de convertirte en una estrella"—. Salen muy buenos pies de fotos de estas —Eleva una bolsa llena de galletas para resaltar su punto—. Toma uno, puede que te salga otro buen consejo.
Introduzco la mano bajo su atenta mirada y sin tantear mucho, agarro la primera que roza mis dedos. Es la primera experiencia que tengo con esta clase de bollo, solo las había visto por películas. Así que, haciendo uso de esa experiencia, parto la galleta por la mitad y siento los pedazos despozolados deshacerse entre mis dedos mientras el cinto de papel sale a relucir con letras rojas impresas.
Dejo la comida sobre mi bolso sin nada de recato y leo en voz alta la insignia, con el recuerdo de la película Un viernes de locos, en mi memoria:
—Si apesta, es porque hay pescado cerca.
Ambas nos observamos antes de dejar escapar una carcajada que hace que incluso el conductor ahogue una risa.
—Bien, quizás la sobreestime. Veamos que dice esta.
Aisha abre otra y luego yo lo hago, incluso le da una al chófer para que también lea su fortuna. Al final del trayecto concluimos que hemos obtenido buenos pies para fotos nada más.
(...)
El participante deberá tener una calificación mínima de "La" en la VoireApp para poder participar y el carisma suficiente para mantenerse dentro del concurso.
Durante los meses que el participante esté dentro del concurso, deberá llevar una vida lejos de incidentes, atentados o mal entendidos. Mantendrá una relación de cordialidad y respeto hacía el resto de los copartícipes, jurado, banda y coaches vocales.
Aceptará el personal que se le brindará, siendo este: Un coach vocal, asesor de imagen, instructor de ejercicio, maquillista, banda y coristas, sin peros, teniendo en cuenta que desde el momento en que firme el contrato hasta que salga del concurso, son todos un equipo.
Cada participante recibirá una remuneración por cada semana dentro del concurso, así mismo, un departamento con todos sus servicios incluidos comida, enceres de limpieza y belleza. Asistencia médica y psicológica.
Sus redes sociales serán evaluadas a detalle una vez acepte estar dentro del concurso y se moderará el material publicado, de la misma manera, se supervisará y autorizará futuras publicaciones por el equipo de tecnología de la VoireApp.
Además, el participante está obligado a estar en todas las entrevistas, fiestas, eventos de sociedad y actos protocolarios propuestos por los organizadores, con buena actitud y el mayor de los ánimos.
El concursante podrá patrocinar marcas, ser parte de otros proyectos siempre y cuando no ponga en mal el nombre de One E records, la VoireApp y/o el concurso.
No se aceptará ninguna clase de fraude o falta a las cláusulas anteriores. De suceder, el participante no solo estaría automáticamente fuera del concurso, también perdería su credibilidad y la verificación otorgada por la VoireApp.
Dejo el contrato sobre el pasto, mientras lanzo un suspiro y me hago a la idea de lo que puede suceder.
Violeta, mi madre y el resto de mi familia, exceptuando a mi padre, de quien no he querido saber nada, están rebosando de la alegría en la espera porque diga que sí y mi participación se haga oficial y pública.
Todos confían plenamente en que voy a hacerlo genial, pero sus comentarios hipócritas no me importan, los únicos que me interesan son los de las dos mujeres que me brindaron su apoyo desde el principio.
Quise contarle todo a Carter, pero cuando traté de llamarlo me envío directo a buzón, le dejé varios mensajes para que me llamara, pero aún no los ha visto. Y no quiero martirizarme con ello, cuando tengo mucho más en que pensar, pero un veinte por ciento de mis pensamientos me llevan a él.
El resto, lo hacen las posibilidades, el miedo y los nervios por el concurso, por mi futuro y por todas las personas que me siguen en Instagram, que alaban mis videos y elogian mi voz.
Sé que Carter ya me habría dicho algo para calmarme y me habría recordado lo increíble que soy. Y también sé que no necesito de él para convencerme de ello, pero nunca está de más que alguien te recuerde lo mucho que vales.
Ni siquiera he podido dormir bien, o comido. Estos dos últimos días los he pasado en modo automático.
—¡Ya están aquí! —Gritan Harvey y Gigi desde la piscina para correr al encuentro de sus padres y quitarles el paquete de pastelillos que salieron a comprar.
Trago saliva porque no sé si estoy preparada para esto, pero es mejor que se los diga ahora y deje de formarme posibilidades en la cabeza. Necesito saber su opinión, porque aun cuando sé que puedo solo renunciar, no soy de dejar mis responsabilidades botadas y el par de terremotos que devoran pastelillos en la mesa del jardín a mi costado, lo son desde hace más de cinco meses.
Me levanto con la carpeta entre las manos para avanzar hacía ellos.
—¿Podemos hablar? —No quiero sonar tan decaída, pero en este momento no soy dueña de mis emociones por completo, es la ansiedad quien me controla—. El sábado tuve una propuesta de parte de One E records —inicio en cuanto llego a la mesa, los cuatro me prestan atención sin disimular ni un poco su desconcierto—. Es la disquera que patrocina One in a Million, y ellos me han ofrecido participar en él —Dejo la carpeta sobre la mesa con nerviosismo—. Quería que lo supieran, porque estoy consciente que tenemos un contrato, que cuando acepté venir yo hice una promesa y...
No me permiten terminar de recitar el discurso que había estado ensayando desde mi ducha de hoy por la mañana. Los cuatro lanzan gritos de emoción mientras se levantan para acercarse a mí.
El señor y la señora Moore aplauden con unas sonrisas genuinas tatuadas en los labios, mientras los gemelos corren a mi encuentro y me brindan un abrazo que provoca que trastrabille hacía atrás.
Los observo consternada, y ellos no dejan de felicitarme, cosa que me parece un sueño, pero que poco a poco me llena el pecho de alegría y melancolía.
—¡Ni siquiera tienes que pensarlo, Jules! —exclama Gretel, mientras se levanta de su asiento para llegar a mi encuentro—. Desde que vi el video que subió Ginger, supe que llegarías lejos. Este es el primero de muchos triunfos.
Sus brazos se envuelven con facilidad sobre mis hombros, a pesar de la presencia de sus hijos con los brazos sobre mi costado, como si buscaran asfixiarme. El gesto es tan fraternal, que tengo que parpadear para no lanzarme a llorar. Desde que llegué, la Señora Moore dijo que los viera como mi familia, y lo hago, tanto que saber que después de esto tendré que despedirme de ellos, se me hace difícil.
—No te preocupes por tu contrato. Tienes derecho a marcharte y luchar por tus sueños, Julieta —El señor Moore también llega a mi encuentro y no le queda más que rodearnos a los cuatro para conseguir abrazarnos. Ser tan alto le es de mucha ayuda—. Ve a enseñarles cómo se canta al resto de concursantes.
Lanzo una carcajada entre lágrimas, porque me es imposible poder seguir conteniéndolas. El solo hecho de pensar en las personas a quienes tengo que enfrentarme, Dash entre ellos, hace que mi piel se erice.
Estoy consciente que todos son demasiado buenos. No hubieran sido precalificados si no.
—¿Vendrás a visitarnos para acción de gracias? —pregunta Harvey sin soltarme ni un poco.
—¿Traerás regalos en navidad? —increpa Gigi, elevando la cabeza para encontrarse con mi mirada—. Porque el que seas famosa no te permite irte de fiesta. Debes venir y traernos algo.
—¿Nos dejas tus firmas en un cuaderno?
—¡Si! ¡Y en unas fotos!
Ambos me sueltan para correr dentro de casa y yo ahogo una risa en el impulso por perseguir a ese par de pequeños emprendedores o estafadores.
—¡Niños! —Gritan Gretel y Harry mientras ellos pasan golpeando a Ginger, quien trae el celular en la mano, pero en lugar de reñirlos como es costumbre, los ignora para continuar leyendo lo que sea que haya en la pantalla.
—Ginger, ¡Tienes que saber las nuevas noticias!
—Que Jules es la última participante de One in a Million —recita, mientras levanta la vista de su celular con lentitud.
—¿Cómo...?
No consigo terminar la pregunta cuando ya ella me ha pasado su celular para que lo comprueba con mis propios ojos. Consigo apreciar una foto mía saliendo del hotel al lado de Aisha. Fue tomada desde un costado y vaya que quien lo hizo se esmeró, porque ni siquiera me percaté de su presencia. A penas consigo leer el título del artículo, cuando ella aparta el celular para comenzar a leer el resto de la noticia.
—¿Tenemos ya a nuestra última concursante?
Julieta Esparza, más conocida como la misteriosa chica del bar, quien deslumbró a nivel internacional, fue vista el pasado sábado por la noche en el mismo hotel en el que se encontraban hospedados Joseffine y Anderson Engman, dueños de One E Records, la disquera que financia el esperado concurso One in a Million.
Nuestras fuentes afirman que tuvieron una pequeña reunión y aunque no se sabe a ciencia cierta de qué trató, no sería una novedad que pronto su nombre reemplace el puesto de Peggi Richman, quien fue eliminada a causa de fraude.
Si bien no hay nada asegurado, las especulaciones son muchas y la ilusión de ver a esta latina sobre el escenario más cotizado en la industria musical es alto.
Tomo asiento sin poder evitarlo, mientras me llevo las manos a la cabeza. No sé bien si esto esté en contra de las reglas, pero de inmediato un pequeño pinchazo de inseguridad se asienta en mis entrañas al imaginarlo.
—Solo es un artículo de farándula. Nada de qué preocuparse —trata de animar la Señora Moore al percatarse de mi cambio de actitud.
—Además demuestra lo emocionados que están por verte en el concurso, Jules —reafirma el Señor Moore, y a pesar de eso el mal presentimiento no abandona mi cuerpo.
—Puedo darlo de baja si quieres —La propuesta de Ginger me toma por sorpresa y sé que la forma en que mis ojos se abren en demasía al observarla, lo demuestra—. Aunque mis padres tienen razón. Esto no es nada malo, todo lo contrario, aumenta la tensión por descubrir si eres tú o no la próxima concursante.
En eso tiene toda la razón. Se supone que debería estar tranquila, incluso emocionada porque todo lo que un día soñé se está cumpliendo, pero en su lugar, no puedo dejar de darle vueltas al asunto, de plantearme escenarios completamente irreales, y atacarme con los recuerdos de la voz de mi padre, de los comentarios que he visto en algunos de mis videos, donde algunas personas dicen que no canto tan bien, que mi única razón de ser tendencia es porque no tenía un perfil en la VoireApp y canté en el momento y lugar ideal.
No he podido sacarme esa idea de la cabeza, porque en momentos así, mis pensamientos le ganan a mi sentido.
—No. Tienen razón, esto es un incentivo para entrar en el concurso.
"Y para demostrarle a esos haters que están equivocados"
¿Por qué lo están? ¿Verdad, Dios?
Maldición.
(...)
Carter
—Vamos a revisar de nuevo en el auto. Estoy casi seguro de que está ahí, pero no lo notaste por estar más ocupado pensando en Jules —Dash pronuncia su nombre de una forma cantarina bastante burlona, mientras me empuja para que caminemos hacía el estacionamiento. Por extraño que parezca no luce molesto de ayudarme, quiero creer que se debe a que estemos en Los Ángeles supervisando que todo esté bien con el departamento que vamos a utilizar y no porque tenga mi celular escondido en algún lugar.
Pero ya se lo pregunté cómo mil veces y me vio a los ojos diciendo que no era así. No sé si soy demasiado benevolente o idiota por creerle, sin embargo, él sabe que tengo trabajo que hacer y nunca se mete en mis asuntos en ese sentido.
Suspiro mientras entierro las manos dentro de mi cabello y reclino la cabeza hacía atrás. Me doy un leve tirón desde la raíz, en lo que trato de recordar donde fue la última vez que vi mi celular.
Cuando llegamos al hotel, salí al balcón para tomar unas fotografías de la playa y enviárselas a Jules, pero mi batería estaba agotada, así que lo dejé cargando mientras íbamos a almorzar. Al terminar de hacerlo, mis padres insistieron en ir a caminar por la playa y así lo hicimos, pero dado el infernal calor, regresamos solo una hora después al hotel para ir al departamento. Tomé mi celular, pero cuando llegamos al edificio y traté de enviarle otra fotografía a Jules, ya no lo encontré.
Dash me ha ayudado a revisar el auto en el que nos hemos movilizado, el departamento, el cuarto del hotel, el restaurante e incluso la piscina porque pasamos por ahí antes de irnos. Ya preguntamos en la recepción y marcamos al número, se supone que está encendido, pero gracias a que siempre lo tengo en vibrador no hemos podido encontrarlo.
Mi hermano ha tratado de localizarlo con el GPS, pero tampoco ha servido.
No quiero entrar en pánico, pero hay muchas cosas importantes en ese aparato y otras demasiado vergonzosas que no quiero que nadie lea o vea.
Además, tengo que subir una reseña el día de hoy de parte de una editorial que me contactó para que recomendara su nueva novela.
—¡Maldición! ¿Qué estoy pagando para que me pase esto? Y hoy, justo hoy se tenía que perder.
—No sé porque estás tan preocupado. Hay que reportarlo como bloqueado y recuperas toda tu información con el respaldo.
Elevo una ceja para remarcar lo obvio.
—Como comprar un celular es así de fácil.
—No es como si papá y mamá fueran a negártelo —recapacita y yo niego.
No, pero yo compré ese celular con mis ahorros, Dasher, no me lo compraron ellos.
Eso te pasa por gastarte todo tu dinero en libros.
Prefiero ignorarlo, caminando mucho más rápido, aunque estoy consciente que tiene razón en lo último que ha mencionado, no por nada tengo el cuarto lleno de ellos en casa.
En cuanto llegamos al estacionamiento, de nuevo, Dasher se acerca a mí, con el celular pegado a la oreja. Unas chicas le sonríen y él les devuelve el saludo como todo un profesional. Esto de la fama se le da de maravilla.
—¿Te tomas unas fotos con nosotras? —le pregunta la más alta. Mi hermano no duda en aceptar, y de inmediato veo a las dos observarme a mí y entiendo lo que tratan de decirme. Tomo su celular y capturo como cinco fotos, antes de que mi hermano me haga una señal con la cabeza—. ¡Contamos los días para verte en One in a Million!
—¿Cantaras una de tus canciones originales? ¡Eso estaría de lujo! ¡Son geniales! —agrega la castaña.
—Es probable. Gracias, guapas —Mi hermano se despide de ambas con una sonrisa y ellas se quedan extasiadas sacudiendo sus manos en el aire diciendo adiós.
—¿Gracias, guapas? —pregunto cuando estamos bastante alejados de ambas con una sonrisa hilarante en el rostro.
—Estaban guapas, no sé cómo más referirme a ellas. Adolfo dijo que fuera natural al hablar con mis fans —Vuelve a marcar mi número en su celular, como si tratara de restarle importancia a la situación.
—Fans —analizo sin borrar la sonrisa—. A veces olvido que mi hermano es toda una celebridad en ascenso.
—Yo ya estoy en la cima, Carter —Eleva ambas cejas con ese gesto petulante tatuado en sus facciones, pero luego se suelta a reír de su propio chiste. Tantos años y aun no consigo distinguir cuando habla en serio y cuando bromea, porque tiene un sentido del humor bastante extraño—. ¿No has visto como alaban mi trabajo?
—Nuestro trabajo —Le recuerdo y él eleva una ceja porque trato de quitarle mérito—. Ellas mencionaron "tus canciones". ¿Recuerdas quién las compuso?
—Pues yo —lanza una carcajada y yo ruedo los ojos—. Bien. Bien, pero que conste que me las diste —Me pasa un brazo sobre los hombros y yo hago lo mismo, es bueno que seamos de la misma estatura, aunque no dudo que vaya a terminar siendo más alto que yo—. Cuando gane el concurso, vas a ser al primero que mencione en mi discurso. Es una promesa.
—También quiero ser el primero al que agradezcas cuando ganes un Grammy, Dashi.
—¡Agh! ¡No me llames de esa forma! —Trata de apartarme, pero presiono mi brazo con fuerza sobre su hombro y luego paso mi otra mano por su cabeza para despeinarlo mientras él sigue intentando huir de mi toque.
Damos un par de giros entre risas y reclamos, hasta que ambos escuchamos un sonido extraño.
—¿Ese es...?
Mi hermano deja la pregunta a la mitad, sacando su cabeza de debajo de mi brazo para fijar su vista en el mismo lugar que yo.
—Eso creo... y espero.
Lo suelto para caminar hacía el auto deportivo frente a nosotros. A un lado de su llanta trasera izquierda, hay algo atrapado entre ella y el asfalto. Me agacho para tomarlo y mi hermano me imita. Ambos arrugamos la nariz al ver el estado de mi celular.
Lanzo una maldición al ver que con suerte la pantalla aún se enciende, aunque esté completamente destrozada.
—Al menos aún le entran las llamadas —analiza Dasher, queriendo mostrarse serio, pero aguantándose las ganas de reír—. ¿Ya lo reportamos como perdido o te sigues aferrando a él?
Me giro con los ojos entrecerrados y eso le basta para soltarse a reír como tanto quiere.
—Lo siento. Lo siento, pero tienes que aceptar que está muerto —Me lo quita, tomándolo entre su pulgar e índice como si se tratara de algo radiactivo, y lo examina con escrutinio—. ¿Le hacemos un funeral?
—¿Tu almuerzo incluía payaso, Dash? —Le quito mi celular, pero tengo que aceptar que tiene razón. No hay nada que rescatar en él. Ni siquiera puedo ver un solo icono al tratar de desbloquearlo—. Adiós a los libros de este mes.
—Y del mes siguiente —Vuelvo a girarme hacía él con la mirada entornada. Él eleva los brazos y deja escapar una risita—. Bueno, descubrimos el misterio, ahora volvamos a la piscina. El calor me está matando.
Me toma por los hombros, dándome una leve palmada, antes de empujarme de regreso al hotel. Le sigo el paso solo porque no hay nada más que pueda hacer. Comienzo por calcular cuánto de dinero tengo en mi cuenta bancaria, y sé que me alcanza para comprarme otro celular, pero no me queda mucho para lo que queda del mes. Pero hay algo mucho más importante que debo remediar.
—¿Encontraste tu celular, cielo?
—Encontró lo que fue un celular —bromea Dasher en respuesta a mi madre, antes de quitarse la camisa y dejar sus cosas sobre la mesa para correr y lanzarse en la piscina. El impacto provoca que algunas gotas me salpiquen en las piernas.
—¿Qué pasó?
—Esto —le paso mi celular y ella lo revisa con las cejas fruncidas y la boca semi abierta—. Al menos le entran las llamadas.
—No te preocupes. Mañana te compraremos otro.
—No es necesario, mamá. Yo voy a hacerlo.
Han gastado demasiado en nuestra mudanza y en todo lo que Dasher necesita y sé que seguirán derrochando demasiado en él los próximos meses. No quiero ponerles más cosas encima.
—¿Llevándole la contraria a tu madre, Carter? —investiga papá al entrar en la conversación con dos malteadas. Le pasa una a mi madre y ella le sonríe con dulzura de regreso—. No hay nada que discutir. No puedes permanecer sin uno cuando vas a quedarte aquí con tu hermano y es tu medio de trabajo.
—Puedo comprarme uno. En verdad.
—Si te lo damos como regalo de cumpleaños, ¿lo aceptas? —No parece una propuesta, sino una imposición a la que no debería negarme.
—Íbamos a darle un nuevo sofá para que pueda leer con más comodidad—susurra mamá en un tono más alto del que debería. Sonrío en complicidad, pero disimulo en cuanto ambos vuelven a girar en mi dirección.
Lo del sofá no se oye mal, pero el celular es más urgente.
—Bien, como regalo adelantado porque faltan dos meses para ello.
Ambos sonríen satisfechos y a mí no me queda de otra más que aceptar, antes de pedirle a mi madre su teléfono para entrar a mi Instagram y postear la reseña del libro que tengo pendiente. Por suerte siempre escribo mis avances en mensajes para mí mismo y la foto de la portada del libro la tenía guardada en mi correo.
Una vez publicado el post. Me siento un poco más liviano para revisar los cientos de mensajes que Maika me ha enviado por Instagram.
@Maika_S18: ¡¿Has visto esto?!
¡Puta madre, Carter!
¿A quién voy a apoyar?
Ni esperar por mi aceptación a Stanford me pareció tan aterrador como saber cómo se van a enfrentar Julieta y tu hermano sobre un escenario.
Adjunto veo la publicación que ha desatado esa reacción de su parte.
Es una fotografía de Jules al lado de... ¿Aisha?
¿Qué hacían ellas dos juntas?
Pero aquello no es lo único que me desconcierta, ni tampoco lo que dice el artículo. Sino que Jules le ha dado me gusta y Ginger ha comentado en él algo que deja en evidencia lo que sospechaba.
@GingerSkin: La chica misteriosa ahora busca deslumbrar desde el escenario más prestigiado de la música.
Me paso una mano por la frente, y siento mi corazón latirme desbocado mientras marco el número de Ginger. Siento que son eternos los minutos que pasan antes de que conteste, y aún más perpetuados los que tarda en enviarme lo que le pedí.
En cuanto su mensaje llega. Doy un respiro antes de pedirle disculpas a mis padres para alejarme de ambos y volver a marcar. Me muerdo los labios mientras espero porque descuelgue.
—¿Si?
—Así que vamos a ir a ver un partido de futbol americano, Jules.
Su risa es amortiguada por el suspiro que deja escapar con disimulo y yo siento una extraña electricidad recorrerme entero en la espera de su respuesta.
—Ya compré mi playera de los Rebeldes, Carter Prescott —Sonrío con orgullo mientras lanzo un grito lleno de euforia—. ¿Feliz de ganar la apuesta?
—Feliz de verte triunfar, Julieta Esparza.
🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤🎼🎤
Ahhh Carter 😍😫
¿Cómo están? ¿Cómo las trata la semana? Espero que mejor que a mí.
Denle amor a este capítulo que lo publiqué en mi lecho de muerte (contexto: me pusieron la 2da dosis de la vacuna y pega fuerte JAJAJAJA)
Pero, ¿qué les pareció el capítulo? Comentarios, dudas, opiniones.
¿Cuál fue su parte favorita?
¿Cómo le irá a Jules en el concurso?
¿Recuperará Cárter la información de su celular?
Pregunta random: ¿De qué país son?
Gracias por leer. Los quiero muchísimo. Cuídense y pórtense bien 🌚
Nos leemos pronto.
Mz
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