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Julieta

"Aguanta vejiga, solo una cuadra más"

Camino un poco más rápido, tratando de juntar los muslos, por lo que queda de la calle para llegar a la casa de los Moore. Si no me apresuro, voy a ser el que hablar de Boston y no por las razones que yo quiero.

Aunque seguramente ya parezco una lunática, que camina casi dando brincos y se contorsiona en medio de la acera, con una de sus manos sosteniendo sus pechos. No venía preparada con el sostén adecuado para correr, y hacerlo con este, es doloroso. 

Sin embargo, mientras veo las casas que me faltan para llegar a mi destino, aquella emoción es reemplazada por la necesidad de llegar al baño.

"Ya casi. No pienses en agua. No pienses en agua"

¿112 o 113?

¡Maldita sea! Ojalá pudiera concentrarme y recordar cuál es el número de la casa, pero lo único que quiero es orinar, así que viendo al cielo le pido a Dios que no me mande a la casa equivocada.

Troto, o mejor dicho corro por la entrada, mientras intento sacar la llave de mi bolso, lo cual es una pérdida de tiempo, estoy casi doblada sobre mi eje tratando de no desvaciarme frente a la puerta.

¡Maldición! ¡Estúpida vejiga y estúpidos cafés helados!

Lanzo un gruñido, casi al mismo tiempo que mi mano encuentra la llave, pero no es necesario que la introduzca para abrir, alguien más lo hace por mí desde dentro. Sin siquiera prestarle atención a la presencia masculina, mascullo unas gracias y corro hasta el baño de la primera planta.

Con suerte consigo bajarme los pantalones y sentarme sobre el váter. La liberación que acompaña el suspiro atascado en mis pulmones solo puede ser asimilado con la descarga de alegría que siento al llegar a los tonos altos de una canción.

Creo que podría llorar de la emoción, pero no lo haré, no creo que me quede agua suficiente en el sistema para poder hacerlo.

Después de terminar, me siento más liviana. Camino hasta el lavabo para enjuagarme las manos, cuando me percato de algo extraño mientras observo mi reflejo en el espejo.

¿Cuándo lo cambiaron?

Quizás en mi ausencia.

No es muy de mi gusto, pero si a ellos les gusta, quien soy yo para juzgarlos. Aunque...

Me fui tres horas, y ¿también cambiaron el color de las cortinas? ¿Y la estantería donde van las toallas? ¿Y el color de las paredes?

¡Dios! ¡¿Me mandaste a la casa equivocada?!

Doy un giro sobre mi eje, como queriendo asimilar lo que estoy viendo, mientras trato de no hiperventilar. ¿En qué lío me metí? Mejor dicho, ¿en la casa de quién me vine a embutir?

Sin secarme las manos, las pongo sobre mi rostro, el cual agradece el cambio ya que está hirviendo, ni siquiera hace falta que vea mi reflejo para saber que también estoy colorada.

Sé que tengo que salir, pero no tengo el valor para hacerlo. Me avergüenza la sola idea de encontrarme con los dueños de la casa.

Cierro los ojos, tratando de recordar quienes podrían ser los dueños. Mi mala memoria y los nervios fallándome no son de mucha ayuda. Tengo la certeza que la casa a la derecha de los Moore es de una pareja de ancianos de origen italiana, y la de la izquierda, son los amigos de Ginger, pero no estoy completamente segura, porque ni siquiera sé si he llegado a la cuadra de la casa o me he quedado unas cuantas atrás.

En mi defensa, mi vista estaba casi empañada por mis insistentes ganas de orinar.

Aunque no puedo ocultar que siento un increíble alivio de haber llegado a un baño sin ninguna fuga.

Recuesto la cabeza sobre la pared de tono naranja, y mientras pienso que cara colocar al salir del baño, me pregunto quién pinta un baño de este color y coloca muebles en tonos café y toallas en tonos verdes. Definitivamente quien sea dueño de esta casa necesita un decorador o alguien que le hable de las paletas de color.

Y ya ni siquiera es navidad para seguir teniendo adornos de navidad en la puerta. ¡Puf!

¡Solo estoy divagando para no afrontar la realidad!

Doy una larga exhalación, antes de tomar el pomo de la puerta.

"Eres valiente, Julieta. Saliste de tu país para ser libre, enfrentarte a los dueños de este extravagante baño no es un problema"

Doy un último respiro, antes de terminar de girar el picaporte.

Y aquella valentía se va en un santiamén, en cuanto mis ojos se encuentran con ese par de ojos verdes al otro lado del pasillo.

—¿Todo bien?

Percibo la sonrisa que el rubio frente a mí trata de ocultar, con una ceja alzada, mientras me observa con curiosidad al pie de la escalera. Tiene las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta en un gesto de lo más despreocupado, que solo hace que esté más nerviosa. Aquella acción me parece de lo más cautivadora en los hombres.

—Claro que si —Al igual que él, oculto mi pánico, con una serenidad digna de admirar—. Tienes un baño muy limpio.

Quiero morderme la lengua por ese comentario tan estúpido, pero no lo hago al verlo sonreír con ternura. Me ve como si fuera un cachorro perdido, y eso comienza a incomodarme.

—Gracias. Me gusta que mis visitas se sientan cómodas al usarlo, aunque no hayan sido invitadas.

No puedo más, la seriedad con la que dice aquellas palabras provoca que se me escape una risa, que él imita. Desvío mi vista de él, y no por la intensidad que reflejan sus ojos, sino porque escucho que alguien baja las escaleras.

—Prometo que la próxima vez lo pediré prestado con anticipación —Mi declaración lo hace elevar ambas cejas. Los pasos de la persona que se acerca son cada vez más notables, y, aun así, lo único que puedo hacer, es admirar lo bien cuidado que él tiene el cabello, le cae hacía un lado sobre la frente, y brilla incluso más que él mío.

—Puedes venir cuando lo creas necesario —admite y aunque pareciera que está coqueteando, por la forma en que sonríe, sé que solo está siendo amigable, siguiendo las bromas de la desconocida que utilizó su baño sin permiso.

—Volviste pronto.

Elevo la vista para encontrarme con mi dolor de cabeza en la familia Moore, Ginger. Ella me observa con el ceño fruncido, mientras termina de bajar los escalones que le faltan.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —Me sorprende que se dirija expresamente a mí, cuando suele ignorarme el cien por ciento del tiempo—. Carter —lo empuja levemente cuando se da cuenta que ninguno de los dos habla.

—Ella...

—Me equivoqué de casa —digo sin miedo a que piense que soy una estúpida—. Pero ya me iba.

—¿La conoces? —El rubio se lo pregunta a ella, quien rueda los ojos con fastidio.

—Es la nueva niñera —Quita su atención de él, para volver a mí—. Ya te ibas, ¿no? —investiga sin tacto al darse cuenta de que no me he movido ni un poco.

En lugar de agachar la cabeza, como ella espera que haga, sonrío en dirección a su amigo y me acerco para despedirlo.

—Gracias por tu amabilidad... —Dejo la frase a medias, esperando porque se presente.

Él sonríe entendiendo a la perfección mi acción.

—Carter Prescott. Fue todo un placer...

—Julieta Esparza —Le tiendo la mano para poder estrechar la suya, sin quitar la sonrisa de mis labios. Por el rabillo del ojo veo a Ginger enfadada, y la curva de mis labios solo se agranda más—. Hasta pronto.

Me giro levemente hacia la rubia medio castaña, quien lo único que hace es rodarme los ojos, y omito el hecho de lo cliché que le sienta el papel de pesada, aunque solo lo sea conmigo, lo sé por la forma en que se le prende del brazo a Carter y comienza a jalonearlo para que vaya por los helados que prometió comprarle, dejando de lado su cara de amargada, para sonreír con genuina ternura. Él le devuelve el gesto y yo decido que es demasiado perturbador seguirlos observando cuando debería marcharme.

Mi camino en la puerta es interceptado por un chico igual de alto que el otro, a quien ya he visto antes en la cuadra y puedo reconocer, por el tono despectivo con el que me ve, tal como lo hizo hace unos días, cuando el Señor Moore me ayudaba a bajar mi equipaje del baúl del auto.

—¿Se te perdió algo?

—Nada, aunque supongo que tu perdiste los modales —lanzo y él sonríe restándole importancia a lo que he dicho.

—¿Disculpa? No te he entendido muy bien. Tu acento no me permite hacerlo.

Hago mis manos puños al lado de mi cuerpo, sintiendo como las uñas se me clavan en las palmas, tanto como quisiera clavárselas en la cara por ser tan imbécil. Pero me contengo, si pude sobrevivir a los comentarios machistas dentro de mí familia, puedo con este idiota.

—Dash... —Es Carter quien tiene la intención de reprenderlo, pero no es necesario.

—Me parece una lástima que siendo tú idioma natal no puedas entenderlo, pero tranquilo nadie te está juzgando.

Escucho la pequeña risa que lanza Ginger, y no sé si es hacía lo que dije, o hacía como el niño frente a mí infla las mejillas en un gesto de enfado que intenta disimular de inmediato.

—¿Perdón?

No está tratando de demostrar que aquello le afecta, nuevamente, lo único que quiere hacer es molestarme, pero gracias al cielo mi paciencia tiene un límite muy alto.

—Ya basta, Dasher —Es Carter quien sale nuevamente en mi defensa, y eso me enfada más. Yo no soy una damisela en apuros que necesite su ayuda.

Sonrío con dulzura al adolescente frente a mí.

Pendejo —recito en voz alta, antes de empujarlo con el hombro para salir de la casa—. Significa adiós en mi idioma.

—Los modismos de tu país no entran aquí.

—Ya Dasher. Es la niñera de la familia. Deja de ser un patán —Me sorprende que Ginger diga algo bueno hacía mí.

—Tranquilos, estoy bien —agrego mientras me señalo.

—Vamos, solo bromeo —intenta quitarle importancia a su comentario con ese agregado, mientras yo camino hacia la acera para ir a la casa a un lado, tratando de no soltarme a reír como realmente quiero hacerlo—. ¿Qué pasa? ¿En tu país resuelves los problemas ignorándolos?

Lanzo un suspiro, pero la sonrisa en mi rostro no se esfuma.

—Aquí, en mi país y la otra punta del mundo, no hay mejor forma de vencer a tu oponente que dejarlo con la palabra en la boca —Ni siquiera me giro para decir aquello, termino de caminar, escuchando como intenta reír, pero su carisma se ha perdido.

Bien. Julieta, uno; odioso, cero, aunque mi paciencia cree que mejoraría la situación si le diera un golpe que le volteara el rostro.

Así que por su bien más que por el mío, espero no volver a cruzármelo, aunque que eso es como pedirle peras a un manzano, cuando vive justo al lado y es amigo de Ginger.

¡Vaya, suerte la suya! Porque yo no soy un rival fácil de pisar.

🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤

E iniciamos!!!

¿Qué tal les ha parecido este primer capítulo?

¿Qué piensan de Julieta?

Del uno al diez, ¿qué tan despistados se consideran?

¿Cómo hubieran actuado de estar en una situación similar?

Gracias por leer. Nos leemos pronto.

Mz

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