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Carter

Con el pasar de los días, dejo de prestarle atención al hecho de que Jules no ha vuelto a hablarme como los días anteriores, pese a que voy seguido a la casa de los Moore, porque es como un segundo hogar para mí, no intercambiamos más que palabras de cortesía. Nuestras conversaciones con suerte sobrepasan los dos minutos, pero se quedan en el cinco como un máximo.

Siento que es mejor así, pero no puedo evitar preguntarme a qué se ha debido su cambio de humor. Un día todo fueron risas por el apodo que le escogí y al siguiente, tan solo me sonrió y se dio la vuelta con la excusa de que debía ir a preparar el almuerzo de los gemelos. Cada vez que nos encontramos, no hace más que saludarme para luego darse la vuelta.

Tengo el presentimiento que se debe a que todos han comenzado a llamarla Jules, en lugar de decir su nombre. Estoy casi seguro de que ha odiado el apodo, pero me ha dicho que no es así por cortesía. No parezco ser el único que padece de ese don o maldición.

—Así que, ¿qué tan preocupado estás por el cambio de humor en Jules? —No paso por alto la extraña manera con la que mi hermano y Ginger pronuncian su nombre, pero no le he tomado importancia.

—Más bien es intrigado, pero califiquémoslo como un cinco en una escala de diez —le respondo a Ginger, quien suelta una risa llena de mofa, mientras se desparrama en el asiento de su auto.

Odia manejar cuando venimos de regreso de las clases de yoga, así que me toca hacerlo a mí.

—Yo diría un ocho para no parecer exagerado —acota con gracia, y yo niego, porque sé que no es así.

Jules no puede interesarme, porque yo no estoy interesado en estar con nadie.

—Es solo la niñera, tú lo has dicho —le recuerdo.

—No lo parecía cuando le estabas coqueteando.

—Solo estaba siendo amable —corrijo, pero su rostro demuestra que no me cree en absoluto.

Me enfada que piense eso de mí, como si no me conociera lo suficiente.

—Tú eres amable por naturaleza, Carter Prescott, pero la actitud que has tenido con ella estaba lejos de esa aura tuya —Aprovecha que estamos en un semáforo en rojo para colocar su mano en mi hombro, distrayéndome de ver al frente para medio girar el rostro en su dirección—. No tienes que sentirte culpable, ella es agradable por naturaleza. Me agrada hasta a mí.

Ahora es mi turno de reír al ver su rostro lleno de culpa.

—No lo parece —Cambio de tema y ella me da hilo para olvidar que hablábamos de Jules.

—Es porque no puedo dejar que se dé cuenta que me agrada.

Me doy cuenta de mi error al ver la sonrisa que trata de fingir, para luego girar el rostro hacía el frente. Para Ginger el demostrar que puede sentir tristeza, es como otra imperfección que puede curar con una buena mascarilla.

—No voy a permitir que vuelva a suceder, ¿recuerdas? No estás sola, ricitos de oro.

Coloco mi mano sobre su hombro, en un gesto de hermandad y ella comienza a negar.

—Lo sé, galleta de jengibre —Con su mano presiona la mía—. ¿Has pensado en la probabilidad que Jules haya creído que tú y yo somos novios o algo así? —Dice luego de varios segundos, seguido de una carcajada que retumba dentro del auto

Admiro la forma en que puede cambiar de actitud u ocultar lo que siente para darle la vuelva a la conversación así de rápido.

—No se me había pasado por la cabeza —Y es verdad, porque no le encuentro sentido. Ginger y yo siempre hemos actuado más como un par de hermanos que como pareja—. Pero si es así, prefiero que lo siga creyendo a que en algún punto pueda malinterpretar mis intenciones con algo romántico.

No me gusta sonar tan crudo, pero es la verdad. No me puedo dar el lujo de dejar entrar a nadie en mi vida, así no fuera a pasar, tengo que prevenir desde la raíz lo que sea que hubiera podido llegar a pensar Jules, no puedo permitir que se ilusione conmigo, con alguien con quien no tiene ningún futuro.

—¡Ay, Carter! Ahora repítetelo frente al espejo hasta que te lo puedas creer.

Tengo que ignorar su comentario por salud, porque estoy seguro de mis decisiones y mis pensamientos. Sé que son los mejores, aunque no sé si son los adecuados.

Mis padres han dicho que es un método estúpido, pero me ha funcionado, así que no le veo lo idiota.

El resto del viaje, prefiero hablar con ella acerca de las nuevas mascarillas que tiene que probar, y de los videos que quiere grabar junto a mí. No me gusta mucho hacer aquello, pero siempre termina por convencerme, y no puedo negarme, gracias a ella mi piel está así de sana y cuidada. Ninguno de los dos imaginó que su adicción a la limpieza facial podría convertirse en esto.

Hace unos tres años Maika y yo la convencimos de que sería buena idea subir videos dando consejos de Skin Care, pero ella lo rechazó con la excusa de que hacer eso le quitaría mucho tiempo, así que terminó por subir historias a Snapchat grabando los pasos que realizaba durante el día, de alguna forma, aquello comenzó a hacerse viral, así que pasó a hacerlo por Instagram y sus seguidores pasaron de ser trescientos a mil en una semana, y no ha parado de crecer.

Las marcas le envían productos para que los pruebe, inclusive algunas le han llamado para ser la cara promocional de estas, y yo no puedo evitar sentirme orgulloso. Ella es feliz haciendo aquello, especialmente porque de esa forma hace dos cosas que ama al mismo tiempo. Ser famosa y cuidarse la piel, sin quitarle tiempo a sus estudios y su rutina.

Tener unos padres como los suyos que organizan hasta sus horarios para ducharse, es algo de verdad beneficioso.

—¿Entonces estarás en el en vivo conmigo? Primare así lo ha pedido y sabes que detesto estar hablando sola frente a mi celular —se excusa en lo que yo estaciono su auto en el garaje.

—¿A las siete? —asiente con un puchero en los labios poco creíble, sabe que terminaré aceptando de cualquier forma—. Pero yo quiero estrenar las brochas que te han enviado.

Acepta con una sonrisa en el rostro y ambos nos bajamos del auto.

La imagen frente a nosotros nos paraliza a ambos.

—¡Son un par de diablillos! —exclama Jules con el cuerpo empapado—. ¡Si! ¡Es mejor que corran porque no se los dejaré pasar!

Los gemelos no pueden contener la risa mientras avanzan con torpeza hacía el interior de la casa. Jules lanza un bufido y toma su cabello entre las manos para quitarle el exceso de agua.

—Que no se te ocurra entrar así a la casa —advierte Ginger y yo frunzo el ceño en su dirección. De verdad sabe cómo fingir, aunque lo cierto es que mi mejor amiga es fastidiosa por naturaleza.

—Claro, voy a esperar a que el sol me seque para hacerlo.

Ginger es apática al sarcasmo, y a mí me causa risa ver su reacción a las palabras de Jules, quien, pese a parecer frustrada, no parece estar enfadada por lo que han hecho Gigi y Harvey. Ya se habían tardado, son expertos en dar dolores de cabeza.

—Vamos, Carter —Ginger me toma del brazo y yo me giro para observar a Jules quitarse los zapatos. El sol le da en la mitad del rostro, causando que su piel brille como arena en la playa a medio día. Radiante.

Quito mi atención de ella en cuanto mi mejor amiga comienza a arrastrarme al interior de la casa.

—Necesita una toalla —anuncio, soltándome de su agarre para caminar al baño.

—Lo sé, ¿Se la llevas? —Agita las pestañas con burla en cuanto me pasa su bata—. Trata de no ser demasiado amable.

Paso de sus palabras para dirigirme al frente. Jules observa el cielo con los brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Así que te has tomado en serio lo de secarte al sol? —investigo cuando son pocos los pasos que nos separan.

Ella se gira al escucharme con una sonrisa en los labios. Su maquillaje está corrido, y ella hecha un desastre, pero aun así no parece perder el estilo. Ni tampoco su encanto.

—Siempre me tomo a pecho lo que prometo —expresa con algo que parece ser un trasfondo que no entiendo—. Pero el sol y el aire no quieren poner de su parte para ayudarme.

—Entonces yo puedo hacerlo —aviso y tarde me doy cuenta de que quizás eso fue demasiado extraño—. Te traje una toalla —me corrijo con pena, evitando verla a la cara, pero al escucharla reír, me es inevitable llevar mi vista a sus ojos y luego a su sonrisa.

Cada facción en su rostro es una combinación perfecta.

—Gracias, Carter —nuestros dedos se rozan un lacónico segundo, mientras intercambiamos la bata de Ginger. Para evitar la electricidad que traspasa mi piel, me llevo la mano dentro del bolsillo del pantalón. Pero mi corazón no puede ocultar ese extraño golpe contra mi pecho.

Jules pasa la toalla por su rostro de una manera poco sutil y no sé qué sería lo primero que Ginger podría reclamarle, acerca de la poca delicadeza con la que se seca o por cómo está manchando su bata con maquillaje corrido. Pensar en eso me causa gracia, lo que provoca que ella eleve la vista hacía mí, con una ceja alzada.

—¿Puedo saber a qué se debió esto? —La señalo y lo primero que hace es elevar los hombros, pero termina por quemarse al soltar una risa que se convierte en una carcajada.

Jules tiene una risa bastante peculiar, y poco armónica.

—Estamos en una clase de revancha para ver quien tiene mejores bromas para el otro, pero creo que es injusto cuando ellos son dos y yo una —justifica y me evito el decirle que es aún más injusto porque ellos son un par de diablillos y ella una simple mortal.

Una mortal bastante guapa.

—¿Quién va ganando? —investigo, aunque sé la respuesta.

—¿De verdad lo preguntas? —Estoy por darle ánimo, cuando me interrumpe—. Obviamente yo. No se las he dejado fácil.

Su sonrisa es amplia mientras se enfunda en la bata con el cabello hacía un lado, sobre su hombro. Quiero sonreír porque sus palabras me han parecido graciosas, pero el sentimiento de calidez que me brinda su compañía es opacado por los temores que habitan en mi interior.

Hablar con ella es demasiado fácil. Ginger tiene un tanto de razón, puede que en el fondo yo esté siendo un poco más que amable, pero es demasiado rápido admitir que ella despierta algo en mí.

—Aunque el sol se siente cálido, lo mejor es que te des una ducha. Tener ropa húmeda sobre tu cuerpo te puede causar un resfriado —advierto luego de un rato.

Jules asiente, y me regala una última sonrisa.

Tengo que admitir que su gesto me transmite paz, por lo natural y el brillo que acompaña sus ojos al achicarse. Hay algo en ello que me parece hipnotizante.

—Supongo que nos seguiremos viendo por ahí. Hasta luego, Carter.

Hay un pequeño momento de indecisión en su gesto, avanza un tanto en mi dirección observando mis ojos, y no sé si es la profundidad que me transmite su mirada, lo que hace que me coloque firme en mi sitio y ella decida rodearme y pasar a mi lado para seguir su camino.

Suelto el aire por la boca, dejando de lado la rigidez para luego llevar ambas manos detrás de mi cuello. No tengo ni idea de lo que sucede conmigo, pero tengo que pararlo, desde aquí, porque no puede llegar a más.

No puedo permitir que Jules interrumpa en las decisiones que tomé hace tiempo.

Con aquella idea en mente, troto hacía mi casa, necesito espacio y sacar el extraño presentimiento en mi interior.

Mi forma de hacerlo es componiendo. Necesito terminar la última melodía, y creo tener la inspiración necesaria en este momento para realizarla.

Sin embargo, mis planes se vienen abajo en cuanto encuentro a Dash con el celular en la mano, sentado en la butaca del piano.

—¿Pasa algo? —Su actitud no me da buena espina. Deja de lado lo que lee para observarme.

Al principio me asusta creer que de alguna forma se han dado cuenta que él no ha compuesto su canción, pero borro aquel pensamiento al ver la sonrisa que se forma poco a poco en su rostro.

—Me han subido la calificación —anuncia. Se muerde el labio inferior sin dejar de sonreír y sé lo que viene después de eso—. ¡Maldición, Carter! ¿Te das cuenta? Soy la persona con la nota más alta en todo Boston.

Aunque sé que lo he ayudado a hacer trampa, no puedo no sentirme orgulloso. Es mi hermano después de todo.

La sonrisa en mis labios y la modestia en mi pecho, son suficientes para hacer a un lado mis inseguridades y darle paso a la felicidad.

—¡Es increíble, Dash! Te aseguro que las disqueras harán fila detrás de ti al llegar a la mayoría de edad —comento sin pensarlo bien. Aquello siempre consigue molestarlo, pero está vez hay algo en su sonrisa que me hace darme cuenta de que no está siendo del todo sincero—. ¿Qué es lo que escondes, Dasher?

Mi hermano pasa de sonreír con alegría a hacerlo con vanidad. Aquel gesto (sonrisa de lado, una de sus cejas alzadas, el ceño medio fruncido y esos ojos entrecerrados que se asemejan a los de un depredador observando a su presa), siempre traen problemas o cabos sueltos, a veces, ambos.

—Por el momento confórmate con saber que has ayudado a que mi ego suba a niveles inalcanzables.

—Lo bueno es que lo aceptas —intervengo con un tanto de temor por saber en qué lío puede estar metido mi hermano—. ¿Qué tantos problemas vamos a tener por esto?

—¡Dios, Carter! Ninguno. No todo en esta vida son líos —Se levanta para colocarse frente a mí—. Relájate, hombre.

Posa su mano libre sobre mi hombro y me da un leve apretón, de los pocos gestos de afecto que tiene hacía mí y luego de una última sonrisa poco sincera, sale de la habitación.

Quiero ignorar a mi intuición diciendo que cuando Dash dice relájate significa mantente atento, pero el pensamiento es tan persistente, que no soy capaz de tocar nada en el piano.

De pronto, la inspiración que creí encontrar se ha esfumado.

🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹🎤🎹

¡Sorpresaaaa!

¡Feliz día del libro!

¿Les ha gustado el capítulo?

¿Por qué Carter no quiere tener una relación?

¿Se vengará Jules de los gemelos?

¿Qué estará tramando Dash?

Pregunta random: ¿tienen rutinas de limpieza facial?

Gracias por leer. No olviden votar y comentar. Los te quiero mucho ❤️

Mz

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