I: Hola, Samuel.
Durante horas, Sam y Emeraude se miraron a los ojos sin tocarse, sin moverse, sin creer que estaban frente a frente después de tanto tiempo. Él se mantuvo inmóvil en uno de los sillones del ático mientras ella, en el sofá, horadaba el helado con insistencia. Los dos tenían muchísimas cosas por decirse, él tenía una gran cantidad de preguntas y ella estaba más que dispuesta a responderlas todas. Pero necesitaban un poco de silencio para terminar de curar el dolor y las heridas que el tiempo se había encargado de aligerar. Ella sabía que había hecho mal, y aunque no lo creyera, él estaba dispuesto a escucharla para tratar de comprender sus razones.
Apenas amanecía cuando los dos eligieron decir algo, y la primera en hablar fue la cantante.
—Estuviste llorando. —Sam asintió.
—Tú igual. Y no te ves como creí que lo harías.
—Tienes vendas en los nudillos. ¿Te hiciste daño?
—Estaré bien.
—Déjame revisarte —Emeraude trató de tomar la mano del chico tatuado—. Por favor...
—No te preocupes —él la apartó con delicadeza—. No me duele.
—Sammy...
—De verdad, Ems... estoy bien.
—Vale.
La joven se levantó del sofá y caminó hacia la ventana del ático para ver el amanecer. El sol empezaba a llenar de luz la ciudad e iluminaba débilmente la pequeña estancia. Sam la imitó y se acercó a ella. Sabiendo que no lo era, la veía tan delicada y frágil, que temía ponerle un dedo encima por miedo a hacerle daño. Ella respiró hondo y cerró los ojos.
—Ems, Sonny...
—Está dormido —Emeraude pestañeó un par de veces—. Hoy tuvo el día libre en la escuela.
—Imagino que le gusta dormir hasta tarde.
—A veces. Hay días en los que se levanta temprano con mucha energía, pero anoche jugó tanto que hoy dormirá hasta las once.
—Puedo imaginarlo.
—Sammy, yo...
Sin que Emeraude pudiera anticiparlo, Sam la abrazó. Ella, sorprendida, lo rodeó con los brazos y recostó la cabeza en su hombro. Un débil olor a pino y Calvin Klein se apoderó de su olfato, trayéndole de vuelta un recuerdo feliz de la cita en la que ellos pasaron la noche juntos en medio de canciones sugestivas, vasos de tequila y rollos de sushi.
—Sammy...
—No digas nada, Ems. No todavía. Te lo ruego...
Los dos mantuvieron el abrazo mientras el sol salía y seguía infiltrándose a través de la pequeña ventana. Emeraude no quería moverse y Sam mucho menos, pues aquel olor a frambuesa que lo cautivó por primera vez se esparcía con ligereza en el aire y lo incitaba a permanecer aspirándolo, absorbiéndolo, disfrutándolo y sufriendo por su dueña.
Los dos lloraban sin poder controlar las lágrimas que brotaban como un par de ríos corriendo en la misma dirección, y aunque el chico tatuado tenía muchas cosas que decir, optó por el silencio hasta dejar que el nudo en su garganta se desatara por sí solo. La cantante estaba asustada, pero una parte de ella se sentía más tranquila de saber que el padre de su hijo no sentía rencor, solo una inmensa curiosidad que ella estaría dispuesta a satisfacer cuando él estuviera listo para hacer las preguntas que necesitaba.
Sam rozó suavemente los brazos de Emeraude con sus manos, haciendo que ella se estremeciera. Él tenía tanto para decir, que no sabía por dónde empezar. Pero ella sabía muy bien cómo encaminar la conversación.
—Debí decirte esto antes. Por favor, perdóname.
—Sí, debiste —Sam mordió su labio inferior con suavidad—. Pero tuviste tus razones para no hacerlo.
—Mira, yo...
—Supongo que mantuviste el secreto para evitarme una situación incómoda. ¿Estoy en lo correcto? —Emeraude asintió.
—Ya tenías bastante por solucionar. No quería agregar algo más.
—¿Quién dijo que me traerías un problema? Esto nunca habría sido algo malo.
—No todos piensan como tú.
—Lo sé. Ems, mira... entiendo que hayas decidido decirme esto de la forma en que lo hiciste, pero no debiste. Habría venido a ayudarte si me decías la verdad en lo que escribiste.
—¿De qué hablas?
Extrañada por esas palabras, Emeraude se cruzó de brazos. Sam suspiró.
—La carta. No tenías necesidad de mentirme, hay cosas que son tan difíciles de leer ahí...
—¿Qué carta?
—La que me enviaste con Lety ayer en la tarde. —la cantante seguía sorprendida.
—Yo no te envié una carta.
—Pues tengo una, escrita por ti.
—¿Puedo verla?
—Eh, claro. Aquí está.
Sam sacó la carta del bolsillo de su pantalón y se la entregó a Emeraude. Ella se sentó en el sofá para leerla.
"Querido Sammy:
Me costó bastante trabajo encontrarte, pero logré hacerlo antes de entrar a mi última terapia de cuidado paliativo. A decir verdad, ya había perdido toda esperanza de poder contactarte de nuevo. Pero debo agradecerle a Nintendo el dejarte dictar unas cuantas clases aquí y con eso darme una pista sobre ti. Imaginé que Copper Grace nunca saldría de tu corazón, e hice bien.
Mis mejores días han pasado, y antes de partir necesitaba liberarme de unos cuantos arrepentimientos. Sé que voy a morir, y escribir es terapéutico para mí. He escrito cartas a todos mis conocidos esperando que algún día las reciban, pero nunca me había costado tanto escribir algo como lo que estás a punto de leer. Quiero que sepas qué tanto permanecerás en mis recuerdos.
La tarde que nos conocimos en la biblioteca de la universidad fue bastante entretenida, a pesar de no poder reírnos lo suficientemente fuerte por los nervios que estuvieron a punto de enloquecerte cuando te invité a salir. Ahora lo reconozco, dejar entre tus libros notas adhesivas con dibujos de tu cara hechos a lápiz no era una buena forma de llamar tu atención, pero fue la única que se me ocurrió. Estaba prohibido cantar en la sección de libros de referencia. La señora Dornell me miraba como si fuera a matarme, y no podía invitarte a salir si me reventaban el cráneo con la Biblia.
Me costó mucho tener el coraje suficiente para hablarte. Tuve que perder una apuesta con Lety para que eso sucediera, y al final todo salió bastante bien.
Sé que fue inusual llevarte a una cita mientras estaba trabajando, pero quería que me vieras en mi elemento. Mis compañeros de banda no paraban de hacerme bromas acerca del "chico de rojo", pero no me importó. Supe que era la manera correcta de atraerte cuando no pudiste quitarme los ojos de encima mientras cantaba.
Ni mencionar la fiesta en la casa de Flama, y debo reconocer que muy frustrante verte ebrio en ese traje de Flash. Nunca creí que alguien como tú fuera a tener algo conmigo, pero a pesar de lo efímera, aquella noche definió mi carácter en los años siguientes y será inolvidable.
Sabes cómo hacer sentir hermosa a una chica. Hiciste que yo lograra verlo y sé que podrías lograrlo con quien quisieras. Cualquiera será más que afortunada de tenerte y me sorprendería muchísimo si al momento de recibir esta carta tu corazón no tiene dueña.
Tal vez para ti no haya sido importante, pero para mí fue una buena experiencia, y sé que las miradas cómplices que intercambiábamos mientras nos veíamos en los pasillos de la universidad después de esa noche eran lo único que querías tener conmigo. Eso nos bastó y nos sobró. No nos enamoramos pues habría sido absurdo, pero esas conversaciones contigo fueron suficientes para mí.
Debes darte cuenta de lo atractivo que eres. No creo que eso haya cambiado desde la última vez que te vi, y ahora debes verte muchísimo mejor de lo que te recuerdo. Yo, en cambio, ya no tengo nada para ofrecerle a alguien: la radiación me arrugó la piel, mi cabello se fue, adelgacé demasiado y ya no puedo hablar. Tengo un cáncer de garganta que me convirtió en un fenómeno de circo, así que quiero pedirte perdón por despedirme en una carta en lugar de visitarte. No quería que me vieras así. Prefiero que me recuerdes con la piel brillante y lozana, el cabello verde de siempre y la voz tan poderosa como un explosivo en un recinto cerrado.
Tu recuerdo fue y sigue siendo fuerte. Tú serás una de las últimas personas en las que estaré pensando cuando se me agote la vida. Pero no serás el único en mi cabeza. Un tiempo después de haberte conocido, apareció en mi vida un hombre maravilloso, de quien me enamoré apenas lo vi. Quiero hablarte de él porque me encantaría que los dos compartieran algo. Su nombre es Sonny.
Él me amó cuando me conoció. Nunca le había sucedido eso con alguien. A medida que el tiempo pasaba, sus sentimientos por mí crecían más y más. Todos los días me acariciaba el rostro y me hacía sentir amada sin necesidad de hablar, con su sonrisa iluminaba mis mañanas más que el sol, y con sus ojos grises era capaz de hacerme la mujer más feliz del mundo.
Ocho años después de conocernos, seguimos juntos. Cuando Sonny supo que yo estaba enferma, no quiso separarse de mí ni un minuto. Tenía otras prioridades, pero las dejó de lado a pesar de mis ruegos para que no lo hiciera. Le gusta el karate, le gusta leer, dibujar, la música, pero prefirió dejar todo eso de lado para acompañarme en mi enfermedad. A pesar de verme como un extraterrestre, él dice que soy hermosa. Sé que nadie me amará como lo hace él, y cuando muera, seguirá amándome y recordándome.
Por eso me encantaría que lo conocieras lo más pronto posible.
Sonny quería saber cómo era mi vida antes de que él llegara a mí. Y me fue imposible no hablarle de ti. Cuando lo veas, entenderás por qué lo digo. Lety está encantada con él desde que lo conoció, y mientras escribo esta carta, respalda en un cien por ciento mi decisión de presentártelo. Mi mejor amiga irá a vivir a Alemania con su esposo Arne y no quiere que Sonny se quede solo en Copper Grace. Cuando yo me vaya él no tendrá familia, ni amigos, nadie en quién sostenerse. Sé que le va a doler mucho mi partida, pero si tiene a alguien de buen corazón a su lado, la carga será más llevadera. Él necesita de alguien como tú.
Junto a este escrito hay una tarjeta con una dirección. Es la casa donde Sonny vive en este momento. Antes de que Lety viaje a un lugar donde él no puede ir, quiero que esté con alguien de confianza, y estoy segura de que eres el más indicado para quedarse con él. Mis otros amigos me abandonaron cuando se enteraron de mi enfermedad, y eso me rompió el corazón. Nadie quiso hacerse cargo de mis asuntos, excepto Laetitia. Y por eso siempre le estaré eternamente agradecida.
Voy a dejar la carta hasta aquí. Cada vez me siento más débil, y temo dejar esto a medio terminar sin despedirme apropiadamente. Aunque quisiera que conocieras a Sonny, debo dejar esa decisión en tus manos. No quiero imponerte esto como mi última voluntad, sino como una sugerencia. Pero es mi deber pedirte un último favor.
Cuando lo conozcas, debes elegir si Sonny seguirá llamándose Sonny Blanchard, o si de ahora en adelante se llamará Sonny Arden.
Gracias por esas noches y los recuerdos que me llevaré a la tumba.
Emeraude Blanchard.
Emeraude no podía creer lo que leía. Atónita, se tomó un par de minutos antes de opinar sobre aquella carta.
—Sammy, sé que es mi caligrafía, pero yo no hice esto.
—Ems... —Sam suspiró.
—Ya ves que hay muchas cosas falsas en esa carta. No la escribí yo. Aunque...
La cantante, después de reflexionar un poco acerca de aquello, lo comprendió.
—Sammy, por favor... no te muevas de aquí. Ya regreso. —él asintió. Ella se dirigió a la habitación de Laetitia y Arne, donde despertó a su amiga sin hacer mucho ruido y la llevó a la sala de la casa.
—¿Qué rayos te pasa? ¿Por qué le escribiste esa carta a Sammy?
—Ems, es que...
—Laetitia Elena Schlagzeuger-Seward —Emeraude la interrumpió—, tienes muchas cosas por explicarme.
—Lo sé, lo sé. Yo...
—¿Por qué tienes que ser tan horriblemente dramática para todo? ¡Metiste a Sammy en la boca del lobo!
—Sabes que si no hacía algo así, Sam probablemente no estaría aquí ahora.
—No entiendo por qué decidiste hacerlo de esa forma... ¡le dijiste muchas cosas falsas!
—Eran por una buena causa.
—Una buena causa, ¡mi trasero! Le dijiste que no tenía cabello, ni voz... que voy a morir, que todos me abandonaron, ¡que te vas a vivir a Alemania! ¿Cuántas mentiras más planeabas escribir ahí?
—De hecho... una de esas cosas es cierta.
Emeraude respiró hondo. Descartando todas las mentiras que Laetitia había escrito en aquella carta, solo quedaba una de esas cosas para dar por verdadera.
—Lety, no puedes irte a Alemania.
—Sí que puedo.
—Pero amas Copper Grace. Este país te hace feliz. Eres más estadounidense que los USAF Thunderbirds comiéndose un monte Rushmore hecho con aros de cebolla.
—Sí, amo a Estados Unidos —la chica de cabello violeta dejó escapar un suspiro—. Y si volviera a nacer, sé que sería bajo la bandera de rayas y estrellas. Pero tengo que irme de aquí.
—Debe haber una razón lo suficientemente fuerte como para que hayas decidido hacer eso.
—Hay dos. Una tiene nombre y apellido.
—¿Cuál es?
—Maximus Matheson.
Las dos chicas se sentaron en el sofá. Emeraude se llevó las manos a la cara. Laetitia, aun con un poco de sueño, bostezó antes de seguir hablando.
—¿Recuerdas el día que Sonny cumplió cuatro años?
—Sí. La fiesta con el castillo inflable. Tuvimos que esperarte por mucho rato antes de cortar el pastel.
—Sí, acerca de eso...
—Ajá. Continúa.
—Estaba saltando en el castillo inflable y Maximus apareció. Nos sentamos a conversar y de la nada... me besó. Y me gustó.
La cantante ahogó un grito de sorpresa.
—¡Sal del edificio!
—¿Ahora entiendes por qué debo irme a Alemania? Llevo guardando este secreto por demasiado tiempo. No puedo quedarme aquí, ese día fue un beso, otro día pudo ser un revolcón de los mil demonios, ¡se desataría el Ragnarok si eso sucediera!
—Lety, estás casada. Sabes que no puedes permitirte esas cosas.
—¿Ves? Maximus me tiene la cabeza hecha un desastre desde ese día. No puedo hacerle eso a Arne, no es justo con él.
Laetitia suspiró. Emeraude entendía lo que su mejor amiga debía hacer para que su matrimonio no se acabara, y si eso implicaba estar a miles de kilómetros de distancia, las dos sacrificarían su tiempo juntas por eso.
La cantante se acercó a su mejor amiga y la abrazó, aceptando que, por primera vez en más de diez años, no la tendría tan cerca como lo deseaba, pero esperaba que todo saliera de maravilla para ella.
—¿Cuál es la otra razón?
—Después te la diré, no hay mucho apuro.
—Vale. Lety, te voy a extrañar. Auf wiedersehen. —las dos chicas sonrieron, tratando de no llorar.
—Danke, Frau Emeraude.
Después de esperar a Emeraude en el ático por mucho tiempo, Sam decidió bajar a la sala, y encontró al par de mejores amigas abrazándose.
—Buenos días, damas... —Laetitia, avergonzada, bajó la mirada.
—Sam, yo... tengo varias cosas por explicarte. —él movió la cabeza en señal de negación y sonrió levemente.
—No tienes que hacerlo. Todo está aclarado, ¿no? —ella sonrió.
—Sí. De verdad lo siento mucho, creo que exageré un poco las cosas. —el chico tatuado apretó los labios y puso sus manos detrás de la espalda.
—Descuida. Yo habría hecho lo mismo si fuera tú. Ven. —Sam abrazó a Laetitia, y después de un instante ella se apartó.
—Disculpa, tengo algo que hacer en... allí. Ahora regreso.
Mientras ella se dirigía a otra habitación de la casa, Emeraude y Sam se sentaron en el sofá.
—Supongo que tendré que esperar a que Sonny despierte, ¿no? —la cantante negó con la cabeza.
—No es necesario. Él va a dormir hasta tarde, tienes tiempo de ir a casa, darte un baño y regresar. Bueno, si eso es lo que realmente quieres.
—¿Por qué no habría de quererlo?
—Oye, si te espantaste y no quieres volver a verme, lo entiendo. Lety es demasiado dramática con esas cosas.
—Lo sé. Inventar un cáncer o cualquier enfermedad es un poco extremo.
—Sammy... lo de la enfermedad no es mentira. Tengo este asunto en la garganta...
Rápidamente, la joven le explicó al chico tatuado acerca del parásito que se resistía a los medicamentos y que le había costado la voz de manera temporal. Él, consternado, se cubrió la cara con las manos. Había deseado con todas sus fuerzas que eso fuera mentira.
—¿Qué? Pero tu voz suena igual que siempre.
—Sí. Después de una cirugía y un montón de medicamentos que me pusieron a dormir bastante mal. Tuve que cambiar de tratamiento, pero aun tengo varias terapias pendientes. Fui lo suficientemente suertuda como para no perder la voz del todo, pero aun soy muy propensa a tener mareos y desmayos constantes. Estas semanas han sido muy agotadoras.
—Ems, cuánto lo siento, de verdad...
Sam volvió a abrazar a Emeraude. Ella sintió un leve ruido, como si alguien se arrastrara sobre la alfombra.
—Sammy, ¿oíste eso? —él se encogió de hombros.
—No oigo nada, lo siento. —los dos permanecieron en silencio para oír mejor. El sonido se había convertido en un siseo fuerte.
—Ems, qué...
—Shhh, ahora te digo.
Después de unos segundos, el siseo sobre la alfombra se detuvo. Y detrás del sofá, un par de enormes ojos grises miraban con sorpresa al chico de rojo. Al darse cuenta del origen de aquel sonido, Emeraude sonrió.
—Mira quién despertó, Sammy.
Sobre aquella expresiva mirada se alzaba un desordenado cabello rojo como el fuego. Unas pequeñas manos se sostenían del sofá para no caer, y cuando por fin Sonny asomó su cara por completo, Sam no podía creer lo que veía.
Acercándose al sofá con el asombro en el rostro, el chico tatuado les devolvió la mirada a aquellos curiosos ojos de acero que ni siquiera se molestaban en parpadear, y antes de que el pequeño pelirrojo se moviera, Sam puso su mano sobre la de su hijo, a lo que el niño sonrió después de unos segundos.
—Hola, Samuel. Soy Crimson.
—¿Crimson?
—Sí. Crimson Steely Blanchard. Pero puedes llamarme Sonny.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro