Capítulo 4
Águeda:
Cuando Gloria llegó me pillo mirando al infinito mientras preparaba las sopas de ajo que teníamos por comida.
El portazo me asusto tanto que al saltar me hice una fea quemadura en la mano. Ella vino hacia mi preocupada.
- ¿Te quemaste?
- No es nada- dije mientras me dirigía al pozo del patio y me echaba el agua fría en la quemadura.
- Déjame ver. Me agarró la mano y la expuso ante su atenta mirada.
- Ven, te voy a curar.- sin darme tiempo a reaccionar me arrastro al salón y trajo los potingues caseros que la abuela Mari Carmen siempre nos traía cuando nos visitaba desde la costa. Veces escasas, todo hay que decirlo. Nos prometió enseñarnos a prepararlo en su siguiente visita. Me echo un líquido parduzco que escocia como el demonio mientras yo divagaba.
- ¡¡¡¡Hayyyyy, que escuece!!!- me intente apartar, pero me sujetó más fuerte para que no me moviera, he hiciese algo que, seguramente, lamentaría más tarde.
La noté rara, quizá más seria de lo normal. No me había mirado a los ojos todavía.
Me terminó de curar la quemadura al mismo tiempo que recordé que las sopas de ajo seguían al fuego, corrí a apagar las llamas para que no se me quemasen, más de lo que seguramente ya estaban.
El vapor de agua me dio de lleno en los brazos, pero las gruesas telas de mi vestido impidieron que pasase de tener la mano a todos los brazos en carne viva. A mi espalda las voces de padre y tía Soco se mezclaban. Era hora de comer.
Llené cuatro cuencos cuando los llevé a la mesa ya estaban todos sentados al rededor.
El ambiente era particularmente sombrío. Me senté también y comimos en una extraña calma. Después vendría la tormenta.
Gloria:
Acabábamos de terminar todos y padre ya se iba a levantar para recoger los platos, pero yo le agarré el brazo, haciendo que se sentase de nuevo.
- Debemos hablar, todos. -Eso lo dije para que mi hermana y mi tía no se levantasen.- ¿Padre, es verdad eso de que tendrás que irte al amanecer para combatir a nuestros hermanos?
Padre palideció, mientras la cara mi tía era un poema, y Águeda permanecía extrañamente tranquila después de esa pregunta que tenía más de afirmación que de pregunta.
-¿Cómo te enteraste, hija mía?
- ¡Esa no es la cuestión!- él tenía una actitud derrotada, con los hombros caídos, haciéndole parecer poco más que un niño derrotado con la vista fija en la mesa, mi mirada se difuminó- ¡Padre mírame!- él levantó la mirada hacía mis ojos, que en realidad eran suyos.- ¡Desde cuando lo sabías!
- ¿Qué más da? Debo ir Gloria. Me apena dejarlas aquí, pero es lo mejor. - ¡No, padre, no sabes de lo que hablas! ¡Irías directo a una muerte segura!- me levanté de la mesa y empecé a andar de un lado para otro de la sala, histérica, como un animal enjaulado. Después de un silencio que se me hizo eterno, una idea me cruzo la mente, justo cuando padre empezó a hablar.
- Gloria, anda sientat… -¡Ya sé! ¡Te sacaremos de la ciudad! ¡Vivirás con la abuela un tiempo hasta que los cristianos reconquisten Granada! Allí no te conocen, podrás vivir tranquilamente por un tiempo, empezar de cero. No te echarán de menos.
Padre me agarró de las muñecas y entonces le miré a los ojos.
- Si me escapó, no me quiero imaginar lo que ellos os podrán hacer. Nos os voy a dejar aquí solas.- se giró y miró a Águeda y a tía Soco.
Ambas estaban mudas, los sollozos apagados de Águeda era lo único que llenaba el silencio y la tía solo había juntado sus manos, sosteniendo un rosario y mirando al techo, rezando.
- ¿Y si nos vamos todos?- lo dije tan bajo que creí que nadie me escucharía, pero a mi padre se le iluminaron los ojos, creí haberlo soñado porque apenas duro un segundo, luego volvió a ser tan seria como antes.
- Es demasiado peligroso, no correremos tamaño riesgo.
Con una voz más firme de la que me esperaba dije:
- O te escapas tú o nos escapamos todos.
Rodeé su corpulento cuerpo con mis brazos y él también me devolvió aquel abrazo. Luego se unieron mi tía Soco y mi hermana.
Ojalá hubiese podido parar el tiempo estando en esta postura, me sentí más segura que en mucho tiempo.
Cuando nos separamos nos volvimos a sentar en la mesa y durante toda la tarde planeamos nuestra misión y preparando todo lo que pudiésemos necesitar. Intentando planear hasta el último detalle.
Mañana al mediodía ya estaríamos camino de la casa de mi abuela.
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