Capítulo 27 🎬
Hace tres días que casi no veo a Oriana, se pasa en la calle con Luana, o en el departamento de mi hermana, hablando de no sé qué cosas y compartiendo con ella sus diseños e ideas. Me agrada y me alegra por las dos, porque supongo que se hacen bien, Luana necesitaba alguien que creyera en ella y le diera ese impulso para animarse a perseguir sus sueños, y Oriana necesitaba una amiga, alguien real, tangible y lejana al mundo en el que se mueve.
Hoy es Noche Buena, por lo que en mi casa hay un montón de movimiento, mamá está preparando comida y papá la ayuda, Enzo y yo jugamos FIFA y Oriana y Luana llegan cargadas con bolsas de regalo. Luana va a ayudar a mamá y Oriana se queda con nosotros.
—¿Te has divertido? —pregunto y ella asiente. El brillo en sus ojos es aún más fuerte y creo que está realmente feliz.
—¿Crees que una pueda tener respuestas a preguntas que se hizo toda su vida en tan poco tiempo? —pregunta.
Sonrío.
—Pienso que las respuestas llegan cuando el tiempo es el indicado...
—Nunca me he sentido tan bien en mi vida, Ramiro... siento que se me aclaran las nebulosas, como si al fin saliera el sol después de un día gris... Me siento tan libre...
—¿Me contarás de qué se trata?
—¡Gané! —exclama Enzo y se levanta para hacer una especie de baile de la victoria. Oriana y yo reímos.
—¿Salimos a dar una vuelta? —inquiero y ella asiente.
Caminamos hasta la plaza principal y nos sentamos en uno de los bancos, ella se echa sobre el respaldo y mira al cielo.
—Una vez que acabe con mis compromisos asumidos con lo de la película, me retiraré —dice y yo la miro con sorpresa.
—¿Te retirarás? ¿Dejarás de hacer cine? —inquiero y ella asiente.
—Sí, Luana y yo montaremos un negocio... Una boutique de alta costura... Lo tenemos todo —dice y me mira con entusiasmo—, ella tiene sus diseños preciosos, yo tengo los medios y los contactos... Va a funcionar —asegura.
Sonrío.
—¿No es muy precipitado?
—Tengo veintiocho años, Ramiro, me dedico al cine desde los doce... No quiero seguir en esto, no soy feliz... Quiero ser libre, mudarme a una ciudad pequeña donde nadie me conozca como esta, tener una casa bonita, acogedora, mi propio negocio y paz... ¿Cuánto vale la paz?
—No tiene precio —sonrío.
—Pues pagaría lo que fuera por ella, incluso si el precio fuera mi carrera. Ni siquiera me hace feliz y tú lo sabes. Voy en picada... solo sirvo de comidilla para los medios de prensa...
—Pero después de la película repuntarás —insisto y ella asiente.
—Y que se queden con un buen recuerdo de mí entonces... Hice mucho dinero, no me falta nada... puedo vivir sin hacer nada el resto de mi vida —admite—. Quiero ser feliz, quiero ser yo misma por primera vez, sin que a nadie le importe mi vida... Quiero que todos los días de mi vida sean iguales a nuestros sábados, quiero poder salir a caminar por la mañana o irme al supermercado a comprar lo que me falta en la heladera...
—Bueno, si eso te hace feliz yo te apoyo —digo y entonces ella me abraza.
—Gracias, Ramiro —susurra sin soltarnos—, todo te lo debo a ti, a que creíste en mí, a que viste más allá de mi fama... me ayudaste a creer.
Mi corazón late con fuerzas y la abrazo aún más.
—Te mereces ser muy feliz, Oriana, eres una mujer fantástica...
—¿Lo dices en serio? Tú conoces todas mis luces y mis sombras...
—No se podría apreciar la luz sin la oscuridad...
Ella sonríe y levanta la vista para mirarme.
Acaricio su mejilla con el dorso de mi muñeca y me pierdo en sus ojos, esta vez los veo distintos, hay ilusión en ellos, hay esperanzas, hay motivos... Por primera vez desde que la he visto no me siento ni por encima ni por debajo de ella, la siento a mi lado, la siento igual. Eso me hace sentir bien, seguro, cómodo.
Se muerde el labio inferior y sus ojos bajan a mis labios.
—Bésame... —pide.
—Ori... —susurró. Claro que quiero besarla, claro que quiero más de ella, pero tengo miedo, no quiero lastimarla en este instante en el que siento que se abren sus alas.
—Por favor, hazlo... no te preocupes, estaremos bien —añade como si pudiera leerme la mente.
Nos besamos, junto mis labios con los suyos y me dejo llevar en un beso suave, tierno y dulce. Nada parecido a los besos que nos hemos dado en las escenas y se siente cargado de un mundo de emociones.
Nos perdemos en el otro por un buen rato, mientras la beso, solo puedo pensar que me gusta, toda ella, todo lo que es y lo que fue, todo lo que quiere ser...
Nos apartamos con suavidad y ella me sonríe, sus labios están rojos e hinchados y me gustan, tomo su rostro entre mis manos y le planto un pequeño beso sobre el labio inferior.
—Creo que ambos hemos evadido hablar de las grabaciones de las últimas semanas —dice entonces y yo sonrío.
Siento la sangre subir a mis mejillas, ella lo nota y levanta una mano para acariciarme.
—No sé qué decirte...
—Bueno, pues te lo diré yo... Dijiste que las primeras veces eran importantes, pues quiero que sepas que no creo haber sentido antes lo que sentí mientras grabábamos... y ya he grabado varias escenas así... Me ha costado muchísimo mantener la línea y no perderme... quería más, quería todo... y por eso buscaba escapar al terminar, porque no quería hablar del tema ni que te dieras cuenta.
Yo río, lo dice de una, para que sea más sencillo y rápido.
—Pues me pasó exactamente igual —digo y ella asiente. Se muerde el labio con nervios y me mira.
—Me siento como una adolescente a tu lado, y no lo soy... no guardo nada de inocencia en mi cuerpo ni en mi alma, no...
—No digas eso —interrumpo.
Le paso la mano y caminamos un poco más sin decir nada, dejamos que el viento nos acaricie y yo suspiro.
—¿Recuerdas el paseo del cual te hablé? —inquiero cuando damos la vuelta en una esquina.
El lugar está completamente iluminado con luces que atraviesan ambos lados de la calle, también hay ángeles, campanas y árboles de navidad iluminados a lo largo de toda la cuadra.
—Sí... dijiste que era un sitio mágico, y de verdad que lo es...
Ella se detiene y me mira.
—También dijiste que te gustaba soñar que yo caminaba por las calles de tu pueblo y te daba un beso.
Y entonces se acerca y junta sus labios a los míos. Me encanta su sabor, su aroma, la textura de su piel, siento que puedo quedarme así por toda la eternidad.
Nos separamos con suavidad y ella sonríe. Parecemos dos adolescentes que comienzan a experimentar, al menos así me siento y no sé qué estamos haciendo ni a dónde vamos, pero no quiero saberlo ahora, así que la tomo de la mano y seguimos caminando, para que la magia dure y no se apague.
—Estos besos son mucho mejores que los que hemos grabado y eso que aquellos ya me parecieron perfectos —digo y ella sonríe.
—Lo sé...
—¿Es porque ahora no nos mira nadie? —pregunto.
—No, es porque no estamos actuando... —dice y yo asiento—. Hace mucho que no me siento tan bien... —comenta—, es como si al fin estuviese despertando de un letargo que ha durado demasiado...
La tarde se nos va como si solo hubiese pasado un par de minutos, no hablamos de nada en especial, solo reímos y nos besamos en cada esquina.
Llegamos a casa tomados de la mano sin percatarnos de que lo estamos.
—¿Son novios? —inquiere Enzo al vernos.
—Eh... no... —respondo incómodo, él se encoge de hombros.
Oriana se aleja y me dice que irá a darse un baño y a prepararse para la cena, yo hago lo mismo y en cuestión de un par de horas, todos estamos sentados alrededor de la mesa. Hablamos, reímos, comemos e incluso cantamos.
Un par de horas después, más relajados en el sofá de la casa, compartimos anécdotas y todos se empecinan en contarle a Oriana sobre mi enfermiza obsesión por ella.
—Ya, dejen de avergonzarme —pido—, pero eso solo les da más alas. Oriana sonríe, se ve hermosa, tiene puesto un jean y una blusa de color verde con pequeños corazones blancos, su pelo está sujeto en una coleta casual y no lleva maquillaje. Se ve más bella que nunca, y yo, me pierdo en su presencia en mi vida, en mi casa, en mi sala... La niña que vino de la luna está en mi casa y parece estar a gusto rodeada de los míos.
—Bueno, creo que es hora de que vayamos a dormir —dice mi madre.
Nos despedimos entonces entre abrazos y besos y yo acompaño a Ori hasta su habitación.
—Gracias, es probablemente la Noche Buena más hermosa que paso desde que era muy pequeña.
—Bueno, es divertido reírse de mí, ¿no? —bromeo.
Ella niega y se acerca para darme un beso en los labios.
—Eres dulce, transparente, sincero y tierno... y me gusta todo lo que eres y lo que has traído a mi vida, eres como un vaso de agua fresca en medio del desierto para mí.
Asiento y la abrazo, la beso en la frente y le susurro al oído.
—Tú eres todo lo que he soñado, pero en versión mejorada —susurro.
Ella ingresa a su habitación y yo voy a la mía, me cambio y me acuesto... no puedo dormir, solo puedo pensar en ella, en sus labios, en sus manos, en su mirada dulce.
Recuerdo nuestro primer encuentro, sus primeros desplantes, la forma tan soberbia con la que me miraba y me trataba... y siento que han caído varias capas de pintura vieja desde entonces... y eso me agrada, me siento a gusto.
El capítulo que les pometí ayer :)
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