Capítulo 11 🎬
Cuando salgo de la ducha me siento ligera, es como si todo lo que me pesaba más temprano cuando vi ese horrible programa, se hubiese ido con el agua de la lluvia. Incluso tengo sueño, ganas de descansar.
Salgo de la habitación con el cabello mojado, voy a la sala y lo veo. Está sentado en el sofá y tiene su taza en la mano, Sara ha dejado el café con algunas cosas para comer en la mesa ratona.
—¿Vienes? —inquiere al verme—. Estaba pensando que podríamos ver una película.
La verdad es que me sorprende. Hoy cuando se me apareció en el estudio en realidad me molestó su presencia, era su día libre y sé que tuvo que haberse enterado también de que el embarazo de Coti ya era público. Me molestaba que se preocupara, me molestaba que viniera a ver como estaba e intenté alejarlo una vez más.
Me siguió, apareció en mi vereda y esperó más de una hora bajo la lluvia. Don Beto me llamaba a cada rato a preguntarme si estaba segura de que no quería dejar entrar al chico. Luego me dijo que se iba a enfermar... me dio cargo de consciencia y lo dejé entrar cuando creí que en realidad no iba a irse.
No me hizo preguntas, solo estaba allí, supuestamente preocupado por mí. Me llevó a bailar bajo la lluvia, al principio quise matarlo, pero entonces sentí como si una parte de mí que no conozco se apoderara de mi cuerpo y pujara por salir. Me puse a gritar como una niña pequeña, a disfrutar de un momento que parecía sacado de una película. Con la diferencia de que no estábamos actuando, era la vida real.
Ahora está aquí, sentado en mi sofá, con la vieja ropa de Aldo que alguna vez guardé como recuerdo, y creo que se ve guapo. ¿Es normal que lo vea guapo?
Me sonríe y me hace un gesto para que me siente a su lado. Quiere ver una película.
¿Qué hago? ¿Qué digo?
Nada... solo asiento. No encuentro palabras.
A cada rato me lo quedo mirando, es que busco en sus facciones, en sus ojos, en su actuar, algún ápice de maldad o dobles intenciones, quiero encontrar la chispa de la hipocresía, pero no hay nada... absolutamente nada. Él es transparente.
—Elige tú —me dice.
Yo busco alguna película simpática y la pongo. Entre risas y diversión la película se nos acaba enseguida. Ahora sí va a preguntar, estoy segura.
—¿Estás bien? —inquiere.
Lo miro. ¿Es lo único que preguntará?
—Sí —respondo. No miento, en este momento lo estoy. Él se ve complacido—. ¿No vas a preguntar nada? —inquiero.
—No es necesario, sé que viste la noticia y sé que es por eso por lo que te pusiste mal, yo solo quería ver la forma de aligerarte esa carga —responde—, al menos para que no la sufrieras sola.
Y yo me quedo sin palabras.
—No me duele Eduardo... —digo y no sé ni por qué. Por un instante siento que debo explicarlo—. Yo no lo amo, no sé si alguna vez lo hice —admito.
—¿No? ¿Por qué estabas con él entonces? —pregunta.
—La gente le pone precio a todo en este mundo —comento—, todos tenemos precio... y yo quería compañía, estaba harta de estar sola.
—¿Le pagaste entonces? —inquiere con los ojos abiertos como platos.
—No —rio—, no con dinero —admito—, pero estar conmigo le servía.
—¿Para qué? Él es bien conocido, no necesita más fama...
—Es quince años mayor que yo, hay gente que no sabe envejecer, él quería sentirse joven —digo y me encojo de hombros.
—¿Entonces solo te duele la traición de Constanza? —pregunta.
—No, también lo que tienen y yo no... el hijo que llegará... —suspiro y pierdo mi vista en una pequeña imagen de yeso pegada por la pared con forma de dos piecitos pequeños.
—¿Quieres un hijo? ¿Es eso? —pregunta con sorpresa.
Yo solo sonrío y niego con la cabeza.
—No lo sé, a lo mejor solo quiero lo que no puedo tener... No tiene caso que hablemos más de esto, me siento bien ahora y te lo debo a ti. Gracias, pero no sé qué es lo que buscas, solo dímelo y te lo daré —digo porque quiero que sea sincero de una buena vez.
—¿Qué? —pregunta confundido. Sus ojos me miran como si buscara en mi rostro una respuesta.
—Ya te lo dije, todos tenemos un precio. Sé que buscas algo al hacer esto que haces, nadie lo hace gratis. Seguirme, querer llegar a mí... preocuparte, esperar bajo la lluvia... aguantar mis desplantes...
Él se levanta y su rostro cambia por completo. Se aleja un poco y luego regresa, me mira enfadado.
—¿Crees que busco algo de ti? ¿Crees que quiero usarte o aprovecharme de tu fama? —cuestiona inquieto y no me gusta verlo así.
Me encojo de hombros.
—Es lo que siempre quieren, ya te lo he dicho —respondo, mi orgullo es más grande y no voy a bajar los brazos.
—No quiero eso, Oriana, no me importa nada de eso. Lo único que quiero es saber que estás bien, hoy cuando vi la noticia me preocupé, no quería que sufrieras más por esa gente que no te sabe valorar —dice y yo siento que se me forma un nudo en la garganta. Quiero creerle, de verdad quiero hacerlo, pero no estoy dispuesta a volver a sufrir un desengaño y ya no creo en los cuentos de hadas.
Suspiro y cierro los ojos.
—Lo siento —susurro—, solo... no puedo creer que solo busques eso —niego, la desconfianza está tan clavada en mi alma que duele.
—Pues te lo demostraré —dice con orgullo.
—Ya... —respondo y vuelvo a mirarlo.
No sé qué más decir, y de pronto me encuentro queriendo saber más cosas del chico que está frente a mí. Él vuelve a sentarse, juguetea con sus manos y parece querer decirme algo.
—¿Qué? —pregunto.
—Tengo que confesarte algo —dice y yo enarco las cejas con curiosidad. Parece un niño, me mira y se ruboriza, yo lo encuentro adorable.
—Dime...
—Voy a ser sincero contigo —añade como si en realidad estuviera buscando el valor para hablar. Espero que me diga lo que busca para poder zanjar esta situación de la mejor manera.
—Eso es lo que espero —respondo mientras él se toma su tiempo.
—Eres mi amor platónico —dice y a mí la respiración se me corta cuando aspiro. Él se cubre la cara como si quisiera que luego de aquella verdad la tierra le tragara, sigue hablando, su voz suena amortiguada por sus manos—, no es que esté enamorado de ti porque no te conozco, estoy enamorado de tu personaje... es decir, desde siempre...
Yo sonrío, siempre me lo dicen, es una de las frases que más escucho, a veces me molesta porque es horrible que la gente se enamore de alguien que no conoce, algunos creen que sentir eso les da un poco de poder. Pero en este caso me da ternura, y no sé por qué. No digo nada, espero que continue.
—Si te estoy diciendo esto es porque mañana tenemos que grabar la primera escena íntima y... temo... temo que... no lo sé, ponerme nervioso ante tu cercanía... y quiero hacerlo bien y que no pienses que soy un idiota, un novato sin experiencia... y...
Me largo a reír con todas las fuerzas.
—¡No te burles! —exclama—. Ya estoy lo suficientemente avergonzado.
—¿Por qué me dices esto? —pregunto en medio de un fuerte intento de detener mi risa.
—Pues no te lo iba a decir, pero como somos compañeros de trabajo... me parece justo que lo sepas por si... por si algo falla —añade.
Ahora le regalo una sonrisa, una que sale de algún rincón de mi alma al que no tengo acceso. Coloco mi mano en su rodilla y él me mira.
—Saldrá bien, Rami, eres un actor genial —digo con sinceridad. Es la primera vez que lo trato así y mi voz sale más dulce de lo que desearía, de hecho, ni siquiera conozco esa voz. No me reconozco, solo sé que no quiero verlo tan alterado.
—¿De verdad lo crees? —inquiere ansioso como cuando un niño busca que su padre se sienta orgulloso de él.
—Sí, de verdad lo creo —respondo—. Pero también debo aclararte que yo no soy alguien del que nadie en su sano juicio debiera enamorarse...
Él me mira con consternación, como si no acabara de comprender lo que he dicho.
—Hay miles de hombres, y probablemente también mujeres, que están enamorados de ti en el mundo —dice y yo sonrío.
Saco mi mano de su pierna y me recuesto en el sofá, me relajo y pierdo la vista en el techo.
—Están enamorados de la Oriana que han creado en sus propias mentes, nadie me conoce en realidad, si lo hicieran, el amor que dicen tener se acabaría en un instante —aseguro.
—No lo creo, nadie es perfecto, pero creo firmemente que hay una persona para cada uno de nosotros, alguien que está cortado a nuestro molde, como si fuéramos a encajar como dos piezas de un rompecabezas.
Lo miro, sonrío y niego.
—Eso suena lindo, pero no es real...
Él no dice nada, entonces soy yo la que quiere saber.
—¿Estás en pareja? —cuestiono. Él me mira y niega.
—No... no hay nadie —responde.
—Menos mal, no ha de ser fácil ser novia de un chico como tú —digo y él frunce el ceño.
—¿Por?
—Digo... es que estás iniciando recién en este ambiente, si tuvieras una novia sería casi seguro que no provendría de este mundo, y no es sencillo estar en pareja con alguien del espectáculo, no para alguien que no vive lo mismo... Hay que ser muy comprensivo... muy maduro, a lo mejor... No lo sé —digo y me encojo de hombros.
—Si no estabas enamorada de Eduardo —dice él y se recuesta también por el sofá, ambos subimos nuestros pies descalzos sobre la mesa ratona—. ¿Amaste a tu esposo? —inquiere.
—Sí, lo amé... fue mi primer amor de verdad —comento—, pensé que funcionaría...
—Lo siento —dice y yo me encojo de hombros—. ¿Qué pasó? Digo, sé que los medios especularon muchas cosas, algunas bastante inverosímiles, pero creo que nunca hablaste de eso ni él tampoco.
Lo miro y niego.
—¿Sabes todo lo que he dicho y hecho a lo largo de mi vida? —inquiero con diversión, en realidad parece un fan.
—Solo lo que has hecho público, pero no sé por qué te extraña, te dije que era tu admirador —añade y sonríe.
—No te creí —respondo.
—Pero ¿y? ¿No me vas a contar?
Mis ojos se vuelven a perder en la figura de barro. Nadie sabe que estaba embarazada, nadie sabe que perdí al bebé, nadie sabe que ese fue un duelo que no pude superar y que arrastró mi relación tirándola por la borda.
—No —digo porque no estoy lista para decírselo a nadie. Él no insiste.
—¿Me tratarás mejor de ahora en más o mañana me volverás a ignorar? —pregunta. No hay ninguna clase de maldad en su voz, yo lo observo como si lo pensara—. Solo pregunto, para estar consciente y alerta...
—¿Qué sucedería si volviera a ignorarte? —inquiero con un dejo de diversión en la voz.
—Nada... —se encoje de hombros—, esperaría...
—¿Qué es lo que esperas? —pregunto.
—Ya te lo dije, tu amistad —responde—. Tarde o temprano te darás cuenta de que no tengo malas intenciones, que soy una persona directa y sincera que va de frente y que lo único que quiero es conocerte y estar allí... te ves solitaria y no me gusta...
—Tarde o temprano te darás cuenta de que tenerme cerca puede ser más desastroso de lo que piensas y si eres inteligente, te alejarás a tiempo. No soy una persona estable, Ramiro, tengo más defectos que virtudes y más fracasos que triunfos, si me alejo de ti y te ignoro, te haría un favor...
—Yo sé que me ignoras por miedo... es probable que lo hagas mañana de nuevo —dice y sonríe—, cuanto más te abres a mí, más miedo te da, por eso luego de confiarme algo te cierras el doble, es como si caminaras un paso y retrocedieras dos... Puedes ignorarme si quieres, no me importa, según mi mamá soy la persona más tozuda que conoce, yo puedo quedarme aquí esperando por ti...
Nadie nunca me ha dicho que esperaría por mí, su frase es fuerte y me conmueve en algún nivel del cual no soy consciente, pero que ha estado pujando todo el día en mi interior. Lo miro, este chico es un misterio para mí, es fresco y se ve sincero, pero podría solo estar actuando.
Suspiro.
Él sonríe y voltea a verme.
—Vamos a ver quién gana —dice como si se tratara de un juego—. A ver quién se cansa primero —añade con la seguridad de que no será él.
Yo no digo nada, no sé si quiero jugar, no sé si quiero seguir ignorándolo y haciéndole la vida imposible o solo quiero arrojarme a lo que sea que él me propone. Me siento a gusto a su lado, como si estuviera frente al fuego luego de una larga estadía en la nieve, se me está calentando el alma un poquitito.
—Bien —respondo solo por no dejarme vencer, el miedo también es grande y me atormenta. No puedo darle ese poder, saber de mí, tener acceso a mi vulnerabilidad es darle poder para destruirme.
—Me iré ahora, ha dejado de llover y tengo que devolver la moto y también ir a repasar lo de mañana...
—¿Has grabado alguna vez una escena íntima? —inquiero.
—No, no he pasado de besos —añade.
—Hay mucha gente presente, no creo que te excite eso a menos que tengas algún fetiche con ser visto mientras lo haces —digo con tono bromista a modo de sacarle la tensión al asunto.
Él sonríe.
—Te traeré tu ropa para que te cambies, ya debe estar seca —añado y llamo a Sara.
Lo veo perderse en la habitación de huéspedes y luego sale cambiado como estaba antes de que yo lo dejara mojarse bajo la lluvia.
—Gracias por hoy —le digo y él asiente.
—Todo sea por que estés bien y no sufras —dice y se marcha.
Y yo me quedo de pie, observándolo. De pronto se detiene y se voltea a verme.
—¿Crees que debería comprarme una moto? Me ha gustado la sensación hoy —dice y me mira. Sacudo la cabeza algo confundida por su pregunta, Ramiro es extraño.
—Has lo que tengas ganas —respondo.
—No, dime... ¿Te gustan las motos? ¿Subirías conmigo? —inquiere.
Yo vuelvo a sacudir mi cabeza y frunzo el ceño.
—Quizás algún día, si estoy por morirme y tú eres el único capaz de llevarme a la urgencia para que eso no suceda —digo y él asiente.
—Entonces mañana me la compro, por si acaso —añade.
Yo sonrío y él vuelve a caminar hacia la salida. Lo veo despedirse de don Beto que lo mira como si se siguiera disculpando por dejarlo fuera, él niega y le pone una mano en el hombro, don Beto sonríe y se despide de él agitando la mano.
Yo ingreso de nuevo a mi casa y siento como si algo hubiese cambiado en el ambiente, no sé bien qué es, solo sé que me siento distinta.
¿Cómo andamos por acá?
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