Capítulo 2
Blair caminó entre el montón de personas que se aglomeraba en la cafetería. La bandeja azul que sostenía en sus manos solo contenía una ensalada César, que tal vez supiera bien y una botella de agua.
Blair Rain siempre, siempre con todas sus letras, iba a estar a dieta, no es que ella fuera anoréxica, tenía suerte con su metabolismo, sin embargo comer sano era una prioridad que ella misma se había impuesto, con todos los entrenamientos para equipo de animación su cuerpo debía estar en forma. Ahora que ya no tenía las prácticas para ejercitarse iba a tener que volver a gimnasia, eso de por sí sería una pesadilla, no iba a gimnasia desde el primer año, pero era eso o volver a hacer las pruebas en una semana para entrar al equipo y rogar que volvieran a aceptarla... eso no pasaría. Blair Rain no rogaba.
Un chico la empujó y todo el contenido de la bandeja fue a parar al piso, la ensalada César se esparció, junto con otros alimentos que ya estaba allí, ni pensar en volver a recogerla y hacer la fila para conseguir otra era menos una opción que la primera, porque ya no tenía el privilegio de que la dejaran adelantarse para tener un asiento junto a ella o siquiera en su mesa. Cuando intentó recoger la botella de agua otro chico la pateó lejos de su alcance. Una chica de suéter rosado codeó su espalda lo que la hizo erguirse al instante con un dolor punzante, Blair se quejó ruidosamente, como un chihuahua herido, pero apenas recibió un golpe del cabello de alguien, que le dio en la cara con la coleta de caballo; Blair estornudó, agudo, el shampoo de herbal essences siempre había causado esa reacción en ella.
Esto era un completo desastre. Era como si nadie notara que le hacían daño. Tanto físico como emocional.
Deprimida, devastada e ignorada ella levantó la cabeza para volver afuera y encerrarse en el baño de nuevo. Pero entonces a lo lejos vio una mano de largos y pálidos dedos que se agitaba en su dirección desde una mesa al fondo.
— ¡Eh, Blair! —Era la pelirroja desgarbada quien la llamaba agitando su brazo efusivamente. Blair frunció el ceño.
Había olvidado que justo en el primer período le había pedido que le enseñara la manera de vivir de los no-populares. Era oscuro, eso sí que era tocar fondo ¿Pero qué podía hacer? La única otra opción que ella veía era el suicidio y Blair se amaba demasiado como para suicidarse.
—Oh, Dios. —Masculló para sí misma. Miró a ambos lados, todos la ignoraban ¿Qué más daba?
Suspiró profundo y se dirigió hacía la mesa haciendo resonar sus tacones de diez centímetros, rojos de textura aterciopelada. Sus jeans negros aun seguían manchados, había arreglado su cabello en una coleta alta y su maquillaje había sido retocado perfectamente de nuevo, su blusa roja traslucida estaba impecable aun. Y el movimiento de caderas no le faltaba. Si había algo que nadie nunca podría robarle injustamente era su caminar de modelo de pasarela. Eso siempre sería suyo y estaba aliviada de que así fuera.
Llegó a la mesa y se quedó paraba ahí, admirándola con recelo. Esto era lo que le esperaba si quería probar la vida no-popular. Una mesa, como todas las demás, sólo que vacía y un poco –mucho- más al fondo de lo que ella acostumbraba.
— ¿Qué esperas? —Hannah sonrió completamente ajena al debate mental de Blair.
No hay vuelta atrás si pones tu bonito trasero en esa silla.
—Bien. —Suspiró para sí misma. Esto se estaba convirtiendo en una verdadera pesadilla. Llorar en el baño no era tan humillante comparado con este verdadero sacrificio.
—Jesús. —Resopló Hannah, levantando su flequillo levemente con su aliento— Bueno, esta es una fase. —Se levantó y rodeó la mesa con su leve cojera al caminar, haciéndola lucir como un pingüino pelirrojo y escuálido para Blair— Supongo —Se paró frente a Blair con las manos en las caderas mirándola con una expresión comprensiva—, que durante las vacaciones has pasado por la primera fase: la negación. —Afirmó Hannah muy segura.
—Estaba muy confiada de mí misma, no voy a negarlo. —Se encogió de hombros.
—Bien, y en el baño has experimentado un ligero impulso de curiosidad. —Blair se mordió el labio pintado de rojo con fuerza— Y ahora estás en la duda/negación. ¿Lo hago o no? ¿Cierto? —Movió sus cejas de arriba abajo. Blair hizo una extraña mueca de inconformidad.
— ¿Cuál es tu punto? —Preguntó.
—Quiero familiarizarme con tu comportamiento, si voy a ayudarte a sobrevivir aquí. —Se encogió de hombros— Solo da unos pasitos, estarás bien.
Blair suspiró profundo.
Sabía que no sufriría daños, solo su reputación, su autoestima, su alma y corazón. Era una estúpida mesa de plástico rojo, rayada hasta las patas con declaraciones de amor, pero Blair actuaba como si se tratase de su ejecución.
—Esta es la mesa del fondo. —Se dijo Blair en voz alta— esto... es lo que eres ahora, Blair.
Movió un pie y luego, lentamente movió el otro. Pero ese fue su límite, no podía volver a moverse.
—Bueno, te daré un pequeño empujón.
Hannah se movió cojeando detrás de Blair y posicionó ambas palmas de sus manos contra la espalda de Blair para luego presionar contra ella obligándola a seguir caminando.
Sin embargo, Blair era tal vez, muy alta para que la pobre y escuálida Hannah pudiera moverla. Pero no se daría por vencida. Pegó su hombro a la espalda de la rubia y la empujó con todas su fuerzas.
— ¡Vamos, Blair! —La alentó con los ojos cerrados y apretando los dientes.
— ¡No! —Gritó en negación— No me sentaré allí...
Blair aplicaba toda su fuerza contra Hannah, apretaba sus puños tanto como sus ojos.
Hannah miró a su alrededor, toda la cafetería se había quedado inmóvil mientras admiraban el acto de forcejeo que había entre ambas.
—Estamos haciendo el ridículo. —Susurró la pelirroja a espaldas de Blair.
— ¿Crees que no lo sé? ¡Deja de empujarme! Volveré al baño.
—No, tú siéntate, ¡Ahora!
El grito demandante enfureció a Blair. ¡Ella daba las órdenes! En cualquier relación en la que estuviera involucrada Blair Rain, a excepción de la relación padre e hija que tenía con Oliver Rain, ella era la mandamás.
Claro, era entonces un poco tarde. Ahora mandaba Lucy, pero si tenía la oportunidad de convertir a alguien en su esclavo, no la dejaría pasar.
— ¡Tú no me dices que hacer! —Gritó de vuelta oyéndose colérica.
—Es por tu bien.
Hannah despegó su mejilla que había estado tocando la espalda de Blair y parte de su nariz que había estado inhalando su perfume caro de Carolina Herrera y asió sus manos a los antebrazos lívidos pero firmes gracias a los Pilates de Blair y la empujó con más fuerza soltando un gruñido.
— ¿Quieres sobrevivir o te arrepentirás de lo que has dicho?
Arrepentirse.
Rendirse.
Desaliñada.
Mal gusto.
Gorda.
Despeinada.
Cocinar.
Esas eran palabras que no estaban en el diccionario de Blair Raven Rain. Extraña y fabulosa aliteración.
Blair aflojó un poco su resistencia, permitiéndole a Hannah arrastrarla hasta la silla con sus tacones rechinando por el piso pulido. Colocó las manos en sus hombros y tiró de ella hasta que su trasero tocó la silla.
Hannah sonrió, hiperventilada.
Blair se cruzó de brazos y formó cara de berrinche.
La multitud expectante permaneció en silencio por dos minutos enteros. Luego Lucy Stevens y Greg Fisher entraron a la sala tomados de la mano y fue como si el incidente de la mesa y la rubia ex popular no hubiera pasado.
Hannah tomó una buena bocanada de aire y sonrió.
— ¿Y bien?
Caminó cojeando hasta su asiento al otro lado de la mesa, en frente de Blair
— ¿Cómo te encuentras? —Interrogó.
—Oh, de maravilla. —Replicó intentando ser sarcástica, pero con un dejo de cansancio y tristeza.
Blair mantenía su cara hacia el otro lado evitando mirarla.
—Oye, sé que esto es difícil... sobre todo para alguien como tú... —Puntualizó mientras que con su tenedor picaba algunos guisantes.
Blair le dirigió una mirada ligeramente asqueada y luego volvió a su pose indiferente. Nadie estaba pendiente de ella de cualquier manera ¿entonces para qué preocuparse? Era una mesa, pero seguía sintiéndose como estar en el fondo de un pozo profundo.
— ¡Green!
Un grito algo tosco de una voz femenina hizo a Blair dar un respingo. Cuando se dio cuenta tenía su lado a una chica alta y rubia que la miraba desde arriba y agitaba su mano en dirección a ella. Sus cejas algo pobladas y mirada penetrante azul grisácea la hizo encogerse intimidada. La recordaba de los pasillos, tal vez por lo alta que era.
—Hola, soy Becky Hoftader . —Extendió su mano hacia Blair— Para que se entienda de una vez, yo nunca te odié. —Sonrió ampliamente tratando de brindarle seguridad.
Blair forzó una sonrisa, que al final se vio como una realmente trabajada mueca. Tomó la mano de Becky y la sacudió fugaz y volvió a su pose inicial.
—Vaya, le está costando. —Susurró Becky antes de tomar asiento a su lado en la mesa.
—Al final has ganado.
Habló Hannah.
—Te dije.
Repuso Becky.
— ¿Quién iba a creerlo?
— ¿Quién iba a creer que tú la ayudarías?
— ¿Hablan de mí? —Interrumpió Blair.
—La mayoría del tiempo. —Contestó Becky con una expresión sincera— Me hiciste ganar un almuerzo de la mamá de Hannah, —Con su puño golpeó levemente el brazo de Blair— gracias. —Chasqueó su lengua y le guiñó el ojo.
— ¿Disculpa? —Inquirió Blair ajena a ese agradecimiento mientras acariciaba el brazo que Becky había golpeado.
—Disculpada. —Repuso Hannah atragantándose de pollo a la naranja.
—Apostamos: Un almuerzo gratis a que desaparecías del mapa. —Explicó Becky— He puesto mi confianza en ti y no me has defraudado.
La actitud algo marimacha de Becky ponía a Blair demasiado nerviosa para contestar.
—Claro... —Asintió apretando los labios— ¿Y a qué grupo pertenecen? —Interrogó tratando de desviar el tema.
— ¿A qué te refieres? —Inquirió Hannah.
—Bueno... ¿Son freakys, nerds, skaters, góticos, suicidas...? no diré populares, puesto que es más que obvio que no lo son.
Empezaba a sonar como la Blair a la que todos conocían y detestaban.
—Somos los invisibles. —Contestó Becky.
—Nunca había oído de ese grupo. —Blair frunció el ceño.
—Entonces cumplimos bien con nuestra función. —Replicó Hannah.
—No somos cerebritos, no somos depresivos, no somos dramáticos o interesantes... digamos que somos los espectadores en el Circo de la segundaria Midwood.
Puntualizó Becky mientras ponía sus manos en posición de agarre cuando Hannah le lanzó una bolsa que contenía su prometido almuerzo. La cachó en el aire sin problema.
—Oh, genial.
Claramente fuera de lugar.
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