Un sueño Utopico
Como cada mañana desde hace aproximadamente diez años me levanto de buen humor. Los rayos de sol apagados, por ser un día nublado, atraviesa las cortinas de la venta. A mi lado mi amado Borzoi ruso de pelaje platinado menea la cola como dándome a entender que está despierto pero no va a dignarse a levantar ni la cabeza porque aún tiene sueño.
―Buen día Vitya ―lo saludo acariciándole las orejas sin molestarlo.
Con los restos del sueño aun colgando de mis pupilas, me desembarazo de las tibias sabanas para darme una ducha rápida y ponerme un cómodo pants a juego con un suéter holgado. Es fin de semana y no tengo que ir a la oficina, todo un deleite.
Una vez listo me desplazo en pantuflas hasta la cocina en donde pongo la cafetera y el pan en el tostador. Miro el reloj de pared, sonrió cuando lo veo dar las ocho y como si de un cronometro se tratara la puerta del departamento se abre para dejar paso a libre a un muchacho castaño bastante inquieto que no duda en lanzarse sobre mí en un tremendo abrazo.
―Vicchan ―digo con tono medido, como deseando reprocharle el gesto cariñoso pues está muy sudado después de su entrenamiento diario.
Vicchan me sonríe pícaramente, se para de puntitas y me besa de a picos, sensual e infantilmente.
No dudo en apresarlo de la cadera antes de que piense en escapar, y ahora si convierto esos tímidos besitos en uno fogoso y digno de un hombre como yo. Adoro a este chico con toda mi alma y corazón, y lo demuestro usando mis labios para saborear cuanto puedo de él.
Vitya ladra y gruñe intentando hacer que Yuuri, el Akita japonés de mi Vicchan, juegue con él, arruinando sin proponérselo, mi momento favorito del día.
―Mooo... Vitya. Deja a Yuuri en paz ―regaña mi novio levantando a su can del suelo lejos del alcance del Borzoi que gruñe, olfatea y se alza en sus patas traseras en busca de llegar a Yuuri.
Contrario a lo que el encargado del refugio pensó Vitya quedo encantado con el cachorro desde el primer momento. Lo trata con tanto cariño que si no fuera porque Vitya es macho y Yuuri también, pensaría que se ha enamorado.
―Makka... ayuda ―grita Vicchan. ―Controla a tu perro ―me exige. Claramente sus fuerzas no son suficientes para elevar a Yuuri por encima de su cabeza lejos de mi Borzoi.
―Vitya ―digo su nombre de forma enérgica para que se detenga. Luego me acerco hasta él y le acaricio las orejas. ―No debes fastidiar a Yuuri, sabes que es un cachorro especial.
Vitya ladra, da dos vueltas en el mismo lugar y menea la cola.
La verdad no estoy muy seguro de que Vitya comprende lo que le digo. Se la pasa todo el día pegado a Yuuri a pesar de que es claro para todos que el Akita prefiere tener su espacio, y cuando lo veo más a gusto es cuando Vicchan y el están solos en casa. ¿Será cosa de orientales?
Hace apenas un año que sacamos a Yuuri de la perrera. Lo encontraron vagando por las calles de San Petersburgo deshidratado y hambriento. El del refugio nos advirtió que se trataba de un can muy nervioso y que debíamos tenerle paciencia porque parecía haber sufrido mucho y su desconfianza era enorme.
Incluso llego a recomendarnos adoptar cualquier otro animal del lugar, no porque Yuuri fuera malo, sino porque ya teníamos a Vitya y podría terminar siendo estresante para el Akita compartir espacio con tres entidades desconocidas. Además de que Vitya podía tomar una actitud agresiva por verse desplazado. Mi Borzoi ya tiene sus años y se sentiría tal vez ofendido de que adoptáramos un perro más joven, asimismo debía admitir que perdería la pelea fácilmente frente a uno de la edad del Akita.
De verdad lo considere. Amo muchísimo a Vitya pues ha estado a mi lado en buenos y malos momentos. Ha sido un amigo fiel y un compañero entrañable. No, no pensaba arriesgarlo.
Pero contrario a mi decisión Vicchan miraba a Yuuri con rostro compungido.
―Él esta tan solo como yo en este país ―dijo con los ojos negros cristalinos por las lágrimas. ―Míralo. Es un japonés igual que yo en tierras extrañas.
El corazón se me rompió al verlo aferrarse a los barrotes de la jaula y extender su mano en buscar de llegar al Akita.
Y así terminamos aquí. Actualmente somos una pareja que tiene dos hermosos perros.
―No puedo creer el vigor que tiene Yuuri ―me comenta Vicchan con la taza de café en las manos. Su cabello húmedo de sudor se le pega a la frente mientras sus mejillas ruborizadas son una delicia a mis ojos. ―A mitad del camino termino tirando de mí. Ya de regreso pensé... que quizás... no sé... te gustaría salir a correr con nosotros. Vitya también necesita ejercicio.
Me le quedo observando un momento, sé que tiene razón, pero...
―Amor. Vitya ya es un perro viejo. No quiero que se esfuerce demasiado, no soportaría verlo en una jaula del veterinario.
Vicchan asiente y me abraza. ―Entonces qué tal si solo salimos a caminar por la tarde.
―Eso suena mejor, mucho mejor ―concedo feliz de poder pasar tiempo juntos.
El día se fue como agua, entre hacer la lavandería que termino en una guerra de espuma, las compras la que convertimos en una carrera para ver quien terminaba de llenar su carrito primero, limpiar a fondo el departamento en donde encontramos la pantufla favorita de Vicchan, que por cierto lleva buscando desde el martes, hecha hilachos y hacer las respectivas llamadas a nuestras familias para ponernos al corriente, el sábado se pasó en un abrir y cerrar de ojos.
A las seis yo estaba rendido no así Yuuri quien animosamente permanecía junto a la puerta en espera de Vicchan quien tomo su abrigo y me lanzo el mío.
―Lo prometiste. Una caminata ―me recuerda mi novio.
Con un suspiro profundo y la flojera a cuestas me levanto solo porque veo el entusiasmo de Vitya por salir. Le pongo la correa y de inmediato me jala para quedar justo a un lado del Akita que con tranquilidad permanece sentado sobre sus cuartos traseros en espera de que Vicchan abra la puerta.
El atardecer es hermoso y algo nostálgico por el clima. Vicchan saluda a cuanta persona se cruza y yo estoy feliz de ver que se ha adaptado muy bien a vivir aquí.
Nos conocimos hace diez años, diez años en los que este chico ha traído felicidad a mi vida. Y puede que incluso este mal empleada la palabra. Con sus veintinueve años Vicchan ya no es un chiquillo, es un hombre agraciado y vivaz que atrae las miradas de hombres y mujeres.
Y yo...
Yo estoy en igualdad con Vitya. Ambos hemos dejado atrás nuestra juventud hace tiempo. Con cincuenta años no me considero viejo, viejo; pero a veces me pongo a pensar que está mal que acapare a Vicchan cuando él aún está en la flor de su vida.
Seguramente hay noches en que le gustaría salir a bailar y por consideración a este vejestorio que tiene por esposo se aguanta las ganas. Y lo que más me duele... ver el deseo y la lujuria en sus papilas, observar cada musculo tenso gritando por placeres carnales que yo satisfago apenas un setenta por ciento.
Mi energía ya no es la misma y me siento fatal cuando yo caigo rendido, casi en coma, después de una o dos rondas y él... y él parece listo para repetir por tercera, cuarta o quinta vez en ese misma noche.
Pero me conmueve no escuchar quejas. Se conforma con lo que puedo darle y me recuerda que él tampoco es perfecto. Que yo la he tenido más difícil al aguantar la abstinencia cuando el aun no era mayor de edad.
De comprender su inexperiencia y después sus celos desmedidos cuando recién iniciamos una relación formal. Su llanto nocturno por sentirse menos frente al gran y exitoso empresario que era y soy mientras que él apenas buscaba su camino por la vida.
Sí, han sido tantas trabas y baches que con amor y comprensión hemos ido solventando.
Vicchan es el primero en notar la agitación en Vitya, tomamos un descanso en el parque y Vicchan no pierde tiempo en soltar la correa y dejar que Yuuri corra libre.
Vitya gruñe, como siempre que Yuuri se aleja y tira de la correa. La retiro aprisa para que el Borzoi salga a toda prisa detrás del Akita.
Vicchan se acerca a mí, me abraza y se acurruca contra mi pecho mientras sonríe.
Es feliz lo sé, tanto como yo lo soy.
Eleva la mirada y en sus pupilas veo brillar la petición muda de un poco de contacto que no dudo en complacer al unir nuestras bocas en un beso suave y placentero. Nuestros labios bailan en sincronía dándose cariños, caricias que si pudieran nuestras almas se prodigarían todo el tiempo.
―Te amo ―confieso sin despegarme del dulce botón rosa que es cavidad bucal.
―Te amo ―responde aferrándose a mí como si la vida se le fuera en ello. ―Te amo y no importa cuanto tenga que esperar. Tu y yo estaremos juntos algún día.
Lo miro sin entender esta última revelación. Nosotros estamos juntos ahora y lo estaremos por mucho, mucho tiempo más.
Lo tomo de la mano entrelazando nuestros dedos, debo saber qué quiso decirme... abro la boca para preguntar y...
―Vitya deja a Yuuri ―grita Vicchan, lo veo ponerse de pie y correr en dirección a nuestras mascotas.
Vitya tiene sujeto a Yuuri por a nuca mientras intenta acomodarse sobre su lomo y el pobre Akita sumisamente gime dolido soportando el peso porque... ¡OH POR DIOS! Vitya quiere... Vitya va a...
―Vitya suelta a Yuuri ―grito igual o más indignado que Vicchan quien ya está intentando separar al Borzoi del Akita sin lograrlo hasta que yo sujeto a Vitya y le pongo la correa.
―Makka... ―plañe Vicchan mi nombre al sentirse despreciado cuando Yuuri cual bailarina exótica se contorsiona hasta lograr soltarse de él.
Yuuri gime quedito, da dos vueltas ansioso se tira al piso de espaldas y retuerce el cuerpo en un movimiento incitador y serpenteante que por mi experiencia con Vitya se es muestra excitación y entrega. Es decir que Yuuri está de acuerdo con...
―¿Makka... que le sucede a Yuuri? ―me pregunta mi esposo y sus ojos negros y grandes me miran esperando una respuesta.
―¡Ah, diantres! ―suelto antes de tomar la mano de Vicchan, y mirándolo a los ojos le pido que lleve a Yuuri al fondo del parque y regrese.
Él lo hace a las carreras muy angustiado.
―Vitya. Se amable con él y... ―mi rostro esta rojo como una manzana mientras lo miro de frente. No es posible que esté hablando de esto con mi perro. ―Solo no te excedas, recuerda que es su primera vez.
Vitya ladra como afirmando, cuando suelto la correa el Borzoi sale disparado cruzándose en el camino con Vicchan que al verlo intenta regresar.
―Espera ―digo tomándolo de la mano. ―Necesitan privacidad.
Vicchan se cubre la cara con las manos, y yo no puedo evitar reír de la vergüenza que está experimentando mi amado esposo.
―Yuuri... mi Yuuri ―se queja graciosamente Vicchan mientras se abraza a mí.
―Ellos también están destinados a estar juntos ―afirmo apretándolo contra mi pecho.
―Sí. Ellos también nacieron para amarse y no importa si en esta vida no pueden estar juntos. Siempre habrá otra.
Me muerdo el labio al sentir dolor, una tristeza que me desgarra el alma. Lo abrazo con mayor ahínco como si temiera que de repente se esfumara de mi vida.
―Te amo y siempre voy a estar esperando por ti. Nunca lo dudes.
Vicchan me sonríe dulcemente, el cielo ya está oscuro y las farolas han comenzado a encenderse. Él se separa de mí como lo hace una mariposa de la flor y con paso lento se pierde entre las sombras.
Quiero correr tras él, alcanzarlo. Volver a besarlo hasta dejarlo sin aliento, pero mis piernas no responden y siento que todo a mí alrededor se desvanece.
―Makka....―escucho que me llaman. ―Makkachin... ―dicen con más fuerza y yo me aferro a permanecer despierto en esa realidad en donde él está conmigo. ―¡Ey! Amigo despierta.
Cuando abro los ojos tardo varios segundos para reconocer a mi Borzoi ruso humanizado. Sus ojos azules me miran con cierta preocupación y cariño.
―Solo fue una pesadilla. Tranquilo amigo, estas a salvo ―me afirma rascándome las orejas.
Bajo la cabeza y lloro quedito por lo que he perdido, por lo que no conoceré en esta vida y la felicidad que se me ha negado.
―¿Qué le pasa a Makkachin? ―pregunta Yuuri acercándose con un aperitivo para mí.
―No lo sé. Si lo veo igual de decaído por la tarde lo llevare al veterinario ―comunica Viktor a Yuuri.
―Tal vez solo necesita atención. Ultimamente hemos estado muy ocupados.
Y tras decir eso me abraza contra su pecho. Yuuri a pesar de no saberlo conserva un mínimo, casi exiguo fragmento del aroma de Vicchan y es a ese olor a lo que me aferro.
Me acuesto sobre sus piernas y dejo que me consuele.
El aroma que percibimos los animales es una señal. Para nosotros el aroma nos indica cuando son buenos o malos, si les agradamos o aborrecen, si están cómodos, estresados, inquietos, o hasta enamorados.
Es una sopa hecha a base de feromonas y sazonada con sentimientos e idiosincrasia.
Yuuri tiene un alma muy bondadosa, noble y muy escondido en el fondo una sensualidad nata que da de cajón un aroma dulce, atrayente, seductor y cálido. Si a eso le sumamos que está enamorado, feliz y cómodo con Vitya tenemos que sus hormonas se vuelven veleidosamente almizcladas para atraerlo como todo aquel que anhela procrear con su pareja. En conclusión el aroma de Yuuri es incomparablemente exquisito y devastadoramente erótico. Una combinación peligrosa porque todos a su alrededor lo perciben en diferentes niveles y buscan tener una parte de él. Y entre toda esa tentadora amalgama se asoma un trocito de quien era mi Vicchan.
Sé que Yuuri no es Vicchan. Que no importa cuánto me cuente sobre él o cuanto me esfuerce por encontrar su esencia en el patinador japonés, no me acercara más a quien yo creo era mi destinado.
Pero me conformo con ese minúsculo trozo, que escondido en Yuuri me acoge y grita que espera por mí. Si no en este plano en el siguiente.
―Makkachin ―susurra Yuuri contra mis risos ―Por favor, se fuerte... ―una lágrima se pierde en mi pelaje y yo no puedo evitar sentir que mi vida es grandiosa a pesar de no tener a mi pareja porque soy muy amado.
―Makkachin. Tienes frio ―dice Vitya desde la puerta de la recamara con un cojín y una frazada en las manos. ―O tal vez tienes ganas de comer ―menciona y como si lo hubiera ordenado Viktor deja las cosas a un lado mío y corre a la cocina en busca de mi plato.
Me pongo de pie sobre el sillón en donde he estado recostado todo el tiempo. Me sacudo con energía y doy un brinco a la alfombra no sin antes besar a Yuuri varias veces hasta hacerlo reír.
Doy varias vueltas y corro a alcanzar a Vitya, no quiero que haga un desastre que luego Yuuri tendrá que limpiar.
Yuuri muestra una sonrisa al verme mejor, Viktor me recibe con un abrazo y miles de carias.
"No estás conmigo Vicchan, pero tampoco estoy solo".
¿Fin?
N.A.
Una enorme disculpa por la espera. De verdad lamento el retraso y la falta de notas al pie de este capitulo.
Atte: Taylor Espurios.
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