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El Paciente

«—¿Mataría a alguien?, ¿venía a mí por culpabilidad?, o peor aún y si... y si... ¿es un asesino serial? —pensaba Richi con los vellos de la nuca erizados tal y como púas.»

Omitió esos pensamientos, ¿qué más podía hacer?, ya había aceptado el trato y ahora estaba jodido. Decidió concentrarse en los ruidos provenientes del pasillo. Así se pasó la tarde escuchando a los pacientes recién llegados. La mayoría de ellos venían por Camila, su perfecta hermana. Y cómo no si ella era de las malditas mejores terapeutas. Richi sabía que no se podía comparar con la insoportable Camila, no obstante, de seguro algo debía tener él, porque aquel millonario lo había escogido. Claro que Richi jamás había cruzado palabra con él. Todo lo arregló con su abogado, con quien acordó firmar un contrato de confidencialidad.

«—¿Por qué no le habrá bastado con mi código ético? Algo debió haber hecho. ¿Por qué tuve que aceptar? —Las preguntas volvieron a acosarlo. Masajeó su cabeza para consolarse y se dijo—: Recuerda el dinero. Cinco mil por cada consulta. Sí, con ese dinero rentaré mi propio consultorio. Por fin dejaré de estar bajo la sombra de Camila».

No sabía qué esperar de aquel hombre. Solo sabía que tenía un trastorno de amnesia disociativa o simplificado AD con fuga disociativa. Richi no podía hacer ninguna conclusión y ningún plan de terapia hasta conocer el historial clínico y detalles de su paciente. Aunque eso no le impedía a su mente pensar en que aquel millonario tenía entre sus manos algo muy sucio, después de todo lo hicieron firmar aquel contrato tan extenso. Temía que estuviera en estado psicótico. Sus hombros se tensaron al recordar el caso de Renata.

«Pobre chica, esperaba poder ayudarla».

El trastorno psicótico la llevó al suicidio después de varios meses torturada por creer estar poseída por una legión de demonios.

El paciente llegó cuando el sol se ocultó. Camila y la recepcionista se habían ido. Los únicos que se encontraban en el edificio eran el portero y él. En cuanto sonó el teléfono contestó con las manos temblorosas. El portero le informó que su paciente había llegado. Agradeció y salió para recibirlo. Contuvo el aliento. Exhaló al ver a su paciente; era bajo, calvo y flaco, le recordó a Mister Magoo con esa nariz de bola. Sacudió su cabeza. Despejó su mente para ser el terapeuta y callar a Richi. Lo saludó e invitó a entrar.

—Tome asiento. ¿Y dígame en qué le puedo ayudar, —dirigió su mirada a su agenda virtual y leyó, mientras las piernas le temblaban—: señor Argos?

«Tranquilízate, Richi, recuerda de esto depende tu independencia».

—Mi esposa, bueno, mi ex, quiere que me vuelvan a tratar. Ya le dije a esa terca mujer que es algo que no tiene solución.

«Vino por apego emocional, ves, Richi, no hay de qué preocuparse —se animó. —¿Por qué el contrato? —su mente reprochó al instante. —Tengo que averiguar más».

—¿Lo obligó a venir?

—No, no, mi es... —Tocó su argolla. —ex me dijo que me serviría hablar con alguien sobre mis locuras, quizá tenga razón. Aunque sé que mi problema no tiene una solución; y le advierto, mi anterior terapeuta se desvaneció.

Richi sonrió ante la broma y sus piernas dejaron de temblar, ya en sus prácticas profesionales muchos de los pacientes se habían sentido abandonados por sus terapeutas cuando estos no les contestaban o se tomaban unas vacaciones.

—Por qué no aprovechar su visita conmigo y me dice qué es lo que no tiene solución, quién sabe y nos sorprendamos con una salida.

El señor Argos dio un soplido de resignación y se arrellanó en el sillón.

—Será una larga historia —Argos levantó los hombros y continuó —: bueno, quizá me sirva hablar con alguien de mis locuras. Aunque es difícil, siempre que hablo de ello me dan escalofríos. Supongo que esta vez no será la excepción —dijo levantando su manga. Los vellos de su brazo estaban erizados. —Así que, antes que nada, debo decirle que todo lo que usted cree que pueda funcionar yo ya lo intenté —señaló al terapeuta—. Pero aquí va. Hace unos cinco años escuché un sonido de esos que hacen los celulares al vibrar, después de eso me desperté en un parque. Y hasta la fecha no tengo idea de cómo llegue ahí. —Apretó sus labios y el silencio invadió la habitación.

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Un gran agradecimiento a valecuriosa por la aportación y corrección de esta historia.

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