—¿Y bien? ¿Leyó todo?

—Claro, entiendo, ¿usted cree que fue secuestrado por Alienígenas? —preguntó Richi.

—Pues qué otra cosa podía ser. Ya le dije que intenté todo —discutió Argos con los brazos cruzados.

—¿Cómo vivió el duelo de Will?

—¡Eso qué tiene que ver! Mis episodios fueron tiempo después de la muerte de mi hijo. ¿Acaso no se lo dije?

—El duelo de su hijo puede que esté relacionado o puede que no. Tenemos que probar, no haría mal.

—Es doloroso —Argos dio vueltas a su argolla y bajo la mirada—. Mi hijo... Él estaría feliz de escuchar mis historias sobre los aliens. Sé que usted no me cree. Yo hace un año comencé a darme cuenta de la relación que tiene con mi hijo, no crea que estoy ciego. Sé que hay algo ahí, pero también sé que esos seres me encontraron porque yo los busqué. Cómo decía mi abuela: no husmees en casas ajenas o te podrían cortar la nariz.

—¿Cree en esa relación, pero no quiere profundizar?

—Pues sé que existe porque cuando todo comenzó yo me sentía culpable. Mi es... ex estaba embarazada y yo me alegré. Me sentí el hombre más afortunado y... Entonces recordé a mi hijo. ¿Cómo un padre se podía sentir afortunado si su hijo había fallecido? Sentí que lo remplacé —Se dio un leve golpeteó en el pecho—. Fui a la tumba de mi hijo a disculparme con él y vi en la lápida una estampa de un alien. No sé aún quién se la puso. Pero me hizo recordar que antes de su muerte él había ido a acampar con sus primos. Y mi hijo había tomado una de esas fotos extrañas en la que se ven ovnis volando por el cielo. Él llegó de su viaje y me dijo: "papá, mira, por fin lo conseguí, los atrapé volando". Recuerdo que me las enseñó y yo no le puse mucha atención —Sus palabras finales fueron más un sollozo. Argos absorbió por la nariz—. Yo le prometí imprimirlas, pero el momento no llegó y él enfermó. Las imprimí después de ir a su tumba. Fue un momento alegre y doloroso. Ver todas las fotos que tomó. La mayoría eran de sus aventuras con sus primos. Pero las últimas seis... Las últimas se veían un objeto con forma octagonal volando. Primero pensé que era un truco o un problema en la lente de su cámara. Después pasaron mis episodios.

—¿Cree qué estos aliens son los responsables de sus ataques por imprimir las fotos?

—No, creo que fue porque envié las fotos a una revista. Era la favorita de mi hijo. Es lo que él hubiese querido. Tiene que creerme. Todos los otros terapeutas pensaron lo mismo que usted. Y no voy a decir que no me ayudaron, gracias a ellos puedo hablar de Will. Pero lo de mis secuestros es real.

—Creo en usted. Sé que debe estar frustrado. Yo quiero ofrecerle ayuda y quizá debemos intentar hacer el siguiente ejercicio.

Richi al acabar de leer la carpeta amarilla había decidido buscar en la red, más por curiosidad que por obligación, información sobre estos secuestros y encontró a un especialista que ofrecía una solución. Richi había leído con cuidado, sabía que podía ser un charlatán aprovechándose de la situación. El artículo hablaba sobre entrevistas a personas que aseguraban haber sido secuestradas por ovnis. En todo el artículo no se mencionó si el autor era creyente, pero él aseguraba que los abducidos lo creían. Aquel terapeuta creó un tratamiento con base en la terapia placebo. El primer paso era crear una habitación mental: se tenía que saber el color, material y tipo de muebles, paredes, todo lo que estuviera dentro de esa habitación. Esto implicaba gran concentración. Y ese primer paso fue lo que el terapeuta le pidió a Argos hacer. Argos en un inicio se negó, pero Richi logró convencerlo.

En la siguiente sesión, el terapeuta le pidió la descripción de la habitación mental. Argos se la dio y el terapeuta preguntó por detalles que omitía. Argos se desesperaba por tanta insistencia, siempre decía—: ¿De qué me va a servir? —. El terapeuta le insistía que esta habitación mental le permitiría concentrarse y, por lo tanto, haría que el siguiente paso fuera más fácil.

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