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Capítulo 6

El corsé le impedía respirar tan bien como quería, y apretujaba a su vez los moretones de los golpes que Neji le había propinado. Los entrenamientos con el susodicho, iban bastante bien. Ya no era como antes, una pelea unidireccional en la que sólo Ayaka recibía los daños. Entonces, Naevia era capaz de devolverle perfectamente los golpes, aún con algo de dificultad, pero estaba logrando efectivamente recuperar sus fuerzas. El Hyuga era duro, justo lo que necesitaba. Empezaban cuando el solo siquiera se dignaba a salir. Él siempre estaba allí cuando llegaba, meditando sobre el pasto húmedo, y ella se sentaba en silencio a su lado, imitándolo. Parecía una tontería (cuando había sido una niña sin memoria, se lo había parecido), pero entonces le servía para encontrarse a sí misma, y regular correctamente su red de chakra. Al parecer, estaba obstruida, y era algo en lo que trabajaban con ahínco. Después de varias horas de meditación, empezaban con algo sencillo, cuerpo a cuerpo sólo con el uso de su fuerza humana. Seguidamente, éste le pedía que empezara a usar su energía interior, y con el Byakugan activado, recalcaba sus errores. Así podían estar todo el día, sin darse cuenta, sólo cuando empezaban a tener demasiada hambre, o alguien requería de su presencia. Él era capitán de un escuadrón ANBU, y ella estaba demasiado liada con los preparativos para la fiesta. Aunque su relación no era de mejores amigos, empezaban a forjar algo más. Ya no eran sólo conocidos. Algunas veces, Naevia le traía el desayuno, que se comían entre escuetas conversaciones sobre su día a día, o sobre temas banales. Otras, cuando la chica se quedaba absorta en pensamientos demasiado profundos, era cuando Neji sabía que necesitaba un descanso, y se sentaban bajo el amparo de algún árbol, y volvían a entablar alguna conversación, o retomar otra que habían dejado a medias. No era demasiado, pero con lentitud, se aproximaban mutuamente.


Cuando terminaba, cada uno se iba por su lado. Naevia no le había dicho nada a nadie, siquiera a Yu. Éste no se molestaba en preguntar, no quería presionarla. Pero eso no eximía que hubiera mandado a alguien a vigilarla, sólo por seguridad (o eso quería hacerse creer) y llevarse un tremendo disgusto al enterarse que estaba entrenando con nada más y nada menos que con Neji Hyuga, ¿por qué no le había pedido ayuda a él? ¿o a Yume? ''Piensa que antes de... eso... no era Naevia, sino Ayaka, y ese muchacho seguramente formó parte de su antigua vida. Posiblemente intente aferrarse a ella, hasta que comprenda cómo regresar a la auténtica.'' Le había dicho su suegra. Intentó creerlo.


-¿Realmente es necesario? -La chica se miró al espejo. Realmente le estilizaba mucho, pero temía desmayarse a mitad de la noche por lo mucho que aquello estrujaba sus costillas.


-Claro que sí, mira que cinturita te hace -murmuró su madre, recalcando con gestos esa zona-. Te has engordado un poco, así tus caderas parecen más pequeñas...


Naevia frunció el ceño. -¿Qué tienen de malo mis caderas anchas? -reprochó-. No llevaré el corsé, quiero estar cómoda. Y me gusta mi cuerpo -añadió, mientras deshacía los lazos rápidamente. Su madre suspiró.


-Nada de lo que estamos haciendo te gusta, hija...


-Creo que a nadie le gusta que la llamen gorda... -entrecerró los ojos-. Y no es cierto. Sólo que creo que todo está siendo demasiado... exagerado...


-Antes te gustaba todo esto -señaló, empezaba a doblar el corsé que su hija había dejado sobre la cama.


-Antes, mamá, antes de... todo -suspiró, dejándose caer en la cama, y echándole un vistazo al precioso vestido que reposaba a su lado-. He cambiado, y parece que nadie quiere entenderlo...


La mujer se sentó a su lado, y unió sus manos. -Sólo necesitas adaptarte.


Los orbes púrpuras de la peliblanca se movieron sobre el rostro de su progenitora, inspeccionándola, durante nos largos segundos, y finalmente suspiró. No tenía qué discutirlo. -Sí, seguramente tengas razón...


Su madre acabó marchándose un rato después, cuando terminó de recogerle el cabello en una gruesa trenza. Se vistió cómodamente, un pantalón oscuro algo ancho, y una camiseta de tirantes que dejaba al descubierto parte de su cintura. Antes de salir, se miró al espejo. ¿Quizá sí que estaba algo más... ancha?


*


*


*


No había vuelto a hablar con Yume desde su discusión en el café, aquel día lluvioso. No negaba que se sentía mal y extraña al estar de ese modo con su amiga, pero tampoco estaba dispuesta a dar el brazo a torcer. No era alguien precisamente orgulloso, pero en este caso, estaba casi segura de que tenía razón. Necesitaba tiempo y compresión. Y no sentía que estuviese recibiendo nada de eso.


-¿¡Cómo haces eso!? -Un grito estridente por parte de Naruto la sobresaltó, provocando que la pequeña rosa que florecía en sus manos, se deshiciera. Naevia se levantó lentamente, y le sonrió al rubio, quien la miraba sorprendido.


-Hola, Naruto -saludó, acercándose a él. En silencio, volvió a crear una rosa similar, que pareció hacerse con un espeso humo violáceo-. Con el control correcto de energía, es posible crear vida... pero es pequeña... -Los pétalos se desvanecieron.


Los orbes azules del chico brillaron, y aún cautivado, dejó que la peliblanca cogiera sus manos, incluso aquella que no era realmente la suya, y las acunó frente a él. Sintió un hormigueo repiquetear en su carne, y subirle hasta su hombro. Sus ojos se entelaron al observar como sobre sus palmas extendidas aparecía un tierno hibisco naranja. Las pálidas manos de ella, en contraste con las suyas doradas, se retiraron, y la flor continuó en él.


-Ahora es tuya, podrás tenerla siempre que quieras -murmuró-. Es un obsequio de mi parte, por todo lo que has hecho por mí. Aprecio mucho tu amistad, Naruto.


El susodicho sonrió abiertamente, y logró hacer que la pequeña vida que sujetaba, desapareciera, sin embargo, sentía que seguía estando en su interior. Parecía un regalo simple y demasiado extraño, pero tenía la sensación que para Naevia, aquello era algo de magnitudes épicas. Y para el rubio igual.


-¿Y qué haces aquí? Esto es propiedad privada -dijo la chica, sentándose sobre un banco de piedra consumido por la hiedra, y cruzando sus piernas. Él se rascó la nuca.


-¿En serio? No sabía eso ... Es un lugar tranquilo en donde pensar y descansar... Y ahora está precioso -miró a su alrededor-. Aunque tendría que haberme imaginado que tenías algo que ver con esto... -rio nerviosamente.


-Tranquilo, puedes venir siempre que quieras -aseguró, dejándole un hueco para que se sentase a su lado-. Este terreno fue mío hace mucho tiempo. Fue un regalo de Tobirama, después de la muerte de su hermano. Él también se sentía colapsado, y necesitaba un lugar en el que pensar y descansar, así que me lo cedió. Yo lo mantenía bello, y mi pago era dejarle disfrutar de ello. -Esos viejos recuerdos regresaron a ella-. Durante todo este tiempo ha estado olvidado, pero seguía siendo mío. Así que hablé con Kakashi, y bueno... Aquí estamos.


No era precisamente grande. Y la variedad inmensa que había de plantas y flores, reducía aún más el espacio, a sólo tres o cuatro personas. Miles de perfumes inundaban el ambiente, así como gamas de verde y vivos colores que teñían los pétalos.


-¿C-Conociste al segundo Hokage? ¿¡Qué tan vieja eres!? -gritó, provocando la risa de ella.


-Tengo veinticinco años, Naruto -aseguró-. Aunque técnicamente, muchos más, pero ese tiempo... ni siquiera transcurrió para mi o para el resto del clan...


-Entonces... ¿tú también necesitas pensar y descansar? -inquirió, echándose hacia atrás en su lugar.


-Sí... Cuando estoy nerviosa o necesito meditar, mi pasión son las plantas... Me ayudan a distraerme y a no pensar en según qué cosas... -Un largo mechón blanco se escapó de su recogido-. Todo está siendo tan asfixiante... Mi familia, los preparativos del cambio, yo misma... No consigo adaptarme a todo esto, y me está consumiendo...


-No me imagino qué tan duro puede llegar a ser, pero sé cuán fuerte eres, Naevia-chan, y sé que podrás con todo -aseguró, mirándola-. ¡Mira todo lo que puedes hacer, sólo con levantar la mano! ¿Cómo no ibas a poder con una fiesta?


Ella se mofó, y se apoyó en sus rodillas. -Y dime, ¿en qué necesitabas pensar tú? No sabía que pensabas...


-¡Oye! -se quejó, ofendido. Seguidamente, se sonrojó-. Es por- por Hinata-chan, ella...


-Estáis juntos, ¿no? O eso he escuchado...


-¿¡Quién te ha dicho eso!? -preguntó, levantándose de golpe.


-Sakura e Ino -rio, con obviedad-. Aunque tampoco hay que ser un genio.


Suspiró, rendido, y volvió a dejarse caer. -Hace unos meses... después de un incidente, Hinata y yo... Bueno, Hinata y yo nos hicimos más cercanos... -Una risita escapó de los labios de Naevia. Disfrutaba de inocencia-. ¡Agh, nadie me dijo que las relaciones fuesen tan difíciles!


-No lo son, sólo que es la primera vez de ambos, y lo complicáis vosotros -aseguró.


-Tú estás casada, te es más sencillo -se quejó.


Se tensó al escuchar eso, aunque logró disimularlo rápidamente. -Pero antes de estar con Yu, tuve alguna relación más... Y la primera, siempre es un auténtico lío... Pero si realmente os queréis, podréis afrontarlo juntos, y aprender juntos también -alzó una mano, y tras un humo violáceo, aparecieron unos preciosos y brillantes girasoles. Se los tendió-. Regálale esto, será un detalle muy bonito. Estoy segura de que le gustará.


Con un sonrojo descomunal sobre sus mejillas, el chico aceptó el ramo que le ofrecía, y tras un agradable abrazo, se marchó a prisa, murmurando algo sobre que debía ducharse antes de ver a la chica. Naevia volvió a reírse, y se levantó aproximándose al gran rosal del cual brotaban flores blancas, y acunó una con sus pétalos algo marchitados, volviéndolos a su mismo esplendor.


Escuchó la verja de metal corroído chirriar, y sin girarse, con una sonrisa en su rostro, dijo; -¿Necesitas algo más, enamorado?


-Veo que estás de buen humor. -Su cuerpo se tensó totalmente cuando oyó esa voz, bañada con ese retintín que tanto crispaba sus nervios. La misma vida que acaba de florecer a la planta, se desprendió de ésta en unos segundos, y sin girarse siquiera, tensa, alzó la vista-. Llevaba tiempo sin verte tan feliz... Y tan guapa...


Siquiera tuvo tiempo de posar su mano sobre su cintura, que un afilado kunai se aferró a la piel expuesta de su blanca garganta. Naevia gruñó, y lo apretó más, viendo como un fino hilo de sangre emprendía camino. -¿Qué haces aquí, Hineku?


-Veo que también estás más fuerte... parece que estás recuperándote rápido -musitó, con humor. Acercó su rostro al de ella, sin importarle que el arma se incrustara más en su carne-. He venido a verte, amor. No puedo vivir sin ti...


Otro gruñido profirió de la garganta de la peliblanca. No quería perder esa oportunidad. Matarlo y todo se acabaría. Quizá así podría regresar al fin a su vida, dejar de sentirse tan perdida e indefensa al pensar que el mismo que lo había arruinado todo seguía libre. Y que también podía volver a controlarla. Eso la atormentaba profundamente.


Alzó su puño bañado en chakra hacia él, pero su brazo se quedó inmóvil, estancado en el aire, y por mucha fuerza que empleó, no podía moverlo absolutamente nada, provocando que su cuerpo temblara. La terrible y conocida sensación de perder su propia voluntad regresó a ella, y sintió, inevitablemente las lágrimas entelaron sus ojos. El cuerpo de él empezó a disiparse.


-Nuestra unión ya no es tan fuerte como antes... -se lamentó-, pero puedo seguir ejerciendo poder sobre ti, amor -en un par de pasos, estaba frente a ella, sus narices se rozaron, sus respiraciones se entremezclaron-. Jamás me separaré de ti -anunció, y tras depositar un escueto beso sobre sus labios que le revolvió las entrañas, desapareció de allí en un espeso humo oscuro.


Su cuerpo cayó rendido al suelo, y sin saber exactamente si era por la rabia o la impotencia, tembló, abrazándose a si misma sumida en lágrimas. Se sentía sucia y débil, y el miedo a volver a ser controlada por alguien como él le carcomía el interior, de sólo pensar que la misma historia podría repetirse una segunda vez.


*


*


*


Yume suspiró, y volvió a mirar su amigo, con recelo. El pelinegro estaba sentado sobre su silla, con la mirada en la nada. En su rostro se perfilaba el cansancio, el agotamiento. -Yu...


-Lo sé, ¿y qué quieres que haga? -le preguntó, alzando sus orbes ámbar-. Es mi esposa, y la amo con todo mi ser, pero no puedo obligarla a que vuelva a sentirse como antes. Debemos entenderla, lo que ha sufrido, es demasiado.


-¡Nosotros también hemos sufrido! -alegó, rápidamente, señalándose con ambas manos. Él suspiró.


-También lo sé, pero no es equiparable, Yume... -respondió-. Ella fue la que tuvo que matarnos, ella fue quien ha estado durante años encerrada sabiendo la verdad y sufriendo por ella, ella es la que ha muerto no una, sino dos veces...


-Le justificas todo lo que hace... -entrecerró los ojos.


-¿Qué te está ocurriendo con ella? Es prácticamente como una hermana, y aun así parece que no la soportes...


-No... No es eso... Sólo que siento que ya no es la misma...


-Claro que no es la misma, no sé qué esperabas... -murmuró Yasa, dedicándole una ruda mirada. Se sentía ofuscada con la rubia, al ver el trato que estaba dándole a su ama. Los ojos azules chocaron con los suyos, y bufó.


-Esa no es la cuestión -acotó-. El quid está en que...


La puerta se abrió chirriando por encima de sus voces, y por ella apreció Naevia. De nuevo había estado caminando bajo la torrencial lluvia, y estaba completamente empapada. Temblaba y su nariz estaba enrojecida, así como el borde de sus ojos hinchados, que también destacaban por unas notorias y oscuras ojeras. Cuando alzó la vista y se encontró con ambos en su despacho, frunció el ceño, y se alejó cuando Yu se acercó a ella.


-Necesito estar sola. -Su voz sonó ronca, engullida por lo que seguramente sería un fuerte dolor de garganta y algo que su marido se esmeró en intentar descifrar.


-Naevia... -murmuró él, mirándola dolido, por cómo se había alejado de su cuerpo.


-¡Fuera! -gritó. Ambos presentes se sobresaltaron, sorprendidos de su reacción. Ella jamás les había levantado la voz, siempre había sido paciente y jamás se veía con corazón de tratar mal a los suyos. Sin embargo, ahí estaba, totalmente deshecha y echándolos de su lado, como se había hecho costumbre. Reaccionó segundos después, y aunque un semblante de arrepentimiento pasó fugaz por su rostro, de nuevo la indiferencia lo bañó no mucho después, e indicó la puerta, sorteando a su esposo y a su amiga, y dirigiéndose al balcón, quedando de espaldas, abrazada a si misma.


Ambos lo habían sentido, la orden directa de su líder les había provocado esa sensación de necesitar obedecerla sí o sí, algo propio de su clan, y aunque ninguno quería moverse de ahí, sus pies lo hicieron y tras ellos cerraron la puerta, en silencio.


Segundos después, los sollozos llenaron el interior de la habitación.


*


*


*


Los escuchó alejarse unos minutos después, y siguió estática aguardando pacientemente. Se sentía sucia, y solo de pensar en que él seguía libre y que podía ejercer de nuevo control sobre ella, le ponía la piel de gallina.


Lo peor de todo era haberse dado cuenta que aún entonces no tenía posibilidad de derrotarlo, seguía estando, o siendo, débil, y eso la mantenía en clara desventaja. Podría haberlo matado ahí, y todo habría acabado, podría haber retornado a su vida y volver a ser la misma de antes, quizá. Pero no, aunque Hineku también se veía débil, seguía siendo más fuerte que ella.


Caminar bajo la lluvia se había vuelto algo habitual esos últimos días. El frío que sentía era lo único que realmente le aseguraba que estaba viva, que seguía siendo ella. Los dedos entumecidos y el castañeo precipitado de sus dientes la mantenían de algún modo despierta.


Cuando llegó a su puerta, no vio ninguna luz en el interior de la casa, pero aun así llamó, y esperó impacientemente a que alguien abriese. Espera con fuerza que él estuviese en casa. Y un gracias susurrado surgió de sus labios al ver como la luz del pasillo se encendía y alumbraba la espesura de la noche alrededor de ella, a través del pequeño cristal. Los engranajes sonaron, y segundos después, esta se abrió.


Neji pestañeó sorprendido, pero no tardó demasiado en asimilar que ella estaba de pie frente a él, de nuevo estaba empapada, y se hizo a un lado dejándola entrar. Naevia le agradeció con la mirada, y entró cabizbaja. Cerró la puerta, y se quedaron en silencio absoluto, hasta que los orbes perla del Hyuga se hicieron demasiado pesados sobre si misma, y abrió los labios amortados por el frío:


-Ven conmigo.







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