Capítulo 2
Naevia seguía postrada en la cama, y pese a que los guardianes lo habían intentado todo, no lograban nada, de hecho, su fiebre seguía subiendo, y las discusiones entre ambos hermanos se hacían cada vez más frecuentes—. No deja de ser lo que es —murmuró Yasa, mientras cerraba lentamente la puerta de la habitación en la que se encontraba su ama— traición.
El rostro humano de su hermano se desfiguró en una mueca extraña, y se giró hacia ella con enfado—. ¿Cómo puedes decir eso?
—¿Cómo puedes siquiera pensar en dejarla? —le reprochó.
—Es por su bien —aseguró—. Si sigue así, morirá.
—Lo sé, Bure —y le dolía tremendamente—, pero parece ser que no lo entiendes —una sonrisa forzada se formó en su rostro—. Fue controlada, perdió la oportunidad de pensar y hacer por si misma, subyugada a otro... Ahora que vuelve a ser Naevia, nuestra Naevia, no podemos vetarla de elegir... Y por mucho que me duela, si ella prefiere esto, tiene que ser así.
Bure calló entonces, y dirigió la mirada hacia la puerta cerrada, donde estuvo centrado unos minutos, bajo la atenta mirada de su hermana. Frunció el ceño, y cerró los ojos, con fuerza. Yasa suspiró—. Lo siento mucho —se inclinó sobre el cuerpo de ella, y le dio un suave beso en la frente, para después, marcharse rápidamente de allí volviendo a su forma animal. Con el pecho encogido, lo observó marcharse, cruzada de brazos, y regresó a la habitación junto a su amiga, que parecía empeorar por segundos.
—Yasa —su mano se arrastró por encima de la sábana, con apenas fuerza, y se unió con la de su amiga—, no se lo tengas en cuenta. Tienes que entenderlo, también —reprimió un quejido al moverse, así como tragó el sabor metálico que inundó su boca.
—Pero...
—Déjalo ser —murmuró—. Tú también eres libre de hacer lo que quieras.
—Lo sé, y lo que quiero es estar a tu lado.
Naevia, que entonces estaba algo más despierta, estaba apoyada en el cabezal de la cama. La guardiana aprovechó eso, y lentamente, con sumo cuidado, se tumbó sobre su regazo. La peliplata instintivamente empezó a acariciar su suave cabello, en silencio, sintiendo como las lágrimas de la chica traspasaban la tela—. No quiero... No quiero que te vayas, ni Bure —sin querer tener esa conversación, ni agravar el dolor de su amiga, hizo uso de sus pocas fuerzas, y la mano que reposaba sobre su cabeza, se iluminó en una tenue luz violácea, que indujo a la guardiana a un profundo sueño.
Pasaron un par de horas, sumida en un abrumador silencio, sólo interrumpido por la respiración tranquila de la chica, que contrastaba con la suya dificultosa, se removió incómoda. La apartó con sumo cuidado de su regazo, y aprovechando ese momento en el que se encontraba más lúcida, se levantó, enfundándose en un fino kimono rosado. A paso lento y algo torpe, salió de la habitación, no sin antes echar un vistazo a Yasa, que dormía pacíficamente.
Cuando sus pies descalzos se toparon con la hierba húmeda y fría, sintió un agradable cosquilleo que chocó con los constantes pinchazos que asolaban su cuerpo repetidas veces. El cielo estaba nublado, y pudo divisar tímidos copos de nieve precipitarse contra el suelo. Alzó el rostro, disfrutando de esas pequeñas motas congeladas, que siquiera se fundían en su piel, dado que ésta estaba prácticamente igual de fría. Sonrió. Se sentía en paz, tranquila, pese a que su cuerpo se marchitaba por segundos.
—No, no, no —giró su cabeza con fuerza, y se tambaleó hasta caer al suelo por el mareo tan fuerte que la derrocó. Gimió cuando vio cómo su alrededor dejaba de ser verde, y así como su vida, se marchitaba y moría con rapidez. La hierba tierna se secaba, las flores coloridas se apagaban, los árboles con frondosas copas perdían todas sus hojas.
Su estómago ardió, y con sus brazos entumecidos, deshizo el nudo del kimono, descubriendo su estómago, en el cual una marca enrojecida tomaba forma. Sus ojos se llenaron de lágrimas, al ver el sello del clan.
—Tanto tiempo sin verte, dulce Naevia.
* * *
Llevaban días de viaje, casi sin descanso. Por eso último, decidieron hacer una parada poco después de llegar al País de la Tierra, cuando sólo quedaba un día para llegar a su destino. Aunque nadie lo dijera en voz alta, el nerviosismo se podía prácticamente palpar, ante la expectativa de que realmente estuviese viva.
—Yu —el nombrado miró sobre su hombro, para encontrarse con el portador del Kyubi. Regresó su mirada al frente, donde se extendía un gran prado.
—Conocí a Naevia cuando apenas tenía ocho años... Ya nos habían prometido... Cuando la vi, pensé que era la niña más bella que jamás había visto... —una sonrisa triste apareció en su rostro, y Naruto se sentó lentamente a su lado—. Sin embargo ella... —rió levemente— tenía mucho... muchísimo carácter, y no me soportaba, no soportaba la idea de estar prometida. Ni me miraba cuando nuestras familias se reunían, y cuando intentaba acercarme, me alejaba —suspiró—. Entonces se marchó a entrenar durante años, para ser fuerte como líder. Cuando volvió ocho años después, ya no era la misma, era la kunoichi más fuerte del clan, y a nivel del mundo shinobi, no querría imaginármelo. Entonces empezamos a llevarnos mejor, y pude conocerla... Era increíblemente dulce, atenta, siempre se preocupaba por todos... Todos en el clan la amaban... Y yo el que más... —un leve enrojecimiento apareció en sus mejillas—. Nos volvimos muy unidos, y después de bastante tiempo, el mismo día que la nombraron definitivamente como líder, nos casamos. Y puedo asegurar que esos fueron los mejores años de mi vida... —su mirada se ensombreció—. Pero... cuando ocurrió eso... No podía creer que realmente esa fuese mi esposa, ni siquiera cuando fue su propia mano la que terminó con mi vida. Tuve mucho tiempo para meditarlo, para hacerme a la idea, pero hiciese lo que hiciese, seguía sin ser capaz de creer que fuese una asesina. Sabía que tenía que haber una explicación, una razón mayor... Aunque pareciese que estuviera justificando lo injustificable... ¿Cómo iba a ser capaz de algo así, llevando un hijo nuestro en su vientre?
—¿N-Naevia estaba embarazada? —los ojos del rubio se abrieron con fuerza, y jadeo al escuchar eso, con el corazón en un puño.
Yu asintió, con los ojos cerrados—. Y cuando pude encontrarla de nuevo, verla tan indefensa, sin siquiera saber quién era, por alguna razón, terminó de asegurarme que realmente no podía haber sido ella —Naruto asintió, conmovido por el amor que profesaba ese hombre—. Y... volver a verla me hizo pensar que todo volvería a ser como antes, que volvería a tenerla a mi lado...
Volvieron a sumirse en silencio. El portador del Kyubi regresó su mirada al frente, y se dio cuenta que siquiera podía imaginarse qué podía sentir su amigo al saber que quizá su esposa estaba viva, que la persona que más amaba, podría volver a su lado. Sonrío, y giró su cabeza para decirle algo, sin embargo, se calló al ver como el pelinegro se levantaba, con el ceño fruncido, y miraba a su alrededor. La mano de éste se lleno de un chakra anaranjado, y Naruto se puso en posición defensiva.
—¿Qué ocurre, Yu?
No obtuvo respuesta por parte de éste, y en menos de un segundo, Yume estaba con ellos, con una sonrisa enorme—. ¡Yu! ¡Yu! Esa presencia, ¡Yu! —cuando el mencionado se relajó, una sonrisa igual de grande que la chica apareció en su rostro, y sus ojos parecieron llenarse de lágrimas.
—Bure.
Un gran felino estaba frente a ellos, de cabello oscuro y brillantes ojos bicolor. Yume, a una velocidad increíble, se abalanzó sobre éste, tumbándolo de la fuerza, y se hundió en su suave pelo, bañada en lágrimas. Una fuerte luz iluminó su alrededor, y al disiparse ésta, Bure se había convertido a su forma humana, rodeando a la chica entre sus brazos—. Yume... —la chica lo miró, mientras se secaba las lágrimas, y sonrió.
—¿Entonces es cierto? ¿Naevia está viva? —ante esa pregunta, la sonrisa se borró del rostro del chico, y cruzó una seria mirada con Yu, que enseguida lo guió a su improvisado campamento.
La euforia estalló entre los Himitsu, y una vez presentado Bure al resto de los miembros que desconocían de él. Enseguida el guardián explicó la situación, cómo su ama estaba demasiado grave, y si no recibía pronto una sanación por parte de sus amigos, no aguantaría por mucho más. Pese a eso, Bure era incapaz de regresar por si solo a su dimensión, por lo que tras explicar eso, y darse cuenta que la situación era real y grave, corrieron con las indicaciones del chico, para efectuar el jutsu que les permitiría momentáneamente acceder a su mundo, y ayudar a Neavia.
—¿Aquí? —preguntó Shikamaru, poniéndose en la posición exacta que le indicaba Bure.
—Sí, perfecto —se movió, situando al resto perfectamente, y dirigiéndose al centro—. El tiempo aquí y allí transcurre diferente. Para mi posiblemente haya pasado sólo media hora, pero allí habrán pasado ya dos —preparó los sellos—. Vamos allá.
El chakra de todos empezó a fluir por el círculo, dirigiéndose de manera casi directa hacia Bure, quien había invocado un pergamino, abriéndolo en el suelo y situando una mano sobre éste, mientras que la otra permanecía abierta alzada al cielo.
—¡Mierda! —ante ese quejido por parte de Bure, todos detuvieron su trabajo, para observarlo.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Sakura, mientras sanaba la herida que se abría paso en su brazo, y chorreaba una gran cantidad de sangre.
—Es mi hermana, está herida.
* * *
Naevia no reaccionaba, postrada en el suelo, de rodillas, observando en shock como Yasa peleaba contra ese hombre, viéndose incapaz siquiera de reaccionar ante la situación. Esos recuerdos que tanto se había esforzado en olvidar, en dejar en un rincón oscuro, esas sensaciones horribles que había sentido, tan satisfactorios en ese momento, para alguien que había cometido atrocidades, regresaban, pero convertidos en asco y odio hacia si misma.
—Naevia, por favor, tienes que despertar, tienes que ayudarme —su guardiana estaba frente a ella, apenas parando un ataque de ese monstruo. Estaba herida, y jadeaba por el cansancio—. Yo no puedo sola con esto...
Tenía que levantarse, intentarlo por lo menos, evitar que su amiga, no, hermana, acabara como ella en su momento, o que ese monstruo acabara con sus vidas sin siquiera oponerse a él. O peor aún, que volviera a convertirla en un monstruo como él—. No —se sentía débil, y aún la fiebre era demasiado alta, pero eso no impidió que su su fuerza reapareciera. Las marcas surcaron su piel, y las muescas de sus ojos, se intensificaron.
—Oh, cariño, ¿vas a luchar contra mi? —Hineku no había cambiado demasiado para su sorpresa, pese a que habían pasado muchísimos años. Su cabello blanco estaba algo más largo, y desordenado, su piel igual de blanca que la suya, y unos brillantes ojos verdes, que hipnotizaban, irónicamente. Una sonrisa ladina apareció en su rostro, y con una mano apoyada en la cintura, y otra entre su cabello, rió—. Ahora sí que nos parecemos... Hacemos la pareja perfecta.
—Vete a la mierda —gruñó, mientras se posicionaba al lado de Yasa—. Jamás me pareceré a alguien como tú.
—Nos parecemos más de lo que crees, cariño —musitó, y sin previo aviso, desapareció de allí, apareciendo justo frente a ella, con la mano a la altura de su estómago. Reaccionó rápido, sabiendo sus intenciones, y con sus dedos rodeados de energía violeta, sujetó su brazo, con fuerza, y con el suyo libre, estampó su puño contra su abdomen, enviándolo varios metros atrás.
Sintió un pinchazo en su nuca, debido al esfuerzo, pero ignorando eso, así como las súplicas de Yasa para que se marcharan de ese mundo, corrió a una velocidad increíble contra su enemigo, y cuando encima de él, reunió de nuevo energía en su puño y lo incrustó en su estómago, logrando escuchar sus huesos crujir. Hizo unos sellos veloces, y desde su espalda surgieron unas cadenas con kunais en sus extremos, rodeadas por una luz violácea. Ésta se alzaron como tentáculos, y sin piedad, se hundieron en la carne de Hineku, quien mezcló una risa con un gemido de dolor—. Mírate... mira cómo disfrutas... con esto, mira como... disfrutas con el dolor y la sangre —murmuró, escupiendo sangre con dificultad. La mujer ignoró sus palabras, pese a que en fondo sintió que tenían algo de cierto.
—Es verdad —gruñó, levantando su mano hacia el cielo, imitando su acción las cadenas— tu dolor y tu muerte me provocarán un gran... ¡Ah! —gritó con fuerza al sentir el dolor punzante de una katana atravesar su estómago. Mordió su labio, y pese a ello, las cadenas volvieron a incrustarse en él, en zonas mucho más peligrosas que la vez anterior. Sin siquiera saber cómo aún su contrincante podía moverse, pero de una patada, la sacó de encima de él, y la envió varios metros atrás. Yasa llegó a tiempo, para evitar que su cuerpo chocase contra el suelo.
—Naevia, tenemos que irn...
—No, puedo con él —aseguró, separándose de su amiga y secándose la sangre que empezaba a acumularse en las comisuras de sus labios.
—N-no, estás débil, tu no...
No tuvo tiempo a terminar la frase, puesto que la Himitsu ya había desaparecido, enfrascándose en una dura batalla contra ese hombre. Lo recordaba perfectamente, casi había matado a su hermano la última vez, quien apenas pudo sanarse, tardando meses en poder hacerlo. Ese era el culpable de todas las desgracias de su amiga, del dolor del clan. Y entendía la rabia de Naevia, el deseo de matarlo, sin embargo, jamás la había visto así, no había visto esa faceta tan agresiva por parte de ella, siempre sabía mantener la tranquilidad y la compostura, por muy dura que fuese la situación. Realmente, no se podía imaginar cuánto había cambiado su ama en todo ese tiempo.
Un gran búho de llamas violáceas alzó el vuelo,y se lanzó en picado hacia el peliblanco, que apenas logró evitarlo. El animal se disipó al llegar al suelo, creando una gran onda expansiva que llevó con ella llamas. Naevia fue engullida por ellas, pero al disiparse, seguía en el centro, intacta, únicamente pendiente de Hineku.
—¿Tantas cosas que vivimos, y me recibes así? —inquirió él, con falsa ofensa.
Cuando la mujer echó a correr, apenas pudo dar dos pasos, que su cuerpo tembló, y se tambaleó hasta caer al suelo. Yasa se acercó a ella y rodeó su cintura para levantarla—. Te lo he dicho, te estás esforzando demasiado.
—N-No... me da igual, tengo que... tengo que... —gimió sintiendo como sus marcas de energía se desvanecían.
—Nos vamos —dijo rotundamente, empezando los sellos para salir de ahí. Sin embargo, no tuvo tiempo a terminar de elaborarlos, que un espeso humo oscuro se abalanzó sobre ellas, y al tocar su piel, Yasa sintió un fuerte ardor en su cuerpo, pero eso no evito que se mantuviera frente a su ama, en posición defensiva, sin estar dispuesta a abandonarla una segunda vez.
—No tienes nada que hacer, pequeña perra, así que no me obligues a matarte —susurró Hineku, con su mano bordeada por esa sustancia extraña. La guardiana gruñó, mostrando como sus colmillos reaparecían.
Antes de que cualquiera de los dos efectuara ningún movimiento, en los cuales Naevia y Yasa estaban en clara desventaja, con Naevia a punto de caer inconsciente, y Yasa sin ser capaz siquiera de enfrentarse a alguien tan poderoso como Hineku, una gran bola de energía de chakra se estampó contra el peliblanco, y una cabellera rubia apreció frente a ellas.
—¡Yo me encargo, 'ttebayo! —gritó.
—N-Naruto —unos fuertes brazos la despegaron de Yasa, y al alzar la mirada, se encontró con dos orbes ámbar preciosos, desbordados por las lágrimas y con el ceño fruncido, en un intento de aguantarlas—. Yu...
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