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Capítulo 1



''Sin noción del tiempo, un día, en un momento, sintió un cristal resquebrajarse a lo lejos, así como el repiqueteo de algo gotear, una y otra vez... Voces lejanas, difusas, y pasos que parecían chapotear sobre agua. Quiso moverse, gritar, anunciar que estaba ahí, pero ni siquiera pudo emitir un simple sonido. Pareció pasar una eternidad, hasta que, después de tantísimo tiempo, sintió el contacto de otro ser con su piel desnuda, y de nuevo, sintió lagrimas caer por su rostro, de felicidad—. Soy yo, Yasa... Hemos venido a buscarte...''



Rió al ver el enfado de Bure cuando su hermana lo mojó. Se tumbó en la hierba húmeda, dejando que su cabello entonces blanco se esparciera por todo el suelo. El cielo azul se alzó por sobre de ella, desprovisto de cualquier nube, alzándose así también un radiante sol en él, que calentaba su piel agradablemente. Después de un buen rato reposando, volvió a incorporarse, justo cuando ambos animales se acercaban a ella entre risas. Estaba orgullosa de ambos, quienes en esos últimos meses, después de su ''regreso'', habían logrado transformarse en sus formas grandes, tanto Bure, quién ya anteriormente lo podía hacer, aunque entonces, definitivamente. Yasa era una enorme felina de pelaje plata, con una muy frondosa cola, y aquellos hermosos ojos rosáceos. Bure seguía siendo de cabello oscuro, aunque más corto que el de su hermana, y dos enormes orbes, uno amarillo y otro naranja.

La recuperación estaba siendo extremadamente lenta. Al parecer, había estado varios meses postrada en una cama, bajo los cuidados de sus guardianes. En ese intervalo, tampoco recobró demasiadas fuerzas, y al despertar, siquiera podía caminar. Su cabello se había descolorido por completo, al blanco más puro, así como se había aclarado su piel, volviéndose más pálida. Lo único que aún seguía intacto seguía siendo el color de sus ojos, púrpura oscuro. Tardó varias semanas en volver a estar en pie, y enseguida pudo hacerlo por si misma, sin estar recargada sobre alguno de sus amigos. Empezó a entrenar junto a los felinos para volver a ser igual de fuerte que antes. Los guardianes la habían llevado a lo que llamaba ''su dimensión'', dónde habían estado encerrados todos esos años en los que no había podido liberarlos su ama. Ignorando las constantes quejas por parte de Yasa para que regresara con los demás, se negaba, decidida a mantenerse al margen de aquellas personas a las que tanto daño había causado remitiéndose a una vida de entrenamiento y reclusión. Estaba siendo realmente complicado, pero por lo poco que sabía, después de una dura Guerra, todos llevaban pacíficamente sus vidas. Y realmente quería que siguiese siendo así.

Después de lo ocurrido un par de años atrás en Seikatsu, y el regreso de todo clan, quedó en lo que Bure denominó el ''limbo''. Encontrarla había sido complicado, pero gracias al débil hilo que unía a los tres, habían logrado topar con ella, y empleando todas sus fuerzas, a través de una pequeña brecha habían logrado sacarla de ahí, devolverla a la vida. No entendía por qué no había muerto, pero Yasa lo catalogaba como una nueva oportunidad, que debía aprovechar al máximo.

—Está anocheciendo —murmuró, cuando la luz rojiza del atardecer empezaba a teñirlo todo—, regresemos, prepararé la cena —la casa en la que se hospedaban era una típica tradicional, no demasiado grande, pero lo suficientemente para todos. Y tampoco estaba en posición de pedir más, dada la situación.

Apenas pudo dar un par de pasos, que un fuerte dolor golpeó su nuca, expandiéndose por todo su cuerpo. Sus rodillas fallaron y cayó al suelo, en un golpe sordo. Un gemido escapó de sus labios, y lentamente el calor empezó a engullir su cuerpo. Los animales corrieron velozmente a su lado, gritando su nombre con desesperación. El sudor empezó a perlar su pálida frente, y sus mejillas empezaron a adquirir un tono rojizo, producto de lo que parecía ser una creciente fiebre.

La paz parecía haber terminado.



La reunión había sido cuanto menos, agotadora. Cuando terminó, el Hokage se retiró rápidamente a su oficina, y el resto se marchó a sus respectivos asuntos. Yu Himitsu, junto a su consejera Yume salían tranquilamente charlando, junto a Naruto Uzumaki y Shikamaru Nara.

—¡Vamos a Ichiraku! —propuso Naruto, alegremente—. Nos merecemos un descanso, y buena comida.

La rubia sonrió ampliamente, de acuerdo con el chico—. Para ti todo es una excusa para comer ramen, Naruto... —murmuró el pelinegro, con una expresión de aburrimiento en su rostro.

—Y para ti todo es tedioso, Shikamaru —alegó el líder del clan Himitsu, con gracia. El recién nombrado chasqueó la lengua, con molestia, provocando las risas de todos.

Sin embargo, las risas se detuvieron cuando fueron interrumpidas por quejas por parte de Yu y Yume, quiénes se llevaron a la vez las manos a la cabeza, intentando disipar lo que parecía ser un fuerte dolor de cabeza. Por su parte, el Nara frunció el ceño, al sentir una inmensa cantidad de chakra emerger de algún punto, pero sin poder identificar de dónde exactamente—. ¿Qué esta ocurriendo? —preguntó el Uzumaki, alterado al percibir lo mismo que su amigo, y recogiendo a la rubia del suelo, quien apenas podía sostenerse en pie.

Un balbuceo salió de sus labios, pero incomprensible para ambos. Estaba pálida, y su piel al tacto fría como el hielo—. Es Naevia... Siento a Naevia. Está viva.

El mundo pareció congelarse para todos, y más cuando el dolor desapareció. Los Himitsu respiraban agitados, la chica con lágrimas en los ojos que amenazaban en caer en cualquier momento, y el chico con el mirada perdida en algún punto—. ¿Qué quieres decir? Eso es imposible... ella... —dijo el rubio, lentamente.

—No, no, no lo entiendes, Naruto-kun... —los orbes claros de ella se posaron en el muchacho—, puedo... podemos sentir a nuestra líder, su fuerza, su vida, su aliento... Está viva... Y está grave...

*   *   *


Era una gran habitación, con muebles de madera clara, y una gran cama en medio, de colcha blanca y con un largo dosel que arrastraba en contraste con el oscuro suelo. Sobre el colchón reposaba Naevia, en apenas ropa interior, respirando agitadamente y enrojecida por la creciente fiebre que asolaba su cuerpo. El sudor se instalaba en su frente, enganchándose hebras plateadas en su piel, confundiéndose con ésta. A su lado reposaba una mujer de piel dorada, cabello también claro, corto por encima de sus hombros, y ojos rosáceos, grandes y expresivos—. Yasa, deja de mirarla como si fuese a morirse...

Un hombre corpulento, de piel también dorada, cabello oscuro bastante corto, y ojos bicolor, fruncía el ceño al lado del colchón, de brazos cruzados. Su hermana alzó la vista, con enfado—. ¿Cómo demonios puedes estar tan tranquilo, hermano?

—No estoy tranquilo, tengo tanto miedo a perderla como tu... pero transmitirle tanta preocupación no es bueno para ella —alegó, gruñendo y mostrando sus afilados colmillos. La chica se encogió de hombros, y volvió a situar un paño frío sobre la frente de su ama—. Con la cantidad de chakra que ha liberado, posiblemente todo el clan ya sepa que está viva...

—Lo sé —respondió Yasa, mientras apartaba el cabello del rostro de Naevia—, pero por ahora no podrán encontrarnos.

—¿Qué? Debemos dejar que nos encuentren, hermana —descruzó sus brazos, acercándose a ella—. Yu estará feliz, Naevia estará feliz... Todos.

—¿Qué demonios te pasa, Bure? —su hermana se levantó, enfrentándose a él—. No puedes...

—Basta —la voz débil de la peliplata llegó a ambos hermanos, que detuvieron su discusión para observar a su ama con preocupación—. No discutáis... —murmuró, deshaciéndose del paño, que para entonces ya estaba ardiendo.

Yasa corrió a su lado rápidamente, y sujetándola de los hombros, echó su cuerpo hacia atrás, obligándola a reposar—. No, no te levantes. Estás muy débil, tienes que descansar.

—¿Qué me está ocurriendo? —preguntó, alzando su mirada mientras entrelazaba su mano con su amiga.

—Parece que tu cuerpo está muy débil —explicó el pelinegro, sentándose también sobre el colchón—. No estamos muy seguros, pero quizá esté teniendo algún tipo de reacción a este plano... Sería lógico, teniendo en cuenta el tiempo que estuviste en el limbo... —ella asintió levemente, hundiendo su cabeza en la almohada. Sus ojos se cerraban pesadamente, debido a un inusitado cansancio que convertía su cuerpo en plomo—. Es sólo una suposición, pero... Naevia —carraspeó—, volverías a ser fuerte si estuvieses junto al resto del clan.

Yasa gruñó automáticamente al escuchar a su hermano decir eso, dedicándole una dura mirada cargada de resentimiento. Se relajó al sentir un leve apretón en su mano por parte de su ama—. Sé que tienes muchas ganas de ver a Yu, Bure —asumió la mujer, reabriendo sus ojos púrpura. Éstos estaban tremendamente apagados—, y nada te obliga a estar aquí, yo te libero si es lo que deseas, puedes regresar junto a él, no te guardaré rencor... pero es mi decisión, y si debo morir por ella, así será... No quiero causar más daño a nadie.



Tan pronto la noticia de eso corrió y llegó a los oídos de Kakashi, no hubo cabida a la duda, y se formó rápidamente un equipo de búsqueda, formado por Naruto, Sakura, Sai, Ino, Shikamaru e Hinata, así como de Yu, Yume y varios miembros más del clan. La tensión se había instalado en todos, con la simple expectativa de que realmente su amiga y líder estuviese viva.

—¿Hacia dónde estamos yendo? —inquirió la Haruno, moviendo su mirada alrededor, con el ceño fruncido. Los Himitsu se miraron entre si, inquietos. Yume suspiró.

—Sólo hay dos seres en este mundo con un lazo y poder tan fuerte para poder traer de vuelta a Naevia...

—¿Quiénes? —preguntó Ino, cruzada de brazos.

—Yasa y Bure —dijo una muchacha de cabello largo, verdoso, y afilados orbes ámbar, llamada Kou—, eran sus guardianes... Tenían un lazo demasiado fuerte, y ellos eran increíblemente poderosos... Si alguien la ha podido traer de nuevo a la vida, son sólo ellos —afirmó rotundamente.

—Todo eso está muy bien, ¿y ellos dónde están? —volvió a decir Ino, frunciendo el ceño.

—Naevia tenía un refugio, en el país de la Tierra, y allí guardaba todos sus pergaminos, con sus jutsus e invocaciones —explicó Yu—. En uno de esos está el jutsu para invocar a sus guardianes, y sólo yo puedo hacerlo.

No hubieron, ni fueron necesarias, más explicaciones, y debido a que había prácticamente una semana de camino hasta tal refugio, partieron rápidamente, sin demora. 

Y aquí está...

He intentado empezar la primera temporada lo más tensa posible... Así que así ha quedado...

¡Espero mucho que os guste!

Antes de leer esta segunda parte, lee la primera, ''La otra realidad'', ¡y vota y comenta! 

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