Capítulo Veintiséis
No sabría cómo catalogar los días que había pasado en Estocolmo.
Eso me hacía dudar, comerme la cabeza y pensar demasiado, porque no sabía cómo explicarlo. Y yo necesitaba poder ponerle nombre a las cosas, saber categorizarlas para entenderlas y comprenderlas.
No solo había sido por el hecho de haber asistido a una boda real, eso, si lo miraba con perspectiva, era lo que menos me preocupaba de todo lo que había ocurrido, ni siquiera era tan importante.
Era más bien por el tiempo con James, que había sido increíble.
Había conocido a su entorno, a su familia, había visto cómo se llevaban y su relación. James me había integrado, me había hecho sentir una más y yo me había sentido así. Había sido todo fácil.
Demasiado fácil.
Me había dejado llevar, siempre me dejaba llevar cuando estaba a su lado.
Él se lanzaba al vacío y yo lo seguía, y al revés, yo me tiraba al abismo y James lo hacía de inmediato. Sin pensar, sin preguntar, solo lo hacíamos. Presos de lo que sentíamos, presos de la locura que nos envolvía cuando estábamos juntos.
Y mi parte más racional, una vez que no estaba a su lado, me hacía replantearme todo, pensar si James y yo teníamos un futuro claro por mucho que yo lo quisiera.
En estos días lo había podido conocer mejor, saber detalles de su vida que aún no me había contado, como lo de los relojes de arena. Su manera de contarlo, la forma en la que sus ojos se habían humedecido y la voz se le había entrecortado al recordar a su abuelo o cómo había obtenido el primero, el valor que le daba a las pequeñas cosas, a lo sencillo...
Desde que he vuelto a Barcelona no puedo dejar de pensar en todo ello y solo soy capaz de sacar una conclusión clara: James me encanta.
Eso es evidente. Y lo quiero, estoy enamorada de él. Adoro cómo me siento a su lado, cómo él me hace sentir, lo que sus miradas expresan, sus sonrisas llenas de significado, cómo se preocupa por mí con pequeños gestos que dicen mucho más que las palabras...
Sin embargo, yo no se lo quería decir, no tan pronto al menos. Me lo quería callar un tiempo, asegurarme de que era así, que no me equivocaba, que mis hormonas no estaban siendo las que hablaban por mí y me confundían, nublándome el juicio.
No soy una persona a la que le guste expresar mis sentimientos en voz alta, no lo veo necesario.
Pero él se había adelantado, me lo había dicho y yo... Yo había sido incapaz de no confesarle que sentía lo mismo.
¿Por qué? ¿De qué me hubiese servido ocultárselo? Para nada, solo nos hubiera separado, hubiese creado una brecha que no quería.
—Sales en las revistas, ¿sabes? —se mofa de mí Pau, lanzándome una casi a la cara—. ¿Leo el pie de foto?
El miércoles después de volver a Barcelona mi madre me había invitado a comer a la casa familiar aprovechando que tengo un poco más de tiempo de lo normal y me da el tiempo suficiente para volver al hospital. Cuando había llegado Pau, porque también estaba invitado porque para mi madre es importante seguir creando vínculo, al que había casi ignorado por el móvil estos días al saber lo que quería, había venido a recibirme con esa sonrisa socarrona que tanto odio.
—No es necesario.
—"En la imagen podemos ver a James Watson, el mejor amigo del ahora príncipe, junto a su novia" —dice sin hacerme caso, reprimiendo una carcajada mal disimulada—. "Los recién casados junto a unos amigos entre los que se encuentra James Watson, el exagente del príncipe y mejor amigo".
—Al menos no saben mi nombre.
—¿Tan segura estás? —se ríe y empieza a buscar en su móvil—. Algunos medios sí que lo tienen. —Me lo enseña—. Mira, Mireia Folch, incluso algunos ya mencionan que eres cirujana y vienes de una estirpe de grandes médicos... ¿Papá estará contento de esta publicidad indirecta?
—Deja de divertirte a mi costa, Pau —comento con calma—. Y sí, papá está más que contento de todo lo que sea publicidad.
—Es inevitable reírme de ti —asegura y me mira de la misma forma que cuando éramos pequeños y me hacía una trastada—. ¿Hablaste con los reyes?
—¿Con cuáles? Porque eso estaba lleno de monarcas de todo el mundo.
—Con los de aquí, ¿quiénes si no? —responde de forma obvia—. Quizá al saber que eras española se interesaban por ti...
—No, Pau, no lo hice —bufo y pongo los ojos en blanco—. Estuve con la familia de James, con Lena y sus amigos. No quise hablar con nadie que no conociera, no es protocolario.
—¿Conociste a alguien interesante? Porque esa boda estaba llena de personalidades importantes.
Es por esto mismo por lo que lo había estado ignorando por mensaje, por el interrogatorio. No le voy a contar nada, él va a presionarme y acabaremos discutiendo, como llevamos haciendo desde que tengo memoria.
—¿Cómo han sido estos días aquí sin mí? —cambio de tema, no quiero hablar más de lo que él quiere—. ¿Algo destacable en el hospital?
—No, nada, todo muy aburrido como siempre. Aunque sí hay una novedad.
—¿Cuál? ¿Una nueva máquina de diagnóstico? Recuerdo que papá quería convencer a la junta para comprar una...
El haber salido en la prensa por la condecoración que me había dado Lena había atraído a algunos inversores que mi padre había sabido convencer para que se quedasen.
—Ah, no, no es nada de eso —niega—. Es que creo que he convencido a Ona de tener hijos.
Le doy un golpe, ¿cómo que la ha convencido? Es que mi hermano a veces es tonto. Cuando me había sacado este tema hace meses ya le había dado mi opinión de forma clara: tenía que ser Ona la que decidiera.
No podía forzarla, porque sería peor. Y según sus palabras, ni caso me ha hecho.
—Repite lo que has dicho.
—Me has entendido, Mireia.
—Sí, y si es así me voy a enfadar contigo —soy muy clara—. Ona tenía las ideas muy claras, no quería tener hijos por el momento, no es algo de lo que tuvieras que convencerla. Era ella la que tenía que cambiar de idea por sí misma.
—Mireia, tú no lo entiendes, tienes el instinto maternal de un ladrillo.
Le doy otro golpe, esa es una muy mala excusa.
—Que no quiera tener hijos, ni entre en mi futuro más próximo, no quiere decir que no lo entienda. Si Ona no quería tenerlos por el momento, ¿para qué presionarla? Sois jóvenes. Hay tiempo para todo, Pau.
—¿No quieres tener sobrinos, Mireia? —pregunta con una ceja alzada—. Sé que te gustan los niños, al menos los no propios, te va a encantar tener sobrinos, los cuidarás unas horas y ya cuando te canses, nos los devuelves.
—No sé cómo podemos compartir genes, eres idiota.
Me levanto y voy hacia el jardín donde está mi madre estirada en una tumbona tomando el sol. Después de comer ella ha seguido con lo que hace cada día, sin importarle que Pau o yo estemos aquí. Una de las cosas que más le gusta a mi madre es disfrutar del buen clima cuando llega y del sol.
—¿Necesitas un consejo, cariño? —pregunta sin abrir los ojos—. Aún no me has contado del todo cómo te fue en Estocolmo, esperaba algo más que un simple bien.
—No hay mucho más que decir.
—O quizá es que tú no quieres contar —rebate y se incorpora, mirándome por encima de las gafas de sol—. ¿Con James cómo ha ido?
—Bien.
—¿Solo bien?
—¿Qué quieres que te cuente, mamá? —Suspiro, la conozco, quiere algo, está usando las mismas tácticas que siempre le han funcionado—. Dímelo.
—¿Tú lo quieres?
—¿Por qué lo preguntas?
—Parece que vais muy en serio, nos lo presentaste —remarca con fuerza—. Y me intereso por ti, cariño.
No es la primera vez que menciona que se lo presenté, dándole la importancia que tiene. Sé que solo he presentado a dos de mis parejas, Oriol y James, pero es que el resto no habían llegado ni a ser eso... habían sido algo casual.
—¿Para verano podré ir a la casa de la Costa Brava? —no le respondo de forma directa, pero sé que con esta pregunta va a entender por dónde voy.
—Ay, cariño. —Sonríe y me acaricia la mano—. Seguro que cuadramos fechas, ¿eso es que vas a pasar las vacaciones de verano con él?
—Aún no lo sé, mamá.
—Pero eso es que algo habéis hablado...
—Algo sí —murmuro de forma vaga—. Tengo que aclarar cuándo son mis vacaciones y los días de los que dispongo...
—Sabes que eso no es un problema, cariño.
—No quiero tener más tratos de favor por ser quien soy —digo muy seria—. Y sé que a papá tampoco le parecerá bien que empiece a usarlo. Por no hablar de que tengo pacientes y...
—Cariño, el año pasado no usaste más de dos semanas de vacaciones porque no tenías tiempo.
—Los días acumulados no sirven de un año para otro.
—Tan parecida a tu padre —resopla—. Técnicamente, yo también soy tu jefa, Mireia.
—Mamá...
¿Por qué siempre saca eso cuando le interesa? No va casi nunca al hospital, ni sabe nada de medicina, pero cuando algo le conviene remarca que también es una de las accionistas.
—Me gusta verte feliz, y el primer verano con una pareja siempre es importante, se crean buenos recuerdos y memorias...
Miro mi reloj de forma disimulada, buscando una excusa para marcharme.
—Me voy, tengo que volver al trabajo.
—Que vaya muy bien, cariño, si ves a tu padre dile que se acuerde que me tiene que traer macarons antes de volver a casa.
•❥❥❥•
La manera en la que me está mirando Neus me pone nerviosa. Sé que tiene algo en la cabeza, que me quiere decir, o preguntar, algo, pero no lo hace, solo me mira, debatiendo en su interior si contármelo o no.
—Dilo —le pido sin dejar de remover el azúcar del café que me he pedido en una de nuestras cafeterías preferidas—. Me estás poniendo nerviosa.
Había querido quedar con ella desde que había llegado, sobre todo para agradecerle el vestido y todo lo que había hecho para que lo consiguiera, pero las dos habíamos tenido mucho trabajo. El volver a la rutina, por mucho que me guste y ame mi trabajo, me cuesta.
No sé qué le pasa, pero desde que he vuelto de Estocolmo está inusualmente callada para ser ella.
—¿El qué?
—No lo sé, tú sabrás. —Me encojo de hombros, esperando una reacción por su parte—. Me espero cualquier cosa viniendo de ti, ¿alguna enfermedad que has buscado por internet y crees que tienes? ¿Algún síntoma extraño que no te deja descansar? Porque si es eso, te diré lo mismo de siempre, que no exageres.
Por lo que la conozco, y por lo que sé que se preocupa y raya por asuntos así, quizá se ha pensado que tiene una enfermedad incurable y quiere saber mi opinión.
—Yo no hago eso. —Alzo una ceja mientras la miro, tengo nuestra conversación del móvil llena de mensajes así y audios de más de un minuto en los que se enrolla desde que empecé la carrera—. Bueno, sí, pero no es eso...
—¿Entonces?
Neus suspira, toma un largo sorbo de su capuccino y vuelve a suspirar. ¿Qué le pasa? ¿Desde cuándo se ha vuelto doña suspiros?
—He visto las fotografías de la boda real, ya sabes, están en todas las revistas del corazón y hemos analizado los estilismos de la mayoría de invitados para la revista que trabajo y...
—Al grano —le pido.
—¿Hablaste con una invitada que se llama Martha?
¿Martha? Ese es un nombre muy común, y no es que se me dé muy bien recordar los nombres con las caras de gente que no volveré a ver, o mejor dicho, de gente que no me interesa para nada. Freya me estuvo presentando a mucha gente y aún no acababa de entender el motivo, pero tal y como me había dicho James, la princesa es un mundo aparte.
—Si no eres más específica no sé a quién te refieres.
Mi mejor amiga me pasa su móvil con una fotografía de la boda real y señala a una mujer.
—Ella.
Frunzo un poco el ceño intentando acordarme bien de quién es. Si no voy errada, es una de las mejores amigas de Lena, una de sus amigas de la infancia, una noble sueca.
Hablé muy poco con ella, se había acercado a saludar a James y le había dicho algo en sueco que no había entendido pero él sí.
—¿Por qué? —pregunto, desviando la atención a lo que me conviene, quiero saber el motivo de su interés.
—¿La conociste o no?
—Es una de las mejores amigas de Lena —confirmo lo que sospecha—. Pertenece a una de las familias más importantes y antiguas de Suecia. —Mi mejor amiga se muerde el labio en un gesto nervioso—. ¿Qué pasa, Neus?
—Ella es Martha. —Asiento, no sé para qué se repite—. Te he hablado de ella, ¿te acuerdas?
Ato cabos de forma rápida, ¿Martha es la chica misteriosa de la que no me había dicho el nombre? Esa con la que tiene una relación un tanto extraña. Son amigas, pero a su forma.
—La famosa dueña de Albóndiga —apunto.
—Esa misma —confirma—. No sabía que era sueca, ni sabía que era... tan importante.
—¿Es que no habláis? —pregunto muy extrañada. No es que mi mejor amiga sea tímida, hay veces que no la calla ni estando debajo del agua.
De las pocas que me había contado de ella, porque se había hecho la misteriosa cuando me explicaba cosas es que es de otra ciudad y que cuando se ven saltan las chispas.
—Sí hablamos. —Al notar mi mirada, añade con rapidez—: Es más por mensajes, cuando nos vemos es como... ya me entiendes.
—¿Vais directas a la cama? —completo por ella—. O al sofá, o...
—Lo he captado —me interrumpe—. Pero sí. Y no eres la más indicada para hablar de eso, tú y James...
—Estamos hablando de ti —la interrumpo—. No de mí.
—Sé cosas de ella, y al revés, por ejemplo me pasa muchas fotos de su perro, ahora tiene uno nuevo, un cachorro.
—No estoy viendo el problema de todo esto, Neus. —No entiendo su actitud tan... poco ella—. ¿Te sientes mal por saber que te ha ocultado eso?
—Sí y no —admite—. Es extraño... No somos nada, entonces no tengo derecho a recriminarle nada, pero me hubiera gustado saberlo.
—No fue sola a la boda —no me callo lo que ella no sabe, en la boda estuvo con un hombre que si recordaba bien, era danés o noruego—. Tenía pareja.
—Sí, sé quién es, es un amigo suyo. Te he dicho que hablamos y nos contamos cosas.
—Neus, ¿te encuentras bien?
Mi mano encuentra la suya y se la aprieto un poco para darle apoyo, para hacerle ver que estoy aquí y puede contar conmigo.
—No sé lo que me pasa —musita—. Estoy bien, no es que me afecte, no somos nada, pero...
—Pero sientes algo por ella.
—No lo sé, es que me pongo a pensar en cuando fuimos a Estocolmo, ella es de ahí, ¿por qué no me dijo nada? Podríamos habernos visto...
Sonrío al recordar con nostalgia ese viaje, la de cambios en mi vida que me había traído. Ahí fue cuando conocí a James.
—¿Ella sabía que irías?
—Sí, se lo comenté, y me dijo que me lo pasase bien contigo.
Durante la siguiente media hora Neus me explica mejor cómo se conocieron y las idas y venidas que han tenido, dándome más detalles que aún no había compartido conmigo, como por ejemplo que había pasado uno días en un piso que Martha tiene en Valencia y que ahí había conocido al famoso Albóndiga.
—Dejemos de hablar de mí —me pide muy convencida, esperando distraerse con otra cosa—. Quiero saberlo todo de cómo ha sido estar con James y conocer a su familia.
—Ha estado bien.
—¿Solo me vas a decir eso? —me recrimina—. ¿Ha estado bien?
—Neus, no hay mucho por contar, si ya lo sabes todo, te mantenía al día por mensaje.
A ella le he contado casi todo lo que se me pasa por la cabeza, la manera en la que me siento con él y en cómo todo lo demás parece no tener importancia...
—No sé, algún avance o algo —protesta—, siempre que os veo sois...
—¿Somos?
—Intensos, Mireia. Muy intensos —remarca—. Estar a vuestro lado es a veces agotador, tenéis una tensión sexual abrumadora.
—Pues está resuelta —digo entre risas—. Más que resuelta.
—Si soy sincera...
—Eso siempre, por favor —la interrumpo y me mira mal.
—No te imaginaba teniendo una relación a distancia —admite y aprieta los labios—. Y lo estás llevando muy bien, o todo lo bien que se puede llevar.
—Ambos tenemos la cosas muy claras y sabemos lo que queremos —me limito a responder—. Sabes que a mí no me gusta pensar mucho en lo que va a pasar y el futuro, que soy más de vivir el momento.
—¿Y él? —rebate.
Es una buena pregunta. Le he sido muy sincera a James, diciéndole lo que quiero y cómo lo quiero, lo que puede esperar de mí. Del mismo modo que también le he contado que no me planteo muchas cosas que él sí, o al menos no por el momento.
No quiero tener que ponerme a pensar en lo que nos deparará el futuro, en que si seguimos juntos, uno va a tener que dejar la ciudad en la que vive por el otro, no quiero hacerlo porque sé que voy a penar demasiado. Solo quiero que él esté conmigo, nada más.
—Él sabe lo que pienso y lo que quiero.
—¿Y lo entiende?
Sí, lo hace. O eso quiero creer.
•❥❥❥•
Las semanas van pasando y no ver físicamente a James, porque por videollamada nos vemos cada día, me ayuda mucho a poner en claro mis ideas y las posibles dudas que puedo tener.
El único problema es que lo echo de menos, que quiero verlo, pero por lo cargada que tengo la agenda de operaciones que he tenido que ir retrasando, no puedo ni siquiera escaparme un fin de semana a Estocolmo y él no puede venir.
Se me hace raro si soy sincera, no he sido nunca una defensora de las relaciones a distancia, y tener una desafía todos mis esquemas, pero si soy positiva tampoco queda tanto para que nos veamos antes de las vacaciones, James me ha asegurado que vendrá a Barcelona cuando le diga que tengo un fin de semana libre, porque también estoy trabajando esos días.
Concentrarme en mi trabajo siempre ha sido una vía de escape para desconectar, y sigue siéndolo, pero es que cada vez en los momentos libres que tengo pienso en él.
—¿Entonces te han confirmado ya cuándo vas a tener vacaciones? —se interesa James y sonríe. Aprovechando el buen tiempo, y que tengo un día de descanso porque me han obligado por haber estado demasiadas horas en el hospital, me he ido a casa de mis padres para bañarme en la piscina y tomar el sol—. Para organizarnos.
—Todo el mes de agosto —le confirmo—. Por eso también estoy haciendo tantas horas ahora, para que se me acumulen más días. Tienes que enseñarme muchas cosas, Jamesito.
—Y tú a mí, ¿no? —rebate con una ceja alzada—. ¿O es que no me he portado lo suficientemente bien?
—Aún estoy decidiéndolo —murmuro y sonrío sin dejar de mirarlo—. ¿Tú qué crees?
—Yo siempre me porto bien, Mireia.
—Permíteme que lo duda.
—¿Y no te gusta a ti que sea malo? —Me río, no está nada equivocado, me gusta mucho su faceta juguetona—. Se me hace muy raro estar en Estocolmo y no ver a Sebastian.
—¿Cuándo van a volver de su luna de miel?
—No lo sé con seguridad —admite con el ceño un poco fruncido—. Es que como no ha sido una normal, que al principio aprovecharon para hacer algunos viajes diplomáticos y cumplir con esos compromisos...
—Qué aburrido —comento y me encojo de hombros—. Es decir, es su luna de miel, se acaban de casar, ¿por qué tienen que visitar otros países antes? Que se vayan a una isla paradisíaca y disfruten el uno del otro, que es lo que toca.
—Y lo van a hacer, pero no es tan fácil.
—¿Tanto lo echas de menos? —me intereso—. ¿No os habíais separado por tanto tiempo?
—No somos siameses, Mireia. —Niega con la cabeza—. Cuando estaba en la universidad estábamos más tiempo sin vernos.
—Como si lo fuerais —lo chincho—. Tranquilo, Jamesito, estoy convencida de que Sebastian también te echa mucho de menos.
—Lo sé, me lo ha dicho —me confirma entre risas. Se calla un momento y veo cómo gira la cabeza para observar algo que no se ve en cámara—. Dame un momento, parece que ha habido un incidente.
James se está quedando estos días con Snö, por lo que no se está quedando en su loft, está en la casa en la que nos preparamos para la boda y en la que la su familia se había quedado. Es mucho más grande y tiene un gran jardín para que Snö y su perro puedan correr con libertad.
—¿Y bien? —le pregunto cuando vuelvo a verlo—. ¿Qué clase de incidente?
—Creía que se iban a pelear por los gruñidos, pero solo estaban jugando —me explica—. Mi perro aún es un cachorro aunque no lo parezca por su tamaño, y Snö también es bastante travieso. Tengo que estar todo el tiempo pendiente de ellos, no me fío.
—Eres la niñera del perro real —me burlo de él y le guiño un ojo—. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Que no sé cómo me dejé convencer —admite y suspira—. Seguro que Kristoff estaba más que encantado de cuidarlo, o los mismos reyes. Y al final... yo.
—¿No te gusta quedarte en una casa tan grande tú solo?
—La verdad, no. Como acabas de decir es demasiado grande... Y está bastante alejada de todo.
—Eso es tranquilidad, a ti te gusta eso.
—Sí, para estudiar me está yendo muy bien —concede—, pero me gustaba el poder ir a por un café sin tener que coger el coche.
—Deja de quejarte, no te pega.
—¿Si no me quejo con mi novia con quién voy a hacerlo?
Se ríe y me mira unos segundos sin decir nada.
—¿Qué? —pregunto al darme cuenta de su silencio.
—Nada, solo estoy observando lo guapa que eres —admite con una gran sonrisa—. Te echo de menos, Mireia.
—Y yo a ti, Jamesito. Pronto nos veremos, ¿no?
—Cuando tú me digas.
—Bueno, ahora mismo no podrá ser, eres el canguro de Snö —vuelvo a burlarme—. No puedes abandonar esta tarea real.
—¿Te diviertes, Mireia?
—Mucho —confirmo—. Siempre puedo ir yo a Estocolmo.
Me he dejado llevar de nuevo, hablando sin pensar en si podré organizarme o si sacaré tiempo. Pero es que quiero verlo, lo echo mucho de menos.
—Estás hasta arriba de trabajo, no pasa nada, nos veremos cuando tengamos tiempo.
—Intentaré no trabajar un fin de semana —sugiero—. De hecho, intentaré que sea el próximo fin de semana, me apetece mucho verte.
—¿Te das cuenta de lo impulsiva que eres a veces? —señala. No me lo está tirando en cara, solo remarca una cosa que es cierta.
Sí, con él soy muy impulsiva. Demasiado.
—A veces no, no soy impulsiva. Solo lo soy contigo —matizo—. Llevamos un mes y medio sin vernos, no quiero que sea más. Hasta agosto aún queda...
—Sabes que yo también quiero verte, Mireia —afirma—, pero no quiero que cambies tus horarios o hagas alguna locura para que lo hagas.
—Desde que te conozco solo hago locuras.
—Estamos a la par entonces —musita y veo cómo se saca las gafas para frotarse los ojos—. ¿Estás segura?
—Contigo estoy segura de todo.
—Luego soy yo el cursi —se ríe de mí y hago un pequeño mohín—. Cuando lo sepas con seguridad, confirmarme si vas a venir.
—Ya te lo digo ya, el viernes que viene nos vemos.
—¿Has hablado con tus jefes?
—Dame cinco minutos. —Me levanto de la silla en la que estoy sentada y entro en la vivienda buscando a mi padre, que está leyendo un libro muy concentrado—. No quiero ninguna guardia el sábado ni el domingo que viene.
—¿Por qué me lo dices a mí?
—Porque es mucho más rápido.
—¿Puedo saber por qué? —se interesa, cerrando el libro y centrando toda su atención en mí.
—Voy a ir a Estocolmo.
Mi madre al escucharlo, deja de prestar atención a la tablet y me mira con una gran sonrisa.
—Gerard, ni se te ocurra ponerle una guardia a la niña para el fin de semana que viene —casi ordena—. Quiere ver a su novio.
—Tampoco iba a hacerlo, lleva semanas haciéndolas, merece un descanso.
Me despido de ellos con un gesto de cabeza y escucho cómo mi madre dice algo que le dé recuerdos a James de su parte antes de que acabe la videollamada con él.
—Hola de nuevo, Jamesito —lo saludo después de unos segundos mirándolo. Estaba mimando a ambos perros y ha sido una imagen preciosa de ver—. La semana que viene nos vemos.
—No sé ni por qué he dudado, siempre consigues lo que quieres.
—Y tú eres la prueba.
Ya os aviso, no estáis preparadas para la bomba que se viene en el siguiente capítulo hahahaha.
De verdad, no lo estáis :P
¿Qué creéis que va a ser? Leo vuestras teorías y opiniones.
Muchos besos xx
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro