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Capítulo Veintinueve


Miro de reojo a James, que está muy concentrado poniéndose protector solar para no quemarse, sonrió sin poder evitarlo y me lo como con la mirada.

Ayer llegamos por la mañana a Barcelona después de pasar unos días en Baltimore con la familia de James después de haber estado en Los Ángeles. Había sido una buena forma de conocerlo un poco mejor, ver el lugar en el que se había criado, pasado su infancia y gran parte de su adolescencia hasta que se había ido a la universidad, porque una vez que la había acabado Sebastian y él ya se habían ido a vivir juntos a Los Ángeles.

Una vez que habíamos aterrizado, y aprovechando que había dejado mi coche en el aparcamiento del aeropuerto, no fuimos a mi piso, porque sabía que nos acabaríamos apalancado por el cansancio y no nos marcharíamos a la Costa Brava hasta el día siguiente y a saber a qué horas.

Había conducido yo pese a las quejas de James, que decía que podíamos turnarnos, pero tampoco había tanto tiempo de trayecto y me lo sabía casi de memoria.

—¿Te ayudo? —me ofrezco con una sonrisa pícara sin dejar de mirarlo.

Lleva uno de los bañadores que más me gustan de los que tiene, de un color azul casi a juego con sus ojos, que no se ven porque lleva gafas de sol. Hoy hace un día espléndido, típico verano en la costa, por lo que el sol quema y hay mucha luz.

Como me está costando no besarlo, o ponerle las manos encima, porque me apetece mucho, opto por la opción más fácil, ofrecerle mi ayuda desinteresada y saciar un poco mis ganas de él.

—¿Quieres ayudarme? —rebate con una ceja alzada, extrañado por mi proposición—. ¿Es que no me ves capaz de ponerme crema por mí mismo?

—Más que capaz eres, pero quiero ayudarte, ¿me dejas? —Pongo mi mejor mirada y parpadeo para hacerme la inocente, aunque los dos sabemos que no lo soy—. Va, Jamesito, deja que te ayude a ponerte crema, deja que ayude a mi novio a no quemarse. ¿Qué harías si te quemas? Nada, te dolería y no podría disfrutar de tu cuerpo porque te dolería... Es un beneficio para los dos.

Él sonríe y me hace un gesto para que me siente en su hamaca, así que lo hago más que encantada y cojo el protector solar. Como es el primer día aquí, y aún estamos cansados del viaje ya que no hemos dormido mucho, hemos decidido no ir a la playa y pasar la mañana en la piscina que hay en la casa. No vamos a estar mal, mis padres no escatimaron en gastos y la casa en la que estamos es una de las mejores de la zona con una piscina más que envidiable.

—¿Luego podré ponértela a ti? —sugiere mientras me mira.

—No sé, depende de cómo te portes.

James ríe y empiezo a aplicarle la crema con mucho cuidado. Primero disimulo, yendo a las zonas normales que se suelen quemar como los hombros o los brazos, y cuando noto que se ha relajado, hago lo que de verdad me apetece: deleitarme mientras lo toco.

Me gusta mucho su cuerpo, me siento muy atraída por él y soy incapaz de no aprovecharme de una ventaja así cuando tengo oportunidad.

Tampoco es que se me pueda culpar.

—¿Me estás poniendo crema o estás intentando empezar algo, Mireia?

—¿Quieres que intente empezar algo? —Responder con otra pregunta es muy típico nuestro, y me encanta, espero que no perdamos esta costumbre con el tiempo. James empieza a reírse al escucharme y niega con la cabeza—. ¿Qué pasa?, ¿por qué te ríes?

—Porque te quiero —murmura y gira la cabeza para poder besarme, pero no le dejo, me aparto y niego—. ¿Acabas de rechazarme un beso?

—Sí —confirmo—, o como yo digo, te acabo de hacer una cobra. No —me adelanto—, no puedes devolvérmela.

—¿Por qué no? —quiere saber y frunce el ceño—. ¿No dices siempre que tenemos que estar a la par? ¿Que si te quito la parte de arriba yo debería estar igual?

—Ay, Jamesito —ronroneo su nombre y empiezo a ponerle la protección solar por lo abdominales, deleitándome y recreándome en ellos—. Es importante que te ponga bien la crema, por eso nada de besos de distracción. Me sentiría muy culpable si acabas quemándote.

—Ya... —se ríe y me coge una de las manos cuando intento ser un poco traviesa—. ¿Esa zona también necesita protección?

—Siempre, ¿no? —me mofo y cuando acabo, lo miro—. Ya está.

—Entonces es mi turno, ¿no? —comenta y se saca las gafas de sol para poder mirarme de forma directa—. Me he portado bien.

—¿Te has portado bien?

No responde, me saca la crema de la mano de forma rápida y hace lo mismo que he hecho yo hace unos minutos, ponerle crema al otro. Él es mucho más delicado, va con cuidado y parece que me está acariciando.

—¿Puedo? —pregunta y noto sus dedos en el nudo del bikini. Sonrío y asiento de forma leve con la cabeza, siempre tan atento y dulce. Casi sin darme cuenta, lo deshace y deja la parte de arriba en el suelo—. No queremos que te queden marcas, ¿no?

Cierro los ojos cuando sus manos ya no están en mi espalda, han empezado a trazar una ruta propia provocando que mi piel se erice ante su tacto. Sinceramente, no sé si me está poniendo crema o solo me está tocando, pero no me voy a quejar.

El roce de su barba en mi cuello me hace un poco de cosquillas, abro los ojos para ver que James está muy pendiente de mí y de mis reacciones.

—¿Quién es el que quiere empezar algo ahora? —bisbiseó intentando mantener la compostura.

—Solo sigo lo que tú has iniciado —afirma muy seguro y deja un beso en mi cuello de esos que me hacen perder la poca cordura que tengo a su lado—. ¿Sigo poniéndote crema?

—¿Por qué lo preguntas?

—Quizá quieres que hagamos otras cosas...

Sí, sí quiero hacer otras cosas con él, lo quiero siempre, sin embargo, no voy a ponérselo tan fácil porque no tiene gracia. Puede que lo haya provocado al principio, lo reconozco, pero tentarlo un poco más es divertido.

—¿Te refieres a bañarnos en la piscina? —comento de la forma más calmada posible y acabo por reírme—. Porque sí, me apetece, hace mucho calor. Y también tengo calor —añado un poco más flojo.

—¿Tienes calor?

—¿Y tú, James? —rebato y una de mis manos se coloca en su muslo, subiendo poco a poco—. ¿Tienes calor?

Veo cómo traga saliva e intenta besarme otra vez. De nuevo, porque sigo jugando un poco más, desvío un poco la cara para que sus labios acaben en mi mejilla.

—Mireia... —Por su tono de voz, se está divirtiendo al igual que yo, no es un reproche, está más que acostumbrado a mí—. ¿No vas a dejar que te bese?

—No creo que haga falta que me beses cuando me estás poniendo crema... —Hago un puchero—. ¿Quieres que me queme?

—¿No te has quemado ya? —Ha captado mi doble intención de inmediato, me conoce bien—. ¿A la tercera podré besarte? ¿O seguirás siendo mala?

Mi respuesta es acortar la distancia entre los dos para besarlo de esa forma que a los dos nos vuelve locos, devorándonos con los labios y deseando más. Sin esperar a que nos animemos más en el jardín, me levanto, le agarro de la mano y vamos hacia la que es mi habitación, donde estamos durmiendo, para estar mucho más cómodos.

Parece que nunca tenemos suficiente del otro.

Y a mí me encanta que sea así.


•❥❥❥•


Después de aprovechar lo que quedaba de mañana tomando el sol en la piscina, y preparar algo de comida entre los dos, donde no han cesado los comentarios con doble sentido y la bromas internas, decidimos pasar la tarde en el pueblo más cercano para hacer un poco de turismo y que James pueda ver un pueblo típico mediterráneo.

Ahí somos como una pareja más que está de vacaciones, comemos un helado mientras paseamos, lo que me hace ver que James tiene un gusto extraño por los sabores peculiares que yo nunca probaría, compramos souvenirs, aunque para encontrar un reloj de arena tenemos que entrar en diversas tiendas hasta que tenemos éxito y hablamos de cualquier tontería.

Cenamos en un restaurante muy cerca del mar y disfrutamos de las vistas que nos ofrece el lugar. Con James se me pasa el tiempo muy rápido, casi como un parpadeo.

No había estado nunca tan cómoda y feliz con alguien, no siento que me aburra, me sorprende a diario, me reta, me explica cosas que no conozco, me sigue el juego...

—No puede ser —gruño al reconocer el coche que está aparcado en la entrada de la casa—. Voy a matarlo.

—¿Pasa algo? —pregunta muy preocupado James.

—Pasa que me voy a quedar sin hermano mayor, que va a morir asesinado esta noche.

Tal y como me espero, al entrar me encuentro a Pau y Ona en el sofá viendo la tele como si nada. No sé qué hacen aquí, pedí tener la casa para mí durante el tiempo que quedasen de mis vacaciones.

¿Es que no puede respetarme?

—¡Por fin llegáis! —exclama Pau y se levanta de forma perezosa—. ¿Habéis estado todo el día fuera?

—¿Qué haces aquí? —gruño.

—¿Eso es lo que te alegras de verme? Hace semanas que no estamos juntos y...

—Pau, ¿qué haces aquí? —insisto un poco agresiva.

—Ni que estuviera solo, también está aquí Ona —se queja—. Hola, James, ¿qué tal? —lo saluda—. ¿Cómo van las vacaciones?

—Le pedí a papá y mamá que quería estar sola —le hablo a mi hermano muy molesta—. ¿Por qué estás aquí?

—Hemos pensando... —Ona tose para hacerse notar—. He pensado —se corrige—, que podríamos estar lo cuatro, forjar lazos entre nosotros. ¿Tú sabes el tiempo que hace que no puedo hacer este tipo de planes contigo? Desde que lo dejaste con Oriol, nada. Ahora que podemos hacer doble citas y eso es genial, ¿no crees?

—No. Largo de mi vista —espeto muy cabreada—. Quería pasar el resto de los días de vacaciones que me quedaban tranquila.

—¿Qué mejor que estar con tu hermano, tu cuñada y tu futuro sobrino?

Me quedo quieta y parpadeo mirando a Ona, que niega con la cabeza.

—No, no estoy embarazada.

—Aún —se regodea Pau—, en poco lo estarás. Solo lo digo en voz alta para que la gente se acostumbre.

James me coge de la mano y me calmo un poco, aunque estoy muy enfadada. Quería estar sola con él en esta casa, para poder estar tranquilos, hacer lo que nos apeteciera y, sobre todo, tener sexo en todos lugares posibles. Esa era mi idea de mis últimos días de vacaciones, perderme con James y dejarnos llevar, disfrutando al máximo su compañía. Aguantar a mi hermano no entraba en mis planes.

—Ya haremos planes los cuatro cuando James vuelva a Barcelona, no ahora —argumento intentando sonar convencida—. Largo, Pau.

—¿Quieres que cojamos un coche a estas horas? —se hace el ofendido, poniendo una mano en el pecho—. Qué mala hermana eres...

—Pau...

—No vamos a irnos, también tengo derecho a estar aquí, es la casa de papá y mamá, por tanto, en parte mía.

Suspiro y me marcho a mi habitación sin ni siquiera despedirme de ellos. No se van a ir, conozco lo suficiente a mi hermano. Ona no me molesta, es solo que...

Me vengaré, no sé cuándo, pero lo haré.


•❥❥❥•


Con el paso de los días, me he dado cuenta de que la compañía de mi hermano y Ona no ha sido tan mala.

No se lo reconoceré en voz alta, porque Pau se va a regodear, pero gracias a ellos James ha podido conocer un poco más del territorio, hemos hecho mucho turismo por los pueblos cerca de la casa, incluso un día habíamos ido en coche hasta Collioure, un pueblo costero precioso en Francia, muy cerca de los Pirineos, y donde estaba enterrado uno de los poetas más importantes españoles que había muerto ahí en el exilio.

En nuestra última noche aquí, y después de cenar, James y yo vamos de paseo por la playa que hay cerca de la casa y nos sentamos en la arena cuando nos cansamos de andar, mirando el mar.

—Han sido de las mejores vacaciones que recuerdo —habla James y apoyo mi cabeza en su hombro. Él no se mueve, me abraza por la cintura para que esté más cómoda—. Se me han pasado sin darme cuenta, ha sido... increíble.

—Nos lo hemos pasado bien, ¿no? —Él baja la mirada y asiente mientras me mira a los ojos—. Te echaré mucho de menos.

—Y yo a ti, Mireia. Nos veremos pronto —afirma y tiene razón, en estas vacaciones hemos hablado mucho de cómo vamos a hacer para vernos más, cuadrando nuestras agendas para que sea una vez al mes—. Te quiero.

Como respuesta, lo beso. No hace falta que se lo diga, él lo sabe, sabe que lo quiero y estoy completamente loca por él.

No soy una persona que lo diga tanto en voz alta, y con James ya hago muchas excepciones.

—Me ha gustado conocer más de ti —admito sin dejar de mirarlo—, y ver tus fotos de pequeño... —me rio—. Eras adorable con esas gafas.

—¡Mireia! —protesta—. Me dijiste que no lo comentarías de nuevo.

En una de los días que habíamos pasado en Baltimore, tanto su madre como su abuela me habían enseñado varios álbumes familiares en los que había muchísimas fotografías de James de pequeño. Al verlas, no había podido no reírme en las primeras en las que llevaba gafas, porque eran muy grandes en comparación con su rostro.

También había visto muchísimas en las que salía con Sebastian, en el que aunque fuese pequeño se le veía esa mirada divertida y traviesa que aún tenía, y seguía con el paso de los años, se notaba que llevaban siendo amigos toda la vida porque había muchísimas imágenes de ellos juntos.

—No puedo evitarlo, de hecho Lexie me ha pasado las que le he pedido, así las tengo en la galería.

—Aún no sé cómo me siento con respecto a que tú y mi hermana os llevéis tan bien, os aliáis en mi contra...

—Te encanta —afirmo y rozo nuestras narices—. No quiero que sea mañana. No quiero tener que echarte de menos.

—No tienes por qué hacerlo... —habla—. Siempre dices que tu rutina te encanta, que amas tu trabajo y que no piensas en nada más.

—Lo haré, te echaré de menos —confirmo sin moverme, siguiendo estando tan cerca del otro—. Y no me gusta hacerlo.

Porque eso me hace ver que James tiene más poder sobre mí del que he querido darle. No me gusta depender de nadie.

—¿No te gusta echarme de menos?

—No me gusta no tenerte cerca —matizo—, porque te echo de menos.

—Mireia... —Veo cómo sonríe y niega con la cabeza—. ¿Te das cuenta de que estás repitiéndote?

—¿Y ese es un problema?

—No, porque entiendo lo que no estás diciendo en voz alta. —Me besa y acabo por sonreír en mitad de este beso, James me hace sentir tantas cosas que ni sé cómo explicarlas—. Te quiero.

—Te repites —me mofo de él—. Me lo has dicho hace poco.

—Y te lo diré las veces que hagan falta, Mireia.

—Bobo. —Le doy un pequeño golpe en la nariz para intentar quitarle seriedad a la conversación. No obstante, decido que no puedo callarme lo que siento aunque él ya lo sepa—. Yo también te quiero a ti.


•❥❥❥•


Despedirme de James en el aeropuerto me había resultado muy duro y complicado, no solo porque odiase las despedidas, que lo seguía haciendo, también porque no quería que se marchase. Aunque eso no se lo había dicho en voz alta, me había hecho la fuerte delante de él y había bromeado con que tampoco quedaba tanto para volver a vernos, que no había para tanto.

Volver a mi rutina, al trabajo, a la adrenalina del quirófano, al no parar, me ayuda, en parte porque lo echaba de menos, también porque puedo dejar la mente en blanco y no pensar en James.

—Qué mala cara llevar para ser tu primera semana después de unas largas vacaciones —se burla de mí Oriol mientras comemos—. ¿No te lo pasaste bien con James?

—Sí, y no me preguntes más por eso que no te voy a dar detalles ni más explicaciones de las que a mí me apetezcan.

—Tampoco te las he pedido, solo remarco que tienes mala cara.

—Estoy cansada, solo eso —comento sin ganas y doy un largo sorbo de agua—. He empezado a tope y mi cuerpo aún está en modo vacacional.

—Será eso... —dice con una risa y frunce el ceño al verme cerrar los ojos—. ¿Te encuentras bien?

—No hagas que me repita, estoy cansada, solo eso.

Aunque no es del todo cierto, antes de que se acabasen las vacaciones había empezado a no encontrarme del todo bien, a sentir un malestar extraño que había achacado al dormir poco, comer a horas extrañas y a no parar.

—Mireia. —Oriol está preocupado y se nota en su voz. Me levanto porque no quiero seguir con esta conversación, pero me tengo que sujetar en la mesa porque me mareo—. Mireia.

—No es nada, me he levantado demasiado deprisa y ya sabes lo que ocurre —le resto importancia—. Deja de mirarme así.

Oriol no insiste, sabe que tengo razón, por lo que me marcho porque en menos de dos horas tengo una operación programada.

Sin embargo, no puedo ir para prepararme, tengo que sentarme en uno de los asientos de una sala de espera porque estoy a punto de caerme.

—¿Te lo dije? —murmura Oriol agachándose para estar a mi altura—. ¿Me harás caso o tengo que hablar con tu padre?

—Oriol...

—Eres una paciente malísima, ¿lo sabías?

—No me ocurre nada.

—¿Y si tienes anemia? —sugiere—. No es que comas precisamente bien, no sabes cocinar y siempre pides comida para llevar.

—¿Si me hago una analítica y ves que sale normal me vas a dejar tranquila?

—Por supuesto.

Una de las ventajas de trabajar en un hospital privado, y ser una de las hijas de uno de los miembros de la junta directiva, hace que me atiendan de inmediato, me den la intimidad suficiente en un box privado y todo sea mucho más rápido de lo que debería.

Me aburro esperando, porque Oriol no se separa de mí, habiendo hablado con mi padre para tener unas horas libres y estar a mi lado. Posponer la operación no me ha gustado, y solo tengo ganas de que lleguen los resultados y que le den en la cara a mi amigo.

—¿Puedo irme ya? —le pregunto cuando lo veo mirar los resultados en la tablet—. Porque está todo bien.

—Mireia...

No me gusta ese tono de voz, no indica nada bueno.

—Dilo sin adornos.

—He pedido una analítica lo más completa posible y... —Oriol suspira, no sabe cómo seguir.

Me está poniendo nerviosa, así que me levanto y le saco la tablet de las manos para verlos por mí misma.

—Esto está mal.

—Mireia...

—No puede ser. —Vuelvo a mirarlos, tengo la beta hCG* demasiado alta, lo que solo indica una cosa—. Es imposible.

—Mireia, tienes pareja estable, ¿por qué no es posible? —rebate Oriol—. ¿Tomáis precauciones?

Con otra persona sería incómodo hablar de esto, pero Oriol es un gran médico y tengo mucha confianza con él. Sería mucho peor con mi hermano.

—Llevo un DIU hormonal, después de los primeros meses de estar juntos lo hablamos y decidimos no usar condones, el DIU es más eficaz.

—Ningún método anticonceptivo es cien por cien efectivo, Mireia. ¿Cuándo fue tu último período?

—Reitero, llevo un DIU hormonal, no lo tengo, decidí no tenerlo, mucho más cómodo y práctico. —Me muerdo el labio en un gesto nervioso—. No puedo estar embarazada, es que no es posible.

—Mireia... —Oriol vuelve a hablar con ese tono cuidadoso y que no presagia nada bueno—. ¿Has mirado bien todo los resultados? —No, no lo he hecho, al ver la beta hCG alta me he alterado, así que reviso todo los parámetros que se han analizado.Y me pongo aún más nerviosa—. Sabes que no tiene que indicar nada malo...

—Y yo sé que por norma, casi siempre es que sí, tener alta la AFP* no es nada bueno.

Porque es uno de las señales que indican que algo va mal en el embarazo, y por los niveles, es muy malo.







beta hCG= hormona gonadotropina coriónica humana. Solo es producida cuando la mujer está embarazada (o tiene una alteración hormonal grave por una enfermedad). Es una resultado mucho más fiable que los test de la farmacia de orina.

AFP: Alfafetoproteína. Es una proteína producida en el hígado del embrión. Durante el desarrollo del embarazo, un poco de AFP pasa a través de la placenta a la sangre de la madre. Demasiado o muy poca AFP puede ser signo de un defecto congénito o de otro problema (que se verá en el siguiente capítulo).

Bueeeno, iba a poner el drama entero junto pero no era plan de hacer un capítulo larguísimo haha.

Ya se medio intuye la razón por la que Oriol le dice a James que vaya a Barcelona :P

Eso sí, importante, en los siguiente capítulos se van a tratar temas que, quizá, no gustan a todo el mundo. Solo pido RESPETO, por ambas partes. Yo lo explicaré todo desde la faceta más médica y el cómo y el motivo de las cosas.

Nada más, muchos besos xx.


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