Capítulo Veinte
Sebastian lleva días poniéndome de los nervios.
No es que eso sea nuevo, sacarme de quicio con facilidad es uno de sus puntos fuertes. A veces queriendo, solo para divertirse a mi costa, lo que es una de sus aficiones preferidas, y otras, como está pasando últimamente, que es sin pretenderlo, que lo hace de una forma inconsciente.
Sé que venir a mi loft, o pasar tiempo conmigo fuera de palacio, es una de las formas que usa para desconectar, de aislarse por unas horas de todo lo que tiene en su cabeza y de sus obligaciones, que cada vez son más.
Queda aún un mes y medio para su boda, lo que para otras personas sería tiempo suficiente para no agobiarse, incluso de decidir algunos detalles que aún no están claros, acabar de concretar asuntos e incluso hacer cambios de última hora.
No es el caso de Lena y Sebastian.
Por ser un enlace de tanta importancia, ya que no deja de ser la futura reina del país y va a haber invitados de la realeza del mundo, todo tiene que estar más que atado y comprobado varias veces para que no haya ningún imprevisto, porque no puede haberlo.
Lena, por mucho que haya personas que se encargan de eso, que llevan desde que se anunció el compromiso trabajando en ello, no se queda tranquila si no supervisa de primera mano todas las decisiones, repasándolas una y otra vez, comprobando por sí misma que todo está correcto. Para ella nada puede salirse de control, no puede haber ni siquiera un mínimo fallo, no solo por lo que podría implicar, también es porque su lado perfeccionista y exigente se lo impide.
Y por mucho que Sebastian quiera ayudarla, compartir esa carga, demostrarle que está a su lado, para él es demasiado en algunas ocasiones. Se ha adaptado muy bien a su nueva vida, a lo que implica que su futura mujer vaya a convertirse en reina, eso es obvio, pero hay veces que necesita una vía de escape: la música, una cita con Lena alejados de todo por unas horas, pasar tiempo conmigo...
Estoy muy orgulloso de él, el Sebastian de hace unos años hubiera huido, o la hubiera cagado como ya hizo una vez, incapaz de aguantar esa presión y explotando sin compartirlo con nadie. En cambio, el de ahora tiene una forma mucho más madura de aceptar estas cosas y saber vivirlas.
—¿No crees que es demasiado grande? —pregunto, observando la que será su nueva casa.
Las reformas para adecuar el palacio y que se convierta en un hogar están bastante avanzadas, sigue habiendo mucho por hacer, porque es un proceso largo, pero ya se intuye el toque que le están dando Lena y Sebastian.
—Nunca nada es demasiado grande, James. Nunca lo es. —Sebastian me guiña un ojo—. ¿Qué opinas?
—Te lo acabo de decir, ¿no crees que es demasiado grande? —repito y me muerdo el labio para no reírme.
Si lo comparamos con la mansión en la que vivíamos en Los Ángeles antes de que conociera a Lena, tampoco hay mucha diferencia, quizá incluso es más pequeña y tiene menos habitaciones. Sin embargo, el terreno y el jardín es otra cosa, parece que nunca se acaba y está perfectamente cuidado.
—Es un sitio para formar una familia, tiene que tener espacio suficiente —se excusa y le quita la correa a Snö . Lo ha traído con nosotros para que también se vaya acostumbrando al cambio de casa—. A él le encanta.
—A Snö todo lo que sea atención, mimos y sitio para correr le gusta —matizo y le acaricio la cabeza al perro cuando se acerca a mí—. No se me ha pasado por alto, Sebastian.
—¿El qué? ¿Lo guapo que estoy hoy? Porque sí, este traje me queda muy bien. ¿Lo adorable que es Snö? —Niego con la cabeza y paso un brazo por encima de uno de sus hombros en un gesto cariñoso—. James, no te hagas el misterioso, no me gusta.
—Sabes bien a lo que me refiero.
Lo hago queriendo, no solo para chincharlo, que en parte sí porque tengo que devolverle todas las que me está haciendo a mí con Mireia desde que la conocí, que no son pocas, también porque por mucho que pasen los años, seguiré siendo su consciencia, la persona que le hace reflexionar aunque no me lo pida.
Sebastian se aparta un poco de mí, con el ceño fruncido, reflexionando lo que le he dicho y me mira fijamente.
—¿Lo de formar una familia? —Asiento y él sonríe, de esa manera que le sale sola cuando Lena está implicada de una forma u otra—. Tampoco es nada nuevo ni que te sorprenda, no te pongas así, lo hemos hablado muchas veces, sabes que llevo tiempo pensándolo.
Sé que si no hubiera una norma social tan estricta, o tantos protocolos que les afectan, Lena y Sebastian ya serían padres. Ambos lo están deseando, no solo por el tiempo que llevan juntos, lo noto por la forma en la que miran a los infantes y por lo que los conozco. Sin embargo, no pueden serlo hasta que se casen, porque si lo fueran antes no estaría bien visto y el bebé podría tener problemas para en un futuro heredar el trono.
—Sí, ya me he mentalizado que seguramente el año que viene me hagas tío. No sé si estoy preparado... —comento en un tono jocoso—. Solo espero que cuando eso ocurra, se parezca a Lena en todos los sentidos.
—¿Tío? —repite Sebastian—. No, no vas a ser tío. —Al ver mi cara de incredulidad, me da una palmada en la espalda—. Vas a ser uno de los padrino, me da igual el protocolo o lo que se supone que tengamos que hacer, lo serás.
—Sebastian...
—Lena y yo ya lo hemos hablado y opina lo mismo. Ya hemos cedido con lo del padrino de boda, en esto no pasará. —Sonrío y disimulo lo mejor que puedo mi expresión, lo más probable es que mis ojos le delaten cómo me siento después de haberlo escuchado—. Bueno, tampoco te pongas así, no es tan importante, habrá como mínimo tres personas más, cosas de príncipes y princesas. —Me aparto de él, es un experto en quitarle relevancia a momentos importantes cuando los dos sabemos que sí la tiene—. Hablando de protocolos...
—¿Qué has hecho ahora?
Sebastian empieza a reírse a carcajada limpia, haciendo que Snö se acerque a él para ver qué le ocurre.
—Tanta confianza en mí me abruma, James.
—Hablo por experiencia propia, siempre que empiezas una frase así sé que no me va a gustar cómo va a acabar.
—¿Tenemos que poner a Mireia en la lista de invitados o no? —pregunta de forma muy directa, por lo que aparto la mirada—. Sé que ya te lo mencioné cuando estabas con ella y casi me matas por ello.
—No era el momento —le recuerdo—, y menos por videollamada.
—Puede que no, pero es que tanto Lena como yo necesitamos saberlo. Y tú y Mireia...
—¿Mireia y yo qué?
—No sé, ¿algo nuevo que contarme? —sigue con ello y me mira con una ceja alzada.
—No hay nada nuevo.
Sebastian me saca el tema siempre que me ve, intentando saber si hay algo más, si me he callado u ocultado algo de vital importancia.
Mireia y yo estamos muy bien, cada día mejor. Hablamos mucho, no paramos de enviarnos mensajes cuando podemos, contándonos cualquier tontería, preguntándonos cómo estamos o cosas simples, por no mencionar que casi a diario hacemos una videollamada para vernos aunque sea solo por pantalla.
—En dos días vas a Bruselas, eso es novedad, ¿no crees? —Ahora es él el que me da una palmada en la espalda—. Y en un viaje sorpresa, me trae recuerdos...
—¿Recuerdos?
—Sí, a cuando yo los hacía para ver a Lena... —suspira y sonríe—. Qué tiempos aquellos.
—Unos que sin mí no hubieras podido hacer —remarco y niego con la cabeza. Parece que ha pasado mucho tiempo—. No es lo mismo, Sebastian.
—¿Por qué no? Yo lo veo igual.
—Porque ella me ha pedido que vaya a Bruselas, no me he presentado porque me ha dado por ahí.
—Técnicamente es sorpresa —matiza mi mejor amigo y veo la diversión en sus ojos azules—. Porque ella no lo sabe, ¿y si le fastidias los planes? Porque según me contaste va con ese tal Oriol...
Pongo los ojos en blanco, ya está chinchándome de nuevo. No estoy preocupado por eso, es más, Oriol ha sido el que me ha ayudado a saber en qué hotel van a estar y cuáles van a ser sus horarios.
Fue él el que me habló a través de instagram preguntándome si era verdad que no iría a Bruselas y que Mireia estaba molesta con el mundo por eso, quejándose del destino, de mi trabajo y hasta del frío de Suecia. Al principio estuve sorprendido, no solo por la nueva muestra de confianza que tenían entre ellos, también porque me hablase con tanta facilidad y como si nos conociéramos de algo más que un encuentro.
Es un buen amigo de Mireia, se nota, y se preocupa por ella. Gracias a él he podido organizarlo todo bien y sé que a Mireia le va a gustar mi sorpresa, o eso espero.
—No sigas por ahí, Sebastian —pido y me sorprendo al ver la elección del color de las paredes del comedor—. Lo ha elegido Lena, ¿no?
—No me cambies de tema —espeta y al ver mi mirada, asiente—. Sí, lo ha elegido ella, es evidente. ¿Contamos con Mireia para nuestra boda o no?
Resoplo, ¿cómo pretende que la invite a un evento tan importante cuando técnicamente no somos nada? Nos estamos conociendo, no sería lógico.
—No creo que sea lo adecuado...
—¿Por qué no? —Frunce el ceño, muy serio—. ¿Qué excusa me vas a dar ahora?
—No es ninguna excusa, es la realidad. Es una boda real, Sebastian, no puedo ir con cualquier persona o...
—¿Cualquier persona? —me corta y se ríe a carcajadas—. Si no te conociera, me estaría riendo de ti.
—Si ya lo estás haciendo —señalo lo obvio.
—Pero de forma mala, ahora es una risa con cariño y amor —aclara como si fuese muy obvio—. Tú y Mireia...
—Mireia y yo... —repito, expectante que siga hablando. Como no lo hace, añado—. No somos nada.
—¿No sois nada? —Empieza a reírse de nuevo, se está divirtiendo demasiado a mi costa—. Es que para mí es muy obvio. —Se encoge de hombros—. ¿Así te sentías tú cuando negaba lo evidente con Lena?
—No es lo mismo, Sebastian.
—Otra vez con esa frase, estás siendo desesperante, James —musita y creo que le estoy haciendo perder la paciencia. Supongo que ahora me entiende mejor a mí y todo lo que he vivido con él—. Te gusta Mireia, y no me lo niegues.
—No iba a hacerlo, sí, me gusta Mireia, eso es muy obvio y ya lo hemos hablado varias veces.
—Y a ella le gustas también, esa es otra obviedad —remarca—. ¿Es que no quiere venir a la boda? Porque si es así, no voy a insistirte más.
Alzo una ceja, no se lo cree ni él, va a seguir insistiendo pero por otro lado, no me extrañaría que se pusiera en contacto con Mireia de algún modo para preguntárselo de forma directa.
Sebastian es más que capaz de hacerlo, invitarla y de ese modo darme a mí una sorpresa en su propia boda.
—Ese tema no ha salido en nuestras conversaciones —admito y aprieto los labios—, ni creo que lo haga.
—¿Por qué? Me estás poniendo de los nervios, James.
—Bienvenido a mi día a día contigo —me burlo y Sebastian me aparta la mirada—. Te he dado ya los motivos, es una boda real y es mucha presión para...
—En otras palabras, no se lo has preguntado —me interrumpe—. Tú, aunque no me lo reconozcas, quieres que sea tu pareja en mi boda, pero te da miedo hablarlo con Mireia por si te rechaza.
Me saco las gafas y me froto los ojos en un gesto nervioso. Tiene razón, me conoce demasiado bien y entiende mejor que nadie mis silencios y las palabras que no digo. He estado pensando en si debería mencionárselo a Mireia, pero no quiero que lo que sea que tengamos se acabe por ponerle esa presión o sugerir algo que pueda implicar que entre los dos hay algo muy serio.
—Cambiemos de tema.
—¡Eso es que he acertado! —Sebastian se regodea con su éxito—. Si es que eres un libro abierto para mí.
—Y tú para mí, sé lo que piensas antes que tú mismo.
—¿Sí? —Coloca las manos en mis hombros—. ¿Qué estoy pensando ahora? —No le voy a dar el gusto de de responderle—. Mira, seré bueno, te lo digo yo sin que tengas que adivinarlo.
—¿No tenías que enseñarme más las obras?
Y empiezo a andar siguiendo a Snö que corretea de un lado a otro.
—¡Eh, pero escucha lo que te voy a decir!
•❥❥❥•
—Odio hacer la maleta —Mireia se echa para atrás en su cama y mueve el portátil para que siga viéndola en imagen—. Ven a hacérmela tú.
Unas horas más tarde, y después de cenar en el restaurante preferido de Sebastian en Estocolmo, había vuelto a mi loft y Mireia y yo habíamos empezado a hablar por mensaje hasta que habíamos acabado haciendo una videollamada al poder los dos.
—¿Qué te tengo que hacer? —Me muerdo el labio pero no reprimo mi carcajada.
—Uy, Jamesito, estás gracioso hoy. —Imita mi acción, se muerde el labio y mira fijamente a la cámara—. Sé que tú quieres hacerme muchas cosas.
—No soy el único —afirmo sin titubear—. Estás muy guapa.
—¿Eso es que en otras videollamadas no lo he estado? —pregunta haciéndose la ofendida—. Porque si es así me dolería mucho.
—Mireia, te digo siempre lo guapa que eres —murmuro y sonrío como un bobo observándola—. No puedes quejarte de eso.
Hace un pequeño puchero y se incorpora de repente.
—¿Me dejas hacerme la víctima? —protesta y suspira—. No seas malo.
A medida que hemos ido hablando más, nuestras conversaciones no se han centrado solo en tentarnos el uno al otro, aunque seguimos haciéndolo, sobre todo ella, también hay muchos momentos así, unos que me encantan porque los veo muy naturales y siento que la estoy conociendo de verdad.
—No lo estoy siendo, o al menos no tanto.
—La palabra clave en lo que has dicho es el tanto. —No puedo evitarlo, al escucharla me río a carcajadas—. ¿Qué es tan divertido?
—Esa frase es muy mía —admito y niego con la cabeza—. Tengo a Sebastian harto con eso.
—Así que te copias de mí... —Aprieta los labios y entrecierra los ojos—. Te creía más original, Jamesito.
—O quizá tú te copias de mí —rebato y vuelvo a sonreír al mirarla.
Nos quedamos callados unos segundos, solo mirándonos y no me extraño cuando ella es la que habla. Es lo que suele hacer, sus palabras cortan lo que sus ojos expresan.
—Deja de hacer eso.
—¿Qué he hecho ahora? Me estoy portando muy bien.
—Deja de mirarme así, haces que te eche aún más de menos —bisbisea en voz muy baja.
Mireia no se da cuenta de lo que esas palabras me afectan, pero no hago lo que me ha dicho, sigo mirándola del mismo modo. Ese es otro avance que hemos tenido, ella no se calla tanto esas cosas y a mí me encanta.
—¿Me echas mucho de menos?
—¿He dicho mucho? —contesta con rapidez—. No pongas palabras en mi boca que no son ciertas.
—Entonces solo me echas de menos un poquito...
—No voy a decir lo que quieres, déjalo, James —murmura y me guiña un ojo—. Por cierto, te recuerdo que aún no has visto toda Barcelona...
—¿Es esa tu forma de preguntarme cuándo voy a volver? —Mireia sonríe en plan culpable y sigo—. Porque si es así, ahora te toca a ti venir a Estocolmo
—No me sirve, no vas a venir a Bruselas, así que me tienes que compensar de algún modo...
—Te gusta mucho recordar que no voy a poder ir, ¿no?
—Sí, porque me dejas sola. Había planeado tantas cosas para nosotros... —Tengo que contenerme para no arruinar mi sorpresa, espero que cuando me vea no me eche o se enfade—. Además, está tu jersey, ¿no lo quieres de vuelta? Pobre jersey...
—Tendremos tiempo para todo en otra ocasión —aseguro y sonrío—. ¿No tienes ganas de ir?
—Sí, pero es que va a ser lo mismo de siempre —resopla y hace un puchero—. Estaré rodeada de gente con un ego insoportable, que se creen mejor que nadie y...
—Entonces te sentirás cómoda —la chincho un poco—, es justo tu ambiente.
—Sigues estando muy gracioso... —refunfuña—. No soy hipócrita, no me gusta fingir que alguien me cae bien cuando no es así y en estos congresos tengo que hacerlo porque voy en representación del hospital y estas cosas que le encantan a mi padre.
—No será para tanto —le quito hierro al asunto—. Eres encantadora cuando quieres.
—Cuando quiero no, siempre lo soy —me corrige—. ¿Cómo va ese asunto de trabajo tan importante y confidencial por el que no puedes venir a Bruselas?
Como ella sabe que mi trabajo está relacionado con la casa real, porque se lo he contado, esa fue la mejor excusa que se me ocurrió para que no insistiera mucho sobre qué era o si podía saltármelo de algún modo.
Mireia lo entendió, tenemos claras nuestras prioridades, pero cada poco tiempo hace un comentario de ese tipo por si me puede sacar algo.
—Va muy bien, gracias por preguntar. ¿Tú qué tal tu trabajo? ¿Algo interesante te ha ocurrido hoy?
A Mireia se le ilumina la mirada y empieza a contarme muy emocionada la operación que ha hecho hoy, lo que ha disfrutado y el abordaje quirúrgico que ha utilizado.
Y yo, que no entiendo casi nada de lo que me explica, la escucho atentamente sin despegar mi mirada de ella.
•❥❥❥•
Desde que he aterrizado en Bruselas me he mantenido en contacto con Oriol para saber qué estaban haciendo o hacia dónde tengo que ir para sorprender a Mireia.
Como tienen que atender a una ponencia que no pueden saltarse, cojo un taxi hacia el hotel en el que me alojo, que es el mismo que ellos, y me instalo en la suite que he reservado. Mi primera opción había sido una habitación normal, porque tampoco necesitaba mucho más, pero estaban todas llenas por el congreso así que había optado por la suite aunque fuese bastante más cara, seguía teniendo dinero de sobra gracias a Sebastian.
Tengo el tiempo suficiente para deshacer la maleta, enviarle un mensaje a mi mejor amigo conforme he llegado bien, porque si no va a avasallarme a mensajes preguntándome si estoy bien, y darme una ducha rápida.
Cuando me llega un mensaje de Oriol diciendo que están en el bar del hotel no pierdo más el tiempo, bajo hacia ahí y los busco con la mirada.
Oriol me ve de inmediato, me hace un gesto con la cabeza para que me acerque y me guiña un ojo cuando ya estoy al lado, eso hace que Mireia se dé la vuelta extrañada y al verme la expresión no sé cómo catalogarla; no sé si se alegra de verme, si está sorprendida o está procesando que esté aquí.
—¿No deberías estar trabajando en algo privado y confidencial en Estocolmo?
Esa frase es tan ella que no contesto de inmediato, me río de forma nerviosa y me siento a su lado sin saber bien cómo saludarla ya que no sé que se espera que haga. ¿Debería besarla? ¿Abrazarla? ¿Darle la mano?
—¿No te alegras de verme, Mireia?
—Pues no la verdad —espeta y da un largo trago a su bebida—. Oriol y yo tenemos muchos planes...
—No seas mentirosa —la corta el chico y niega con la cabeza—. Lleva quejándose de que no hayas podido venir semanas, por no hablar de las de veces que lo ha dicho desde que estamos en Bruselas. Ha sido complicado aguantarte —finaliza y alza su copa como si brindase con ella.
Eso me tranquiliza, sí se alegra de que esté aquí, es solo ella siendo ella... Y me vuelvo a reír, haciendo que Mireia abra los ojos ligeramente ofendida, mirándonos a los dos
—Os habéis aliado en mi contra —admite y aprieta los labios—. ¿Qué os he hecho? Con lo buena que soy... —Vuelve a centrar su atención en mí y su mirada se dulcifica—. ¿No vas a saludarme en condiciones?
—No sé, ¿lo mereces? Como has dicho que no te alegras de verme...
Me besa de forma breve, porque no estamos solos y Oriol sigue aquí, pero intensa y se pega mucho a mí, por lo que la rodeo con el brazo para abrazarla.
—Antes de que vinieras, estábamos hablando de lo aburrido que ha sido la ponencia... —dice integrándome en la conversación—. Ha sido una pérdida de tiempo.
—Ha habido partes interesantes, Mireia —la contradice Oriol—. Como el caso clínico que...
—Era aburrido —repite y resopla—. Estás de mi lado, ¿no, James?
—No sé de qué habláis...
Entre los dos me hacen una clase rápida sobre de qué trataba, explicándome conceptos básicos y necesarios, y los motivos por los que Mireia piensa que es aburrido. Después también me cuentan las ponencias a las que asistieron ayer y si alguna fue interesante.
No sé cuánto tiempo pasamos hablando, pero cuando Oriol se despide con una excusa tonta, lo más probable que para dejarnos tiempo a solas, no siento que haya sido incómodo.
—¿En qué hotel estás? —quiere saber Mireia y me río, tan rápida como siempre—. No es por eso. —Alzo una ceja, no me la creo—. Bueno, un poco sí, pero no lo he preguntado por eso.
—¿Entonces?
—Oriol y yo compartimos habitación —suelta como si nada y una parte de mí, la que sigue teniendo celos del chico, siente una pequeña punzada—, y sinceramente quiero dormir contigo... —y acaba por susurrarme en el oído—. Y lo que no es dormir.
—Si tantas ganas tienes, subimos ahora —la reto con los ojos—, estoy en una suite de este hotel
—¿Una suite? —chasquea con la lengua—. Qué envidia, mi padre no quiso gastarse tanto... Bueno, ahora también será mi suite, ¿no?
—¿Tanto tiempo quieres pasar conmigo?
—La duda ofende, Jamesito. —Se levanta y me coge la mano para que haga lo mismo—. Hablaremos mejor ahí, ¿no? Mucho más tranquilos y podrás besarme sin que nos miren mal.
—¿Podré besarte? —repito y ella asiente—. ¿Eso es que tú no tienes ganas de besarme a mí?
No responde y con las manos entrelazadas vamos hacia los ascensores para ir a la planta en la que se encuentra mi suite. Solo cerrar la puerta su boca ataca la mía y me dejo llevar por la gran química que tenemos. A tientas nos dirigimos a la cama y se coloca de inmediato encima de mí, sacándome el jersey con rapidez.
—Espera —pide y sus ojos, que por lo dilatadas que tiene la pupilas me parecen grises—, quería hablar contigo de muchas cosas.
—La que me ha besado has sido tú...
—Porque te morías de ganas, lo he hecho por ti —comenta lo más seria que puede.
—Será eso... —Le acaricio la mejilla con dulzura—. Te escucho, Mireia.
Antes de que hable hay un silencio entre los dos, uno que no es incómodo, es uno que hace que nuestros ojos hablen por nosotros.
—Gracias por venir a Bruselas y sorprenderme —empieza y hay un pequeño titubeo en su voz—, no me lo esperaba y ha sido un gesto muy bonito.
—Entonces el viaje ya ha valido la pena si a ti te ha gustado.
Ahora que la tengo delante de mí soy consciente de lo que la he echado de menos, que si me mira de la forma en la que lo está haciendo estoy más que perdido.
—Siento si he sido insistente con el tema, es solo que me apetecía mucho verte. Te he echado mucho de menos —susurra y aunque no me aparta la mirada, veo que su fachada ha desaparecido.
Adoro a esta Mireia, la que se muestra cómo se siente sin miedo a mi lado.
— Yo también te he echado mucho de menos —admito y vuelvo a acariciarle la mejilla, embobado con lo que me están expresando sus ojos—. Eres preciosa.
—Lo soy —confirma y sonríe, dejando un beso en mi nariz mientras coloca los brazos alrededor de mi cuello—. James.
—Dime.
Traga saliva y no contesta de inmediato, parece que se lo piensa y no sé por dónde va a salir, Mireia es un misterio.
—No me gusta poner nombre a la cosas, pero no quiero que estés con nadie que no sea yo —asegura y empieza a acariciarme el pelo—. Quiero que solo seamos tú y yo.
Proceso sus palabras, ¿ha dicho lo que creo que ha hecho? ¿Solos ella y yo? ¿Eso es que...?
—¿Estás pidiéndome que sea tu novio? —verbalizo lo que estoy pensando.
—No he dicho eso —niega de inmediato y sus mejillas se enrojecen un poco—. ¿No me escuchas? Acabo de mencionar que no me gusta poner nombre a las cosas ni tener etiquetas...
Como sé que no voy a obtener más de ella en ese aspecto, decido ser el que se atreva a verbalizar lo que ha dicho.
—Es una pena, si me hubieras dicho que era eso te hubiese dicho que sí quiero ser tu novio... —Mireia me golpea el brazo y me río—. Yo también quiero que seamos tú y yo. Y yo sí te lo preguntaré, ¿quieres ser mi novia?
—Definitivamente no me escuchas —resopla pero el brillo en su mirada habla por ella—. ¿Si te digo que sí qué gano a cambio?
Y vuelvo a lanzarme al abismo, como casi siempre a su lado.
—Ser mi pareja en la boda de Sebastian y Lena, por ejemplo.
¡Holi!
Bueno, la gente que me sigue en instagram lo sabe, pero últimamente ando muy liada y como que no tengo tiempo. Así que no prometo que haya actualizaciones cada dos semanas como siempre, yo lo intentaré pero no prometo nada.
Dicho esto, ¿qué os ha parecido el capítulo? Hay varios momentos yutghfsdh como los de Lestian indirectos, que yo muero de amor y me encanta daros información de ellos. Y well, lo más vip del capítulo, Mireia pidiendo ir en serio hahaha y James metiendo la quinta y diciéndole que vaya a la boda (ya sabemos cómo sale eso haha).
Muchos besos xx
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro