Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Tres


Observo bien a la mujer que le acaba de salvar la vida a mi mejor amigo asimilando lo que acaba de pasar.

Quiero matar a Sebastian por lo mal que me lo ha hecho pasar, maldición, ¿por qué tiene que pasarle de todo?

El corazón sigue yéndome muy rápido, mi mejor amigo podría haber muerto y bromea de inmediato.

Quiero matarlo.

En medio de mis nervios, ella es todo lo contrario, está muy tranquila, con un temple que me sorprende.

¿No lo ha reconocido?

Si es así, más tarde me burlaré de él, sé que aunque ya no tiene una vida tan pública como cuando aún seguía siendo cantante, porque sigue siendo el foco de atención por su futuro papel como príncipe de Suecia, le sigue afectando el ego que no sepan quién es.

Cuando Sebastian aún no se ha recuperado del todo, porque tose un poco, la que me supongo que es un amiga de la chica se acerca a ella y su expresión demuestra que sí sabe a quién tiene delante.

Necesito poner control a la situación, o al menos evitar que mi mejor amigo haga o diga algo que no debe, lo que es tan típico suyo, pero este se aleja un poco para hablar por teléfono con Lena.

No me sorprende que se haya enterado tan rápido, los guardaespaldas son de la Corona, seguramente le hayan enviado un mensaje para explicarle la situación de inmediato, es una información que debe saber.

Aprovecho los segundos de confusión que veo en los ojos de las dos chicas para mirarlas mejor, sobre todo a la que ha salvado a Sebastian y tengo que reprimirme para que no se sienta intimidada.

—Muchas gracias por salvarle la vida a mi amigo —hablo para llenar el silencio incómodo. Ella deja de mirar a su amiga para que toda su atención recaiga en mí. De ese modo puedo ver mejor sus ojos, unos que no puedo definir de un color exacto—. Soy James, un placer.

Acepta la mano que le ofrezco y entablamos una conversación casual y más de una vez quiero darme un golpe por lo obvias que son mis respuestas.

Sé que es médico y sonrío al saberlo, normal que supiera cómo actuar en una situación así. Admiro mucho a las personas que deciden dedicarse a eso, yo nunca tuve el valor para acabar de decidirme, preferí ir a lo seguro y estudiar leyes, que seguir una posible profesión frustrada.

Estoy agradecido que haya salvado a Sebastian, eso es más que evidente, pero me he sentido un inútil y eso no me ha gustado nada. Cuando vuelva a mi apartamento pondré una solución a ello, nunca está de más aprender primeros auxilios y más con lo propenso que es mi amigo a las estupideces. Si esto vuelve a ocurrir, que espero que no, sabré cómo actuar.

De inmediato, antes de que podamos seguir hablando, me presenta a la chica que la acompaña y vuelvo a darme un golpe mental por no haberlo hecho yo, ¿cómo se me ha podido pasar? La educación es muy importante, siempre lo he dicho.

No sé qué me pasa ni el motivo por el que estoy actuando como si fuera un idiota, pero no puedo dejar de mirarla.

Es preciosa, con unas facciones finas y elegantes, a la par que dulces. Podría describirla muy bien, sin embargo, lo que más me llama la atención son sus ojos, que me han fascinado por completo. Por mucho que intente saber de qué color son no lo consigo, dependiendo de la luz cambian. ¿Grises? ¿Azules? ¿Azules verdosos?

Intento disimular un poco al ver que ella se da cuenta y frunce el ceño, no quiero incomodarla, es lo último que quiero.

Cuando vuelve Sebastian es el que lleva el peso de la conversación y eso en parte me alivia, no sabría qué más decir o cómo hacerlo.

¿Por qué estoy nervioso?

No me gusta sentirme así.

No obstante, mi mejor amigo me guiña un ojo mientras habla y quiero matarlo.

Este es uno de los momentos en los que odio que me conozca tanto y sepa lo que pienso sin tener que decírselo.

Sí, gracias a él sé su nombre, entre otras cosas que le pregunta, pero no es necesario.

No es de aquí, eso es muy obvio, es un nombre extranjero, aunque no puedo decir de qué país.

—Sebastian... —murmuro para que se detenga al escuchar cómo pregunta lo que estoy pensando, más tarde le daré la razón, pero no hace falta que siga.

En lugar de hacer lo que le pido, que en realidad nunca hace, sigue insistiendo y disimula con una pregunta inocente. No sé si es mi impresión, pero Neus parece mucho más dispuesta a seguir hablando con nosotros que Mireia, que cambia de idioma para hablar con su amiga y que no nos enteremos.

¿Es francés? ¿Italiano? ¿Español?

Vuelvo a sentirme un ignorante a su lado, ¿cómo no puedo reconocer otro idioma?

—Querías saber quién soy, ¿verdad? —Sebastian no se equivoca, seguramente es lo que han hablado, también lo he pensado yo—. Quizá me conocías como Rìgh Bastian, ¿eso te suena más?

Tengo que reprimir una carcajada que me sale casi de forma natural cuando se confirma que Mireia no sabe nada de Sebastian. Lo usaré para cuando estemos solos, así evitaré que la conversación se centre en mí y en todos los comentarios que hará.

Vuelvo a advertirle que no siga, que me estoy cabreando, pero eso le divierte aún más. Sin duda, Sebastian hoy se está ganando mi odio.

Ahí noto de nuevo que la mirada de Mireia recae en mí. ¿Es que sabe que no puedo dejar de estar pendiente de ella? Estoy intentando disimular lo mejor que puedo.

—Mireia Folch —responde la pregunta de Sebastian y alza una ceja—. ¿Debería hacerte una reverencia o algo parecido? Eres un futuro miembro de la realeza.

Por segunda vez reprimo una carcajada. Es directa y divertida, y sé que a Sebastian también le ha hecho gracia ese comentario. Odia las reverencias, siempre que puede me lo dice y gruñe cuando se lo menciono o bromeo con eso.

—Sebastian, déjalo —gruño y admito en voz alta lo que quiere saber, así va a parar—. Ya has demostrado tu punto, te conozco. Y sí, tienes razón, pero es suficiente.

Poco después nos despedimos de ellas y cuando le doy la mano a Mireia, nuestras miradas se cruzan por enésima de vez.

Sigo nervioso, ¿qué me está pasando? Es como si hubiese vuelto a ser un adolescente. Al ver que me sonríe hago lo mismo por inercia.

Su sonrisa también es preciosa.

Solo tengo clara una cosa; Sebastian se va a divertir mucho a mi costa.

—James... —Su sonrisa ya me demuestra que está pensando cómo empezar a burlarse de mí por lo que pongo los ojos en blanco—. ¿Algo que deba saber?

—Tienes razón, ¿no te sirve?

—No, para nada. —Sigue con esa sonrisa que estoy empezando a odiar y me guiña un ojo—. Es muy guapa, ¿verdad? No más que Lena, porque eso es imposible, pero es guapa. Muy de tu estilo.

—Sebastian...

—¿Por qué no le pedimos el teléfono? Sé que lo quieres —sigue chinchándome—. Si no te atreves lo hago yo por ti, no te preocupes. Todo sea por mi mejor amigo.

—Claro, y que empiecen noticias de que estás engañando a Lena o lo que se les ocurra inventar a la prensa —suspiro y me acabo el vino de la copa dando un gran sorbo—. No, gracias.

—¿Vas a admitirlo ya?

—Ya lo he hecho antes.

—Quiero escucharlo bien, James. Me lo debes.

—¿Perdón?

—Tranquilo, te perdono. —Quiero matarlo y lo sabe, lo está disfrutando—. ¿Lo vas a decir ya?

—No aquí. Acabemos de comer, por favor —pido aunque es más una orden—. E intenta no ahogarte de nuevo, ¿quieres? Ya has cubierto el cupo de locuras por mucho tiempo.

—Quizá debería hacerlo —sugiere con una mirada traviesa—. Así Mireia volvería a salvarme y podrías hablar más con ella... ¿No te has quedado con las ganas de saber algo más?

—Come.

Lo que queda de la comida tengo que aguantar más mofas y comentarios por su parte, pero sé que lo peor vendrá cuando estemos solos.

Hago mi mayor esfuerzo para no buscar con la mirada a Mireia y a su amiga, aunque no puedo evitar hacerlo una vez que nos marchamos; ya no están ahí, se han marchado.

¿Debería haberle pedido el teléfono como ha sugerido Sebastian? Seguramente no vuelva a verla.

No puedo arrepentirme ya de algo que no he hecho, no va a servir de nada.

—Estás muy callado, James —se burla mi amigo una vez que hemos vuelto a mi apartamento—. ¿Pensando en cierta chica de Barcelona?

—Eres odioso cuando quieres —refunfuño y acabo frunciendo el ceño—. ¿Por qué insistes tanto?

—Porque es divertido. —Se encoge de hombros y se mueve un poco para coger la guitarra—. ¿Sabes cuándo fue la última vez que te vi así?

—¿Así cómo? —me intereso y me pongo las gafas en un gesto nervioso.

—No me cambies de tema, ¿recuerdas la última vez o no? —Niego con la cabeza—. Yo a la perfección: penúltimo año de instituto, la chica que venía de intercambio. Fuiste igual de idiota que has sido, parecía que no sabías hablar.

—No exageres...

—Te caíste tres veces mientras intentabas presentarte —recuerda y se ríe—. Al menos esta vez no has hecho el ridículo.

—¿Tengo que recordarte yo la de veces que has sido un idiota con Lena? —contraataco y sonrío al ver que no se lo espra—. Porque son muchas e incontables...

—Estamos hablando de ti, James, no de mí, no cambies de tema. —Me señala con el dedo y luego toca unos acordes de una de sus canciones—. Estás atontado por esa chica, no me lo niegues. A mí no puedes mentirme.

—No iba a hacerlo. Tienes razón, ya te lo he dicho —concedo sin darle más importancia—. Tengo un flechazo por Mireia.

—¿Y qué vas a hacer al respecto?

—¿Qué quieres que haga? Nada. No volveré a verla.

—¡James! —protesta y deja la guitarra a un lado para centrarse por completo en mí—. No puedes rendirte así de fácil. ¿Qué ejemplo me das?

—Sebastian, déjalo estar. Y no tengo que darte ningún ejemplo, eres mayorcito.

—Si yo hubiese tenido esa actitud cuando conocí a Lena, no estaríamos aquí...

Eso es cierto, pero muchas de las accione que hizo cuando la conoció nunca me parecieron muy bien y se las recriminé.

Sufrí mucho, creía que acabaríamos por tener un incidente diplomático por lo estúpido que llegó a ser.

—Cuando conociste a Lena te pasaste más de una vez, y no lo niegues —me adelanto a su interrupción, ya que ha abierto la boca para quejarse—. No voy a hacerlo mismo. Además, no sabemos nada de ella.

—¿Cómo que no? Está de vacaciones en Estocolmo, eso es un gran paso para empezar.

—Sebastian, no sé si me gusta por dónde vas...

Él sonríe y antes de que pueda decir nada el teléfono le suena y responde de inmediato.

No me hace falta preguntar quién es, su expresión le delata. Ese brillo en la mirada es inconfundible.

—¿Sigues preocupado por mí, princesa? —saluda y le brillan los ojos—. Ya te he dicho que estoy bien. Muy vivo, la boda sigue en pie.

Antes no he podido hablar mucho, estaba muy ocupada. ¿Apartamento de James?

Estoy siendo un buen mejor amigo y paso tiempo con él. —Sebastian me saca la lengua y se acerca a mí para que se me vea en la imagen—. ¿Sabes qué? James tiene un gran flechazo por la chica que me ha salvado. Muy muy grande.

—¿Ah sí? —Lena se interesa de inmediato—. ¿Tienes su teléfono?

No, no lo tiene —responde por mí Sebastian—. No ha querido que lo consiguiese...

Seb, cállate —pide Lena—. James, ¿por qué no?

No volveré a verla, no hay para tanto. Es solo un flechazo, nada más.

Sé que Sebastian estará desesperado contigo ahora mismo. Y yo también lo estoy, que lo sepas —asegura y aprieta los labios—. ¿Es sueca?

—No, es de Barcelona —el que habla de nuevo es Sebastian—. ¡No me mires así, Lena! Sé que no te lo va a decir, que va a seguir restándole importancia. Llevo horas hablándolo con él.

¿Y qué sugieres que haga James, Sebastian? —pregunta Lena—. ¿Alguna tendencia acosadora como cuando me conociste? ¿Tienes ya a una cómplice al estilo Freya? ¿Una que va a decirte dónde está o qué va a hacer?

No, pero tengo un plan infalible.

Mientras lo explica niego con la cabeza más de una vez. Es absurdo, deja demasiado a la suerte y a la casualidad.

Según sus palabras, Estocolmo no es muy grande, lo que es cierto, por lo que menciona todos los posibles sitios turísticos que hay en la ciudad y que van a visitar sí o sí.

Descarta los que están cerca del restaurante de inmediato, alegando que ya habrán estado ahí.

Lo peor de todo es que está muy convencido de que irá bien, está muy confiado. Demasiado.

Al contrario de lo que pensamos Lena y yo, que sabemos que no saldrá bien, que es prácticamente imposible.

Una vez me quedo solo, ya que Sebastian tiene que regresar a palacio, lo primero que hago es buscar cursos de primeros auxilios.

Me niego a que vuelva a ocurrirme lo que me ha pasado, no puedo bloquearme de ese modo.

¿Si no hubiera estado Mireia qué hubiese pasado?

No puedo permitirme algo así, no me lo hubiese perdonado.

A la mañana siguiente me levanto antes de que suene el despertador y miro las noticias desde el móvil como suelo hacer.

Ya hay varias en las que se hace mención del incidente de Sebastian, todas en sueco, pero para tranquilizar a mis padres les envío un mensaje para calmarlos en el caso de que hayan visto algún artículo. No necesitan alarmarse por algo que no es necesario. Podría haber sido mucho peor y solo ha quedado en un susto y una futura anécdota divertida, una que Sebastian sé que usará y más por el hecho de que he tenido un flechazo por su salvadora.

Cuando estoy a punto de llamarlo, porque lo conozco y seguirá con su locura, me llama para indicarme que está abajo.

—Has madrugado mucho, y aún no te has quejado del frío, qué raro —comento al verlo—. ¿Por qué estás tan emocionado?

—Necesito verte hacer el ridículo más veces —se burla y me abraza para saludarme—. Y sin Lena me aburro, no te lo voy a negar.

—¿Estás diciendo que conmigo te aburres? —Alzo una ceja y me hago el ofendido—. Porque si es así...

—Sí, me llevo aburriendo toda la vida a tu lado. Va, que tenemos muchos sitios que visitar.

—Sebastian, en serio, es prácticamente imposible que volvamos a encontrarnos. Son muchos lugares y...

—Es por eso que le he pedido ayuda a varios miembros de palacio y a Kristoff —comenta como si nada—. También está muy contento por ti, ¿sabes? No, si al final todos queremos lo mismo, que tengas pareja para la boda.

No respondo, me limito a escuchar las locuras que dice y hace. ¿Por qué no quiere aceptar que estamos buscando una aguja en un pajar? Encontrar a alguien de turismo en una ciudad es prácticamente imposible.

No obstante, parece que la suerte le sonríe a Sebastian, porque después de comer, en el que es el quinto sitio que visitamos, veo a Mireia junto a su amiga.

¿Y ahora qué?





¡Holi!

Pues Alba cumple y aquí tenemos un nuevo capítulo, de nuevo con James, que tiene un gran flechazo por Mireia y no lo oculta hahaha.

¿Os ha gustado el capítulo?

Muchos besos xx



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro