Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Treinta y Ocho


Llevo todo el tiempo desde que ha venido a buscarme a mi hotel mirando de reojo a James.

Siempre he pensando que es muy guapo, desde que lo había conocido de esa forma tan peculiar en lo que lo habíamos hecho, pero pasa el tiempo y me sigo sorprendiendo al darme cuenta de algunos detalles en su rostro a los que antes no había prestado tanta atención.

Un ejemplo es su barba; según cómo le da la luz del sol parece que sea pelirroja en lugar de castaña como su cabello, lo que hace que sus ojos brillen y parezcan aún más azules de lo que son.

Y a mí me encanta. Su mirada es una de las cosas que más me gustan de él porque es capaz de expresar mucho más que sus palabras, o hacer que estas tengan aún más significado.

—¿Por qué estás tan pendiente de mí? —pregunto al ver que no deja de hacerlo—. Me voy a gastar, Jamesito.

—¿No puedo hacerlo?

—No he dicho lo contrario, solo quiero saber el motivo. Es una pregunta inocente.

—Me gusta mirarte —admite y sonríe sin apartar sus ojos de los míos—. ¿Te mareas yendo en barco?

Cuando había buscado sitios turísticos o interesantes para visitar en Estocolmo, el parque de atracciones al que estamos yendo no había sido ni mi segunda opción. Ni siquiera sabía que existía si no fuera porque una página de viajes en Google me lo había sugerido vendiéndolo como un lugar al que tienes que ir sí o sí de la capital sueca.

No me gustan estos sitios y por lo que ha dicho James, a él tampoco, lo que no me sorprende, según sus palabras, tiene respeto por las alturas y no es muy fan.

Sin embargo, elegir un lugar bonito al que ir con alguien que vive en la ciudad es complicado. Solo quiero que sea especial, que nuestra segunda primera cita, porque para mí lo es, sea memorable y que con el paso del tiempo la recordemos con mucho cariño.

Además, también me apetece reírme un poco de él y verlo en una situación distinta en la que no sea tan correcto y formal.

—No es un trayecto muy largo, ¿no? —asumo mientras subimos al ferry—. Soy de mareo fácil. Odiaba las excursiones en el colegio en autocar por eso mismo, tenía que ir delante o tomarme una medicina.

—Lo sé, te conozco muy bien, Mireia. —Cuando nos sentamos en unos asientos libres que hay, me besa la mejilla con cariño—. Ya te aviso, no pienso subirme en eso. —Señala una atracción que si no voy errada, es una caída libre y se ve desde lo lejos, lo que indica lo alta que es—. A todo lo demás sí.

—¿Y si quiero subir justo en esa? —lo chincho un poco—. Es lo que más me apetece e ilusión tengo.

Estoy mintiendo, tampoco quiero hacerlo, lo había decidido al verlo en la página web, pero que lo remarque solo me da pie para que lo moleste un poco.

—Mireia...

—¿Sí? —Pongo mi mejor mirada y hago un ligero puchero que le hace sonreír—. ¿No harías eso por mí?

James se lo piensa, se queda callado durante unos segundos más de lo normal y niega con la cabeza.

—¿Me harás regresar a mi loft?

—¿Me dejarías sola en una ciudad que aún no conozco del todo? —rebato y hago un mohín—. Eso no es muy caballeroso por tu parte. Puedo perderme, piensa que no hablo el idioma y...

Suspira y aprovechando que estamos sentados, me rodea con lo brazos y me apoya en su hombro para poderme abrazar.

—Claro, porque no sabes inglés y no te harías entender.

—No olvides que también sé francés y catalán —me vanaglorio solo para chincharlo aún más—. Pero no, aún no sé sueco, si me dejas sola puedo perderme... Todo porque no quieres subirte a esa atracción.

—¿Estás hablando en serio? —Alzo la cabeza para mirarlo y me muerdo el labio inferior para no reírme. Me ha pillado—. Eres mala.

—¿Yo? —Me hago la inocente—. No lo soy. Soy un angelito.

—¿Tendremos esta conversación de nuevo? —comenta y veo cómo disimula una sonrisa para aparentar seriedad—. Eres mala conmigo.

—Y te encanta que lo sea. Además, no soy la única, tú también eres bastante malo —aseguro. Me siento tan cómoda con él que me sale de forma natural besarlo de forma rápida—. No te pediría que hicieras algo que no quieres, Jamesito. Menos aún con lo amigo que eres de las alturas.

—Por ti lo haría —admite y me vuelve a besar, no siendo tan breve como lo he sido yo—. Si te hace ilusión y quieres, lo intento.

Sonrío, eso es un gesto muy dulce por su parte.

—¿Y quedarme sin novio porque ha muerto de un IAM*? —me burlo—. No, gracias. Será por otras atracciones. Lo importante es que no los vamos a pasar bien, ¿verdad?

Dejo que sea él el que hable en las taquillas y que enseñe las entradas de mi móvil antes de que nos den la pulserita típica del parque de atracciones y la conforme tenemos el pase exprés para no tener que hacer tantas colas.

Al principio no hay mucha gente, quizá porque es bastante pronto, pero a medida que avanza la mañana se va llenando sin llegar a ser tan agobiante como Port Aventura*.

—Hacía años que no me subía en una montaña rusa —admite al bajarnos de una de las que hay—. Es... como volver a mi adolescencia.

—Acabas de sonar como un señor mayor —apunto y me río—. Cuando vengas a Barcelona, te llevaré al Tibidabo* o a Port Aventura.

—El último me suena, ¿tiene algo muy destacable?

—Sí, tiene atracciones bastante altas, creo que de las que más de Europa, ¿por qué?

—Porque recuerdo a la perfección que Sebastian quería ir en su última gira, en el concierto de Barcelona. No nos dio tiempo por suerte, porque me quería obligar a subir a absolutamente todo con la excusa de que era la despedida de su carrera, que tenía que hacer eso por él.

Me coge de la mano mientras andamos por el parque y decidimos cuál va a ser la siguiente en la que nos vamos a montar.

—¿Sebastian qué piensa de nosotros? —quiero saber.

No tengo ninguna duda de que han hablado de eso, su mejor amigo sabía que me iba a presentar a Estocolmo y James le habrá mandado un mensaje ayer.

—Quiere que sea feliz, es lo único que le importa —menciona y me acaricia el dorso de la mano que nos estamos dando—. Supongo que cuando nos veamos será más directo y me dirá lo que piensa. Aunque sé que me va a apoyar haga lo que haga, es lo que ha hecho siempre.

—Si quieres, antes de que me marche de Estocolmo, podemos quedar con ellos —sugiero—, porque también quiero hablar con Lena.

—¿Para ti no va a ser incómodo?

—¿Por qué debería serlo? —rebato con una ceja alzada—. Me caen muy bien ambos y Sebastian es la persona más importante de su vida. Va a estar siempre ahí, así que lo mínimo es que me lleve bien con él, ¿no?

Sé que el ahora príncipe ha estado de parte de James, es lo lógico, más con una situación tan complicada y siendo su mejor amigo. Sin embargo, también sé que no va a poner pegas ni impedimentos a que sigamos juntos.

Por lo que conozco a Sebastian, que no es mucho, puede ser muchas cosas, pero con todo lo relacionado con James no es nada egoísta y lo haría todo por él.

—Mireia. —Se detiene y se gira para poder mirarme fijamente a los ojos.

—¿Qué pasa, Jamesito? ¿Por qué nos paramos aquí en medio de todo?

—Te quiero —murmura muy serio y me acaricia la mejilla—. Te quiero muchísimo.

—Dime algo que no sepa. —Le doy un pequeño golpe y sonrío al ver que no se mueve—. No me hagas decirlo, no me gusta ser cursi.

—¿No lo dirás? —me chincha ahora él—. ¿Ni siquiera por mí?

—¿Quieres escucharlo? Porque lo sabes. Si no fuera así, no estaría aquí. —Alza una ceja esperando a que diga esas palabras—. Tú ganas.

—¿Segura? Porque aún no las he oído.

—Te quiero, James.

—Y yo a ti, Mireia. —Sonríe y me abraza—. ¿Te ha costado mucho?

—Bobo. —Le doy un golpe—. Va, que no espera otra apasionante montaña rusa a la que tenemos que subirnos.

Después de comer en uno de los restaurantes del parque, y una vez que hemos ido a la casa encantada, donde me había reído más que otra cosa porque no me había dado miedo todo, antes de marcharnos pasamos por la tienda de regalos.

Dudo mucho que hayan relojes de arena, pero los busco con la mirada por si tengo suerte poderle regalar uno por la importancia que tienen para él y por lo que significa este día para nosotros. Al no encontraros, cojo un par de souvenirs de los que me gustan, como un imán para la nevera y un llavero que voy a poner en mis juego de llaves de casa. Antes de pasar por caja, me detengo en la sección de peluches, donde hay de todos los tamaños y variedades de forma inconsciente.

Jamesito, no, no hace falta que me regales eso —comento al ver sus intenciones—. Hemos sobrepasado todo los clichés de hoy.

—Por uno más no pasará nada, ¿no? —bromea y me abraza por la espalda, apoyando la cabeza en mi hombro y apretándome a él—. Déjame ser romántico, Mireia.

—¿Romántico es comprarme un peluche casi más grande que yo?

—Romántico es querer tener un detalle con mi novia —afirma y me besa el cuello.

—¿Quieres que diga lo que pienso? —pregunto y él asiente—. No me parece nada romántico, de hecho esto es más bien sexual. Esta forma de abrazarme, el beso... No quieras quemarte, Jamesito.

—¿Eso es que puedo convencerte para que dejes tu habitación en el hotel y te quedes conmigo? Porque quiero quemarme.

—Te dije que no me harías cambiar de opinión.

—No exactamente, me dijiste que ayer no podría hacerlo, hoy es otro día. No pierdo nada al intentarlo, ¿no?

Y sonrío mientras sigo observando el peluche y cómo lo agarra para ir a la caja para regalármelo.


•❥❥❥•


Ni yo misma sé cómo he podido tener la fuerza de voluntad suficiente para quedarme en el hotel todo el tiempo que llevo en Estocolmo.

Me cuesta no querer dejarme llevar con él, por eso también he evitado estar el máximo tiempo posible en su loft, porque sé que no podré controlarme. No cuando me mira de esa forma o me besa con esa intensidad que hace que quiera olvidar todo a excepción de él.

Estos días han sido como si James y yo volviéramos al inicio de nuestra relación, sabiendo lo que queremos del otro al conocernos muy bien y dejando atrás esas preguntas o dudas de cuando tienes las primeras citas con alguien. Hay cosas que no cambian, como nuestra forma de tentarnos constante, pero la complicidad sigue estando ahí.

No ha sido lo único de estos días, hemos tenido tiempo para hablar de todo tipo de cosas, importantes o no. Y también para quedar con Sebastian y Lena, donde me había sentido más observada de lo normal por el primero, que había estado muy pendiente de lo que decía, cómo lo hacía y de mis gestos.

—¿Hoy te quieres quedar a cenar a mi loft? —me pregunta James mientras paseamos por Gamla Stan a media tarde—. Puedo preparar sushi.

—Esto me trae recuerdos.

—¿Buenos? —Asiento. Es imposible olvidar esos días que pasamos juntos—. Entonces, cenamos juntos y...

—¿Y? —insisto al ver que se calla y está un poco nervioso—. No te quedes callado.

—El lunes vuelves a Barcelona, quédate conmigo en mi loft los días que quedan —me pide—. Por favor.

—¿Quieres que me quede?

—Llevo queriendo que te quedes desde que llegaste, Mireia.

—Si me lo pides de esta forma no puedo negarme, ¿no? —Aprieto los labios para hacer ver que me lo estoy pensando mucho—. Hasta me lo has pedido por favor.

—¿Eso es un sí? Entonces vayamos a tu hotel para que recojas todo.

—¿Y esas prisas? No te pega ser impaciente, Jamesito. No es nada tu estilo

—No quiero que cambies de idea, que te conozco, o que empieces a chincharme con que aún puedes volver a tu hotel si no me porto bien.

—¿Crees que haría eso?

—Creo no, lo harías —afirma y me río como respuesta. Me ha pillado.

Una hora más tarde, dejo mi maleta en la habitación del loft de James mientras él está ordenando todo lo que hemos comprado en el supermercado para preparar la cena.

—¿Quieres que te ayude? —pregunto y acaricio a su perro que me mira y mueve la cola con mucha alegría de tenerme de nuevo ahí.

—¿No deberías estar deshaciendo tu maleta? La ropa se te va a arrugar.

—El día que no digas algo así, pensaré que estás enfermo o que te han cambiado. Me da igual la ropa, Jamesito.

—Si lo hacemos entre los dos acabarás antes, y así nos ponemos con la cena. —Deja lo que está haciendo y va directo hacia su habitación y los armarios para que podamos guardar mi ropa—. Mireia.

—¿Sí?

—¿Puedo decir algo sin que te asustes? —pregunta con mucho cuidado, con un poco de miedo en la voz—. Sobre el futuro.

—No me voy a asustar. —Le cojo la mano para reforzar lo que estoy diciendo—. Ya no, lo sabes. Estamos en el mismo punto.

—Necesitarás mucho más espacio para tu ropa que el que tengo, ¿no? Cuando vivamos juntos me refiero.

—Sí, mucho más, ni con todos tus armarios creo que sea suficiente. No hay sitio para mis bolsos ni para mis zapatos.

—Tienes demasiada ropa —se mofa con una gran sonrisa—, quizá tienes que hacer limpieza para que todo quepa aquí. Es una buena oportunidad para hacerlo.

—O quizá hay que buscar un sitio mejor y más grande en el que pueda tener un vestidor como Barcelona —sugiero y él parpadea—. ¿Qué, Jamesito? ¿Y esa cara?

—Me sorprende la facilidad con la que dices estas cosas, solo eso. Se me hace... extraño.

—A mí al principio también, pero ahora ya lo veo normal. Es lo que va a pasar. Obviarlo o no mencionarlo no sirve de nada. En unos meses estaré viviendo aquí, contigo.

—Entonces quieres que buscamos un sitio juntos —recapitula—. Un piso o una casa más grande para los dos.

—Mientras tenga un vestidor gigante para mí, es suficiente.

—¿Y con más de una habitación? Sin contar el vestidor, claro.

Me muerdo el labio, sé lo que quiere decir de forma indirecta con su pregunta, a un sitio que tenga el espacio suficiente para cuando demos un paso más a nuestra relación. Aún me parece muy lejano, sobre todo porque estamos reconstruyendo los cimientos, pero no me parece mala idea. Es pensar en el futuro, el que ambos queremos. Y en este futuro entra el tener hijos.

—Sí, con más de una —acabo por decir—. Pero mi vestidor es muy importante, es un imprescindible en mi lista.

Empiezo a reírme después de decirlo y él me mira con curiosidad.

—¿Por qué te ríes?

—No lo entenderías, es una broma que tengo con Neus sobre unos programas de reformas que nos gustan muchos en un canal de España —explico—. Ya está todo, ahora enséñame a hacer sushi, que así podré ponerlo en practica cuando esté sola.

Cocinar con James es como volver a la primera vez que lo hicimos en Barcelona, no paramos de tentarnos y provocarnos mutuamente, y yo le hago caso en la medida de lo posible. Esta vez no me critica los cortes del pescado alegando que son muy clínicos, aunque le vuelvo a dejar el control de mis manos para que me guíe, porque según él aún me queda mucho por aprender.

Esta va a ser mi vida en unos meses, él y yo conviviendo, siendo una pareja y entendiéndonos en la vida doméstica. Y la idea cada vez me resulta más atractiva.

No sé si el hecho de haber estado a punto de perderlo y que nuestra relación se acabase me había hecho cambiar todo lo que pensaba, pero es que no me imagino otro futuro para mí a su lado.

Me queda mucho por hacer, tengo que hablar con mis padres, presentar mi dimisión en el hospital, pedir cartas de recomendación, en el caso de que me las den, aprender sueco, buscar trabajo en Estocolmo...

Y me asusta en cierto modo, porque no tengo el control, pero estoy dispuesta a ello por James.

Mudarme a otro país no cambia lo que soy ni lo que quiero, solo es un fin para que sigamos juntos.

—Ven aquí —me pide James, para que me acerque más a él en el sofá. Al acabar de cenar hemos puesto un capítulo de la serie que estamos viendo juntos—. Me gusta mucho que estés aquí.

—Lo sé.

Se ríe y como yo no me he acercado, lo hace él, pasando un brazo por detrás de mi espalda.

—Mucho mejor así, ¿no crees? —Me mira y hago lo mismo—. Eres preciosa, Mireia.

—Tú también eres precioso, Jamesito.

No somos capaces de aguantarnos la mirada mucho más, empezamos a besarnos de forma dulce y cariñosa. O eso es al principio, porque soy incapaz de no pensar en que estamos solos en su loft y que me muero de ganas de estar con él.

—Mireia... —susurra entre besos y me ayuda a que me siente a horcajadas encima de él—. Si no quieres ir más allá, no pasa nada, lo voy a entender.

—Quiero hacerlo —aseguro y lo miro fijamente—. ¿Y tú?

—Sí, pero no quiero que te sientas presionada.

Mi respuesta es besarlo de nuevo, siendo mucho más dominante y exigente en ese beso, haciendo que mi lengua se aventure sin miedo y juegue con la suya. Me aparto un poco solo para sacarle parte de arriba y recorrer con los dedos su torso expuesto, sintiendo con ellos como tiene la piel caliente y como reacciona ante mi tacto.

James me mira expectante al ver que me he quedado quieta, solo observándolo.

—¿Te he dicho alguna vez que estás buenísimo?

—Más de una —confirma y se relame el labio inferior—. ¿Qué vas a hacer al respecto?

—¿Qué quieres que haga? —rebato y me acomodo mejor encima de él, notando a la perfección el bulto en su pantalón—. ¿Y tú? ¿No quieres hacerme nada?

Una risa ronca sale de su garganta y hace lo mismo que yo, sacarme la parte de arriba para observarme.

—Quiero hacerte de todo, Mireia.

Empieza a besarme el cuello mientras juguetea con el cierre de mi sujetador para desabrocharlo con suma facilidad. Jadeo al notar sus dedos, que están fríos en comparación al resto de su piel, acariciar mis pechos.

—¿De todo? —ronroneo y cierro los ojos cuando su boca empieza a besar uno de mis pezones.

—De todo —repite—. Túmbate. —No me da tiempo a hacerlo, él lo hace por mí y se coloca justo encima.

Su boca parece estar en todos lados, al igual que sus manos, que en un ágil movimiento me quita también el pantalón sin dejar de prestar atención a mis otros puntos sensibles.

No quiero quedarme quieta, por lo que bajo mi mano para tocarlo por encima del pantalón. Está muy duro y quiero notarlo piel con piel.

—Sácate el pantalón —ordeno—. Lo haría yo misma, pero...

—¿Pero? —pregunta sin dejar de besarme el cuello y noto cómo sonríe.

—Estás encima de mí y no tengo espacio para moverme —protesto y suspiro—. No seas malo.

No sé en qué momento su mano ha descendido tanto para poder tocarme de forma directa.

—¿Soy malo?

—Muy malo —pronuncio con dificultad. Me cuesta hablar mientras me está estimulando así.

—¿Segura? —Roza mi zona más sensible y sonríe al ver cómo me muerdo el labio inferior—. No estás resultando muy convincente.

—James... —Cierro los ojos y se me escapa un gemido cuando uno de sus dedos entra en mí. Sabe muy bien cómo tocarme.

—¿Ves? —se regodea cuando muevo por inercia la cadera para que no se detenga—. Nada convincente.

Me canso de dejarle hacer, me incorporo y voy directa a hacer lo que le he pedido y no ha hecho: sacarle el pantalón. Lo toco por encima de la ropa interior, notando lo listo que está para mí.

—Estáte quieto —hablo mientras le quito la última prenda y me aparto un poco el pelo del rostro y me arrodillo para estar más cómoda aunque esté sentado en el sofá—. Voy a hacerte feliz.

No le doy tiempo a que diga nada, una de mis manos empieza a estimularlo mientras empiezo a lamerle la punta. Quiero volverle loco, por lo que me tomo mi tiempo, torturándole, yendo muy lenta sin meterla del todo.

—Por favor, Mireia —suplica entre jadeos.

—¿Por favor qué? —pregunto y alzo la mirada para mirarlo.

Tiene la cabeza echada un poco hacia atrás, con los labios entreabiertos. Es una imagen preciosa.

—Deja de torturarme, por favor.

—Si me lo pides así...

Abro un poco más mi boca para tomarla entera y dejo que mi lengua haga el resto. Quiero que acabe, quiero ser yo la que gane en nuestra batalla personal, pero cuando creo que está a apunto de hacerlo, me detiene.

—Vamos a la cama. —Me levanta sin ningún esfuerzo y me coloca en su cintura como si no pesase nada—. Eres preciosa —murmura sin dejar de mirarme, dejándome con cuidado encima del colchón—. Y te quiero muchísimo.

Sonrío y me incorporo para besarlo. No sé en qué momento me he quedado también desnuda, nuestros cuerpos se rozan y provocan, a un solo movimiento de que nos

Me entiende con la mirada, no hace falta que se lo diga, se levanta para buscar un preservativo de uno de los cajones de su mesita de noche. Con lo que pasó aún no he podido volver a ponerme el dispositivo de protección hormonal que llevaba antes.

—Déjame a mí.

Se lo saco de la mano y se lo coloco de forma rápida. De nuevo, me entiende sin que tenga que hablar, se sienta y sus manos van directos a mi cintura para ayudarme. No voy lenta, no puedo. De un solo movimiento hago que seamos uno y lo miro.

—¿Va todo bien, Mireia? —se preocupa al ver que no sigo.

—Te quiero.

Y no hablamos más, son nuestros cuerpos lo que lo hacen por nosotros acompañados de jadeos y gemidos que rompen el silencio.


•❥❥❥•


Solo volver a Barcelona voy directa a hablar con mi padre para decirle mi decisión. No lo había hecho antes porque no tenía la certeza de si James y yo lo arreglaríamos o si funcionaría, pero ahora que lo sé, no puedo posponerlo. Estos días con él han sido la prueba suficiente de que sí, de que si ponemos de nuestra parte como hemos hecho, podemos avanzar juntos.

No vamos a precipitarnos, pero cuanto antes le comunique a mi padre lo que quiero hacer con mi futuro, mejor. Así tiene el suficiente tiempo para buscar una sustituta que se acerque un poco a mi nivel para el hospital.

—Quieres irte a vivir a Estocolmo —repite una vez que se lo he dicho. En lugar de hacerlo de una forma más profesional, he ido a su casa aprovechando una comida familiar con todos. Mucho más práctico, así no tengo que repetirme—. Con tu novio.

—Sí, papá.

—Vale, siento romper el momento, pero no me lo esperaba —comenta Pau lleno de incredulidad—. Es decir, hubiera apostado todo mi dinero que sería él el que se vendría a vivir aquí, no que tú irías a Suecia.

—Hubieras perdido, una pena que no lo hayas hecho.

—Creo que todos lo hubiéramos hecho —gruñe—. Eso no es nada tú. Es que no pareces mi hermana, el amor te ha vuelto tonta o algo.

—¡Pau! —se queja Ona—. No le digas eso, a mí me parece una decisión muy bonita y dudo que tu hermana la haya tomado a la ligera.

—Yo sí me lo esperaba. Era muy obvio —comenta mi madre dando un largo sorbo a su taza de café—. ¿Cuándo va a ser?

—No de inmediato, hay muchas cosas aún de la que discutir y aún necesito un poco más de tiempo para mí misma. Pero como muy muy tarde va a ser dentro de un año.

—Seis meses —dice mi padre—. Es lo mínimo que te pido.

—¿Por qué ese tiempo, papá?

—Porque necesito mentalizarme de que mi hija se va a ir a otro país y no podré verla cada día si quiero.

—¿Y el hospital?

—Eso es lo que menos me importa ahora mismo —admite—. Me duele más saber que te vas a ir tan lejos, pero estoy muy contento por ti. No obstante...

Ahí viene su pero, me lo estaba esperando.

—¿Qué?

—Quiero hablar con James —suelta como si nada—. Creo que es lo mínimo que puede hacer después de llevarse a mi hija a tantos kilómetros de distancia de mí, tener una conversación con su familia para que podamos conocerlo un poco mejor. Solo lo hemos visto una vez.

—Gerard, no te pongas dramático —se ríe mi madre—. Ya conocimos a James y nos cayó muy bien.

—Una cosa no quita la otra. Quiero saber más de él. —Se levanta para poner su brazo en mis hombros en un gesto de protección—. No te preocupes por nada del hospital, empezaré a mover mis contactos internacionales por si puedo ayudarte a que tengas ofertas de algún hospital de Estocolmo.

—Gracias, papá.

—¿En serio no vamos a comentar lo raro que es que se marche lejos? —sigue insistiendo Pau—. Sigo muy sorprendido.

Oriol también se toma muy bien la noticia cuando se la doy, tampoco se sorprende al igual que mi madre, según sus propias palabras acabaría pasando más temprano que tarde. Lo entiende y se alegra mucho por mí, dando por hecho que voy a invitarlo más de una vez para que nos veamos cada pocos meses.

A la única a la que no le sienta demasiado bien es a Neus.

—Me abandonas —protesta y hace un puchero—. Llevamos toda la vida juntas, y te vas a la otra punta de Europa.

—Aún no me voy a ir.

—Bueno, pero te irás, tienes fecha de caducidad.

—Neus, sabes que siempre que me necesites estaré para ti, que podemos seguir hablando a diario, que para eso existen las nuevas tecnologías.

—No es lo mismo y tú lo sabes.

—Podrás seguir mandándome tus dudas médicas —me mofo—, y te voy a responder porque no podré verte en persona.

—Di que sí, tu pon sal a la herida. —Frunce el ceño y me coge la mano—. Estoy muy contenta de que James y tú estéis en el mismo punto y tú des ese paso. Me siento muy orgullosa al ver que no has dejado que tu orgullo te frene, que has luchado por lo que quieres.

—Gracias.

—Pero te voy a echar mucho de menos, voy a ir de visita muchas veces, tenlo claro. No te vas a olvidar de mí. No te voy a dejar que lo hagas.

—Tampoco pretendo hacerlo, eres mi mejor amiga.

—Que no se te olvide —remarca—, yo he estado contigo en todos los momentos importantes de tu vida, cuando se te cayó el primer diente, cuando te quejabas de que no tenías pecho antes de que te creciera, cuando hacías el ridículo por lo pava que eras, cuando perdiste la virginidad...

—Neus, no es necesario recordarlo —la corto.

—Sí lo es. —Me abraza y traga saliva para no emocionarse—. Y que sepas que no se me olvida.

—¿El qué?

—Que me has dicho que vas a responder a todas mis dudas médicas, ya no podrás decirme que tu móvil no tiene rayos X.

—Si lo sé, no lo digo.

—Demasiado tarde, esto es una prueba de las nuestras, voy a anotarlo en una nota para que quede constancia. —Vuelve a abrazarme—. Qué raro se me va a hacer todo sin ti.

—Neus, no me voy ya, aún quedan unos meses.

—¿Y? Voy a estar modo dramático y exagerado todo este tiempo. Mi mejor amiga se va a otro país, es mi derecho quejarme.

—Claro, tu derecho...

—Y dile a tu novio que ya puede venir a Barcelona antes de que te robe al país del frío, porque tengo que dejarle clara muchas cosas.

—¿Debe tener miedo?

—Sí, y de Oriol también. Si se piensa que puede robarnos a nuestra Mireia como si nada lo lleva claro.

Niego con la cabeza y me río. Quedan unos meses para que me marche, pero sé que voy a echarla mucho de menos.

Pero la vida sigue.







*IAM: Infarto Agudo de Miocardio.

*Tibidabo: Parque de atracciones en la ciudad de Barcelona.

*Port aventura: Parque de atracciones más popular de España.


¡Holi! Empieza la última semana de La verdad tras su sonrisa.

Pregunté en Instagram y la opción que ganó es que acabe la novela esta semana, así que hoy último capítulo de Mireia, el viernes el último de James y el domingo el epílogo.

¿Estáis listas? Yo no, la verdad hahaha.

Dicho esto, lo que ha evolucionado Mireia sin dejar de ser ella, ¿eh? Estoy orgullosa de la niña.

Y no sé, poco más por deciros, no estoy lista para acabarla :( Pero se vendrán más cositas, ya veréis en los agradecimientos :) ¿Alguna teoría? jejeje.

Muchos besos, nos leemos el viernes con el último de James


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro