Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Seis


Cuando me reúno de nuevo con Sebastian, no puedo dejar de darle vueltas a cómo ha ido mi quedada con Mireia.

Es, sin duda alguna, una mujer muy lista e independiente, me he dado cuenta de ello con la conversación que hemos tenido.

Y eso me fascina.

Por no hablar de lo segura de sí misma que parecía en todo momento, la soltura con la que hablaba y lo divertida que es.

Creo que en lugar de saciar mi curiosidad, ha aumentado. Necesito saber más de ella, conocerla un poco mejor y saber qué es lo que oculta tras esos ojos que me han fascinado sin pretenderlo.

En el tiempo que hemos estado juntos, aún no he podido decidirme sobre qué color tienen.

Mi mejor amigo espera a que hable yo primero, que sea el que empiece a contarle cómo ha ido, pero no lo hago, permanezco en silencio.

No es que no sepa qué decir, es solo que sé que es muy impaciente y se debe estar subiendo por las paredes al ver que sigo callado.

—¿Y bien? —exige Sebastian, alza una ceja y me examina fijamente observando mi rostro—. Dime que has dejado de comportarte como un tonto con ella, que has mostrado lo genial que eres.

Se ríe y noto lo que está disfrutando al burlarse de mí. No sé ni por qué me sorprendo.

—Valoro la gran confianza que tienes en mí... —protesto y me froto la frente con una mano en un gesto nervioso—. Sé que podía contar contigo.

—Eso es que no, si no hubiera respondido de inmediato. —Él empieza a reírse y yo quiero matarlo. Es el que tiene el control de la conversación—. Me encanta verte así, ¿sabes?

—Sí, lo llevas diciendo desde ayer. Por no mencionar que te encanta divertirte a mi costa... —murmuro y con una mirada nos entendemos, vamos a volver a mi apartamento, ya no hay razones para quedarnos por la calle, por lo que empezamos a andar—. No sé qué me pasa con ella.

—Yo sí, que te sientes intimidado y te atrae físicamente —contesta con mucha calma—. Tienes un flechazo. Lo hablamos ayer, creía que había quedado todo muy claro.

Sí, lo habíamos hecho, pero al haber tenido una conversación a solas con Mireia me ha hecho ver las cosas un poco diferente.

O mejor dicho, no se me ha ido el flechazo, todo lo contrario.

—Sí, tienes razón —admito, no me sirve de nada ocultarle verdad—. Es una mujer muy interesante. Mucho.

—¿Habéis vuelto a quedar? —pregunta mostrando mucho interés.

Ya no está usando ese tono jocoso que le caracteriza, se está preocupando por mí. Este es el verdadero Sebastian, por el que me he quedado en Suecia, el que después de mofarse un poco de mí se pone serio para saber lo que pienso.

—No. Está de vacaciones, dudo que nos volvamos a ver...

—¿Y ya está? ¿Te rindes tan fácil? —Aprieta los labios casi como si no se lo creyese—. Ese no es tu estilo. Vuelves a fallarme.

—Hay que ser prácticos, Sebastian.

—No en esto. —Frunce el ceño y sin previo aviso, sonríe—. ¿Qué más hay que no me cuentas?

Odio que me conozca tanto si le supone un beneficio. No me gusta la situación, es mejor cuando yo soy el que le recuerda que sé lo que hará antes de que lo haga, cuando el que llevemos tantos años al lado del otro sea que me ayude a mí.

—Déjalo, Sebastian.

Me hace caso, o lo parece, lo que queda de trayecto hasta mi apartamento comenta muchas otras cosas, como lo que ha tenido que hacer para matar el tiempo y su aburrimiento cuando yo estaba en lo que él denomina una cita. Que he tardado muchísimo y que le tendré que devolver el favor con creces en un futuro. También que Lena regresa hoy y que tiene ganas de verla y ahí yo aprovecho para devolverle un poco la jugada, mencionándole que se ha vuelto un cursi.

No obstante, ese pequeño descanso que me ha dado se acaba una vez que se ha sentado en el sofá, ha cogido la guitarra como siempre, y vuelve a mirarme.

—Dame una alegría al menos, dime que tienes su número de teléfono, no me falles tanto... Con eso podemos tener un buen comienzo.

—¿Aún con eso?

—Y lo que te queda —admite con una sonrisa y toca unos acordes—. ¿Tienes su teléfono? Puedo ayudarte a enviarle un mensaje que no pueda ignorarlo, mi encanto la va a dejar cautivada...

Alzo una ceja con incredulidad al escucharlo. ¿Encanto? Sí, quizá lo tiene, es algo muy característico en él, junto al gran carisma que lo envuelve. Sin embargo, cuando le hizo falta, sobre todo cuando conoció a Lena, no le sirvió de mucho.

—Tienes el encanto de una babosa, Sebastian —me burlo.

—¡Eso no es verdad! —protesta muy ofendido—. Lena puede decirte que no es así, la conquisté, ¿no?

—O ella te conquistó a ti —rebato y le guiño un ojo—. No quiero tu ayuda en esto, no te preocupes.

—¿Seguro? Podrías mandarle un audio de voz de cierto cantante retirado con una canción que pueda gustarle, que os identifique... —sugiere y toca de nuevo la guitarra mientras canta la primera canción que le viene a la cabeza—. Con eso seguro que no te rechaza.

—Sebastian, no es necesario. Soy más que capaz de hablar con una chica por mí mismo.

—De acuerdo... —murmura y aprieta los labios—. Al menos quiero ver lo que le pones en el mensaje que le vas a enviar ahora mismo. Eso sí que me vas a dejar, ¿no?

Saco mi móvil del bolsillo y es ahí cuando me doy cuenta de que no, no tengo el número de Mireia. Ella no me lo ha dado, solo le he apuntado el mío en el suyo esperando que me enviase un mensaje.

Uno que no ha llegado.

—Vale, no te rías de mí —pido avanzándome a su reacción. Se va a mofar durante años, lo conozco.

—Me pides un imposible —asegura y me escudriña con los ojos—. ¿Qué pasa, James?

—No tengo su número...

—¿Cómo que no lo tienes? —repite casi sin creérselo—. Tu actitud me decía que sí, es más, ¡has sacado el móvil! No me engañes, James. Tengo derecho a ver lo que le pones, es mi obligación como mejor amigo.

—No, no lo tengo —confirmo y se lo paso con total confianza para que vea que es así—. Antes de que ella se marchase me ha pedido que le apuntase el mío para guardarlo.

—¿Y no le has pedido el suyo?

—Pensaba que me enviaría un mensaje de inmediato, así podríamos hablar...

—¡James! —protesta y se levanta incapaz de quedarse quieto—. Eso es básico, ¿tan nervioso estabas? Es que te voy a matar. ¿Tan mal ha ido en la cita? Sabía que no podía dejarte solo, que cuando te ocurren esos flechazos que te vuelves idiota no eres tú...

—No —hablo y no puedo dudar un poco. Puede que mi percepción no haya sido acorde a la real—. He estado muy a gusto. Y por lo que ella me ha dicho antes de irse, también se lo ha pasado bien. No ha faltado conversación ni ha habido silencios incómodos.

—¿Entonces? No entiendo nada. —Asiento sus palabras, yo tampoco lo hago—. Ella te miraba mucho de reojo, me he fijado, y su amiga le ha hecho claramente una encerrona para que os fuerais solos... Una amiga no hace eso si antes no ha habido un acuerdo o sabe algo, básicamente, lo que te he hecho yo.

Siendo sincero, me siento un poco ridículo. ¿Cómo no me he dado cuenta en el momento de ese pequeño detalle?

Sí, había estado muy nervioso, Mireia lo había notado, pero...

Niego con la cabeza, me paso una mano por el pelo y suspiro para zanjar el tema. No me va a servir de nada comerme la cabeza con esto. Ella tiene mi número, o es lo que creo, quizá lo ha borrado solo marcharse de la cafetería.

Y si no es así, la pelota está en su tejado, si quiere hablarme, lo hará, si no... Ella se lo pierde.

—Es igual —le resto importancia y cojo el portátil de encima de la mesa—. No hay para tanto.

—¿Cómo?

—Lo que acabas de escuchar. No le daré más importancia de la que tiene. —Enciendo el ordenador y voy directo al explorador—. Deja de mirarme como si me hubiese vuelto loco, gracias. Sé muy bien lo que hago.

—Es que para mí te has vuelto loco —afirma y vuelve a sentarse a mi lado—. ¿Quieres encontrarla por internet? Te ayudo, somos un buen equipo. El mejor.

—No lo he encendido para eso...

—¿No? —se extraña y mira bien lo que estoy haciendo—. De momento solo tienes abierto el que fue mi gran amigo para saber cosas de Lena y sueco.

—No todos somos tan intensos como tú, ni tenemos las mismas tendencias... —Una vez que he entrado a la web que quería, ya que ayer me la guardé en favoritos, se la enseño bien—. Te vas a apuntar conmigo.

—¡James!

—No acepto un no. Lo que pasó ayer no puede ocurrir de nuevo, me sentí tonto y lo odio. Ayer busqué mucha información, este es la mejor opción y el más completo. Es caro, pero no me preocupa, la calidad a veces se tiene que pagar.

—No, si no digo que tú no te saques el cursillo este —bisbisea—. Pero ¿para qué tengo que hacerlo contigo?

—Porque quiero pensar que si yo me estoy ahogando, como te pasó a ti ayer, vas a ser capaz de salvarme la vida.

—Al menos no entraría en pánico como tú. —Saca la lengua y acaba por reírse—. Sí, lo haré contigo, coordínalo con la Casa Real, ya sabes que ahora no puedo hacer nada sin avisar antes.

—Perfecto. Ahora largo, Sebastian.

—¿Me estás echando?

—Sí —confirmo y él se hace el sorprendido—. Tengo que estudiar, algo que debería haber seguido haciendo ayer, pero no pude ya que alguien se aburría y luego no se iba nunca.

—Me estás haciendo daño... —Sebastian se pone la mano en el pecho en un claro gesto dramático—. No me esperaba esto de ti, James.

—Lo superarás, eres fuerte. Además, ¿no habrá llegado ya Lena?

Eso le saca una sonrisa y asiente ligeramente con la cabeza.

—Me voy, pero que sepas que es porque yo quiero irme, no porque me estés echando. —Se levanta y yo hago lo mismo, por lo que lo abrazo para despedirme—. Que quede claro, ¿de acuerdo?

—Seguro...

Una vez que me quedo solo, me envío unos correos con los encargados de los asuntos de la Casa Real para hacerles saber lo de Sebastian y me pongo a estudiar lo que tengo pendiente.

Más de una vez miro mi teléfono por si hay algún mensaje nuevo de un número que no tengo guardado, pero no es así.

Así estoy durante unos días, en los que por mucho que me intente convencer a mí mismo de que no debo hacerlo, lo hago.

¿Por qué no me habla? Aunque fuese solo un mensaje corto...

Eso hace que repase mentalmente todo lo que hablamos, buscando pistas de algo que le molestase, indicios que indicasen que no me iba a hablar, que solo había sido una excusa para marcharse de forma rápida.

Y no encuentro ninguno.

Todo había ido bien.

Cuando ha pasado una semana me prohibo seguir dándole vueltas. Cumplo con lo que digo en voz alta siempre que Sebastian me pregunta, no hay para tanto, es solo una chica.

No obstante, no puedo dejar de pensar en sus ojos.

—Tienes que darme las gracias —asegura Sebastian mientras pasemos por los jardines de palacio—. En serio, tienes que hacerlo.

Me había mandado un mensaje esta mañana para pedirme que fuera a palacio con urgencia. En un principio había creído que era por el tema del cursillo de primeros auxilios, pero después de llegar me había dado cuenta de que eso ya estaba más que aprobado, que solo quería que estuviera ahí.

—En todo caso sería a mí, Sebastian —murmura Lena y le lanza la pelota a Snö, que va corriendo a por ella—. La idea ha sido mía.

—Bueno, sí —concede y le coge la mano—. Pero es trabajo en equipo, ¿no? Yo te he estado hablando mucho de este problema de James... —Ella deja de prestarle atención a Snö durante unos segundos para mirar a Sebastian, que tiene esa sonrisa que está reservada para ella—. De acuerdo, ha sido tu idea.

—Y aún no sé si es siquiera posible, no lo he consultado con mi padre ni con los encargados de estas cosas... —niega y me mira—. En realidad, no tendría que habértelo dicho aún...

—¡Me podía la emoción! —se justifica Sebastian y ahora es él el que le tira la pelota a Snö—. Tú no lo viste, Lena, tampoco has hablado con él a diario... Lo necesita.

¿Son conscientes de que no sé de qué están hablando? Últimamente les pasa mucho, o al menos cuando estoy delante, se entienden ya con miradas o con palabras cortas.

—¿De qué estamos hablando? —quiero saber—. Estoy perdido.

—De ti.—Sebastian sonríe—. Hablamos de ti.

—Ah, muy bien, ¿y de qué?

—Hemos encontrado... —Lena carraspea y alza una ceja—. Lena ha encontrado —rectifica— una forma de que puedas hablar de nuevo con Mireia.

Suspiro, ¿cómo quiero dejar de pensar en ello si mi mejor amigo no para de recordarlo?

—No es necesario.

—Sí lo es —rebate de inmediato—. Aunque sea solo para que sepas por qué no te habla... Necesitas una explicación.

—Sebastian, no.

Miro a Lena pidiéndole que le haga entrar en razón, pero sé que es una batalla perdida al ver que Sebastian está sonriendo.

—Tengo curiosidad por esa mujer, no voy a negarlo —admite la rubia y deja de andar—. Te conozco de hace años y nunca te he visto de la forma en la que me ha explicado Sebastian que estabas.

—Y seguro que mis palabras no hicieron justicia, se comportaba como un idiota...

Vuelvo a suspirar, si no puedes con el enemigo, únete a él, así que solo me queda escuchar el plan que tienen.

Al ser de Lena no tendrá nada que pueda objetar, nunca deja nada al azar.

—¿Y bien? —pregunto sacándome las gafas.

—Mireia me salvó la vida —empieza Sebastian—. Y bueno, soy el futuro príncipe de Suecia...

—Al grano —pido.

—Sebastian va a formar parte de la familia Real, por lo que le salvó la vida a una persona muy importante en Suecia —sigue hablando Lena—. Por lo que eso se puede usar para darle una condecoración, o algo similar, nada importante, pero sí un reconocimiento por lo que hizo.

—Lo que haría que tuviese que regresar a Suecia... —confirma Sebastian con una gran sonrisa—. Y volverías a verla sí o sí.

—Sé que lo hacéis para ayudar, pero ¿lo he pedido? —comento sin alterarme—. Si no me ha hablado es por algo, no hace falta forzar la situación. Es que te encanta hacerlo, Sebastian. Hiciste lo mismo con Lena y ahora quieres hacer lo mismo conmigo.

—Porque sé que cuando eso te ocurre, es por algo... Va, James, no hay para tanto. Me preocupo por ti...

Sí, sé que lo hace por eso, que no hay mala intención, pero...

No hay nada que pueda hacer.

—¿De verdad puedes hacer eso, Lena? —le pregunto—. ¿Darle una condecoración a alguien por algo tan simple?

—Oye, simple tampoco, que gracias a la chica de la que tienes un flechazo sigo vivo, ¿qué haría Lena sin mí?

—Vivir mucho más tranquila —contestamos Lena y yo a la vez.

Nos reímos, a ambos nos gusta bastante molestar a Sebastian.

—Os odio, pero no sería tan feliz, eso no podéis negarlo.

Ella asiente, sonríe y lo abraza.

—Eso es cierto, no sería tan feliz —concede Lena y me mira—. James, ¿quieres que siga adelante con ello?

—Tampoco puedo negarme, ¿no? —Sebastian asiente—. De acuerdo, haz lo que tengáis que hacer...

—Me lo vas a agradecer —repite mi mejor amigo—. Sé que sí.

No lo hago, ni cuando Lena me confirma con los días que su padre ha dado la aprobación y que van a darle esa condecoración a Mireia.

Saber que volveré a verla me pone nervioso, solo espero no hacer el ridículo de nuevo. Tengo tiempo para pensar bien lo que diré o cómo hacerlo.

Me equivoco, no lo tengo.

Porque Mireia, o creo que es ella, acaba de enviarme un mensaje.

Hola, James

¿Sabes quién soy?







¡Holi!

Pues aquí otro capítulo, y ya salen nuestros Lestian jejeje.

No se me ocurre nada que deciros, así que nada más, muchos besos haha


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro