Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Once


Estoy perdiendo el control de la situación con James.

No sé cómo ha podido pasar ni qué me ha llevado a ello, pero se me está escapando de las manos sin que me dé cuenta y sin poder evitarlo.

¿En qué momento he pensado que besarle el cuello es una buena idea?

Porque no, no lo ha sido, solo me han dado más ganas de las que ya tengo de por sí, que no son pocas, de besarlo.

No he pensado, me he dejado llevar, complicándome la vida por no ser capaz de frenarme.

Me está costando horrores resistirme, esforzándome en tener autocontrol, en no caer en la tentación.

Pero me está resultando demasiado difícil, estoy tan cómoda a su lado, todo fluye de una forma asombrosa y me mira de una forma que me desarma.

¿Él sabe lo expresivos que son sus ojos? Dicen mucho más que sus palabras. Es por ellos que sé que a él también le apetece besarme, que tiene las mismas ganas que yo de hacerlo desde la habitación de hotel.

Quiero convencerme a mí misma de que es más divertido alargarlo, que no sea fácil, volverle loco poco a poco hasta que no pueda más...

Lo tenía todo planeado.

Y he perdido el control.

No sé cómo sentirme al respecto siendo sincera. En muy pocas ocasiones he experimentado esto, suelo ser yo la que tiene el poder, la que decide el cómo y cuándo, divirtiéndome en el proceso y dejándolo de lado si me aburro, lo que ocurre casi siempre.

Suelo perder el interés con facilidad por los hombres, en especial si todo es sencillo y no me suponen un reto o despiertan mi curiosidad, por eso me gusta jugar, probarlos, tentarlos...

Con James no es del todo así.

Sí, en un principio el poder lo tenía yo, pero ya no. El cambio había empezado al hablar tanto por Whatsapp, las larga conversaciones, las bromas con dobles intenciones...

Hasta ahora, que después de haberse negado a devolvérmela estamos más o menos a la par.

—¿Qué te parece? —pregunta mientras estamos delante de una flor—. Es la que se conoce coloquialmente como el lirio del valle, la flor nacional de Suecia.

—Es bonita —concedo y no es que me fije mucho en ella, lo que menos me interesa ahora son las flores—. Como todas las demás que hemos visto.

Eso le saca una carcajada y niega con la cabeza. Nuestras manos siguen entrelazadas y no se me hace extraño ni me incomoda.

No he estado muy pendiente de lo que hay en el jardín botánico, muy bonito todo, sí, pero es que no puedo dejar de pensar en una forma de recuperar el control.

—¿No te gustan las flores?

—Sí, sí me gustan. Me encanta que me regalen flores —confirmo y vuelvo a fijarme en esa en concreto—. Se parece mucho a una flor que sale en un juego con el que me distraigo a veces...

James se ríe y no entiendo nada, ¿ha captado mi referencia?

—Nunca hubiese dicho que eres fan y juegas al Animal Crossing.

Sí, la ha captado.

—Soy un pozo de sorpresas, James —me hago la misteriosa—. ¿Cómo lo sabes tú?

—Te lo he comentado, tengo una hermana pequeña y es muy fan de la saga. No es la única, Freya, la otra princesa y la hermana pequeña de Lena —aclara al ver que no sé de quién habla—, es también muy fan. Fue ella la que me contó que la flor nacional de Suecia es la que sale cuando creo que tienes algo perfecto... —Me río, se nota mucho que no sabe de lo que habla—. ¿Quieres que volvamos ya a Estocolmo? —sugiere y clava su ojos en mí.

Que sea tan atento conmigo es una de las cosas que más me están sorprendiendo de forma positiva. Lo intuía, se le nota por la forma de hablar que tiene, pero me alegra ver que no me he equivocado.

—Sí —afirmo y le guiño un ojo—. Suficiente turismo por hoy.

No diré en voz alta que estoy cansada y tengo sueño, el no haber dormido empieza a pasarme factura.

James asiente, no pregunta al respecto, lo que agradezco, es otra cosa de él que me está gustando, y empezamos el camino de vuelta hacia su coche.

Es atento, al ver que tengo frío, esta vez de verdad, y aunque no lo diga, me rodea entre sus brazos para darme calor corporal.

—¿Mejor? —Asiento y él sonríe, contento de poder ayudarme—. A mí aún me cuesta acostumbrarme al frío que hace aquí.

—¿Eres tú ahora el que busca una excusa para abrazarme?

—Me has pillado... —bromea.

En el trayecto de vuelta seguimos hablando de temas sin importancia, lo que me sirve para conocerlo un poco mejor.

Esta vez es él, porque así se lo he pedido, el que pone música y me deja su móvil para que investigue en sus listas de reproducción de la aplicación de streaming.

—Tienes muchas canciones de tu amigo —señalo mientras cotilleo—. Muchas.

—Todas las que ha sacado —confirma—. Sebastian es un músico increíble. Me gustan mucho sus canciones.

—No he escuchado casi nada de él...

—Hazlo cuando tengas tiempo, solo no pongas ahora una suya —se ríe—. Me las sé de memoria.

—¿Y eso es un problema?

—Lo es cuando las canto sin darme cuenta...

Me gustaría decirle que no me importaría que lo hiciera, que es lo más normal cuando una canción te gusta, pero no lo hago.

Por mucho que estemos muy cómodos con el otro, creo que no hemos llegado aún a ese punto de confianza.

—¿Abba?

—Me dirás que no tienen canciones maravillosas —contesta y aparta durante unas milésimas la vista de la carretera para mirarme—. Es influencia de Lena, también las canciones en sueco y los artista de aquí.

—A Neus le encanta Abba, tiene una obsesión con ellos, se ha visto las películas basadas en el musical infinidad de veces—me sale de forma natural explicarle eso—. Por eso fuimos a Grecia y a sus islas al poco de ser mayores de edad. Quería ver las localizaciones en primera persona.

Uno de los viajes de los que menos cosas recuerdo, todo sea dicho.

—¿Y a ti te gusta?

—Si, no negaré lo que has dicho, tienen canciones maravillosas.

En el viaje también aprovecho para mirarlo de reojo para fijarme mejor en aquellos detalles que a simple vista no se ven de él, como las diferentes tonalidades que tiene su cabello, y sin poder evitarlo, me fijo en sus labios.

No sé cuántas horas llevamos juntos, no he mirado la hora porque no me ha hecho falta, pero que sea incapaz de estar hablando con él y no estar pendiente de su boca hace que me dé cuenta de que necesito estar sola.

James me está afectando más de lo que me pensaba.

—Gracias por el día de hoy —murmuro una vez en el vestíbulo del hotel—. Me lo he pasado muy bien.

—Yo también —murmura y noto que no sabe qué decir o cómo seguir.

Quizá es mi impresión, pero tengo la sensación de que está debatiendo interiormente si invitarme a cenar o no, y por mucho que me apetezca seguir pasando tiempo con él, si lo hago, perderé en mi propio juego y eso no va a pasar.

No hoy al menos.

—Nos veremos mañana —aseguro sin esperar a que lo niegue, espero que esté ahí—. Eres mi acompañante en el caso de que no te hayan invitado.

—No se te olvida...

—No. —Lo abrazo para despedirme. Me siento tan bien con él que se me hace extraño—. Me voy a dormir, estoy muy cansada.

—Si estabas cansada podríamos...

—No —lo interrumpo, adelantándome a lo que va a decir—. No podríamos haber vuelto antes. James, me lo he pasado muy bien. Muy muy bien —remarco. Sé que le gusta escucharlo, así que sonrío—. Adiós, James.

—Adiós, Mireia.

Le doy un beso en la mejilla, o esa es mi intención, ya que acabo dándoselo muy cerca de la comisura de los labios.

No me espero a que me diga algo más, porque si lo hace quizá acabo besándole, o no pondré ningún impedimento a que él lo haga si toma la iniciativa.

Voy directa al ascensor para subir a mi habitación y ahí lo primero que hago es sacarme los zapatos, ponerme el pijama y hacerme un moño improvisado.

Llamo al servicio de habitaciones para pedirme la cena, algo ligero y doy mi número de tarjeta para que me lo cobren a mí.

Miro el móvil, porque no he estado pendiente de él desde que he visto a James. Quito las notificaciones, porque me pone nerviosa tener muchas, solo contestando los mensajes que son de trabajo y de Neus.

En lugar de responderle con un mensaje o un audio, le mando uno de los selfies que nos hemos hecho hoy.

La conozco, no va a contestarme por mensaje, va a llamarme, así que coloco bien el móvil, apoyándolo en el cabecero de la cama, preparada para contestar.

Sois muy monos —es lo primero que dice solo verla en pantalla—. ¿Dónde te llevó?

—¿Solo vas a decir eso?

No, tengo muchas preguntas. He estado enviándote mensajes toda la tarde, podrías haberme contestado... —me reprocha—. No me hagas esto más.

—No he querido mirar el móvil, no me ha apetecido.

Eso es que has estado muy a gusto. Lo sabía, te lo dije —se regodea—. ¿Cómo te recibió? ¿Iba guapo? ¿Lo tenía todo planeado?

—Neus, frena.

No, no freno. Respóndeme —gruñe—. ¿Te fue a buscar con flores? No, mejor no, pobres flores.

—Si no me dejas hablar, poco te puedo contar...

—Espera, antes de contar déjame que me haga un Colacao —habla con rapidez—. Me has pillado justo antes de tomármelo.

—Pues me escuchas mientras te lo preparas.

Ella se calla y me mira con esa sonrisita tan típica suya, la misma que tiene desde parvulario y no me interrumpe.

Empiezo por el principio, aunque eso ya lo sabe, lo tranquila que estaba por el viaje y la forma en la que lo tenía todo planeado.

Pero James ha conseguido trastocar mis planes..

Le cuento cómo me he sentido, lo bien y fácil que ha sido todo, lo atento que es, la forma en la que nos hemos tentado de forma constante...

Seguro que estás minimizando lo cruel que has sido —asegura sin parpadear—. Cuando te da por jugar, juegas hasta niveles extremos.

—Tampoco tanto...

Sí, Mireia, sí —rebate de inmediato—. A veces lo llevas al límite.

—Es divertido, ¿qué quieres que te diga? —Me encojo de hombros—. Y sé que a James también se lo ha parecido.

No estoy tan segura de ello, has sido mala, es que no tengo dudas.

—No soy mala...

Mireia, me apuesto lo que quieras que lo has provocado de muchas formas para ver su reacción...

—Sí, no voy a negar lo evidente. Pero...

Me callo porque ella lo sabe, no hace falta que lo diga con palabras.

James me ha sorprendido para bien. Me ha gustado estar a su lado y he querido besarlo.

Conozco esa mirada —apunta y vuelve a poner esa sonrisita—. Has estado muy cómoda con él, ¿verdad?

Mucho.

Y has querido besarlo, ¿a que sí?

Varias veces —confirmo con un ligero asentimiento de cabeza.

Y no lo has hecho porque estás jugando... —asume y resopla—. Eres cruel. Mi mejor amiga es cruel. ¿Y él cómo se lo ha tomado? Además del calentón que seguramente debe tener.

—Bien. No sé, todo ha sido muy fluido...

—Pero estás sola, ¿por qué no estás demostrándole que para hacer bien el amor hay que ir al sur?

—Sabes tan bien como yo que esa canción no se refiere solo a España. —Pongo los ojos en blanco y al escuchar que llaman a la puerta de mi habitación me levanto—. Dame un momento.

—Ojalá sea James que ha decidido no hacerte caso y quiera empotrarte... —No le respondo, sé que es la cena, aunque una parte de mí, durante unos segundos, ha querido que lo que ha dicho se cumpliese, que sea James—. Bon profit ¹² —dice al verme con la comida—. ¿Mañana qué?

Mañana la condecoración y no lo sé, quizá descanso, estoy agotada.

—¿Descansas con James?

—Dejamos el tema.

No, no vamos a dejarlo. Has conectado con él, como ya sabía, ¿por qué no te dejas de tus jueguecitos?

Porque no, Neus. ¿Te digo algo yo de los tuyos? —ataco con una sonrisa—. Porque según me contaste estás ignorando a esa fotógrafa par ver qué hace.

—Te odio. No me riñas más. Odio cuando me riñes.


•❥❥❥•


No estoy nada nerviosa, nunca lo estoy en situaciones así. Sé lo que debo hacer, cómo saludar a la princesa y al rey si está ahí. Lo repasé con mi madre varias veces para no cometer un error, la forma en la que debo dirigirme a ellos, cómo saludarlos...

Todas esas cosas de protocolo que no están de más saber pero que parecen no ser suficientes.

Estoy en una sala aparte de lo que es el salón donde va a ser el acto en sí. Esperando a la princesa, supongo, o a alguien que me lleve hasta ahí.

Tampoco tengo prisa, aún queda para la hora que me dijeron y no dudo que se celebrará con mucha puntualidad.

Cuando la puerta se abre me levanto por educación y bajo un poco la cabeza, preparada para hacer una pequeña reverencia, al ver que es la princesa Lena junto a su prometido.

No, por favor, nada de formalidades —pide en un perfecto castellano—. Quería conocerte antes del acto por eso estoy aquí. Es un placer, Mireia.

Me ofrece la mano para saludarme y se la doy. Tiene una gracia natural y un porte aristocrático, impone y no es que yo no me tenga en alta estima.

—Vamos a hablar en inglés —habla Sebastian con una expresión divertida—. Así yo os puedo entender. —También me tiende la mano para saludarme—. Encantado de volver a verte, Mireia.

—Digo lo mismo —hablo con seguridad y me centro en Lena—. Es un placer conocerle, alteza.

Ella se ríe, mira de reojo a Sebastian, como si tuviesen una broma interna y me sonríe.

—Acabo de decirte que nada de formalidad —insiste—, puedes tutearme, haré lo mismo contigo. Es más, te pido que me tutees. Te deben haber explicado ya cómo va a ser el acto. —Asiento, desde un primer momento lo han hecho—. Será muy breve, te pondré lo que es como una insignia, nos harán unas fotografías y ya está.

—Perfecto.

—¿Puedo decírselo yo, Lena? —habla Sebastian y al ver la mirada de la aludida sé que se ha precipitado—. Como va a ser tan breve, si a ti te apetece, nos gustaría invitarte a palacio para poder hablar con calma al acabar. Lo que sería una quedada entre amigos, ¿no? —esboza una sonrisa—. Después de todo, me salvaste la vida, eso nos hace casi íntimos. Por no hablar de...

—A mí me encantaría poder hablar un poco más contigo —lo interrumpe Lena—. Sin actos oficiales o lo que implican, en un ambiente cómodo y relajado.

—Sería todo un honor —admito y me doy cuenta de que he vuelto a tratarla de usted por lo que rectifico—. Gracias por invitarme.

Poco después el que debe ser uno de los encargados del acto nos viene a buscar y los sigo, fijándome en las interacciones que tienen entre ellos.

No van de la mano, tampoco he visto ningún gesto cariñoso por el momento, pero no les hace falta, tienen una complicidad que se ve a simple vista.

Soy la primera en entrar en la sala y veo que está todo perfectamente decorado. No hay mucha gente, solo unos fotógrafos, alguno supongo que de algún medio español, seguridad y James.

Él me saluda con una gran sonrisa y hago lo mismo, está un poco apartado, pasando desapercibido, pero está aquí.

No he hablado con él desde que nos despedimos en mi hotel, tampoco nos hemos mandado mensajes por lo que me alegra que esté aquí.

Cuando entra Lena empieza a hablar en sueco, dando órdenes supongo, sigo las indicaciones que me indican y me coloco donde me dicen.

Ella da un discurso del que no entiendo nada, aunque disimulo lo mejor que puedo y mi mirada se va más de una vez a James, que está muy pendiente de mí.

Hago una medio reverencia delante de Lena para saludarla como se debe y ella me coloca una bonita insignia en el pecho.

Posamos para las fotografías una al lado de la otra, unas que se hacen eternas, y cuando la prensa se marcha, hago lo mismo, siguiendo de nuevo las indicaciones que me dan.

—Te queda muy bien el vestido. —Me giro para ver a James detrás de mí—. Para no habértelo probado antes te sienta de maravilla.

—Te dije que me quedaría bien —me regodeo y lo saludo con un abrazo—. Has venido.

—¿Tenía otra opción? —rebate.

Va mucho más elegante de lo que suele ir, acorde al código de etiqueta que hay para el evento. Le sienta como un guante la camisa y la americana.

—No, no las tenías —el que responde es Sebastian, que coloca un brazo por encima de su hombro con total familiaridad—. Yo también lo he obligado a venir.

—¿Eso es que no querías? —indago y alzo una ceja con curiosidad.

—En ningún momento dije que no —se justifica, apretando los labios—. Por cierto, Mireia, si a ti te va bien me gustaría que...

—No pierdas el tiempo, me he adelantado —se mofa Sebastian—. Bueno, Lena y yo nos hemos adelantado. Vamos a ir los tres juntitos a palacio en el mismo coche. Lena ya se ha marchado, cosas de seguridad al ser la futura reina...

Por lo que conozco a James, la confesión no le toma por sorpresa, pero frunce levemente el ceño, como si hubiese preparado muy bien lo que me iba a decir.

Sebastian es tal como me había imaginado gracias a las dos conversaciones que habíamos tenido, el día que evité que se ahogase y el siguiente cuando nos volvimos a encontrar, y a lo que me había contado James de él. Es muy extrovertido, no se calla y no deja de contarme anécdotas de cuando eran adolescentes, en lo que creo que es un intento de venderme aún más a su mejor amigo.

Al llegar a palacio, James se queda a mi lado para acompañarme, se nota muy bien que conoce el lugar, que pasa aquí mucho tiempo. Nuestras manos se rozan en varias ocasiones, pero no sé el motivo por el que no entrelaza nuestros dedos. Acabamos en lo que es un salón de té en el que las mesas auxiliares están llenas de todo tipo de dulces y reconozco varios porque son típicos de la gastronomía catalana, como las catànies¹³.

—Me tienes que decir lo que llevan —pide Lena señalándolos al sentarme en uno de los sofás—. Están exquisitos.

Sé que han encargado esos dulces para que me sienta más cómoda. Es un buen detalle, pero no era necesario.

La conversación fluye con mucha facilidad, Lena se interesa por mi trabajo y por mi especialidad médica, valorando mucho mi profesión y dedicación. También hablamos de moda, elogia mi vestido y se interesa por la diseñadora.

No me siento fuera de lugar, la verdad, es como si estuviera entre amigos.

—Bueno, ¿y qué tal vuestra cita ayer? —pregunta Sebastian, señalándonos a James y a mí—. No es que no me interese de lo que estamos hablando, solo que esto un poco más.

James se atraganta al dar un sorbo de café y se disculpa con la mirada.

—Sebastian. —Lena lo mira, regañándolo sin palabras y él se limita a encogerse de hombros—. No vayas por ahí.

¿Necesito una confirmación más para saber con certeza que esto de la condecoración ha sido una encerrona para que nos volviéramos a ver?

No me molesta, no cuando he visto una faceta de James que me gusta. Por no hablar de lo bien que nos entendemos y lo que me estoy divirtiendo.

—Sé que a Mireia no le molesta la pregunta es una mujer muy directa, ¿verdad? —asume Sebastian y me guiña un ojo.

—Hay cosas que es mejor dejarlas con la duda y el misterio. —respondo con mucha seguridad—. ¿Verdad que sí, James?

Sebastian se empieza a reír a carcajada limpia y decide cambiar de tema. No sé qué esperaba con la pregunta, pero no voy a compartir mis pensamientos de la cita que no fue una cita con su mejor amigo.

Un par de horas más tarde, James se ofrece para llevarme a mi hotel alegando que tiene su coche aquí. Es una excusa para estar conmigo, pero no voy a quejarme.

Por mucho que me lo haya pasado bien, creo que me hubiera gustado más que solo hubiésemos estado él y yo.

—Siento las preguntas indiscretas de Sebastian —se disculpa solo arrancar el vehículo—. Sobre todo la que nos conciernen a ambos. Es muy curioso.

—No me han molestado, es tu mejor amigo, Neus habría hecho exactamente lo mismo.

Dejo la mano en su pierna en un gesto cariñoso. No me privo de hacer nada que no quiera, a excepción de besarlo, pero todo lo demás lo he hecho.

Él saca una mano del volante y entrelaza nuestros dedos. Debería protestar, decir que tiene que tener ambas manos para controlar mejor el coche, no obstante, no lo hago. Sonrío y él hace lo mismo.

—¿Quieres desayunar mañana conmigo? —propone, mirándome a los ojos aprovechando que un semáforo está en rojo—. Podemos pasear un poco por el centro y te llevo luego al aeropuerto.

—¿Me estás proponiendo una cita? —Me muerdo el labio inferior para no reírme.

—¿No eres tú la que dice que tenemos citas que no lo son? —contesta con rapidez—. Pero si quieres verlo así, sí, te estoy invitando a salir.

Me pregunto el motivo por el que no me está invitando a salir esta noche, que lo pasa directamente a mañana.

¿Está dándome espacio? ¿No quiere presionarme? Sea lo que sea, me gusta su actitud.

James está consiguiendo que me pregunte demasiadas cosas, que tenga curiosidad por saber qué va a hacer.

Y eso solo me dan más ganas de alargar el juego.

—Entonces mañana tendremos una cita hasta que me vaya.


•❥❥❥•


Se me han pasado las hora con James demasiado rápidas.

Hemos quedado muy pronto por la mañana, a horas que suelo dormir si no tengo nada que hacer.

Me ha invitado a desayunar, me ha acompañado a comprarle un disco de vinilo de Abba para Neus, hemos paseado por el centro de Estocolmo...

Quiero aparentar que no me importa marcharme, que me da igual volver a Barcelona tan rápido, pero no es tan fácil como me espero.

Ha sido un viaje breve, no tenía expectativas y creía que acabaría por aburrirme de él, que sería lo que necesitaba para darme cuenta de que no se está formando nada entre ambos.

No ha sido así.

James me está llevando la maleta y nuestras manos están entrelazadas, como cuando hemos estado paseando por Gama Stlan por la mañana.

La tensión que hay entre ambos está empezando a ser insoportable y siento que mi autocontrol es casi inexistente llegados a este punto.

—¿Sabes? —murmuro al detenernos poco antes de que pase el control—. Me has sorprendido.

—¿Para bien? —se aventura y alza una ceja—. Espero que sí.

—Para más que bien...

Nunca me han gustado las despedidas, no sé qué hacer o lo que decir. Suelo ir al grano, decir adiós y marcharme sin más.

Pero con James no me sale, no puedo.

Intenta disimular una sonrisa al escucharme, sin éxito, y me la contagia, sonrío y lo abrazo como se ha convertido en un habitual en las horas que hemos pasado juntos.

Ya no se extraña de que lo haga, me lo devuelve y coloca las manos en mi cintura.

—Mireia.

Me alejo un poco, con los brazos aún rodeando su cuello, para mirarlo a los ojos.

—Dime. —Se piensa mucho lo que va a decir, se relame el labio inferior y traga saliva—. ¿Qué pasa?

—¿Sigues pensando que sería demasiado fácil si nos besamos?

Acaba de desarmarme. No me esperaba que él fuese tan directo.

—¿Eso es que quieres besarme? —rebato y rozo mi nariz con la suya de forma voluntaria para tentarlo. La que tiene el control soy yo.

James se ríe pero no se aparta, hace lo mismo que yo, me tienta. Me acerca aún más, si cabe, a él, apretando un poco el agarre en mi cintura y volviendo a rozar nuestras narices.

—¿Y tú a mí? —repite mi pregunta—. ¿Quieres besarme?

Sí, quiero besarlo. Llevo reprimiendo las ganas todo el tiempo que hemos compartido.

—Repetir lo que una dice no es de ser muy educado... —Me muerdo el labio inferior con un clara intención, provocarlo aún más.

Quiero que sea él el que me bese, el que no sea capaz de resistir más, el que pierda el juego.

Pero él aguanta. No sé cómo, pero lo hace.

—Y no responder a una pregunta tampoco lo es...

Tiene las pupilas ligeramente dilatadas, quiere lo mismo que yo, ¿por qué no lo hace?

—Entonces somos un poco maleducados... —susurro y aprovecho la posición en la que estamos para acariciarle el rostro—. ¿Alguna vez te he dicho lo guapo que eres?

—Sí, alguna vez que otra —concede con una medio sonrisa ladeada—. Te fijas mucho, ¿no?

—¿Puedes culparme? Es difícil no hacerlo.

—Es curioso, a mí me pasa lo mismo —afirma con la voz un poco más grave—. Sobre todo cuando me miras así...

—¿Así? —me intereso aunque sé la respuesta—. ¿Así cómo? —pregunto mordiéndome el labio de nuevo.

—Lo sabes muy bien, Mireia.

Me inclino un poco para adelante, volviendo a colocar los brazos alrededor de su cuello, hundiendo los dedos en su cabello y tensando aún más la cuerda entre ambos.

—James... —susurro.

—¿Sí? —cuestiona con los ojos levemente entrecerrados y los labios entreabiertos.

—¿Quieres besarme? —insisto.

—No tiene sentido preguntar algo cuando ya sabes la respuesta.

—Quiero oírte decirlo, James.

No contesta, baja la mirada hacia mis labios para subirla poco después para retarme con los ojos.

—Sí.

Y no me lo pienso más, no dejo que mi autocontrol gane, no me resisto más.

Lo beso, tomándolo por sorpresa al principio. No le doy tiempo a que se arrepienta o me pregunte si estoy de acuerdo, devoro sus labios con ímpetu.

No sé si es por lo que he pospuesto el momento, ya que la decisión ha sido toda mía, o porque realmente sabe lo que hace, pero me siento bien.

Muy muy bien.

Es como si nuestras bocas se conocieran de antes, como si se hubieran echado de menos sin haberse probado.

Siento un ligero sabor a café, el que ha tomado antes de venir, en su lengua, y me gusta, lo saboreo sin perder las ganas de seguir demostrando que la que tiene el poder soy yo.

No me salen pensamiento racionales, me da igual todo, James está volviéndome loca solo con su boca y la lengua.

Me pega más a él aprovechando que sus manos siguen en mi cintura, provocándome un ligero jadeo al notar el calor de su cuerpo.

Atrapo su labio inferior con los dientes y tiro suavemente de él, mordiéndolo para seguir tentándolo.

Escucho un leve gruñido que queda disimulado con el juego de nuestras lenguas. Cuando quiero volver a provocarlo, se adelanta a mis intenciones, me muerde la punta de la lengua para luego dar suaves caricias que me vuelven loca.

Me pierdo en sus labios, me pierdo en su boca y tengo muy claro que con un solo beso no tendré suficiente.

Quiero seguir besándolo, pero él saca la fuerza de voluntad que yo tengo para poner unos milímetros de distancia entre ambos.

—Mireia... —susurra.

Quiere hablar, preguntarme el motivo por el que ahora sí lo he besado y me he lanzado al abismo de lo que se ha formado entre ambos, sucumbiendo a lo que ambos queríamos.

Pero no me apetece. Solo quiero volver a probar sus labios y olvidar que he sido yo la que ha alargado esto, la que ha puesto el freno.

No me importa, no ahora, no cuando con un simple beso ha sido capaz de provocarme sensaciones que hacía tiempo que no sentía.

—Ven a verme a Barcelona.

Y antes de que pueda responder, vuelvo a besarlo, sabiendo que voy a quedarme con ganas de más.

De mucho más.

Aunque no seré la única.





¹² Bon profit: Catalán, viene a significar que aproveche/buen provecho.

¹³ Catànies: Dulces típicos catalanes, concretamente de Vilafranca del Penedès, inventadas por el chocolatero Joan Trens i Ribas en los años 30's. Su preparación es simple y a la vez compleja: Una almendra Marcona caramelizada, bañada en chocolate blanco (o praliné) y rebozada con cacao puro en polvo.


SE HAN BESADOOOOO.

Es que esa tensión no es normal, me encanta escribirlos, no voy a negarlos, son tan monos. Mireia es tan ella y James es un bebé adorable.

Y los Lestian con el cameo, mi otp bonita.

¿Os ha gustado el capítulo? ¿Quién creéis que narra el siguiente?

Nos leemos dentro de dos semanas :)

Pd: si eres nuevo lector, no te olvides de darle a la estrellita y comentar :)



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro