Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Dieciséis


Es muy gracioso ver a James tan nervioso e incómodo por una sola frase de su mejor amigo. Me recuerda a cuando nos conocimos por primera vez, que era incapaz de hablar con rapidez y se pensaba mucho lo que iba a decir, casi como si no se atreviera.

Como le he dicho, a mí no me importa, me ha dado la sensación de que ha sido un comentario más para molestarlo que porque lo piense de verdad. No conozco mucho a Sebastian, pero por lo que he coincidido con él le encanta meterse con su mejor amigo. En el caso de que sea verdad lo que ha dicho, y lo haya dicho en serio, ni me lo he planteado, queda muy lejano ese momento.

James y yo... Él y yo... Sinceramente no lo sé.

No es que hayamos estado mucho tiempo en persona juntos, es más, podría decirse que estos días en Barcelona vendrían a ser nuestra segunda cita, la primera había sido en Estocolmo cuando me dieron la condecoración porque la primera vez no cuenta, pero pese a eso, tengo la sensación de que hace más tiempo que nos conocemos.

No sé si será porque hemos hablado casi a diario, contándonos tonterías y casi toda nuestra vida, o porque hay algo que se me escapa.

No me gusta pensar mucho en ello, tampoco quiero hacerlo, pero es más que obvio que nos entendemos muy bien, no solo en el ámbito sexual, en la que ha superado mis expectativas con creces, también en lo cotidiano y simple.

Todo con James es fácil, demasiado fácil y eso me hace comerme la cabeza y dudar un poco aunque no lo pretenda. Así que por el momento prefiero no pensar en esa propuesta futura porque no me va a servir de nada.

Lo único que tengo claro es que James me gusta mucho y el tiempo a su lado se me pasa de una forma asombrosa, casi sin darme cuenta.

—¿Dónde te apetece que cenemos? —pregunto para no alargar el silencio.

Puedo imaginarme lo que piensa, le debe estar dando vueltas a lo que ha dicho Sebastian, alguna forma de disculparse o restarle importancia, así que prefiero que no siga con ello, no es necesario.

—Eres mucho de no comer en tu casa, ¿verdad? —asume y no va muy errado, con lo ocupada que estoy casi siempre prefiero no perder el tiempo de ese modo.

Por mi trabajo, mis horarios son un poco caóticos.

—Sabes la respuesta a ello, James —me rio y le guiño un ojo con mucha complicidad—. ¿Qué tipo de comida te apetece?

Se muerde el labio de forma inconsciente al pensar y yo no me reprimo a besarlo.

Estamos así durante un tiempo, besándonos como dos adolescentes que no son capaces de reprimir sus impulsos hasta que él se aleja un poco y me mira fijamente.

Una de las cosa que más me gustan de él son sus ojos, lo azules que son y lo que expresan sin tener que decir nada.

Sonrío mientras me acaricia la mejilla, un gesto habitual en él, es cariñoso y atento. Acabo por hacer lo mismo, sonreír mientras lo observo, captando los máximos detalles posibles de su rostro. Cada vez me parece más guapo de lo que ya es.

—¿Puedo proponerte algo?

Por lo que lo conozco, no va a ser nada fuera de lugar, no con lo correcto que es, así que decido jugar un poco.

—Depende —me burlo al ver que se ha puesto muy serio—. ¿Es algo que implica que repitamos lo de esta mañana? Porque si es así mi respuesta es afirmativa.

—Mireia, estoy hablando en serio.

—Y yo también —sigo riéndome de él y hago lo mismo, le empiezo a acariciar la mejilla para acabar tocándole también el cabello—. Te escucho.

—Quedémonos esta noche en tu apartamento —propone.

En otras palabras, quiere que nos quedemos solos, sin nadie que nos moleste y que estemos tranquilos. No me parece mal, solo tengo que posponer lo que tenía pensado y es bastante fácil, no había reservado en ningún sitio ni pagado dinero.

—¿Y para cenar nos comemos el uno al otro? —ronroneo y la mano con la que lo estoy acariciando empiezo a descender poco a poco sin ser demasiado atrevida al estar en un sitio público—. No es una mala idea y seguro que en ese sentido no me voy a quedar con hambre.

—¿Puedo cocinarte algo? —Abro los ojos con sorpresa, para nada era lo que esperaba—. Aunque no es que tengas mucha comida en tu casa, prepararte el desayuno ha sido complicado.

Es un detalle muy bonito por su parte, no voy a negarme a algo así. Además, seguro que es divertido provocarlo mientras cocina.

—Vayamos a comprar, eso no es un problema. —Me levanto de golpe y le ofrezco la mano para que haga lo mismo—. Pero sigo pensando que tú sin ropa serías mucho mejor. Puedes ser mi postre. —Aprieto los labios—. Puedes no, vas a serlo.

—Mireia...

—¿Qué? —pregunto entre risas y cuando se levanta, vuelvo a besarlo—. Va, vamos, antes de que se nos haga tarde.

En el camino de vuelta hasta el coche vamos de la mano, como hemos hecho durante toda la tarde y le sigo contando curiosidades y datos curiosos de la zona en la que estamos.

Antes de coger el coche le pido unos minutos a James para mirar el móvil, ya que necesito saber si ha habido alguna novedad o problema con mis pacientes. Todo va bien, pero reprimo una carcajada al ver que Neus ya ha hecho de las suyas y ha comentado la fotografía que he subido en instagram.

Una vez que he acabado, conduzco hasta el centro comercial más cercano, una antigua plaza de toros reformada, a menos de diez minutos de Montjuic, y le pido a James que me siga. No es el sitio habitual en el que compro, pero para lo que sea que quiera comprar va a servir, en el Mercadona²¹ hay de todo.

—Una de las cosas que siempre quise hacer cuando acompañaba a Sebastian en sus giras, y nunca pude porque era imposible, era entrar a supermercados de diferentes países.

—¿Por qué? —Me giro en las escaleras mecánicas para mirarlo fijamente.

—Curiosidad —responde con sencillez—. Me gusta probar cosas de cada típicas de cada país, ver qué hay característico... Y si tu pregunta es el motivo por el que era imposible, es...

—No soy tonta, James, sé el motivo.

—Al vivir en Estocolmo me sorprendí de lo distinto que era todo, acostumbrado a comprar casi todo en grandes cantidades... ¿Me dirás qué es típico y solo se vende aquí?

—Por supuesto, y vamos a comprar todo lo que quieras, yo te invito —afirmo y le sonrío al ver lo sencillo que es—, no solo lo que quieras hacerme para cenar.

—¿Te das cuenta de que odias que te invite pero tú no dejas de hacerlo? —murmura con mucha calma—. Es injusto.

—Sé que vas a invitarme a cenar un día de estos, así que tu argumento no sirve. —Antes de que pueda rebatir, lo callo con un beso y entramos en el supermercado. Sin poder evitarlo, empiezo a tararear el hilo musical—. No me mires así.

—No puedo evitarlo, ¿qué estás diciendo?

—La canción es adictiva, siempre me pasa cuando entro—confieso y me río—. ¿Qué tenemos que comprar? —Me espero a que me diga qué quiere, pero no lo hace—. ¿Vas a decirlo o...?

—¿Aquí hay pescado fresco?

—¿Pero crees que vivimos en una cueva o algo? —me mofo y sigo las indicaciones de los carteles para llegar a la pescadería y cogemos turno—. Muy bien, ¿qué es lo que queremos?

—Para hacer sushi, así que salmón y atún. Al menos de pescado, también necesito aguacate, algas para los makis...

—¿Sabes hacer sushi casero? —lo interrumpo y él asiente—. No diré lo que pienso hasta que lo pruebe, pero...

—¿Pero? —insiste.

—No te adelantes, James. La paciencia es una virtud.

Al hacer la compra con él tengo la sensación, por enésima vez, que todo a su lado es sencillo. Ir a la compra no es una de las cosas que más me gustan del mundo, lo hago lo mínimo posible quizá por eso mi nevera da pena, y casi nunca lo he hecho acompañada, la únicas personas con las que he ido han sido Neus y Oriol, y el último porque estuvimos casi viviendo juntos.

Una vez que James se asegura que en el carrito de la compra está todo lo necesario para hacer la cena, vamos por los pasillos buscando caprichos. Sin que tenga tiempo de pensarlo, cojo aperitivos que sé que son típicos de aquí, como patatas con sabor a jamón serrano, y él hace comentarios respecto a lo raros que somos los españoles respecto a la comida.

—¿Qué es esto? —pregunta cuando añado pipas—. ¿Cómo se come?

—Confía en mí, esto es uno de los mayores placeres de la vida.

—Has dicho lo mismo de casi todo lo que has cogido... —Mira el carrito y suspira—. Eres consciente de que no seré capaz de comerme todo esto, ¿no?

—Muchas de estas cosas tardan en caducar, es una buena excusa para que vuelvas a Barcelona... —sugiero como si nada—. Prometo que no voy a comérmelas. Bueno, el fuet quizá sí, pero es que el fuet²² me puede.

Lo he dicho con ese tono tan casual queriendo, para restarle importancia, aunque ha sido totalmente en serio. Me siento tonta de pensar que aún no se ha ido y ya quiero que vuelva.

—Como si me hiciera falta tener una excusa para volver si tú me invitas—susurra y me coge de la mano.


•❥❥❥•


Al llegar a mi apartamento, le indico a James dónde puede dejar las bolsas, que se ha ofrecido a cargar aunque pesan muchísimo. Me siento en una de las sillas de la isla de la cocina y me sirvo una copa del vino que hemos comprado.

—¿Eso es que no me vas a ayudar? —pregunta mientras sigue sacando todo lo que hemos comprado.

—¿Quieres que lo haga? —rebato y doy un largo sorbo de vino—. Porque no sé si te has dado cuenta, pero no se me da muy bien la cocina. Es uno de mis pocos defectos.

—Estamos en tu casa, ¿no?

—El que se ha ofrecido para cocinarme has sido tú, James. —Veo que busca con la mirada algo y me levanto para abrir el armario donde está la olla aún con la copa en la mano—. ¿Es esto lo que quieres?

—¿Cómo lo has sabido?

Niego con la cabeza y no respondo a su pregunta, ni yo misma sé la respuesta, podría haber buscado cualquier otro utensilio que le hiciera falta, es tan organizado y metódico que seguramente quiera tener todo a la vista antes de empezar a prepararlo.

Lo observo en silencio mientras se desenvuelve en mi cocina, se nota que sabe muy bien lo que hace y de tanto en tanto me mira para preguntarme dónde están según qué cosas y lo entiendo sin que hable, se lo señalo con un gesto o se lo indico.

Me encanta verlo, no voy a negarlo, está tan concentrado y serio que me atrae aún más.

—¿Qué se te da mejor? —le pregunto y cojo uno de los cuchillos del set para cortar que tengo—. Hablo de la cocina, sé muy bien cual es una de tus cualidades y habilidades...

—¿Siempre hablas con ese doble sentido?

—Me encanta ver tu reacción. Eres adorable—admito y con el cuchillo señalo uno de los trozos de pescado—. ¿Lo corto?

—¿Vas a ser capaz?

Eso me ofende, así que con rapidez y precisión corto tanto el salmón como el pescado para hacer los nigiris.

—¿Decías?

—¿No me has dicho que no sabes cocinar?

—Soy cirujana, James.

—Y una muy buena a mi juicio —deja caer con una risa leve. Antes de preguntarle cómo puede saber eso si no me ha visto trabajar, se coloca detrás de mí, rodeándome con los brazos y desliza su mano hacia la mía, tomando los ingredientes con parsimonia, dejando que ambas se rocen. Ahora sé a lo que se refiere—. Están muy bien, pero son demasiado... clínicos.

—¿Es eso un defecto? —Giro un poco la cabeza para mirarlo.

—En esto sí, tienen que ser más finos, te han quedado un poco gruesos. —Su barba roza mi cuello haciendo que tenga unas leves cosquillas, pero no me muevo—. Para ser la primera vez está muy bien.

—¿Me enseñas cómo tienen que ser? —pregunto y clavo mi mirada en los trozos de pescado crudo. No veo por ningún lado el concepto que son muy clínicos.

—Claro —murmura y al ver que no me muevo, creo que sonríe—. ¿Así?

—¿Por qué no? —rebato—. Guía mis manos, eso sí, con cuidado, no quiero cortarme o tener un accidente, son mi forma de ganarme la vida.

—¿No te fías de mí? —Alza una ceja y aprieta los labios.

Todo lo contrario, si no lo hiciera ni le daría esa posibilidad.

—Va, enséñame —insisto y él se ríe, dejando un beso en mi cuello que me eriza toda la piel.

—Lo primero que deberías hacer es dejarme un poco el control, Mireia —sugiere aún riéndose, como si le hiciera mucha gracia la situación—. No puedo moverte las manos si no me dejas.

Hago lo que me pide y me dejo hacer. Va con sumo cuidado y habla con mucha calma, guiándome y siendo muy sutil cuando toma el control.

—¿Cómo aprendiste a cocinar? —aprovecho que estamos tan cerca el uno del otro para saciar mis dudas—. Y sushi, no es que sea muy común y la gente lo sepa hacer.

—Me gusta hacerlo —admite—, y cuando vives solo tienes que aprender.

—Vivo sola y no he aprendido —contradigo y él se ríe—. ¿Qué pasa ahora?

—Algo sabrás hacer.

—Lo básico, pasta, arroz... —confieso—. Suelo comer fuera, ya lo sabes.

Hemos acabado de cortar y él coloca las manos en mi cintura para girarme y que quedemos cara a cara para mirarnos a los ojos.

—¿Nada más?

—Bueno, cuando estudiaba solía distraerme haciendo algo de repostería, me servía para desestresarme —hablo en voz más baja, pocas personas saben eso—. Mi padre, que es el que se encarga de cocinar en mi casa, estaba harto de mí y mi madre se quejaba si no limpiaba bien lo que manchaba.

Aunque no tenía tiempo de hacerlo, una de las trabajadora de la casa de mis padres se encargaba de eso antes de que pudiera hacerlo yo.

—¿Y se te daba bien?

—Pregúntaselo a Pau, engullía todo lo que hacía —recuerdo—. Hace tiempo que no hago ningún pastel o dulce.

—Entonces nos queda pendiente, ¿te parece bien?—dice incluyéndose en el plan, hablando de una situación futura que ni hemos comentado. Sonrío y asiento con la cabeza, él me besa con dulzura y niega—. Va, sigamos, no me entretengas.

Sigo ayudándolo a preparar la cena y hago todo lo que me dice, aunque no reprimo mis comentarios o protestas exagerada solo para chincharlo.

Se me pasa el tiempo volando y ni miro la hora cuando nos sentamos para cenar. Tiene una pinta exquisita.

—Está delicioso —murmuro y devoro otra pieza de sushi—. ¿Haces algo mal?

—Hago muchas cosas mal, Mireia.

—Cocinar no es una de ellas —remarco y como otra pieza—. De verdad, te has lucido.

—He tenido una gran pinche —me guiña el ojo y sonríe—. Lo que hay mucho.

—Ese no es problema, lo guardo para comérmelo otro día—aseguro—. Podría acostumbrarme a esto.

—¿A que te cocine sushi? —se burla.

Asiento y me callo que no solo me refiero a eso, tampoco hay que precipitar las cosas. Aunque me resulta difícil, la conexión que tengo con él lo está complicando todo.

Después de cenar, recogemos todo y nos sentamos en el gran sofá que tengo en la sala de estar. Al ver que me ofrece su pecho, me acurruco a su lado y él me abraza por la cintura.

—¿Qué te apetece que veamos? —pregunto sin moverme—. Podríamos empezar algo juntos y verlo cada uno en su casa cuando te vayas mientras hacemos videollamada.

—¿Algún género en concreto?

—Los misterios sin resolver me gustan mucho, sobre todo hacer teorías sobre lo que puede pasar.

—A mí también me gustan —confiesa con una sonrisa. Baja un poco la cabeza para mirarme y acaba besándome la frente—. Elige.

Al final entre los dos nos decidimos por uno del amplio catálogo de la plataforma streaming y que solo vamos a ver un capítulo, al menos es la idea.

No obstante, prefiero mirarlo de reojo a estar pendiente de lo que hemos puesto en la televisión. Él se da cuenta, vuelve a bajar mirada y sonríe. Rozo mi nariz con la suya y acabo por hacer lo mismo, sonreír observándolo.

—Cuéntame algo que aún no me hayas contado sobre ti o tu familia.

—¿Lo que sea?

—Lo que tú quieras contarme, quiero conocerte más.

Por la forma que tiene de hablar, se nota lo mucho que quiere a toda su familia. Mucha de las cosas ya las había mencionado en videollamadas, porque me suenan, pero verlo hablar cara a cara y la forma en que le brillan los ojos hacen que no me aburra.

Menciona que por parte de su madre, de forma más concreta sus bisabuelos, emigraron a Estados Unidos después de la segunda guerra mundial desde Países Bajos para buscar un futuro mejor para el que fue su abuelo, pero que no sabe nada de holandés ni palabras sueltas.

También me explica de lo que trabajan sus padres, de lo orgulloso que está de ellos y de cómo lucharon para que él, su hermana pequeña y Sebastian, que ni era su hijo biológico, tuvieran un mejor futuro.

—Antes de que Sebastian tuviera tanto éxito en la música, y que tuviese tanto dinero, éramos una familia normal como cualquier otra. De clase media, si pude ir a Harvard fue porque tuve una beca completa, ya te lo dije —habla y aprieta los labios—. Eso sí, siempre he sido feliz.

—¿Los echas de menos?

—Por supuesto, es mi familia, ¿cómo no voy a hacerlo? —Con la mano que tiene en mi cintura, empieza a hacer círculos—. Pero mi vida está en Suecia y en ese sentido no soy una persona muy apegada, desde los dieciocho he sido bastante independiente. La única persona que necesito, y me necesita, es Sebastian.

—Yo no viví sola hasta que empecé a ser residente.

—¿Aquí?

—No, ojalá —me rio—. Era en un piso de alquiler que me ayudaban a pagar mis padres porque con mi sueldo no me daba para más. También me ayudaron con la entrada para este, que sí es mío, pago cada mes la hipoteca. Aunque...

—¿Aunque?

—Mis padres se ofrecieron a comprarlo ellos y regalármelo, no quise.

—¿Puedo saber el motivo? —se interesa.

—Porque quiero algo que sea mío, no que me hayan regalado. No creo que lo entiendas...

—Sí lo hago, a mí me pasó algo parecido con Sebastian —comenta—. Él me quería regalar la casa en la que vivíamos en Los Ángeles, la que compró en Suecia cuando él y Lena estaban empezando y podría seguir mencionando casas que me quería dar. Cuando no accedí me dijo que eligiese una en Estocolmo que él la pagaba, me volví a negar. El loft en el que vivo lo he pagado todo yo.

—¿Todo? ¿No tienes hipoteca o...?

—Todo —confirma—. Sebastian siempre fue muy generoso con mi sueldo, demasiado, y él ganó muchísimo dinero en su momento. Aún lo gana de hecho y una parte es para mí.

—¿Cómo?

—Al ser el compositor y productor de la mayoría de sus canciones, si la gente las sigue escuchando él tiene beneficio—explica—. Ese dinero va a una cuenta a mi nombre, ya que al estar a punto de casarse con la futura reina de Suecia no puede tener nuevos ingresos por un trabajo que no sea la representación de la corona. Así que yo me encargo de gestionarlos según lo que él me dice.

—¿Puedo saber cómo? —Me incorporo un poco para poderlo mirar mejor—. Siento si tantas preguntas te están molestando.

—No lo hacen, tranquila —niega—, aunque no sé ni cómo hemos empezado a hablar de esto ni el motivo por el que te lo cuento —murmura y se relame el labio inferior—. Después de tributarlo y pagar lo que se debe, la gran parte de ese dinero va a varias fundaciones en las que colabora, una que tiene con Lena para ayudar a jóvenes, protectoras de animales... Y según él, al ser yo el encargado tengo que tener un sueldo aparte.

—Sebastian es muy generoso —resalto lo que pienso.

—Sebastian es la mejor persona que he conocido nunca —afirma muy serio—. Llevamos un rato centrándonos en mí, ¿qué me cuentas tú?

No me apetece seguir hablando, por lo que lo beso y me siento a horcajadas encima de él, dejándole muy claro lo que quiero contarle.

Ya tendremos tiempo para que le explique cosas que aún no sabe de mí.


•❥❥❥•


Esta mañana cuando nos hemos levantado he hecho mi mayor esfuerzo para no entretenerme, aunque no lo he conseguido. Despertarme al lado de James es una tentación muy grande por mucho que ayer por la noche, después del sofá, siguiéramos en la cama. No he podido evitarlo cuando me ha besado para desearme los buenos días de una forma cariñosa y dulce, así como es él, solo me he dejado llevar.

No hemos perdido toda la mañana, por lo que hemos podido llegar pronto al Park Güell para ver toda la parte monumental con las entradas que había comprado con antelación.

No sé mucho de Gaudí, pero intento explicarle datos curiosos o datos que recuerdo de una de las múltiples excursiones que hice con el colegio cuando era pequeña.

Nos comportamos casi como si los dos fuéramos turistas, su entusiasmo es contagioso y acabo con su misma alegría. Sonríe, hace muchas fotografías y destaca lo bonito que es todo pese a la poca lógica arquitectónica que tiene, en lo que destacaba el arquitecto. No sé cómo no pudo haber visitado todo lo de Gaudí cuando estuvo aquí de gira, es para matarlo.

Bromeo, me meto con él ante sus preguntas, algunas absurdas, y me rio cuando una señora mayor con un marcado acento del centro de Cataluña se ofrece en inglés para hacernos una fotografía juntos alegando que hacemos una pareja muy bonita y que si estamos aquí de viaje romántico.

Comemos en un restaurante cercano y al acabar vamos a la zona del parque que no es de pago, recorriendo todo lo que hay por ver y yendo al mirador en la que se ve gran parte de Barcelona.

—Te recuerdo que no estoy sola —hablo al contestar la videollamada de Neus y lo hago en inglés para que James no se sienta fuera de lugar—. ¿Cómo estás, Neus?

—Sé que no estás sola, por eso te llamo. Hola, James, ¿cómo va el turismo?

—¿Entonces?

—He reservado mesa en el ABaC para esta noche, he movido los contactos de mi padre para ello. Mesa para cuatro.

—¿Para cuatro?

Tú, James, Oriol y yo —explica—. ¿Os apetece? Puedo cancelar la reserva si me lo decís ahora, posponerla o buscarme otra mejor amiga.

Miro de reojo a James y él asiente levemente con la cabeza.

—¿A qué hora?

—A las nueve, ¿va bien?

—Perfecto, nos vemos ahí, Neus. —Cuelgo y vuelvo a mirar a James, intentando descifrar qué le está pasando por la cabeza—. Si no quieres, no vamos.

A mí no es que me apetezca mucho, prefiero seguir a solas con él y conocerlo un poco más.

—Mireia, no tienes que cambiar tus planes o lo que sueles hacer por mí. Soy tu invitado, me adapto.

—Puedes decir que no, mientras me cocines como ayer no me voy a quejar —se calla y parece que se piensa mucho algo antes de decirlo—. ¿Qué?

—¿Puedo preguntarte algo?

—Puedes preguntarme lo que sea, James.

—¿Qué relación tenéis tú y Oriol? No quiero sonar celoso, solo tengo curiosidad.

Esa pregunta la esperaba cuando salimos por la noche y Neus lo soltó solo para ver su reacción. Supongo que no la ha hecho antes para que no piense cosas que no son.

No me molesta que quiera saber qué pasa, en su situación probablemente haría lo mismo, la curiosidad siempre me puede.

—Oriol y yo fuimos novios durante muchos años —comento y entrelazo mis dedos con los suyos para seguir andando—. Nos conocíamos de toda la vida, pero nunca habíamos hablado o tenido una conversación más allá de lo cordial, nuestras familias tienen negocios juntos —aclaro—. La cosa cambió cuando coincidimos en la misma universidad para estudiar. Él es un año mayor que yo, por lo que con la tontería de preguntarle dudas, consejos y esas cosas empezamos a salir juntos.

—¿Cuántos años estuvisteis juntos?

No oculto una mueca divertida al notar que detrás de esa nueva pregunta hay más que simple curiosidad y, quizá, si no estoy errada, lo que creo que son celos.

—Eso es lo de menos. Nuestra relación no funcionó y ahora somos amigos, es uno de mis mayores apoyos —decido con rapidez que voy a molestarlo un poco, va a ser divertido—. Oriol fue la excepción, me suelo cansar muy rápido de los hombres.

—¿Ah sí? —Por la expresión de sus ojos, sabe lo que pretendo hacer—. ¿Debo preocuparme?

—No lo sé, ¿tú qué opinas?

—¿Yo? —Dejamos de andar aprovechando que estamos en una zona un poco apartada—. Creo que no debo hacerlo.

—¿Tan seguro estás? —lo reto con la mirada y me quedo quieta, invitándole a que haga lo que quiera—. Quizá te llevas una sorpresa...

—Quizá —susurra y acorta la distancia entre ambos, pero no me besa—. Aunque como he dicho, no lo creo.

—Cuánta confianza en ti mismo, James. Así me gusta, hay que quererse a uno mismo.

—¿Me equivoco?

Su pregunta es clara y no le voy a dar el placer de responderla, no por el momento ni cuando ni yo misma sé la respuesta con seguridad. Solo me limito a seguir mirándolo, me encojo de hombros y hago un pequeño mohín.

—¿Quién sabe?

Seguimos paseando por el parque como si nada y volvemos con tiempo a mi apartamento para asearnos un poco antes de ir a la cena.

Esta vez no le digo que se arregle en el otro baño, lo quiero conmigo, así que le agarro de la mano y hago que entre a la ducha conmigo.

James me entiende sin que tenga que decírselo, perdemos el tiempo juntos pero de una forma más dulce y atenta. Nos besamos, acariciamos y nos mimamos el uno al otro, pero sin llegar a nada más, tampoco es necesario.

No me arreglo en exceso, sé sin que me lo haya dicho Neus que después de cenar seguramente acabemos en uno de nuestros sitios preferidos.

Llegamos con tiempo de sobra y aprovecho para explicarle un poco a James cómo es el restaurante y el motivo por el que Neus ha conseguido mesa con tanta rapidez.

Después de las típicas conversaciones casuales en las que tanto como mi mejor amiga como Oriol le han preguntado a James qué le está pareciendo Barcelona, recordándole lo que yo adoro la ciudad, y de pedir la cena, la atención recae en mí.

—¿Quieres saber alguna anécdota vergonzosa de Mireia, James? —pregunta Neus y se ríe—. Porque tengo muchas y variadas. Es lo que tiene pasar toda la vida juntas.

—En eso yo también puedo ayudar —secunda Oriol—. Hay varias de la universidad que...

—No creo que sea necesario —los interrumpo, asesinándolos con la mirada—. Y tampoco le interesa a James, ¿verdad?

—Sí me interesa —comenta con una sonrisa y entrelaza su mano con la mía por debajo de la mesa—. Os escucho.

Oriol empieza a contar cosas que yo no veo divertidas, como que siempre que salía de la sala de disección iba directa a la cafetería para comerme un bocata de fuet, o que era bastante cortante con la mayoría de gente.

Entre risas por las anécdotas, miro de reojo a James que está muy atento a lo que le están contando y sonrío.

Y empiezo a tener las cosas un poco más claras con respecto a él, aún ni se ha ido pero yo ya pienso en cuándo voy a volver a estar así a su lado.

James está consiguiendo que me plantee muchas cosas.




²¹Mercadona: Supermercado por excelencia de España. Su hilo musical aunque sea cutre, se te mete en la cabeza sobremanera haha.

²²Fuet: El mejor embutido del mundo.  Es un embutido muy popular en la gastronomía catalana ​y muy apreciado por sus características organolépticas. No sé cómo definirlo, solo que está buenísimo.



¡Hola!

Pues he vuelto, después de mis vacaciones de desconexión de escribir, aquí estoy :)

Espero que os guste el capítulo, es más soft que intenso, que veníamos de unos capítulos muy intensos. Son monísimos, ¿o no? Si es que se están pillado el uno del otro con rapidez.

¿Os ha gustado? Si es así comentad, que me gusta interactuar con vosotrxs haha.

¿Quién creéis que narra el siguiente?

Muchos besos xx



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro