Capítulo Catorce
James disimula lo mejor que puede cuando entro en la zona accesible para coches de uno de los sitios más famosos de comida rápida, hacerlo así va a ser mucho más rápido y prefiero cenar en mi piso.
He adaptado los planes por lo tarde que es, si hubiéramos ido a cenar al restaurante que quería no tendría tiempo para arreglarme y eso no va a pasar, voy a estar aún más que perfecta para salir.
—¿Sorprendido? —pregunto y me río, sé que lo está—. ¿Te esperabas otra cosa?
—Sí —confiesa—. No creía que...
—¿Que comiese en sitios así? —completo por él—. Sé que quizá no me pega mucho, pero adoro las patatas fritas. Me pueden. Es uno de mis placeres culpables.
—¿Las patatas fritas? —repite y no reprime una carcajada.
—Sí, han sido una de mis compañías más fieles en mis largos días de estudio. —Avanzo con el coche y me detengo justo delante de donde se pide—. ¿Qué quieres?
—No lo sé, hace muchos años que no como aquí, elige por mí.
Lo hago, hablo con la trabajadora y acabo pidiendo lo mismo para los dos, eso sí, con doble ración de patatas fritas, al menos para mí.
—He vuelto a invitar yo —me regodeo sabiendo que la primera vez que lo hice no se lo tomó muy bien. Sonrío, cojo las bolsas para llevar y arranco de nuevo el coche para ir hacia mi casa.
—Sí, no me has dado opción —murmura y me ayuda a ponerlas en los asientos de atrás de modo que no se caigan—. No podrás quejarte cuando haga lo mismo, ¿no?
—James...
—No puedes negármelo, no me he quejado.
—Eso es que quieres invitarme, que lo tenías pensando de antes y esto es solo una excusa —remarco y lo miro a través del espejo interior para ver cómo disimula. Lo he pillado, así que cambio de tema—. ¿Qué canción es esta?
—Es de Sebastian, ¿te gusta?
—Mucho —admito. He estado escuchando la letra mientras esperaba la comida y es preciosa—. ¿El título?
—La soledad de la corona —comenta y parece que por su tono de voz, se pone nostálgico—. Es para Lena, es toda su historia, lo que vivieron, cómo superaron los obstáculos, lo que siente, lo que quiere ser para ella...
El título me suena, creo que Neus me ha hablado de ella en repetidas ocasiones y estoy segura de que me ha hecho escucharla.
—¿Fue difícil para ti? —me intereso.
—Los inicios de su relación fueron... interesantes de ver. Y quise matar a Sebastian más de una vez, sobre todo al principio, casi se mete en un problema diplomático por ser... él. Pero viéndolo con perspectiva, y viendo lo feliz que es, mi sufrimiento ha valido la pena.
Lo que queda de camino hasta mi casa me sigue contando anécdotas de lo que ha vivido con su mejor amigo y cuando llegamos, entre los dos ponemos la mesa de forma rápida.
Es muy gracioso ver su cara cuando tiene delante la hamburguesa, no ha mentido, por su expresión lleva años sin comer algo así.
—Si te manchas, no pasa nada. Te quitas la ropa y ya —murmuro y le guiño un ojo—. No voy a poner queja alguna, es más, te pido que lo hagas.
Sería una cena con un gran espectáculo visual.
—No te hacía fan de esta comida —comenta, obviando mi comentario y me intenta robar una patata.
—¡Eh! —protesto—. Son mías, tú tienes las tuyas. —Niega con la cabeza, sonríe y no me hace caso, me coge otra—. James, no juegues con mi paciencia.
—¿No quieres compartir tus patatas conmigo?
—Ni contigo ni con nadie. —James me pone ojitos y quiero asesinarlo lentamente. Luego se queja de mí, pero mirándome de este modo también me lo pone complicado, me dan ganas de besarlo—. Ni se te ocurra —me avanzo al ver que quiere sacarme otra.
Me callo al darme cuenta de lo fácil que me está resultando estar así con él. Sigo queriendo arrancarle la ropa, pero también mantener una conversación decente y tener esta actitud tan... normal.
Lo poco que tardamos en cenar nos lo pasamos bromeando con el otro, hablando de tonterías y haciendo esos comentarios tan nuestros, tan llenos de doble sentido y provocadores.
—Así que saldremos esta noche... —saca tema y asiento con la cabeza.
—¿Te apetece? —Entre los dos recoger es sencillo y más rápido. Me hace gracia lo domésticos que estamos siendo.
Y de nuevo no puedo evitar pensar en ello, ¿por qué me está resultando tan fácil?
—Mi respuesta no va a cambiar lo que haremos, ¿no? —da por hecho—. Pero sí, me apetece.
—Si no, tendría que convencerte. —Me pasa su plato para que lo ponga en el lavavajillas y una vez que está todo listo me giro para mirarlo frente a frente—. Nos entendemos muy bien, ¿no crees?
No puedo callármelo, necesito saber su opinión y si se está sintiendo como yo.
—¿Te estás quejando? —Alza una ceja y me analiza al igual que estoy haciendo con él.
—¿Lo he hecho? —rebato y lo abrazo—. Parece que nos entendemos en todos los aspectos, aunque en alguno aún nos queda por descubrirlo, ¿no? —Me da igual que acabemos de cenar, lo beso porque me sale así—. Voy a ducharme, ¿quieres unirte?
Provocarlo es muy divertido, es una de mis formas preferidas para recuperar el control de la situación. Me gusta ver su primera reacción, la forma en la que sus ojos dicen más que sus palabras...
Además, si acepta, no me opondré, la idea es muy tentadora.
—¿No llegaremos tarde si lo hago?
Aprieto los labios para no reírme, cuánta razón tiene.
—¿Importaría?
—Sé que a ti sí —concede con los brazos aún alrededor de mi cintura—. Si no, no hubiéramos cenado... eso.
—¡Oye! Las patatas son sagradas. —Me alejo de él y voy directa hacia mi habitación sabiendo que él me va a seguir—. Puedes usar el otro baño, todo tuyo.
—Gracias. ¿Tienes plancha? No pongas esa cara, Mireia —dice al ver mi expresión—. No he podido sacar la ropa de la maleta, debe estar muy arrugada.
—¿Por qué no has podido sacarla, James? —Saco la lengua en un gesto travieso.
—No me hagas hablar... —responde y soy incapaz de reprimir más tiempo una carcajada—. ¿Tienes o no?
—Claro que tengo plancha. —Es una pregunta absurda, todo el mundo tiene una. Voy hacia la sala de la colada y se la enseño, al igual que la tabla—. Toda tuya, ahora voy a ducharme. ¿Seguro que no quieres unirte?
Me alejo antes de que responda y vuelvo a tener el mismo pensamiento, qué fácil se me está haciendo todo con él.
Me tomo mi tiempo para arreglarme, siempre tardo muchísimo en hacerlo cuando salgo por la noche, me gusta estar aún más guapa de lo que soy. Al salir de la ducha, solo llevo una bata de satén para cubrirme un poco, ya que por el vestido que me quiero poner no llevo sujetador, vuelvo a mi habitación y me siento delante del tocador para maquillarme y peinarme. No sé cuánto tiempo tardo, no pienso ello, me limito a centrarme en mí y cuando acabo, voy hacia mi vestidor.
Al vivir sola aproveché una habitación más pequeña que había al lado de la principal, tiré el tabique y me hice un gran vestidor para mí.
—Tú y Lexie os llevaríais muy bien. —Me giro con el vestido en la mano aún en la percha, lo primero que he hecho es calzarme los tacones—. A ella también le encanta la moda. Tienes una gran colección de ropa...
—Y no es la suficiente. —Sin ningún tipo de pudor, me saco la bata y me coloco el vestido—. ¿Te gusta? Sé que sí, no hace falta que lo digas. Tú también estás muy guapo.
Elijo uno de mis bolsos de marca, lo preparo con todo lo necesario y le cojo la mano a James para marcharnos.
—Espera, Mireia —me pide antes de que salgamos de mi casa. Me mira, traga saliva y sonríe—. Estás preciosa.
—¿Solo lo estoy? —lo chincho.
—Lo eres.
Y vuelve a sonreír, haciendo que se le marquen unos pequeños hoyuelos que me resultan adorables.
•❥❥❥•
Observo de reojo a James, que sigue sentado en el reservado de la discoteca mientras habla de forma animada con Oriol y Pau.
No ha parecido molestarle el comentario de Neus, hecho con toda la intención del mundo, recordando que entre Oriol y yo ha habido más que una bonita amistad cuando nos hemos saludado entre todos. Ni siquiera le he visto fruncir el ceño cuando he bailado con él demostrando la confianza que tenemos.
Si he bailado con Oriol no ha sido solo porque es un gran amigo, quería ver una reacción por su parte, un comentario, una frase, que se levantase y viniese él para movernos al ritmo de la música...
Pero no lo ha hecho, tampoco cuando he estado sola provocándolo desde la distancia. James se ha quedado sentado, mirándome desde lejos y sin hacer nada.
No sé si es que le da igual o es que está disimulando muy bien lo que le pasa por la cabeza.
Cansada de esperar algo por su parte que no llega, me siento en el sofá, dejándome caer, como si hubiese bebido más de lo que he hecho, que no ha sido poco, haciendo que tenga que agarrarme por la cintura y sentarme encima de él, con las piernas en un lateral y de lado.
Pau me entiende con una mirada, se lleva a Oriol a la pista de baile para divertirse con Neus, Ona y los demás.
—¿Acabas de echarlos? —pregunta James con una risa.
—¿Yo? Para nada. —Me hago la inocente y acerco mi rostro más a él, haciendo que mi nariz le roce la mejilla—. ¿Por qué no has venido a bailar conmigo?
—Yo no bailo, Mireia —asegura y cuando dejo un beso en su cuello me agarra más fuere por la cintura—. No sé bailar de ese modo y menos con esta música.
—Pero yo te enseño —susurro y hago un pequeño puchero—. Baila conmigo.
Lo reto con la mirada y él hace lo mismo, alza un poco el mentón para mirarme fijamente y sus labios me invitan a que los bese. Lo hago, mi boca encuentra la suya con la misma intensidad de los besos que nos hemos dado al llegar por primera vez a mi casa.
James besa tan bien...
Le muerdo el labio inferior, la lengua y subo el nivel, no tengo suficiente.
—¿Quieres que bailemos? —pregunta con la voz un poco ronca.
Sé que esta sesión de besos le ha afectado, lo noto al estar sentada encima de él.
Y me encanta afectarlo de ese modo.
—Podríamos hacerlo... —respondo y mis dedos juguetean con los botones de su camisa. Va a entender el doble sentido de mis palabras—. ¿Quieres hacerlo? Yo sí.
—Mireia...
—Estoy segura de que bailas muy bien, no deja de ser tan diferente de lo que íbamos a hacer esta tarde —susurro y atrapo el lóbulo de su oreja en mi boca—. Nada diferente. ¿Seguro que no quieres darme un adelanto de lo que aún no he podido disfrutar?
Suspira y sé que mis provocaciones tienen el efecto que quiero.
—No quiero arruinarte la sorpresa —contesta James con aire de misterio.
—James. —Entornando los ojos, me inclino de nuevo sobre su oreja para susurrar— La próxima vez que quieras darme una sorpresa, escóndela mejor. —Sin apartarme de su lado, apoyo mi mano y presiono con suavidad de nuevo—. Aunque por lo que he podido tocar esta tarde, voy a estar más que contenta.
—Te gusta hacérmelo pasar mal, ¿no? —asegura y una de sus manos empieza a recorrer el trozo de espalda que no cubre el vestido que llevo.
—¿A mí? —parpadeo haciendo un puchero y me bajo de él para sentarme a su lado. Para lo que quiero hacer, necesito tener espacio—. ¿Te apetecen unos chupitos?
No he podido fijarme mucho, pero estoy segura de haber bebido más que él, algo que mi parte más traviesa está decidida a cambiar. Quiero que se desinhiba un poco más.
James asiente y cojo la botella de tequila de la mesa y sirvo dos chupitos en los vasos que tenemos delante. Sé que él está esperando que yo coja el mío para hacer lo propio. No le dejo, soy mucho más rápida y me lo bebo a toda prisa, cogiendo el suyo para hacer lo mismo.
James alza una ceja sorprendido y lo beso aún con el líquido en la boca, compartiéndolo con él y tirando un poco de su labio inferior cuando sé que se lo ha bebido.
—¿Y si digo que no me gusta el tequila? —James me mira con diversión. Sus ojos están más brillantes que antes.
—No te creeré —admito con una sonrisa ladeada—. Y menos si lo compartimos.
Aprieta los labios y sirve otro chupito.
—Tendré que probarlo otra vez —sugiere y esta vez es él el que se lo beba para compartirlo conmigo desde su boca. Su lengua sabe a alcohol y batalla con la mía después de que me trague el tequila—. Sigo sin saberlo con claridad.
—¿Quieres emborracharme aún más, James? —ronroneo y coloco una mano en su pierna, subiendo poco a poco—. Porque es lo que parece.
—¿Y tú quieres jugar aún más conmigo? —rebate sin apartarla mirada de la mía. No se inmuta, o lo disimula, con mi mano que cada vez sube más—. Porque te encanta hacerlo.
—Me encanta —confirmo y me detengo, muy cerca de la zona de su pantalón que tiene vida propia—. ¿Una última prueba para saber si te gusta el tequila?
Traga saliva y hace un leve asentimiento con la cabeza, así que repito lo que he hecho hace escasos minutos y volvemos a besarnos con pasión y ansia. Al separarnos, James me pasa una rodaja de limón y la muerdo con rapidez para sacarme un poco el sabor amargo de la boca.
—Creo que de tu boca sí me gusta el tequila.
—¿Crees? —Me hago la ofendida y alzo una ceja—. Si viene de mí, es irresistible, como yo. —No se sorprende cuando mi mano lo toca directamente por encima del pantalón—. Esto es tan tentador... —susurro y aprieto un poco—. Te tengo muchas ganas desde que nos besamos en Estocolmo. —Siempre soy directa, pero creo que la falta de filtro ahora mismo es debida al alcohol—. Y cuando estábamos en mi cama... —resoplo y me muerdo el labio al recordarlo—. Ni sé cómo he podido parar.
Veo cómo traga saliva antes de acortar la distancia entre los dos para que nos besemos de nuevo. La situación se me está empezando a salir de control.
—¿Por qué me haces esto? —pregunta y me abraza, dejándome un beso en el pelo en un gesto cariñoso.
—Sería mejor decir, por qué nos hago esto —rectifico sus palabras. Estoy igual que él, con ganas de arrancarle la ropa y ceder por fin a lo que ambos deseamos—. Tócame —pido sin ser plenamente consciente de lo que acabo de verbalizar cuando su mano está en mi rodilla.
Por mucho que estemos en un reservado, en una zona alejada de la multitud y con mala iluminación, es una locura.
Pero no me importa. Por el momento no, he perdido por completo el control.
—Mireia... —duda, se lo noto en la voz y aunque me gusta que sea un caballero, en este momento me sobra.
—Tócame —repito y abro un poco las piernas para facilitarle el acceso—. Lo estás deseando como yo.
Sus ojos azules me miran fijamente y cuando su mano avanza para hacer lo que le he pedido, mi corazón late con rapidez.
Empieza con pequeñas caricias por encima de mi ropa interior, con cuidado, como si no se creyera lo que está haciendo y lo que le he pedido. Está pensando demasiado.
Lo apremio con un movimiento de cadera a que no se reprima y cuando aparta de forma sutil la pieza de encaje y sus dedos me tocan por fin de verdad, jadeo.
Me mira fijamente, con las pupilas dilatada, sabe muy bien lo que hace, no quiero que pare y así se lo indico con los ojos.
Vuelvo a jadear cuando su pulgar entra en juego haciendo movimientos circulares en otra zona. La respiración se me acelera y siento que mi límite está acercándose demasiado rápido.
Cierro los ojos y suspiro ante sus atenciones. Quiero dejarme ir, pero en el poco control que tengo, o el que recupero durante unos segundos, me hace recordar que en lo que sea que tengo con James, la que manda soy yo.
Seré yo la que le regale el primer orgasmo a él, no viceversa, lo tuve claro desde un principio, es mi forma de jugar, así que sacando una fuerza de voluntad desconocida, le aparto la mano y lo callo con un beso antes de que diga algo.
—¿Por qué me has hecho parar? —pregunta James con la voz muy ronca.
—¿Eso es que querías seguir? —Le acaricio el cabello y me quedo unos segundos absorta en sus ojos—. Sabes mover muy bien los dedos, espero que otras partes tuyas también.
—Me provocas, pierdo el control, hago cosas que creía que nunca haría en público y tú... Tú... —Niega con la cabeza, frustrado—. Esto no es justo, Mireia. Vas a hacer que explote.
—No, todavía no —remarco muy segura. Me levanto, me coloco bien el vestido y le ofrezco la mano—. Vamos a bailar.
Lo arrastro hacia la pista de baile, encontrando un sitio entre la multitud amontonada y le rodeo el cuello con mis brazos a la vez que él coloca sus manos en mi cintura. Empiezo a moverme al ritmo de la música, más que acorde a nuestro estado, y veo que duda, que no sabe cómo seguirme el ritmo. Lo invito a que se suelte un poco, marcando el cómo con el movimiento de mis caderas.
—Esta música es...
—¿Es? —intento saber entre risas—. Amo esta canción, te invita a darlo todo, ¿no crees? —hablo con doble intención—. Y el título puede ser una gran pista de lo que haremos tú y yo.
—Eso parece —contesta a la vez que observa a la gente que nos rodea, desconcertado por la reacción de todos al comenzar la canción—. Es una pena que no la conozca.
—¿Qué? —Abro los ojos muy sorprendida—.Es una canción mítica, la frase del principio todo el mundo la sabe. —Le toco el culo de forma deliberada y le robo un beso—. ¿No te invita a bailar?
—Tal vez, solo si me enseñas...
Pretende fingir inocencia, pero su sonrisa cargada de picardía indica todo lo contrario.
Siguiendo su juego, vuelvo a marcar el ritmo con mis caderas y lo acerco aún más a mí. Poco a poco, comienza a animarse dejándome ver que lo que tiene es más vergüenza que otra cosa. Nuestros rostros están muy cerca el uno del otro, lo miro y él hace lo mismo.
Hay tanto en sus ojos que me dicen más que lo que haría un beso ahora mismo, así que lo reto durante unos segundos sin dejar de bailar.
Noto cómo el agarre en mi cintura se hace más fuerte y me río sin dejar de observarlo. Como respuesta me da media vuelta, haciendo que mi espalda se apoye en su pecho, quedando mucho más cerca. Sigo moviéndome, aumentando el roce de mi cuerpo con el suyo y escucho un leve gruñido por su parte.
—¿Estás intentando volverme aún más loco? —me pregunta, apartándome el cabello hacia un lado y mordiéndome el lóbulo de la oreja.
Mi respuesta es un movimiento de cadera, notando aún más lo que él me desea.
Cierro los ojos durante unos segundos e intento encontrar lógica a mi mente. Tengo calor, mucho calor, y el sudor no acompaña a que la situación mejore. La ropa me sobra en este momento. De hecho, me sobra todo el mundo menos James.
Necesito beber algo para calmarme, así cuando la canción se acaba, me giro y le cojo la mano a James para volver hacia el reservado. Él no se queja, me sigue y al llegar, antes de que pueda sentarme, me rodea con los brazos y me sienta encima suyo.
Ya no estamos solos, pero hay el espacio suficiente para estar al lado del otro.
—¿Venís a descansar? —Oriol nos sirve unos cubatas y nos los ofrece. Ni pregunto qué es, me conoce lo suficiente para saber cómo me gusta el gintonic—. Aunque viniendo de ti, Mireia, me extraña. Siempre lo das todo hasta que no puedes más.
—Es una pausa para beber —aclaro y cuando estoy a punto de añadir algo, me muerdo el labio para disimular mi reacción. James está tocándome sin que yo se lo haya dicho o pedido. Y no puedo concentrarme en tener una conversación normal cuando sus dedos están haciéndome perder la cordura—. James está cansando —articulo con dificultad—.¿Verdad que sí?
Giro la cabeza para ver una expresión divertida en su rostro, lo hace queriendo y no va a ganarme, no en esto.
—Un poco —habla como si nada mirando a Oriol—. Y no estoy acostumbrado a esta música.
—Yo tampoco lo estoy por mucho que pasen los años —responde mi amigo—. Pero a Mireia le encanta, no sale si no van a ponerla.
—Culpable —me encojo de hombros.
—Nunca lo hubiera dicho —contesta James, alzando una ceja mientras sonríe y me mira. Intento cruzar las piernas para que no pueda seguir torturándome. No lo consigo.
Quiero centrarme en la conversación con Oriol para tener la cabeza ocupada y no dejarme llevar. Me cuesta muchísimo, respondo con monosílabos, no escucho todo lo que me dice y tengo que apretar los puños. James no va a parar, me lo ha dejado muy claro en un susurro camuflado en un beso en el cuello. Me acabo la copa y pienso en muchas formas de vengarme por lo que me está haciendo.
Si Oriol no estuviera delante las tornas serían muy distintas, pero por deferencia a mi amigo intento controlarme.
—Nosotros vamos a marcharnos ya—anuncio y James quita, por fin, los dedos—. Mañana tenemos que hacer mucho turismo. Tengo que conseguir que se enamore de Barcelona.
Me levanto demasiado rápido y me siento de nuevo para no caerme. Esta última copa me ha afectado demasiado. James se da cuenta, me agarra de la cintura cuando vuelvo a ponerme de pie y me sujeta por si acaso.
Cogemos nuestras cosas de la zona junto al reservado, nos despedimos de Oriol y veo a Neus en la lejanía, por lo que le hago un gesto con la mano para decirle adiós. Ella me mira, y solo con eso sé lo que quiere decirme sin mediar palabra, que me lo pase bien y que disfrute.
Antes de salir de la discoteca ataco de nuevo la boca de James. Esta vez casi con agresividad, sin dejar que haga casi nada, demostrándole que soy la que manda, que estoy molesta con lo que ha hecho.
No digo nada cuando nos subimos a un taxi al salir, James tampoco habla, tampoco hay palabras que sean capaces de rellenar ese silencio. No es incómodo y solo aviva la llama entre ambos. Tengo muy claro lo que quiero hacerle cuando estemos por fin en mi apartamento. Nos miramos de forma disimulada y en un momento dado, apoyo la cabeza en su hombro.
No sé cómo consigo no besarlo en el ascensor, pero cuando cierro la puerta de mi casa no me resisto más.
Empieza a articular mi nombre, pero lo callo, no le dejo acabar. Vuelvo a besarlo y me subo a su cintura, haciendo que se tambalee un poco, sorprendido por mi acción, pero no me suelta, me agarra mejor y me apoya contra una de las paredes.
Le muerdo el labio con fuerza, incapaz de reprimir mis impulsos y ganas de, por fin, sucumbir a la tensión que nos rodea. Sin bajarme de él, vamos hacia mi habitación y me deja en la cama con sumo cuidado, lo que aprovecho para cambiar las tornas, ser la que está encima y lo desnudo sin importarme mucho si rompo algún botón de la camisa o si soy brusca al sacarle el pantalón.
Me quito el vestido sin que lo haga él, me puede la impaciencia. Beso cada parte de su cuerpo que queda expuesta, lo toco, lo acaricio, me rozo y disfruto de cada gruñido y jadeo que sale de su boca.
No quiero esperar más, no quiero más juegos previos, me muevo para ir a una de las mesitas al lado de la cama para coger protección, pero James me detiene.
—No.
¿Acaba de decirme que no?
—¿Como que no? —repito, incrédula.
No me lo creo, ¿por qué me dice que no? Tiene las mismas ganas que yo, lo sé, lo noto, lo veo.
No entiendo nada.
—Mireia, has bebido mucho esta noche, no creo que sea lo más adecuado que nos acostemos.
—Estoy perfectamente —aseguro y vuelvo a besarlo para convencerlo—. Quiero hacerlo, quiero hacértelo.
—Podemos esperar un día, no quiero que...
—¿Te preocupa que por culpa del alcohol no vaya a recordar esta noche? —me río—. Créeme, algo así —susurro mientras deslizo mi mano por su torso desnudo, deteniéndome en su abdomen—, no se olvida. —Sigo viendo duda en sus ojos, así que sigo hablando—. James, estoy muy segura de lo que hago, no tengo dudas —aseguro y vuelvo a besarlo—. Supongo que ha llegado el momento de recompensarte...
No me hará cambiar de opinión, y creo que yo a él tampoco, así que lo tumbo y empiezo un recorrido de besos que descienden hasta su ropa interior. Lo miro, es un espectáculo visual, tan listo para mí, tan llamativo... Voy directa a lo que quiero, me apetece demasiado por lo que le quito el bóxer y mi mano lo rodea, acariciándolo con movimientos secos y rítmicos, haciéndole ver que esto solo es el principio de lo que le espera.
Alzo la vista para observarlo y nuestras miradas conectan, sus ojos azules están llenos de lujuria, pasión y ganas de más. Eso me hace sentir poderosa, haciéndome ver que me va a dejar hacer lo que quiera.
Inclino la cabeza, primero besando la punta, saboreándola, para después recorrerlo con la lengua de arriba abajo poco a poco, jugando con su placer.
Lo torturo, me deleito con ello, hasta que acabo por introducírmela entera. James jadea, lo miro y tiene los ojos cerrados y se muerde el labio, por lo que sigo haciendo lo mismo, estimularlo con la boca, llevándolo al límite una y otra vez, bajando el ritmo al sentir que está a punto de llegar, deteniéndome y recorriéndola de nuevo con la lengua.
—Mireia... —pronuncia con mucho esfuerzo y lo miro mientras mi lengua sigue haciendo de las suyas—. Para, por favor. —No le hago caso, vuelvo a metérmela en la boca y noto cómo tiembla—. Para, no quiero...
Se incorpora y me aparta con cuidado, pero no me alejo, quedando casi el uno enfrente el otro, lo beso y mi mano es la que toma el relevo con movimientos rápidos para que acabe.
Sonrío el sentir el calor y la humedad en la mano, acompañado de un jadeo de liberación de James.
Cojo un pañuelo del paquete que tengo cerca de la cama y me limpio, pero estoy sudada y acalorada.
—¿Vienes a la ducha conmigo? —sugiero sin dejar de comérmelo con la mirada. Tenerlo desnudo en mi cama es un deleite visual.
No espero a que me responda, me saco la única pieza de ropa que queda en mi cuerpo. Abro el grifo y regulo la temperatura, el agua está un poco fría pero no me importa, me coloco debajo intentando no mojarme el pelo.
Los brazos de James me rodean y deja un beso en mi cuello de forma cariñosa, quedando ambos bajo el chorro un buen tiempo, sin movernos, abrazados.
El cansancio empieza a hacerme mella, cierro los ojos y bostezo. Es como si la euforia del alcohol se me hubiera pasado y solo me apeteciera dormir.
—Déjame a mí —me dice James.
Asiento porque no tengo ni fuerza para rebatirlo y sonrío al notar lo dulce y cuidadoso que es. Deja pequeños besos en mi piel desnuda que sé que no tienen otra intención y cuando acaba, me mira.
Esto es íntimo, los dos lo sabemos, pero no hacemos ningún comentario, salimos de la ducha y nos secamos aún en silencio. No me pongo pijama, no creo que sea necesario después de lo que acabamos de compartir, me meto en la cama y sin saber bien la razón, me acurruco a su lado.
Lo miro antes de cerrar los ojos. Es muy guapo y me siento muy bien a su lado.
Demasiado bien y me doy cuenta de que no he perdido el control del juego, lo he perdido sobre lo que estoy empezando a sentir.
—James, me gustas mucho —comento y lo beso, solo porque me apetece, porque es la única forma que se me ocurre para demostrarle lo que he dicho.
Su respuesta es abrazarme aún más fuerte y acariciarme la espalda, provocándome una gran sonrisa de felicidad antes de que me duerma.
MIS JAREIAAAA.
Este capítulo ha tenido un poco de todo, ¿no?
Intensidad a raudales, no vamos a negarlo, pero también momento de shippeo. Mireia ha perdido el control de lo que siente, aunque con alguien como James, ¿quién no?
A la tercera va la vencida, ¿será así? Jejejeje.
¿Os ha gustado? ¿Quién creéis que narra el siguiente? (No ignoréis mis preguntas, me gusta leer lo comentarios haha).
PD: la canción que se menciona es Noche de sexo, es súper mítica la frase: hola qué tal, soy el chico de las poesías, no vamos a negarlo.
Muchos besos xx
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