Capítulo 5: Luz en la oscuridad
El cazador, William, se encontraba en un solitario bar al borde de la Gran Catedral, listo para abandonarlo y regresar a su atareada vida. El aire enrarecido del bar se mezclaba con el murmullo de voces y el tintineo de vasos. William, el cazador solitario, se encontraba en una esquina apartada, sumergido en sus pensamientos mientras sostenía una copa de whiskey. Observaba el líquido ámbar moverse lentamente, como una danza macabra que reflejaba su propia existencia. El alcohol ardía en su garganta, pero no lograba calmar el dolor que lo consumía.
La conversación de los cinco hombres en la mesa cercana había captado su atención desde que entró. Todos parecían estar discutiendo sobre los Altos Cazadores y su retirada de los distritos, dejando a la población a merced del Segundo Abismo.
El primero de los hombres, robusto, con una larga cicatriz en el rostro, habló con una voz grave:
—Los Altos Cazadores son unos malditos bastardos. ¿Cómo pueden retirar a todos los cazadores de los distritos en medio de esta maldición de sangre? ¡No les importa un carajo el resto de nosotros!
El segundo, un hombre de cabello canoso y mirada cansada, asintió.
—Tienes razón, amigo. Desde que comenzó el Segundo Abismo, la Torre del Reloj se ha convertido en un infierno, estaba de paso y tuve que retirarme —Su voz denotaba angustia—. Los malditos de la sangre están por todas partes. No puedo dejar mi casa sin temor a encontrarme con uno de esos monstruos.
El tercero de los hombres, con una mirada cansada en los ojos, comenzó a hablar:
—Escuché que la maldición de sangre se ha desatado en el pueblo de Wysterville. Los Altos Cazadores enviaron a algunos de los cazadores para enfrentarla, pero los rumores dicen que la maldición se ha vuelto incontrolable.
—Es cierto. La maldición se ha extendido más allá de las fronteras de la Torre del Reloj. Ahora está causando estragos en otros pueblos del distrito. Nadie puede detenerla —respondió el segundo asintiendo.
—He escuchado rumores de que la masa de malditos sangrientos cambió su curso después de que los cazadores se atrincheraron en los bosques de Wysterville. Pero en lugar de detenerlos, solo lograron que la maldición se dirigiera hacia la Torre del Reloj. Ahora solo hay un estado de locura y caos total —afirmó el cuatro, joven y con una mirada decidida en su rostro.
William nunca se mantenía al tanto de las noticias circundantes, por eso escuchaba las conversaciones ajenas para estar al tanto. Y le parecía curioso, porque ellos no tenían idea de que algunos enfermos de la sangre estaban en el Distrito de la Catedral, y aunque solo sabía que estaban en Old Town, lo cierto era que también podían llegar a la Gran Catedral.
El Segundo Abismo parecía ser un desafío insuperable incluso para los más experimentados como él. La maldición de sangre, como una pesadilla de otro mundo, había afectado a tantos inocentes.
—¿Hasta dónde llegará esta maldición? —agregó el quinto hombre, quién tenía cicatrices en las manos.
El más joven del grupo, habló con determinación:
—Alguien tiene que hacer algo al respecto. No podemos permitir que los Altos Cazadores sigan con esta locura. Si nadie se atreve a enfrentarlos, lo haremos nosotros mismos.
El hombre con la cicatriz negó, y rio suvamente.
—¿Tienes agallas o eres muy estúpido? Muchacho. No subestimes a los Altos Cazadores. Son implacables. No podemos hacer nada, así que quedate quieto, o morirás. —Frunció el ceño—.¿Cómo un pueblo tan tranquilo como Wysterville acabo así? ¿Cómo pudo la maldición cambiar su curso?
El más viejo, que estaba bebiendo en silencio, habló con voz temblorosa:
—Escuché que la maldición se volvió más poderosa de lo que los Altos Cazadores habían previsto. Cuando llegaron a Wysterville, los malditos de la sangre ya habían transformado el lugar en un infierno. Los cazadores que fueron enviados allí no pudieron hacer mucho. La maldición era como una tormenta imparable, y la población que sigue viva está sufriendo.
William escuchaba atentamente mientras los hombres compartían sus preocupaciones y frustraciones. Sabía que la situación era desesperada, pero también entendía que los cazadores debían organizarse y encontrar una manera de enfrentar la maldición de sangre que asolaba su mundo. A medida que los hombres seguían debatiendo sobre cómo podrían tomar medidas por sí mismos. La maldición cobró la vida de su amada y debía acabar con ella, tenía que cobrar su venganza.
Sin embargo, William estaba absorto en sus pensamientos, repasando mentalmente los eventos del día, los cuales no podía disfrutar, cuando una mujer misteriosa apareció de repente frente a él.
El cazador levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de ella. Inmediatamente, notó su belleza cautivadora y su sonrisa seductora. Tenía cabello oscuro y ojos penetrantes que parecían haber visto el abismo. No obstante, no logró reconocerla de inmediato. La mujer se acercó a la barra y se sentó junto a él, su perfume delicado llenando el aire a su alrededor.
Ella, una figura enigmática, decidió aprovechar la oportunidad para iniciar una conversación con el cazador.
Esta mujer bella tiene el cabello negro, que cae en cascada sobre sus hombros en suaves y sedosos mechones. Sus ojos, de un profundo y enigmático azul casi gris, brillan con una intensidad cautivadora. Tienen un brillo misterioso que realzan su mirada penetrante. Su tez pálida y delicada resalta su belleza gótica. Sus facciones son finas y elegantes, y labios suaves y ligeramente oscuros.
Esta mujer se viste con un vestido negro que abraza su figura de forma sutil y elegante. El vestido tiene un escote que resalta su feminidad. Lleva enredaderas en su cuello y brazos. Entonces dijo:
—¿Perdona, puedo acompañarte? —dijo sonriendo, con una voz suave y atractiva.
William levantó la mirada.
—Claro, siéntate.
La mujer se sentó en el asiento vacío frente a él. Sus ojos penetrantes parecían buscar algo familiar en los ojos de William.
—¿Qué hace un cazador tan fuerte y solitario en un lugar como este? —preguntó la mujer.
William la miró con curiosidad, su mirada buscando en los recovecos de su memoria algún indicio de quién podría ser ella.
—Supongo que pasando el rato antes de irme —respondió con calma, tratando de ocultar su desconcierto.
—¿No me reconoces? —cuestionó con una sonrisa seductora.
—Debería, ¿no? —Frunció el ceño.
La mujer sonrió con coquetería.
—Tal vez sea el destino que nos haya reunido aquí esta noche —sugirió, jugando con su copa de vino tinto—. ¿En serio no te suena mi rostro? Hace tiempo que no nos vemos, pero puedo recordar cada detalle de nuestros mejores momentos.
William frunció el ceño, tratando de desentrañar los misterios de su pasado. Sus ojos escudriñaron el rostro de la mujer, intentando hallar alguna conexión. Sin embargo, los años habían pasado y las memorias se habían desvanecido en la neblina del tiempo.
—Eres realmente encantadora —admitió el cazador, sin querer herir sus sentimientos—. Pero temo que mi memoria no es tan fiable como antes. ¿Podrías refrescar mi memoria?
La mujer rió suavemente, con una mezcla de tristeza y nostalgia.
Ella pareció disfrutar del desafío y decidió subir la apuesta. Se acercó un poco más a él y, con una voz llena de sugestión, susurró:
—¿No recuerdas aquellos días en Bullet Town? Fuimos amantes apasionados, William. Fuiste el hombre que me enseñó lo que es el verdadero placer.
La sorpresa iluminó el rostro del cazador. Las piezas del rompecabezas como una neblina borrosa comenzaron a encajar en su mente. Recordó Bullet Town, las noches de intimidad y los momentos compartidos mientras pasaban por ese lugar. Sin embargo, había algo más que ella no sabía. Luego, inseguro aún, habló:
—Eres...
—Sí, soy Evelyn Nightingale, William. Fui tú novia hace muchos años.
Las palabras resonaron en la mente de William como ecos lejanos. Más recuerdos afloraron lentamente, envueltos en una neblina de nostalgia. Recordó los días de felicidad compartida, pero también las heridas que llevaron al final de su relación.
—Evelyn... ¿cómo has estado? —dijo susurrando.
—He estado bien, William. —Mientras jugaba con su cabello—. No puedo evitar preguntarme qué ha sido de ti todos estos años.
—Yo he estado ocupado, cazando... —Evitó su mirada— cosas que prefiero olvidar.
—Bueno. —Se acercó ligeramente—, ahora que nos hemos encontrado, podríamos... ponernos al día. ¿qué te parece?
William sintió el deseo incipiente de alejarse, de evitar la posibilidad de revivir el pasado. Pero también sabía que no podía ignorarla por completo. Evelyn siempre había sido una parte importante de su vida, incluso si la relación se desmoronó.
El cazador se removió incómodo en su asiento.
—Sí, supongo que sí. Pero Evelyn, no puedo olvidar todo lo que sucedió entre nosotros. Fue difícil para ambos. No sé si podríamos retomar las cosas donde las dejamos.
Sin embargo, aún con todo lo que dijo, a pesar del paso del tiempo, el amor que alguna vez los unió parecía latir en lo más profundo de su ser.
—Evelyn, lo que tuvimos... se ha ido. No puedo simplemente borrar todo lo que pasó —dijo serio.
Evelyn acercó su mano al rostro de William, acariciando su mejilla suavemente. Sus ojos transmitían una mezcla de tristeza y arrepentimiento.
—Lo sé, William. Me equivoqué al dejarte ir. Pasé todos estos años arrepintiéndome de mi decisión. He buscado tu mirada en cada rostro que he visto, esperando encontrarte nuevamente.
El cazador se quedó en silencio, procesando las palabras de Evelyn. El dolor que había sentido por su familia muerta había regresado, pero también un atisbo de esperanza se abrió paso.
—Entiendo que no puedas perdonarme fácilmente. Perdí al hombre más importante de mi vida. Pero es que... es que yo... —dijo sin aliento— no quiero volver a perderte.
—Lo nuestro fue hace mucho tiempo —dijo William, su voz cargada de nostalgia—. Pero he cambiado desde entonces. Mi vida dio un giro inesperado y estoy en un lugar muy diferente ahora.
Evelyn inclinó la cabeza, confundida pero aún decidida a conquistar al cazador.
—¿Qué quieres decir con que has cambiado?
El cazador respiró profundamente antes de responder, buscando las palabras adecuadas
—Mi esposa murió recientemente. Fue un duro golpe para mí y he decidido llevar mi dolor en silencio. Por eso no te reconocí de inmediato, estaba pensando.
La mujer se quedó sin habla por un momento, el peso de sus avances coquetos se desvaneció. Comprendió que había cruzado límites sin conocer el dolor que yacía en el corazón del cazador.
—Siento mucho escuchar eso —murmuró, su voz llena de compasión genuina—. No tenía ni idea de tu pérdida. Me disculpo por mis insinuaciones, no fue mi intención herirte.
Evelyn se acercó aún más, rozando suavemente la mano de William con la suya.
—Sin embargo, quiero volver a estar contigo, William. Aún siento algo por ti después de todos estos años. Podemos empezar de nuevo, olvidar el pasado y ser felices juntos. Pero puedo esperar.
Las palabras de Evelyn cayeron como un golpe en el pecho de William. No podía olvidar el pasado, no podía olvidar a su esposa, Adeline, y a su hijo que había muerto trágicamente en un accidente hace tiempo. El dolor de su pérdida lo había consumido por completo y lo había dejado vacío.
La voz de William se quebró ligeramente cuando respondió:
—No puedes comprender lo que he perdido, Evelyn. Mi esposa... mi hijo... ya no están aquí. Y aunque deseo desesperadamente sentirme completo de nuevo, sé que no puedo reemplazarlos.
Los ojos de Evelyn se llenaron de lágrimas.
—¿No ves que también he sufrido, William? He pasado por tantas cosas desde que nos separamos. Te extrañé, te necesité... porque yo también perdí a... —Se tapó la boca con la mano, como si tratara de ocultar algo.
William siguió pensando, aún no prestó atención a lo último que dijo. Pero estaba intranquilo.
Evelyn se acercó aún más, su aliento rozando la mejilla de William.
—Pero oye, hemos cambiado. Los dos hemos crecido, hemos madurado. Podemos dejar el pasado atrás y empezar de nuevo. Yo... yo aún te amo.
La confesión de Evelyn resonó en los oídos de William. Aún la amaba, de eso no cabía duda. Pero el miedo se apoderaba de él, recordando las heridas del pasado.
—Evelyn, no puedo negar que siento algo por ti. Pero soy un cazador, mi vida está llena de peligro y oscuridad. Todos los que amo mueren. No quiero que tú mueras también.
Evelyn sonrió con alivio. Luego, se inclinó hacia adelante, William sin pensarlo dos veces, también se acercó lentamente a ella. Sus labios se encontraron en un tierno beso, envuelto en emociones y sentimientos en su interior. Un beso lleno de emociones encontradas selló su reencuentro, mientras el murmullo del bar se desvanecía en el trasfondo.
El beso fue como un sueño hecho realidad, lleno de amor y complicidad. En ese momento, el destino de ambos se entrelazo nuevamente.
Evelyn acarició suavemente el rostro de William con sus dedos.
—No me importa el peligro, William. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier cosa con tal de estar a tu lado. No puedo imaginarme mi vida sin ti.
William bajó la mirada, luchando contra sus propios demonios internos.
—Lo siento, Evelyn. No puedo permitirme arrastrarte a esta vida. Es mejor que te vayas, antes de que sea demasiado tarde.
Evelyn se apartó de él, con lágrimas brillando en sus ojos.
—No puedes decidir por mí, William. Si te dejo ir ahora, podría arrepentirme el resto de mi vida. Si decides quedarte solo, no me dejarás otra opción que irme. Pero quiero que sepas que siempre te amaré.
—Lo siento, Evelyn, pero no puedo hacerlo. No puedo olvidar a Adeline y a nuestro hijo —murmuró William con los ojos llenos de lágrimas.
William se estremeció bruscamente, sintiendo una opresión en el pecho. La ansiedad lo consumió mientras luchaba por contener las lágrimas. Corrió hacia la puerta del bar, empujándola con fuerza mientras la lluvia caía sobre él. Sus pasos resonaban en el pavimento mojado mientras se adentraba en el oscuro bosque, tratando de alejarse de Evelyn y de sus propios pensamientos.
Se ocultó entre los árboles, buscando refugio de la lluvia y de los recuerdos que lo atormentaban. Se dejó caer de rodillas en el suelo, su cuerpo temblando por la tristeza y el desespero.
—Adeline, mi amor, ¿por qué me dejaste solo? ¿Por qué te llevaste a nuestro hijo? —susurró William al viento, sintiendo que las palabras se desvanecen en la noche.
El sonido constante de la lluvia, como una sinfonía despiadada, continuaba martillando sobre las hojas de los árboles, como si la naturaleza misma se burlara de la profunda aflicción que carcomía el alma de William. Aislado y desorientado en un universo que parecía haber perdido todo significado para él, la oscuridad del bosque circundante se tornaba un reflejo fiel de su alma atormentada.
Las horas transcurrían inexorablemente mientras William permanecía inmóvil en medio de la devastación emocional que lo aprisionaba. La lluvia había calado hasta sus huesos, convirtiendo su ropa empapada en una prisión gélida para su cuerpo entumecido. Sin embargo, ninguna de estas incomodidades físicas podía igualar el tormento interno que devoraba su ser.
A lo largo de su travesía como cazador, William había enfrentado criaturas horripilantes y peligrosas en su incansable búsqueda de respuestas, pero ninguna de estas batallas se asemejaba a la lucha titánica que libraba en su interior. La muerte trágica de su amada esposa y su hijo había infligido una herida tan profunda en su corazón que parecía incapaz de cicatrizar.
La historia de William y Evelyn podría haber tenido un final diferente, un reencuentro lleno de alegría y reconciliación. Pero las cicatrices del pasado eran demasiado profundas, el dolor demasiado intenso. William se perdió en su dolor, en su deseo de tener de vuelta a su amada familia, y se convirtió en un cazador solitario en un mundo oscuro y siniestro.
En medio de aquel bosque empapado por la lluvia, el cazador lloraba en soledad, consumido por la tristeza y la desesperanza. Su corazón yacía hecho añicos, su alma atrapada en una espiral de negatividad y desesperación. No vislumbraba ninguna escapatoria, solo la perspectiva de un sufrimiento interminable en un mundo que parecía haberse vuelto inhóspito.
William caminaba por el bosque, cada paso que daba resonaba en la tierra empapada por la lluvia. Las gotas frías caían sobre su rostro, mezclándose con las lágrimas que no podía evitar derramar. Su mente estaba llena de pensamientos turbulentos, y su corazón latía con una mezcla de miedo y determinación. Se dirigía hacia el Distrito Wild, un lugar peligroso y sombrío, dominado por un hombre llamado Mougth Stelder, que había sido parte de un grupo criminal conocido como la Guardia.
La Guardia, antes del Primer Abismo, representaba un baluarte de protección en tiempos de inminente desolación, cuando los cataclismos amenazaban con sumir al mundo en la oscuridad. Su misión era clara y noble: resguardar el reino de Inglaterra y garantizar la seguridad de la familia real que gobernaba con justicia.
Sin embargo, tras la vorágine catastrófica del Primer Abismo, el panorama cambió drásticamente. La emergencia del gremio de cazadores, aprovechando la incertidumbre reinante, socavó la razón de ser de la Guardia. La sociedad, antes encomendada a la protección de los caballeros, se vio seducida por las habilidades y recursos de estos nuevos cazadores, cuya destreza en la caza de las bestias les otorgó un estatus de gran relevancia.
Este viraje de poder desencadenó un triste destino para la antigua Guardia. Sin un propósito claro, muchos de sus miembros sucumbieron a la tentación de las sombras y la avaricia. De defensores del reino, se transformaron en un siniestro grupo de mafiosos que operan en grandes edificios. Sus actividades ilegales, desde el tráfico de objetos prohibidos hasta el control de territorios clandestinos, los hicieron prosperar en un mundo que se desmoronaba.
Los cazadores, en su búsqueda de mantener el orden y la seguridad en Londonveil, se convirtieron en los adversarios naturales de esta Guardia corrupta. Perseguían a los mafiosos sin descanso, intentando restaurar la justicia y la paz que habían prevalecido en tiempos pasados.
Londonveil es uno de los últimos vestigios de civilización que emergieron del caos del Primer Abismo, alberga a estos antiguos caballeros corruptos. En las sombras de esta metrópolis en ruinas, continúan sus operaciones ilegales, desafiando a los cazadores y perpetuando una rivalidad que simboliza la lucha por el alma de un mundo que ha perdido gran parte de su esplendor.
El Distrito Wild era conocido por sus enormes edificios góticos que se alzaban amenazadores hacia el cielo. Las agujas de las torres se perdían en las nubes oscuras que cubrían el cielo de Londonveil. Pero lo que realmente hacía único a este lugar era el único desierto arenoso en toda la ciudad. La arena dorada se extendía hasta donde alcanzaba la vista, un contraste asombroso con el resto de Londonveil, que estaba lleno de calles estrechas, edificios de piedra y bosques, pero nada parecido a esto.
La lluvia seguía cayendo implacablemente cuando William finalmente llegó a las afueras del Distrito Wild. Miró hacia los edificios góticos que se alzaban frente a él y sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Sabía que este lugar estaba lleno de peligros y secretos oscuros. Pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa para descubrir la verdad detrás de la muerte de su esposa.
Caminando con cautela, William entró en el Distrito Wild. La oscuridad era palpable, y el sonido de la lluvia golpeando los techos de los edificios resonaba en sus oídos. Las calles estaban desiertas, y el silencio era inquietante. Se preguntó si Adeline realmente estaba bien de la cabeza, y aun así, la seguía amando.
A medida que avanzaba, comenzó a notar graffiti en las paredes, un dragón con cinco ojos, representando a los cincos líderes de la Guardia. Los símbolos y las letras estilizadas dejaban claro que este era su territorio. William estaba decidido a obtener respuestas, y eso significaba que tendría que enfrentarse a la Guardia en su propio terreno. Sin embargo, hace algún tiempo oyó que el Distrito Wild fue robado por alguien totalmente desconocido.
William se escondió en las sombras, esperando que así su dolor se disminuyera. Pero él sabía que así no era como funcionaba.
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