Capítulo Veinticuatro
Capitulo 24
Especial Riley
Un dolor en mi cuello me hizo despertar. Mis ojos se adaptaron a la poca luz que emitía la chimenea y la oscuridad que abrazaba la sala.
Unos brazos seguían rodeándome y cuando levanté la vista vi a Remus durmiendo como un bebé con su cabeza apoyada en la mía.
Sirius no estaba por lo que supuse que se había ido a escondidas para estar con Mérida.
Peter estaba acurrucado en el sillón y James y Lily estaban durmiendo abrazados.
Se veían tan tiernos que decidí no despertarlos, todos los recuerdos de anoche inundaron mi cabeza como un jarro de agua fría. Me separé con cuidado de Remus, quien inmediatamente se removió aún dormido. Emitiendo pequeños quejidos disconformes hasta volver a quedarse completamente quieto.
¿Cómo Tanya puede sentirse en alerta con alguien como Remus? Pensé sonriendo un poco al verlo de esa forma tan graciosa, con la baba cayéndole de la comisura de la boca y el pelo completamente revuelto, como si fuera un nido. Era obvio que era inofensivo.
Moví hacia los lados la cabeza rápidamente, sacudiendo esa duda de mi mente al sentir que algo se me olvidaba. Hasta que de pronto lo recordé.
Rebusqué en mi bolsillo con prisas y me dispuse a leer la carta que Maze me había entregado la noche pasada con el corazón en la boca.
“Querida parásito que se comía mi comida cuando estábamos en el útero:”
Al leer esto no pude evitar reír por lo bajo. Me tapé la boca con la mano para no despertar a los demás recordando como mi hermana solía llamarme así de pequeñas para hacerme rabiar. Sintiendo un pequeño pinchazo en el corazón al recordarlo.
No me llamaba así desde que teníamos cinco años. Ya casi lo había olvidado.
“Se que te defraude, se que debería hablar, y que soy la persona más estúpida que hay en el universo, pero en esta carta vengo a expresar una parte de lo que siento ya que con palabras no logro expresarme.
¿Alguna vez te ha pesado la sonrisa? Cada vez que alguien me hace sonreír la bajo rápidamente y me quedo sin sentimiento ninguno, no tengo la necesidad de hacerlo, no me llama la atención desde hace un tiempo, prefiero ahogarme en música, en el baile, prefiero ahogarme silenciosamente en mis pensamientos, a que alguien me escuche y pueda salvarme...
Sabes Ry, no se si algo está mal en mí, pero... se que va a sonar duro pero… Nuestros padres… o más mamá que papá creo, me hicieron sentir aquello, dudo que tengas mucho recuerdo de aquello pero cuando éramos pequeñas éramos carne y uña, inseparables… hasta que lo vi a él.
Claro no sé si aquello era malo era tan pequeña para entender aquello que seguí hablando con él, y ellos me alejaban más de tí, todo comenzó con "No le cuentes a Ry" "Si le dices le harás daño" "Ry es buena... por eso ella no lo ve a él" aquellas palabras que quedaron grabadas en mi mente.
Perdón si de repente me vuelvo detestable, si digo cosas hirientes o si me ausento un momento. Es solo que en cualquier instante me desmoronaré y esa imagen de chica fuerte desaparecerá y me sentiré vulnerable ante eso.
Y eso me aterra.
Perdóname, y se que te costará porque eres terca y difícil, igual que yo pero bueno… nunca dudes ni olvides que te amo Ry-Ry.”
Al terminar la nota pude sentir como mis manos temblaban descontroladamente.
¿Desde hacia cuanto Mérida sufría en silencio? ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
¿Por qué mis padres le hicieron eso?
Tras unos segundos silenciosos, donde sólo estábamos aquella carta y yo, un movimiento a mi lado me devolvió a la realidad.
— ¿Qué hora es? — Remus abrió un ojo medio dormido, poniéndose todo recto al ver mi estado y ,sin decir una palabra, me abrazó con fuerza.
Al notar como sus brazos me rodeaban una vez más comencé a llorar con fuerza, despertando a todos los demás.
— ¡Soy una hermana horrible! Debería…. deb… debería de haberme dado cuenta… — Apreté la camisa de mi amigo con fuerza clavandole las uñas con todo el dolor y rabia que llevaba dentro, haciéndome daño en el proceso. Pero no me importó, me lo merecía. — ¿¡Por qué, por qué le hicieron eso!? — Clavé mis uñas tan fuerte que pude sentir como se clavaban en su piel, haciéndole soltar un bajo sonido de dolor. — ¿¡Por qué siempre a ella!?
— ¿Qué ocurre? — Preguntó Remus en mi oído visiblemente dolorido.
Fui incapaz de contestarle, agarrada a él como si de un bote salvavidas se tratara. Hasta que un movimiento a mi espalda llamó mi atención.
James se acababa de sentar con fuerza a nuestro lado en el sofá, con la carta entre sus manos.
¿Cuando me la había quitado?
Comprendiendo cómo se sentía solté a Remus y me acerqué a él abrazándole con cuidado, sintiendo las miradas preocupadas de nuestros amigos sobre nosotros.
— ¿Qué ha pasado? —Pregunto esta vez Peter acercándose, agarrándome de la mano al llegar a nuestro lado.
Yo solo lo miré dentro del abrazo y negué con la cabeza.
— Sólo una pesadilla. —Dije aprovechando para quitarle la carta a mi primo con una mano y guardarmela en el bolsillo.
Mer me lo había escrito a mi, si hubiera querido decírselo a los demás también les había escrito.
Al rato el abrazo grupal se rompió y todos me miraron confundidos, excepto James, que comprendió porqué no quería decírselo a los demás con solo un cruce de miradas.
Desde luego tenía suerte de contar con alguien como él.
— Bueno, nada mejor para olvidar un mal sueño que un buen desayuno. ¿Vamos al Gran Comedor? —La pelirroja cortó nuestro intercambio de miradas tomando mis manos y levantándome del sofá. Cambiando su rostro confundido por una radiante sonrisa.
Todos sonrieron ante la idea y juntos nos dirigimos hacia el comedor, que se encontraba prácticamente vacío por la hora que era. Al sentarnos todos juntos en la mesa de Gryffindor me aseguré de sentarme junto a mi primo con la mesa de Ravenclaw frente a nosotros. Inmediatamente apareció todo tipo de comida frente a nosotros. Mientras los demás devoraban todo sin piedad yo simplemente observé mi plato frente a mi. Realmente no tenía mucha hambre.
En seguida comenzaron a charlar a mi alrededor, pero era incapaz de integrarme en ella. Cada vez que miraba al grupo lo único en lo que podía pensar era en el espacio vacío que había. En el plato vacío junto a Remus.
— Buenos días. — Unos brazos me rodearon por detrás mientras una cabeza se apoyaba en mi hombro. — ¿Preparada para lo que se viene?
Miré a Tanya con una sonrisa.
— ¡Tanya, buenos días! — Le saludaron James y Alice cortando la conversación con el resto del grupo. — ¿Es la hora?
Esta asintió, generando que los demás la miraran confundida.
— ¿La hora de que? —Nos preguntó Remus, consiguiendo una mirada entre incómoda y asqueada de la Slytherin, que desvió la mirada para no verle. Al ver que esta no iba a contestarle decidí responderle yo, pero antes de poder hacerlo esta me tapó la boca.
— Mira a la puerta. —Susurró en mi oído haciendo que desviara mi mirada hacia la entrada, por donde entraba un pequeño grupo de Ravenclaw.
De inmediato me tapé la boca para no reír al ver quiénes eran.
Los chicos que a comienzo de curso me habían molestado ahora entraban al Gran Comedor con la piel completamente verde. Intentando taparse todo lo posible vistiendo guantes y todo tipo de ropa larga para que nadie viera la carne mohosa, sin mucho éxito.
Miré a James y Lily que al igual que Tanya y yo intentaban evitar estallar en carcajadas. Hasta que nos fue imposible retenerlo y comenzamos a reír ruidosamente, siendo secundados por el resto de alumnos de la escuela que estaban desayunando en ese mismo instante. Incluso pude ver cómo alguno que otro escupía su bebida al empezar a reír y como otros acababan en suelo retorciéndose de risa.
James, Lily y yo cruzamos miradas en mudo entendimiento mientras la Slytherin reía en mi oído.
— ¿Sabéis algo que nosotros no? —Peter nos miró confundido al igual que Remus, que además se veía incómodo.
— Es posible. —Canturreo Tanya dándome un beso en la mejilla para posteriormente alejarse hacia su mesa, donde pude ver que la esperaba Andrómeda y Snape junto a una de las chicas de primero que vi en el baño de Slytherin la última vez que estuve allí.
— ¿Le he hecho algo que le haya molestado? —Remus nos miró dudoso una vez mi amiga se alejó.
Volví a mirar a mi primo y a la pelirroja, dudando de si decirle o no.
Al final fue James quien rompió el silencio.
— Digamos que... No se siente cómoda cuando estás cerca.
Remus frunció el ceño sin comprenderlo.
— Pero no recuerdo haber hecho nada para que se sienta incómoda...
Nos encogimos de hombros sin saber explicarle el porqué. Al fin y al cabo, si no lo sabía ella, ¿cómo íbamos a saberlo nosotros?
Ya más tranquila decidí comer un poco. El vacío de mi hermana seguía presente, pero la escena de los Ravenclaw realmente me había venido bien. Nada mejor que unas risas con la gente a la que más quería para aliviar el peso que me oprimía.
Justo cuando iba a meterme un bocado a la boca me detuve, sintiendo un leve tirón. Y sin saber porqué miré a la puerta buscando algo, sin saber siquiera el qué. Viéndola a ella junto a Sirius.
Con lágrimas en los ojos me levanté a toda prisa y corrí hacia sus brazos.
— ¿Cómo estás? ¿Te duele algo? — Comencé a preguntarle a trompicones con el corazón a mil por hora, tomándola de los hombros y alejándola lo suficiente como para poder verla al completo. — ¿Estás bien?
— Estoy mejor Ry. —Me miró a los ojos cariñosamente alzando uno de sus brazos para acariciarme la mano.
— Está perfecta. — Soltó Sirius pasando un brazo por los hombros de mi melliza con una sonrisa radiante en su rostro. — ¿Cómo no iba a estarlo si estaba conmigo?
Me dio una sonrisa ladeada y Sirius nos guío hacia la mesa . Mer fue invadida por preguntas del resto del grupo mientras yo me quedaba observando y comentando algo de vez en cuando. Desde el momento en el que se había sentado esa sensación de pérdida, esa sensación de que algo faltaba, había desaparecido. Se sentía agradable al verla ahí, sonriendo, y no en una fría cama en la enfermería.
Para mi sorpresa, la hora del desayuno pasó bastante rápida. Hoy nos tocaba clase con los de Hufflepuff. Al entrar en el aula mi mirada se paseó por el interior del aula de forma inconsciente, buscando de forma ansiosa algo que ni yo entendía. Hasta que le vi.
No había visto a Wyatt desde el altercado y por alguna extraña razón pensar en él hacia que mi pulso se acelerara, y verlo ahí mirándome desde una de las mesas, hizo que un ligero cosquilleo hiciera acto de presencia en la boca de estómago.
Me acerqué a una de las mesas cercanas intentando mantener una apariencia seria con la clara intención de ignorarle, sintiendo su mirada clavada en mi espalda mientras me movía. No quería darle entender que podía volver a generar una escena como la última sin consecuencia alguna.
Me senté y esperé a que mi hermana se separara de Sirius y se sentara conmigo, ya que desde que habían aparecido por la puerta del Gran Comedor no se habían separado. Finalmente se sentó a mi lado y me tomó de la mano, sonriendo. Mantuvimos nuestras manos unidas durante toda la clase, cosa que agradecí, necesitaba sentir a mi hermana cerca después de todo lo ocurrido. Quería hablarle sobre la carta, decirle que no importaba qué le habían dicho nuestros padres, que no era un monstruo, sólo mi hermana. Mi hermana melliza a la que amaba y adoraba. Pero algo me decía que no era el momento y que debía esperar a que fuera ella la que fuera a mi.
Tenía que esperar. Pero ahora que, más o menos, entendía que ocurría, no me era tan difícil.
Pasaron las clases con lentitud desmedida hasta llegar al mediodía, donde todos los del grupo nos juntamos en uno de las pasillos cercanos al Gran Comedor.
— Dios, que día más aburrido. —Suspiró Lily apoyándose en James inconscientemente, completamente agotada.
— ¿De qué iba el trabajo que nos han mandado en Historia? —Le preguntó este, apoyando su cabeza contra la suya. Consiguiendo que todo el grupo les mirara con una sonrisa.
— James, —reí levemente— ¿cual de los tres trabajos?
— ¿Tres? —James, Peter y Sirius exclamaron a la voz, con la cara completamente deformada por el horror, el horror de los deberes.
— Sí, de los inicios del Ministerio, su estructura gubernamental y… —me quedé en silencio y miré a mi hermana.
— Hablar sobre uno de los departamentos, creo que podemos elegirlo. —Me respondió no muy segura.
— ¿No teníamos que elegir entre tres de las que nos ha definido hoy; el departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas, de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas y de Cooperación Mágica Internacional?
— No estoy muy segura… realmente creo que podía ser cualquiera… — Mi hermana miró al resto del grupo, pero estos simplemente se encogieron de hombros.
— Bueno, por si acaso elegimos uno de esos tres y nos aseguramos que no nos equivocamos. — Finalice con una sonrisa.
— Podemos elegir el mismo todos… y así nos ayudamos entre todos…
— Sirius, — le cortó mi hermana— tú lo que quieres es copiarte de nuestro trabajo.
— Que bien me conoces. — La abrazó de la cintura y le dió un beso en la cabeza.
Nos dirigimos al comedor y comimos tranquilamente. Al terminar Mer agarró a Sirius del brazo.
— Nosotros dos nos vamos a comenzar el trabajo de los inicios del Ministerio, si necesitáis algo estamos en la biblioteca. —Y sin mediar palabra se alejó arrastrando a nuestro amigo, dejándonos a todos sorprendidos.
— ¿Va a intentar que Sirius trabaje? —Peter les miró irse con los ojos muy abiertos.
— No creo que lo consiga, eso es imposible. — Rió mi primo.
— Yo confío en Mer, yo creo que lo lograra. —Soltó Remus adelantandome, cruzando su mirada con la mía. Nos sonreímos con confianza. Ambos creíamos en Mer a pesar de las dificultades.
—Yo creo que voy a ir a tocar un poco el piano...— Hablé al grupo a la vez que me levantaba.
—¿Puedo acompañarte? — musitó Peter, recibiendo la mirada sorprendida de todos.
—Realmente prefiero estar sola — sonreí con amabilidad, Peter también se había pasado con Wyatt y aún no comprendía el porqué.
Me marché atravesando las mesas del comedor y me sumergí en los oscuros pasillos de las mazmorras hasta llegar a la sala donde se encontraba el piano.
Abrí la puerta lentamente siendo inundada por el polvo acumulado. Después de un par de movimientos de varita la sala se encontraba iluminada y limpia.
Acaricié las teclas del piano como de costumbre antes de empezar y una vez me sentía tranquila comencé a tocar notas aleatorias, formando así una suave melodía.
Poco tiempo después escuché el crujido de la puerta abrirse.
Un olor familiar inundó mis fosas nasales a la vez que sentía su presencia cada vez más cerca.
—Ly...
Silencio, mi respuesta fue un silencio.
—¿Podemos hablar?— su voz era un susurro el cual pude escuchar perfectamente.
—Depende, si te vas a comportar o no. — respondí mirando fijamente las teclas del piano.
—Quería disculparme por la escena que monte...— note como el asiento se hundía a mí lado y sentí el calor de su brazo a mí lado. — me comporte como un imbécil...— suspiró— Al verte con Peter me puse celoso... Y no supe contenerme — su mano buscó la mía y la acarició. —Lo siento...
Gire mi rostro para verlo, su mirada estaba apagada y realmente parecía sentirse apenado.
Me puse nerviosa al ver lo cerca que estaban nuestras caras.
Estuvimos mirándonos unos segundos, en los cuales pude ver como su mirada cambiaba a una de deseo.
— ¿Cuando me vas a dejar besarte?
— Wyatt...
Su pregunta me pilló de improvisto pero una vez que la había analizado algo dentro de mí también se había hecho esa pregunta.
—Está bien.— suspiró tras unos segundos de silencio y acto seguido depositó un beso en mi mejilla.
El roce de sus labios contra mi piel fue tan suave que me causó cosquillas provocando en mí una pequeña risa.
—Hay una cosa que quiero de ti...— me ruborice al darme cuenta de que había formulado una frase que fácilmente podría tener doble sentido.
—Soy todo tuyo, Ly.— Su mirada me ponía nerviosa pero a la vez me sentía halagada.
—Quiero practicar para poder convocar mi patronus. — solté sin más.
Su cara se iluminó de felicidad.
—Vamos.— Agarró mi muñeca y me sacó de la sala.
No sabía dónde íbamos pero me dejé llevar por él, al fin y al cabo él habia estado conmigo apoyándome.
Nos paramos enfrente de una pared y me quedé mirándolo, algo que él notó.
—Solo espera.— Y poco a poco una puerta se hizo visible ante nosotros. — Es la sala de menesteres. La descubrí hace poco. — Dijo sonriendo y nos adentramos en su interior.
La sala estaba vacía, no había nada solo una chimenea y unos ventanales opacos.
—Aquí nadie nos molestara. — Sonrió provocando en mí la misma reacción.
Saque mi varita y la mantuve en la mano, esperando instrucciones.
—Lo más importante es pensar un pensamiento feliz, seguro que tienes muchos. — Se acercó a mí y se situó detrás mía envolviendo mi mano en la suya. — Luego, el movimiento de varita. — Me deje llevar creando el movimiento con su mano pese a que me lo sabía de memoria pero el tacto de su piel se sentía bien. — Y para finalizar solo tienes que pronunciar las palabras: Espectro patronus — susurro en mi oído provocando un escalofrío por todo mi cuerpo.
Pese al frío que hacía en el castillo, estar cerca de Wyatt parecía ser más cálido de lo que realmente era.
— Me estás poniendo nerviosa. — Su respiración chocaba en mi nuca.
—Y tú a mí me estás tentando. — Apartó mi cabello y mi jersey hacia un lado depositando un suave y cálido beso estremeciéndome ante su tacto.— Pero ahora centrémonos en invocar tu patronus.
Respire hondo e intenté centrarme en un recuerdo feliz.
Estábamos Mérida y yo jugando con las muñecas que mamá nos había regalado para nuestro séptimo cumpleaños, las muñecas eran parecidas a nosotras y decidimos que yo me quedaría con la suya y yo con la de ella. Ambas estábamos muy felices.
Entonces pronuncie el hechizo a la vez que hacía el movimiento correspondiente.
De la varita salió una pequeña y fugaz luz azul la cual en cuestión de segundos se desvaneció.
—Sigo sin encontrar un recuerdo lo suficientemente feliz, esto es agobiante. — Me aleje de Wyatt mordiéndome el interior de mis mejillas.
—¿Porque no creas momentos? Es decir,— se situó en frente mía.— Si ningún recuerdo es lo suficientemente feliz tendrás que crearlos.
—Tienes razón. — Lo miré a los ojos analizando su expresión y sin esperarlo lo abracé.
Sabía que sentía cosas por Wyatt, y que él las sentía por mi. Poco a poco se ha ido ganando de nuevo mi confianza y me ha demostrado que ha estado para mí, pero sentía que si lo dejaba entrar acabaría mal. Soy un desastre andante y no quiero lastimarlo.
—Wyatt — susurré, suspirando pesadamente. —Tenemos que hablar…
—Me da igual lo que me digas, no me voy alejar de ti Riley. — sus brazos seguían rodeándome. —Ya te lo he dicho, estoy enamorado de ti y si te lo tengo que decir todos los días lo haré. — me apartó mirándome a los ojos, mi campo de visión se volvió borroso. — Quiero hacerte feliz, quiero que convoques tu patronus, porque alguien como tú debería tener muchos recuerdos felices.
—Yo…
—Te quiero Riley. —se acercó a mí, nuestros labios estaban casi rozandose.
Mi corazón iba a mil por hora, mi respiración era agitada y mis ganas de besarlo habían aumentado al mismo tiempo que mi calor corporal.
—No quiero hacerte daño...— Me alejé algo que me dolió, pero por mi culpa Mérida había sufrido y no quería que nadie más lo hiciera.
—Sería todo un honor si eres tú quien me lo hace.— En cuestión de dos paso estaba parado enfrente mía.
Sus manos se introdujeron detrás de mí ojeras acercándome a él. Por un momento creía que me iba a besar pero depositó un suave y sonoro beso en la comisura de mis labios para acto seguido soltar un largo suspiro.
—Esperare por ti todo lo que haga falta.
Me abrazó y se produjo un silencio que me agradó, solo se escuchaban nuestras respiraciones.
— Tengo que irme — en realidad no quería que se fuera, junto a él me sentía bien y segura.
—No quiero que te vayas— negué con la cabeza.
Su risa retumbó en la sala. — Yo tampoco quiero irme pero tengo entrenamiento y ya llegó tarde.
Me alejó un poco del para mirarme a los ojos.
—Está bien— forcé una sonrisa pese a que por dentro no lo sentía.
—Te quiero Arlet — Deposito un beso en la punta de mi nariz.
Mi reacción fue acercarme a él y depositarle un beso en la mejilla, pero él se giró un poco y acabe dándoselo en la comisura de sus labios.
Ambos reímos durante unos segundos y, tras mirarnos unos segundos a los ojos del otro, él se marchó dejándome roja como un tomate.
Aprovechando que estaba sola una vez más, me alejé en dirección al bosque prohibido. Ayer le había prometido a Goliath que investigaría, pero debido al incidente con Mer no había podido cumplir mi palabra.
Era hora de que lo cumpliera.
Miré al cielo a sabiendas de que no faltaba mucho para que se hiciera de noche. Hoy podía simplemente buscar el lugar de reunión y volver otra noche en la que se reunieran. No quería estar demasiado tiempo fuera y que los demás se preocuparan.
James llevaba demasiado sustos en muy poco tiempo.
Me acerqué a las lindes del bosque por dónde salimos Tanya y yo la última vez. Más o menos recordaba el camino, pero a la luz del día todo parecía completamente diferente. Sería demasiado fácil perderse.
Realicé un hechizo y una pequeña línea de luz apareció tras de mí, generando una línea luminosa por allá por donde iba, y me encaminé hacia el interior del bosque. Conforme me fui adentrando los árboles comenzaron a cambiar, volviéndose cada vez más oscuros y retorcidos, creando sombras afiladas y tenebrosas entre las que se podía oír el movimiento de los animales entre los arbustos. Fríos escalofríos me recorrían la espalda cada que algo se movía de más o cada vez que unos ojos se asomaban entre las sombras.
Seguí andando durante un buen rato, hasta que me paré.
"¿Me he perdido?" Pensé mirando las retorcidas ramas de los árboles que rodeaban.
De pronto un movimiento entre las hojas me sobresaltó. Observé la copa de unos de los abedules y pude ver cómo dos ojos negros me observaban desde lo alto, escondidos entre las oscuras sombras. Di un respingo de sorpresa, notando como los latidos de mi corazón se aceleraban.
Hasta que oí como el ser que me observaba maullaba.
Sorprendida me acerqué un poco para poder ver mejor al gato, notando como una cola se removía divertida tras la figura.
—Un gato negro...
Genial, ahora tendría mala suerte.
El animal saltó gracilmente y se acercó a mí con la cola en alto. Al llegar a mi lado se restregó contra mi pierna y ronroneo, dejándome confundida pero conmovida a la vez. Me incliné y le acaricié la cabeza y el cuello, consiguiendo sonidos complacidos de su parte. Pero a los pocos minutos este se alejó unos pasos y miró hacia mi dirección, maullando una vez más. Tras maullar repitió el proceso.
Parpadee, quedándome inmóvil durante unos segundos, hasta que entendí que quería que la siguiera.
—Lo siento gatito, pero tengo que irme. —Le dije sin saber si me entendería, consiguiendo un resoplido molesto por su parte.
Volvió a alejarse y mirarme, maullandome esta vez con más fuerza, visiblemente molesto.
—Vale, vale, te sigo. Pero solo un rato, que tengo que volver.
Si no fuera imposible, habría jurado que había puesto los ojos en blanco al oírme.
Comencé a seguir al animal, que cada pocos metros me miraba para asegurarse que lo seguía. Andamos durante unos pocos minutos hasta que me di cuenta de que estábamos caminando por una de las zonas que ya había atravesado.
"¿Está llevándome a la salida?" Me pregunté a mi misma mentalmente.
—Si me estás llevando a la salida no hace falta, puedo volver yo. —Intenté llamar su atención, pero lo único que conseguí fue otro resoplido.
De pronto dió un giro brusco, aumentando el ritmo. Los árboles se hacían cada vez más espesos y cada vez nos alejábamos del camino. Estaba pensando en dejar de seguirlo, completamente segura de que lo que estaba haciendo era una locura, hasta que me di cuenta de donde estábamos.
Acabábamos de pasar por la entrada secreta que conectaba al pasadizo del castillo.
Abrí los ojos completamente aturdida, siguiéndole más de cerca hasta que se detuvo. Se había parado en la entrada de un prado escondido entre la maleza.
Me había llevado hasta el punto de reunión que estaba buscando.
Conforme más me acercaba al centro del claro más podía darme cuento de lo mucho que se reunían en aquel lugar. Formando un círculo había varios asientos de piedra, posiblemente tallados con magia. Los conté dándome cuenta de que había 18 asientos, dos de ellos más grandes que los demás, con respaldos más largos y cojines que les aportaban comodidad. Por todos lados habían esparcidas piedras completamente negras y redondas tan grandes que me llegaban a la rodilla. Las miré durante un rato hasta recordar como en una de las clases de historia habían hablado de un hechizo capaz de iluminar dicho tipo de roca.
No me dió tiempo a investigar mucho más antes de oír una voz molesta a mi espalda.
—¿Qué te dije sobre venir aquí?
Me giré y encaré a mi amiga.
— Solo estaba dando... un paseo. Y me perdí. —Justifique inventandomelo todo en el camino.
Aunque lo de que me había perdido no era una mentira.
— Si, claro. —Rodó los ojos con evidente molestia. —Y lo de quedarte hasta la noche también es parte del paseo, ¿verdad?
La miré confundida y alcé mi rostro al cielo. Estaba anocheciendo, no quedaría mucho para que se pusiera todo oscuro.
Mierda.
— Anda, —suspiró rindiéndose — vamos al castillo. Sígueme. —Comenzó a andar internándose en el bosque y sin pensarlo mucho la seguí. — La próxima vez que vengas avísame.
— Intentaras detenerme si lo hago.
— Exactamente, lo "intentaré". —Me dirigió una mirada socarrona de soslayo. — Pero ahora lo importante no es eso, mantente cerca de mí para no perderte y no hables muy alto.
— En realidad no me perdería. —Alce la varita enseñándole el hechizo aún activo.
— Detén el hechizo, es peligroso y no lo necesitamos.
Alterne mi mirada entre la varita y mi amiga. ¿Qué tan peligroso sería que vieran el hechizo? Aunque pensándolo bien, si lo seguían no era difícil ubicarnos.
Moví levemente la mano y terminé el hechizo.
Estuvimos un buen rato andando en silencio la una al lado de la otra. En algún momento del trayecto una de las dos se sobresaltó con un sonido extraño, y acabamos tomándonos de las manos. Conseguimos entrar al castillo minutos antes del toque de queda y nos despedimos antes de separarnos para ir a nuestras correspondientes salas comunes.
— Tienes que ser más consciente de tu alrededor, a este ritmo te va a pasar algo malo y voy a ser incapaz de evitarlo. —Fue lo último que me dijo durante el abrazo antes de darme un beso en la frente y alejarse.
Tras esto me dirigí tranquila hacia mi Sala Común, tenía cinco minutos para llegar. Tiempo suficiente para pensar en todo lo que había ocurrido aquel día.
Realmente me sentía agotada.
Al llegar me encontré a Lily y James, que charlaban con entusiasmo en uno de los sofás junto a un grupo de primero que miraba a las llamas de la chimenea. Me acerqué a ellos y les abracé.
— Voy a dormir, estoy agotada. —Les di a ambos un beso en la frente.
— Buenas noches/Duerme bien. —Soltaron al unísono pisándose mutuamente, sacándome una leve risa.
— Buenas noches.
Me separé justo para ver como mi hermana entraba en la Sala Común a toda prisa, completamente ruborizada.
— ¿Mer? —La llame. —¿Qué tal con el trabajo?
— ¿El qué? —Me miró confundida por unos segundos, hasta que abrió los ojos en sorpresa, como recordando algo. Mientras los colores se le subían a la cara, pasando a tener un color más parecido a un tomate maduro que al de una persona normal. —Ah, si, fuimos a hacer el trabajo, es verdad… Pues, ¡bien, bien! ¡Ahora tengo que irme! — Y con las mismas desapareció por las escaleras.
Miré a la zona por la que había desaparecido mi hermana. Eso había sido realmente extraño, pero no parecía que hubiera pasado nada malo. Más bien parecía feliz. Me encogí de hombros, ya le preguntaría a Sirius, aunque ya me imaginaba que podía haber osado. Y tras esto, me dirigí a mi habitación y me acosté. Necesitaba descansar
Eeeyy buenas!!! Soy Johanna. Llevamos un mes desaparecidas pero es que realmente llevamos mucho lío tanto Lu cómo yo.😢😢
He podido encontrar un hueco para hacer este capítulo el siguiente será desde el punto de vista de Mérida.
No sabemos exactamente cada cuánto vamos a poder subir pero lo haremos ❤️❤️.
¿Momento favorito?
¿Os sigue gustando la historia?
¿Preferís un capítulo de ambas o separado?( Como en este caso)
¿Opiniones?
Os queremos mucho 😍
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