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Capítulo Tres

Capítulo 3:

diadema=vincha
Jaleo=bardo/quilombo

Narrador omnisciente:

Alrededor de las seis y media de la mañana Mérida se despertó, y llamó a Riley.

Ambas se levantaron y encontraron su uniforme de Gryffindor colocado en el armario de cada una. Se dirigieron a las duchas y empezaron a asearse, querían estar lo más perfectas posible en su primer día. Riley se vistió con el uniforme a falta de secarse el cabello, por el contrario Mérida se estaba secando el pelo para después proceder a vestirse.

Riley se plancho el flequillo que esa mañana está rebelde y se recogió la mitad del cabello en una fina trenza que quedaba en la parte de atrás de la cabeza.

Mérida aprovecho la plancha y se aliso el pelo, se colocó una diadema de color rojo y se puso un poco de colorete y rímel.

—¿Te pongo un poco? — Preguntó Mérida mientras veía a su hermana a través del espejo apoyada en la pared del baño.

—Bueno...— se encogió de hombros a la vez que se acerca a su hermana.

El uniforme les quedaba perfecto, tenían una buena genética.

Entraron a la habitación a la vez que Alice y Lily se levantaban. 

—Que madrugadoras chicas — habló Lily mientras bostezaba y salía de la cama.

— Y que lo digas Lily — apoyo Alice. Nosotras vamos a prepararnos mientras.

—Está bien— Mérida se sentó en la cama.

— Aquí las esperamos— continúo Riley imitando los movimientos de su melliza.

Las hermanas estuvieron hablando mientras esperaban a sus amigas. Y mirando el horario que les tocaba.

A primera hora tenían Historia de la Magia. Ya habían salido de la sala común de Gryffindor, cuando Mérida se percató de que había olvidado su bolso de cuero y tuvo que volver a cogerlo. Una vez llegó busco como loca el bolso, llegaba tarde.

—¿Estás buscando esto? — una voz se hizo presente en la sala, donde no debería haber nadie.

—¿Sirius? Uff... Menos mal, llego tarde y me lo he olvidado. Gracias— Mérida intentó cogerlo de las manos, pero Sirius lo elevó por encima de su cabeza, consiguiendo así que la pequeña Potter no alcanzara.

—Venga, Potter cógelo— movió la cartera de izquierda a derecha.

—Joder Sirius, no estoy paras tus bromas.— Mérida comenzó a Saltar, pero a pesar de medir un metro setenta, Black era más alto.

Una de las veces Mérida perdió el equilibrio y cayó en los brazos de Sirius, quien tuvo buenos reflejos y pudo sujetarla. Ambos se quedaron muy cerca, tanto que podían notar el aliento del otro.

Mérida se recompuso alejándose de Sirius, quién se había puesto bastante nerviosa, aunque lo ocultaba muy bien.

—Toma — Sirius tendió el bolso y Mérida lo agarró de una, giró sobre sus talones y se marchó indignada, no sin antes decir:

—Idiota.

A toda prisa fue al Gran Comedor, ya se habían reunido todos, menos Sirius. 

Mérida respiro y se sentó en la mesa al lado de su hermana y Dumbledore habló:

— Buenos días a todos, por motivos de tiempo, hemos tenido que juntar algunas clases. — durante el momento que dejó de hablar se escucharon murmullos, tantas quejas como satisfacciones. — Las clases de Gryffindor irán con las de Hufflepuff y las de Ravenclaw con las de Slytherin, hasta nuevo aviso.— se alejó hacia la mesa de los profesores y un gran cuchicheo se introdujo en la sala, mientras comenzaban a desayunar.

—Oye ¿Vieron  a Sirius? —James preguntó a la vez que tomaba un trozo de pan.

—Yo lo vi esta mañana temprano— Peter apoyó un brazo en la mesa, para beber de su vaso.

—Seguro que está con alguna— añadió Remus.

Los tres amigos empezaron a reír. Riley se percató de que  Mérida casi se atraganta al escuchar el comentario de Lupin.

—¿Estás bien Mer? 

Está levantó la mirada y asintió repetirás veces.

Riley sabía que algo había pasado cuando su hermana había vuelto a por la cartera, pero no quiso indagar más.

—Esto va ser divertido—Lily se acercó un poco más a Riley para que todos la escucharan.

—¿A qué te refieres? — cuestionó Riley.

— Al estar dos clases unidas, va a ser todo un jaleo— agregó Alice.

—Vaya una mierda, tener que aguantar a los pesados de Hufflepuff... — una voz se elevó por encima de todas las demás. Incluso que Dumbledore lo escuchó.

—Diez puntos menos para Gryffindor — vociferó desde su asiento y con su varita colocada en su garganta, fue mucho más fácil que todos en el Comedor lo escucharan.

Riley miró hacia Dumbledore y después hacia la mesa de Hufflepuff, donde pudo observar que casi ninguno estaba a disgusto por compartir clase. 

Mirándolos a todos su mirada conecto con un chico castaño de labios finos. No pude ver mucho más ya que estaban algo retirados. Ambos se quedaron un rato mirando hasta que Riley se puso roja y apartó la mirada. Cuando volteó para ver al chico de nuevo, vio que este estaba sonriendo.

—Ry, ese es Wyatt Scamander — Lily le dio un suave golpe a Riley en el brazo, para captar su atención.— Los rumores dicen que es más guapo que su padre.

Las cuatro leonas rieron y charlaron un rato más hasta que llegó la hora de la clase.

—Los alumnos de Hufflepuff y Gryffindor, tienen historia de la magia en el Aula 4F. — bramó el prefecto de Gryffindor junto al de Hufflepuff.

—Los de Slytherin y Ravenclaw Adivinación en el aula de Adivinación. — habló el prefecto de Ravenclaw.

Todos los alumnos pusieron rumbo a sus aulas. Y así fue como Riley y Mérida empezaron su primer día.

Una vez en clase de Historia de la Magia el profesor dio la bienvenida y habló.

—Para que  socialicen con sus compañeros de la otra casa, he decidido juntarlos de a dos de cada casa juntos.

Se escucharon quejas pero enseguida el profesor mandó a callar.

Estuvo un buen rato diciendo nombres.

—James Potter con April Johnson.

—Mérida Potter con Clarise Brown.

—Riley Potter con Wyatt Scamander.

Riley buscó a su compañero con la mirada y cuando ambos se localizaron andaron hasta el pupitre. 

—Soy Wyatt Scamander— tendió la mano mientras le dedicaba una sonrisa.

—Riley Potter— quien aceptó la mano y abrió su libro mientras se sonrojaba bajo la atenta mirada del Hufflepuff.

Después de un largo día quedaron bastante agotadas y exhaustas. Ya habían finalizado todas las clases que les tocaban y vieron que aún le sobraba tiempo libre antes de la cena.

James comentó que se abrían las elecciones para nuevos jugadores de quidditch para el equipo de Gryffindor. Riley se emocionó y se despidió de su hermana, dirigiéndose con su primo al campo de quidditch.

La castaña era bastante talentosa jugando al quidditch en Beauxbatons, pero tal vez aquí eran mejores. Esa idea momentánea no le hizo derrumbarse, ella iba a jugar lo que ella sabía y todo lo que había aprendido de su padre. Ella se lo iba a ganar el puesto de cazadora por su propio mérito y talento. Así que fue a por su escoba, llamada Lynx. Riley tenía mucho apego a su escoba porque fue el regalo que sus padres le hicieron en su última navidad juntos. Eso la puso sentimental y mientras caminaba por los pasillos, se le escapó alguna que otra lágrima que se la limpió de inmediato, pero unos segundos después pudo ver qué cierto Hufflepuff se había percatado de su presencia.

POV RILEY
En cuanto James me dijo que se abrían las elecciones me emocioné. 

Me despedí de mi melliza y acordé con James en vernos en el campo.

Fui lo más rápida que mis piernas me permitieron y una vez llegué al cuadro de la señora gorda, pronuncié las palabras y subí corriendo las escaleras.

Coloqué la cartera en su sitio y cerré la puerta. Estaba yo sola así que decidí cambiarme y ponerme mi traje de quidditch de Beauxbatons, jugaría más cómoda. 

Acua ronroneo sobre mi cama y la acaricié. Llene su comedero y bebedero y agarré a Lynx, mi escoba.

No pude evitar recordar la navidad pasada con mamá, papá y Mer. Estábamos felices abriendo nuestros regalos hasta que papá apareció con mi escoba. Grité de alegría y fui corriendo a abrazarlo, en seguida a mamá.

Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas mientras recorría los pasillos del castillo. Al girar una esquina me limpie cualquier rastro, pero pude ver cómo Wyatt se había percatado de mi acción. 

Sin darle tiempo a que preguntara salí corriendo hacia el campo, donde mi primo aguardaba mi llegada.

—Vamos Ry, esto acaba de empezar — me acerque a su lado. Aún tenía la cara un poco roja de haber llorado, así que para evitar preguntas aparte la vista hacia otro lado.

— Empecemos primo— me dispuse a salir volando hacia el centro del campo, pero James agarró mi muñeca y me rodeó con sus brazos.

— Ya sabes que soy tu familia, puedes contar conmigo para lo que sea— se separó un poco y me miró con esos ojos azules a través de las gafas.

Yo solamente asentí.

Nos montamos en nuestra escoba y una vez en el centro el capitán empezó a hablar.

—Chicos les deseo suerte a todos ¡Vamos leones! — gritó James.

Mi primo jugaba como cazador y era el capitán. Yo también quería ser cazadora así que empecé a dar todo lo que sabía. Cada vez que podía intentaba obtener la Quaffle y pasarla a través de los aros. Hacía viento, y yo sabía cómo aprovechar las ráfagas.

Había un guardián muy bueno, en varias ocasiones paro la Quaffle.
 
Pero anoté más veces de las que yo me imaginaba. 

Después de un largo entrenamiento y una serie de pruebas, todos nos acercamos al centro de nuevo. Me sentía algo cansada, pero a la vez fue una sensación increíble. Lleva tiempo sin jugar así. Dándolo todo de mí.

—Ahora diré quién está dentro del equipo:
Marie Connor.
Sam Pucey.
Abril Eaton.
Aaron Hamilton.
Riley Potter.

Mi corazón saltó de alegría, todos nos dimos la enhorabuena.

Para el Quidditch era como para Mérida el ballet, me hacía olvidar todo.

—Ry — James me llamó— Eres muy buena, no más que yo, pero casi igual— ambos comenzamos a reír.

— Gracias, James amo el quidditch. Y todo gracias a papá.— Dios, todo está aún muy reciente. Parpadeé varias veces para que no cayera ninguna lágrima. No quería llorar más, no quería ser más débil. Odiaba eso de mi.

—Mañana a primera hora tendrás tu nuevo traje de Quidditch, leona. —Me revolvió el pelo— ¿Vamos a pegarnos una ducha?

— Deberíamos — mientras reíamos comenzamos a caminar hacia los baños de Gryffindor.

James me contaba cómo había llegado a ser capitán, hasta que una voz pronunció mi nombre.

—Riley ¿Podemos hablar un momento? — Wyatt saludo a James y me miró a mí.

James me lanzó una mirada de hermano mayor protector, preguntándome si era seguro dejarme a solas con él, a lo que yo asentí.

—Nos vemos en la cena, James. — Mi primo besó mi frente y se marchó.

—Dime Wyatt — me crucé de brazos y mi voz sonó muy a la defensiva, pero hoy había sido un largo día.

—Puede esperar, Riley.— él notó mi tono de voz. 

— Lo siento, ha sido un día largo, todo esto es muy abrumador, aún no me he acostumbrado a estar sin ellos ¿Sabés? — no se porque le estaba diciendo eso, pero mis lágrimas salieron a través de mis ojos sin darme cuenta. Wyatt no dijo nada, agarró mi escoba dejándola con cuidado en la pared y me abrazó.

No se porque me había vuelto a derrumbar, y más delante de él. Ni siquiera lo conozco.

Un silencio nos envolvió mientras yo intentaba controlar mis emociones. Respire profundo y mis fosas nasales se inundaron con el aroma de su colonia masculina.

Entonces me di cuenta que un chico me estaba abrazando. Me aparté, agarré mi escoba y salí corriendo. Mis mejillas estaban rojas de vergüenza.

Llegue a los baños, ni quiera busque a mí hermana, necesitaba una ducha para dejar de pensar en todo lo que me había sucedido, necesitaba desconectar.





POV MÉRIDA 
Me ausente de Ry y me dirigí a buscar el aula que Mcgonagall, mi jefa de casa, me había comentado ese mismo día.

Minerva no ha dejado de caerme cada vez mejor, y eso que es el primer día. Al entrarse por mi melli que yo bailaba ballet casi grita de la emoción. Me estuvo comentando que en su juventud ella también había tomado clases de baile y que de vez en cuando practicaba en el aula que hay en el sexto piso.

Me dio las indicaciones, pero antes pasé por mi dormitorio y me cambié el uniforme pero una básica negra, con unos leggins para practicar. 

Agarré mi bolso e introduje unas vendas, las zapatillas de punto, una botella con agua y un par de cosas más antes de cerrarlo.

Me coloqué mis deportivas de confianza, me atrapé el pelo en un moño y puse rumbo al aula del sexto piso, al mismo tiempo que pensaba lo enorme que era el castillo.

Una vez delante de la puerta, respire hondo y giré el pomo, por un momento me quedé sin aire y helada. Era muy parecido al salón de baile al que acudía en Francia cuando era pequeña.

Lo observe con todo detalle, incluso di una vuelta por toda la sala rozando la pared con las yemas de mis dedos.

Era perfecta, todo lo que necesitaba en ese momento. El suelo era de madera, había unos grandes ventanales desde donde se podía ver el campo de Quidditch.

En la mitad de la pared había unos tablones de madera, haciendo la sala un lugar mucho más acogedor. El espejo ocupaba una pared completa y por último había un tocadiscos, al lado de varias cajas llenas de vinilos. Sacudí el polvo con la mano y empecé a buscar pieza de música que me gustara. 

Pude visualizar entre todas ellas, El Lago de los Cisnes de Piotr Ilich Chaikovski.

Mi rostro reflejaba alegría y entusiasmo.

Me sabía la coreografía a la perfección. Me vino un recuerdo de Beauxbatons cuando Madame Maxime lloraba de la emoción por mi supuesta perfecta presentación de la obra.

Sigo creyendo que lo podía haber hecho mejor.

Agradecí internamente a la profesora Mcgonagall que me haya enseñado esta sala. Procedí a colocar el bolso al lado del tocadisco y me dispuse a hacer mi rutina de estiramientos.

Cuando finalice me coloqué las vendas y las puntas.

Respire hondo coloque el vinilo en el tocadiscos. Anduve por la sala para medir las distancias y me acomode en el centro mirando   hacia el espejo.

En cuanto la música llegó a mis oídos me dejé llevar por ella, moviéndome por la sala  y dejando en la coreografía cada uno de mis sentimientos. Todas las emociones acumuladas saliendo por mi ojos cerrados. Las lágrimas recorrían todo mis rostro, pero yo seguía bailando, necesitaba sacarlo todo.

Yo era la más fuerte de las dos, pero tenía mi momento de debilidad. Empecé a sentir ira, rencor y tristeza. La impotencia apareció segundos más tarde. Lo de mis padres fue injusto y apesar de ser la pequeña me sentía en la obligación de cuidar de Riley, ella era más sensible.

Nuestras vidas habían dado un vuelco, pero aún así me sentía feliz de tener a mi familia cerca, a James y a mis tíos, Euphemia y Fleamont, ellos no podrían sustituir a mis padres, pero sabía que me apoyan en todo.

Al terminar la canción mi cuerpo cayó al suelo desplomado casi sin fuerza. Mi respiración era acelerada, mi rostro estaba enrojecido del llanto.

Me miré en el espejo y pude ver a Remus con un rostro de  confusión, empatía y tristeza.

Avanzó a pasos agigantados, se colocó a mi altura y me abrazó con todas sus fuerzas. No dijo nada. Y eso era exactamente lo que necesitaba. Estaba vulnerable, me sentía débil por llorar frente a él pero no aguantaba más.

No sé cuánto tiempo estuve llorando hasta que lo saque todo. Me alejé de él y lo miré a los ojos. Limpie mis lágrimas y él pronunció:

— No sé por lo que estarás pasando, no necesito que me lo cuentes— paso su dedo pulgar por mi rostro secando una de mis lágrimas.— Solo quiero que sepas que soy tu amigo y puedes contar con mi siempre, tanto tú como tú hermana, ya son una de nosotros, Mer.

Sus palabras me hicieron sentir segura, sentí como si nos conociéramos desde hace tiempo. Pude notar química de amistad entre nosotros. Creo que él también lo notó.

Procedí a contarle cómo me sentía, lo que estaba pasando. No solía abrirme tan rápido con las personas pero con él experimenté que era un amigo de los de verdad. Ambos abrimos un círculo de confianza en poco tiempo.

Esto era el comienzo de algo positivo con Lunático, aún no entendía muy su apodo pero bueno. Luego de una hora y media tomamos rumbo a la sala común para ir al gran Comedor para cenar.
NARRADOR OMNISCIENTE

Cuando terminaron sus tareas ambas hermanas se encontraron en la habitación y Mer pudo notar la cara roja de Ry, quién había intentado ocultarlo.

—Has estado llorando ¿Verdad? — Mérida se acercó a su melliza.

—No... — la voz de Riley se quebró, intentó mantenerse firme pero fue inútil, a veces odiaba ser tan débil.

— Ay, Ry...— Mérida acortó el espacio que las separaba y la abrazó, haciendo que la mayor comenzará a llorar de nuevo.

Mérida ocultó muy bien que había llorado, sabía cómo hacerlo.

Al cabo de un rato cuando se vieron listas para ir a la cena, pusieron rumbo al gran Comedor.

La cosa se animó, James le daba un apretón de vez en cuando a Riley, haciéndole saber que él iba a estar allí para ella y su hermana.

Remus no dejaba de decir lo bien que bailaba Mérida y James lo rápida que era Riley. Ambas hermanas se miraron mutuamente y comenzaron a sonrojarse.

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