Capítulo 8
Durante la jornada matutina en la oficina, varias compañeras de Ariel le hacían señas para que se uniera a ellas en la zona de descanso y pudieran enterarse de más detalles sobre su relación con Lucas. A pesar de su curiosidad, Ariel disfrutaba jugando con ellas, dejándolas a la espera. Fue hasta que Solange, la sacó de su cubículo y la llevó al encuentro del grupo.
—¿Están saliendo?
—¿Desde cuándo?
Preguntaban las oficinistas al verla aparecer en la sección del café, haciendo imposible ocultar la sonrisa en la mujer de cabello castaño.
—Soy su novia.
Varias contuvieron el aliento, para luego dar pequeños chillidos de alegría, abrazándola y felicitándola.
—Yo sabía que ese chico era un buen tipo —dice Mariela.
—Todo va a salir bien para ustedes, se le nota que está enganchado a ti. —respondía alegre Támara.
—Claro que saldrá bien, porque le quiere tal y como es ¿Verdad Ariel? —comenta Míriam.
La sonrisa de Ariel desaparece, haciendo un silencio incómodo, girándose para ocultar su incomodidad para tomar una taza y preparar un café.
—Ariel, supongo que le has contado, antes de aceptar ser su novia ¿Verdad? —vuelve a intervenir Míriam.
—Aún no.
—Pero lo hará pronto —responde Solange —Él le quiere de verdad, ya no le importará algo como eso.
Míriam ve con pesar a sus colegas, lo que también baja el ánimo del resto.
—Esa es tu decisión Ariel, pero si le quieres, por respeto a él y a ti, debes aclarar las cosas.
—Lo haré mamá Miri, pronto se lo diré, solo busco el momento apropiado —responde con un hilo de voz al voltearse nuevamente con una taza de café.
Las mujeres mayores salen del área de descanso, dejando un ambiente sombrío en el lugar.
—Ya debes decirle, no tengas miedo, realmente él se ve enamorado, lo entenderá —dice de manera cariñosa Támara.
—Si amiga, ya no tienes por qué tener miedo. Ya comprobante que no es alguien superficial, por el contrario, ha sido todo un caballero —le alentaba Solange.
Ariel asentía con la cabeza.
—Lo único que te puedo aconsejar, es que ya no debes tardar mucho, eso calmará tu ansiedad —dice Támara.
—Lo sé, gracias por los consejos.
La alegría que sentía en la mañana Ariel, había desaparecido, puesto que habían vuelto todas sus preocupaciones, porque no sabía cómo tocar aquel tema con él.
La mirada triste de Ariel, alerta a Lucas, que se había dirigido rápidamente a su escritorio a la hora del almuerzo, antes de que sea acaparada por sus amigas.
—Bonita ¿Qué pasa? ¿Por qué estás triste? —pregunta, acariciando su cabello.
—Nada importante. Ahora me siento mejor, porque tú estás aquí —sonríe Ariel.
Ambos caminan juntos para salir de la oficina y dirigirse al comedor del primer piso.
Al charlar durante el almuerzo, Ariel cada vez estaba más convencida de que Lucas no era superficial, sino que le quería de verdad y por ese motivo deseaba formalizar y había sido tan insistente, lo que le daba mayor confianza para contarle, porque estaba segura de que él le entendería, pero no sería hoy, quizás mañana.
Los días transcurrían tranquilos, pero demasiado rápido para el gusto de Ariel, que se había propuesto contarle sobre su verdad al día siguiente, pero no halló el momento apropiado, luego se fijó como meta hacerlo al finalizar la semana, pero tampoco ocurrió, luego esperó a la semana siguiente, pero también pasó lo mismo, hasta obligarse a hablar para el final de mes, lo que tampoco ocurrió.
Ya habían pasado más de 2 meses en el que Lucas y Ariel eran novios, tiempo suficiente para comprender de que era ella la que tenía escusas para no hablar con él, y ya no lo haría, finalmente comprendió de que su miedo a perder a Lucas era mayor que el miedo a revelarle la verdad. Sus amigas también la habían aconsejado que debía aclarar la situación, ya que era lo correcto, porque ya no veían con buenos ojos su omisión.
Ariel sintió que guardar silencio era una opción cada vez más difícil, pues la tensión sexual entre ella y Lucas aumentaba con el tiempo. Aunque Lucas intentó controlarse para no incomodarla, su actitud provocativa con caricias insinuantes y situaciones sugerentes se hacía cada vez más evidente. Ariel logró evitarlo de manera sutil, pero no era una tarea fácil, ya que estaba empezando a ceder a sus deseos. A pesar de eso, su miedo era más fuerte que su pasión y se resistía a dejarse llevar por completo.
—Félix me dice que tiene libre este miércoles —comenta Lucas, acariciando el hombro de Ariel al tenerla abrazada en el sofá al ver una película que ya había comenzado a dar los créditos.
Los novios estaban disfrutando la tarde de ese sábado en el departamento de Lucas, después de haber regresado de una caminata por la ciudad.
—Eso es fabuloso, me has hablado tanto de él y su esposa, que ya ansío conocerlos. —responde alegre Ariel.
Lucas tenía la mirada perdida al ver las hermosas facciones de su novia, que relucían por su alegría, lo que le llenaba el pecho de tiernos sentimientos.
—¿Por qué me miras así? —pregunta Ariel.
—Porque aún no me creo la suerte que tengo de tener a una mujer tan perfecta como tú.
Él toca el rostro de aquella mujer que se había ruborizado, para retirar un mechón de cabello y colocarlo detrás de su oreja, a lo que ella toma de su mano, para besar su palma y dedos, aproximándose hasta alcanzar sus labios y besarlo con el fuego de su pasión.
Siempre Ariel estimulaba todos los sentidos de Lucas, ya que era tierna y encantadora, pero completamente sensual y atrevida, logrando ser la mujer de sus sueños.
Los besos relajados, y las suaves caricias, aumentaban la temperatura entre ambos, a lo que Lucas pasaba con suavidad sus manos por debajo de la falda de su vestido, tocando sus muslos, sintiendo cómo la piel de ella reaccionaba a su tacto, subiendo hasta tocar sus nalgas, dándole una grata sorpresa al notar que estaba usando unas pequeñas bragas de encaje que moldeaban sus redondeados glúteos.
Ariel disfrutaba de aquellas caricias, y también le correspondía al besarlo en el cuello y mordisquear el lóbulo de su oreja. Ella sabía que debía detenerse, pero se rogaba a ella misma por un poco más, ya que todo estaba bien, hasta que no descubriera el secreto que ocultaba.
El teléfono de Ariel sonó indicando la llegada de un mensaje, lo que la hizo detenerse en seco y tomar el dispositivo de la mesita para ver leerlo. Sin embargo, descubre que solo era publicidad de compañías telefónicas.
—Me había olvidado de que ayudaría a mi tía Laura a preparar la cena para la reunión con sus amigas.
Lucas no presta mucha atención a lo que ella dice, besando su cuello y bajando hábilmente la parte delantera de su vestido con sus dedos, descubriendo la ropa interior de encaje que estaba usando.
—Ese brasier te queda muy bien —comenta Lucas, pasando sus dedos sobre el pecho redondeado que era cubierto por los finos encajes.
—Bebé, de verdad debo irme. —Ariel se levanta del sofá para buscar su bolso que lo había dejado sobre la mesita del comedor, mientras acomodaba su vestido.
Lucas no deseaba dejarla ir, así que camina con ella, abrazándola por la espalda y respirando sobre su cabello.
—Quédate conmigo, no te vayas. Por favor.
La súplica tan tierna de Lucas, logra estremecer el corazón de Ariel, pero sabía que de quedarse, no podría controlar el fuego de su pasión, y aún no estaba lista para revelarse ante él.
—No me hagas eso, realmente me encantaría quedarme.
—Entonces, quédate.
—No puedo, lo prometí. Para la próxima vez que nos veamos, haremos lo que tú quieras.
—¿No te arrepentirás? Tú ya sabes lo que quiero, así que tu propuesta es algo arriesgada. —Lucas vuelve a besarla, demostrando su deseo.
Con delicadeza, Ariel se aparta luego de un largo beso de despedida, dándole una sonrisa.
—Te escribiré cuando llegue a casa.
—Escríbeme cuando ya estés con tu tía, para saber que has llegado bien.
—Lo haré.
Ariel, al estar frente del elevador e ingresar en él, se sentía pésimo consigo misma, odiaba mentirle a Lucas y pensaba que de no ser sincera con él, no merecía tenerlo a su lado.
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