Prólogo
En el castillo del Rey Demonio...
Tras una encarnizada lucha entre el bien y el mal; El Rey Demonio y el héroe, finalmente había llegado a su fin.
—Lo hice. Maté al Rey Demonio...—dije con mi espada clavada en su pecho.
*Bluagh* —Jaja...héroe estúpido...—dijo aquella gobernante mientras escupía sangre. — ¿Vale la pena toda esta lucha...por esos...sucios humanos...? —
—Claro que lo vale. Ustedes han matado demasiados humanos en tu nombre...—respondí.
— ¿Y ustedes no hicieron lo mismo con los demonios? —dijo mientras me miraba.
—Eso es...—
Esa mirada no refleja ira o enojo contra mí, sino pena y lástima.
—B—bueno...eso ya no importa...héroe...Cumpliste tu misión...Solo espero que no te arrepientas...por esto, héroe Elliot........—dijo aquella gobernante exhalando su último respiro.
Al momento de sacar mi espada de su pecho, una luz envolvió todo el lugar, dejándome ciego momentáneamente. Pude escuchar ciertas palabras en un idioma extraño que salían de aquella nubosidad luminosa. Terminadas esas palabras, la nube luminosa se desvaneció y el cuerpo del Rey Demonio desapareció.
Aunque me quedé sorprendido con todo ello, no dejé de pensar en sus palabras.
— ¡Héroe Elliot! —dijo aquella princesa mientras entraban los soldados que me acompañaron en esta travesía.
— ¡Princesa! ¡No corra, tenga cuidado! — dijo la jefa del ejército imperial
A su vez, mis camaradas estaban entrando en la sala del trono demoníaco.
— ¿Y el Rey Demonio? —preguntó la jefa del ejército
—La maté. —contesté. —Ahora...El mundo estará en paz. —
Ante mis palabras, hubo una algarabía entre los soldados imperiales. Finalmente, el Rey Demonio había muerto.
Cuando estaba a punto de acercarme hacia mis camaradas para celebrar con ellos, el ejército imperial me rodeó y me apuntaron con sus espadas.
— ¡¿Qué significa esto?!—dije sorprendido
Hubo un rotundo silencio.
—Fufufu, sí que eres un estúpido héroe, ¿no Elliot? —dijo aquella princesa con una tierna sonrisa
— ¿Princesa?... —dije todo atónito.
—Parece que tus servicios como héroe del imperio llegan a su fin. —dijo la princesa
— ¿De qué estás hablando? —le dije intentando acercarme a ella.
— ¡Guardias! —dijo la jefa del ejército— ¡No dejen pasar a este sucio traidor del imperio! —
— ¿Qué?... —dije mientras miraba a aquellos soldados que lucharon conmigo en el campo de batalla.
— ¿Aún no lo logras entender, héroe Elliot? —dijo la princesa deformándose lentamente su familiar sonrisa. —Solo fuiste una mera herramienta para los fines del imperio. Y ya que el Rey Demonio no está, la única amenaza del imperio...eres tú...—
Al verla sonreír de esa forma, me asusté. Intenté ver a mis amigos, los héroes del imperio, pero sólo noté una sonrisa de oreja a oreja frente a mi desgracia. Aquellos héroes que consideraba amigos, se reían de mi desdicha.
— ¿Te quedó claro, estúpido héroe Elliot o, quieres que te lo vuelva a repetir? —dijo la princesa con un tono burlón.
Viendo que me habían abandonado mis amigos, usé [Teletransportación] para salir de aquí.
—Esa magia... ¡Rápido, hechicero imperial, deténlo antes de que escape! ...—dijo la jefa del ejército.
—No es necesario. —dijo la primera princesa mientras miraba a la puerta de la sala del trono. —Pasa. —
Una mujer de apariencia simple, pero con unos buenos rasgos faciales, entró.
En el instante en que noté su presencia, mi piel se puso ligeramente pálida con cada paso que daba.
— ¡¿Por qué estás aquí?!—
Aquella chica; la persona de quien más confiaba en este mundo, rompió el collar que almacenaba los poderes que me fueron dados por los dioses, haciéndome inútil en el uso de la magia.
Sin poder usar mi magia, los soldados me tiraron contra el suelo.
Intentando levantarme, pude notar como la princesa le entregaba a esa mujer cuatro bolsas completas de oro.
—Tómalo y lárgate. —dijo la princesa.
Agarró esas bolsas y en un acto de burla me miró tiernamente, para luego mostrarme una sórdida sonrisa, después se alejó del lugar.
— ¿Ves? Hasta tu amiga de la infancia, en quien tanto confiabas te traicionó. —dijo la princesa
Pese a esa traición puse resistencia frente a los soldados.
—Ohh...Veo que aún no te quiebras. Esto lo pone más interesante...—dijo la princesa mientras se lamía los labios.
Con una señal, la jefa del ejército me noqueó.
Desperté en la prisión de la capital, con grilletes en las manos y las piernas. Con esto, la primera princesa, junto con la jefa de la guardia imperial empezaron a torturarme. Azotes, golpes, patadas en la ingle; intentaron de todo para someterme a su voluntad, pero aun puse resistencia. Incluso amenazaron con destruir a mis seres queridos con tal de mi rendición, pero me mantuve firme ante sus viles actos.
Tenía esperanza en los dioses. Ellos estarían viendo lo que ellos me hicieron y tomarían este asunto en sus manos. Mantuve mi fe puesta en ello.
Luego de eso, me noquearon nuevamente.
Conforme recuperaba mi conciencia, escuchaba gritos por todos lados. Al abrir mis ojos, note que estaba puesto en una cruz de madera, atado en brazos y piernas. Miré por todos lados y pude confirmar que estaba en la plaza principal de la capital imperial. Esos gritos que escuché antes eran de los ciudadanos.
— ¡Maten al traidor! —
— ¡Muere de una buena vez! —
Esas personas que prometí proteger con mi vida, ahora me querían muerto.
— ¿Viste eso, héroe? —dijo aquella princesa mientras subía las escaleras de la plaza. —Las personas que tanto juraste proteger, ahora te quieren muerto. —dijo mientras miraba a los ciudadanos.
— ¡Ciudadanos de Demioriel, estamos reunidos hoy para anunciar públicamente la ejecución al "traidor" del Imperio! ¡El héroe Elliot! —dijo mirando a los ciudadanos. —Tan solo su mera existencia amenaza con destruir lo más sagrado del Imperio: La familia imperial y sus tan amados ciudadanos. ¡Por ello, por mandato del emperador, el héroe Elliot es sentenciado a MUERTE! —
En respuesta a ello, la gente gritaba a favor de mi muerte.
—Jajajajaja, ¿viste? A esas simples personas no les importas para nada. —
Aun así, no me doblegué ante sus provocaciones.
—Todavía tengo aliados, Angélica. Y tú lo sabes. —le dije retándola.
—Ohh... Te refieres a los dioses, ¿verdad? —dijo la princesa presuntuosamente
—Si. Ellos verán toda esta injusticia y entonces...—
Antes de terminar de hablar, una luz emergió de los cielos y descendió sobre la misma tierra. Disipada la luz, emergieron las 6 divinidades de este mundo. Ante esto, todos alrededor hicieron una reverencia hacia ellos.
Me alegré mucho al verlos. Sabía que ellos me ayudarían ante este acto tan cruel hacia mí.
Los dioses se estaban acercando hacia la plaza, donde estaba crucificado.
— ¡Dioses, por favor ayúdenme! —les dije— ¡Me tendieron una trampa! —
Sin embargo, lo único que recibí fue una mirada de asco y desprecio por parte de ellos. Como si vieran a un monstruo.
— ¿Dioses? ...—
— ¡Cállate, sucio mortal! —dijo la reina de los dioses.
—Diosa Dea... ¿Qué está...—
— ¡Dijo que te callaras! —contestó el Dios de la guerra golpeándome en el estómago.
— ¡Agghhh...! —
Mientras los demás seguían arrodillados, podía oír sus risas entre todo este bullicio, saboreando todo este sufrimiento.
—Después de que confiamos en ti, ¿te atreves a traicionarnos a nosotros, los dioses de este mundo? —dijo el rey de los dioses golpeándome en el estómago.
— ¿T—traición...? Yo jamás los...—
— ¡Cállate, sucio traidor! —dijo el Dios de la Guerra golpeándome nuevamente.
— ¡No debimos confiar en ti, ni en lo más mínimo! ¡Maldito mortal! —dijo la diosa de la sabiduría escupiéndome en la cara.
Mientras esos tres dioses me insultaban y golpeaban, intenté mirar a la diosa del Amor para que pudiera intervenir en esto, pero lo único que recibí fue una sonrisa fría mientras movía su cabeza negativamente.
Luego de recibir varios golpes por parte del dios de la guerra, la reina de los dioses se acercó a verme.
— ¿Cómo pudiste hacernos esto? Yo que tanto con...—
Hubo un silencio por parte de ella. Noté como un pequeño círculo mágico estaba en su collar, mientras aún seguía en silencio.
Rápidamente, el rey de los dioses se acercó y agarrándola de la mano, se la llevó con los demás dioses.
— ¡Primera princesa! —dijo el rey de los dioses
—Si. —
— ¡Sigan con la ejecución! —
— ¡Enseguida! —dijo la princesa poniéndose de pie mientras indicaba a la jefa del ejército que se acercara.
De inmediato, la jefa del ejército tomó un hacha y empezó a hacerme cortes, no tan profundos, por todo mi cuerpo. En respuesta, empecé a gritar de agonía y dolor, pese a ello, los dioses no hicieron nada, solo se quedaron mirando.
Terminado esos cortes, los dioses le ordenaron que se alejara de ahí.
— ¿P—p—por qué...? ¿Qué...fue lo que hice...para merecer esto...? —dije mientras soltaba algunas lágrimas.
En ese instante, se puso frente a mí el rey de los dioses.
—Existir, Elliot. Ese fue tu gran pecado contra los dioses...Tu gran traición fue existir...—
En ese instante empecé a llorar.
—Patético mortal. —dijo la diosa de la sabiduría— Nosotros deberíamos llorar por confiar en la persona que traería la destrucción de los dioses. —
En ese momento, mis lágrimas pararon.
— ¿Qué?... —
El rey de los dioses, todo enfurecido, me agarró del cuello.
—¡Así es, estúpido mortal! El solo hecho de confiar en ti fue lo que casi condena el gobierno de los dioses, pero gracias a la muerte de esa estúpida y entrometida Reina Demonio, se nos reveló ello. —
—No...entiendo...—
En ese instante, recibí un golpe en el estómago por parte del rey de los dioses.
—Además de insignificante, también eres estúpido. —dijo mientras hacía aparecer un círculo mágico. —Déjame mostrarte lo que vas a causar. —
En ese instante, ese círculo mágico proyectó una imagen que me dejó atónito. En esa proyección mágica, aparecía con una macabra sonrisa mientras mi espada goteaba sangre con los cuerpos de los dioses en el suelo, mientras el mundo estaba en un caos.
Ante esto, me quedé helado; no sabía cómo reaccionar, pero pude notar otra presencia que también tenía sangre en sus manos y con una risa sádica se me acercaba para reírse conmigo.
— ¡Ves! Eso es lo que vas a causar. —dijo el rey de los dioses— Solo traerás caos y destrucción a este mundo, pero nosotros los dioses no vamos a permitir que tú, un sucio y asqueroso mortal, traiga desgracia a nosotros y a nuestro mundo. —dijo con profunda ira en sus ojos. — ¡Quémenlo, hasta que se convierta en cenizas! —ordenó el rey de los dioses.
Enseguida, el dios de la magia creó un círculo mágico y un fuego negro empezó a aparecer.
— ¡Arderás en las llamas de este fuego maldito por toda la eternidad, sucio traidor de los dioses! —dijo el dios mago.
Terminado de recitar su magia, aquel fuego maldito empezó a envolverme y sentí un dolor indescriptible en todo mi cuerpo. No sentía que me quemaba, sino que sentí golpes en mi cerebro que, constantemente, me gritaban y me insultaban, mientras me mostraban como me moría de mil formas posibles.
Aun con todo ese dolor encima, mis sentidos todavía servían y pude escuchar una oración que hubiera deseado no hacerlo.
—Oh, Rey de los dioses, yo, la primera princesa del imperio Demioriel, le ofrezco esto como un humilde gesto hacia usted. —dijo mientras ordenaba a sus soldados que traigan tres bandejas de oro.
Al abrirlas, el rey de los dioses se rio a carcajadas, de una manera muy siniestra.
—Tienes mi total gratitud. —dijo a la princesa mientras esta se retiraba inclinándose.
En ese instante, el rey de los dioses ordenó que esas tres bandejas se me mostrasen.
Horror fue lo que sentí al verlo.
— ¡Jajajaja! ¡Sí que estos mortales son útiles cuando es necesario! —dijo el rey de los dioses mientras me miraba con esa risa sádica.
Eran las cabezas de mi madre y mis hermanas, en cada bandeja. A sus cabezas, les habían sacado los ojos y de manera forzada, les pusieron una sonrisa en su rostro.
Empecé a gritar y a llorar mientras los constantes golpes en mi cabeza seguían. Grité con todas las fuerzas que tenía, hasta que escupí sangre en la boca. Y lo único que ellos hicieron fue reírse.
— ¡Jaja, se volvió loco, al final! —dijo el rey de los dioses. —Pero...Tú no eres el único traidor aquí, ¿sabes? —dijo con cierta burla.
Con el dolor invadiendo todo mi cuerpo y alma, solo empecé a escuchar lo que iba a decir.
— ¡Así es, mortales! ¡El héroe no es el único que traicionó la confianza de los dioses! —dijo— Tráiganla. —
El dios de la guerra trajo en el medio de la plaza a la reina de los dioses, Dea.
-- Hazlo. -- dijo el rey de los dioses.
En ese momento, el dios mago desactivó un círculo mágico haciendo que la apariencia de Dea comenzará a cambiar; de lo arreglada y presentada que estaba, ahora está encadenada tanto en las manos como en los pies.
Todos se sorprendieron de esto, incluyéndome.
— ¡Esposo mío, escúchame, yo jamás...! —
— ¡Silencio! —dijo el rey de los dioses dándole una cachetada a Dea tumbándola en el suelo.
— ¿Por qué haces esto, Sucellus? —dijo Dea intentando ver un gesto de compasión en sus ojos.
Sucellus la miró con desprecio.
— ¿Por qué hago esto, dices? —dijo mientras se acercaba para verla— Porque tú traerás la destrucción a los dioses. —dijo aquel dios dejando sorprendida a Dea por estas palabras.
— ¿Qué? ¡Es imposible! —dijo Dea
—Muéstrale, Danu. —dijo Sucellus.
—Sí, padre. —dijo Danu mientras sacaba su bola de cristal de su almacén dimensional.
Danu pronunció unas palabras en un lenguaje desconocido para mí y, terminado de hablar, la bola de cristal empezó a brillar mientras proyectaba una imagen.
—Cuando la Reina Demonio murió, aquella sucia existencia usó su propia alma para profetizar sobre el futuro de este mundo y....—dijo mientras la luz de la bola se esfumaba. —Esto fue lo que profetizó. —
Con todo el dolor en mi cuerpo y mente, pude ver esa imagen profética.
— ¡El Héroe y la Reina de los Dioses acabarían con todo el mundo y matarían a los propios dioses! —grito Danu.
Claro como el agua, vi como yo sonreía sádicamente con mi espada ensangrentada mientras los cuerpos de los dioses estaban tirados, a su vez que Dea estaba de pie con las manos ensangrentadas riéndose de toda esta masacre. No sabía qué hacer; ira, enojo, miedo y frustración contaminaron mi mente.
—E—e—e—eso es mentira... ¡Yo jamás lo haría! ¡Jamás mataría a mis propios hijos! —gritó Dea llena de miedo.
— ¡CALLATE! —dijo Danu dándole una bofetada.
—D—danu...hija...—
— ¡¿Y te atreves a llamarme hija después de ver eso?!—dijo Danu llena de furia en sus ojos.
—D—debe haber un error...E—e—eso es...es un error...—dijo Dea intentando encontrar alguna explicación a esto.
— ¡¿Error?!—dijo Danu agarrándola de los cabellos. —No hay ningún error, madre. Soy la diosa de la sabiduría y la profecía, sé cuándo una profecía es real y esta... ¡Lo es! —le dijo lanzándola al suelo.
Presa del miedo, Dea intentó mirar a sus hijos; el dios de la guerra y la diosa del amor.
— ¡No me mires, sucia traidora! —le dijo Ausilux.
—A—ausilux...hijo mío...créeme por favor...tu hermana seguro come...—
Antes de siquiera terminar, Ausilux le dio un golpe en el estómago.
—Agghhhh...—
—Mi hermana no comete errores jamás. Eso lo debes de saber muy bien, ¿no, sucia traidora? —
Con el dolor y miedo juntos en todo su cuerpo. Dea intentó mirar a su menor hija, en espera de encontrar compasión en ella.
Aine, la diosa del amor, se acercó dónde estaba su moribunda madre tirada.
—Aina...hija...debes creerme...yo...—
—Shhhhh...—le dijo poniéndole los dedos en sus labios. —No puedo creer en las palabras de una traidora, ¿o sí, madre? —dijo Aina mientras le sonreía tiernamente.
— ¿H—hija...? —
—Lo siento, mamá. Es que eres una traidora y....ya no puedo confiar en ti. —dijo Aina dejando a su madre presa de la tristeza.
Viendo que toda su familia la había abandonado, Dea empezó a llorar.
—Además...—dijo Aina de manera burlona. —A los traidores se les debe de matar, ¿no es cierto, Padre? —dijo Aina mientras miraba a Dea con una sórdida sonrisa.
—Es verdad, Aina. —dijo Sucellus mientras miraba a toda la población.
— ¡Mortales, hoy, por mandato de los dioses, yo, Sucellus, rey de los dioses, ordenó que la diosa Dea y el héroe Elliot, sean condenados al peor castigo que un ser puede recibir! ¡La destrucción de todas sus raíces! —dijo mientras sacaba la espada sagrada Haliopexius.
Miedo y horror sintió Dea al ver esa espada, al igual que yo.
Esa espada puede destruir todas tus raíces, incluso las de un dios y, si llegara a destruirlas, simplemente se acabó. Tu alma empezará a destruirse y caerás en la oscuridad misma de la nada.
—Dagda, apágalo. —
—Si. —dijo el dios mago deshaciendo el fuego negro que me cubría.
— ¡NOOOOOOOOO! ¡SUCELLUS, NO PUEDES HACER ESTO! ¡ESTO ES UN ERROR! —grito Dea presa del pánico.
—Ausilux, sostenla. —
—Si. —
— ¡NOOOOO! ¡HIJO! ¡NO LO HAGAS! —dijo mientras se arrastraba por el suelo.
Ausilux agarró la pierna de Dea y la jalo hacia él. La levantó y agarró sus brazos.
—Danu, agarra su otro brazo. —
—Si. —
— ¡DETENTE, HIJO! ¡ESTO ES UN ERROR! ¡NO PUEDES HACERME ESTO! ¡SOY TU MADRE, AUSILUX! ¡DETENTE, POR FAVOR! —
Sin vacilación, Ausilux y Danu no prestaron atención a las súplicas de su madre.
Con ambos brazos sostenidos por sus hijos mayores, Dea se quedó inmovilizada.
Sucellus agarró la espada Haliopexius y, concentrando todo su poder divino, la enfundo en la espada.
— ¡Yo, Sucellus, rey de los dioses, decreto que Dea, la diosa caída, desaparecerá de la faz de este mundo por toda la eternidad y su culto con él! ¡Muere, sucia traidora! —
— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡SUCELLUS, DETENTEEEEEEE! —
Sin dudar, Sucellus clavó la espada Haliopexius en el estómago de Dea, atravesándola por completo.
Dea escupió sangre mientras veía como la espada Haliopexius; la cual ella forjó para beneficio de los dioses, estaba quitándole la vida.
Con la espada en su mano, Sucellus empujo más la espada, haciendo que Dea grité más de dolor. Mientras hacía eso, Sucellus se acercó a su oído susurrándole algo.
Cuando escucho eso, empezó a llorar; como si le fuera revelado algo inimaginable.
En el instante que lloró, Sucellus sacó la espada de su estómago, haciendo que Dea expulsara más sangre que antes; tanto por el agujero en su estómago como por la boca.
Mientras se desangraba en el suelo, una luz empezó a brillar sobre ese agujero que dejó la espada y un dolor indescriptible empezó a sentir Dea.
— ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! —gritó Dea mientras lloraba.
Eran sus raíces rompiéndose, una a una, generando ese dolor inimaginable; incluso para un mortal.
Mientras Dea gritaba agonizantemente, los demás dioses la miraban con desprecio; esperando a que muriera. Dea vio esa mirada de desprecio en los ojos de los que alguna vez fueron su familia, dejándola completamente devastada.
Con este gesto, Sucellus camino en dirección donde estaba crucificado; pasando por el cuerpo agonizante de Dea.
— ¿Por...qué...dios Sucellus...? Era su esposa...la madre de sus hijos...—dije con las heridas aún abiertas por el corte del hacha.
—Esa mujer no es más mi esposa. Solo es una sucia traidora, al igual que tú. —
Al ver el cuerpo de Dea; que aún seguía viva, pero con el dolor de sus raíces, recordé que; de todos los dioses, ella fue la más amable de todos, tratándome como un igual. Era demasiado injusto que ella fuera castigada por un acto que no cometió.
Al notar mi mirada en Dea, Sucellus se acercó a mi oído.
—Ella no fue más que una herramienta que usé para alcanzar el poder definitivo, como tú fuiste para todos estos mortales. Nunca la veía como un igual, ni siquiera sus hijos. Todos los dioses están de acuerdo en que el tiempo de Dea tenía que terminar, solamente necesitábamos un pretexto. Y ese pretexto llegó. —dijo Sucellus.
Al revelarme esto, comprendí las verdaderas intenciones de todos los dioses. Vi como Sucellus me miraba con una sonrisa sádica, como si disfrutara de decirme esto. Viendo mi cara de desesperación, Sucellus se alejó de mí y se paró en medio de la plaza.
— ¡Ahora, el héroe Elliot, tendrá el mismo destino que la diosa caída Dea! ¡La muerte! —
Todos los ciudadanos gritaban para que muriera.
— ¡Muere, héroe caído! —
— ¡Sucio traidor de los dioses y del imperio! —
Esos gritos junto con las risas de toda la familia imperial, empezaron a carcomerme por dentro.
De la misma forma con Dea, Sucellus infundió su poder divino en la espada Haliopexius.
Ver todo esto, hizo que algo se quebrara dentro de mí poco a poco...
— ¡Muere! —dijo Sucellus.
Con todo su poderío como dios, clavó la espada contra mí, atravesándome y la cruz también.
No sentí dolor alguno.
Solamente sentí como "eso" se rompió por completo. Y empecé a reír...
—...Heh... ¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA! —
Todos se quedaron sorprendidos ante mi risa, incluido Sucellus.
— ¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAHAHAHAHA! ¡LOS HARÉ PAGAR POR TODOS LOS PECADOS QUE COMETIERON! ¡SUCIOS TRAIDORES! ¡LES HARÉ SUFRIR COMO NUNCA ANTES SUFRIERON EN SU ASQUEROSA VIDA! ¡CADA UNO DE USTEDES PAGARÁ POR TODO ESTO! ¡DESTRUIRÉ TODO! ¡NO PARARÉ HASTA QUE VEA SUPLICARLES POR PIEDAD! ¡SENTIRÁN EL DOLOR DE TODO EL MISMO INFIERNO! —
— ¡Cállate! —dijo Sucellus clavándome la espada más profundo.
Ante esto, rompí las cuerdas que ataban mi mano derecha y jalé el cuello de Sucellus.
— ¡TE ARREPENTIRÁS DE HABER HECHO TODO ESTO, ESTUPIDO DIOS! ¡CADA UNO DE LOS DIOSES LAMENTARÁ HABERME TRAICIONADO! ¡LOS MATARE A TODOS Y ME BAÑARE EN SU PROPIA SANGRE! ¡NO HABRÁ QUIEN SE ESCAPE DE MI VENGANZA! ¡HAHAHAHAHAHAHAHA! —
Con cierto temor, Sucellus sacó la espada de mi cuerpo, dejándome desangrar en la cruz.
— ¡¿Cómo osas amenazar a los propios dioses, asqueroso mortal?! No importa. Simplemente te estarás pudriendo en la oscuridad del vacío al igual que ella. —dijo Sucellus
Cumpliendo su cometido, los dioses se juntaron y, recitando un círculo mágico, los envolvió una luz, hasta que desaparecieron.
Tras esto, la primera princesa ordenó que pusieran otra cruz para Dea.
Nos clavaron clavos en las manos y en los pies y nos prendieron fuego.
— ¡HAHAHAHAHAHAHAAHA! ¡¿CREES QUE ESTO ME DETENDRÁ?! ¡VOLVERÉ DEL MISMO INFIERNO PARA VENGARME DE CADA UNO DE USTEDES! ¡TODO EL MUNDO TEMBLARA DE MIEDO ANTE MI REGRESO! ¡LOS MATARÉ! ¡DEFINITIVAMENTE LOS MATARÉ! —
Mientras gritaba, Dea estaba llorando mientras aún goteaba sangre por el agujero en el estómago.
— ¡DEA, NO ES MOMENTO DE LLORAR! ¡HAREMOS QUE PAGUEN POR LO QUE HICIERON ESTE DÍA! ¡TANTO LOS DIOSES COMO ESTOS ASQUEROSOS HUMANOS PAGARAN POR HABERTE TRAICIONADO! ¡TIENES QUE VENGARTE DE ELLOS, DEA! ¡TIENES QUE VENGARTE DE ELLOS! ¡HAZLO, DEA! ¡DEAAAAAAAAAAAA! —grité para que reaccionara de ese trance.
En ese momento, Dea reaccionó y sonrió de manera sádica.
— ¡TIENES RAZÓN, ELLIOT! ¡ME VENGARÉ DE CADA UNO DE ESOS DIOSES QUE SE ATREVIERON A TRAICIONARME! ¡LES HARÉ PAGAR POR SU TRAICIÓN! ¡TRAERÉ LA DESTRUCCIÓN A ESTE MUNDO! ¡SE ARREPENTIRÁN DE HABER TRAICIONADO! ¡LO JURO! ¡MALDIGO ESTE MUNDO! ¡MALDITOS SEAN TODOS¡¡HAHAHAHAHAHAHAHAHA! —
Jajaja, eso era lo que quería escuchar.
— ¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA! ¡TODO ESTE MUNDO SUCUMBIRA ANTE NOSOTROS! ¡TRAEREMOS TANTA DESTRUCCIÓN QUE NO QUEDARA NADA DE ESTE MUNDO! ¡LA FAMILIA IMPERIAL, TODOS! ¡MORIRÁN! —
Mientras gritábamos maldiciendo a todos, una luz nos envolvió a mí y a Dea.
— ¡MI MUERTE NO ME DETENDRÁ! ¡VOLVERÉ DEL MISMO INFIERNO Y ME VENGARÉ DE CADA UNO DE USTEDES! —grité
— ¡TODOS ESOS DIOSES PAGARAN POR ESTO! ¡DEFINITIVAMENTE LOS MATARÉ! ¡MATARÉ A CADA UNO DE ELLOS! —grito Dea
En ese instante, ambos fuimos consumidos por una luz y desaparecimos.
Nuestras raíces ya habían explotado.
Una vez muertos nada se puede hacer, ¿verdad?... Pero la muerte simplemente no me detendrá...Prometí que me iba a vengar y así lo haré... Saldré de la misma oscuridad y me vengaré de todos ellos...Les haré sufrir de la peor forma posible...Lamentarán haberme traicionado...No habrá compasión...Solamente habrá venganza...Así que, vamos... ¡Hagamos de esta venganza, la más sangrienta y cruel de todas!... ¡No habrá quien se escape de este baño de sangre!... ¿no es así, Dea?...
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