Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo Extra: La querella de las sirvientas

―Veo, veo... Unas jóvenes mujeres que están a las puertas del ducado de Goud intentado escapar... Sería una completa desgracia que ellas sufrieran algún mal contratiempo antes de irse de este bello lugar... Sería una verdadera lástima... —dije lamiéndome los labios—. En fin... Vamos a ver qué están haciendo.

Sudor recorría los rostros de estas mujeres que salían a toda prisa de diferentes casas.

Con bolsas en sus manos, ellas corrían apresuradamente hacia el carruaje que habían encontrado en uno de los establos aledaños.

—Vamos —dijo una de ellas apresurando a las demás a moverse más rápido.

Corrían.

No dejaban de acelerar el paso.

Ya en el carruaje, aquellas mujeres pusieron todas las bolsas en el móvil.

Pese a todo el esfuerzo que hicieron inspeccionando casa por casa, valió la pena.

Todo el botín que habían conseguido lo valió.

Tantos años de arduo, cruel y retorcido trabajo en ese lugar, finalmente serían recompensadas.

Sin embargo, en medio de esa pequeña admiración de su glorioso botín, un grito las despertó de su pequeña burbuja.

Un gritó garrafal y ensordecedor se escuchó por todo el lugar.

Fue tan fuerte que sin duda todo el pueblo debió haberlos escuchado.

—Ese grito...

Todos se miraron entre sí.

Reconocerían ese gritó en cualquier lugar donde se encuentren.

—Sin duda es de ella.

—Sí.

Era de Lady Charlotte.

Su cruel, fría, sanguinaria, despiadada y brutal dueña había dado un gran grito al cielo.

—Mira —dijo una de ellas señalando al final de los límites del ducado.

—No puede ser —dijo viendo atónita lo que estaba sucediendo.

—Es... imposible.

Aunque fuera difícil de creer, aquellas mujeres miraban detenidamente lo que creían que nunca verían con sus propios ojos.

Aquella mansión, la más grande y costosa mansión construida para un noble en todo el imperio, está siendo consumida por las llamas frente a los ojos atónitos de sus ex trabajadoras.

Al ver ese lugar consumiéndose lentamente, las sirvientas pensaron únicamente en una sola idea.

—Ella...

—Sí. Ella está muerta.

La Duquesa Dorada, La Tercera Princesa, La Primera Noble está muerta, fue la idea que rondaba por sus cabezas.

Quisieron saltar de alegría al comprender esto, pero no era el momento adecuado. Tenían que irse del lugar ya.

Contemplando como aquel pútrido y cruel lugar se consumía lentamente, agarraron las bolsas y las subieron al carruaje.

—Ya está listo todo—comentó una de ellas.

—Vámonos.

Todas subieron al carruaje. Dos se sentaron adelante para dirigir a los caballos.

Agarrando ambas cuerdas, una de ellas azotó a los caballos y estos empezaron a andar.

Con aquel lugar quemándose, aquellas mujeres huían de este lugar con cierta alegría en sus miradas. Después de todo, con todo el botín que tienen, serían lo suficientemente ricas como para empezar de nuevo.

A pocos metros de la entrada a la ciudad, ambas mujeres miraron con cierta esperanza ese letrero que, aunque parezca pomposo y un poco arrogante, se podía dar razón de ello a este ducado.

Sin embargo... Recuérdenlo siempre... La realidad es muy cruel...

Y para ellas, no será una excepción.

Una figura a lo lejos hacía su aparición.

Una figura que, conforme avanzaba el carruaje, podía notarse claramente de quién era.

—E-e-es imposible...— dijo una de ellas mientras intentaba agarrar los látigos del caballo sin parar de temblar.

—No puede ser... —dijo la otra mientras veía a esta impactante persona.

— ¿Puedo saber a dónde van con tanta prisa? —dijo aquel hombre que desde lo más profundo de su ser no querían encontrarse en sus vidas jamás.

—Tú...

Ambas mujeres estaban temblando, y de manera instintiva el caballo se detuvo al sentir su oscura y vil presencia.

El héroe Elliot está frente a ellas.

Las demás sirvientas bajaron del carruaje al ver que este se detuvo.

— ¿Qué está pasando? Ya deberíamos haber cruzado la...

Todos se quedaron quietas al verlo.

No podían creerlo.

Sus cuerpos empezaron a temblar.

— ¿Me extrañaron? —preguntó aquel vil hombre.

Ellas entraron en pánico, pero no podían hacer nada frente a él.

— ¿Qué pasa? Parece como si vieran a un muerto frente a ustedes.

Nadie comentó nada.

Sus miradas aturdidas y llenas de miedo veían al héroe.

El héroe las miró y sonrió.

— ¿Por qué estás aquí? —arguyó una de ellas aún con cierto miedo.

—Bueno... No podía irme de aquí sin despedirme de ustedes, ¿verdad?

—Eso significa que...

— ¡Sí! Su amada dueña está... digamos que... apreciando el don que le fue dado hace unos instantes... —dijo señalando la mansión.

En efecto, los gritos desgarradores de Charlotte aún podían escucharse a lo lejos.

—Pero... eso no es lo que me trajo aquí. Verán... —dijo acercándose lentamente hacia ellas—. Hay algo que me dejó sumamente intrigado, y quizás un poco confundido.

Ellas miraban cada paso que daba.

Era como si la muerte diera esos pasos.

Finalmente, se detuvo.

—Siendo las sirvientas de aquella mujer, me puse a pensar. ¿Aquellas mujeres no sabían de los actos atroces que cometía su amada ama?

—¡...!

—Siendo unas trabajadoras tan dedicadas a ella, ¿no sabían de todo lo que hacía cada día?

Sudor recorría el rostro de cada una de ellas.

— ¿No sabían de los asesinatos que se cometieron en esa mansión? ¿Las "desapariciones" de muchos nobles? ¿Los "hallazgos" de cuerpos completamente desmembrados a las afueras de esta ciudad? ¿Los saqueos a cada casa de cada noble "desaparecido"?

—...

— ¿No lo sabían? —dijo mirándolas fríamente.

Su silencio las delataba sus crueles fechorías.

— ¿No sabían todo lo que ocurría frente a sus ojos? —dijo estando frente a ellas a sólo un metro de distancia.

Sus ojos reflejaban miedo y culpabilidad.

—Eso creí —dijo mostrándoles la palma de su mano—. Ustedes sí que son unas crueles mujeres, ¿saben? —dijo cerrando su mano lentamente.

A cada cierre de su mano, la respiración de aquellas mujeres se acortaba lentamente, provocándoles una asfixia severa.

—Unas crueles, asesinas, mentirosas, sucias e hipócritas mujeres —dijo mientras cerraba su puño lentamente provocando que sus cuerpos cayeran al piso.

La falta de aire las dejaba en un estado crítico. Intentaban dar un respiro, pero les era imposible hacerlo, sus cuellos se contraían con cada cierre de mano que hacía el héroe.

Él simplemente apreciaba su dolor.

—De...ten...te...

— ¿Qué? No puedo oírte. Habla más fuerte.

—De...ten...

Antes de siquiera terminar de hablar, empezó a escupir sangre.

Las demás también empezaron a escupir sangre de sus bocas. Su sobre esfuerzo por intentar hablar les había costado este atenuante dolor.

Pese a ello, el héroe siguió cerrando su mano.

A casi nada de formar un puño, una de ellas hizo el último esfuerzo de detenerlo.

—Por... favor... De...*Bluagh*...ten...te...

El héroe la miró.

—Está bien. Pero sólo por esta vez, ¿sí? —dijo infantilmente soltando su puño.

Rápidamente, el cuello de todas se liberó de aquel nudo que el héroe les había impuesto.

— ¿Se les refrescó la memoria? O... ¿Quieren que lo repitamos de nuevo? —dijo mostrando su mano a ellas.

— ¡No! Ya lo recordamos todo.

— ¡S...si! ¡Lo recordamos todo!

Las demás también asintieron asustadas.

—Eso facilita las cosas —dijo el héroe—. Entonces... ¿Sabrán por qué estoy aquí, cierto?

Esas palabras fueron exactamente lo mismo que le dijo a su ex ama.

Todas se quedaron tensas, pues sus vidas dependían de lo que dirían a continuación.

—Vamos, digan algo. Quiero escuchar que patética excusa dirán para salvarse de todo lo que está por venir —dijo mientras las miraba detenidamente.

Sus bocas temblaban y ni siquiera podían argumentar algo a su favor. Sabían que el héroe las haría pagar por lo que hicieron.

Aun así, tenían que arriesgarse a intentarlo.

— ¡Yo sólo obedecía las órdenes de Lady Charlotte! ¡Si no obedecíamos, ella nos mataría de inmediato! —habló una de ellas.

— ¡E...es cierto! ¡De no ser por sus órdenes, jamás lo hubiéramos hecho!

— ¡S...sí! ¡Lady Charlotte nos tenía de manos atadas! ¡No podíamos desobedecerle!

— ¡S...sí! ¡F...fue culpa de ella que hiciéramos estas cosas!

— ¡A... así es! ¡La culpa la tiene Lady Charlotte! ¡Fue ella la que quería todo esto! —

— ¡Sí!

Todas, al unísono, se excusaban de sus cargos en su ama. Cada una de ellas sin excepción.

Al verlas responder de esa forma, el héroe empezó a reír.

—Sí que son buenas en esto —dijo secándose algunas lagrimillas—. Viéndolo de esa forma, tienen un buen argumento.

Ellas se alegraron al escuchar esta gracia que les concedió el héroe.

—Pero... Si no me equivoco... Lady Charlotte ya está pagando por sus crímenes, ¿cierto? —dijo señalando la mansión.

—¡¡...!!

—Es decir que el único argumento que tienen, ya no les sirve. ¿O me equivoco?

Las sirvientas, frente a esto, lo comprendieron.

—Muy bien. ¿Qué les parece si empezamos? —dijo lamiéndose los dedos—. ¡Su momento de expiación finalmente ha llegado!

Las sirvientas intentaron escapar corriendo lo más rápido posible.

No importa a dónde iban, sólo querían escapar de esa tenebrosa presencia.

—Hey, ¿a dónde van? Aún no pueden irse —dijo chasqueando los dedos.

Las sirvientas, en los lugares donde estaban, se quedaron inmóviles.

—Eso está mejor. Vengan —dijo chasqueando nuevamente sus dedos.

Una soga negra emergió en los cuellos de cada uno y las jaló fuertemente hacia el héroe. Ahorcándolas en el proceso.

Ellas intentaron zafarse de esto.

—Si lo hacen, la soga más se ajustará —aviso el héroe.

En efecto, cuanto más intentaban zafarse de esta oscura soga mágica, más fuerte era la presión que se ejercía sobre sus cuellos.

Ellas fueron arrastradas hacia el héroe.

—Ya que están todas aquí—dijo el héroe—. ¡Empecemos!

— ¡A...alto! —exclamó una de ellas intentando levantarse—. ¡Para! ¡Por favor!—dijo entre lágrimas.

— ¡Ten piedad! ¡Por fa...

Al segundo que transcurrió, el héroe puso su mano sobre el cuello de aquella joven, alzándola sobre el aire.

— ¿"Piedad"? ¿Lo dices en serio?

—Ack...ack...

Estaba a punto de desmayarse.

El héroe la soltó.

—Bien. Ya que todas están tan desesperadas por mi "perdón". Empezaré contigo —dijo señalando a la mujer que está recobrando el aire quitado.

La joven se puso de pie.

Aún con miedo, ella se puso de pie.

— ¡Esa es la actitud! —dijo el héroe aplaudiendo—. Si quieres escapar de aquí solamente tienes que contestar una simple pregunta.

— ¿E...enserio? —dijo temblorosamente.

— ¿Te he mentido cuando estabas en la mansión?

La mujer negó.

—Ok. Establecidas las reglas. Sólo tienes que responder esto y serás libre.

—O...ok.

—La pregunta es...

Todas las mujeres estaban atentas a las palabras del héroe.

— ¿Ibas a huir con todo el oro que saquearon una vez que llegaran al otro ducado?

—¡¡...!!

Todas vieron a aquella mujer.

Todas con ira en sus miradas.

— ¡N... NO! ¡E... ESO NO ES CIER...

Una mano traspasó el cuerpo de la señorita, y en cuestión de segundos, la mano del héroe sostenía un corazón. Aún podía ver sus latidos.

— ¡Respuesta incorrecta!—dijo mientras sostenía su corazón.

—...Eso es... —fueron las últimas palabras que dijo aquella mujer mientras caía al suelo.

Su sangre se esparció por todo el lugar, manchando la ropa del héroe.

Las mujeres gritaron horrorizadas ante tal acto barbárico.

—Rayos. Ensucio mi ropa —reclamaba el héroe.

Sosteniendo aquel corazón, el héroe las miró.

— ¿Alguien más? —dijo el héroe poniendo una sonrisa.

Las mujeres no respondieron.

— ¡Bien! —dijo aplastando aquel órgano vital.

— ¿Q...qué planeas hacernos? —preguntó una de ellas.

— ¡Excelente pregunta! ¡Primero, necesito que todas se pongan de pie y vayan hasta el carruaje!

Las mujeres no entendían esto.

— Dije: ¡Pónganse de pie y vayan al carruaje!—dijo mientras las miraba.

Ellas obedecieron.

—Ahora, agarren un arma de las que saquearon. Cualquiera, no importa. Con tal que sea un arma.

Rápidamente, buscaron entre todo lo saqueado, armas que fueran capaces de usar.

Con armas en sus manos, las mujeres estaban esperando sus instrucciones.

— ¡Muy bien! Ahora, para poder salir con vida, vamos a jugar un juego. Se llama: ¡La última en pie se lleva todo!

—¡¡...!!

— ¡Así es! ¡El juego es muy simple: ¡La última en pie, gana!

—No me digas que...

— ¡Sí! ¡Exactamente lo que están pensando!

Todas se miraron.

— ¡Si se niegan a jugar, pues, ya saben cómo terminarán!...—dijo mirando el cadáver de aquella mujer.

Todas agarraron firmemente sus armas.

—¡¡Que empiece el juego!!

Todas se lanzaron sobre sus opuestas en un intento desesperado por sobrevivir.

Un nulo y efímero intento por sobrevivir.

********

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro