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Capitulo 8: La marcha sangrienta

Todos se quedaron petrificados.

No sabían cómo reaccionar ante tal evento anunciado por el héroe.

— ¡Ahora, les explicaré las reglas de este divertido juego! —dijo sentado en su trono resplandeciente—. Las reglas son muy sencillas: Tienen que cruzar todo el corredor y traerme esos baldes que están en la mesa. Eso es todo —dijo mientras dejaba entrever una leve sonrisa.

En un primer momento, los nobles pudieron entender lo simple que eran estas reglas, y cómo completarlas correctamente, pero siempre en el grupo hay una persona más perspicaz que las demás, y en este caso es Charlotte.

— ¡Mentiroso!—gritó Charlotte—. ¡Esas no son las únicas reglas! ¡Di todas las reglas de una buena vez!

— ¡Oh, veo que te diste cuenta! ¡Siempre atenta a todos los detalles, Lottie! ¡Típico de ti!

Todos los nobles vieron a Charlotte.

Aún frente a este macabro y vil juego, ella intentó ver una oportunidad de salir de esta situación. Una oportunidad de escapar.

—Como dice nuestra querida Princesa Dorada —dijo el héroe—. Esas no son las únicas reglas en este juego. Y pensar que los nobles no se darían cuenta de esta pista tan obvia. —dijo burlonamente.

— ¡Déjate de estupideces! —gritó Charlotte—. ¡Dinos todas las reglas de una vez!

—Calma, Lottie. No hay que apresurarnos —dijo soltando cierta sonrisa burlona—. Es cierto que hay más reglas, pero... ¿No es más divertido descubrirlas mientras juegan?

—¡¡Tú...!!

—No te molestes, Lottie. Lo hago para que sea más interesante.

Sin más, el héroe caminó hacia las puertas del lugar y miró a los impacientes demonios.

—No me iba a olvidar de ustedes, mis queridos amigos demoníacos. Ahora, les diré lo que tienen que hacer.

Se tragaron la saliva de sólo escucharlo.

Si aquellos nobles no pudieron contra él, ¿qué destino tendrían ellos ante semejante adversario?

—No se alarmen, amigos. Sólo necesitan hacer una cosa. Una cosa sencilla y simple. —dijo mientras cierta sonrisa maliciosa se empezó a notar en su rostro lentamente.

Al ver este alboroto por su reacción, el héroe se acercó al calabozo más cercano y llamó a un demonio.

Este, aun con miedo, se acercó a él. El héroe le dijo que quería decirle algo al oído y este, con cierta incertidumbre, obedeció.

Al escucharlo, el demonio no pudo creerlo en un primer momento, pero al ver esa sonrisa maliciosa en él, pudo confirmarlo.

—Ahora, díselo a los demás demonios a sus oídos y, por ningún motivo, dejes que algún demonio hable en alto lo que te dije. Porque si alguno de ellos lo hace... —dijo mientras agarró al demonio de los cabellos—. Tú tendrás el mismo destino que ellos.

Un escalofrío recorrió por todo el cuerpo del demonio.

—Ve y diles.

Con esa orden impuesta, el demonio simplemente obedeció, no sin antes preguntarle algo.

— ¿Por qué harías todo esto?

Al escucharlo, lo miro por unos instantes y, con una sonrisa tierna e infantil, respondió:

— ¡Porque es divertido!

Al ver esa actitud tan contradictoria entre esa pura y tierna risa y todo lo que le dijo, sólo pudo concluir una cosa: "Ni el más siniestro demonio haría un acto tan brutal. Él ya no es humano".

Con eso en mente, y el castigo que recibiría todo aquel que dijere "eso" en voz alta, el demonio se acercó a sus compañeros de celda y les contó todo; incluida la advertencia del héroe. Estos al escucharlo, un escalofrío corrió por todos sus cuerpos y, pese a eso, llamaron a los demás demonios que estaban cerca a sus celdas para decirle la orden del héroe. Esto se repitió sucesivamente hasta el último demonio de la celda final del pasadizo.

—Todos tienen confirmado lo que van a hacer, ¿cierto?

Nadie respondió.

Sólo una mirada llena de miedo fue dirigida hacia él.

—Creo que eso es un sí —dijo el héroe—. ¡Bien! ¡Todos estén preparados! Ahora es su turno —dijo chasqueando los dedos.

De manera forzada, los nobles y Charlotte caminaron hacia las puertas del lugar.

— ¡Libérame!—gritaba Charlotte.

—Ya los voy a liberar. Sólo espera un poco más —respondió el héroe.

Con cada noble, incluida Charlotte, a las puertas de su fuente de riqueza y mirando hacia el pasadizo, sólo podían ver y, desgraciadamente, oler toda la porquería que fue echada en el suelo.

— ¡Damas y caballeros! ¡Demonios y demonios! ¡Ha llegado el momento que todos estaban esperando! ¡El tan esperado juego que todos querían ver! ¡"La marcha sangrienta"! —dijo con fuerte emoción—. ¡Fuertes los aplausos!

Nadie aplaudió.

— ¿Eh? ¿Nada de aplausos? ¿Ni siquiera los demonios?... Rayos. Y yo que me había emocionado mucho por este juego... Pero al menos sé que ellos si están tan emocionados como yo, ¿verdad, no muertos? —dijo mientras miraba a sus esclavos no muertos.

Estos, al ver esa sonrisa que emanaba un aura asesina, instintivamente aplaudieron rápidamente.

— ¡Muy bien! ¡Esa es la actitud que quería ver!

—Bueno, ya no importa. Empecemos el juego de una buena vez —dijo con cierto disgusto.

Los nobles, antes presos de la magia del héroe, ahora podían moverse.

— ¿Qué hiciste? —preguntó Charlotte.

— ¿No me dijiste que los liberara? Quien te entiende, Lottie.

Los nobles, con cierta duda, movieron sus brazos y piernas para verificar si aún seguían bajo su control. Y, fiel a sus promesas, el control sobre ellos fue eliminado.

— ¡Bien! Con todas sus capacidades físicas listas, es momento de empezar el juego.

El héroe se dirigió hacia el trono, construido únicamente para Charlotte, y se sentó sobre él. Con un chasquido, seis no muertos, con bandejas en sus manos, se d

Todo esto a los ojos de los nobles.

Aunque quisieran responder ante tales acciones, ellos no podían; sabían que, en un descuido por su parte, los no muertos responderían de inmediato

— ¡Ahhh! ¡Qué exquisito vino! —dijo mientras levantaba su copa y la miraba detenidamente—. ¡Sí que tienes un gusto único, Lottie!

Rabia e ira desbordaba por el bello rostro de la Tercera Princesa.

—Fufufu... —dijo bebiendo el último sorbo de su copa—. ¡Delicioso!

La ira de ella explotó

—¡¡ELLIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOT!! —dijo mientras corría a toda velocidad hacia él.

Corrió tan rápido que, en cuestión de segundos, ya estaba cerca de él.

Iba a saltar sobre él, pero, desgraciadamente, el héroe sólo rió.

Estando tan cerca de su objetivo, el cuerpo de Charlotte se quedó inmóvil.

—Vamos, Lottie. Sólo tienes que moverte un poco más —dijo el héroe viendo que las manos de Charlotte estaban tan cerca de su cuello—. Vamos. ¿Qué esperas?

Con todas las fuerzas que pudo reunir, Charlotte intentó mover su mano hacia su cuello. Sólo necesitaba unos centímetros más y desahogaría toda su ira acumulada.

—Creo que lo tienes un poco difícil. Déjame ayudarte.

El héroe, acomodándose un poco hacia adelante en su silla, puso su cuello a escasos centímetros de los dedos de Charlotte.

Tan cerca de sus dedos que, a primera vista, se podría decir que lo está ahorcando.

Charlotte deseaba que sus dedos se estiraran un poco más.

Sólo basta eso para terminar esta pesadilla de una vez por todas.

— ¡Vaya, vaya! Ni aun así puedes ahorcarme. No me dejas otra opción.

Poniéndose más adelante de la silla, el héroe, con las manos de Charlotte tocando su cuello, estaba a merced de su agresora.

—Más fácil no te lo puedo poner, Lottie. ¡Vamos, tú puedes!

Los ojos de Charlotte estaban más brillantes que nunca. Una ira implacable había contorneado esos bellos ojos, y su mirada sólo reflejaba odio.

Con el héroe a su merced, Charlotte lo único que tenía que hacer era estrangularlo y todos sus problemas se esfumarían en un instante.

Sólo basta usar su fuerza en sus manos y todo esto acabaría.

— ¿Qué estás esperando, Lottie? —dijo el héroe—. Hazlo.

Aplicó toda la fuerza que tenía en sus manos, pero ni un sólo dedo podía moverse.

Aún con esta rendición total del héroe y su vida en sus manos, ella no podía hacer nada.

Ira e impotencia sólo hacían que Charlotte se desesperara más.

—Vamos, Lottie. No me hagas esperar.

— ¡¡CALLATE!!

Pero era inútil.

Por más que tratara, por más que intentara, no podía hacerlo.

—Sólo lo repetiré una vez más, Charlotte —dijo el héroe.

Ella, al escuchar su nombre completo por parte de su antiguo amor, reaccionó. En lo más recóndito de sus memorias, ella sabía que, si Elliot decía su nombre completo, era porque realmente estaba molesto.

— ¡¡HAZLO!! —gritó su antiguo amor.

Está, al escucharlo, reaccionó de inmediato.

— ¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! —gritó con todas sus fuerzas.

Hubo un silencio.

La expectativa de los nobles y los demonios se quedó grabada con esas palabras.

Intentaban ver lo que había pasado. Querían ver cuál era el resultado final de los esfuerzos de Charlotte.

Sin embargo, sólo un suspiro rompió ese silencio.

—Ahh... —suspiró el héroe—. ¿Eso es toda la fuerza que reuniste en un momento tan decisivo como este, Charlotte? —Dijo mientras veía como su cuello recorría una pequeña gota de sangre—. Todo por una gota de sangre.

La Duquesa Dorada gritó.

—¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

—Que decepcionante, Lottie —dijo mientras retiraba la uña incrustada en su cuello—. Realmente decepcionante.

Con la mirada de desprecio sobre sus hombros, la Tercera Princesa empezó a gritarle y maldecirle por todo esto.

—Suficiente de tanta tontería —dijo el héroe—. Apártenla de mi vista —dijo a sus esclavos.

Los no muertos se acercaron sobre una inmóvil Charlotte y la llevaron con los demás nobles, mientras ella gritaba a gran voz cuánto odiaba al que, alguna vez, amó en su vida.

—Y con ello, se fue la única esperanza que tenían de escapar de aquí —dijo el héroe mientras miraba a los nobles.

Acomodándose en su trono mientras sus súbditos le servían la más exquisita bebida y fruta en bandejas de oro y plata, el rey bufón miró a sus extravagantes participantes y habló:

— ¡Es momento de iniciar este emocionante y divertido juego! —dijo con una copa en su mano.

Con un chasquido, los nobles avanzaron hacia el inicio del pasadizo; con la porquería rozándoles los pies.

— ¿Están todos listos? —dijo el héroe mientras bebía el último sorbo de su copa.

No respondieron.

— ¡Avancen! —ordenó el rey bufón.

— ¡¿ENSERIO PIENSAS QUE CAMINARÉ EN ES...

Antes de siquiera terminar de hablar, una enorme hacha había caído a escasos metros de los pies de Charlotte.

Charlotte, al ver esa hacha, un escalofrío recorrió por todo su cuerpo.

—¡¡TÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚ!!—dijo mirando a Elliot.

Él, con un racimo de uvas sobre su mano, no prestó atención a sus gritos.

— ¡¿COMO TE ATREVES A....

Sólo bastó levantar un dedo para que los gritos de Charlotte pararan.

—No repetiré esto una vez más, Charlotte —dijo mientras agarraba su última uva—. Y escúchalo muy bien. O juegas o... —dijo el héroe aplastando su uva—... terminarás como esta pobre y estúpida uva. Tú decides.

Apretándose fuertemente los dientes para intentar contenerse, Charlotte sólo lo miró.

— ¡Bien! ¡Entendiste a la primera! ¡Que obediente! —dijo el héroe mientras le servían otra copa de vino—. ¡Ahora, mis queridos jugadores, caminen!

Con el rey bufón observándolos y sus súbditos mirándolos por si no entendieron la advertencia, los nobles empezaron a caminar hacia aquel pútrido y fétido recorrido.

Excremento.

Orina.

Heces.

Un sinnúmero de desperdicios fecales tocaba los finos pies de la Duquesa Dorada y su séquito.

A cada paso que daban el olor era tan fuerte que quedaba impregnado incluso en sus ropas.

— ¿Qué pasa? —preguntó el héroe—. ¿Por qué caminan tan lento?

—El... —dijo Charlotte tapándose la nariz—... el...olor.

— ¿Qué? No te pude escuchar bien, Lottie.

— ¡¡EL MALDITO OLOR!! —dijo aguantándose las ganas de vomitar.

Otros no pudieron soportar el hedor y vomitaron.

—Ahhhh... Te refieres al olor —dijo mientras saboreaba el exquisito y refinado vino—. ¿Qué tiene?

—¡¡DESHAZTE DE ESE OLOR!!

—Ok —dijo chasqueando los dedos.

Charlotte respiró para comprobar si el olor había desaparecido.

Y... efectivamente, ya no estaba.

— ¿Mucho mejor? —dijo mientras su dedo apuntaba a Charlotte.

Volteó para ver al héroe, más en el instante que lo hizo aquel repugnante aroma apareció nuevamente, pero esta vez con mayor intensidad.

La Tercera Princesa no lo pudo soportar. Vomitó.

—Oi... Ten un poco de moderación, Lottie.

—¡¡TUUUUUUUUUUUU... *Bluagh*...

Su séquito empezó a vomitar mientras intentaban estar de pie para evitar caer en la inmunda porquería del suelo.

— ¿Ahora está mejor?

Ni siquiera podía contestar.

—Veo que no. Intentaré aumentarlo un poco más —dijo mientras movía su dedo índice hacia arriba.

La intensidad del olor aumentó tanto que a los demonios les estaba afectando y algunos empezaron a vomitar en sus celdas.

—¡¡Para esto!! ¡¡Detenlo!! —gritaron los demonios.

—Quisiera hacerlo, pero la Duquesa parece no querer jugar —dijo mientras alzaba más su dedo haciendo que aumente la intensidad del olor.

Aún con mayor resistencia que los humanos, los demonios no pudieron soportar el olor nauseabundo.

Nobles y demonios vomitaban a más no poder.

—Dime, Lottie. Entiendes la situación en la que estás, ¿verdad?—dijo mientras levantaba un poco más su dedo.

El vómito se hacía cada vez mayor en los nobles y demonios.

—Ya... detente... *Bluagh*... —dijo Charlotte mientras intentaba limpiarse las sobras de vómito de su boca.

— ¿Qué? No logró oírte —dijo—. Oh...Quieres que lo aumenten más. ¡Como tú digas!—dijo alzando aún más su dedo.

—¡¡NO!! —gritó la Duquesa.

Los vómitos aumentaron.

Era un asqueroso y nauseabundo festín a los ojos del rey bufón.

— ¡¡PARA... *Bluagh*... ESTO!!—gritaron los demonios.

El rey bufón se negó.

— ¡¡POR FAVOR!! ¡¡DENTE ES... *Bluagh*...

Ya no podían ni hablar.

El héroe chasqueó los dedos y, en segundos, los nobles se levantaron del suelo. Aún con todo el vómito en sus cuerpos.

— ¡Aquí es donde comienza el juego! —Dijo el rey—. Ustedes tienen que llegar hacia al fondo del pasadizo y traerme esos baldes que están en la mesa. Si lo traen sin derramar ni una sola gota, reduciré la intensidad del olor.

Los nobles, con todo este olor, aceptaron sus órdenes.

—Pero... —dijo el héroe—. Si derraman, aunque sea una gota, aumentaré cien veces más el olor a cada uno de ustedes.

Los nobles tragaron saliva.

—Así que ustedes deberán trabajar en equipo para poder sobrevivir —dijo—. Así que, ¡Esfuércense!

Con eso, los nobles salieron corriendo hacia las cubetas.

—Oh... Es verdad, me olvide mencionar esto —dijo el héroe—. ¡Les toca jugar a ustedes, mis queridos demonios!

— ¿Qué? —dijo el noble Caifus.

En ese instante, un hacha cortó el brazo del noble Caifus.

— ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡¡MI BRAZO! ¡MI BRAZO! —gritó cayendo al suelo.

— ¡¿QUÉ CREES QUE HACES, SUCIO DE...—gritó el conde Pellio.

Un hacha venía en dirección hacia su pierna.

— ¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡¡MI PIERNAAAAAA!!

— ¿QUÉ ES TODO ESTO, ELLIOT? ¡¡CONTESTAME!! —gritó Charlotte.

— ¿No que te habías dado cuenta, Lottie? —dijo el héroe.

Los nobles se quedaron quietos en sus lugares mientras veían como ambos nobles se revolcaban de dolor.

—En serio que eras muy egoísta por no compartir esa información con tus queridos amigos —dijo.

— ¿De qué está hablando? —dijo una noble mientras miraba a todos lados por si recibía un ataque.

—Ya que la Duquesa no les contó, se los diré —dijo mientras se paraba sobre su silla—. La orden que les di a los demonios es muy simple: Tienen que evitar que esos nobles lleguen a esas cubetas a toda costa.

Todos los nobles comprendieron de inmediato cuál era el objetivo de este macabro juego.

— ¡Esas son las expresiones que quería ver! Ahora que saben todas las reglas de este juego —dijo con una copa en su mano—. Diviértanme —dijo con una sonrisa macabra en su rostro.

Los nobles tenían miedo de avanzar.

—Por cada vez que no avancen, aumentaré ese olor sobre ustedes —advirtió.

Resignados, los nobles caminaron lentamente hacia las cubetas.

Sin embargo, La Duquesa Dorada corrió hacia las cubetas.

« Sí que eres muy brillante, Lottie... Ya viste cómo ganar este juego... Pero no creas que te lo dejaré tan fácil —pensó el héroe mientras se lamía los labios.»

— ¡Información de último minuto para los demonios! —Dijo el héroe—. ¡Por cada noble que logren matar, les bajaré la intensidad del olor un poco más que los nobles!

Charlotte, antes de agarrar la cubeta, escuchó eso.

En una fracción de segundos, una espada iba a impactar en la mano de Charlotte. Afortunadamente, su reacción fue rápida y pudo esquivarlo.

— ¡¡¿QUÉ MIERDA CREES QUE HACES?!! —gritó mientras iba a poner sus manos sobre el demonio.

Pero algo la detuvo.

—Ah, ah, ah. No está permitido atacar a los demonios. Únicamente, ellos los pueden atacar.

Ignorando al demonio, Charlotte se dio la espalda.

Grave error.

—¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!—gritó

Un corte fue dado a su espalda.

—¡¡TUUUUUUUUUUUUUU!!

El demonio intentó atacarla nuevamente, pero esquivó sus ataques y, rápidamente, agarró la cubeta.

— ¡Ya tenemos una cubeta!—dijo el héroe.

Con el dolor acrecentado desde su espalda, Charlotte apenas podía mantenerse de pie.

Poco a poco, los nobles se fueron acercando hacia las cubetas.

—Veo que los demonios no están poniéndole ganas a esto —dijo el héroe—. ¡Así que vamos a añadir una regla más: ¡Por cada vez que un noble logre llegar a la entrada, un grupo de demonios morirá asfixiado!

Los demonios se miraron.

Tragaron saliva.

— ¡Bien! Creo que eso es suficiente para motivarlos, ¿verdad?

Los demonios, presos del miedo ante esta macabra regla, apretaron los mangos de sus armas.

No había vacilación en sus miradas.

Eran ellos o nosotros.

— ¡¡¿QUÉ?!! —gritó el conde Caifus.

Un hacha cayó directamente a su cuello.

— ...¿Qué...

Rápidamente, el ataque continuó hasta que la cabeza se desprendió de su cuerpo.

Un gran brote de sangre desprendía del cuello del conde Caifus, embarrando todos a sus alrededores; incluido la cubeta.

— ¡KYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! —gritó su esposa corriendo a su cuerpo—. ¡¡CAIFUS, CAIFUS, CA...

Un descuido fatal de su parte.

Un hacha impactó en su cabeza, partiéndola a la mitad.

El ataque continuó hasta ver completo los sesos de aquella mujer regados por todo el suelo.

— ¡Punto para esa celda! —dijo el héroe―. ¡Ustedes podrán seguir con vida!

Con la sangre esparciendo en el suelo, combinándose con las porquerías del suelo, el héroe habló.

— ¡Aviso de último minuto para los demonios! ¡Quien no logre matar o al menos darle un corte mortal a un noble, todo el grupo de esa celda morirá asfixiado por el olor!

—¡¡...!!

— ¡Den lo mejor de sí, demonios! —dijo el héroe sentándose en su trono. ¡Ánimo!—

Nobles y demonios se miraron.

No había lugar para vacilación en ninguno de los bandos.

Rápidamente, los nobles agarraron sus cubetas y corrieron hacia la puerta.

Sus vidas dependían de eso.

Los demonios no se quedaron atrás. Con sus armas en sus manos, apuntaron a cada noble que se cruzara en su rango de ataque.

Algunos nobles no tuvieron tanta suerte.

— ¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!! —gritó un noble.

Poca importancia le dieron, ellos sólo siguieron esquivando los ataques que venían de todos lados mientras cuidaban que su cubeta no se derramara.

El noble herido intentó levantarse, pero su pierna tenía un profundo corte que le impedía moverse; con su otra pierna funcionando, saltaba con cuidado hacia la puerta.

Su suerte no duró mucho.

—¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!

La otra pierna fue cortada.

El noble no quería morir. Arrastrándose con el balde en su mano, veía la puerta tan cerca suyo.

Una espada perforó su mano izquierda.

—¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!

La cubeta se derramó.

—NO... NO... !!NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

Diferentes armas descendieron sobre la cabeza del moribundo noble.

Ya no había más rastro de su cabeza.

Esta "carnicería de lujo" era un deleite para los ojos del rey bufón.

A cada uva que metía en su boca, un noble caía en las garras de unos desesperados e iracundos demonios.

Gritos.

Llantos.

Sangre.

Lágrimas.

Esas acciones aumentaban las ideas bizarras que el héroe quería emplear en ellos.

Sin embargo, una persona llamaba su atención.

Sabes cómo resaltar, Lottie... Incluso en este mar de sangre, aun así no dejas de sorprenderme —pensó el héroe con su copa en la mano mientras la observaba.

Brazos, piernas. Cada extremidad está con cortes en los que, a simple vista, puede notarse ligeramente los huesos y una que otra articulación.

Luchando contra sus atacantes, la Tercera Princesa se afanaba ante una sola idea: Salir con vida.

Sigue así, Lottie. Me haces querer torturarte aún más. —pensé.

Con la última uva en sus dedos a punto de devorarla, el rey bufón se detuvo.

Aplausos, fue lo que el héroe dio a los participantes.

— ¡Bravo! ¡Excelente participación! —Dijo comiendo su uva—. ¡Dieron lo mejor de sí! ¡Un aplauso!

Los no muertos aplaudieron.

—Pensé que todos sobrevivirían, pero... parece que no.

De los cuarenta y cinco nobles que empezaron el juego, sólo sobrevivieron treinta.

—Ahora. Muéstrenme sus cubetas.

A duras penas, los nobles sobrantes pusieron sus cubetas delicadamente sobre el suelo.

—Veamos... —dijo viendo cada cubeta.

Los nobles esperaban las sentencias del rey bufón. Con sus dos ojos, o con uno, querían ver cuál sería su decisión.

— ¡Pasaron todos! ¡Felicidades!

Lejos de agradecer, los nobles cayeron rendidos al suelo. No podían soportar más el dolor de estar heridas.

—No, no, no. No pueden morirse aún.

Con un chasquido, obligó a los nobles a ponerse de pie, pese a que algunos tenían sus piernas casi destrozadas.

No le importaba si gritaban de dolor; él los quería de pie.

Con otro chasquido, ordenó a los no muertos que agarren las cubetas.

Ellos acataron su orden.

Todos los no muertos agarraron las cubetas y se posicionaron en frente de los nobles.

Ellos, asustados ante una posible carnicería con sus cuerpos, intentaron moverse desesperadamente, pero era inútil.

— ¿Están listos?—preguntó el rey.

No hubo respuesta. Sólo miradas dirigidas hacia él.

— ¡Lancen!

Los sirvientes cumplieron la orden.

El contenido de cada cubeta fue lanzado por completo a los nobles.

Gritos plagados de dolor y desesperación hacían eco por todo el lugar. Los nobles gritaban cada momento que tenían. Un fuego consumía sus cuerpos.

Ardor como troncos en una fogata. Ese dolor está invadiendo cada rincón de los cuerpos de cada noble. El fuego los carcomía, aunque no externamente.

Todo esto a los ojos complacidos del rey loco.

Sentado en su trono y con su copa alzada, el rey miraba detenidamente este deleite. No quería perderse cada expresión de dolor de cada noble; en especial de Charlotte.

Lo peculiar de este juego se encontraba, precisamente, en las cubetas.

Los demonios, lejos de ver una escena humillante y cruel, observaron los cambios que ocurrían en los cuerpos de los participantes.

Sus heridas, hechas por los demonios, empezaron a regenerarse lentamente.

Cada brazo, pierna o, inclusive pie, se estaba regenerando lentamente, hasta estar como nuevo; como si nada de este maquiavélico juego hubiera ocurrido.

En una pieza entera, nuestros participantes estaban sin ningún rasguño. Ni siquiera dejo cicatriz alguna.

— ¿Qué les pareció este "alcohol milagroso"? —preguntó el soberano.

Los nobles, con cierta incredulidad, revisaron cada parte de su cuerpo. Se tocaron desde la cabeza hasta los pies, en señal de una posible herida o corte sin curar.

Pero, nada. No hubo nada en su cuerpo que demuestre que jugaron este burdo juego.

—...Por qué... ¿Por qué seguimos vivos? —preguntó una incrédula noble.

Todos los nobles esperaban una respuesta.

Aunque cierta mujer ya tenía una idea de lo que estaba por venir.

El héroe se levantó de su trono y se acercó hacia los nobles.

— ¿Qué les pareció esta primera ronda?

Esas palabras.

Sólo se necesitó dos palabras para entender por completo la finalidad de este juego.

—... ¿Primera Ronda?... —dijo un noble aun negando esta verdad―. ¿Aún hay más?

— ¿No lo había dicho ya? Este es un juego eterno. ¿Realmente pensaron que los dejaría escapar con vida?

La verdad fue expuesta a los patéticos nobles.

La desesperación los invadió por completo.

Sin embargo, una mujer aún se negaba a creerlo.

— ¡¡Tú dijiste que, si pasábamos esto, nos dejaríamos libres!! —exclamó Charlotte.

— ¿Cuándo dije eso, Lottie? —Dijo el héroe—. Únicamente tú lo dedujiste, Lottie. Esas palabras jamás salieron de mi boca.

Rápidamente, el héroe apareció frente a Charlotte.

— ¿Enserio creíste que saldrías de aquí con vida? —dijo agarrando mi rostro―. Vaya ingenuidad la tuya.

Ella explotó.

—Bueno, aclarado este asunto. ¡Sigamos jugando!

Con un chasquido, el héroe les ordenó dar media vuelta a los nobles.

Renuentes a aceptarlo, los nobles gritaron. Piedad y perdón era lo único que imploraban al rey bufón.

Lejos de escuchar sus peticiones, el rey bufón sólo reía para sí.

—Si no van a jugar, entonces... —dijo apuntado a sus súbditos—. Tendrán que jugar con ellos y, dudo mucho que ellos tengan una pizca de piedad como lo tuvieron los demonios.

O eran devorados por los no muertos o eran cortados por los demonios.

Los nobles tomaron una decisión.

—Veo que los convencí. –dijo chasqueando los dedos.

Las cubetas, en ese instante, desaparecieron y retomaron su posición inicial: En la mesa al final del pasillo.

—No necesito explicarles lo que tienen que hacer, ¿verdad?

Ellos caminaron hacia su mísero y cruel destino.

— ¡La segunda ronda inicia! ¡Esfuércense!

Comenzó la cruel marcha.

Tanto nobles como demonios estaban incentivados con un sólo propósito: Sobrevivir.

Y así, la sangre, el griterío, los insultos, las lágrimas. Todo ese tumulto de emociones está plagado en esta segunda ronda.

A cada ronda que iba, el número de nobles se reducía.

— ¡Cuarta ronda!

El olor fétido se incrementaba conforme a la voluntad del rey bufón.

— ¡Octava ronda!

Algunos nobles no podían soportar más el olor, y cayeron rendidos contra el suelo, mientras el olor se incrustaba y se esparcía por todos sus pulmones, hasta que expulsaran sangre de sus ojos y boca.

— ¡Décima ronda!

Los demonios no tuvieron tanta suerte.

Para este momento, cuatro jaulas de demonios fueron diezmadas por el olor pútrido.

— ¡Treceava ronda! ¡Vamos ustedes pueden!

— ¡Veinteava ronda! —dijo el héroe—. Parece que sólo ustedes quedan. ¡Felicidades!

Número de nobles sobrevivientes: Diez.

—Por su gran esfuerzo de llegar tan lejos, se merecen un premio —dijo llamando a sus no muertos—. ¡Lancen!

El "alcohol milagroso" se roció sobre ellos.

—Como era de esperarse, ese alcohol sí que hace maravillas —dijo el héroe viendo a los pocos nobles retorcerse de dolor.

Dejando atrás a los nobles, el héroe se dirigió hacia el pasadizo.

—Ustedes también se esforzaron, ¿cierto?

De las veinte celdas llenas de demonios al inicio del juego, sólo quedan tres celdas.

Sus bajas fueron considerables.

El héroe chasqueó los dedos y su séquito de no muertos vino; claro está, con el "alcohol milagroso" en sus manos.

—Aquí está su recompensa —dijo—. ¡Lancen!

Los demonios se retorcían de dolor mientras el héroe los observaba.

Está esperando a que ellos se recuperen por completo.

—Quedaron como nuevos. Y, como soy un hombre de palabra, los dejaré libres.

Los no muertos destruyeron las puertas de las celdas.

— ¿Somos libres?...—dijo un demonio.

—Sí. Les había prometido la libertad cuando terminara este juego —dijo el héroe.

— ¿No nos harás daño?

—Claro que no. No soy un monstruo.

Con cierta duda, los demonios se acercaban a las puertas de sus celdas.

— ¡Vamos! ¡Salgan!

Lentamente, los demonios iban saliendo de sus celdas. Aún con temor e intriga por lo que iba a hacer el héroe.

— ¡Ahora, síganme!

Sin muchas opciones, los demonios siguieron a su "libertador".

Pasaron cerca de los nobles agonizantes, y lo único que hicieron fue observar.

Desde el fondo de sus corazones, agradecieron por no ser esos nobles que tiene que soportar este martirio de juego.

— ¡Llegamos!

Estaban a las afueras de aquel recinto.

— ¡Son libres, mis amigos demonios!

Ellos miraron por todo el basto lugar. Finalmente, estaban fuera de esas celdas que los tenían prisioneros.

—Realmente... ¿Somos libres?—preguntó un demonio.

El héroe asintió.

Los demonios empezaron a alejarse del lugar.

Su ansiada libertad por fin estaba en sus manos.

Adentrándose al bosque, los demonios desaparecieron de la vista del héroe.

Solamente, un demonio se quedó.

— ¿Por qué no te fuiste?

— ¿Qué... qué harás con ellos?

—No te preocupes por ellos. Preocúpate por ti y tus amigos demonios —dijo sacando una moneda—. Con esto será suficiente para ustedes. Tómalo.

El demonio agarró la moneda y, viendo a los nobles y al héroe, se marchó del lugar.

Huidos todos los demonios, el héroe se acercó a los nobles.

— ¿Continuamos?

No hubo respuesta.

El héroe chasqueó los dedos, obligando a los nobles a levantarse.

—Los necesito bien presentables, así que... —dijo chasqueando los dedos.

Sus cuerpos fueron envueltos en un miasma negro, y en cuestión de segundos, sus ropas fueron puestas como nuevas.

— ¡Listo! ¡Ya están más presentables! —dijo el héroe viéndolos—. Sobre todo tú, Lottie. Ese vestido rojizo, te queda perfecto.

Ella sólo lo miraba.

Él se acercó.

—Espero que tengas esa misma mirada después de lo que voy a hacer, Lottie.

— ¿A qué te re...

El héroe se alejó de ella.

— ¡Muchachos, ya terminamos aquí! ¡Ya saben que hacer!

Los no muertos agarraron los baldes que estaban tirados sobre el suelo.

El héroe creó un hechizo sobre los baldes.

— ¡Muévanse! ¡No tenemos todo el día!

Con los baldes en sus manos, los no muertos entraron al lugar del juego y procedieron a echar el contenido de los baldes por todo el lugar.

— ¡¿Qué están haciendo esos esqueletos?! ¡¡Contéstame, Elliot! ¡¡¿Qué les ordenaste?!!

No hubo respuesta.

Sólo una sonrisa dibujada en su rostro.

Esa risa, sólo aumentaba su descontrolada ira en Charlotte.

— ¿Lo echaron por todo el lugar?

Sus súbditos asintieron.

— ¡Muy bien! ¡Salgan de ahí! ¡Rápido!

Obedecieron a sus órdenes.

— ¡Muy bien! ¡Gracias por su ardua ayuda, muchachos!

— ¡¡Elliot!! ¡¡¿Qué les ordenas...

Una mano agarró su rostro.

Los ojos del héroe estaban a pocos centímetros de los suyos.

— ¿Qué... les ordenaste... Elliot...

—Mantén esa mirada, ¿sí?

El héroe camino junto con Charlotte hacia la entrada del recinto.

— ¿Qué piensas hacer?

—Verás, Lottie, creo que este establecimiento tiene que cerrar, ¿no lo crees?

—¡....!

El héroe creó una flama en la punta de su dedo índice.

— ¡Alto! ¡Elliot! ¡Detente!

— ¡A la cuenta de tres, lo hacemos juntos!

—Uno...—

—¡¡DETENTE, ELLIOT!!

—Dos...

— ¡¡ALTO, ELLIOT!! ¡¡NO LO HAGAS!!

—Y....

— ¡¡PARAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!

— ¡Oficialmente, la casa de esclavos de Lady Charlotte cierra sus puertas!

El héroe lanzó la flama sobre el lugar.

Bastó una sola y diminuta flama para que el lugar entero empezará a arder desde sus cimentos.

— ¡Simplemente magnífico! ¿No lo crees?

No hubo respuesta por parte de su amiga.

— ¿Lottie? —dijo acercándose a verla.

Aquella mujer había puesto una cara con tanta ira y rabia acumulada que había dejado sorprendido al héroe.

—¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

Con el ardid de su fuente de riqueza frente suyo, la Duquesa Dorada no dejaba de gritar.

—¡¡ELLIOOOOOOOOOOOOOT!!¡¡TE MATARÉ!! ¡¡JURO POR LOS DIOSES QUE TE MATAREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!

Iba a atacarlo, pero él la detuvo.

—Conserva esas energías para el final —dijo—. Créeme que las necesitarás.

—¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!

— ¡Bien! ¡Vámonos! —dijo mientras los no muertos jalaban a Charlotte.

— ¡¡SUELTENME!! ¡¡SUELTENMEEEEEEEEEEEEEEE!! ¡¡MI ORO!! ¡¡MI DINERO!! ¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! —dijo la desdichada mujer mientras era arrastrada por el fangoso suelo.

El primer juego había terminado...

Con sólo diez participantes, el segundo y último juego macabro los esperaba en aquella mansión...




































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