Ayúdame
La vida de un policía es dura. Todo empieza cuando tomas la decisión de servir a la patria y pones un pie en la flamante escuela de oficiales; desde ese momento te conviertes en la mula de tus superiores, claro está, eso solo pasaría si logras ingresar.
La primera vaya es la estatura, no llegar al 1.60 m, es lo más humillante para un futuro oficial de la ley.
El guardián de la puertas ríe disimuladamente cuando le dices el motivo de tu visita, siquiera es discreto, pero el reclutador se carcajea sin control delante de todos los postulantes y futuros superiores cuando escucha tus intenciones, pero hay que recordar el objetivo y aguantar, ya se verán la cara en el entrenamiento y podrán extirparle las bolas con el cordón de sus propios zapatos.
Luego de ser aceptada, "es bueno tener un padre en la fuerza aérea de tu país", viene el entrenamiento físico, eso no es nada. Cuando era pequeña mi amado hermano pateaba mi trasero con regularidad, bueno, había alguien que era acosado junto a mí, así que...
— ¡Fray! te pedí una carta sobre tu motivación para entrar a la academia, no que me escribas un diario, no, esto es peor, parece una asquerosa novela romántica.
— A eso voy entrenador Rosales, si queremos nuevos reclutas..., disculpe un momento, tengo una llamada de un subalterno — el veterano policía se hizo a un lado para darle un poco de privacidad, aunque igualmente estaba escuchando todo — ¿Qué pasa?, será mejor que sea algo importante, te dije que hoy estaría ocupada y no quería interrupciones.
— Jefa..., disculpe señora. Capitana Fray, ahora estoy en el departamento de policía del este y hubo un operativo a gran escala, entonces...
— Al punto Lovelace.
— Sra. Trajeron detenido a Alec y no me quieren dar información sobre el caso, incluso el fiscal está aquí y están a punto de interrogarlo.
— ¿Qué demonios?..., comunícate con el capitán Scott y recuérdale que me debe algunos favores, dile que voy a cobrar uno ahora mismo. Nadie puede interrogar a Alexander si no hay un abogado presente y que espere a que llegue a sus instalaciones, salgo ahora mismo para allá, pero me tomara por lo menos 3 horas.
— Si señora, en cuanto al abogado...
— Me encargare de eso, tú no te muevas de ahí y bajo ningún motivo permitas que lo trasladen a otra delegación.
— Entendido
Apenas Clary colgó el teléfono su el entrenador Rosales se acercó a ella — Al parecer tu amante imaginario está en problemas.
— No es imaginario..., espera ¿Conoces a mi Alec?
— ¿Quien en toda la academia no lo conoce? "quiero ser policía para dispararle a Robert y que sea legal, el maldito se está metiendo con mi hombre", recuerdo muy bien tu motivación para convertirte en agente.
— ¿Aún lo recuerda? Era tan joven e inocente, quisiera hablar con usted de los buenos recuerdos del pasado, pero tengo que ir a ver qué está pasando, si me disculpa, me retiro.
Apenas se despidieron, la "pecosa pelirroja" como la llamaba su entrenador, subió a su auto y piso el acelerador a fondo. Aunque no sabía que estaba pasando, Clary tenía un mal presentimiento, así que se contactó de inmediato con su abuela.
Mientras tanto en la dependencia policial, el fiscal estaba teniendo problemas con el interrogatorio. El detenido Alexander Lightwood se negaba a decir una sola palabra sin su abogado presente — Tengo derecho a una llamada, quiero hacerla ahora.
— ¿Tienes miedo? Si eres inocente no necesitas de...
— Conozco mis derechos.
— Todos los criminales son iguales, lloriquean pidiendo un abogado.
A pesar de toda la presión sufrida desde que lo enmarrocaron, Alexander aún se mantenía calmado, y todo gracias a Jace, desde que se conocieron cultivo la paciencia de un santo — Se supone que son representantes de la ley, pero acusan y condenan a alguien sin tener pruebas, a mi parecer, los criminales son otros.
El fiscal apretó los puños, el deseo de sacarle una confesión a base de golpes era irresistible, pero tuvo que contenerse, le habían avisado que el capitán Scott estaba tras el cristal supervisando el interrogatorio. Se levantó lentamente, sin apartar la mirada de los ojos de Alexander, no pensaba perder esa batalla, pero el detective a cargo del caso entro y lo hizo voltear.
— ¿Qué crees que estás haciendo? No puedes interrogar al sospechoso sin mí, apégate al protocolo.
— ¿Tú también? ¿Es que todo quieren fastidiarme el día de hoy?
Mientras ellos discutían, Alec estaba dubitativo, no sabía a quién llamar, si bien había abogados que manejaban los asuntos de su empresa, en ese momento no confiaba lo suficiente en ellos; recientemente había notado ciertos manejos extraños en la contabilidad y además un paquete de acciones habían sido vendidas a su madre y el departamento legal no le había informado sobre ello.
Estaba metido en serios problemas y estaba terriblemente cansado, no solo eran los problemas en su empresa y el estado delicado de Max, también estaba Magnus y sus mentiras, y si eso no fuera poco, ahora se sumaba la denuncia de su propia hermana, su propia familia quería refundirlo en la cárcel.
Ya no sabía qué hacer, la careta de hombre indiferente y confiado se caería muy pronto, necesitaba a alguien en quien apoyarse, necesitaba de alguien que dirigiera sus pasos, quería dormir y sentirse protegido, pero eso era un lujo que no podía darse.
Extrañaba los brazos de Jocelyn, los brazos de la única madre en su corazón, solo ahí supo lo que era sentirse protegido, no, estaba mintiendo, hubo alguien más, pero ese sentimiento solo fue una ilusión, una terrible mentira, pero a pesar de saberlo, no pudo evitar que su corazón lo llamara con silenciosos gritos. Y fue gracias a su corazón que su cerebro maquinó un terrible pensamiento "Solo una vez más, ¿podría aferrarse a esa persona una última vez?" La respuesta fue obvia, de ninguna manera.
El fiscal entro en el cuarto de interrogatorios llevando un viejo teléfono de disco y prácticamente se lo tiro en la cara — apúrate con la llamada, no tenemos toda la tarde.
Alexander levanto el auricular he hizo girar el disco, después de varios segundos, cuando parecía que la llamada se iba a perder alguien contesto.
— Ayúdame..., ayúdame por favor... Magnus — pasaron algunos segundos sin recibir respuesta, Alec lo sabía, sabía que ese hombre no lo ayudaría, ni siquiera se molestó en preguntar qué estaba pasando; sonrío tristemente antes de retirar el auricular de su oído.
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El hombre al otro lado del teléfono mentiría si dijera que su corazón no se paralizo para luego latir como desesperado, sus elegantes pasos que se habían detenido por unos segundos continuaron velozmente mientras sus manos apartaban a quien se interpusiera en su camino.
— Aquí estoy..., aquí estoy Alec — Alec ni siquiera había colgado el teléfono, cuando Magnus se abrió paso para entrar al cuarto, no le importo que el fiscal estuviera presente, el solo caminó hasta llegar junto a Alexander y tomar sus manos — así no me lo pidas, yo siempre te ayudare, siempre a tu lado y de tu lado..., aquí estoy Alexander.
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