Capítulo 20
Capítulo 20: No hay una maldita explicación para lo que vimos.
18 de diciembre del 2021.
Hace unas horas que llegué a Londres, siendo recibido por un emocionado Álvaro, a quien por primera vez en toda mi vida veo vestir ropa que no sea de color negro.
Me pone al tanto de su vida, como le va en el trabajo, me cuenta que descubrió una buena cafetería cerca de donde vive y que además dejó de ir al bar que frecuentaba, aunque mantiene amistad con el cantinero de este mismo, quien no es mucho más mayor que nosotros.
A diferencia de la última vez que lo ví, se ve que está mucho más cerca de la felicidad que antes. Angélica es realmente una buena hermana, hice bien en contarle.
—¿Vas a visitar a Isabella hoy?—pregunta.
—No, quería aprovecharme de tí hoy y que me llevaras a un lugar a comprar flores, ella no sabe que estoy aquí y quiero sorprenderla mañana—le informo.
—Por fin aprendiste a ser romántico, te arreglé.
—Porco, avrei dovuto rifiutarmi di venire a trovarti per farti soffrire—respondo indignado.
—Mírate, incluso hablas italiano; Alessandra hizo algo bueno contigo—ríe con más ganas ahora.
Estúpido niño rico.
***
19 de diciembre del 2021.
Hoy vuelvo a ver a mi novia, después de más de un mes, lo que parece poco tiempo pero en realidad se sintió como una eternidad.
Necesito entender el porqué de su constante rechazo a hablar conmigo, y creo que no hay mejor forma de saberlo que estando aquí en Londres y pudiendo ir a verla.
Sin embargo, antes de eso, Álvaro me invitó a un partido de fútbol al cual iba a venir con Angélica, pero esta desistió de acompañarlo para que lo hiciera yo (creo que no tenía tantas ganas de venir de igual manera).
El partido fue muy bueno, verlo sin ser fanático de ningún equipo me hizo disfrutar, no me siento para nada decepcionado. Luego de este, vamos al lugar que encontramos ayer donde venden flores, y compramos un ramo de tulipanes naranjas, los favoritos de Isabella.
—Son realmente lindos, estoy seguro de que le gustarán—destaca Álvaro.
Y sí, somos dos jóvenes de diecinueve años que vienen de un partido de fútbol y caminan por Londres en invierno con un ramo de tulipanes naranjas, suena gracioso incluso.
Nos acercamos al edificio donde vive Isabella con sus padres, y cuando estamos cruzando hacia su calle, puedo verla a ella de espalda, para mi sorpresa... Sin embargo mi alegría se desvanece al instante al observar la escena protagonizada por ella y alguien más.
Está acompañada de quien logro reconecer como su amigo británico a quien apodé "Matthew de mierda", y digo acompañada por tratar de negarme a la idea de haber visto como se besaba con este hace un momento.
Me giro hacia la cuadra de la cual veníamos Álvaro y yo, tirando el ramo de flores en un basurero y huyendo de aquella calle, aunque no sé muy bien hacia donde me dirijo ahora, sólo soy yo caminando con los puños apretados lo más lejos que puedo.
—Rodrigo, espérate—exclama Álvaro mientras corre detrás de mí.
No respondo, escucho mis latidos retumbarme los tímpanos y empiezo a correr, cada vez más rápido.
—Estoy seguro de que debe de haber alguna explicación, no te precipites...— intenta argumentar.
—No hay una maldita explicación para lo que vimos, ella me engañó. Estuve haciéndome mierda la cabeza allá en Madrid pensando en si hacía algo mal mientras ella estaba tan tranquila ignorándome por andar con el cabrón del británico que me hizo dudar de su amor por mí—respondo en medio de gritos que se convierten en llanto, lo que hace que las personas se nos queden viendo.
»Ella jugó conmigo, me usó, me hizo creer que realmente quería estar conmigo... Todo era una puta mentira, Álvaro—grito con la voz quebrada y puedo sentir que tengo la cara totalmente húmeda.
Álvaro me observa, quizás entendiendo que nada de lo que me diga hará borrar lo que él mismo presenció a mi lado, quizás aceptando mi dolor y entendiéndolo, quizás esperando que continúe despotricando hacia la mujer que creí me amaba tanto como yo la amo a ella.
O bueno, la amaba, porque en este momento sólo siento ira... Y odio, siento mucho odio.
Me siento en la acera y continúo llorando, no me importa que los ingleses pasen al lado de mí y seguramente me juzguen con sus miradas, por mí se pueden ir todos a la puta mierda.
—Llévame al bar—exijo.
—Rodrigo...
—Llévame al maldito bar, Álvaro, joder—le ordeno.
Se levanta y sólo me sigue, recuerdo perfectamente donde está ese bar, no necesito que me guíe, en realidad, supongo que sólo quiero que no me deje solo.
No tardamos en llegar a este, tomo asiento en la barra y el cantinero nos reconoce rápidamente a Álvaro y a mí, esto último sorprendiéndome.
—¿Qué les puedo ofrecer, caballeros?—pregunta muy cortésmente, lo que hace que intente tranquilizarme porque no todo el mundo va a aceptar que les dé respuestas de mierda a todo lo que me digan.
—Un agua para él y un cuba libre para mí—respondo lo más neutral que logro.
—Dos cuba libre—replica Álvaro a mi espalda, tomándome por sorpresa, sin embargo no me importa si va a beber o no, es su problema.
El cantinero, quien recuerdo que su nombre es Scott, nos entrega a ambos lo que pedimos, y yo me bajo de un solo trago el vaso, por lo que le pido que me sirva de nuevo con la voz y expresión más miserable que alguna vez he hecho en mi vida.
—Déjanos la botella, Scott, no te preocupes—le pide un angustiado Álvaro.
***
20 de diciembre del 2021.
No sé exactamente que hora es, cuánto he bebido o siquiera donde estoy... Sólo sé que Álvaro me está llevando en brazo de amigo a algún sitio mientras dice cosas muy extrañas.
En cierto punto me suelta y me dejo caer en una pared. La cabeza no me está funcionando en este momento, y no entiendo nada de lo que sea que me esté diciendo Álvaro.
Abro los ojos y lo primero que veo es una luz muy brillante, luego a Álvaro con una cara muy preocupada y un vaso de agua que no dudo en beber a pesar de lo helada que está.
Álvaro me levanta del suelo, y me lleva a otro sitio, y no es hasta que siento como caigo en una superficie acolchada que logro entender lo que dice.
—No sé, Alessandra, nunca lo había visto así de mal, nunca había bebido tan desmesuradamente, está totalmente ido—dice prácticamente a gritos mientras habla por teléfono.
—Ale...ssandra... ella... mintió—balbuceo, refiriéndome a Isabella.
—Duérmete, Rodrigo, estás en la mierda—protesta Álvaro.
Británico de mierda, vasca de mierda, Londres de mierda, pensé.
***
Me duele la cabeza, el cuerpo y el alma.
Sólo observo al techo y al instante empiezan a llegar los recuerdos de la fatídica noche de ayer.
El partido, las flores, la vasca de mierda, el bar, y mi llegada aquí.
Me siento cansado, triste, y quiero irme a casa.
Escucho una puerta abrirse, pero no muevo la mirada del techo.
—¿Cómo estás?—murmura Álvaro.
—Mal—respondo.
No dice nada más y sólo me extiende el desayuno, aunque estoy más que seguro que no es exactamente hora de desayunar.
—No tengo hambre—objeto.
—Tienes que comer—manda.
—¿Qué tanto hice anoche?—consulto.
—A ver—dice mientras hace de cuenta que está recordando—insultaste a unos ingleses en el bar, maldeciste en voz alta a Londres unas quinientas veces aproximadamente, llamaste a Isabella para decirle cuanto la odiabas y terminaste con ella, haciendo énfasis en la horrible persona que es—destaca esto último haciendo una pausa.
Rápidamente busco mi teléfono esperando encontrar un mensaje de esta, pero sólo hay unos cuantos mensajes de Alessandra y uno de buenos días de mi madre.
—La bloqueaste de todos los sitios posibles luego de colgarle. Tampoco dejaste que se defendiera ante tu lluvia de adjetivos calificativos hacia ella y el inglés—me informa.
—Ah... ya.
—Vino temprano para acá, me preguntó qué sucedió anoche, le dije que...
—No quiero saber nada de ella—replico.
—No puedes actuar tan irracionalmente, Rodrigo.
—¿Irracionalmente? Ella es la que se besó con otro tipo y estuvo durante semanas dando a entender que no quería hablarme, siendo distante e ignorándome, ¿acaso quiere venir a decir que me ama ahora?—exclamo.
—Quizás todo tiene una explicación—trata de razonar.
—No hay nada que explicar, yo ví todo muy claro—respondo tajante.
—Bueno, respeto tu decisión, supongo que tienes razón esta vez—culmina, saliendo de la habitación.
Pienso por un momento si quiero quedarme más tiempo en este país, pero en realidad me siento obligado a quedarme aquí como mínimo hasta el veintisiete, al final de cuentas, es Álvaro quien me pagó el vuelo hasta aquí y quien pagará mi vuelo de regreso.
Intento comer un poco, pero realmente no tengo hambre.
Me siento malditamente mal.
Porco, avrei dovuto rifiutarmi di venire a trovarti per farti soffrire: Cerdo, debería haberme negado a venir a verte para hacerte sufrir.
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