XIII
Capítulo 13
— ¿Y qué te parece?
Naomi meneo la cabeza analizando con curiosidad el vocho destartalado que aun contaba con leves vestigios del tono azulado que alguna vez fue, aunque en su mayoría era simplemente acero oxidado. Dio un par de pasos y temiendo por el estado del vehículo jaló levemente la puerta del copiloto, no cedió, duplicó la fuerza pero esta ni siquiera se movió, dos intentos extras bastaron para que se diera por vencida. Miró a Gael que observaba la escena con brazos cruzados y una mano sobre los labios tratando de refrenar una carcajada.
— ¿Puedo preguntar qué hacemos aquí? —soltó Naomi colocando ambos brazos en jarra.
—Puedes —respondió ya sin esconder la risa.
La rubia levantó una ceja, cruzó los brazos y dejo caer el trasero recargándolo en el vocho.
— ¿Qué hacemos aquí? —repitió sin una gota de humor.
Hace un par de horas que habían aterrizado y si Naomi imaginó que una cena romántica la aguardaba en una lujosa o paradisíaca ciudad estaba por demás equivocada. A cambio Gael la había guiado a una fría bodega, grande, húmeda, llena de grasa y con un montón de herramientas desparramadas por doquier.
— ¿Qué no puede un hombre presentarle a su bebé al reciente secuestro?
— ¿Bebé? —indagó la rubia mirando a través de la fría bodega, por primera vez en la noche se sentía de verdad secuestrada.
—Si ven, sígueme —ordenó en tono contundente antes de salir caminando al fondo de la bodega—. Ah Nao, ese oxido mancha la ropa.
La rubia se levantó como rayo, se sacudió un par de veces el trasero y finalmente, después de dudarlo un par de minutos, siguió a Gael al rincón más oscuro del cuarto. La humedad hizo que su piel se erizara, un olor a grasa automotriz llego con fuerza y por más que esforzaba la vista no lograba ver más allá del largo pasillo carente de iluminación, y al parecer, sin fin.
— ¿Gael? —susurró abrazándose a sí misma casi instintivamente.
Dos pasos más bastaron para que terminara de sentirse incomoda y en tres segundos detuvo el andar. Era una locura, Gael era famoso, carismático y encantador pero, ¿qué conocía de él en realidad? Pensó en lo raro que se comportó los primeros días, en las miradas intensas llenas sentimientos encontrados, el sueño volvió más presente que nunca.
— ¿Gael? —volvió a llamar en un tono más alto.
Un profundo escalofrió le hizo temblar, sin pensarlo más se dio media vuelta. Partes de sus recientes pesadillas se deslizaban confundiéndose con recuerdos, se vio a si misma llorando afuera de un hotel mientras la nieve le helaba la piel y adentro un cálido alegre Gael reía abrazado de la cintura de una mujer. El dolor le estrujó el pecho, se detuvo y a tientas encontró la pared. Intentó respirar hondo, pero escenas sin sentido llegaban como un tumulto de imágenes cortándole la respiración, pronto se vio jadeante dentro del largo pasillo, con la vista borrosa y un agudo dolor clavado como cincel en la frente.
— ¿Naomi? —Indagó el cantante después de esperarla por varios minutos al fondo de la bodega—, ¡Naomi!
Gael corrió dejándose caer hasta donde el frio cuerpo de Naomi se agazapaba a medio pasillo, la rubia se aferraba a sus delgados brazos mientras intentaba guardar la cabeza en medio de sus piernas. Temblaba con violencia y apenas si levantó la mirada cuando la intentó levantar.
—Naomi, ¿qué pasó? —susurró con la desesperación clavada en el pecho.
La rubia no se movió, estaba en medio de un ataque de ansiedad. El primero después del accidente y el primero que recordaba.
Gael sacó el móvil, el piloto no volvería por ellos hasta dentro de tres horas, si llamaba una ambulancia el escandalo sonaría y lo menos que quería era meter a Naomi en un chisme de drogas, ya que con su estado, era lo primero que pensaría un reportero al verla. En solo un minuto lo resolvió, levantó a la rubia en brazos y caminó lo más rápido que pudo al final del pasillo, donde su ¨bebé¨ lo esperaba, el viejísimo auto clásico que armó junto a Naomi hace más de cuatro años.
Naomi medio inconsciente se dejó meter como muñeca sin voluntad, sin fuerzas dejo caer el cuerpo en el asiento del copiloto, vio como Montero le ponía el cinturón de seguridad se percató del temblor en sus manos que varias veces intentaron encontrar el broche hasta que finalmente sonó el click y la rubia perdió al fin la conciencia.
— ¿Gael?
Fue lo primero que dijo al despertar. Con calma se reincorporó tratando de enfocar la vista a fin de reconocer el lugar, conocía la habitación y la luz proveniente de la puerta entre abierta le daba la imagen de una molesta mujer en bata discutiendo en susurros con Gael.
— ¿Barbi? —llamó en voz alta logrando que su prima diera un pequeño saltito de sorpresa.
—Despertaste —articuló revolviendo con nerviosismo la argolla de matrimonio—, me tenías preocupadísima.
Naomi trato de incorporarse pero un mareo la devolvió a la cama.
—Quédate quieta —ordenó Gael acomodándola con dulzura entre las almohadas—, el doctor te mandó reposo.
Naomi lo miró confundida.
— ¿Qué doctor? Y, ¿qué hago aquí?
Un silencio profundo nació entre Bárbara que con brazos cruzados observaba desafiante al cantante.
—Marqué el número de emergencias en tu móvil —respondió con seguridad evitando verla a los ojos e ignorando la fulminante mirada de Bárbara—, no estaba lejos.
Naomi asintió, la verdad es que no tenía ni idea de que estaban en Monterrey y mucho menos cerca del Manantial.
— ¿Qué me pasó? —indagó después del incomodo silencio. Contaba con leves indicios de la horrible crisis que vivió, pero ahora lo veía como una pesadilla lejana y de ese modo quería dejarla junto con los recuerdos desordenados.
Gael suspiró y Barbie se sentó en la orilla de la cama.
—Tuviste una fuerte crisis de ansiedad —Soltó acomodando la espalda en un ángulo demasiado recto, tanto que Naomi pensó en lo incomoda de la posición—, lo cierto es Naomi que esta no es la primera. Antes de accidente...
—Barbará...
—No Gael, no pienso prestarme a esto ni ocultarle cosas a Naomi. Lo sabes y lo sabías cuando decidiste traerla aquí.
Gael se llevó ambas manos a la cabeza dejándose caer en una de las sillas mientras movía la pierna derecha sin parar, estaba perdido, su grandioso plan se había ido directito a la chingada.
—Esperen, ¿se conocen? —indagó la rubia incorporándose por completo en la cama.
—No.
—Si —corrigió Barbie con la vena de la frente latente de la furia contenida, ¿cómo era posible que nadie le hubiese dicho nada?, ¿qué se prestaran de eso modo a semejante engaño? —Y tú también lo conoces desde años Naomi.
El estómago de la rubia encontró un nivel nuevo de profundidad donde el terror se clavó sin piedad, las imágenes volvieron a ella. Las lágrimas, la fría nieve, un largo pasillo oscuro, la pasarela y una helada camilla. Constantes repetitivas y sin sentido, ni orden.
— ¿Eres el hombre del pasillo? —hiló con la respiración acelerada entre jadeos.
— ¿De qué pasillo hablas? —indagó Gael poniéndose de pie con la intención de intentar calmarla.
— ¡No me toques! —exigió fuera de sí empujándolo con asombrosa fuerza. Gael trastabillo antes de caer nuevamente sobre la silla —, no te atrevas a volverme a tocar.
Naomi miró a su alrededor, se vio dentro del pasillo largo, la nieve no cesaba y al final estaba él. La piel se le erizó, el corazón le latía con fuerza... tenía que huir.
— ¡Naomi! —gritó Barbará poniéndose de pie y viéndola huir a toda prisa de la habitación.
Gael se echó a correr pero una firme mano lo sujeto de la muñeca.
—Yo voy con ella —sentenció Barbie sosteniéndole la mirada, tan desafiante como impositiva.
Gael se la regresó llena de frustración, por más que intentaba no lograba entender el miedo naciente en los ojos de Naomi.
— ¿De qué pasillo hablaba?
Bárbara rio con amargura. Gael no podía siquiera imaginarse que había pasado mientras él viajaba por el mundo dando conciertos y enredándose con cuanta modelo se le pusiera enfrente.
—No tienes ni idea de lo que despertaste hoy— soltó con evidente molestia la que no intento siquiera disimular mientras caminaba a la salida—. Felicidades Montero, jugaste con fuego y la quemada ha sido Naomi.
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