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V

Vaya lugar había escogido Roxana para invitar al cantante más famoso de México, la actriz del momento y a sus acompañantes popis que en su vida había asistido a un antro semejante. Si es que a eso se le podía llamar de ese modo, ya que era más parecido a un bar del centro, de dudosa reputación con música de banda y reggaetón exageradamente alta y su buen número de machos agrupados en el costado derecho de la barra chiflándole y gritando ¨piropos¨ a cualquier valiente dama que fuera tan valiente, o distraída, como para pasarles por enfrente.

—Este olor me recuerda a mis tiempos de prepa —comentó Rodrigo tomando un lugar al otro lado de la barra, lo más lejos posible que los alcoholizados machos.

—Y a los míos —apuntó Naomi sonriendo mientras pegaba un pequeño brinquito para acomodarse en uno de los altos bancos, que curiosamente tenía forma de amplio trasero, quizá por ello lo encontró bastante cómodo—, hablamos del tequila adulterado, ¿cierto?

Rodrigo sonrió pero Roxana, que recién se unía a la barra aferrada del brazo del Sebastián, se adelantó a responder.

—No, no, no aquí puro tequila de calidad. Así que pida con confianza eh —comentó añadiendo el último comentario al oído del manager, el que se limitó a asentir con gesto de duda y diversión.

—No lo sé Rick... —bromeó ganándose un gesto de fingida ofensa de Roxana, y es que a pesar de no ser el mejor lugar daba el aspecto de estar bastante a gusto dentro del oscuro bar del brazo de la loquita compañera recién conocida.

Un momento de silencio invadió al cuarteto, la música era demasiado fuerte y el calor ya se estaba haciendo notar.

— ¿Y Gael? —indagó finalmente la rubia de una manera casi sutil.

Rodrigo la miró de reojo con una mueca nada fingida, se había enterado por Rosse de la tormentosa historia que la rubia guardaba con Gael, y si bien no conocía los detalles, siempre estuvo en contra de que se reintegrará a trabajar a su lado.

—Se supone que estaba buscando estacionamiento, pero ya se tardó —respondió Sebastián revisando su celular en busca de algún mensaje del cantante.

— ¿Qué no es ese de chamarra negra? Ese, el que viene entrando.

El dedo de Roxana re direcciono la cabeza del trío hacía la puerta, Gael Montero enfundando en un sencillo pantalón de mezclilla, camisa blanca y chamarra negra, caminaba del brazo de un espectacular morena de ceño fruncido y cara de fuchi directo hacía ellos.

—Si...

— ¿Esa no es la ex miss Carla Suarez? —indagó Roxana en tono de chisme.

La rubia se giró dándole la espalda a los recién llegados, un sentimiento extraño de incomodidad se le acababa de instalar en el estómago, era ridículo ella no conocía al hombre, pero por alguna razón había tenido la idea de que iría solo y podría, entonces sí, conocerlo.

—Si —apuntó Rodrigo notando la rigidez en el rostro de Naomi—. Parece que tiene debilidad por las mises. Espero no protagonicen otro vídeo...

Roxana rio con ganas, mientras Naomi y Sebastián apenas si formaron una leve sonrisa, ambos esperando que eso en realidad no volviera a pasar.

—Hola, ¿de qué nos perdimos? —indagó Gael ajeno a la conversación, pero antes de que alguien respondiera y con un gesto de pretensión bastante notorio, añadió—, Por cierto, ¿ya conocen a Carla Suarez?

La hermosa morena de larguísimas y espectaculares piernas, enfundada en un diminuto vestido azul ceñido sonrió sin ganas tratando de estrechar manos y saludar por encima de la música.

—Mucho gusto, Naomi Cantú —respondió la rubia recibiendo un rápido beso en la mejilla.

— ¿Naomi Cantú?, O sea, ¿la que estuvo en Mujeres de Arena? Por Dios, me encantó esa obra me hiciste llorar como niñita...

Naomi miró de reojo al rizado con una forzada sonrisa de confusión.

—Esa misma —interrumpió Rodrigo—. Naomi es una genial en el teatro. Debiste verla en...

Y hasta ese momento Gael cayó en cuenta de la presencia de Rodrigo, lo examinó un momento mientras el rizado hablaba de las grandes cualidades de actuación de la rubia, notó su gesto de orgullo y la forma cariñosa con la que la abrazaba por los hombros dirigiéndole elogios, se dio cuenta de que estaban sentados demasiado cerca y ninguno parecía ni un poco incómodos.

— ¿Donde esta Carlos? —interrumpió de golpe, deseando que fuese algún acompañante del director o tal vez, si estaba con suerte, hasta su pareja.

La mirada del grupo fue de total desconcierto ante la brusca interrupción.

—No ha llegado —puntualizó Roxana después un corto silencio—. Pero, vamos agarrando una mesa antes de que se llene...

— ¿Se va llenar más? —soltó la modelo con cara de espanto.

Con una carcajada liviana de la maquillista respondió la pregunta y girando el cuerpo para guiar al grupo a lo que ella nombró como ¨la mesa de la zona VIP¨, soló por estar alejada del baño y arriba de una plataforma lo que la ponía un poco más arriba que el resto de las mesas, comenzaron las rondas de caballitos.

Gael intentó con todas sus fuerzas no mirar a Naomi sentado un tanto alejado y esforzándose al máximo para parecer interesado por la plática de la modelo. Mientras la rubia bromeaba con el grupo, reía y seguía tomando, ¿cómo era posible que fuese tan desprendida y fingiese de ese modo tan descarado que no lo conocía?, ¿tan fácil se olvidó de él, de su historia? El siquiera pensarlo le hervía la sangre y no ayudaba nada ese tan Rodrigo, hablándole cerca del oído, haciéndola sonreír o arrancándole una que otra limpia carcajada.

— ¿Y Carla? —indagó Sebastián haciéndolo salir del ensimismamiento.

Gael se giró, notó de inmediato el vació a su lado y susurró:

—Maldita sea.

Y es que ni siquiera se había dado cuando se fue, ¿lo dejo?, ¿fue al baño?, ¿salió a tomar aire? No tenía idea, pero antes de que pudiera responder un montón de silbidos y piropos exagerados llegaron a ellos.

Carla estaba más que atrapada en medio de la bola de ebrios machos del otro lado de la barra.

— ¿Cómo llego ahí? —indagó poniéndose de pie seguido por Sebastián y Rodrigo.

—Quizá quería ir al baño... —ideó Naomi.

— ¿Sola? —respondió Sebastián.

— ¿Qué mujer hace eso? —comulgó Rodrigo.

Naomi quiso discernir el obvio comentario machista, pero cuando abrió la boca Carla fue tomada por del brazo y obligada a sentarse sobre las piernas de uno de los tipos. Y antes de que se dieran cuenta los tres hombres ya caminaban directo a la bolita.

—Chingada madre. Agarra eso —soltó Roxana recogiendo chamarras, y haciéndole una seña a Naomi para que la ayudara a llevarse los bolsos.

Y en menos de un minuto el revuelo se armó. Gael, se sentía ya furioso y bastaron un par de mentadas de madre y un empujón para tirar el primer golpe, Carla gritó corriendo a abrazar a Rodrigo, quien feliz la acunó en su pecho rodeándola con un solo brazo por la diminuta cintura. Sebastián recibió un par de buenos puñetazos en la cara y cuando entre dos lo tiraron al piso, Roxana reaccionó.

— ¡Cuida esto! —Ordenó a la rubia quien pronto se vio más llena que un perchero.

— ¡Pinche vieja loca, ven acá!

Pero ya era tarde y colgándose de la espalda de uno de los grandulones, logró ayudar a Sebastián a levantarse. No pasó ni un minuto antes de que la pequeña maquillista saliera desprendida por los cabellos atacada por, lo que supuso, la novia del grandote. Golpes, gritos, arañazos y jalones de pelo recibió la mujer.

Naomi dejó escapar un grito cuando las extensiones de su amiga salieron desprendidas.

—Nao, ni se te ocurra —señaló Rodrigo notando la mirada, pero sosteniendo aún a la modelo.

—Ten, cuida esto bonita —dijo lanzándole el montón de ropa y bolsas a Carla.

— ¡Naomi!

Pero esta ya estaba desprendiéndole a la maquillista por el cabello a su oponente. Agradeció a la vida no llevar tacones y un pantalón de mezclilla simple cuando tuvo que salir huyendo por el bar de la furia de la mujer, quien a toda velocidad la perseguía. La oscuridad jugó a su favor cuando se escondió detrás de la barra y pudo ver de reojo a Rodrigo ya en acción, a Gael con un labio roto y un ojo morado hecho una furia cual rin de box repartiendo golpes. Sebastián, le hacía esquina y a pesar de los golpes anteriores se veía mejor que su amigo. Roxana rodaba por el piso con otra nueva mujer y Carla, se limitaba a abrazar con fuerza el montón de chamarras y bolsas. La música había dejado de sonar y cuando la rubia intentó salir un fuerte jalón de pelo la tiró al piso, gritó y antes de que pudiera correr la furiosa chica se le plantó encima dándole manotazos y arañones mientras Naomi intentaba defenderse de la misma forma.

— ¡La poli! ¡La poli!

Se escuchó por todo el bar. Naomi fue liberada y en cuanto se puso de pie notó el atascadero de la salida, entre la euforia corrió a la puerta de emergencia. La sirena sonó con más fuerza cuando salió al callejón de la parte trasera y corrió a toda velocidad a donde recordaba que Rodrigo se había estacionado, pero cuando dobló la esquina una mano la sujetó del brazo, soltó un pequeño grito pero antes de que pudiera rezongar sintió la fría pared en la espalda y un largo cuerpo apretándose contra el suyo.

—Shhh —susurró Gael mirando a la patrulla pasar de largo, la que sin duda hubiera notado a la pequeña rubia correr al coche.

El corazón de Naomi estaba enloquecido, jadeaba en busca de aire y podía notar la tensión en el lastimado mentón del cantante. Como si su mano tuviera vida propia le acarició con cuidado la mejilla, haciéndolo re direccionar la mirada de golpe.

—¿Te duele mucho? —susurró sosteniéndole la mirada, una que reflejaba contradicción y sorpresa.

Gael negó con la cabeza, al momento levantó la mano para acariciándole la mejilla, tenía un profundo rasguño donde puntitos de sangre resbalaban.

— ¿Y a ti?

Naomi negó apenas moviendo la cabeza, Gael seguía con el mentón apretado pero en sus ojos se podía leer algo de culpa, cariño y dolor. Su mano le seguía acariciando la mejilla, estaba fría pero Naomi pensó que podría hacerla arder si así lo quisiera.

Las miradas encontradas se negaban a despegarse y mientras Gael luchaba contra su cuerpo notó como la rubia se acercaba de a poco, cada vez más hasta poder sentir su aliento sobre los labios y una creciente oleada de deseo surgiendo desde lo más profundo de las entrañas. Estaba tan cerca, y él no podía moverse, ni pensar. Le apretó la cintura con posesividad acercándola con ansias, la escuchó dar un pequeño jadeo de sorpresa que acabó por hacerle perder la poca cordura. Total, después de lo del bar la noche solo podía mejorar. 

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